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El 2 de febrero es una fecha con una importancia singular en el candelario. Sobre todo si nos referimos a lo litúrgico y a las tradiciones populares, muchas veces derivadas del aspecto anterior. Este día se celebra «las Candelas», «la Candelaria», La Purificación de María o la Presentación del Señor. Bajo todas estas alusiones podemos encontrarnos referencias a tal festividad. Viendo la trascendencia que para los pueblos ha tenido esta fiesta, sobre otras de igual categoría, pretendemos en este artículo acercarnos a las entrañas de lo que en ella se celebra y observar de manera rápida los aspectos más singulares que en el folklore ha dejado su impronta.
1. Fundamento bíblico
El origen de esta fiesta lo encontramos en el contexto judío, concretamente en la Ley mosaica escrita en Levítico 12, 1-8. En este pasaje se prescribe que tras el alumbramiento de una nueva criatura, toda mujer debía presentarse en el Templo a los 40 días para ser purificada. Llegados a este punto conviene introducir un caveat, ya que si leemos el texto fuera de su contexto corremos el riesgo de no llegar a comprender su significado más profundo. En el lenguaje bíblico –como en general para la mentalidad religiosa natural– la «pureza» o «impureza» es un aspecto que depende de la interacción entre la esfera profana, en la que vive el hombre, y la esfera sagrada, en la que vive Dios. Así, cuando un hombre viola la ley divina comete pecado, pero incluso si un hombre ponía en relación lo profano con lo religioso, aunque fuera para una obra buena, o involuntariamente, quedaba impuro. Ello exigía ser «purificado» para poder volver al ámbito cotidiano y, sobre todo, al religioso. Así, en aquella mentalidad, el parto era uno de los momentos en que la mujer mantenía contacto con lo más sagrado, pues participaba del acto creador de Dios al engendrar una nueva vida. El hecho no violaba ninguna ley, todo lo contrario, pues respondía al mandato del Génesis «creced y multiplicaos» (1,28), sin embargo debía «expiar» esta especie de convivencia con lo sagrado de Dios. En la misma línea hallamos también la menstruación, recogida en el mismo texto del Levítico anteriormente citado (12,2). Con ello la mujer, evidentemente, no incumplía ningún precepto, pero su cuerpo entraba en contacto con el manantial de la vida, que es la sangre. Por este motivo también se le exigía la purificación.
En este marco la ley establecía que si el hijo nacido era varón, debía ser circuncidado a los ocho días y la madre debería permanecer en su casa durante treinta y tres días más, purificándose a través del recogimiento y la oración. Una vez transcurrido este tiempo, la madre acudirá al Templo en compañía de su esposo para llevar una ofrenda: un cordero y, si no tenía posibilidades de ello, dos tórtolas o dos pichones de paloma. Si el varón resultaba ser el primogénito, sería consagrado al Señor, en recuerdo de los primogénitos de Egipto que habían perecido mientras los israelitas habían sido salvos en la última de las plagas antes del éxodo (cfr. Ex 13,2. 12–15).
En tiempo de Jesús prescribía esta ley, por ello María y José, como judíos, dieron cumplimiento a la misma, tal y como nos relata el evangelio de Lucas: «Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor» (Lc 2,22–23).
José y María llevaron a Jesús al templo de Jerusalén. Según el texto, ofrecieron dos palomas, probablemente a causa de su pobreza. Como podemos comprobar, en ninguna parte se alude a las velas o candelas, objeto con el que esta fiesta se relaciona. Sin embargo, el motivo también es de origen bíblico, pues el evangelista nos relata además que en ese momento un anciano del lugar, considerado justo, acudió al Templo movido por el Espíritu Santo, tomó en brazos a Jesús y lo bendijo diciendo que él sería «la luz que iluminaría a todas las naciones» (Lc 2,32), probablemente citando al profeta Isaías: «El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos» (9,1–2). En este mismo sentido San Juan llamó «luz» a Cristo: «Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo» (1,9).
2. Origen cristiano de la fiesta de las Candelas
Los testimonios más antiguos que nos hablan de la celebración de esta fiesta nos remiten a la peregrina berciana Egeria[1]. En el diario de su peregrinación a Tierra Santa nos deja esta constancia: «El día cuadragésimo después de la Epifanía se celebra aquí con muchísima solemnidad. Pues se realiza una procesión a la Anástasis. Todos participan cumpliendo los ritos en el orden habitual y con muy gran pompa como si fuera Pascua»[2].
Esta fiesta se denominaba Quadragesima de Epiphania, porque el nacimiento de Jesús no se celebraba el 25 de diciembre, como actualmente, sino el 6 de enero. Por lo que la fiesta de la purificación de la Virgen tenía ocasión el 14 de febrero, cuarenta días después del alumbramiento.
Tal y como nos recuerda de la Campa Carmona, esta fiesta se extendió desde Jerusalén hasta Oriente, donde recibió el nombre del «Encuentro» entre el Señor y su pueblo[3]. Hay constancia de su celebración en Constantinopla a principios del siglo vi y tenía un carácter mariano muy marcado, pues en ella se invitaba a recurrir a la intercesión mariana, siendo celebrada por la corte imperial en el templo mariano de las Blanquernas[4].
Sabemos que la celebración del nacimiento de Jesús pasó del 6 de enero al 25 de diciembre. Sobre el origen de este cambio nada sabemos con certeza, aunque una de las hipótesis más extendidas es que fue una forma de cristianizar la fiesta pagana del Natalis (solis) invicti, establecida por el emperador Aureliano en el 275[5]. Por ello, la fiesta de la presentación del Señor cambió de fecha también, y comenzó a celebrarse el 2 de febrero. En el año 542 el emperador Justiniano I[6], proclamó en todo el Imperio esta fiesta para agradecer la intercesión de la Virgen en el cese de una epidemia.
Su celebración en Occidente se inició en Roma, donde la llevaron los monjes bizantinos. Según el Liber Pontificalis, el papa Sergio I, de origen sirio[7], la dotó de una procesión, lo mismo que las otras fiestas marianas[8].
El título de Purificación aparece por primera vez en el Sacramentario Gelasiano[9] (siglo viii), teniendo probablemente su procedencia galicana. Desde aquí pasó al Misal Romano[10], hasta la reforma litúrgica de 1969, en que pasó a denominarse la Presentación del Señor, «título que subraya la condición de fiesta del Señor, aunque sin perder la referencia mariana», tal como recuerda López[11].
3. Tradiciones en torno a esta fiesta
La tradición más expandida en torno a esta fiesta es la bendición y procesión de velas o candelas, de ahí el nombre popular de «candelaria» como se le conoce. Incluso la figura de la Virgen María que la Iglesia contempla en esta fiesta recibe popularmente la advocación «de las Candelas», aunque su denominación litúrgica sea «de la Purificación». Sobre el motivo que condujo a introducir el elemento de las velas en la liturgia no tenemos una certeza absoluta. Por una parte nos encontramos la hipótesis de Santiago de la Vorágine, quien apuntaba en el siglo xiii que la costumbre respondía a un claro deseo de suplantar una práctica pagana, y añade:
Viendo el papa Sergio lo difícil que resultaba apartarlos de semejantes prácticas, tomó la encomiable decisión de dar a la fiesta de las luces un sentido nuevo: consintió que los cristianos tomaran parte en ellas, pero cambiando la intencionalidad que entre los paganos tenían, y dispuso que los cortejos luminosos que los romanos organizaban por aquellos días y habían hecho populares en todas las provincias del Imperio, los fieles lo hicieran el dos de febrero de cada año, más en honor de la Madre de Cristo y en forma de procesiones y llevando en sus manos candelas previamente bendecidas[12].
Según de la Vorágine son varias las fiestas romanas que se celebraban en febrero y tenían una vinculación especial con la luz. Así, cada cinco años los romanos iluminaban por la noche con antorchas las calles para pedir a Februa, madre de Marte, considerado dios de la guerra, que intercediese ante su hijo para que les concediese la victoria en las guerras. De igual forma encontramos que en el mes de febrero los habitantes de Roma ofrecían sacrificios, con antorchas en la mano, a Febrio (Plutón) y otros dioses infernales para tenerlos propicios y que trataran bien las almas de sus antepasados. En la misma línea hallamos cómo las mujeres de los romanos, al comienzo del mes de febrero, celebraban la fiesta de las luces en la que recordaban cómo, tras el rapto de la bella Proserpina por el dios infernal Plutón, sus padres se dedicaron a buscarla día y noche por bosques y selvas, acompañados de linternas en la oscuridad[13].
Sin embargo, a nuestro juicio, vincular estas fiestas, la cristiana con las paganas, en una especie de sincretismo, nos parece un intento de dignificar desde una perspectiva romántica la tradición del uso de las velas en la liturgia de este día. No olvidemos que el autor que recoge y vincula estos testimonios, Santiago de la Vorágine, fusiona continuamente elementos históricos con leyendas, a fin de inspirar la piedad de los fieles. De hecho, el nombre que da a su obra es «Leyenda áurea».
El primer testimonio que encontramos sobre el uso de las candelas en esta fiesta está datado en el siglo v y pertenece a San Cirilo de Alejandría[14]. En Roma aparece ya la procesión de los cirios en el documento Orden de San Pedro, del 667, que es ratificada por el citado Sergio I, comenzándose en este momento a llamar a la fiesta como «Candelaria». El origen de las luces quizá provenga de que estas procesiones eran nocturnas. Esta procesión en Roma tenía un marcado carácter penitencial, pues la comitiva pontificia iba descalza, con ornamentos primero negros y luego morados, color que se conservó hasta la reforma de 1969.
La primera bendición de las candelas se remonta a finales del siglo ix y era precedida de la bendición del fuego, como en la vigilia pascual.
Lo cierto es que en el cristianismo, la interpretación que se le ha dado al uso de las luces en este día es como símbolo de Cristo, basándose en la profecía del anciano Simeón, presente en el momento de la presentación de Jesús en el Templo y la purificación de la Virgen, quien al contemplar al Niño exclamó: «Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Si hemos hablado antes de la presencia de las velas en la liturgia de este día, tenemos que señalar ahora que la bendición solemne de las mismas se fue difundiendo paulatinamente desde la Iglesia galicana, donde se originó. En Roma se documenta por el Sacramentario de Padua, en una adición del mismo siglo x. En la Península Ibérica, ya está presente en el siglo xi, y después por el resto de Europa.
Junto a esta tradición de carácter más litúrgico hallamos a lo largo de nuestra geografía española otras que revisten rasgos más populares. Así, en Cea (León), la celebración tiene casi 500 años de antigüedad. En ella se rememora la boda de Brígida, hija mayor de D. Diego Gómez y de Sandoval, por la donación del disfrute del «Monte del Río Camba» al pueblo de Cea. Esta dádiva fue otorgada el 24 de agosto de 1537 según un escrito. En este donativo se establece como condición que cada año y para siempre se celebre «la boda de Nuestra Señora la Virgen María». Años más tarde, en 1950, en un concejo se fijaron algunas notas para dar mayor forma a esta fiesta. Así, en el libro de actas de la Junta Vecinal de Cea, se puede leer:
En la Villa de Cea a 17 de enero de 1950 reunida la juventud de ambos sexos en la asamblea vecinal y bajo la presencia del señor alcalde de este Ayuntamiento, con la asistencia del señor presidente y vocales de la Junta Vecinal de esta villa al objeto de estudio y tratar la celebración de las tradicionales fiestas de Las Candelas como se venían celebrando anteriormente, todos por unanimidad acuerdan: 1) Celebrarlas como todos los años empezando el día de Santa Brígida por la tarde. 2) Los quintos de cada año serán los encargados de traer el ramo y adornarlo, siendo el quinto de mayor edad el que hará las veces de rey, el que le siga de acompañado y el resto de acompañamiento. 3) Serán los quintos los encargados de adornar el ramo y cantar[15].
La fiesta de las Candelas o boda de la Virgen María, constituye una celebración de arraigo popular en esta localidad leonesa. El ramo se encuentra en la casa de la Reina y allí es recogido por los mozos que lo ofrecerán en la iglesia, con dos tortolillas en representación de la purificación de la Virgen María.
En Quintanar de la Sierra (Burgos) el Juez de Paz ofrece a la Virgen, en el templo, una rosca, el alcalde dos tórtolas y el sacerdote acude con el Niño Jesús.
En Moreruela de los Infanzones (Zamora) las mayordomas de la Virgen de las Candelas ofrecen una torta y dos tórtolas que revolotean durante la Misa por toda la iglesia. Los hombres entonan la siguiente canción que hemos querido musicalizar para garantizar su memoria:
El día de las candelas,
el día dos de febrero,
el día que salió a Misa
María, madre del Verbo.
A ofrecer vino María
con su divino Jesús
y por ofrenda le lleva
dos tórtolas y una luz.
Dos tórtolas o palomas
como pobre le ofrecistes
y por ser Madre de Dios
un cordero no pudistes.
¿Quién es aquel sacerdote
que está en el altar mayor?
Es un ministro de Cristo
para nuestra salvación.
Humíllate, sacerdote,
también se humilla María
a ofrecer con humildad
una candela encendida.
Vuelve Señora a tu trono
donde estuvistes primero,
mira que es mucho subir .
desde el altar a los cielos.
En Almendralejo (Badajoz), se realiza una hoguera, que desde el siglo xvii viene simbolizando la quema de lo impuro, lo viejo y los malos espíritus, persiguiendo con ello la purificación de las personas que asistían a tal fiesta. Desde el punto de vista documental, la tradición aparece en el Nuevo Diario de Badajoz un día de febrero del año 1897. Con el paso del tiempo esta tradición se fue perdiendo, pero en 1970 se recuperó. En la actualidad, en la fiesta de las candelas se queman unos muñecos o monigotes llamados «Pantarujas», que representan el mal.
En la ciudad de Badajoz, a principios del siglo xx, la gente del casco antiguo celebraba este festejo popular junto a Puerta de Carros (hoy día inexistente). Los vecinos de la zona bajaban por el río llevando trastos viejos a la candela. Por otra parte, también era costumbre ir equipado con algunos productos de la matanza para consumirlos con otras personas junto a la hoguera.
En Fuente de Carreteros (Córdoba) cuentan los ancianos de la localidad que antiguamente había muchas candelas (hogueras) y de grandes dimensiones. Por la tarde, la gente iba a los olivares y cogían a escondidas varetas con las que más tarde harían la candela. Durante toda la noche estaban buscando ramas, varetas, muebles viejos, etc., para que el fuego no se apagase. Luego alrededor de las candelas se saltaba, bailaba, cantaba y en muchas ocasiones se hacía chocolate. La gente del pueblo hacía un recorrido por todas las candelas. En Prádena (Segovia) hallamos una costumbre similar.
Por último tenemos que apuntar que la Virgen de las Candelas o Candelaria es la patrona de Canarias desde 1599. Según la tradición, dos guanches encontraron la imagen de la Virgen en Tenerife en el año 1392, en la boca de un barranco. Su rebaño se negaba a avanzar por donde estaba la imagen y los intentos de apartarla fueron infructuosos. El rey local con su guardia se la llevó a su casa y los guanches de dieron cuenta que obraba milagros. Cuando la isla se convirtió al cristianismo, la imagen se colocó en la cueva de Achbinico. Esta cueva fue el primer santuario mariano de las islas Canarias. En 1497 Alonso Fernández de Lugo[16] dio testimonio de la celebración de la primera fiesta de las Candelas o de la Purificación de la Virgen. En la pila bautismal de la Basílica fueron bautizados muchos guanches. En 1526 la imagen se trasladó a un nuevo santuario, lugar en el cual se construyó una basílica. La imagen se clasifica como una Virgen negra.
De la importancia y popularidad de esta fiesta también nos dan fe los numerosos refranes y dichos encontrados que toman como referencia a las Candelas. Ello es signo de que el día 2 de febrero era una fecha marcada en el calendario que constituía un punto hacia el cual miraba el pueblo para orientar sus vida ordinaria, en el que las actividades agrícolas sobresalen respecto al resto. Así, traemos aquí:
Si la Candelaria chora, l’iviernu está fora; si ríi, por venir. Que chore, que deixe de chorar, la mitá pasáu, la mitá por pasar. Si la Candelaria rire, l’hibiernu por venire. Si la Candelera llora, l’hibiernu fora. Que llore, ya que cante, l’hibiernu atrás, ya alantre.
Traducción del llionés: Cuando la Candelaria llora, el invierno está fuera. Cuando ni llora ni hace viento, el invierno está dentro. Tanto si llora como si deja de llorar, la mitad del invierno aun está por llegar.
Candelaria a dos, San Blas a tres, adivina qué mes es.
De la Candelera cinco meses a la era; el que no tiene seis espera.
El día de la Candelaria, la cigüeña en las campanas; y si no hace frío, la golondrina buscará su nido.
El primero hace día; el segundo Santa María; el tercero San Blas y Santa Águeda detrás.
La Candelaria y San Blas, despediros mocitos, que ya no hay fiestas hasta carnaval.
Los disantos de Febrero, el primero brigidero, el segundo candelero, el tercero gargantero
¿No se apaga la vela por la Candelaria? Buen año aguarda.
Por la Candelera, está el invierno fuera; más si nevó o quiere nevar, el invierno por pasar.
Por la Candelera, la gallina es ponedera.
Por la Candelaria, los pájaros se cazan.
Por la Candelera, busca y halla la gallinera.
Por la Candelera, mide tu puchera y guarda tu cibera.
Por Santa María Candelera, sale el oso de la osera.
Si en la Candelaria no se apaga la vela, buen año espera.
Si la Candelaria nieva, treinta más con ella.
A modo de conclusión podemos señalar que la fiesta de las Candelas se presenta como una fecha en la que, a lo largo de la historia, se ha mezclado lo religioso con lo mágico o la superstición. Por ello resulta un buen exponente para observar las diversas expresiones humanas que han de ser abordadas desde la antropología cultural.
Con un origen judeo-cristiano, aunque podemos encontrar voces que la han vinculado con creencias del pueblo romano, la fiesta de las Candelas ha dejado su impronta en la cultura de los pueblos de España. En la liturgia sigue estando muy presente, sin embargo, las tradiciones populares que la envuelven no se dan con tanta acogida como en tiempos pasados, quizá por el fenómeno de la «España vaciada», que va despojando de la memoria colectiva a nuestros pueblos. Aun así, podemos sostener que se trata de una de las fiestas más arraigadas y que, respecto a otras, conserva con mayor afianzamiento las tradiciones que tiene como propias.
NOTAS
[1] Fue una monja cristiana, poeta, viajera y peregrina del siglo iv. Visitó Egipto, Palestina, Mesopotamia, Asia Menor y Constantinopla. Recogió sus experiencias en el libro titulado Itinerarium ad Loca Santa.
[2] Arce, A. (ed.), Itinerario de la Virgen Egeria (381–384), Madrid 1996.
[3] De la Campa Carmona, R., «Las fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico», en J. Aranda Doncel y R. de la Campa Carmona (coord.), Regina Mater Misericoridae: estudios históricos, artísticos y antropológicos de advocaciones marianas, Córdoba 2016, 127–199.
[4] Actualmente es una iglesia ortodoxa situada en Estambul (Turquía). Es un pequeño edificio construido en 1867 en el lugar del primitivo templo del siglo v que hasta su destrucción en 1434 fue uno de los santuarios más importantes de la iglesia ortodoxa griega. Santa María de las Blanquernas acogió un famoso icono de la Virgen (llamada Blachernitissa) que dio nombre a la iglesia. Fue pintado en madera y revestido con oro y plata.
[5] Hipótesis apoyada por Botte, B., Los orígenes de la Navidad y de la Epifanía, Madrid 1963.
[6] Flavio Pedro Sabacio Justiniano, más conocido por Justiniano I, «El Grande», fue emperador del Imperio romano de Oriente desde el 1 de agosto de 527 hasta su muerte, el 14 de noviembre del 565. La iglesia ortodoxa lo venera como santo.
[7] Era descendiente de una familia de siria de Antioquía, que vivía en Palermo, donde nació en el 650. Falleció en Roma, el 12 de septiembre del 701. Durante su pontificado se celebró un Concilio en Constantinopla. Introdujo el Agnus Dei en la Misa y se le conmemora el 8 de septiembre.
[8] Cfr. Meaolo, G., «Presentación del Señor», en St. De Fiores (dir.), Nuevo Diccionario de Mariología, Madrid 1985, 1654–1662.
[9] Es un antiguo libro de la liturgia cristiana que contiene los ritos para celebrar la Eucaristía. Es el segundo libro litúrgico más antiguo de occidente, solo superado por el Sacramentario de Verona.
[10] Es el libro litúrgico que contiene las ceremonias, oraciones y rúbricas para la celebración de la Misa en el rito romano.
[11] López Martín, J., La Liturgia de la Iglesia, Madrid 2009, 324.
[12] Vorágine, S. de la, La Leyenda Dorada, Madrid 1982, 162.
[13] Para ver una exposición más detallada de todas estas leyendas, acudir a Durán, M. A., «Humanissima Trinitas», AA. VV., La Sociedad: Teoría e investigación empírica, Madrid 2002, 783–818.
[14]Patrologia Graeca, vol. 77, col. 1040 s. Este santo nació en Alejandría en el 370 ó 373, y falleció en el 444. Fue un eclesiástico romano natural de Egipto y Patriarca de Alejandría desde el 412 hasta su muerte.
[15]Libro de actas de la Junta Vecinal de Cea (León).
[16] Fue un hidalgo castellano que incorporó de manera definitiva las Islas Canarias a la Corona de Castilla en el siglo xv.