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Revista de Folklore número

492



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Etnografía y folklore de la comarca de Ledesma (II)

RODRIGUEZ PLASENCIA, José Luis

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 492 - sumario >



Cantares, refranes, gentilicios y otros aspectos generales

GENTILICIOS

Según el Diccionario de la lengua española, la palabra gentilicio proviene del latín gentilitius, sustantivo que proviene –a su vez– de la palabra –también latina– gens, es decir la estirpe, el linaje. Pero gens era también para los romanos una manera de llamar lo que hoy en día designan palabras como nación, raza o pueblo. De ahí que gens evolucionara hacia gentilicio, palabra referente a los habitantes de un pueblo, una ciudad, una región o un país, de cuyo nombre derivan. Así salmantino deriva de Salamanca.

Aunque en algunos casos estos gentilicios –llamémoslos normativos porque siguen la norma o protocolo que relacionan la derivación con el sustantivo de origen– se convierten en hipocorísticos, una forma digamos peyorativa que sustituye al gentilicio normativo; o lo que es lo mismo, un apodo o mote relacionado no con una persona en particular sino con todo un pueblo. Aunque estos hipocorísticos adquirieron con el tiempo la calidad de apelativos cariñosos, que incluso usan los propios habitantes de los lugares en tono jocoso, como broma. Aunque –como sucede en muchos casos– algunos vecinos de esos lugares se sientan ofendidos si se les moteja con él.

Éstos son los gentilicios de los pueblos que conforman las tierras de Ledesma:

ALDEARRODRIGO. Aldearrodriguenses, aldeenses o rodrigueños. Pencones y culones sus hipocorísticos.

ALMENARA. Almenarenses o almenaranos.

AÑOVER DE TORMES. Añoveranos, añoverenses o añovereños.

ARCO, EL. Arquense.

DOÑINOS. Doñinenses.

ENCINA DE SAN SILVESTRE. Encinenses.

JEGO DE LOS REYES. Gexenses, gejeños. Hipocorísticos: Pelachos y dormilones.

GEJUELO DEL BARRO. Gejueleños, gejuelenses.

GOLPEJAS. Golpejanos o golpejeros.

JUZBADO. Juzbadinos, juzbanados, juzbadenses o juzbadeños.

MATA DE LEDESMA. Matinejos o mateños.

MONLERAS. Monlerienses, monlerinos, monlerienses, moleranos.

PALACIOS DEL ARZOBISPO. Su gentilicio normativo es palacenses y el popular beleguinos o beleguines, que en el campo salmantino se conoce como fino, endeble o persona de mal genio o mal comportamiento.

ROLLÁN. Rollaneses, rollanenses, rollanejos.

SAN PEDRO DEL VALLE. Sampedreses, sampedreños

SAN PELAYO DE GUAREÑA. Sampelayinos o sanpelayenses

SANDO DE SANTA MARÍA. Sandeses, sandeños, dandinos. Bobos a este hipocorístico se hace referencia en otra parte.

SANTA MARÍA DE SANDO. Santamarigüeños

SANTIZ. Santiceños. Popularmente, picazos porque le gusta picar y bilitres.

SARDÓN DE LOS FRAILES. Sardoneses. Popularmente, Trasquilaos y esquilaos.

TABERA DE ABAJO. Tabereños, taberanos, taberenses. Bufones.

TREMEDAL DE TORMES. Tremedaleño.

VALDELOSA. Valdelosinos. Taponeros.

VEGA DE TIRADOS. Vegatiradenses

VILLARMAYOR. Villarejos.

VILLASDARDO. Villasdardeños o villasdardenses.

VILLASECO DE LOS GAMITOS. Villasequenses, gamitenses. Y ramajeros, vocablo utilizado para denominar al ganado vacuno de esta zona salmantina porque en las épocas de falta de pastos se alimenta a base de ramaje o ramón. Según Llorente Maldonado, de ahí viene el término ramajero que, por extensión, ha pasado a significar habitante de esta comarca, y por tanto, La Ramajería es la tierra de los ramajeros. Según Riesco Chueca, la referencia dominante no es al uso de las ramas para leña, sino al aprovechamiento de la hoja como alimento del ganado.

VILLASECO DE LOS REYES. Villasequeños, reyenses, verracos.

ZAMAYÓN. Zamayonejos o zamayoneses. Patas de conejo en El Arco.

ZARAPICOS. Zarapiqueños o zapaiquenses.

CANTARES

La taberna ha sido y será un centro de reunión social, de relación entre amigos y convecinos que se congregaban en tertulias en torno a una botella o una jarra de buen vino; reuniones que solían tomar mayor significado durante las fiestas del pueblo, cuando la alegría y el buen humor se hacían más patentes y la amistad más entrañable a medida que la intimidad y la confianza entre iguales. Y –como no– las canciones que los humores de Baco despertaban con cada trago ingerido o con cada ronda de la petaca o del paquete de cigarrillos, cuyos humos daban un ambiente más etéreo y –si se quiere– más sublime a esos instantes vividos.

Muestra de esas canciones de tabernas o bodegones salmantinos –algunas también entonadas en la cercana provincia de Cáceres– son:

Cuando yo me muera

tengo ya dispuesto

en el testamento

que me han de enterrar (bis)

en una bodega,

dentro de una cuba,

con un gajo de uvas

en el paladar. (bis)

A mí me gusta el pipiriripipí,

de la bota empinar, papararapapá.

Con el pipiriripipí,

con el pipirarapapá,

al que no le gusta el vino

es un animal.

«O no tiene un real», se añade también.

Y –cómo no– aquellas alusivas a una tabernera llamada Asunción –existente o no– que ha quedado para muchos bebedores como representativa del gremio, despachara o no buen vino, pues cuando la boca se caldea lo importante es seguir la fiesta, sin prestarle tanta atención al vino que se ingiere:

El vino que tiene Asunción

no es blanco ni es tinto

ni tiene color

Asunción, Asunción,

échale media de tinto al porrón.

Y –claro– no podían faltar las canciones entonadas por los quintos, bien del año bien de hogaño y la alusión a las mozas, cómo no:

Si no nos quieren las mozas

que no nos quieran,

viva el compañerismo

y la borrachera.

Y son y son,

y son unos fanfarrones

que cuando van por las calles

van robando corazones.

Y si no se le quitan bailando

los dolores a la tabernera,

y si no se le quitan bailando,

déjala que de pena se muera.

Ahí la tienes, bailalá, bailalá,

no le rompas el mandil,

mira que no tiene otro

la pobrecita infeliz.

Claro es que a veces también alguna bebedora se pone nostálgica y lánguida y recuerda canciones de su infancia o de alguna desilusión amorosa:

Tengo una rosa en un vaso

de veinticinco colores,

veinticinco puñales,

que son los mis amores.

Los hombres son unos vagos,

lo digo porque lo sé;

y aquél que me está escuchando,

también lo digo por él.

Otra costumbre tradicional de los buenos bebedores son los brindis que resonaban en las tabernas salmantinas. He ahí algunos ejemplos:

Brindo, rebrindo,

copa de copingo,

de copingo copa,

el que no diga

brindo de rebrindo,

copa de copingo,

de copingo copa,

no beberá gota.

¡Copa!

Creo en Dios, Padre

de tabernas y de bares,

Todopoderoso

con la uva y con el mosto.

Creador del cielo y la tierra,

de las viñas y las bodegas.

Creo en Jesucristo

que hizo prodigios con el vino;

su único hijo, nuestro señor.

Bebamos también en su honor.

Dios, en su bondad,

borrachitos nos tiene,

será porque nos conviene.

¡Hágase su voluntad

Todo el que sabe beber

sabe también, cuanto menos,

que mezclar dos vinos buenos

es echarlos a perder.

-Cuando no nos conocíamos…

-Bebíamos.

-Y ahora que nos conocemos…

-Bebemos.

-¡Pues bebamos

hasta que no nos conozcamos!

-¿Bebió nuestro padre Adán?

-Bebió.

-¿Y nuestra madre Eva?

-¡Uff…! ¡Cuán borracha era!

-¿El que bebe…?

-Se emborracha.

-¿El que se emborracha…?

-Duerme.

-¿El que duerme…?

-No peca.

-¿Y el que no peca…?

-Va al cielo.

-¡Puesto que al cielo vamos…!

-¡Bebamos!

Dicen que del cielo vino

la semilla de la cepa

y siendo el vino divino

bebamos cuanto nos quepa.

…..

Fuera ya de las tabernas, hay canciones alusivas a ciertas circunstancias personales –reales o no–, como las de éste –al parecer fatuo personaje–, canción que se entonaba en Almerana:

En Almenara tengo la dama,

en Valverdón tengo el mesón,

en Zarapicos tengo los hijos

y en Zarapán me dan el pan.

Y –cómo no– también canciones de ronda:

Si esta noche no sales

a la ventana,

cuéntame entre los muertos,

morena,

desde mañana.

Y ésta otra:

Ay, morena,

que en la era

ya no queda nada, (bis)

Sólo queda tu recuerdo,

rosita encarnada. (bis)

O la que sigue, dedicada a las terminadas labores del campo:

Me gustan los labradores

sobre todo en el verano

por la sal que derraman

cuando voltean el grano.

DICTADOS TÓPICOS

Además de canciones o refranes, también con algunas localidades de la comarca de Ledesma se han relacionado con dictados tópicos, es decir aquello que se dice de modo reiterativo sobre un lugar, bien para descalificarlo, bien para realzar una seña de identidad; o como escribió Rodríguez Moñino en sus Dictados tópicos de Extremadura:

[…] unos documentos folklóricos que afectando cualquier forma literaria-vulgar se referían a nombres de pueblos, apodos colectivos de sus habitantes, características y relaciones entre uno y otros, o simplemente… referencias calificativas de los mismos.

* Añover de Tormes.

En Añover busca vino

y buena mujer:

el vino sí lo hallarás,

pero la mujer así o asá.

También se le menciona en el Romance de los pueblos de Salamanca, recogidas más adelante.

*Arco, El. – Los hombres de El Arco se parecen a los perros: Se sientan de culo para hablar. Es algo común en los pueblos pequeños que cuando dos o más vecinos se encuentran en la calle, si no tienen prisa –cosa que suele acontecer a menudo en las pequeñas comunidades rurales– se sienten cómodamente en algún lugar apropiado para conversar. A él también se hace alusión en el Romance de los pueblos de Salamanca.

*Berganciano. – No es lo mismo Berganciano que la verga de un anciano. Juego de palabras con significado bastante discutible. No se cita en el Romance de los pueblos.

*Doñinos. – Eres más tonto que la tonta de Doñinos, que le daban chocolate y quería tocino. Se dijo de una mujer de esa localidad que allá por los años 70 iba pidiendo limosna de pueblo en pueblo porque era muy pobre y no tenía para comer. Y al parecer, en cierta ocasión le ofrecieron algún alimento de calidad y ella prefirió algo tan corriente y vulgar como el tocino. A él se hace referencia en el Romance de los pueblos.

*Encina, La. – ¿Hombres de La Encina? Uno basta por compañía.

*Gejo de los Reyes. – Madrugar, madrugar y amanecer al Xexo. Es dicho muy salmantino que recoge Gonzalo Correas en su Vocabulario de refranes: «Propusieron esto y amaneciéndoles en casa salieron tarde». Y añade: «El Xexo es junto a Ledesma es de los sayagueses que vienen al marcado de Salamanca». Como se ve, el cacereño natural de Jaraíz de la Vera llama sayagueses a los vecinos de Gejo, que no tienen nada que ver con los naturales de la comarca de Sayago. El dicho hace referencia a los que haciendo buenos propósitos luego no los cumplen, pues los naturales de Gejo se proponían madrugar para llegar pronto al mercado de Salamanca, pero luego no lo hacían y, lógicamente, llegaban tarde. También se alude a él en Copla de los pueblos.

*Golpejas. –Golpejas, donde hay más putas que tejas. Para ponderar las virtudes o disimular las tendencias innobles de las mujeres de sus pueblos, muchos hombres trataban de vilipendiar a las de otros lugares próximos, en este caso a las de Golpejas, nombre que guarda cierta relación con vulpejas, zorras, pues en 1604 aparece como Vulpexas –de Vulpícula–, zorra, zorrilla.

Tal vez relacionado con el dictado anterior esté otro que decían los golpejanos a quienes notaban cierta ironía en quienes le preguntaban sobre su lugar de procedencia:

Soy de Golpejas, señor,

donde se come el caldo

con tinidor.

No se menciona en el Romance de los pueblos.

*Gudino. – En Nací en cueros como el rey, dice el relator del romance, que «en Gudino no fui nada / porque no había rentero».

*Monleras. – Los dictados En Monleras poco trigo y muchas eras o En Monleras poco pan y muchas eras tal vez haga referencia a las noticias que autores antiguos –como Madoz– dan sobre el hecho de que sólo una tercera parte del terreno del pueblo se dedicara a la producción de trigo.

También se decía en relación a la ganadería del lugar, que era tenida como su principal fuente de riqueza:

En los campos de Monleras,

que son campos sin ventura,

berrean muchos corderos,

pero ovejas ninguna.

No se cita en el Romance de los pueblos.

*Palacios del Arzobispo. – El siguiente dicho pone en duda la tradición según la cual que el lugar pasara a depender del arzobispo de Santiago de Compostela en 1140. La existencia de palacio como tal no está documentada.

Palacios del Arzobispo,

el pueblo de las dos mentiras,

porque no tiene palacios

ni es de un arzobispo.

No se menciona en el Romance.

*Rollán. – Es dicho de Barbadillo, como menosprecio hacia Santo Tomé del Collado y Galindo y Perahúy por ser entidades poblacionales menores.

Barbadillo y Rollán

son dos lugares,

Santo Tomé y Galindo

los arrabales.

También se decía que Los de Rollán tienen los dientes negros o dientes pochos, tal vez como alusión a la poca calidad de las aguas del arroyuelo –tributario del Valmuza– que según escribe Madoz se formaba «en el invierno con las aguas que descienden de las sierras inmediatas», de modo que al secarse seguramente provocaba infecciones entre sus habitantes.

Se le menciona en el Romance.

*Sando. – Aparece en el apartado de Cipérez, el pueblo de las brujas, como era conocido en muchos pueblos salmantinos.

Si te quieres casar

o a Cipérez o la Villar,

pero para más seguro

en Sando o en El Cubo.

En otros dictados se le añaden otros dos versos:

Y si ya es muy tarde

seguro en Buenamadre.

Además de la alusión a «los bobos de Sando» en el refrán ya mencionado de Caerá la azuela y matará a Garcigüela, también se decía Eres como el bobo de Sando, porque en los pueblos próximos aseguraban que los sandeños untaban de grasa un palo en la creencia de que se hacía más grande. Tópico extraño, pues en casi todos los pueblos ha sido tradición untar con sebo los palos de las cucañas, haciendo así más difícil la subida hacia su extremo para coger el premio allí atado.

Sando es conocido –aparte de por los pelotaris de Los Galgos– por ser gente muy bruta, de ahí el dicho Eres más bruto que los de Santo, que querían meter la viga atravesada por la puerta de la iglesia y le daban manteca para que doblara. Otra de las anécdotas que la gente mayor recuerda –y que debió de ocurrir por los años 60– fue que los mozos pidieron al pura meter un burro por la iglesia y subirlo al campanario para que comiera las hierbas que habían crecido en lo alto del mismo y que –ante la negativa del sacerdote– optaron por atarle una cuerda al cuello y desde lo alto del campanario tirar de él. Y como el animal abría la boca y sacaba la lengua porque se asfixiaba, los hombres decían: «Mira, el burro ya se ríe porque ve la hierba»… Historietas que no son exclusivas de este pueblo ledesmino, pues ambas burradas se atribuyen a otros pueblos, algunos extremeños.

No se menciona en el Romance, pero sí se hace referencia a la iglesia de Santa María de Sando.

*Santiz. – Los santiceños decían como alabanza propia: El buen vino y la buena mujer de Santiz tienen que ser.

Aunque sus habitantes parece que eran motejados de cotillas:

En el pueblo de Santiz

siempre hay algo que contar,

unas veces con mentira

y otras con verdad.

No se menciona en el Romance.

*Sardón de los Frailes. – Campanitas de Sardón, quien las tañe, suyas son.

Por ser un lugar tan pequeño, los mismos vecinos ejercían de campaneros cuando era necesario.

No se le menciona en el Romance.

*Tabera. – En Nací en cueros como el rey, dice el relator del romance:

Después me fui a Tabera

y tuve un oficio nuevo,

que era regar perejil

que había sembrao en el huerto.

Dende allí me fui a Carreros,

me cogí con el tío Pedro

para guardar unos gansos

que me daba un buen dinero.

Yo le pedí un real en plata,

me daba tres cuartos y medio,

un día le maté doce

luego me escapé corriendo.

*Tuta. – A Tuta, que es tierra de limosna. Fórmula que suele emplearse para despedir con cajas destempladas a los que nos molestan con peticiones continuas.

*Valdelosa. – Las mujeres de este pueblo gozaban según parece de buena fama para tomarlas como esposas. Los otros pueblos que se citan El Maderal, El Cubo del Vino y Mayalde son pueblos zamoranos limítrofes con la comarca de Ledesma. La esposa, la de Valdelosa.

Si te pretendes casar

vete al Cubo o al Maderal

y si quieres adelantar la cosa,

a Mayalde o Valdelosa.

Si te quieres echar novia

te vas a Maderal,

para ir a lo seguro, al Cubo;

para no ir de balde a Mayalde

y mejor esposa, en Valdelosa.

Se la menciona en el Romance.

*Zafrón. – En Zafrón, el que no es cura, es ladrón. A este pueblo no se hace referencia en el Romance de los pueblos.

*Zarapicos. – Madre, casar, casar, que a Zarapicos me quiere llevar. Quería decir que un joven de ese pueblo quería llevársela para casarse con ella. Lo que no se dice de decir que uno de ella se la quiere llevar, o casarse con la muchacha.

No se le menciona en el Romance de los pueblos.

ROMANCE DE LOS PUEBLOS DE SALAMANCA

Igual sentido de dictado tópico tiene este romance.

Quiero amigo describirte

en un romance de ciego,

lo que más caracteriza

a cada uno de estos pueblos.

Majos de Torresmenudas,

gañanes de Forfoleda,

valentones de Calzada,

de Valdunciel la leñera.

De la Mata son los burros,

de Carbajosa la herrera,

de La Vellés, buenos mozos,

de Arcediano, las doncellas.

El buen vaqueril de Espino,

de Tardáguila las yeguas,

y al valeroso de Arcillo

lo alaban en Aldeanueva.

Comediantes los de Topas,

danzantes de Villanueva,

Cardeñosa y Cañedino,

la flor, en Huelmos, se queda.

¿Donde queda Valdelosa

metida entre tanta leña?

pueblo de los taponeros

que no tienen una perra,

no es razón que allí se quede,

salga al campo, o a la ribera,

a ver como corre el agua

y retozan las arenas.

Villanueva de Cañedo

seis cosas tienes de buena:

buen majadal «pa» las vacas,

el castillo y la alameda,

buen terreno de conejos,

la Virgen de los Remedios,

y «pa» garbanzos cocheros:

la tierra de la alameda.

Mocitas las de Palacios,

con las mantillas de seda,

se van a la romería

de la Virgen de la Vega.

¿Dónde queda Palacinos,

anejo de la Aldehuela?

muy cerca del Arzobispo,

está, entre Añover de Tormes

y el que antes, ya hemos dicho.

Adiós, Espino Rapado,

y Cañedo de las Dueñas;

cortinas de San Pelayo,

que estáis metido entre peñas,

«pa» cura, el de Zamayón

que a todas las mozas preña,

tejares de Aldearrodrigo,

canteros de Casablanca;

fuente buena, la de El Arco

donde está la gente franca.

Viñedos, los de Almenara,

de Valverdón, las aceñas;

maquilones, de Zorita,

y en el Pino, las ciruelas,

Para alamedas, Valcuevo,

y para cebollas, Muelas;

atrás queda Zaratán,

y el monte de Villaselva,

las berzas de Zarapicos

con fama de curanderas,

de Villamayor las viñas

y la piedra de las canteras.

Salamanca de altas torres,

Cabrerizos de altas cuestas;

la torre mocha de Narros,

la alameda de Aldealengua.

De Vallejera lecheros,

los de las vacas galanas;

Navacarros y La Hoya

pueblos de poca importancia.

Palomares buenas peras,

dulces y de buen agua;

y en Candelario a los perros

con los chorizos los atan.

Matachines de Guijuelo,

Fuenterroble y El Campillo,

Cabezuela y Palacios,

de Ledrada los chorizos.

A Valverde, voy por verle,

los mingos de Peromingo,

las Fuentes de Sangusín,

y de Sanchotello chindros.

En Fuentebuena el agua,

Valdesangil la migada,

y en Bejar escardadores

de las fábricas de lana.

Toneleros en el Puerto,

en Cantagallo manzanas,

Peñacaballera robles,

y en Montemayor banastas.

¿Dónde dejamos a Frades

ahora con máquina nueva,

que molerá mucho trigo

por medio de tantas ruedas?

De las Casas son los nabos,

de Santo Domingo las vegas;

de la Albergueria el lino

y de Escurial las caleras.

Molinos de Rinconada,

Navarredonda y Tejeda,

San Miguelito y el Puerto,

Las Casillas y las Ventas.

En Tamames puchereros,

que van «pa» tierra del Barco,

con las cargas de pucheros,

aquí tropiezo, allí caigo,

como cualquier cacharrero,

gente de poco caudal,

que si se le cae un burro,

se quedan sin capital.

En Anaya los peceros,

Carrascalejo entre cuestas

pasaremos por la Torre

que tiene caída la iglesia.

De La Puebla los valientes,

son tiradores de barra,

y las monjas de Zarzoso

encomiendan nuestras almas.

Del Maíllo los cisqueros,

de Cereceda los gatos,

de El Cabaco carboneros,

y de La Nava a ratos.

En Baños, está el buen vino

y también buenas manzanas;

en lo alto de la sierra,

está la Peña de Francia,

mas abajo El Casarito

y detrás la Casa Baja.

En Sequeros, botoneros,

en Arroyomuerto nada,

Silleros y La Bastida

ovejas, quesos y lana.

De Linares, andarines,

que calzan bien las albarcas,

se recorren media España,

vendiendo cal y castañas.

De San Miguel patateros,

que cogen muchas patatas,

y de Valero papudos

porque lo causan las aguas.

De San Esteban plantistas,

que se meten en las salas,

y lo que ganan al mes,

en una semana gastan.

En Santibáñez pulgueros,

son tipos muy halagüeños;

trasnochan en el verano

y no duermen en invierno.

De Cristóbal los loberos,

las cabras de Colmenar,

Horcajo y Montemayor,

y de Aldeacipreste, «na».

En Pineda matan chivos,

en Molinillo las cabras,

en los Llanos las gallinas

«pa» los curas de Miranda.

En San Martín, mortereros,

lagareros en Las Casas,

en Villanueva, colambres,

y en Garcibuey las pasas.

De Monsagro son las nueces,

de La Alberca las castañas,

de Monforte el buen vino,

de Mogarraz, la fanfarria.

En el Madroñal, papudos,

en la Herguijuela lagañas,

en Cepeda los matones

que hasta las mujeres matan.

En Rebollosa los robles,

en el Soto los ñisqueros,

Valdelageve, gevatos,

y en Lagunilla lancheros.

Volvamos a Monflorido

para recorrer La Huebra,

Hondura y el Corralito,

Garcíñigo y Moraleja.

Barbalos y Alcazarén,

el Villar y Segolluela;

los «praos» de Coca y de Narros

que dan temprana la «yerba».

En Iñigo los roñosos,

en comer «na» poco tardan;

en Sanchogomez recuencos,

se aprietan bien las albarcas.

De Olmedillas las novillas,

las vacas de Casasola,

y la iglesia Castroverde,

divide la lluvia sola.

Peralejos de Solís,

y también Peña de Cabra;

Herreros, Garcigalindo,

dan pastos en abundancia.

Cortos y Pedro Martín,

San Pedro de Acerón,

Negrillos y Corbacera,

también Domingo Señor.

Los buenos chalanes salen

de Berrocal y Sanchón,

y los espesos bardales,

de Olleros y San Muñoz.

De Villalba los cantares,

los listos de Carrascal;

y amigos son de quimeras

los de Anaya y La Sagrá.

De Cabrillas y Abusejo,

son los buenos vareadores;

y de la casa Agustínez

salen gordos los cebones.

De Boadilla el pan blanco,

los churros de Santa Olalla,

cazurros los de La Fuente,

portugueses de Boada.

Retortillo no lo miento,

que es un lugar de gran fama,

en vez de capar novillos,

van y retajan las vacas.

De Ciperez son las brujas,

Pelarrodriguez cornudos,

de Buenamadre el que cuadre

y de Don Sancho, el Cubo.

Campocerrado los toros,

de Sepúlveda las vacas

y los de Martín del Río

son los que llevan la fama.

Sancti-Espíritu, huevos

fritos,Bocacara, mierda rala;

buenas guindas en Castraz,

buenas peras en Pedraza.

Morasverdes, molineros,

los de la conciencia larga,

que a las conciencias pequeñas

dejan atemorizadas.

En Tenebrón, burriqueros,

putañeros, Aldialba,

Dios Le Guarde jabalines,

se crían entre las jaras.

Guadapero, conejeros,

trapajeros La Atalaya,

arrieros en Zamarra,

cazadores en Agallas.

La Salud, es en Tejares,

carpinteros de Doñinos

los que se llevan los ramos,

no solo en carpintería,

sino en los carros herrados.

Pozo hondo el de Rodillo,

con más de cuarenta varas,

da agua para que beban

hasta las vacas de Fraguas.

En la dehesa Muñovela

estaba el tío Cabila,

que trabajaba de noche

al no bastarle el día.

Del Tejado, la fresnera,

y un palacio muy bueno,

pero «na» mas tiene un horno

«pa» cocer el pan del pueblo.

De Castrejón los gañanes,

y de La Rad y Calzada

son de toda la comarca,

los más aparentadores.

Peña como la del Gejo,

si no estuviera esmiajá,

serviría «pa» paredes

de toda la vecindad.

De Carnero es donde salen

los juga dores de calva,

y el terreno del vecino

es bueno para las cabras.

En Rollán motilan liebres,

los conejos en Canillas,

en Calzada fríen sangre,

en Barbadillo morcilla.

En Peraguy farinato,

en Galindo longaniza,

en Santo Tomé Chorizo

y el pescado en Torrecilla.

La buena labor en Sagos,

si la supieran labrar,

porque los que allí están

son de poca utilidad.

De Tabera los bufones,

los pupos tontos y locos;

De Carreros los niazos

que el fuego los hizo polvo.

De Robliza los groñeros,

pavos los de Quejigal,

patapalos los de Cojos,

los álamos del Villar.

Cabeza de Diego Gómez,

nacedero de seis ríos;

en Fuentes y la Moral,

las vacas y los novillos.

Porqueriza y el Gejo,

El Barrero y Mondar;

de la Mata de Ledesma

los del ganado cerdal.

En Villaseco y La Encina,

peñascales, emboscado,

y la iglesia más bonita

Santa María de Sando.

¿Dónde queda Gansinos

con esa casita nueva,

para el vaquero y el guarda

para que cuiden la «yerba»?

De Vitigudino, el vino,

de Peralejos, el jarro;

el buen bebedor, en Yecla,

escanciador, en Cerralbo.

Ciudad Rodrigo, ha sido,

el pueblo los farinatos,

que llegando el carnaval,

es cuando gastan los cuartos.

De Marialba la liebre,

de Ivanrey son los galgos,

de Carpio los cazadores,

de Gallegos el pan blanco.

De Sexmiro el perejil,

de Martillán el cilandro,

Serranillo hierbabuena,

Villar de la Yegua el nabo.

De Alameda, la cebolla,

de Villar de Puerco el ajo,

Villar de Ciervo, el mortero,

Barquilla será la mano.

De La Bouza la sardina,

de Aldea el Obispo, el pescado;

Puerto Seguro el aceite

por ser lugar apartado.

De Castillejo los viejos,

de Saelices los ruines,

de San Felices los mulos,

de Bañobarez perdices.

La Alamedilla del Chozo

rodeá y plagá de encinas,

mantiene excelentes gochos

e incontables garrapinas.

De El Sahugo son los yugos,

de Martiago son los vagos;

y se nos pasó una cosa,

Cespedosa la golosa.

De la Herguijuela los moros,

y del Bodón los manteros,

de La Encina son asina,

de Pastores, los peores.

De Villasrrubias los nabos,

de Robleda son las palas,

el lino, de Las Agallas,

y de Zamarra, pizarras.

En Payo, se crían patatas,

en Peñaparda, frijones,

en Casillas, buenos mozos,

y en Guinaldo, papelones.

De Navasfrias, aguas frías,

para hacer la limonada;

y esta larga toponimia

la daré por terminada.

Más de cuatrocientos sois,

lugares de este prefacio,

el que os quiera contar,

debe de hacerlo despacio.

No se tome nada a mal,

tan solo se ha pretendido

amigo hacerle pasar,

un momento divertido.

Adiós pueblos que he contado,

con tanta paz y alegría;

el recuerdo que yo tengo

no lo olvidaré en mi vida.

Y como buen pueblerino,

para todos mi cariño,

reservándome el honor

de haberos recorrido.

OTROS ROMANCES

Los Mozos de Monleón es un romance salmantino tomado de un hecho real acaecido tal vez durante las fiestas de la ermita de Mesegal, donde –como escribía Madoz– había «una ermita ó santuario de bastante veneración en los pueblos inmediatos dedicado á Ntra. Sra. de Mesegal». El punto dramático del poema en la maldición que –al parecer– le lanza la misma madre.

Federico García Lorca se sintió atraído por él, de ahí que lo incluyera en sus Cantares populares, pues estaba muy extendido por la provincia de Salamanca. La versión que sigue fue recogida por el presbítero salmantino Dámaso Ledesma.

Los mozos de Monleón

se fueron á arar temprano,

alsa y ole,

se fueron á arar temprano,

para ir á la corrida,

y remudar con despacio,

alsa y ole,

y remudar con despacio.

Al hijo de la Velluda,

el remudo no le han dado,

al toro tengo de ir,

aunque lo busque prestado.

Permita Dios si lo encuentras,

que te traigan en un carro,

las albarcas y el sombrero

de los siniestros colgando.

Se cogen los garrochones,

marchan las navas abajo,

preguntando por el toro,

y el toro ya está encerrado.

En el medio del camino,

al Vaquero preguntaron,

qué tiempo tiene el toro,

el toro tiene ocho años.

Muchachos no entréis á él,

mirar que el toro es muy malo,

que la leche que mamó,

se la di yo por mi mano.

Se presentan en la plaza

cuatro mozos muy gallardos.

Manuel Sánchez llamó al toro

nunca le hubiera llamado,

por el pico de una albarca

toda la laza arrastrado;

cuando el toro lo dejó,

ya lo ha dejado muy malo.

Compañeros, yo me muero,

amigos, yo estoy muy malo,

tres pañuelos tengo dentro,

y este que meto, son cuatro.

Que llamen al confesor,

para que vaya á auxiliarlo.

No se pudo confesar,

porque estaba ya espirando.

Al rico de Monleón

le piden los bues y el carro,

para llevar á Manuel Sánchez,

que el torito le ha matado.

A la puerta la Velluda

arrecularon el carro;

aquí tenéis vuestro hijo

como lo habéis mandado.

Al ver á su hijo así,

para atrás se ha desmayado.

A eso de los nueve meses

salió su madre bramando,

los vaqueriles arriba,

los vaqueriles abajo,

preguntando por el toro;

el toro ya está enterrado.

Una canción folklórica muy extendida por toda Salamanca es La Clara. Sin embargo, pocos estaban al tanto de la vida real de Clara Martín Mangas, pues la maledicencia y las envidias ocultaron la realidad de esta guapa moza, nacida el 9 de junio de 1878 en el Villarmayor, hija del herrero Pedro Martín y de Inés Mangas, natural de Cuadrilleros de Gusanos.

Siendo aún muy joven fue a servir Ledesma y más concretamente al Toral del Peso, en casa de José Vicente Díez –apodado el Chapurrín–, hombre rico, con quien se casó a los veintiún años a pesar de que él era bastante mayor que ella y al que dio varios hijos. Clara murió joven. Este matrimonio –junto con su gracia y belleza– levantó en la ciudad envidias y despechos de otras mujeres que aspiraban a convertirse en esposas del adinerado Chapurrín, que poco a poco fueron condenándola al descrédito. A ello debe añadirse que por aquella época estaba muy mal visto que una criada se casara con su señor. Y no tardó en formar parte de las diversas versiones que se hicieron de una canción folklórica que surgió en Ledesma, una de ellas censurada porque en la ella se motejaba de puta.

Como digo, hubo numerosas versiones sobre el cantar nacido en Ledesma, aunque es la siguiente la que se considera la original:

Esa que llaman La Clara,

la flor de Villarmayor,

se marchó para Ledesma

a servir a un gran señor.

La Clara cuando va a misa,

se pone en el Altar Mayor,

con el librito de la mano,

pidiendo a Dios perdón.

Ay la Clara, la Clara, la Clara...

La Clara cuando va a misa,

lleva terrones de azúcar,

para dársela a los mozos

y que no la llamen ‘puta’.

Ay la Clara, la Clara, la Clara...

Chapurrín, Chapurrín,Chapurrín,

al Ayuntamiento tuviste que ir,

y decías, decías, decías,

al Ayuntamiento no voy con la tía.

Otro romance muy conocido tanto en Castilla como en Extremadura o Asturias es La Loba parda, del que existen numerosas versiones. Ésta es tal vez una de la más conocida, aunque en la comarca de Ledesma hay otra que recoge Jesús Hernández Borgas en su libro La vivida de los pueblos. ¿Pero cuál fue el origen de este romance pastoril? El hecho de que el verso 24 hable de una «perra trujillana» –Trujillo es un pueblo de Cáceres– parece indicar que su origen fuera extremeño y que llegó a tierras salmantinas y asturianas por medio de los vaqueros de Extremadura que llegaban a estos lugares con la Trashumancia.

Estando yo en la mi choza

pintando la mi cayada,

las cabrillas altas iban

y la luna rebajada;

mal barruntan las ovejas,

no paran en la majada.

Vi venir siete lobos

por una oscura cañada,

venían echando suertes

cuál entrará a la majada;

le tocó a una loba vieja,

patituerta, cana y parda,

que tenía los colmillos

como punta de navaja.

Dio tres vueltas al redil

y no pudo sacar nada;

a la otra vuelta que dio,

sacó la borrega blanca,

hija de la oveja churra,

nieta de la orejisana,

la que tenía mi amo

para el domingo de Pascua.

¡Aquí, mis siete cachorros,

aquí, perra trujillana,

aquí, perro el de los hierros,

a correr la loba parda!

Si me cobráis la borrega,

cenaréis leche y hogaza;

y si no me la cobráis,

cenaréis de mi cayada.

Los perros tras de la loba

las uñas se esmigajaban;

siete leguas la corrieron

por unas sierras muy agrias.

Al subir un cotarrito

la loba ya iba cansada.

—¡Tomad, perros, la borrega,

sana y buena, como estaba!

—¡No queremos la borrega,

de tu boca alobadada,

que queremos tu pelleja

pa› el pastor una zamarra;

el rabo para correas,

para atacarse las bragas;

de la cabeza un zurrón,

para meter las cucharas;

las tripas, para vihuelas

para que bailen las damas!

HISTORIETAS. CHASCARRILLOS

El chascarrillo o historieta del hombre que intentaba volar y que a pesar de que se daba un gran batacazo volvía a intentarlo achacando su primer fracaso al no haberse colocado una cola, es muy antigua y se ha atribuido a distintos personajes populares, tanto vascos como gallegos o baturros y… a un charro. Según cuentan, un agricultor de cierto pueblo próximo a Ledesma vio en Salamanca –durante la procesión del Corpus– un paso donde aparecía un águila de alas enormes y dentro de ella un hombre que las iba moviendo. El buen hombre quedó maravillado y pensó que si se hacía un par de alas como aquellas podría volar. De vuelta al pueblo, se las construyó y pidió a un hijo suyo que se las atase a los brazos. Luego se subió a una alta peña para desde ella saltar al vacío. Mas viendo que a pesar de mover los brazos con todas sus fuerzas, no conseguía despegar del suelo, mandó a su hijo que le diera un empujón. Como es de suponer, el campesino en cuestión se dio un porrazo de órdago y tuvo que guardar cama varios días.

Casi recuperado ya, cuentan que dijo a quienes le curaban:

Que le pareció, sin duda,

cuando cayó, que volaba;

y que volaba sin dudas

si no llevara una falta.

Y preguntado qué era

aquello que le faltaba,

les respondió que la cola,

y que, a no faltarle, volar;

pero que él se acordaría

para otra vez llevarla.

Entre los cuentos populares salmantinos se encuentra también el titulado El zurrón que cantaba. Érase una niña a la que su madre mandó a la fuente a por agua. Cuando llegó a casa, se dio cuenta de que había perdido el collar que le había regalado su padrino por su cumpleaños, por lo que decidió volver a buscarlo. Al llegar junto a la fuente se encontró con un mendigo, quien le preguntó a qué iba. Ella le contó el motivo y el viejo le dijo que se metiese en el zurrón que tenía al lado, que allí lo encontraría. La niña le hizo caso, pero una vez dentro del zurrón, el mendigo lo ató, se lo echó a la espalda y se fue camino de la ciudad más próxima. Una vez allí, comenzó a pedir limosna, haciendo creer a los viandantes que su zurrón era mágico, pues cantaba. Y para demostrarlo, se dirigía al morral y le gritaba:

—¡Canta, zurrón, canta,

o te doy con la palanca!

Al oírlo, la chica cantaba:

Por el collarcito de oro

que en jardín lo dejé,

por mi padre y por mi madre

en el zurrón moriré.

Por la noche, el mendigo se llegó a una posada y dijo al posadero que cuidara bien de su zurrón y que no lo tocara, pues tenía cosas muy delicadas. Cuando el mendigo se acostó, vieron los posaderos que el zurrón se movía. Movidos por la curiosidad, decidieron desatarlo, encontrándose con la niña, que les miraba asustada. La liberaron y para que al despertarse el mendigo no notase nada extraño, metieron en él unas tortas de manteca y un gato.

El mendigo se fue sin sospechar nada y cuando llegó a otro pueblo se aposentó en la plaza. Los vecinos se acercaron movidos por la curiosidad, ocasión que aquél aprovechó para montar su espectáculo. Y dirigiéndose al zurrón, le dijo:

—¡Canta, zurrón, que te pego un coscorrón!

Y el gato decía:

—¡Miau, miau, ¡qué rico que ha estau!

Y el mendigo volvía a insistir, pero el gato seguía contestándole:

—¡Miau, miau, ¡qué rico que ha estau!

Y enfadado, se dirigía al saco, diciendo muy enfadado:

—Cuando llegue a las afueras del pueblo, ¡qué palos te voy a dar!

Cuando al fin llegaron a las afueras del pueblo el viejo desató el zurrón, ocasión que aprovechó el gato para abalanzarse sobre él, arañándole la cara y mordiéndole la nariz. Y unos cuantos vecinos que no habían quedado muy conformes con el proceder del mendigo –al verse engañados– le molieron a palos.

Y dicen que el pobre hombre del zurrón quedó tan maltrecho que todavía no se ha recuperado.

Tal vez este cuento proceda de otro que recogió Gonzalo Correas en su Vocabulario de refranes, donde se cuenta que un vagabundo iba de romería en romería con un zurrón grande y cuando encontraba público que le atendiese, decía que lo haría cantar, esperando sacar mucho dinero con esa treta. Y era que dentro del zurrón llevaba un muchacho que le obedecía cuando el viejo decía: «Canta, zurrón, canta, sino, te daré una puñada».

Diego Velázques me llamo de día, y de noche fantasía. Se dijo por un hidalgo salmantino como respuesta a los alguaciles cuando le encontraban, porque acostumbraba a salir de noche muy engalanado. «Por fantasía alude a fantasma, porque era alto», explica Gonzalo Correas.

Otro cuento es el conocido como El ama y el cura. Según decían, en una aldea de la comarca había un cura que tenía un ama, y que esta ama tenía un sobrino que vivía con ellos. Todas las tardes –a la hora de la siesta– la mujer soltaba a la burra del cura para que se fuese al campo a comer y luego decía al sobrino:

—¡Manuel! ¡Corre, ve a la era, que la burra se ha escapao y no vaya a hacer un desastre!

Y así un día y otro, hasta que el chico sospechó que aquél escaparse la burra ocultaba algo raro.

Y una tarde dijo a su tía:

—¡Madrina! Que ya se ha ido la burra otra vez. Me voy a buscarla.

—Pues sí. Y tráetela después de que haya comido algo.

Pero en vez de ir a la cuadra, se metió debajo de la cama del cura. Al rato, llegó éste con el ama y entraron en faena…

—¡Ay, ay…! Veo el sol, veo las estrellas…— gritaba el ama.

Momento que aprovechó el chico para salir de su escondite y gritarle:

—¡Tía puta! Y la burra, ¿no la ves?

Otro cuento es el conocido como La mujer del sacristán y San Antonio.

Érase una vez un cura que estaba enrollado con la mujer del sacristán y que cada vez encontraban más trabas a la hora de encamarse. Un día, a la mujer se le ocurrió dirigirse a San Antonio pidiéndole una forma sencilla para que su marido se quedara ciego, de modo que no viese los trapicheos que se traían entre ambos. La mujer se ponía ante la imagen del santo y rezaba:

—Santo mío, San Antonio mío… ¿Qué podríamos hacer para que mi marido perdiera la vista y yo pudiera estar con el cura, con el que tan bien me lo paso?

Y así un día y otro, hasta que la oyó el marido. A la mañana siguiente, antes de que su mujer llegara a la iglesia, se escondió detrás de la estatua del santo.

—¡San Antonio bendito! —decía ella— ¿qué puedo darle a mi marido para que se quede ciego?

—Jamón y huevos, jamón y huevos— dijo el falto santo.

Toda contenta, la mujer se fue para casa y empezó a poner al marido jamón y huevos para desayunar, para comer y para cenar.

Y el pillo del sacristán –cuando ya llevaba dos días a base de jamón y huevos– dijo a su mujer:

—¡Ay, María! No sé qué me pasa en este ojo, pero veo poco.

Y otro día:

—Ya de este ojo ya no veo y de este otro empiezo a ver menos… ¡Me estoy quedando ciego, María!

Y de este modo, el cura y la mujer campaban a sus anchas, sin sospechar que el sacristán les estaba preparando una buena. Así, un día que coincidieron en la casa el cura, la mujer, el sacristán y un hijo de éstos, dijo el sacristán:

—Hijo, trae la escopeta, que me estoy quedando ciego y te voy a enseñar a tirar, para que puedas ir de caza.

El sacristán cogió la escopeta y dijo al chico:

—Mira, hijo, las perdices hay que tirarlas al vuelo, los conejos al salto, las liebres a la carrera, y a la cabeza de los curas, de esta manera, ¡pum, pum!

Y lo mató.

Cuentan que en un pueblo de la comarca de Ledesma, un grupo de personas se divertía con el tonto del lugar, un pobre infeliz, de poca inteligencia, que vivía de hacer pequeños recados a los vecinos y de alguna que otra limosna que recibía de los más pudientes.

Diariamente, algunos graciosos del pueblo llevaban al tonto a un bar y le daban a escoger entre una moneda de tamaño grande –de 400 reales– y otra de menor tamaño pero con valor de 2000 reales. Y él siempre escogía la más grande y menos valiosa, elección que motivaba las risas y chuflas de todos los presentes.

Cierto día, un alma caritativa –que veía cómo los parroquianos del bar se regodeaban con el inocente por tan absurda elección– le abordó en la calle y le advirtió que la moneda pequeña tenía más valor que la grande. Y el tonto le respondió:

—Lo sé, no soy tonto. Sé que la moneda más grande vale cinco veces menos que la pequeña. Pero también sé que el día que escoja la pequeña el juego se acaba y no vuelven a darme más monedas.

Otros dos cuentos muy conocidos de la comarca ledesmina son La vaca del cura Moreno y El pastor y el velón de aceite, que son recogidos por Jesús Hernández Borgas en su obra La vida de los hombres del campo. Costumbres y tradiciones.

REFRANES, FRASES FIGURADAS Y DICHOS POPULARES

Quod natura non dat, Salmantica non praestat es un proverbio latino que significa: «Lo que la Naturaleza no da, Salamanca no lo presta». Es frase muy antigua para indicar que por muy grande que sea la fama de una Universidad –la de Salamanca en este caso– u otro centro de estudios, ningún provecho podrá sacar quien acude a ellos si carece de las dotes o la inteligencia necesarias para el estudio. El origen de la expresión «lo que natura non da, Salamanca nos presta» se atribuye al filósofo y escritor hispano Miguel de Unamuno (1864-1936), quien ocupara el cargo de rector en dicha casa de altos estudios. Con igual sentido suele decirse también «El que asno fue a Romma, asno se torna».

Con lo antedicho guarda relación la expresión Arreando, que es gerundio. Según se cuenta por la comarca ledesmina, un campesino envió a su hijo a estudiar a Salamanca. El pobre era más bien corto de entendederas, de ahí que no fue mucho lo que pudo aprender en su Universidad. De vuelta al pueblo, cierto día su padre le dijo que llevara al burro a pastar al prado. El muchacho –tal vez para presumir de sapiencia antes sus convecinos– conducía al animal por las calles del pueblo, diciéndole a cada paso: «¡Arreando, que es gerundio!», expresión que se utiliza cuando debemos marcharnos de un lugar o a modo de ánimo cuando empezamos a hacer algo. Con este dicho pueden relacionarse con «¡Arre acá, bachiller!» – así dicen al asno en Salamanca – y «En Salamanca estuviste, de Salamanca volviste y tan asno estás como fuiste».

En numerosos pueblos salmantinos existía la expresión «Dar alivio». Según el Diccionario de la Real Academia Español, el sustantivo alivio tiene varios significados: Aligeramiento o disminución de una carga o peso; disminución o mitigación de una enfermedad, una pena o una fatiga… Y, por último, atenuación de las señales externas de duelo, especialmente en el color de la ropa, una vez transcurrido el tiempo más riguroso del luto. Era lo que se conocía como «alivio del luto» o «vestir de alivio». Y la locución adjetiva coloquial «de alivio, con el sentido de muy grande. De alivio es una expresión relacionada con el alivio del luto. Antiguamente los lutos solían durar muchos años, hasta cinco y más años para los familiares más próximos, especialmente para las mujeres, donde el negro riguroso era obligatorio. Incluso se les prohibía asistir a misa los días de la fiesta local y menos acudir a diversiones. Las relaciones sociales también se reducían al mínimo. Por eso, el alivio del luto –que entre otras cosas permitía usar colores morados o grises o frecuentar ya lugares públicos– suponía una auténtica liberación para los allegados, especialmente para las jóvenes, que podían retomar su anterior trato social.

De bruzas o abruciar son expresiones salmantinas y ledesminas con el significado de beber de bruces, es decir, boca abajo, a la que ya hizo referencia Juan del Encina en su égloga VII:

Ya sabes qué gozo siente

el pastor muy caluroso

en beber con gran reposo

de bruzas agua en la fuente

o de la que va corriente

por el cascajal corriendo

que se va toda riendo.

….

Otra expresión típica de Salamanca es «Ir de rosita», que nada tiene que ver con «Irse de rositas. Según el Diccionario de Autoridades, «el término ‘rosita’ –diminutivo de rosa–, usado en plural y metafóricamente, vale lo que es apacible, gustoso y deleitable, como contrapunto a lo penoso y trabajoso o molesto y sensible». Es decir, se trata de una locución con matiz irónico que resalta o acentúa la situación del que escapa libre de culpa sin hacer frente a responsabilidades. Lo mismo dice el Diccionario de la Academia. Hay quien dice que la locución pudo tener su origen en el hecho de que la rosa es la flor más fresca del jardín y quien se iba de rositas es como si se fuera con viento fresco, sin cargo alguno. Según el profesor y periodista – ya fallecido– Pancracio Celdrán, «Rosita fue antaño, en Castilla y León, nombre antonomástico de mujer delicada a la que hay que guardar, o doncella que en sus traslados iba siempre custodiada por dos ‘carabinas’ que la protegían de los moscones. En Salamanca se decía ‘ir de rosita’ a quien estaba en posición incómoda, situación que originariamente se presumía en quien ocupaba un asiento forzado entre dos personas en un carruaje: la que iba de rosita lo hacía en medio y tan protegida que apenas tenía sitio para moverse. También suele decirse en sentido negativo: No te vas a ir de rositas»…

Otro dicho salmantino es «Buscar un hijo prieto en Salamanca». Prieto hace referencia a un color muy oscuro y la frase –en sentido figurado y familiar– se emplea para indicar que se busca a una persona o una cosa por señas o indicaciones comunes a otras muchas.

«El que en Ledesma es capón, en Salamanca la arrastra». Expresión que se utilizaba para indicar que los jóvenes que en su pueblo se mostraban recatados respecto al sexo, al llegar a la capital se desmandaban debido a lo fácil que les resultaba encontrar prostíbulos.

«Como putas en cuaresma» o «Más pobres que putas en Cuaresma». Es dicho antiguo que aparece ya recogido por el Marqués de Santillana. Este dicho está relacionado con la que fuera tradicional costumbre salmantina de sacar fuera de la ciudad a las fulanas locales y llevarlas a la otra parte del río por el Padre Putas, para que los hombres no pecasen durante en ese tiempo de ayuno y penitencia. De ahí que –al no tener trabajo– estuvieran faltas de recursos económicos; o sea, que no tenían ni un céntimo, que es lo que quiere significar el dicho.

«Estar más pobre que las putas en Cuaresma». Es dicho antiguo que aparece recogido ya por el Marqués de Santillana –1398-1458– en su Refranero como «Más pobre que puta en cuaresma». El dicho se emplea para referirse a las personas que padecen pobreza.

Antiguamente, durante el tiempo de la Cuaresma, los adictos a visitar los burdeles y casas de citas, solían reducir sus visitas a estos lugares de lenocinio y pecado. Bien por el ambiente penitencial imperante en la sociedad, bien por un momentáneo arrepentimiento tras escuchar la inflamada prédica de algún orador apocalíptico de los muchos que ocupaban los púlpitos eclesiales aquellos días con terroríficas admoniciones sobre los castigos eternos que esperaban a quienes no repudiasen sus culpas más mortales, lo cierto es que los clientes reducían su número, con lo cual las prostitutas veían disminuir también sus ingresos, con lo cual muchas debieron de pasar hambre.

Era costumbre en Madrid, durante el reinado de Felipe IV –1621-1665– que las prostitutas de la capital fueran conducidas por dos alguaciles a la iglesia de las Carmelitas calzadas para escuchar un sermón donde se las exhortaba a abandonar la vida que llevaban. Si alguna se convertía, besaba un crucifijo y era llevada al convento de Arrepentidas, en la calle de Atocha.

Igualmente, en Salamanca estaban muy extendidos los asuntos del sexo debido al gran número de jóvenes que cursaban allí sus estudios. Por ello, la Iglesia obligó a las mujeres de mal vivir a vestir unas sayas de color pardo cortadas a picos en la parte inferior de las misma para que no se las confundiera con las damas decentes y honestas. De ahí el dicho Ir de picos pardos, con el significado de ir en busca de diversión o jarana. Luego venía lo de trasladar a esas mujeres a la otra parte del río –como todo salmantino sabe– hasta el Lunes de Aguas o Lunes de Pascua, cuando los estudiantes atravesaban el Tormes con barca para ir a buscarlas… y ellas los esperaban agitando ramas, costumbre que dio lugar al sustantivo rameras. Aunque otros dicen que lo de ramera procede de los ramos de flores que estas mujeres ponían en sus balcones o ventanas indicativos de su oficio, el más antiguo del mundo, según dicen.

Aunque algunas de las costumbres tradicionales del Lunes de Aguas se van perdiendo, entre ellas la procesión del Santo Hornazo, las charangas, los cabezudos, los tamborileros, los estudiantes cruzando el río… Claro que no sólo sucede con esta fiesta típica salmantina. En numerosos pueblos extremeños se ha ido perdiendo el interés por antiguas tradiciones igualmente.

Una costumbre que aún perdura en algunos pueblos de la comarca ledesmina –como Villarmayor o Villaseco de los Gamitos, entre otros– relacionada con este Lunes es salir al campo y, concretamente, a la «peña resbalina» (Villarmayor) o «peña resbaladera» en Villaseco, para comer el típico hornazo y resbalarse en ellas. «Lo curioso de la peña –recoge Jesús Hernández con referencia a Villarmayor– es que sólo es visitada ese día, el lunes de aguas y que después, el resto del año, nadie se acerca a ella». Igualmente dice que no se sabe ni cuándo ni cómo empezó esa tradición pues ni los más ancianos del lugar lo recuerdan.

En uno de mis trabajos, éste sobre la ermita de la Virgen de Navelonga –patrona del pueblo cacereño de Cilleros– traté sobre estas peñas resbalinas –llamadas resbaladeras en ese pueblo– y pude comprobar que el hecho de deslizarse sobre ellas era muy antiguo y que según recogía el historiador rumano Mircea Eliade en su Tratado de historia de las religiones, la costumbre del llamado «deslizamiento» por parte de las mujeres sobre una piedra sagrada para tener hijos era muy conocida, aunque estaba más extendida todavía otra costumbre ritual: la fricción, que aunque se empleaba por motivos de salud, también era utilizada sobre todo por las mujeres estériles. Eliade dice –por ejemplo– que hacia 1.880, algunas personas casadas desde hacía varios años y que no tenían descendencia acudían a los alineamientos megalíticos franceses de Carnac durante la Luna llena a un menhir. «Se despojaron de sus vestidos, y la mujer se puso a dar vueltas alrededor de la piedra, intentando escapar de su marido, que la perseguía; los parientes vigilaban los alrededores para impedir que se acercaran los profanos»; que en el pueblo de Moëdan, del cantón francés de Pont-Aven, en la de Bretaña francesa, las mujeres que se frotaban el vientre contra cierta piedra estaban seguras de tener hijos varones; o que todavía en 1.923, las aldeanas que iban a Londres se abrazaban a las columnas de la catedral de San Pablo para tener prole, pues en la mayor parte de estas costumbres se conservaba todavía «la creencia de que el simple contacto con la roca o la piedra consagrada basta para fertilizar a una mujer estéril». Costumbre que persistió en las comunidades rurales a pesar del empeño que la Iglesia puso en erradicar este «culto a la piedra». Aunque el culto no iba a la piedra en sí, es decir, como tal piedra, sino hacia el espíritu que creían que habitaba en ella.

Y aunque la mayoría de estos lugares solían estar separados de zonas consagradas, tales con ermitas o iglesias, lo cierto es que no faltan algunas que se ubican en sus proximidades, como es el caso de la ermita cillerana de Navelonga.

Pero sin duda los datos más significativos sobre estas rampas deslizantes me las proporcionaron Félix Barroso y José Mª Domínguez. Según Barroso, «en el paraje de Valverde, en términos de Valdeobispo (CC), existe otra peña semejante, al pie de la ermita de la Virgen de Valverde (muy cerca de la Vía de la Plata y de una antigua cañada de merinas), muy usada en tiempos, aparte de por los zagales, también por las mujeres estériles, en la creencia de que la fricción del vientre con la roca, acabaría con la esterilidad».

Domínguez Moreno me confirma este importante dato, y añade que, en efecto, próxima a la ermita de la patrona de Valdeobispo existe tal peña que «se utiliza para resbalar el día de la romería, que es el segundo domingo de Pascua, y que se tiran tanto hombres como mujeres».

¿Podemos decir –entonces– que la costumbre salmantina citada, donde jóvenes y mayores se reúnen para celebrar el citado Lunes pudo tener en sus orígenes un significado igual al de Valdeobispo y otros lugares extremeños? Y aún hay más: En la parte superior de la resbalina de Villarmayor hay un orinal de la zorra, sobre cuyo significado trato en otra parte de este trabajo. ¿Coincidencia? Recuérdese que en otra parte de este trabajo –al hablar del orinal de la zorra– escribía que esas cazoletas existentes sobre rocas –según algunos estudiosos– estaban «ligadas a cultos litolátricos [culto a las piedras] acuáticos desinados a promover o a incrementar la fertilidad, particularmente la femenina…»

«A gran sequía, gran mojada». El origen de este refrán se data en 1623, año que fue excesivamente seco, no sólo en Salamanca, donde parece que comenzó a circular el dicho, sino en toda Castilla. Tan seco fue que, en verano, dejaron de corres las fuentes y los manantiales de muchos pueblos y aldeas, y el Tormes casi no llevaba agua, de modo que las aceñas no podían moler trigo. Ello provocó una gran carestía de harina para cocer pan y la consiguiente hambruna. Por el contrario, el invierno fuer muy lluvioso, provocando incluso inundaciones y destrozos.

Otro refrán relacionado con el anterior es «Tormes, Tormes, por donde fuiste nunca tornes». Cuenta Gonzalo Correas que se dijo de este río por algunas grandes avenidas que tuvo; la mayor –según dice él– ocurrió en el año 1625, porque se llevó los arrabales de un lado y otro y lo nuevo del puente hasta el castillejo, y ahogó a unas setenta personas y muchos animales porque el suceso ocurrió por la noche. El dicho se aplica a todo lo odioso que se va.

Otros autores dicen que el suceso debió acontecer en 1696, ya que entre enero y febrero de ese año llovió tanto que –según algunos autores– fue conocido como año del diluvio en toda España.

Igualmente, Correas copia este otro refrán: «En Salamanca, medio puente y media plaza; media iglesia y media casa; lo mejor que tiene España». Él lo explica del modo siguiente:

La media casa es la del Conde de Monterrey. La Iglesia mayor nueva, que no tiene hecha la capilla mayor más del cimiento; se dice media plaza por excelencia, por la mucha previsión que tiene de todo; medio puente, por el que dejaron hecho los romanos hasta la mitad del río, y, habiéndose acabado del todo, duró pocos años lo nuevo, porque el año veintiséis se lo llevó el río con la mayor avenida que han conocido los hombres y barrió los arrabales de uno y otro lado, que tenían más de quinientas casas y quedó en pie el puente antiguo.

«Sancha, Sancha, bebes vino y dices que mancha». Moteja a quienes pretenden encubrir sus vicios desprestigiándolos.

«Estar en capilla». En su forma coloquial, esta expresión hace referencia –por lo general– al trance o situación de tensa espera previa a una prueba por la que alguien ha de pasar o el resultado de algo que preocupa especialmente.

El Diccionario de la Academia apunta como uno de los significados de la locución el de la situación en que se encuentra el reo de muerte antes de su ejecución, cuando se halla rezando ante el altar de la prisión. Esto ha hecho pensar a muchos que su origen hay que buscarlo en los ambientes carcelarios, ya que –al parecer– el muy católico rey Felipe II ordenó que los presos que iban a ser ajusticiados tenían que pasar la noche anterior recluidos en un oratorio. Otros, en cambio, suponen que se trata de un dicho generado en la costumbre que tienen los toreros cuando rezan en la capilla de las plazas de toros antes de salir en paseíllo al ruedo a lidiar las reses.

Otros dicen que alude a la antigua costumbre medieval según la cual, era condición ineludible entre quienes deseaban ser nombrados caballeros pasar la noche anterior velando sus armas en una capilla. También era práctica medieval que los caballeros que iban a entrar en combate o emprender una acción peligrosa, pasaran cierto tiempo en la capilla de alguna iglesia encomendándose al santo de su devoción para salir bien parados del trance. Todas estas opciones podrían considerarse válidas si no hubiera existido otra explicación más fundada: Esta expresión proviene de una tradición de la antigua Universidad de Salamanca, en la que los doctorandos, el día antes de defender su tesis ante el tribunal, debían encerrarse durante un día entero en la capilla de Santa Bárbara de la vieja catedral salmantina para pedir la iluminación al Espíritu Santo. Allí debían prepararse en completa soledad, pues incluso la comida les era pasada por una pequeña ventana. Para comenzar el examen, el tribunal entraba en la capilla y el alumno debía hacer frente a las preguntas que le hacían. Si aprobaba, saldría por la puerta principal, lo que dio origen al dicho «Salir por la puerta grande»; en caso contrario, tenía que salir por la puerta por donde entraban los carros para abastecer al comedor de la Universidad para evitar las befas, abucheos y silbidos de sus compañeros; de ahí, «Salir por la puerta de los carros», era sinónimo de que habías suspendido y para evitar la vergüenza salías –como quien dice– por la puerta trasera.

El modo adverbial «de gorra» significa – según el Diccionario de la Academia – a costa ajena, de mogollón. Por eso, gorrón es quien tiene por costumbre vivir o divertirse a expensas de otro u otros. Como se sabe, la gorra es una prenda que utilizamos para cubrirnos la cabeza, pero si le añadimos el infinitivo comer y decimos «comer de gorra», su significado cambia totalmente, pues con esa expresión nos estamos refiriendo a quien come sin gastar un céntimo, pues come a costa ajena. El modismo nació en Salamanca, allá por los siglos xvi-xvii, cuando los estudiantes pobres tenían que buscar artimañas para saciar su hambre; era –pues– una manera más de sobrevivir. El truco consistía en presentarse a un banquete y en la puerta quitarse la gorra y saludar a los porteros con grandes aspavientos e inclinarse con grandes reverencias ante todos los invitados, como si los conociera a todos. También se les llamó capigorristas o capigorrones por vestir una capa negra y un gran gorro, semejante a la indumentaria de los actuales tunos. Posteriormente la palabra capigorrón se utilizaría tanto para los que comían gratis en los banquetes como para los que hacían de mozos de otros estudiantes; generalizándose su uso y derivando en el actual gorrón.

«Estar a la cuarta pregunta» es un dicho que se emplea para indicar que alguien no tiene dinero o tiene pocos ingresos. Aunque hay varias teorías sobre su origen, la más plausible es que la sitúa en los antiguos interrogatorios judiciales, cuando al imputado se le preguntaba primero por su nombre y edad; segundo por su lugar de nacimiento y domicilio; en tercer lugar, por su religión y estado civil; y en cuarto lugar por sus bienes y rentas. Esta cuarta pregunta era: «Como N… carece de bienes y rentas y es pobre de solemnidad».

En la Universidad de Salamanca –y en otras universidades españolas– esta costumbre legal fue apropiada por los estudiantes como burla o tortura a los novatos que en las pensiones y en las casas de bachilleres. Se les encerraba en una habitación y se les obligaba a responder a estas cuatro preguntas:

*Salutem habemus? ¿Tienes salud?

*Ingenium habemus? ¿Tienes inteligencia?

*Amores habemus? ¿Tienes amores?

*Pecunian habemus?» ¿Tienes dinero?

«El derecho al pataleo» es una expresión coloquial que se utiliza como el último y vano recurso de protesta que adopta o puede adoptar la persona que se siente defraudada en alguno de sus derechos, aun sabiendo de antemano que va a ser inútil. La expresión surgió como referencia a una costumbre universitaria salmantina. En las cátedras, los estudiantes ricos ocupaban los asientos más próximos al catedrático y siempre lo hacían sentados. En cambio, a los estudiantes de clase humilde –la mayor parte criados o asistentes de los anteriores– no les quedaba otro remedio que ocupar los últimos puestos del hemiciclo, y la mayoría de las veces de pie. En los fríos inviernos salmantinos, éstos eran los primeros en llegar al aula y tomaban asiento en los lugares reservados a sus señores, para tenérselos calientes cuando llegasen. Luego, se volvían al lugar que les correspondía, lugar que –como es de suponer– estaba frío, helado, de forma que era casi imposible seguir la lección de manera conveniente. Por ese motivo, los perjudicados solicitaron al rector unos minutos con «derecho al pataleo» –solicitud que les fue concedida–, que ellos dedicaban a patear en el suelo, a saltar, a moverse, a aplaudir para entrar en calor antes de que la clase se iniciara.

Otra expresión del mundo estudiantil salmantino es «Liar o preparar los bártulos». Con ella queremos dar a entender que hay una mudanza, un cambio de residencia o incluso que estamos preparando aquello que nos hace falta para realizar alguna labor. El sustantivo bártulo hace referencia a un célebre jurista italiano del siglo xiv –llamado Bártulo de Sasso-Ferrasto– que revolucionó el Derecho de la época, de ahí que sus conocimientos y sus estudios sobre derecho se extendieran por toda Europa. Su fama llegó a ser inmensa en España, hasta el punto de que quienes estudiaban leyes en Salamanca durante los siglos xvi y xvii recurrían a él y lo citaban permanentemente, llegando incluso a llevar sus obras escritas en folios y pliegos sueltos Y como los estudiantes de Derecho iban a todas partes con sus libros –que llamaban bártulos o apuntes de Bártulo– la palabra en cuestión amplió su significado y pasó a referirse no sólo a los libros de Derecho, sino también a cualquier otro objeto o utensilio de uso personal.

«Las letras no embotan la lanza» es frase figurada que enseña que el valor no es opuesto al estudio y al conocimiento.

«Pan con pan, comida de tontos». Es refrán o proverbio para indicar que una situación es absurda, por ejemplo, cuando se juntan cosas muy similares, como es el caso de acompañar el pan –rico en carbohidratos– con otros alimentos que también lo contienen, como pueden ser el arroz o las patatas. Igualmente sirve para censurar a quienes eso hacen y luego no acompañan otros alimentos con pan.

«Ser un Perantón». Hace referencia a aquellas personas que actúan de modo estrafalario para hacer reír.

Para algunos, el vocablo perantón es un aumentativo de ‘peralto’ que –coloquialmente– es persona muy alta y por lo tanto desgarbada, dos características apropiadas para provocar la risa. Mas, según una tradición castellana, existió realmente un campesino llamado Pero Antón o Perantón que –disfrazado de modo estrafalario– se ganaba la vida recorriendo los pueblos y haciendo cabriolas o brincos en las plazas, provocando la hilaridad de los vecinos.

«Irse como el tío Sierra». No se sabe exactamente si el tal tío Sierra –personaje real, personificación de la mala educación y símbolo del ser insociable– era oriundo de la zona zamorana de Sayago o de tierras salmantinas. Lo cierto es que esta figura tosca y huraña, rumiadora de improperios y denuestos, andaba siempre sola, rehuyendo la compañía de sus paisanos. Llegaba a un lugar, no saludaba, hacía lo que tenía que hacer –siempre mascullando– y se alejaba sin despedirse de nadie.

En tierras castellanas próximas a las provincias mencionadas el tío Sierra ha quedado como prototipo de la persona mal educada e insociable.

«Saber más que el maestro Ciruelo». El dicho hace referencia a Pedro Sánchez Ciruelo, el más célebre matemático español del siglo xvi. Estudió en Salamanca y más tarde em Alcalá de Henares y Paris, donde se doctoró en teología y ejerció como profesor de Matemáticas. También fue preceptor de Felipe II y escribió numerosos libros de variadas materias: Matemáticas, Teología, Anatomía, Astrología, Música… Pasó finalmente a ser magistral de la catedral salmantina, hasta su muerte. El dicho se emplea como referencia a una persona que es muy ilustrada y domina muchos saberes. Por cierto: Este Ciruelo no tiene nada que ver con el maestro Ciruela, de quien se dijo «que no sabía leer y puso escuela».

Hay un segundo dicho que hace referencia a un catedrático de la Universidad de Salamanca, éste del siglo xv: Alonso Fernández de Madrigal –más conocido como El Tostado– que llegó a ser consejero de Juan II de Castilla y obispo de Ávila, que llegó a escribir quince volúmenes de obras latinas y un sinnúmero de obras en castellano.

Y el dicho es «Escribir más que El Tostado», como alusión a una persona que escribe mucho y de los más diversos asuntos. Se cuenta de él que tenía una memoria prodigiosa y que era capaz de recitar sin equivocarse pasajes bíblicos extensísimos y toda la Summa theologica, de Santo Tomás de Aquino. Sobre su tumba en la catedral de Ávila aparece un epitafio a él dedicado por Suero del Águila –regidor de la ciudad–:

Aquí yace sepultado

quien virgen vivió y murió,

es muy cierto que escribió

en cada uno tres pliegos

de los días que vivió.

Su doctrina así alumbró

que hacer ver a los ciegos.

Es decir, que si es cierto que escribió tres pliegos cada día de su vida y considerando que vivió 51 años, debió de escribir aproximadamente 50.000 pliegos a lo largo de su existencia.

«Tener muchas camándulas». La Orden de la Camáldula o Camándula fue una rama de la Orden de San Benito reformada por Romualdo que se estableció en Camaldoli –en la Toscana italiana–, de donde toma su nombre. Sus monjes utilizaban un rosario, llamado también camándula. Según parece, estos frailes eran muy andariegos y –a la vez– curiosos, porque en algunas partes de Salamanca se dio en llamar camanduleros a los que iban de casa en casa y pasaban el tiempo chismorreando con sus moradores. De ahí que el pueblo extendiera esta peculiaridad a las personas callejeras y amigas de hacer visitas. La expresión «Tener muchas camándulas» hace referencia a la persona hipócrita que aparenta una falsa devoción religiosa.

«Achica, compadre, que se va la galga» o «Achica, compadre, y llevaréis la galga». Un cazador acude a un vecino para que éste le preste su galga, porque ha visto una liebre tan grande como un elefante y quería matarla. El vecino responde que mire mejor, que una liebre de esas dimensiones no la puede matar su galga. El cazador va rebajando el tamaño de la pieza, y el otro diciendo a cada nueva comparación:

—Achica, compadre, y llevaréis la galga.

Y, así, hasta que el cazador viene a reconocer que la liebre en cuestión no era mayor que la demás de su especie.

En Andalucía suele decirse como réplica a las afirmaciones exageradas: «¡Menos lobos, tío Pinto!» O «¡Menos lobos irían en la manada!»

«No confundir churras con merinas». Es refrán que procede del mundo de la trashumancia o del mundo ovino, en el que la lana de las ovejas merinas es más apreciada que la de las churras, porque la lana de aquéllas tiene mejor calidad. En cambio, las churras proporcionan una mejor carne y una rica leche. Recomienda no colocar en el mismo plano temas o personas de naturaleza muy diferente.

«Ir por lana y volver trasquilado». Este refrán –como el anterior– hace referencia al mundo pastoril, cuando –en la Edad Media– el comercio de la lana con Europa fue un sustancial medio de vida para los ganaderos castellanos, incluidos los salmantinos. De ahí que la lana fuera especialmente estimada. Y cuando una oveja o un carnero se perdía o descarriaba, lo más probable es que el pastor que se lo encontraba aprovechase la ocasión para esquilarlo, volviéndolo a su rebaño de origen trasquilado, con la pérdida que suponía para su verdadero dueño.

Según la opinión más antigua este dicho hace referencia al carnero que se metía en rebaño ajeno buscando relacionarse sexualmente con las ovejas de ese aprisco y que era expulsado sin haber conseguido su propósito y –además– sin su lana.

Se aplica como referencia a quien tiene intención de sacar provecho de algo y fracasa en el intento. Se aplica también a todas aquellas situaciones cuyo resultado es el opuesto al previsto.

«Hace oscuro y huele a queso». Un mancebo salmantino estaba una noche en casa de su novia con la familia de ésta al amor de la lumbre. Se hablaba de animales, de siembras y del tiempo... En un momento de la conversación el suegro pidió al pretendiente que abriese la ventana y viera qué tal tiempo hacía. Dado su poco conocimiento del lugar y debido a la oscuridad –pues sólo un candil iluminaba la estancia– al levantarse, confundió la puerta de una alacena –en que entre otros enseres había queso– con la ventana y, asomándose dentro, dijo:

—Hace oscuro y «güele» a queso.

Se aplica a quienes contestan de modo disparatado a lo que se les pregunta o encomienda.

«¡Ancha es Castilla!» Según nuestro Diccionario, es una expresión familiar con que se alienta uno a sí mismo o anima a otros para obrar libre y desembarazadamente. María Moliner, en su Diccionario de uso del español, recuerda que también expresa a veces que en el asunto de que se trata se puede obrar sin obstáculos o inconvenientes. En ocasiones se alarga la expresión y se dice: «Ancha es Castilla, que el rey paga», que debió de ser la primera que se usó, pues todo parece indicar que el dicho se originó en las guerras de reconquista que castellanos y leoneses sostuvieron contra los árabes, cuando –y a medida que los reinos cristianos se iban extendiendo hacia el sur– los extensos terrenos baldíos recién ocupados hasta el Duero, fueron ofreciéndose gratuitamente –y a veces también con aportaciones monetarias añadidas–, por los reyes leoneses y condes castellanos a cántabros, astures y vascones. Con el sentido real del término, escribió Unamuno: «¡Ancha es Castilla! Y ¡qué hermosura la tristeza reposada de ese mar petrificado y lleno de cielo! Es un paisaje uniforme y monótono...»

También se dice «En Castilla, el caballero lleva la silla», como referencia a que en los reinos castellanos el hijo sigue la nobleza de su padre, aunque la madre sea plebeya.

«Andar a la caza de grillos». Hace referencia a quienes se dedican a buscar cosas inciertas, perdiendo así el tiempo. Como el caso de aquel muchacho que una tarde en que se estaba dedicando a cazar grillos, cuando llegaba donde creía que estaba el animalejo cantando, no lo oía allí, pues cantaba él u otro más adelante, y con esto lo traía desatinado, sin poder topar con él.

Igualmente se dice «Cuando la zorra anda a caza de grillos, no hay para ella ni para sus hijos». Y cuentan la fábula de una zorra que un día fue a cazar grillos para comer y le sucedió lo que al muchacho de más arriba. Y el folklore popular lo refrenda:

Cuando la zorra anda a grillos,

el sacristán a cardillos

y el cura a final de mes,

bien jodíos andan los tres.

Otros dichos con grillo: «Olla de grillos». Figurada y familiarmente. Lugar en que hay gran desorden y confusión y nadie entiende. «Cantar el grillo». Frase figurada y familiar. Sonar el dinero.

«Aramos, dijo la mosca y estaba en el cuerno del buey». Sobre el origen del dicho, se cuenta lo siguiente: Andaba una zorra por el campo, y como no tenía nada que hacer, se acercó a unos bueyes que, uncidos al arado, descansaban mientras su gañán dormía la siesta al amparo de una encina. Entonces, la zorra vio a una mosca sobre el cuerno de uno de los bueyes, y le preguntó:

—¿Qué hacéis, señora mosca?

Y ella, orgullosa, respondió:

—Aramos, señora zorra.

Se dice de quienes no hacen nada y presumen de ser parte indispensable en el trabajo de otro.

«Caerá la azuela y matará a Garcigüela». Escribe Gonzalo Correas:

Este refrán y el otro, ‘Los bobos de Sando y de Pedernal’ nacieron juntos de este cuento fingido. En el tal lugar, dos recién casados, hablando de su gobierno, y sucesión o gobernación, el marido decía uno, la mujer otro, cada uno a su gusto; el marido quería tener un hijo que ayudase en su oficio de carpintero, y la mujer que no, sino una hija, y que la casarían, y de ella tendrían un nieto y que le llamarían García; con esto ya el marido se convenía y le concedió que fuese así norabuena, que al muchacho le enseñaría desde pequeño, y le ayudaría a él; a esto replicó la mujer:

—No, no, que caerá la azuela y matará a ‘Garcigüela’.

Y Correas concluye:

Se aplica a los que con temores impertinentes no se disponen a hacer nada y se están atados y entumecidos sin aventurarse a hacer lo que les está bien, y a hacer nada y se están atados y entumecidos sin aventurarse a hacer lo que les está bien, y a ‘no asamos y ya empringamos’.

Pedernal es una pedanía salmantina de Espadaña.

«Las riñas de por San Juan son paz para todo el año». Según Gonzalo Correas quiere decir que al principio de los conciertos se averigüe todo bien, y entonces se riña y porfíe lo que ha de ser, y resultará paz para todo el año. Este refrán tuvo su origen en las casas que se alquilaban y en los mozos que escogían y entraban a servir con sus dueños el 23 de junio, onomástica de San Juan Bautista y por San Pedro, cinco días después, pues por mudarse «... corren de una casa a otra y por despedirse los mozos y dejar al amo, o despedirse de él». Y Correas añade que «... en Salamanca, respecto a los estudiantes que comienzan el estudio por San Juan, se alquilan las casas por San Miguel, y, por mudarse, dicen hacer San Miguel, o que San Miguel es revoltoso, por los ajuares que se revuelven y mudan».

Correas recoge también otros dichos relacionados con esta costumbre: «Por San Juan y por San Pedro, todos los mozos mudan el pelo»; «Por San Juan veremos quién tiene casa». porque en esas fechas se tomaban o dejaban las casas de alquiler; «San Juan dé buena estrena [estreno, comienzo]: buena comida y mejor cena», porque el primer día que el mozo o criado entra con el nuevo amo halla esto, o lo desea; «San Juan bullicioso y Santiago tramposo»: Lo de bullicioso por el cambio de casa y amo; lo de tramposo porque el pago de las deudas se aplazaba hasta aquel día; «¿San Juan el Verde pasó por aquí? Más ha de un año que nunca le vi», para denotar el deseo que tiene el mozo o criado de acabar el año para cambiar de casa o dueño; «Por San Juan, amo, yo en la silla y vos en el escaño»; «San Juan ha venido, mal haya quien bien nos hizo», dicho de los mozos desgraciados al dejar el amo; «Tomar líos y Juan Danzante», escaparse; como los criados que lían su hato y, danzando de contento, se van por San Juan; «Día de San Juan: tres costumbres: mudar de casa, amo o mozo». San Juan era –pues– el patrón de los criados.

Cervantes escribe en El viejo celoso:

El agua de por San Juan

quita vino y no da pan;

las riñas de por San Juan

todo el año paz nos dan.

«Eso no, Miguel de Vargas». Según Julio Cejador en sus notas y comentarios a la Visita de los chistes, de Quevedo, el dicho tuvo origen en Salamanca. Dice que fuera del puente hay una ermita de la Trinidad, donde, al pie de una imagen de Dios Padre, se hizo pintar un devoto ciudadano llamado Miguel de Vargas, con una copla que decía así:

Quería honra y provecho

y que nada me faltase,

y cuando Dios me llevase,

irme a la gloria derecho.

Cejador añade que al pie de la copla escribió un estudiante: «Eso no, Miguel de Vargas».

Por su parte, dice Correas en su Vocabulario:

‘Eso no, Miguel de Vargas, que tenéis muchos pecados’. Este refrán nació en Salamanca, adonde hubo un ciudadano rico y que casó dos hijas con dos doctores e hizo racionero a un hijo, que después fue canónigo y tuvo otras dignidades; y en la torre de la Trinidad, parroquia del arrabal, están dos pinturas de bulto en la pared por la parte de afuera: la una de Dios Padre y la otra de un hombre arrodillado delante, y por los efectos ya vistos y por la postura de las figuras, fingió el vulgo que Miguel de Vargas hace esta oración: ‘Señor, casé yo mis hijas con dotores y a mi hijo véale canónigo de la Iglesia mayor, y después de mis días, llévame con vos a la gloria’. A esto dice: ‘Eso no, Miguel de Vargas’; y parece que lo dice el ademán de la pintura, dando a entender que no puede haber dos glorias, acá y allá. Fue Miguel de Vargas virtuoso y pío e hizo la dicha torre y reparó la iglesia y fundó en ella una capilla para su entierro y lucióse su virtud en su descendencia.

«Ése es otro cantar». Había una vez una gitana –que recorría Castilla en compañía de sus padres y de sus numerosos hermanos en una tartana vieja y una mula llena de mataduras–, sin embargo, tenía una voz preciosa. Cuando el grupo llegaba a un lugar cualquiera, la gente le decía:

—Preciosa, échate un cantar.

E iban depositando una aportación económica en el platillo que uno de sus hermanillos hacía circular entre los asistentes. Cuando cada cual depositaba su óbolo, les regalaba con la gracia de su voz.

Al terminar su actuación, los asistentes le pedían otra. Entonces, ella les respondía:

—Ese ya es otro cantar...

Con lo cual les quería decir que si deseaban escucharla de nuevo debían hacer una nueva aportación económica al platillo...

El dicho se emplea para indicar que lo que alguien añade a la conversación no tiene nada que ver con el asunto de que está tratando.

Otros refranes y dichos más generales

«Corre corriendo». Expresión muy común en la comarca y provincia. Equivale a corre, date prisa.

«Matapulgas por el verano». Nombre con que se conoce al dedo pulgar, o matapiojos.

«Armar un cisco». Armar jaleo.

«Tirar los pantalones». Cuando se iba al campo a hacer sus necesidades aquellos años que no había baño en casa.

«Ir hecho un pingo». Ir mal arreglado, con ropa vieja, rota, o sucia. Y también: Persona a la que le gusta mucho salir o callejear.

«En un periquete». Palabra que se utiliza en la locución adverbial en un periquete, que significa en un momento, en un tiempo muy breve.

«Coger una perra». Enfadarse.

«Defender a capa y espada» a una persona o cosa. Frase figurada. Defender de forma decidida y con empeño de algún negocio o persona.

«El castellano fino, el pan, pan y el vino, vino». Este refrán señala la sinceridad que se le presupone al castellano.

«Hacer o de su capa un sayo». Frase figurada y familiar. Obrar uno según su propio albedrío y con libertad en cosas o asuntos que a él sólo pertenecen o atañen.

«Todos son honrados, mas mi capa no aparece». Refrán que pondera la dificultad de hallar el autor de un daño, cuando son varios los que pudieron causarlo.

«Una buena capa todo lo tapa». Refrán con que se da a entender que una buena apariencia puede encubrir muchas faltas.

«El que tiene padrino, se bautiza y el que no, se queda moro». El dicho tiene actualmente el significado de que sólo aquellas personas que tienen valedores y protectores que les ayuden o velen por ellas, consiguen lo que desean.

«Apretar uno los talones». Frase figurada y familiar. Echar a correr.

«Pisarle a uno los talones». Frase figurada y familiar. Seguirle de cerca. Y también, emularle con buena fortuna.

«Ser más tonto que Pichote». Pichote es la forma italiana de picciotto, muchacho. Según dicen ése era el apodo de Jenaro il picciotto --gánster enemigo de Al Capone–. Cierta noche, recibió un soplo, indicándole que –si iba al bar Yale– encontraría solo e indefenso a Al Capone. El soplo era una trampa, pues allí estaba su enemigo con algunos de los suyos. Ello le costó la vida a Pichote y de ahí el dicho.

«San Julián de la Valmuza, que no tiene capa ni caperuza». El adagio se refiere a la imagen de San Julián venerada en la ermita próxima al río.

«Darse el bote». Frase figurada y familiar. Marcharse, escapar.

«Chupar del bote». Frase figurada y familiar. Aprovecharse, sacar ganancias sin esfuerzo.

«Tener en el bote». Frase figurada y familiar. Haber conseguido una cosa o conquistado a una persona.

«Saltarse a la torera». Frase figurada y familiar para indicar que se omite audazmente y sin escrúpulos el cumplimiento de una obligación.

«El toro y el melón, como salen son». El refrán indica que no debemos fiarnos de las apariencias.

«Tres cosas hay que nadie sabe cómo han de ser: el melón, el toro y la mujer», porque el melón debe demostrar su calidad en la mesa, el toro durante la corrida y la mujer en el matrimonio.

«Catar el melón». Tantear o sondear a una persona o cosa.

«En cada tierra su uso y en cada casa su costumbre». Refrán que aconseja amoldarse a los usos y costumbres del paraje donde viva o de los sujetos con quien trate.

«En dos credos». Dicho que se emplea para indicar que algo se ha hecho con presteza y en poco tiempo. También se dice «En un credo». Viene el dicho de la costumbre –aún vigente entre las gentes aldeanas–, de tomar el credo como unidad para medir el tiempo. Por ejemplo, para que un huevo pasado por agua quede en su punto justo de cocción, ha de tenerse en ella el tiempo que se tarda en rezar un credo.

«Como quien no quiere la cosa». Locución adverbial figurada. Con disimulo, suavemente, como si no se quisiera conseguir aquello que se apetece.

«Las cosas de palacio van por despacio». Frase figurada y familiar con que se alude a la lentitud con que se lleva un asunto.

«Poner puertas al campo» es frase que moteja a quienes tratan vanamente de contener cierta cosa incontenible.

«En los tiempos de Maricastaña». Se dice toma por tiempo muy antiguo o se quiere referir a algo propio del pasado.

«En menos que canta un gallo». Expresión figurada y familia. Esta frase expresa que algo se hará rápidamente, en el tiempo que tarda un gallo en cantar. La expresión podría relacionarse con el episodio de la negación de San Pedro. Cuando Jesucristo antes de ser detenido le dice a Pedro que «antes de que cante el gallo me negarás tres veces […] Pedro niega tres veces que conoce a Jesús por miedo a los judíos e inmediatamente después canta el gallo y él recuerda las palabras que el Señor le había dicho».

«Cerrársele a uno todas las puertas». Frase figurada. Faltarle todo recurso.

«Dar a uno con la puerta en las narices». Frase figurada y familiar. Desairarle, negarle bruscamente lo que pide o desea.

«De puertas adentro». Expresión figurada. Sin que trascienda a otros, desde o en la intimidad.

«Malo es el zamarro de espulgar y el viejo de castigar». Enseña que es muy difícil arrancar los vicios de la persona que se ha endurecido con ellos y ha contraído la costumbre de resistirlos.

RELALCIÓN DE LOS VARIOS SUCESOS DE DON MANUEL DE CONTRERAS Y DOÑA TERE/A DE/RIVERA, EN QUE SE DECLARA CÓMO DON MANUEL SACÓ A DOÑA TERESA DE/UN CONVENTO DE LA CIUDAD DE SALAMANCA, Y CAMINANDO PARA/CÓRDOBA FUE MUERTO EN SIERRA MORENA POR UN HERMANO DE/DOÑA TERESA. (FRAGMENTO)

Primera parte

……………………

En la noble Salamanca

(ésta es mi patria y mi tierra)

nací de muy nobles padres;

mi nombre propio es Teresa.

Apenas cumplí tres lustros

(aquí mi desdicha empieza)

murieron mi padre y mi madre,

Dios en el cielo los tenga.

Bajo el poder de un hermano

quedé y al instante intenta

el entrarme a religiosa

y yo fui de esto contenta.

En este tiempo… ¡ay de mí!

un caballero… ¡qué pena!

galán discreto y bizarro

que es don Manuel de Contreras

a mi hermano le salvó

la vida en una pendencia

y mi hermano agradecido

y atento a tanta fineza

le llevó a mi casa; cuando

ha entrado por ella apenas

él miróme y yo miréle,

amor disparó una flecha;

a un tiempo los dos quedamos

heridos de tal manera

en las coyundas de amor

él preso y yo prisionera;

él cautivo y yo cautiva,

él resuelto y yo resuelta.

Creció nuestro amor de suerte

que su ardor pasó a violencia

pues reconoció mi hermano

de nuestro amor la terneza.

Quitó a don Manuel la entrada

y a mí enojado me encierra,

valíme de una criada

la cual una noche ordena

dar entrada a don Manuel

y en mi mismo cuarto entra

en ocasión que a mi hermano

el recelo no le deja

sosegar; se levantó

y a mirar la casa empieza

mas no fue tal su silencio

porque al abrir una puerta

lo sentimos y al momento

don Manuel con ligereza

quiso ausentarse mas fue

pública su diligencia

porque al salir a la calle

la desgracia que lo ordena

se disparó una pistola

pregón fue de mi flaqueza.

Creció en mi hermano la furia

reconociendo su afrenta…

El romance continúa con el intento por parte del hermano de ingresarla en un convento, la fuga de los amantes hacia Córdoba su hermano y cuatro más dan muerte a don Manuel, ella se retira a la cueva de un pastor, tras hacer las diligencias necesarias para que el amado fuese enterrado. La segunda parte del poema trata de cómo pasó Teresa sus últimos días en la cueva como penitente.

OTRAS CURIOSIDADES

En Doñinos se cuenta una historia curiosa, que se conoce como la del Tesoro que guarda la Serpiente. Esa serpiente estaría formada por una sucesión de cazoletas excavadas en las rocas que aparecen de forma individual o en grupos –a las que algunos llaman «marmitas de gigantes o el orinal de la zorra», en Villarmayor–, sobre las cuales no se ponen de acuerdo los investigadores, pues aunque generalmente estos huecos han sido formados por la naturaleza, las características y circunstancias que algunas de ellas presentan hacen sospechar que, sobre una base natural, «alguien en algún tiempo y por alguna circunstancia las ha transformado por algo y para algo que no conocemos», según escribía J. Francisco Fabián, en Bejar. VI. Semanario, con fecha 03-11-2009. Lo cierto es que sobre ellas se han lanzado numerosas hipótesis, tales como que son colectores para ofrendas, receptáculos de libaciones o de sacrificios, símbolos de carácter sexual femenino y –cómo no– «ligadas a cultos litolátricos [culto a las piedras] acuáticos desinados a promover o a incrementar la fertilidad, particularmente la femenina…» En el caso de Doñinos corría el rumor de que en ese lugar se ocultaba un tesoro, que nadie ha logrado encontrar. Aunque hay quien piensa en el pueblo que el tesoro de la serpiente es las minas que se han encontrado a escasos metros de donde se halla tan afamada sierpe…

En El Arco cuentan que antiguamente las mozas iban a buscar agua a una fuente llamada Fuente Nueva y que cuando pasaban por la fragua, los mozos les tiraban los cántaros. Esta aparente broma tenía su simbología, pues tanto el espejo como el cántaro o la botija, han gozado de un gran simbolismo sexual en la cultura popular, ya que el espejo o el cántaro enteros eran el emblema de la virginidad. Esta costumbre salmantina –existente también en otras provincias españolas como la extremeña– posiblemente tuviera como objetivo llamar la atención de las mozas sobre alguno de los mozos allí presentes. Aunque, ni decir tiene, que romper el cántaro tiene significados alegóricos y muy explícitos acerca de la honra. Ese simbolismo queda patente –por ejemplo– en la siguiente canción extremeña:

¡Ay de mí que me lo han roto

el cantarito en la fuente!,

no siento yo el cantarito

sino qué dirá la gente.

En Golpejas se cuenta una leyenda sobre el lugar conocido como Peña de la Mora, elevación del terreno donde hay una cueva en la que según esa historia vivió una bella mora cautiva que bajaba todas las mañanas a peinarse en las aguas del arroyo que pasa junto a la cueva. Aunque según recoge César Morón Bardón en su obra Investigaciones acerca de arqueología y prehistoria de la región salmantina, 1882-1951 –publicada en Salamanca en 1919– «... en la carretera de Vitigudino, a mano derecha antes de llegar a Golpejas, se encuentra la cueva llamada de la Mora. La importancia que pudo tener se destruyó al convertirla en mina para volar con dinamita la montaña al realizarse los trabajos de la carretera, voladura que no se llevó a efecto».

En algunos lugares de los alrededores dicen que Palacios del Arzobispo es el pueblo de las dos mentiras, pues no tiene palacios ni tiene arzobispo.

Como curiosidad –según recoge la Wikipedia sobre Rollán–:

[...] cabe destacar que se trata de un municipio ampliamente conocido en la comunidad odontológica internacional. Ello es debido al acuífero existente bajo la localidad y más concretamente el pozo de ‘El Caño Artesiano’ del que durante años se abastecía de agua a la población. El agua del citado pozo contiene una excesiva cantidad de flúor. Este exceso de flúor provoca el deterioro de la placa dental, provocando en los individuos que la consumen una coloración pardusca de su dentadura. A esta afección se la denomina en términos odontológicos como ‘Fluorosis’. Este hecho afecta a las generaciones nacidas antes de la década de los 50, ya que durante esta década se acometieron diversas obras para solventar esta situación. Entre otras, se canalizó un acuífero procedente del paraje de ‘la Guedija’ mediante tubos porosos y semi perforados que permiten la captación de agua a lo largo de su recorrido, además de varios sondeos entre otros el de ‘el Espinal’ que es el principal que ha abastecido el municipio hasta el año 2006, que debido a la sobreexplotación del acuífero existente bajo el municipio, unido a la rebaja de los niveles de permisibles en el agua de determinadas sustancias por la comisión médica de la Unión Europea, se declaró el agua que llegaba al pueblo como «no apta para el consumo humano [...] por sus elevados niveles de arsénico...

no sin una gran polémica dentro del propio municipio.

Respecto a Santiz hay que hacer mención a una leyenda curiosa: La del Alcornoque Gordo de La Calahorra, un árbol –seis veces centenario– cargado de historia, pues según dicen es el lugar de donde vienen los niños, pues desde antiguo es allí adonde acuden los padres a recoger a sus hijos recién nacidos, que salen a través de los huecos se su resquebrajado tronco. Este añoso árbol forma parte de la Ruta de Catedrales Vivas, al igual que la fuente románica de San Pedro del Valle y su fresno centenario.

Como curiosidad cabe decir que según una leyenda popular en Sardón de los Frailes en el conocido como Teso de la Marina hay un tesoro escondido. Y si antes de ser inundada la zona no logró encontrarlo nadie, es de suponer que ahora será aún más difícil hallarlo…

En Villarmayor se cuenta la historia de la señora que pidió al cura que le bautizase a su hijo, que resultó ser un gato que propinó al sacerdote varios arañados… Pero de ello ya ha dado debida noticia Jesús H. Borgas en su Historia de Villarmayor.

Y una adivinanza (La morcilla):

Estudiante que estudiaste

en libros de Salamanca,

¿cuál es la cosa cocida

que para comer se asa?



Etnografía y folklore de la comarca de Ledesma (II)

RODRIGUEZ PLASENCIA, José Luis

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 492.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz