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Revista de Folklore número

492



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Renuberos leoneses

RUA ALLER, Francisco Javier

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 492 - sumario >



Las nubes o truenas, como también se denominan en León a las tormentas, constituyen un espectáculo formidable conformado por enormes cumulonimbos a los que acompañan las rachas de viento y los meteoros en forma de relámpagos, rayos, truenos, lluvias y granizadas, las cuales llegan a provocar enormes destrozos sobre las cosechas, las viviendas, las personas y los animales.

El miedo ante la aparición del fenómeno atmosférico se manifestaba, asimismo, en las creencias y expresiones de religiosidad popular, relacionadas, por ejemplo con los provocadores de las truenas, de los cuales trataremos en este artículo. En la imaginación popular y como restos de las creencias animistas de la Naturaleza, se consideraba que los causantes de las nubes eran unos seres o genios denominados renuberos o de otras formas similares a lo largo de la provincia leonesa. Estos nombres se aplicaban también a los brujos y demonios provocadores de las tormentas, o incluso a las personas de mal carácter y a los niños cuando lloraban o se enfadaban.

Tormentas y truenos

En algunos lugares de León, los informantes y recopiladores de las tradiciones populares asocian la palabra renubero o similares a la tormenta en su totalidad o bien a alguno de los meteoros de la misma, esencialmente al trueno o al granizo.

De esta manera nos encontramos con que renubeiro es la tormenta y renoveiro es el trueno en Páramo del Sil y en Matalavilla. En Bouzas se llama reñubeiro a «la tormenta con agua y piedra que estropea el campo». El reñebeiro o reñobeiro de Manzanedo de Valdueza es «una nube muy negra, muy mala y que luego tronaba». En pachxuezu el rinubeiru o renubeiru es el trueno y, de ahí, la expresión: «Ya suena el renubeiru». De forma más general, designaba en Babia y en Laciana al «tiempo tormentoso y con presencia de truenos» y en la localidad berciana de Anllares del Sil se decía que el renubeiru era «cuando empezaba a tronar que … mete tanta bulla».

Una forma genérica para indicar el estado del cielo la encontramos también en Lugueros: «el reñubero es como una noche muy oscura» y en Gusendos de los Oteros, donde el nubero era «el día que está revuelto y nublado, amenazando tormenta».

Para indicar que se aproximaba una nube de tormenta, se exclamaba: «¡Ahí sale el reñobeiru!» (Castropodame) o «¡Ya vienen los reñubeiros!» (Quintana y Congosto). En Matachana era «Cuando venía la tormenta».

Genios o diosecillos

Dejando aparte esas denominaciones generales, lo que la palabra renubero designa con frecuencia es a ese personaje, mitad diosecillo, mitad brujo o más cristianamente, demonio, que puede provocar las tormentas y causar un gran mal a la comunidad humana, incidiendo en gran medida sobre las actividades agrícolas.

Así, nos encontramos, de forma escueta que el renubeiro es el «personaje fantástico que conduce y produce la tormenta» y que también se denomina troneiro, en San Juan de Paluezas y otros lugares de El Bierzo. En Laciana el renudeiru o renobeiro es el «ser fantástico que origina los truenos» y en Palacios del Sil, renubeiru o rinubeiru es la «figura mitolóxica que representa la tuena». En Fresno de la Vega me comentaron lo siguiente: «Los renuberos eran los que hacían o fabricaban las nubes. No sé su aspecto». En Castro del Condado, una de las acepciones del renubero o reñubero es: «personaje imaginario que se le supone siempre enfadado y que gobierna la lluvia, la nieve y el granizo».

En Valle Gordo (Omaña) el renubeiro o reñuveiro es el «ser fantástico que, según la opinión popular, tiene influencia en las tormentas». En esta zona, Fernando Rubio (1961) comentaba que «estaba muy arraigada la creencia en los reñubeiros, entes creados por la imaginación popular, a los que se atribuía gran influencia en las tormentas, que en aquel valle adquieren a veces caracteres sobrecogedores». Cerca de allí, en La Lomba, los reñuberos son «seres imaginarios, incomodados siempre, que disponen los fenómenos atmosféricos, lluvia, nieve, granizo y, sobre todo, los truenos y relámpagos». Y de forma similar, sin salir de la comarca omañesa, en Rosales los reñuberos, son «los seres que disponen y manejan todo el tinglado de las nubes: los truenos, relámpagos, tempestades, nieve, granizo».

Fernández-González (1959) nos informa que en las localidades leonesas de La Magdalena y Otero de las Dueñas existe la palabra renubero o renovero, que es el «espíritu malo de las nubes», mientras que en La Bañeza, el renovero es el «ente fantástico, de la tormenta».

Y, ¿cómo era este ser que estaba tan arraigado en la mentalidad popular de nuestras gentes?, ¿qué forma tenía?, ¿se le podía divisar de alguna manera, al menos el tiempo suficiente como para poder captar su silueta en medio del fragor de la tormenta?

No está muy claro el asunto, pero veamos que nos dicen los testimonios e incluso las creaciones de algunos autores que se ocuparon del personaje en las distintas comarcas de León: En Babia y Laciana lo describen como «un ser pequeño» y en Rosales informan que «entre las figuras estrepitosas que forman las nubes, aparecen algunas con forma humana». Por su parte, en Oseja de Sajambre, el nubero, nubeiro o ñubeiro es el «demonio de las nubes; son espíritus maléficos, viejos de tez morena».

Por la década de los ochenta del siglo pasado, mientras escribíamos «La piedra celeste», Manuel Rubio y yo mismo recogimos en Riolago de Babia una descripción bastante amplia que nos proporcionó un informante de dicha localidad. Allí lo denominaban el ñublao y, contrariamente a otros relatos leoneses no se trataba de un genio maléfico, sino de un diosecillo amigo de los hombres, pues era «un espíritu de carácter benéfico, semejante a una deidad forestal que vuela o camina sobre la copa de los árboles o después de las tormentas. Donde ellos aparecen surgirán los mejores piornos para la leña y los campesinos que tengan para con ellos alguna atención se verán obsequiados con la mejor cosecha del año».

De la comarca cepedana o quizás de la localidad de Carrizo de la Ribera, Cayetano A. Bardón nos acerca la figura del provocador de las nubes, «el reñuveru», con unas descripciones donde se puede mezclar el poso tradicional con la imaginación propia del autor, ya que el personaje está provisto de una gran riqueza de elementos. De esta forma puede ser

[...] un ñubarón ñegro que afecta formas de un animal monstruoso gigantesco … de larga crespa y espesa cabellera flotando al viento huracanado, de hinchados mofletes, ojos brillantes, congestionados, grandes y desmesuradamente abiertos como ojos de loco; de abundantes cejas hirsutas; inclinada la cabeza hacia adelante como queriendo vencer con ella la resistencia del viento; el negro y peludo cuerpo cubierto o no, a capricho del huracán, con su andrajosa vestidura.

Además, Bardón nos dice que

[...] como un Júpiter tonante, en su diestra maneja un haz de centellas que va lanzando con furia loca y bajo el brazo izquierdo, oprimido fuertemente contra el cuerpo, lleva un odre, enorme depósito de aire, agua y pedrisco que él hace salir con violencia. Con sus aceradas garras de águila gigante arrastra las nubes de la tormenta y con vertiginosa velocidad va y viene, gira a derecha e izquierda y está en todas partes llevando consigo el ruido del trueno y el relámpago del rayo.

Otro escritor, en este caso el general bañezano Nicolás Benavides, en su libro «Por mi tierra de León» (1957) lo definirá como un espíritu, una sombra demoníaca, en el poema «La truena», en el que se refiere a las temibles tormentas que llegaban a La Bañeza y alrededores, procedentes de la sierra de Carpurias, donde, como indicamos en «La piedra celeste» habita también un gigante, provocador de dichas tempestades:

Un olor a azufre había/ que, por poco nos ahogamos (…)/ en un chopo de allí enfrente/ (un chopo de los más altos)/ una sombra mu gigante se espurría (= estiraba)/ sin tener piernas ni brazos,/ a las ramas se agarraba,/ por el tronco iba trepando,/ y, allá arriba, muy arriba, hizo una mueca/ y marchó después, volando.

Forma humana, pero semejante a un espectro parece el renubero de Reliegos: «Una vez cuando una nube fuerte, por la raya de Villómar vieron un hombre vestido de blanco y la segunda vez del relámpago el hombre caminando por la raya arriba».

Su actividad principal es producir y arrojar el pedrisco de las tormentas, así de nítido se nos manifiesta en Jabares de los Oteros, donde los renuberos «son, según las antiguas creencias de esta zona, unos seres míticos maléficos para la agricultura; ellos son los encargados de fabricar la piedra en las nubes y arrojarla cuando y donde quieren».

Otra característica de los renuberos, como vemos, es que puede caer frecuentemente a la tierra durante las tempestades, pero se las ingenia de alguna manera para volver a su territorio aéreo. Esto mismo lo observamos en el siguiente cuento berciano (de Villar de Acero), que resumo:

Un renubeiro bajó de arriba y le metieron en una casa donde le dieron posada. Todos los días calentaba el sol y cada mañana preguntaba al amo el día que hacía, a lo que este respondía: «Hoy hay un día de sol muy bueno»; el renubeiro le contestaba: «Bueno para ustedes y malo para mí». Pero un día estaba lloviendo y al preguntarle al amo, éste le dijo: «Hoy es un día malo, está lloviendo», lo que alegró al renubeiro: «Bueno para mí y malo para ustedes», y entonces aquel día subió para arriba, para las nubes, porque como estaba lloviendo pudo escapar.

Esta misma doble actividad, de caer y subir a las nubes, lo veremos también cuando tratemos de los renuberos como brujos.

El origen del renubero

De varias maneras puede surgir un renubero, bien porque alguien le haya echado una maldición bien porque sea un mal estudiante, o simplemente, como indicaban en Quintanilla del Monte porque el hombre «estaba apuntao pa las nubes».

Un ejemplo de origen por maldición se encuentra en la leyenda que recoge Alicia Fonteboa en Manzanedo de Valdueza y que resumo de la forma siguiente:

Un hombre que vivía en un pueblo cercano a Manzanedo tenía dos hijos y los mandó a estudiar para curas o frailes. Uno era muy listo y trabajador, así que llegó a hacerse cura; pero el otro era muy vago, por lo que el padre lo trajo de vuelta a casa y le llevó a segar la tierra de centeno. El hijo no tenía ninguna gana de segar, así que el padre se enojó con él y le dijo que no valía ni para reñubeiro. Era como si le hubiera echado una maldición y el hijo airado se marchó. Entonces aparecieron unos nubarrones negros que descargaron piedra y estropearon toda la siega que estaban haciendo. Es de creer que se había transformado en renubero y que se vengó del padre, causándole ese estropicio en la tierra.

Los siguientes etnotextos tratan del renubero como mal estudiante:

De Sahagún de Campos se decía que de una familia de 7 u 8 hermanos, uno de ellos, que estaba estudiado era el que había formado una nube y luego en vez de meter el pan en el horno, lo metieron a él y lo quemaron. (Quintanilla del Monte).

Era un señor que echara un hijo a estudiar a abogado. El hijo en vez de estudiar a abogado, estudió a renubeiro. Cuando vino todo desalambrado, con toda la ropa desandrada, los padres le preguntan: ‘pero tú, ¿de qué manera [vienes]?’ Era cuando se segaba el centeno. El les dijo: ‘atropen el pan que va a venir un trueno muy fuerte’. Los padres no le creían: ‘pero tú, ¿qué vas a saber?’. El chico desapareció y, de repente, se preparó un trueno muy grande. Atroparan el pan que pudieran, pero vino la nube antes de que terminaran. Eso era lo que se decía para el trueno». (Pereda de Ancares).

Resulta interesante lo que se comenta en el primero de los textos que aportamos, es decir el hecho de que se deshagan del renubero metiéndolo en un horno «en vez de meter el pan», ya que aquí podríamos ver una relación con la forma de espantar las tormentas, empleando la pala de meter el pan y la roda de sacar las cenizas del horno en forma de cruz a la puerta de las casas, una creencia muy difundida y que se testimonia en varios pueblos de León.

Brujos y demonios

Los términos brujos y brujas están relacionados con la meteorología popular y, así, se denominan brujas a los remolinos que forma el viento en las eras, no sólo en León, sino en otros muchos lugares de España, lo cual refleja la superstición popular de que son ellas las que generan el viento. En relación con las tormentas, son los brujos (siempre en masculino) los que pueden ocasionar las mismas.

Así en la Valdería, el renovero es tanto un brujo como el efecto que causa al arrojar el granizo («piedra») sobre las eras y el cereal amontonado en ellas: «Mía qué estropicio armó un renovero nel parvón del centeno». En Maragatería y Tierra de Astorga, el reñuveiro es tanto un brujo como «un personaje fantástico que las gentes sencillas pretenden haber visto caer de las nubes y tomar forma humana en tiempo de tormenta, con objeto de hacer mal de ojo y ser portador de calamidades para las personas y los sembrados». De igual forma, en el vocabulario que acompaña a los cuentos de Bardón, el autor incluye la palabra reñuberu, que define como «brujo que cae durante la tormenta», y en los valles de Alba y Fenar, Sánchez Badiola nos informa que «otra clase de peligrosos seres, a medio camino entre genios y demonios, son los reñuberos, identificados a veces con brujos, que eran los causantes de las tormentas, los relámpagos y los remolinos de aire».

De Matallana de Valmadrigal, una tradición de la zona recoge lo siguiente:

Un año, el renubero, un temible brujo que provoca las tormentas cayó en Matallana. Este personaje mitológico mostró toda su furia entre relámpagos y centellas, llevaba una horca (bieldo) en la mano y finalmente fue absorbido por un brazo de nube.

Más próximo a la fe religiosa de los leoneses, los renuberos no son ni brujos ni seres fantásticos, sino simplemente demonios, a los cuales algunos sacerdotes pueden someter para evitar que extiendan el mal sobre la comunidad.

Así, en Molinaseca, Acebo y Paradasolana, los riñubeiros son los «seres diabólicos que se cree forman las nubes y las tormentas» y en Páramo del Sil y Santa Cruz del Sil, el renobeiro es tanto la tormenta como el «espíritu maligno o demonio de la tormenta». Sin salir de la comarca berciana, Alonso Ponga recoge la tradición de que las tormentas las producía «el diablo que corría con los zocos y por eso hacía tanto ruido, y que si los niños no se iban para casa podían padecer bajo el efecto de un rayo que el diablo arrojaba a propósito desde las nubes»; con ello, también, se infundía respeto y temor a las tormentas desde la infancia.

De forma simple, en Lugueros y Valporquero, el renubero es el «diablo de las nubes» y en La Mata de la Bérbula, los riñubeiros son los «seres diabólicos que dicen que forman las nubes en el cielo». El reñubeiro de Peranzanes, «era como el Diablo, se aparecía así haciendo cosas malas».

A veces, los informantes pueden tener algunos recuerdos más imprecisos, como en Fresno de la Vega: «El renubero era malo y salía cuando hacían esos calores y los relámpagos que había», pero en otras son extensos y explicativos, como en este recogido en Vegapujín:

En Salentinos se había formado una tormenta muy fuerte y se pusieron a tocar las campanas para hacer desaparecer la tormenta, pero cuanto más tocaban, más tronaba. Y luego sonó un golpe muy fuerte y los viejos dijeron que era el reñobeiro y se referían al diablo. Y luego paró la tormenta.

Frente al diablo de las nubes aparecía la figura de los sacerdotes conjuradores, de los cuales hemos recogido testimonios en varios lugares de León. Así, para evitar el mal de las tormentas el sacerdote «rezaba unas cosas en latín, bendiciendo las nubes dentro de la iglesia» (Grulleros), o bien conjuraba las tormentas desde la explanada de la iglesia, empleando una cruz especial, denominada «de los conjuros» (Castrotierra de Valmadrigal), o se situaba en lo alto del campanario «diciendo oraciones y asperjando con un hisopo los nubarrones» (Valdemora). En Villadiego de Cea cuando las campanas fallaban, se llamaba al sacerdote para que conjurase las nubes, «las cuales hacía desaparecer por cierto camino para que fueran a descargar a un monte que no estuviera sembrado». En Valdesandinas y otros lugares el sacerdote u otro «conjurador de nubes» arrojaba un zapato hacia la tormenta con todas sus fuerzas y donde cayera el zapato, allí descargaba el renubero su temible pedrisco.

En fín, como se puede apreciar, los testimonios son abundantes y diversos. José Luis Puerto, recoge también éste de Reliegos:

Cayó una tormenta (mucha agua y algo de granizo) y dijeron que había caído el renubero en la güerta del señor cura y que se quedó allí quieto hasta el domingo a las diez de la mañana, cuando viniera otra nube.

Otra forma de conjurar las nubes y aturdir a los renuberos en su labor de amasar la piedra y lanzarla al suelo era por medio de los toques de ciertas campanas y no sólo en el momento de divisar las tormentas, sino en determinados días del año. De ello no trataremos ahora, por cuanto el tema es extenso y está oportunamente recogido en varios artículos y libros por diversos autores.

Persona de mal carácter, sucia e inquieta

En el «Diccionariu llionés» (2018), de Nicolás Bartolomé, la tercera acepción de la palabra «reñubreiru» es «persona enfadada y malencarada». Y efectivamente, lejos de las tormentas y espíritus, demonios o brujos provocadores de las mismas, también existe la palabra o sus variantes en diferentes localidades leonesas para referirse a aquellas personas que muestran mal carácter y andan mal vestidos, e incluso para describir a los niños que se enfadan o ponen una cara fea cuando lloran. Vamos a verlo con algo más de detalle.

En Ancares, renoveiro o renuveiro es además de «demonio», una persona mala, malintencionada o inquieta. Algo parecido a lo que es el renobeiro o renobeira de Narayola, Santalla y Toreno. En Candín, el renubeiro es «una persona mala, retorcida». En la zona de Alba y Fenar, la expresión «parecer un renubero» se aplicaba a individuos de muy mal carácter y en Vegamián se decía de alguien malencarado que tenía «cara de renovero».

Es de destacar que, con estas características, ya no es un personaje masculino, sino que el nombre también se puede aplicar a una mujer y, así, Ángel Raimundo Fernández González, cuando publica su libro «El habla y la cultura popular en Oseja de Sajambre» (en 1959) manifiesta que no ha podido recoger nada en concreto (refiriéndose al espíritu de las nubes) en la zona, pero que hay una palabra que le hace pensar que existió esa creencia, cual es la de renovera, que significa «mujer mala», en sentido peyorativo, incluso algunos informantes le dijeron al autor que renovera era la «mujer mala», en el sentido de causar mal. O también puede designar a una persona muy inquieta o revoltosa, como en La Lomba: «Muyer, pareces un reñubero, tú sos como la pólvora; con cachaza fácense mejor las cousas».

Con un carácter despectivo, también tenemos que renubero es una «persona encolerizada» o bien bruta o déspota (Villanueva del Condado). En San Juan de Paluezas, renubeiro se aplicaba a alguien «refunfuñón» o «regañón» y en Valle Gordo al «individuo de mal genio». En Rosales: cuando una persona reñía con voces estrepitosas se decía de ella que parecía un reñubero. En Valverde (Los Argüellos), el renubero es el «hombre que se enfada frecuentemente y pone mala cara», por eso se dice por allí, «Se puso conmigo como un renubero».

Si la persona no destacaba por su belleza se decía: «Mira parece un renovero» (Alija del Infantado) o «Eres más feo que un renubero» (Rodiezmo). Incluso si su aspecto cambiaba por pintarse la cara era un renovero en Camplongo: «uno que se ‘entafarriaba’ para el carnaval». O bien porque era descuidado en el vestir o en la higiene: «Estar como un renovero», era andar sucio o tener la casa sucia (Los Oteros y Villafeliz de Babia)

Dentro del mundo infantil, la palabra renubero puede aplicarse al personaje que puede asustar a los niños: «No salgas que ahí viene el renubero» (Fresno de la Vega) y así también lo emplea Cayetano A. Bardón cuando comenta que su función no es solo la de generar tormentas, sino también la de provocar el miedo en los niños, junto al Uñas Largas y la meiga, por lo que «los rapaces al lado de sus madres tapan la cabeza con el mantillín para no ver cuando relampa caer el Reñuberu, que a veces es un pobre al que llaman El hombre del ñublau (…)».

Pero también el nombre puede aplicarse, de forma cariñosa, para referirse a los niños, sobre todo si son revoltosos: Ya vien atsí el miou renubeiru, dicen en Laciana o bien a la cara (más bien fea) que adoptan los niños cuando se enfadan o lloran: «ponían cara de renubero» (Fresno de la Vega) y «pareces un renubero» (Castro del Condado).

El tema, sin duda, daría para mucho más; pero en este artículo hemos querido dejar unas pinceladas que resumen gran parte de la información existente sobre un personaje que, pese a su carácter maléfico y destructor, mostrando formas desaliñadas y ostentando un mal carácter ha ocupado un gran espacio en la memoria colectiva de las gentes leonesas y se ha convertido, finalmente, en un personaje cercano y quizás, ¿por qué no? hasta entrañable, dentro del imaginario popular de nuestra tierra.




BIBLIOGRAFÍA

La información manejada para elaborar este artículo es muy amplia y está dispersa en varios libros, artículos y testimonios recogidos a varios informantes de la provincia leonesa. A continuación enumeramos, como muestra, algunas referencias.

Alonso Garrote, S. (1947) El dialecto vulgar leonés hablado en Maragatería y Tierra de Astorga. Notas gramaticales y vocabulario. 2ª edición revisada y considerablemente aumentada. CSIC, Madrid.

Alonso Ponga, J. L. y Diéguez Ayerbe, A. (1984) Etnografía y folklore de las comarcas leonesas: El Bierzo. Ediciones Leonesas y Santiago García, editor, León.

Balboa de Paz, J.A. (2009) Mitos y supersticiones, Edilesa, León (Colección: Biblioteca leonesa de tradiciones, nº 30).

Bardón, C.A. (1996) Cuentos en dialecto leonés. Ediciones Lancia, León. (edición facsímil).

Bartolomé, N. (2018) Diccionariu llionés. Vol. I – Llionés-castellanu. Ed. Asociación Cultural Faceira, León.

Benavides, N. (1957) Por mi tierra de León. Gráficas Onofre Alonso, Madrid, (2ª edición).

Fernández González, A.R. (1959) El habla y la cultura popular de Oseja de Sajambre. Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo.

Fonteboa, A. (1992) Literatura de tradición oral en El Bierzo. Diputación de León. Instituto Leonés de Cultura, León.

García Rey, V. (1979) Vocabulario del Bierzo. Ed. Nebrija, León. (Edición facsímil de la edición de 1934, publicada en Madrid por el Centro de Estudios Históricos, Archivos de Tradiciones Populares).

Le Men, J. (2012) Léxico leonés actual. Tomo VI (R-Z). Centro de Estudios e Investigación «San Isidoro». Caja España de Inversiones y Archivo Histórico Diocesano, León.

Puerto, J.L. (2011) Leyendas de tradición oral en la provincia de León. Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Diputación de León: Instituto Leonés de Cultura.

Rúa Aller, F.J. (2007) Meteorología popular leonesa. Universidad de León, Secretariado de Publicaciones, León.

Rúa Aller, F.J. y Rubio Gago, M.E. (1986) La piedra celeste. Creencias populares leonesas. Diputación Provincial de León. Instituto Leonés de Cultura, León (2ª edición en 2001).

Rubio Álvarez, F. (1961) «Vocabulario dialectal del Valle Gordo (León)». Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, vol. XVII, pp. 264-320.

Rubio Gago, M.E. y Rúa Aller, F.J. (1987) «Creencias, mitos y leyendas». En Ancares. Ediciones Leonesas, León, pp. 79-87.

Sánchez Badiola, J.J. (1985) La comarca de La Robla. Valles de Alba y Fenar. Separata nº 1 de Llobu. Edita Asociación Cultural Amigos de Alba y Fenar. León.

Agradezco la información proporcionada por diferentes personas de Candín, Castrotierra de Valmadrigal, Fresno de la Vega, Grulleros, Pereda de Ancares, Riolago de Babia, Valdemora y del antiguo Vegamián.



Renuberos leoneses

RUA ALLER, Francisco Javier

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 492.

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