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Revista de Folklore número

481



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Monjas y frailes de piedra (Sacra Saxa). Un paisaje sagrado en la Ribera del Duero

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 481 - sumario >



En la Ribera del Duero, entre los términos de Langa de Duero y de La Vid, en la orilla izquierda del Duero, hay un conjunto de peñas de formas fálicas de gran belleza y a las que acompaña una leyenda repetida en los pueblos del entorno. De ellas escribí algo hace ya más de veinte años, pero fue en un artículo de tipo general sobre creencias populares en la Ribera del Duero y sin prestarles demasiada atención[1]. La leyenda popular dice que son monjas y frailes transformados en rocas por una avenida del río, como castigo divino. Se trata, por tanto, de un caso de sacra saxa, es decir ‘rocas sagradas’, unas rocas naturales de formas llamativas, a menudo faliformes o humanoides, relacionadas con leyendas populares que podrían llevarnos a ritos y mitos ancestrales. En los últimos años, gracias al trabajo y el saber del profesor Martín Almagro-Gorbea, se ha vuelto a investigar sobre ellas y a publicar numerosos estudios, cuya lectura me ha servido de acicate para retomar este asunto[2]. Cerca de ellas, está la ermita subterránea de la Virgen de la Concepción del Monte, bajo la que nace un arroyuelo, en medio de un tupido monte de enebros. Al oeste, se halla el monasterio de Santa María de La vid (Burgos) y al este el pueblo de Langa de Duero (Soria), frente al cual se ha excavado parte de la celtíbera Segontia Lanca. Todo el conjunto conforma un paisaje sagrado de una gran importancia y originalidad, una manifestación local de un motivo folklórico universal recogido por S. Thompson: «C961.2. †C961.2. Transformation to stone for breaking tabu»[3].

Agua, enebros y rocas en el corazón de la Ribera

Uno de los paseos más atractivos que pueden darse por la Ribera del Duero comienza en el monasterio de La Vid y se dirige por la margen izquierda del río Duero hasta la villa de Langa. El camino que seguimos es el marcado por la Senda del Duero (GR-14), pero en sentido contrario, para ir presentando la procesión a contrapelo, ya que la compañía de petrificados se supone que también caminaba siguiendo el curso del río hacia occidente. El paseo va entre las choperas del río, algunas tierras de cultivo y un excepcional monte de enebros[4], que ocuparía todo el espacio hasta el río, si bien se roturaron las zonas más llanas quizás desde época celtibérica, una de las cuales todavía lleva el nombre de El Quemado (fig. 01). Aquí vienen a dar algunos arroyos que bajan desde los páramos de Castillejo de Robledo. El más importante es el de la Virgen del Monte, de la que trataré más adelante.

Donde termina esta zona amplia de cultivos, las cuestas se acercan al Duero y allí comienzan a aparecer, entre los enebros y en unas laderas de mucha pendiente, más de una docena de peñascos o mogotes rocosos, algunos faliformes, otros de formas más rechonchas, conocidos como las Monjas y los Frailes (fig.02). La primera pareja, una de las más bellas, está formada por una esbelta aguja rematada en un sombrero, es decir, piedra dura que impide que la erosión avance y la destruya. La otra roca está más arriba y, por tanto, es más baja y bastante más ancha (fig. 03).

Esta se considera la primera, pues la comitiva pétrea, que se extiende a lo largo de un kilómetro, se considera que avanzaba hacia el oeste, donde está el monasterio de La Vid, si bien la mayoría de las peñas está ya en el término de Langa.

En este primer tramo, perteneciente al término municipal de La Vid (Burgos), de algo más de trescientos metros, encontramos otras dos peñas, estas solitarias. La tercera es una roca esbelta en cuya base, por la parte exterior quedan restos de otra que la erosión va haciendo desaparecer (fig. 04). La cuarta es baja y gruesa, y esta muy escondida entre los enebros, que cada vez van tapando más la vista de toda la ladera (fig. 05).

A continuación se abre un vallecillo por el que sube un camino hacia Castillejo de Robledo y que marca el límite provincial entre Burgos y Soria, como se puede ver en el mapa donde están localizadas todas las peñas (fig. 06).

Al otro lado, enseguida se ven tres peñas, una sola, la número 5, y dos en pareja, la 6 y la 7, la más espectaculares quizás de todo el conjunto (fig. 07), si bien el crecimiento descontrolado de maleza y de los enebros, debido a la falta de aprovechamiento del monte y a las absurdas prohibiciones burocráticas, va tapando su vista desde el camino. Ambas son peñas faliformes, con un estrangulamiento cerca de la base, donde los materiales blandos están más erosionados.

Cerca de allí, encontramos una aguja más baja, acompañada de un par de rocas redondeadas (la 8). La ladera se va acercando a la ribera. Entre los enebros muy tupidos aparecen tres peñas muy cercanas pero individualizadas (9, 10 y 11) con una gran torre eléctrica de fondo, de la línea de alta tensión que se construyó en los años de 1960 para llevar la energía eléctrica a la España Mediterránea, dejando en la pobreza, en la que sigue, a la España Atlántica (fig. 08). La número 12 y la 13 son dos monjas muy esbeltas, junto a unos corrales abandonados (fig. 09) a la salida de un vallecillo por el que baja un arroyo. Al otro lado del valle hay otras dos peñas casi juntas, la 14 y la 15. Este valle sube hacia los páramos del sur, cuya altura mayor es el cerro denominado Cojo.

La leyenda moderna de las monjas y los frailes y la historia medieval

Según la leyenda, hubo un convento de monjas que era frecuentado por algunos frailes; «las visitaban» me decía un anciano de Zuzones. Dios, para castigarlos, mandó una gran avenida del Duero que se los llevó a todos y los dejó petrificados, convertidos en rocas esparcidas por estas cuestas. Alguna versión hace hincapíé en las mujeres: «Las llevó un andaval a las monjas de La vid y las convirtió en piedra», por lo que la mayoría de las personas con las que hablé las conocen como «Las Monjas», aunque otras hablan de «Monjas y Frailes». En Langa, recalcan que frailes y monjas «iban de camino» en parejas cuando la inundación se los llevó; por eso la última peña es el Fraile Cojo, ya que iba retrasado por no poder seguir el paso de los demás[5]. ¿Hacia dónde caminaban? La hilera de personajes petrificados se dirige hacia el oeste[6]. Un poco más adelante de la dos primeras peñas, el camino se bifurca en dos que vuelven a unirse pasado un llano de El Quemado, siempre en dirección oeste. Del ramal más alejado del río, el que va junto al monte de enebros, parte un vallejo con un arroyo que nos lleva a la ermita rupestre de la Virgen de la Concepción del Monte. Si continuamos por el camino que sigue el curso del Duero, tres kilómetros más adelante está el monasterio de Santa María de La Vid.

De acuerdo con la clasificación de las sacra saxa realizada por Martín Almagro-Gorbea, estas son peñas sagradas «con huellas de su función ritual», que forman el grupo 2 dentro del cual está el apartado a.1, referente a las que tienen alguna tradición y que son peñas que «funcionan como la propia divinidad» o genio local, que con la cristianización se convirtieron en la Virgen o algún santo[7]. En este apartado, este autor incluye también las denominadas «Peñas de los Moros»[8]. Más recientemente las denomina «peñas numínicas»[9], porque en ellas reside un numen, una entidad divina.

Estas peñas sagradas denominadas «Monjas y Frailes», o a veces abreviadamente solo «Monjas», forman parte de un paisaje sagrado, que, en su forma actual, se origina en la Edad Media. De la primera mitad del siglo xii data la fundación del monasterio premostratense de Santa María de La Vid junto al río Duero. Los hechos relativos a su fundación son confusos y los historiadores no han conseguido desentrañar del todo el barullo documental que existe sobre los primeros tiempos del monasterio[10]. Lo que se sabe seguro es que su fundador y primer abad fue el noble Domingo Gómez de Candespina, que había conocido la orden premostratense en Francia y convence a los obispos de Osma para que le cedan un lugar, que habían recibido de Alfonso VII, junto al Duero, donde construir un monasterio. En documento de 1152, el emperador confirma esta donación a la iglesia «Sanctae Mariae Montis Sacri, quae est super flumen Dori»[11]. Santa María de Monte Sacro, nombre que alterna en los documentos de esta época con el de Santa María de La Vid. En otra confirmación de Alfonso VIII del año de 1174, aparece «et locum illum qui dicitur Vith, et vocatur Mont. Sacro»[12] (‘y el lugar que dicen La Vid, y se llama Monsacro’), pero a finales de siglo la denominación de La Vid es predominante y acaba siendo la única que se usará del siglo xiii en adelante.

Loperráez, en el siglo xviii, en su Descripción histórica del obispado de Osma, defendió la idea de que la primitiva fundación de Monte Sacro fue en la ermita rupestre de Nuestra Señora de la Concepción del Monte, hoy conocida como Virgen del Monte, aunque no acierta a situarla correctamente, ya que seguramente no conocía el terreno de forma directa y se basaría en escritos poco claros[13]. En todo caso, creo que el nombre de Monsacro no es invención de escritores tardíos, como aventura algún autor, pues aparece en muchos documentos de mediados del siglo xii, para desaparecer a comienzos del siglo xiii. Más bien parece recoger una tradición antigua de un bosque sagrado[14], en medio del cual estaba la cueva santuario y las peñas de las Monjas. La ermita de la Virgen del Monte ocupa una covacha de solapa que cierra el valle de la Virgen, y bajo la cual nace un arroyuelo, a cuya vera hay ruinas de un antiguo edificio. La ermita aprovecha el espacio alargado bajo la solapa rocosa, orientado de este a oeste, y tiene restos de un altar en el lado oriental, mientras que a los pies queda el espacio reconocible de la casa del ermitaño. La imagen titular fue trasladada al monasterio y la ermita quedó abandonada y medio arruinada (fig.10), hasta que hace unos años se ha procedido a la limpieza del interior y la restauración del muro.

Los monasterios premostratenses más antiguos fueron dúplices, con «canónigos» y «canonesas» que seguían la regla de san Agustín, y así ocurrió en Santa María de Monte Sacro o de La Vid durante los primeros años[15]. En 1154, el abad Domingo recibe una donación en Fresnillo de las Dueñas y otra en Brazacorta para construir sendos monasterios o prioratos, pues dependían del abad de La Vid, a los que, años más tarde, se trasladaron las monjas[16]. Esta separación no fue privativa de este monasterio, sino que se cambió la regla de la orden premostratense para que estuvieran separados, por los problemas derivados de la convivencia. Cada monasterio la aplicó a su manera, y la regla no se institucionalizó hasta la publicación la bula de Inocencio III De non recipiendis sororibus en 1198.

¿De los moros a los frailes y monjas?

Como veíamos anteriormente, Almagro-Gorbea piensa que seguramente en este apartado de las «peñas numínicas» habría que incluir las denominadas «Peñas de los Moros». Como después veremos, cerca de aquí, en la misma Langa encontramos la Cuesta del Moro, punto más alto del asentamiento de la celtibérica Segontia Lanca. Sin embargo es cierto que en el valle del Duero abundan más las cuevas y las fuentes de los moros o de la mora, pero no las peñas de los moros, que sí son abundantes en territorios más al norte, en la sierra o en las montañas de Burgos y de Palencia. En la localidad palentina de Sta. Mª de Redondos, en la Pernía, están las Peñas del Moro, en las que, según una leyenda reelaborada cuando se publicó en el siglo xvii, vivió en una cueva un morisco convertido al cristianismo en Roma, que tomó el nombre cristiano de Juan Peña y fundó a comienzos del siglo xiv el Convento franciscano de Corpus Christi. La realidad es que el convento fue levantado a finales del siglo xv con el patrocinio de los condes de Siruela[17] y que la leyenda del morisco convertido es posible que sea una invención culta para justificar el nombre de las peñas. En la Lora burgalesa encontramos Peñas de los Moros en Hoyos del Tozo y en Cantabrana[18], y en San Felices de Rudrón, cerca de la cueva de los Moros, hay un monolito rocoso conocido como la «Dama Mora». En Bocos, cerca de Villarcayo, se denomina Peña de los Moros una necrópolis con tumbas excavadas en la roca, que abundan en esta comarca y que se llaman «Tumbas de los Moros» en lugares como Crespos, Quintanamaría, Valderrama y Quintanilla[19]. En la Sierra, en Gete, entre otras peñas hay también una Peña de los moros[20].

Es conocido que los moros de las leyendas populares son los antepasados míticos, los ancestros, cuyos espíritus siguen habitando los lugares numinosos de la naturaleza: fuentes, ríos, árboles, cuevas, peñas. Desde este punto de vista, la palabra moro procede de una raíz indoeuropea mer, de la que procede el griego Moros, que es la muerte como destino de los humanos, cuyas órdenes cumplen las tres Moiras[21], así como el verbo latino morior. Es posible que también esté relacionado con el céltico mahr[22]. Lo más probable es que la denominación de este tipo de peñas como »monja» y «fraile» sea una cristianización medieval de tradiciones más antiguas, pues este no es un caso aislado, sino que hay bastantes extendidos por la geografía española y americana, hasta el punto que el diccionario de la RAE recoge el nombre común fraile con el significado de «Mogote de piedra con forma más o menos semejante a la de un fraile».

Son muchas las peñas que llevan uno de estos dos nombres, o los dos. Las de mayor interés son aquellas que, como estas de La Vid y Langa, conservan una leyenda que remite a su pasado mítico y permite atribuirlas un sentido religioso primitivo. Estas leyendas, como todas las verdaderamente populares, son muy sencillas y sobrias, y giran alrededor del castigo divino por la transgresión cometida por estos personajes, por la ruptura de un tabú. En El Escorial-Zarzalejo, el Pico el Fraile o Machota Alta, está rematado con unas rocas que se interpretan como un fraile caído o arrodillado y petrificado por la acción de un rayo o por una tremenda nevada por haber huido del convento[23]. Famosos son el Fraile y la Monja de Bronchales (Teruel), dos agujas de piedra que se alzan en las cercanías de este pueblo de la Sierra de Albarracín, de las que se cuenta la leyenda de un fraile que seduce a una monja y huye con ella. Una tormenta los sorprende en la sierra y un rayo los convierte en piedra. En el pueblo se canta: «Un fraile y una monja/ venían de Noguera/ y al contemplar Bronchales/ se quedaron de piedra»[24]. Las Roques del Frare, en Ribagorza, se cree que son un fraile castigado por sus pecados[25] y sobre el Fraile Mochilón de Ademuz (Valencia), un mogote que se halla en la finca de los Conventos, donde estuvo el monasterio de san Francisco del Monte, se canta: «Soy el fraile mochilón,/ sin cabeza y sin botón,/ al que pase por aquí,/ me lo como de un tragón»[26].

Cerca de la Ribera del Duero encontramos algunas peñas que se conocen con estos nombres. En Morcuera, pueblo soriano al sur de San Esteban de Gormaz, hay unas peñas conocidas como «El Fraile». En la provincia de Segovia, en el término de Valle de Tabladillo, en el cañón del Arroyo del Valle, cerca del límite con el término de Castroserracín, se alza el Fraile, una roca faliforme bastante alta y muy esbelta (fig. 11). Está en la senda que recorre el cañón por la margen derecha del arroyo, cerca del acantilado. Al otro lado del cañón, hay varios mogotes más bajos conocidos como las Monjas (fig. 12). Rocas parecidas encontramos en varios lugares de Castilla y León. En Villasana de Mena (Burgos) el Fraile es un mogote en lo alto del valle; en Saldeana (Salamanca), está el mirador del Fraile y la Monja sobre el cañón del río Huebra. También reciben este nombre algunas cumbres montañosas escarpadas de forma cónica: Pico del Fraile de la Sierra del Brezo palentina, en Santibáñez de la Peña; Picón del Fraile, en el Valle de Lunada (Burgos) y el Pico del Fraile en Sanabria (Zamora). En La Rioja, está la Peña del Fraile de Nalda, de la que no conozco leyenda, si bien está en el barranco del Moro y en su cercanía hay tres monumentos megalíticos de corredor[27]. En Madrid, al noroeste del pueblo serrano de Bustarviejo hay una sierra rocosa en la que destacan las Peñas de las Monjas, sin leyenda conocida, si bien hay leyendas sobre moras y tesoros escondidos en Mondalindo[28]. En Andalucía son destacables las Monjas y los Frailes del Barranco del Gargantón, en Belmez de la Moraleda (Jaén)[29]. En Catí, provincia de Alicante hay una Cresta del Fraile, y en Canarias tenemos el Pico del Fraile en Jandía (Fuerteventura) y el Roque del Fraile en Gran Canaria.

Estas denominaciones han llegado también a América. Existe un Pico El Fraile en la Sierra La Culata en el Estado de Mérida, de Venezuela, y otros picos con el mismo nombre cerca del volcán del Nevado de Toluca, de México, y otro junto al volcán Popocatepel del mismo país. El conjunto más interesante es el de las peñas conocidas como Las Monjas, cercanas al pueblo de Mineral del Chico, en el estado mexicano de Hidalgo, y Los Frailes en la cercana Actopan. La leyenda habla de una peregrinación a un convento de Actopan, del pecado de cohabitación al pasar la noche en cierto lugar y del castigo en forma de terremoto que provocó el nacimiento de Las Monjas en Mineral del Chico y de Los Frailes en Actopan[30]. También en Francia, según ya publicó P. Sebillot a comienzos del siglo xx, «ces roches éveillent plus souvent l´idée des moines ou des femmes»[31], e, igualmente, la petrificación se considera un castigo divino por sus pecados[32].

Hay otras muchas peñas que representan personajes convertidos en piedras por la maldición de una persona. En Autol (La Rioja) el Picuezo y la Picueza son dos esbeltas peñas que representan a un hombre y una mujer que robaban las uvas de la viña del señor feudal. Una vez los pillaron y ellos negaron. «Que Dios nos vuelva piedras, si son uvas lo que ocultamos», y así, la maldición cayó sobre ellos y quedaron convertidos en piedras[33]. Según otras versiones, junto a estos dos personajes, hay una especie de gran hogaza de piedra, pues negaron la comida a la Virgen y, cuando les preguntó por lo que llevaban en la cesta, contestaron que piedras, y en piedras los convirtió[34]. En Rojas (Burgos) hay dos monolitos conocidos como «las dos Marías», que son dos niñas a las que su madre les soltó una maldición por no querer ir a por agua. En Peñahorada otros parecidos se conocen como «las dos hermanas»[35]. En la Merindad de Sotoscueva, el Porrino y la Porrina del pueblo de Cornejo son un matrimonio de calumniadores transformados en rocas por la maldición de un vecino injuriado[36]. El motivo mitológico del castigo divino a los humanos por su maldad está muy extendido por todo tipo de culturas. No hace falta sino recordar lo mitos del diluvio que acaba con la humanidad que encontramos en todos los continentes, y sobre los que conocemos textos desde Mesopotamia. Sin alejarnos de lo que estamos aquí tratando, podemos centrarnos en la Antigua Grecia, en cuya mitología figuran las Gorgonas, cuya mirada tenía el poder de petrificar. Perseo cortará la cabeza de Medusa, cuyo poder se mantiene incluso después de muerta, que portará en su morral y con ella convierte en piedra al gigantesco Atlas[37], a Fineo y quienes le atacan, y al rey Polidectes[38]. Personajes que acaban también petrificados por castigo divino son el pastor Bato[39], y Aglauro, la hija de Cécrope[40].

¿Por qué a estas peñas de tipo numínico se les acabó dando el nombre de «fraile» y «monja»? Podríamos pensar, en este caso concreto, en la gran influencia que el monasterio de La Vid ejerció en la comarca; en la huella que dejó la convivencia de frailes y monjas en estos monasterios dúplices, con graves conflictos que llevaron a su prohibición. Es posible que la idea del castigo divino tenga que ver con la corrupción moral de los frailes, especialmentae destacada en los últimos siglos medievales, que alimentaría el tradicional anticlericalismo popular, y los numerosos conflictos con los pueblos limítrofes por custiones de pastos, aprovechamiento de montes y roturaciones[41]. Pero ya sabemos que en asuntos de religión la antítesis y la paradoja son moneda corriente, y, hay que tener en cuenta que la población consideraba a los religiosos como personas de Dios, personas cercanas a la divinidad, que, además, tenían una apariencia similar a los viejos genios protectores que acabaron llamándose trasgos y duendes.

Los trasgos o duendes se hacían visibles como frailes

La tradición popular castellana[42] a los trasgos o duendes los considera seres sobrenaturales, especie de genios o númenes domésticos, que habitan algunas casas donde provocan estruendo, tiran piedras, cambian las cosas de sitio, juegan a los bolos. Se relacionan sobre todo con los niños y los caballos, que son los únicos que los pueden ver. Guardan tesoros, y a menudo regalan monedas de oro que se convierten en carbón. A veces ayudan en algunos trabajos y se les solía dejar comida. Algunos autores cultos, clérigos por lo general, los consideraban demonios de poca categoría, porque son incapaces de hacer el mal, más bien son alegres y se deleitan con actividades jocosas. Tambien se relacionan con las ánimas, aunque Antonio de Fuentelapeña lo niega [43].

Los duendes o trasgos son invisibles, salvo para los niños y los caballos, que los perciben con la figura de un fraile, es decir, vestidos con un largo sayo con capucha. Así lo declara en su tratado el fraile capuchino Fuentelapeña: «Estos duendes tienen figura de Religioso, como lo deponen los que los han visto, y lo opina el vulgo», si bien el autor se muestra remiso a aceptarlo y añade «que es verdad que el vulgo dize se ven en forma de Religiosos Fraylecitos, pero quizás es patraña de el vulgo o engaño de los que los han visto»[44]. En la comedia La dama duende de Calderón de la Barca, el gracioso Cosme dice: «Era un fraile/ tamañito, y tenía puesto/ un cucurucho tamaño/ que por estas señas creo/ que era duende capuchino»[45].

Por otro lado, algunos humanistas vieron una relación clara de duendes y trasgos con divinidades antiguas de poca importancia, númenes o genios domésticos. Alfonso de Palencia, secretario de los Reyes Católicos, en su Universal vocabulario en latín y en romance de 1490, escribe: «Lar laris se toma por casa y por fogar do fazen fuego. y entre los paganos por duende. y en plural lares son casas: o familias: o aras: o fogares: o sacrifiçios: o retretes: o dioses domesticos: o dioses de la patria»[46]. Una relación semejante establecen otros autores, con lares, manes y penates, es decir, divinidades romanas, que era la cultura que ellos bien conocían. Pero, en tiempos modernos se empezó a relacionar a los duendes con divinidades celtas, los Genii Cucullati, precisamente llamados así por vestir el sayo con cogulla o capucha. Se trataría de «deidades menores bondadosas que vestían el cucullus dotadas de un valor apotropaico para su portador, al que protegen contra el mal»[47]. Varias figurillas que representan a estos genios han aparecido en Clunia y otros lugares de la provincia de Burgos[48]. Blas Taracena encontró una en las ruinas de Segontia Lanca, la celtibérica Langa, en las excavaciones de 1931[49] (fig. 13). El sayo encapuchado se conservó en la vestimenta soriana hasta el siglo xx (fig. 14).

En algunas regiones de Francia, se creía hasta hace poco que las peñas de aspecto antropomorfo o llamamtivo por cualquier razón habían estado habitadas por hadas y por duendes [50].

Tradiciones de larga duración

Cada vez se considera más la idea de que estas creencias tienen un origen muy antiguo. Martín Almagro-Gorbea afirma: «Las peñas sacras deben considerarse procedentes de una tradición animista ancestral, cuyo origen actualmente no se puede datar con seguridad, pero que podría perfectamente remontar hasta el paleolítico»[51]. Sin pretender establecer una relación directa, es posible hacer comparaciones con la existencia de este tipo de peñas en algunas de las culturas de pueblos cazadores y recolectores más antiguas y mejor conocidas, como son las de los aborígenes australianos. Quizás esta comparación nos pueda ayudar a entender algunos aspectos de este fenómeno. En la actualidad se afirma que Homo Sapiens Sapiens se extendió muy pronto, en pleno Paleolítico, por Asia y llegó a Australia. Las últimas investigaciones arquelógicas establecen que muchas de estas culturas tienen una antigüedad superior a los 40.000 años[52]. Los aborígenes australianos eran pueblos seminómadas que vagaban por el territorio de sus ancestros, que se solía heredar patrilinealmente, viajando entre lugares donde hubiera alimento y agua en cada estación[53]. Desde niños aprendían muchas narraciones legendarias que les contaban el origen de cada río, fuente, árbol o peña del territorio y les mostraban cómo debían usarlos. Ese mundo era suyo porque era legado de sus ancestros, que fueron quienes lo hicieron en un tiempo mítico, dreamtime, y les dieron sus tótem. Cuando los antepasados míticos desaparecieron, dejaron churingas, esas piezas de piedra o de madera de forma ovalada y decoradas con diseños curvilíneos, donde reside su poder espiritual. Pero también dejaron una roca o un árbol en el lugar en que cada antepasado «entró en la tierra»[54]. Ese poder o fuerza espiritual suele estar relacionado con la salud y la fertilidad. En la tribu pitjendadjara de Australia central, «Aquellos pedruscos de Unwara son los trozos transformados de goma de acacia que en los ‘tiempos de la creación’ dejó la mujer Malili, y, por consiguiente, están llenos de kuranita o esencia vital de esa goma. Hoy constituyen un ‘centro de fertilidad’, en donde se practican ceremonias para que las distintas acacias exuden su goma en cantidad mayor»[55].

Frecuentes son los lugares donde hay espíritus niños. Una mujer mítica, Kutunga, dejó a sus hijos junto a las pozas de Niunya: «Estos niños son ahora bloques de piedra; dos de ellos, ovoides, contienen una provisión inagotable de espíritus niños sanos, los pequeños yulanya de plateados cabellos. Los otros, de figura similar , pero más irregulares en sus contornos, son origen de todas las criaturas contrahechas»[56]. Estas son evitadas sistemáticamente, como otras muchas rocas cuyo poder es maligno. En rocas, montañas, ríos y árboles reside un poder especial que procede de todo tipo de personajes mitológicos y que se puede transmitir a quien entra en contacto con esos lugares[57].

De algunas rocas se cuentan historias relacionadas con muertes violentas. Por ejemplo, los hombres ninya, también conocidos como «hombres de hielo», viven en cavernas subterráneas de hielo y, cuando salen, provocan el frío del invierno. Una vez, dos hombres ninya pelearon y se mataron en la lucha: «La sangre congelada que salía de las heridas de los hombres-ninya se ha convertido en grandes manchas blancas -no rojas- sobre el suelo del barrizal, y sus cuerpos, en dos bloques de cuarcita de color claro que resaltan en la cumbre del Monte Corner»[58]. En ocasiones, a traves de las peñas se representa a un personaje en diferentes secuencias del mismo mito. Este mismo investigador narra el mito de Nintaka, un hombre-perentie que roba una piedra de moler semillas a los hombres Ninjuri, que lo persiguen y lo matan: «En Wankaringa vimos un espectacular grupo de rocas que conmemora el incidente: la de arriba es Nintaka, con la cabeza levantada, oteando a sus enemigos; la siguiente representaba la piedra de moler robada, y el pedrusco ovoide, más debajo de la ladera, el rodete en que se llevaba la piedra»[59]. Cuando el ladrón cree haber burlado a sus perseguidores, estos lo alcanzan y lo matan: «El cuerpo del hombre-perentie muerto, Nintaka, es un curioso relieve geológico consistente en una columna casi circular de piedra, de unos 12 m. de largo por uno de diámetro, tumbada sobre la ladera». Tiene unas estrías que son las cuchilladas que le dieron sus perseguidores. «Los indígenas no suelen tocar esta piedra, pues temen que surja el espíritu de Nintaka y les haga daño»[60].

De los arunta (aranda o arrente), habitantes también de las tierras centrales de Australia, procede esta leyenda: «Dos hombres halcón-águila se comieron una gran cantidad de hombres, mujeres y niños halcón-águila. Enfermos por su codicia, vomitaron montones de lo que ahora son piedras, que están llenas de magia maligna; se mantienen cubiertas con palos, pues no deben ser vistas bajo pena de grave enfermedad»[61].

Una de sus divinidades primordiales es la denominada por los antropólogos Rainbow Serpent, la Serpiente Arcoíris[62]. Esta divinidad de la naturaleza, como la denomina Radcliffe-Brown, no solo es creadora de roquedos, ríos y manantiales sino que también es la guardiana del territorio de su tribu. Ella controla el acceso al agua, a la que solo pueden acercarse y beber los naturales, ya que está sometida a fuertes tabúes. La Serpiente Arcoíris es una divinidad bienhechora, relacionada sobre todo con el agua y la fertilidad, pero también es cruel con quienes no respetan alguna prohibición. Bolung es la Serpiente Arcoíris de la tribu Jawoyn, que habita en torno a Katherine River, en algunas pozas del cual sienten miedo de nadar por la presencia de la sierpe, pues se dice que «una formación de rocas blanquecinas en el borde del pozo de agua en Jeywunay representa los huesos de personas que fueron engullidas y vomitadas por Bolung mientras nadaban allí»[63]. Numereji es la serpiente arcoíris de la tribu Kakadu. En cierta ocasión, molestada por el llanto de un niño de un grupo aborigen acampado cerca, se los tragó a todos: «Entonces el anciano lo acusó de haberse comido a los compañeros, diciendo: Urawalla jereini jau -Es a los hombres Urawalla a los que te has comido. Entonces Numereji se despertó, se incorporó, bajó la cabeza y vomitó los huesos de todos los hombres y mujeres que había comido. Los huesos han permanecido allí hasta el día de hoy en forma de piedras»[64].

Son frecuentes las rocas que representan los restos de hombres devorados por la Serpiente Arcoíris en los tiempos mitológicos, dreamtime[65]. Aquí aparece la idea del castigo divino por algún tipo de transgresión, que en ocasiones puede ir contra las normas de emparejamiento o tabúes sexuales, como cuenta la leyenda relacionada con Chamber´s Pillar, una formidable aguja petrea que se eleva unos 50 metros sobre la llanura desértica. La leyenda de los arunta (aranda) sobre esta roca fálica y otras que hay en sus cercanías fue resumida por Baldwin Spencer así: «en los tiempos lejanos que ellos llaman Alchera, vivió un grandísimo guerrero que viajó hacia el oeste por todo el país, matando a todos los hombres que se encontró con su cuchillo de piedra y llevándose cautivas a todas sus mujeres. Una noche, en su camino de regreso, se detuvo aquí y, por sus pecados, él y las mujeres se convirtieron en pilares de piedra[…] Chamber´s Pillar representa al hombre y las torretas de Castle Rock a las mujeres».[66]. El nombre nativo de la peña, Iturkaworra, hace referencia a lo fálico en relación con el hombre malvado, a la forma de la roca y a la transgresión del tabú sexual.

Un paisaje sagrado a orillas del Duero

Un paisaje nunca puede ser confundido con un territorio, aunque a menudo se haga, casi siempre por aplicar la palabra «paisaje» para nombrar el territorio. El paisaje es un fenómeno cultural[67], no meramente físico ni geográfico, que se fundamenta en una historia, en una narración, que da sentido al territorio como mundo habitado, como un cosmos de un pueblo que se siente ligado a ese territorio de forma especial. De ese sentimiento, que se canaliza a través de la religión, de la cultura, surge el paisaje. Ese pueblo vive en ese territorio, lo recorre con sus ganados, lo trabaja con sus arados, pero se convierte en paisaje porque tiene una forma de mirarlo, y también de pensarlo e imaginarlo, que cambia con el tiempo, históricamente, pero que al mismo tiempo vive en unas tradiciones tozudamente persistentes, incluso más allá de cataclismos históricos.

Según las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en 1929 y 1931 por Blas Taracena, y las más recientes realizadas ya en nuestro siglo, frente al actual pueblo de Langa de Duero, «nos encontramos ante una ciudad de grandes dimensiones dentro de la red urbana celtibérica del alto Duero de este periodo»[68]. Se piensa que los restos encontrados, que se extienden desde la ermita de la Virgen de Paúl por el pago de las Quintanas hasta la Cuesta del Moro, corresponden a la antigua ciudad arévaca de Segontia Lanca, que tuvo su máximo desarrollo en los siglos II-I a. C. Sin embargo, no se han hallado restos de época romana, por lo que sus excavadores creen que «la ocupación de la ciudad no superó el cambio de era». La causa principal se debería a que «el trazado de la vía XXVII, que en lugar de discurrir cerca del valle del Duero lo abandona para dirigirse a Clunia, ahora convertida en el centro político y económico fundamental a nivel comarcal, ilustra la desaparición de la ciudad y explica la ausencia de un núcleo urbano destacable en este tramo del valle durante el periodo imperial romano»[69]. Es decir, se truncó su posible desarrollo urbano, pero continuaría su existencia como un poblado rural que posteriormente se trasladó a la otra margen del Duero. Una explicación más compleja del poblamiento de la comarca en los siglos del cambio de era, cuando se pasa de la plena cultura celtibérica a la romanización, expone Martínez Caballero[70]. Este autor considera que el núcleo parcialmente excavado en Las Quintanas-Cuesta del Moro sucedió en estos siglos a otro anterior situado en el Castro de Valdanzo, y que en época imperial se disolvió en varios nucleos menores. De todas formas, el escaso conocimiento arqueológico de la zona hace que todo sea todavía poco claro.

Si observamos el mapa topográfico de la comarca (fig. 15) comprobamos que Las Monjas están apenas a cuatro kilómetros de la antigua ciudad celtíbera de Segontia Lanca, y la ermita de la Virgen del Monte a otros tantos más al oeste, todo ello en medio del bosque de enebros que parcialmente se ha conservado hasta hoy. Estos montes tuvieron hasta el siglo xx un aprovechamiento pastoril muy alto, como nos demuestran tanto el testimonio de las gentes nacidas antes de la Gerra Civil, como el gran número de corrales y tenadas, ahora arruinados, que todavía existe en ellos.

Como hipótesis, podemos pensar que el Monte Sacro de los documentos medievales deriva de la tradición popular milenaria del carácter sagrado que tuvo en época celtibérica, de la existencia de un nemeton[71] celtibérico al que acudiría regularmente la población de la cercana Segontia Lanca. Un santuario al aire libre en medio de un monte de enebros, rodeado por uno de sus lados por el río Duero, con varios manantiales y arroyos, uno de los cuales brota bajo una cueva, ahora ocupada por la ermita de la Virgen de la Concepción del Monte, y una hilera de rocas antropomorfas que parecen caminar hacia occidente, y que se creen petrificaciones de seres castigados por romper un tabú . Son muchos rasgos reunidos en un solo lugar y, además, a las puertas de una ciudad arévaca conocida.




NOTAS

[1] A. Martín Criado, «Antiguas creencias populares», Revista de Folklore, nº 217, 1999, pp. 3-22.

[2] M. Almagro-Gorbea, «El «Canto de los Responsos» de Ulaca (Ávila): un rito celta del Más Allá», Ilu Revista de Ciencias de las Religiones, 2006, 11, pp. 5-38; «Sacra Saxa. ‘Peñas Sacras’ propiciatorias y de adivinación de la Hispania Céltica», Estudos Arqueológicos de Oeiras, 22, 2015, pp. 329-410; M. Almagro-Gorbea y Á. Gari Lacruz (eds.) SACRA SAXA. Actas del Coloquio Internacional celebrado en Huesca del 25 al 27 de noviembre de 2016, Huesca: Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2017. SACRA SAXA II. Las piedras sagradas de la Península Ibérica. Actas del II Coloquio Internacional sobre Sacra Saxa, celebrado en Huesca en noviembre de 2019. Huesca: Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2021; M. Almagro-Gorbea, J. Esteban Ortega, J. A. Ramos Rubio y O. San Macario Sánchez, Berrocales sagrados en Extremadura: Orígenes de la religión popular en la Hispania Céltica, Badajoz: Caja Rural de Extremadura, 2021.

[3] Stiht Thompson, Motif-index of folk-literature : a classification of narrative elements in folktales, ballads, myths, fables, mediaeval romances, exempla, fabliaux, jest-books, and local legends. C. Motifs of tabu.
https://sites.ualberta.ca/~urban/Projects/English/Motif_Index.htm

[4]Iuniperus Thuriphera, conocido en otros sitios como sabina. También hay enebro cabruno o rastrero (Iuniperus Communis). Véase mi Vocabulario de la Ribera del Duero. Biblioteca 14, Aranda de Duero, 1999.

[5] Esta leyenda, conocida en todos los pueblos de los alrededores, ya la publiqué hace más de veinte años en mi articulo «Antiguas creencias populares» en la Revista de Folklore, nº 217, 1999, p.7.

[6] Si trazamos una línea que una todas las peñas a lo largo de un kilómetro la dirección es noroeste, que en definitiva es la del río Duero en esa zona, si bien este no corre recto sino que tiene varios meandros.

[7] M.Almagro-Gorbea, «Sacra saxa: una propuesta de clasificación y metodología de estudio», en M. Almagro-Gorbea y Á. Gari Lacruz (eds.) SACRA SAXA. Actas del Coloquio Internacional celebrado en Huesca del 25 al 27 de noviembre de 2016, Huesca: Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2017, p. 18.

[8]Ib., p. 20.

[9] M. Almagro-Gorbea, J. Esteban Ortega, J. A. Ramos Rubio y O. San Macario Sánchez, Berrocales sagrados en Extremadura: Orígenes de la religión popular en la Hispania Céltica, Badajoz: Caja Rural de Extremadura, 2021, pp. 23-25.

[10] Sobre la historia del monasterio hay un estudio reciente, la tesis doctoral de M. T. Angulo Fuertes, El monasterio premosntratense de Santa María de La Vid (Burgos). Siglos xii-xv. Facultad de Geografía e Historia de la UNED, 2015.
http://e-spacio.uned.es/fez/view/tesisuned:GeoHis-Mtangulo

[11] J. Loperráez Corvalán, Descripción histórica del obispado de Osma.III. Colección diplomática. Madrid: Imprenta Real, 1788. Cito por la edición de Turner de 1978, p. 31.

[12]Ib., p. 37. M. T. Angulo Fuertes da esta lectura: «et locum illum qui dicitur Vit, qui etiam uoccatur Monsacro», Op. cit., p. 593.

[13] J. Loperráez Corvalán, Descripción histórica del obispado de Osma. II. Con tres disertaciones sobre los sitios de Numancia, Uxama y Clunia. Madrid, 1788, pp. 190-191.

[14] Aunque la primera acepción del significado de «monte» que figura en el DRAE es la etimológica de ‘montaña, cumbre’, como en latín, la segunda, que es la mas usada en el castellano del valle del Duero, es’terreno inculto donde crecen plantas y árboles’.

[15] M. T. López de Guereño, Monasterios medievales premostratenses. Reinos de Castilla y León, I, Salamanca: Junta de Castilla y León, 1997, p. 55. Hay que tener en cuenta que, por otro lado, en Hispania, existía una larga tradición de monasterios dúplices desde época visigoda: J. Orlandis, «Los monasterios familiares en España durante la Alta Edad Media», Anuario de historia del derecho español, 26, 1956, pp. 5-46; «Los monasterios dúplices españoles en la Alta Edad Media», Anuario de historia del derecho español, 30. 1960, pp. 49-88.

[16] . Loperráez, Op. cit., II, pp. 202-203. M. T. Angulo Fuertes afirma: «En el caso concreto del monasterio de La Vid, la tradición establece que las canonesas vitenses fueron desplazadas a dos monasterios, en Fresnillo y en Brazacorta, fundados expresamente para acogerlas tras ser expulsadas de la casa matriz», Op. cit., p. 456. En la misma página, la autora cita un documento recogido en el Tumbo del monasterio, si bien no existe el original, en que se habla de una donación hecha a «Dominico abbati Montis Sacris et vestris successoribus et fratribus et sororibus vestris», es decir, «a los hermanos y hermanas».

[17] M. V. Basterra Adán, «Origen del convento del Corpus Christi y de la devoción de la Virgen de Viarce», Publicación de la Institución Tello Téllez de Meneses, 77, 2006, pp. 155-189.

[18] M. Pedrosa, C. J. Palacios y E. Rubio Marcos, Héroes, santos, moros y brujas (leyendas épicas , históricas y mágicas de la tradición oral de Burgos). Burgos: Tentenublo, 2001, pp. 117-118.

[19] https://lacantabriaburgalesa.wordpress.com/2015/05/31/los-moros-las-moras

[20] Martín Almagro Gorbea, Ignacio Ruiz Vélez, Mª Victoria Palacios Palacios, «las «peñas sacras» de Gete (Pinilla de los Barruecos, Burgos)». Sobre religiosidad céltica en el alto valle del río arlanza» Arqueología en el valle del Duero. Del Paleolítico a la Edad Media. 6 (pp. 217-246) Véase p. 219.

[21] Dice Hesíodo en Teogonía: «Parió la Noche al maldito Moros, a la negra Ker y a Tánato…», 211.

[22] M. Almagro-Gorbea, «Sacra Saxa. ‘Peñas Sacras’ propiciatorias y de adivinación de la Hispania Celtica», Estudos Arqueológicos de Oeiras, 22, 2015, p. 340.

[23] https://www.zarzalejo.es/las-machotas/

[24] J. M. Vilar Pacheco, «La cambra de las palabras.»El fraile y la Monja» de bronchales: dos versiones legendarias», Rehalda, 8, 2008, p. 10.
https://dialnet.unirioja.es/ejemplar/204239

[25] R. Violant y Simorra, El Pirineo español, Madrid: Plus Ultra, 1949, p. 496.

[26] http://adamuzturismosostenible.blogspot.com/2011/02/el-fraile-mochilon.html

[27] https://tracksrioja.blogspot.com/2018/06/paseo-por-la-historia-de-nalda.html

[28] https://www.bustarviejo.org/disfruta-bustarviejo/presentacion-del-pueblo/apartado/2/Historias-y-leyendas#Inicio

[29] https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/2019-04-11-barranco-del-garganton-paraje-de-las-monjas-frailes-sendero-umbria-de-pandaleon-hasta-el-35151486

[30] http://www.mineraldelchico.com.mx/portfolio/penas-las-monjas/

Por otra parte, J. A. Genis Pérez y M. J. Palacios Guerrero, «Propuesta de análisis estructural de mitos asociados al compadrazgo», Escritos Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje, 41, enero-junio de 2010, pp. 105-139, sostienen que «la imaginación popular también ha asociado ciertas formaciones pétreas con relatos sobre compadres que infringen normas de incesto; a su vez, estas asociaciones míticas se ubican en las veredas tradicionales de peregrinación religiosa popular» (pp. 112-113).

[31] Paul Sébillot, Le folk-lore de France. I Le ciel et la terre. París: E. Gilmoto Ed., 1904, p. 302.

[32]Ib, p. 304: «D´ordinaire, ces moines de pierre sont metamorphosés en punition de leurs pechés».

[33] L. Yravedra y E. Rubio, Leyendas y tradiciones de La Rioja. Logroño: IER, 1980, pp. 60-61.

[34] J. Asensio García.
https://www.riojarchivo.com/el-picuezo-la-picueza-y-la-harinosa

[35] J. M. Pedrosa, C. J. Palacios y E. Rubio Marcos, Op. cit., pp. 239-240.

[36] A. I. Ortega Martínez, «Leyendas y creencias sobre las cavidades del Karst de Ojo Guareña», Kaite. Estudios de Espeleología Burgalesa, 4-5, 1986, p. 395.

[37] P. Ovidio Nasón, Metamorfosis. Madrid: CSIC, 1988, IV. 628-662, pp. 149-150.

[38]Ib., V. 1-249, pp. 160-170.

[39] A. Ruiz de Elvira, Mitología clásica. Pp. 122-123.

[40] P. Ovidio Nasón, Metamorfosis…, II. 708-832, pp. 74-80.

[41] M. T. Angulo Fuertes, Op. cit., pp. 149-155 sobre «La relajación de la moral y las costumbres monásticas de La Vid en la época bajomedieval» y pp. 209-245 sobre «Los pleitos y concordias del monasterio de La Vid».

[42] A. de Fuentalapeña, En ente dilucidado. Madrid: Editora Nacional, 1978 (primera edición de 1676), afirma: «a estos Duendes en Castilla les llaman Trasgos», p. 275. Un resumen de todo este tipo de creencias y mitos puede verse en J. Caro Baroja, «Los duendes en la literatura clásica española», Del viejo folklore castellano. Valladolid: Ámbito, 1984, pp. 133-172.

[43] A. de Fuentelapeña, Op. cit.pp. 283-286.

[44]Ib. p. 343.

[45] Calderón de la Barca, La dama duende. «mostrándose en diversas formas, que unos dizen que lo vieron en figura de frayle» (Torquemada, Jardín de flores curiosas)

[46] Alfonso de Palencia, Universal vocabulario en latín y en romance. Tomo I, Sevilla, 1490.
http://www.cervantesvirtual.com/obra/universal-vocabulario-en-latin-y-en-romance-tomo-i--0/

[47] J. Salido Domínguez y M. Rodríguez Ceballos, «Figurillas de encapuchados hispanorromanos: Definición, clasificación e interpretación», Archivo Español de Arqueología 2015, 88, págs. 105-125, cita en p. 106.

[48]Ib., pp. 108-112.

[49] B. Taracena Aguirre, Excavaciones en la provincia de Soria. Memoria, Madrid,1932, p. 57. Versión digital en:
https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.do?id=1134

[50] P. Sébillot, Op. cit., pp. 334-335.

[51] M. Almagro-Gorbea, «Sacra saxa: una propuesta de clasificación y metodología de estudio», en M. Almagro-Gorbea y Á. Gari Lacruz (eds.) SACRA SAXA. Actas del Coloquio Internacional celebrado en Huesca del 25 al 27 de noviembre de 2016, Huesca: I E A, 2017, pp. 10-33, cita en p. 12.

[52] D. W. Hamacher y R. P. Norris, «Australian Aboriginal Geomythology: Eyewitness Accounts of Cosmic Impacts?», The Journal of Astronomy in Culture. 2010.
https://arxiv.org/ftp/arxiv/papers/1009/1009.4251.pdf

[53] Por este territorio pueden transitar personas de otras tribus, pero se considera un acto de mucha hostilidad que beban agua, recolecten alimentos o cacen sin antes pedir permiso a sus propietarios, cosa que suelen hacer. De lo contrario, se desencadenan enfrentamientos y luchas que pueden acarrear muertes.

[54] B. Spencer y F. J. Gillen dicen sobre los arunta (aranda):«When, as happened to all of them sooner or later, they died and went into the earth, that Churinga remained behind and along with it the spirit part. At the same time there always arose some natural object, a rock or tree, to mark the spot where the Alcheringa being went into the earth, and this natural object was henceforth the Nanja rock or tree of the spirit of that particular individual whom it represented»; The Native Tribes of North Central Australia. Londres: Mcmillan, 1899, p. 513.

[55] C. P. Mounford, Rostros bronceados y arenas rojas. Mitos y ritos de los indígenas de Australia Central. Barcelona: Labor, 1965, p. 178. A veces ese poder es denominado «magia», véase P. Waterman, Tale type index of Australian Aboriginal oral narratives. Helsinki: FFC, 1987, nº 4550 (2).

[56] C. P. Mountford, Op. cit., p. 195.

[57] Muchas tribus dan a ese poder un nombre especial, por ejemplo: «The Gunwinggu call these objects djang i.e. «an object which contains some power or essence from the mythological era».These djang are dispersed through the land in the form of hills, ridges, creeks and river gorges». C. Dean, «The australian aboriginal ‘dreamtime’ (its history, cosmogenesis, cosmology and ontology)», p. 30.
https://fdocuments.in/document/the-australian-aboriginal-dreamtimepdf.html

[58] C.P. Mountford, Op. cit., p. 90.

[59]Ib., p. 186.

[60]Ib., p. 187.

[61] P. Waterman, Op. cit., 4555.»The eaglehawk men and the magic stones. (1) Two eaglehawk men ate a large number of eaglehawk men, women and children. Ill from their greed, they vomited heaps of what are now stones. These are full of evil magic, are kept covered with sticks, must not be seen on pain of extreme illness». Traducción del autor.

[62] Radcliffe-Brown, «The Rainbow-Serpent Myth of Australia», The Journal of the Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland, 56, 1926, pp. 19-25.

[63] «A formation of whitish rocks at the edge of the waterhole at Jeywunay is said to represent the bones of people who have been killed and regurgitated by the Bolung while swimming there», JAWOYN https://www.jawoyn.org.au/culture/dreaming 4.14 The Bolung dreaming, (p. 40).

[64] B. Spencer y F. J. Gillen, The Northern Tribes of Central Australia. Londres: Macmillan, 1904, p. 292. «Then the old man accused him of having eaten the black fellows, saying, Urawalla jereini jau --It is the Urawulla men that you have eaten. Then Numereji awoke, lifted himself up, put down his head and vomited forth the bones of all the men and women he had eaten. The bones have remained there to this day in the form of stones».

[65] «Tiempo de ensueño», cuando habitaban la tierra los antepasados míticos, sus ancestros, no los humanos actuales: C. P. Mountford, Op. cit., p. 124.

[66] B. Spencer, Wanderings wild Australia, Londres: Mcmillan 1928, p. 55 : «in the far-away times that they call Alchera, there lived a very great fighting man who journeyed westwards across the country, killing all the men whom he met with his stone knife and taking all their women captive. One night, on his way back, he stopped here and, for his sins, he and the women were turned into pillars of stone[...] Chamber´s Pillar represents the man and the turrets of Castle Rock the women».

[67] «Un paisaje no es nunca natural, sino siempre cultural», Alain Roger, Breve tratado del paisaje. Madrid: Biblioteca Nueva, 2007, p. 137. Véase F. López Silvestre, «Pensar la historia del paisaje», en J. Maderuelo (ed.) Paisaje e historia. Madrid: Abada Editores, 2009, pp. 9-52.

[68] C. Tabernero Galán, «Segontia Lanca y el conjunto arqueológico de “las Quintanas – la Cuesta del Moro” en Langa de Duero (Soria)». Anejos de Segovia Histórica 2, 2017, pp. 91-109. Cita en p. 106.

[69] Ib., p. 107.

[70] «Segontia Lanca (Hispania Citerior). Propuesta para la identificación de la ciudad celtíbera y romana». Veleia, 27, 2010, pp. 141-172.

[71] F. Marco Simón, «La religión indígena en la Hispania indoeuropea», Historia de las religiones de la Europa Antigua. Madrid: Cátedra, 1994, pp. 313-400, en especial, sobre santuarios tipo nemeton, pp. 356-361. En la misma obra, G. López Monteagudo, «La religión céltica, gala y galo-romana», pp. 421-488.



Monjas y frailes de piedra (Sacra Saxa). Un paisaje sagrado en la Ribera del Duero

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 481.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz