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El objetivo de este breve estudio es recorrer las principales fuentes de la literatura griega que nos transmiten de una manera más o menos global la leyenda del héroe Belerofonte con un triple objetivo: (a) Explicar la hermenéutica del comportamiento mítico de un héroe a través del comentario del texto base en que se nos ha transmitido la leyenda de este héroe (Il. VI, pp. 155–205) y tratar de buscar relaciones a través de los loci communes que se observan en otros relatos míticos de héroes (cf. Heracles o Perseo). (b) Situarlo en un contexto sociocultural en el que poder establecer lazos entre religión, culto heroico y sociedad que hemos visto en otros paradigmas heroicos a lo largo de la literatura. (c) Comparar brevemente las distintas versiones de este mito con otras de la literatura de época arcaica o clásica (1).
1. FUENTES, ORIGEN Y EXPLICACIÓN DEL MITO
Belerofonte pertenece a un núcleo de héroes relativamente muy antiguo que ya aparecen mencionados en los poemas homéricos, concretamente en aquél al que la crítica tradicional suele atribuir mayor antigüedad: la Ilíada. Como demostraremos, esta antigüedad será importante para determinar su posición en la cronología relativa de los mitos heroicos griegos. El primer retrato de la leyenda heroica de Belerofonte aparece en el canto VI, justamente en el episodio en que Diomedes y Glauco, caudillo de los licios y aliado de los troyanos, se disponen a entrar en lid. Sin embargo, al percatarse de que en sus respectivas genealogías permanece aún vigente un viejo pacto de hospitalidad, se despiden amistosamente sin mediar batalla (2). En medio del desarrollo de la genealogía de Glauco II (vid. cuadro genealógico de Belerofonte infra), Homero introduce, como es habitual en la técnica compositiva de la épica arcaica, una breve digresión mitológica en la que se narra el núcleo mítico básico y, a la vez, más antiguo del héroe Belerofonte. De esta primera versión partiremos. A continuación, constataremos que la historia completa hay que reconstruirla a través de otra fuente bastante antigua como es Píndaro. En realidad, en estas dos versiones consideradas básicas no se nos transmite nunca un mito completamente reconstruido pues, como es bien sabido, una de las principales características del tratamiento de los mitos en la Antigüedad radicaba en su gran heterogeneidad y flexibilidad en los tratamientos hasta el punto de que unas versiones pueden completar a otras e incluso distar mucho en sus interpretaciones de modo que, para obtener una visión global del comentario, nos vamos a servir de las siguientes:
1. Ilíada VI, pp. 152–199.
2. Píndaro, Olímpicas XIII, pp. 87 y ss./Ístmicas VII, pp. 44 y ss.
3. Pseudo-Apolodoro (mitógrafo tardío), Biblioteca I, p. 9,3/ III pp. 3,1 y ss. (3).
En primer lugar hay que decir que la historia en Homero parece estar abreviada, como se colige de la lectura completa del resto de las versiones, debido al conocimiento general que de este mito seguramente tenía la audiencia receptora de la literatura oral arcaica. En el pasaje de la Ilíada, dentro de ese esquema fundamental de los mitos de funcionar en base a evoluciones genealógicas, se nos presenta el linaje de Belerofonte como hijo de Glauco I y nieto de Sísifo. Además, se destacan las virtudes sobrenaturales características de todo héroe (cf. semidios) y procedentes de disposiciones divinas: (“Sísifo engendró a Glauco, y éste al más eximio Belerofonte, a quien los dioses concedieron gentileza y envidiable valor” [Il. VI, pp.153–155]). De manera muy hábil el poeta recuerda a su audiencia las coordenadas genealógicas que sitúan a nuestro héroe en un contexto histórico muy antiguo, en realidad, su heroicidad le sitúa, cronológicamente hablando, dentro del grupo de héroes coetáneos a la primera gran empresa panhelénica de la marcha contra Tebas denominada los Siete contra Tebas. Aunque no hay constancia directa de que Belerofonte participara en tal afrenta, hay que decir que el relato de su nieto Glauco II lo sitúa en ese contexto cronológico. Si tenemos en cuenta una cronología prehistórica anterior a la llegada de los hombres mortales y basada en las empresas comunes que realizaron los héroes míticos de la antigua Grecia, podemos llegar a conclusiones plausibles que nos permitan situar a Belerofonte en este contexto en relación con otros héroes. Según nos transmite Homero (cf. Il. IV, pp. 365–410), el padre de Diomedes, Tideo, participó en la primera expedición contra Tebas, denominada Siete contra Tebas; el propio — 136 — Alfonso Vives Cuesta Diomedes, por su parte, en la segunda, llamada de los Epígonos. Si nos fijamos en que la primera expedición es anterior en una generación a la guerra de Troya y que la segunda, en la que participa Diomedes, es sólo unos pocos años anterior, y que Glauco II, que aparece en este pasaje, es nieto de Belerofonte, podemos concluir que Belerofonte vivió contemporáneamente a ese primer gran episodio de la historia heroica de Grecia de los Siete contra Tebas, momento antiguo al que se remonta el relato mitológico que transmite Homero ya que, como se ha visto en el canto VI de la Ilíada, su nieto se enfrenta al gran héroe aqueo Diomedes. Además, esta hipotética cronología queda totalmente demostrada con la participación en el canto XVI de la Ilíada del valeroso cuadillo licio Sarpedón, hijo de Ladodamía, la única hija hembra de Belerofonte.
Haciendo acopio de las versiones más antiguas del mito, podemos llegar a reconstruir el cuadro genealógico de nuestro héroe tal como se representa a continuación:
Llegados a este punto, es momento de reconstruir la versión clásica del mito introduciendo aquellas calas que, tomadas principalmente de las versiones tardías del mitógrafo Ps.-Apolodoro, consigan transmitir la versión completa de la historia de este héroe.
Píndaro transmite una versión del mito que coloca a Belerofonte como hijo del dios Poseidón y al mismo tiempo, por vía materna, también lo entronca con la familia real de Corinto (Argólide). Se cuenta que Belerofonte tuvo que abandonar Corinto tras haber dado muerte involuntariamente a un hombre cuya identidad varía según las fuentes: unos dicen que es el propio hermano de Belerofonte, Delíades; otros Pirén (cf. cuya relación etimológica con la célebre fuente de Pirén en Corinto es patente) e incluso contamos con otros testimonios que aseguran que el asesinado fue un tirano de Corinto llamado Bélero. Parece que la elección más generalizada y coherente lo relaciona con la última de las tres posibilidades, hecho que se justifica plenamente con la etimología del nombre compuesto del héroe (gr. Bellerofo´nthß “el asesino de Bélero”) (4). A consecuencia de este trágico accidente, Belerofonte hubo de exiliarse de su tierra (gr. fyga´ß) pues, en el contexto religioso y moral de la antigua Grecia todo homicidio es una tacha (gr. a‘marti´a) que exige expiación y castigo de la culpa y en este sentido no hay mayor pena que la de la expatriación. Tras su huída, Belerofonte se refugió suplicante en la corte del rey de Tirinto Preto en cuyo palacio purificó la falta por él cometida, y se le rindieron honores de huésped durante nueve días. Sin embargo, el hado insondable que interviene constantemente en el desarrollo de los mitos provocando situaciones insospechadas que a menudo conducen a la fatalidad de los que las sufren, hizo que la esposa de su anfitrión Estenebea (Antea en la versión homérica) se prendiera perdidamente de él. Cuando el sensato héroe rechazó sus insinuaciones, ella le acusó falsamente de haber intentado seducirla y así se lo hizo saber a su esposo Preto en tono amenazante (cf. Il. “Muérete, Preto o haz matar a Belorofonte, que ha querido juntarse amorosamente conmigo sin que yo lo deseara”). Preto creyó la maliciosa triquiñuela de su orgullosa esposa y, fuera de sí, pensó en dar muerte a su invitado. Sin embargo, las rigurosas leyes de hospitalidad que regían en el código de conducta moral de la Grecia antigua le impedían dar muerte a un huésped suplicante, hecho que provocaría la venganza de las Erinias, por lo que decidió enviar a Belerofonte junto a su suegro Yóbates rey de Tirinto con una carta secreta sellada en la que estaba escrito que Belerofonte debía morir (cf. PsApoll. Bibli. pp. 2,30 y ss.). Yóbates, igualmente maniatado por el peso de los lazos de hospitalidad que le impedían maltratar en cualquier modo a un huésped real le encargó subrepticiamente a Belerofonte que librase a su país de la Quimera (monstruo femenino de poderes sobrenaturales que escupía fuego por la boca: su horrenda naturaleza la conformaban una cabeza de león, cuerpo de macho cabrío y cola de serpiente). Hasta este momento observamos que este mito ofrece analogías evidentes con otras leyendas heroicas importantes como las de Heracles o Perseo. En el primer caso por la mancha pecaminosa originada fortuitamente por el héroe y las sucesivas pruebas (cf. los doce trabajos de Hércules) que se le ponen como obstáculo, como catarsis de su pena (gr. poinh´). En el segundo, por el rol civilizador que desempeña el héroe como restablecedor del orden (gr. ko´smoß) en el mundo al acabar con un monstruo destructivo símbolo del Caos de los primeros tiempos que describe Hesíodo en su Teogonía (5).
Pues bien, Belerofonte, al igual que Perseo hiciera al vencer a Medusa una de las tres Gorgonas o Heracles, a su vez, con el león de Nemea o el jabalí de Erimanto, logra vencer al terrible monstruo de la Quimera haciendo valer así su posición de héroe civilizador que, con la ayuda del mundo divino del cielo, logra derrotar y aniquilar a este monstruo (6). Se insiste en la idea de su procedencia celeste porque es este factor y no otro el que legitima al semidios Belerofonte a cumplir el papel de liberador de los males heredados de la situación caótica de la noche de los tiempos. Este vínculo consustancial a su heroicidad se refleja simbólicamente en que, como transmite Ps.Apolodoro (Bibl. p. 2.32.1), Belerofonte logró asaetear y vencer definitivamente a la Quimera montado a lomos del caballo alado Pegaso que fue engendrado por el dios Poseidón y nacido de la sangre de Medusa al ser decapitada por Perseo, tras hacerla penetrar un trozo de plomo por su garganta que deshizo sus vísceras. El símbolo celeste de las alas, igual que el de las sandalias aladas de otro héroe civilizador como Perseo, nos trae a la memoria el origen divino–celeste de nuestros héroes (7). En el caso de Belerofonte hay que recordar (vid. cuadro genealógico) que tiene por antepasado al dios Eolo por vía paterna (cf. Píndaro Olímp. XIII, pp. 63 y ss.).
En resumen, desde el punto de vista de la cosmovisión griega no es muy complicado entender cómo un héroe matador de monstruos se acaba convirtiendo en un héroe civilizador que restablece la armonía y el bienestar idílico al acabar con los pocos reductos que en la edad de los héroes aún quedan de la primigenia regencia del Caos (8).
Si regresamos al punto del relato mítico en que nos habíamos detenido, hay que decir que el rey Yóbates lejos de recompensar la tremenda hazaña realizada por Belerofonte de acabar con la Quimera, lo envía a otra aparentemente inverosímil empresa: acabar con los cruentos Sólimos y sus aliadas las rebeldes Amazonas. Una vez vencidos ambos con la indispensable ayuda de Pegaso, Belerofonte derrotó a una caterva de piratas carios dirigidos por Quimárroo (cf. derivado de gr.ximaira “cabra”). A su regreso a la ciudad, el rey urdió un nuevo ardid para destruirlo y escogió una pléyade de aguerridos nobles licios para que tendieran una emboscada a Belerofonte, pero éste logró zafarse de tal afrenta y los dio muerte a todos (9). Ante tal cúmulo de gestas cumplidas exitosamente por parte del héroe, el rey Yóbates termina por claudicar y reconoce el origen divino del héroe y tras mostrarle la carta recibida y pedirle cuenta exacta de los hechos acaecidos, le entrega por esposa a su hija Filónoe y le nombra heredero del reino de Licia. Es de esta relación entre Belerofonte y Filónoe de la que nacerá Laodamía, que en unión con Zeus engendrarán al gran héroe Sarpedón.
Una vez recibidos los agasajos y reconocimiento reales y públicos del rey de Lidia, el héroe embebido por la desmesura del orgullo por las gestas conseguidas, se deja llevar por una ciega vanidad y trata de alcanzar el destino divino del Olimpo volando a lomos de su inseparable Pegaso en el conato de seguir los pasos de otros héroes que vieron culminar su gloria (gr. kle´oß) en lo excelso del mundo celeste. Así, por ejemplo, Heracles consiguió la inmortalidad y Perseo en virtud de un catasterismo prodigioso se convirtió en una constelación. Sin embargo, el sino de nuestro héroe va a verse frustrado radicalmente por esos giros inesperados que las leyendas míticas llevan aparejados. En su intento por alcanzar el umbral olímpico, Belerofonte rebasó sus posibilidades humanas y al tratar de compararse con la jerarquía divina cometió un acto de ybriß, o, al menos, así nos lo narra Píndaro en su Ístmica VII, y acabó muriendo de la manera más humillante para un héroe, pues según una tradición tardía que parece remontarse a Juan Tzetzes, Zeus dejó en evidencia la capacidad divina de Belerofonte al enviar un tábano que picó a Pegaso quien en su batida y ajetreo arrojó a Belerofonte contra la tierra donde murió aplastado. Desde la perspectiva de la escrupulosidad religiosa arcaica aquí se activa un principio general dominante desde los poemas homéricos a las tragedias de Esquilo. En este contexto, predomina una religión presidida por la ley divina emanada del poder omnímodo del dios de dioses Zeus. En virtud de esta ley existe una jerarquización perfecta del orden universal en la que cada ser debe cumplir las funciones requeridas a su status: existen los hombres mortales, esa especie de semidioses que son los héroes y los distintos dioses sobre todos los cuales domina hegemónicamente Zeus. Pues bien, el postulado básico de esa ley divina es que cualquiera de los miembros de esta jerarquía, si comete el despropósito de ser soberbio y trata de ansiar alcanzar ilegítimamente una posición celestial que no le corresponde por mor de esa ley divina, está incurriendo en una falta de desmesura, de insolencia (gr. ybriß) que empuja a los hombres y a los héroes a emular a los dioses o a rivalizar con ellos. Según la moral griega arcaica, esta actitud de los hombres se debe a una funesta ceguera (gr.ath) que impide a los mortales medir conscientemente las consecuencias de sus actos. Consecuentemente, estas faltas provocan la indignación divina (gr. nemesiß) que en virtud de otro precepto divino (gr. uemiß) de inexorable cumplimiento impuesto por Zeus hace pagar cumplido castigo a quienes la trasgreden. En esta línea de actuación, el desenlace fatal del mito de Belerofonte es utilizado por Píndaro, poeta por antonomasia paradigma de este tipo de códigos morales de la época arcaica, como un exemplum moralizante que pretende advertir a los griegos de la dimensión del castigo del hombre que se deja llevar por la desmesura. Paralelamente, bajo un prisma más espiritualista, Belerofonte representa el fracaso de esa aspiración ascensional de algunos héroes que, en otros casos, resultó opuestamente exitosa (cf. Perseo o Hércules).
2. BELEROFONTE: HÉROE DE LOS LICIOS
Por algunos restos documentales epigráficos parece evidente que el mito y la genealogía de Belerofonte fueron fácilmente adaptados por el pueblo licio. Como se puede observar a lo largo de la historia de la religiosidad griega en numerosas ocasiones, el papel desempeñado por los héroes en el marco de la cohesión político–social de las póleis en la antigua Grecia es esencial. En un momento histórico en que los lazos de hermandad local y de identificación patriarcal tenían como linderos las fronteras de las ciudades–estado, el entroncar a los antepasados de una determinada pólis con un héroe tenía un valor extraordinario, al igual que los mitos de autoctonía, porque a través de la línea genealógica de un héroe se propicia que los antepasados remotos de los habitantes de una determinada región presenten vínculos de parentesco con una divinidad, a través del vector que marca el héroe local al que rinden culto. Este hecho es fundamental para comprender la situación de equilibrio y de legitimación histórica y política en la sociedad griega y, lo que es más importante, la nobleza de un pueblo.
En definitiva, Belerofonte es un héroe épico que tardíamente se convirtió en un héroe de culto en Corinto (asociado al culto de Poseidón y Atenea) y fundamentalmente en Licia. Los restos arqueológicos son esta vez los que nos confirman este hecho ya que existen vestigios de un antiguo culto funerario a Belerofonte en la ciudad licia de Tlos, donde en la Antigüedad se suponía que descansaban los restos de Belerofonte. Existen evidencias arqueológicas que indican la existencia de este culto por toda la ciudad. El culmen de este hecho lo representa el que los primeros gobernantes de Tlos proclamaban su descendencia autóctona de este héroe mítico.
No parece existir discrepancia en el hecho de que Belerofonte fuera un héroe griego, pero que desde muy pronto se relacionó con la región de Licia. De este modo, es de suponer que las versiones retocadas de los mitógrafos tardíos lo relacionaran con la corte licia de Yóbates de la que acabará siendo heredero. Aprovechando que el héroe aparece actuando contra la Quimera en esa región, se hace muy plausible que los licios aprovecharan estas versiones para justificar su dependencia local de este gran héroe. Es decir, una leyenda heroica griega antigua en la que aparecía un héroe civilizador “matador de monstruos” se convierte en versiones posteriores en el acicate definitivo para convertir a Belerofonte en el antepasado heroico y civilizador de la región de Licia donde consecuentemente se le comenzó a rendir culto. Además, Belerofonte es el abuelo por vía materna de Sarpedón, el héroe fundador de Licia que es hijo de Laodamía y de Zeus. Sarpedón ya aparece en la Ilíada encarnando el egregio papel de jefe de las huestes del contingente licio. En el relato homérico murió a manos de Patroclo. Zeus hizo que su cadáver fuera hecho llevar a Licia para que recibiera los merecidos homenajes de héroe. Pero la historia de Sarpedón es ya arena de otro costado.
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3. BIBLIOGRAFÍA
Fuentes primarias y obras generales de consulta
APOLODORO: Biblioteca, Madrid, Gredos, 1985 (trad. M. R. de Sepúlveda).
GRAVES, R. (2005): Los mitos griegos, Barcelona, RBA.
GRIMAL, P.: Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, 1965 (orig. París, 1951).
HOMERO: Ilíada, Madrid, Gredos, 2000 (trad.Emilio Crespo Güemes).
HOMERO: Odisea, Madrid, Gredos, 2000 (trad.José Manuel Pabón).
MARTIN, R. (ed.). (2004): Diccionario de mitología clásica, Espasa Calpe, Madrid.
PÍNDARO: Odas y Fragmentos, Madrid, Gredos, 1984, trad. Alfonso Ortega.
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ANEXO DE TEXTOS (10)
HOMERO, Ilíada, VI. pp. 152–199.
“Hay una ciudad llamada Feria en el rincón de la Argólide, criadora de caballos, y en ella vivía Sísifo Eólida, que fue el más ladino de los hombres. Sísifo engendró a Glauco y éste al eximio Belerofonte, a quien los dioses concedieron gentileza y envidiable valor. Mas Preto, que era muy poderoso entre los argivos, pues a su cetro los había sometido Zeus, hízole blanco de sus maquinaciones y le echó de la ciudad. La divina Antea, mujer de Preto, había deseado con locura juntar— 139 — se clandestinamente con Belerofonte; pero no pudo persuadir al prudente héroe, que sólo pensaba en cosas honestas y mintiendo dijo al rey Preto: «Preto, muérete o mata a Belerofonte, que ha querido juntarse conmigo sin que yo lo deseara». Así habló. El rey se encendió en ira al oirla; y si bien se abstuvo de matar a aquél por el religioso temor que sintió su corazón, le envió a Licia; y haciendo en un díptico pequeño mortíferas señales, le entregó los perniciosos signos con orden de que los mostrase a su suegro para que éste le hiciera perecer. Belerofonte, poniéndose en camino debajo del fausto patrocinio de los dioses, llegó a la vasta Licia y a la corriente del Janto: el rey lo recibió con afabilidad, le hospedó durante nueve días y mandó matar otros tantos bueyes; pero al aparecer por décima vez Eos, la de rosados dedos, le interrogó y quiso ver la nota, ordenó a Belerofonte que lo primero de todo matara a la ineluctable Quimera, ser de naturaleza no humana, sino divina, con cabeza de león, cola de dragón y cuerpo de cabra, que respiraba encendidas y horribles llamas; y aquél le dio muerte, alentado por divinas indicaciones. Luego tuvo que luchar contra los afanados Solimos, y decía que éste fue el más recio combate que con hombres sostuviera. Más tarde les quitó la vida a las varoniles amazonas. Y cuando regresaba a la ciudad, el rey, urdiendo otra dolorosa trama, le preparó una celada con los varones más fuertes que halló en la espaciosa Licia; y ninguno de estos volvió a casa, porque a todos les dio muerte el eximio Belerofonte. Comprendió el rey que el héroe era vástago ilustre de alguna deidad y le retuvo allí, le casó con su hija y compartió con él la realeza; los licios, por su parte, le proporcionaron un hermoso campo de frutales y labradío que a los demás aventajaba, para que pudiese cultivarlo. Tres hijos dio a luz la esposa del aguerrido Belerofonte: Isandro, Hipóloco y Laodamía; y ésta, amada por el próvido Zeus, parió al próvido Sarpedón, que lleva armadura de bronce”.
PÍNDARO, Olímpicas, XIII, pp. 83 y ss.
“Y así, lleno de ardor, capturó el valeroso Belerofonte,
el suave hechizo, tensándole el belfo
al alado corcel. Y montando, ceñida armadura de
bronce,
al instante le hacía marcar un trote de guerra.
Y con él, una vez, desde el gélido seno
del éter desierto, derrotó a la femínea Quimera
que exhalaba llamaradas de fuego, igual que a
los Sólimos.
Callar quiero yo su destino, su muerte.
Pero al corcel los antiguos establos de Zeus
en el Olimpo le dan acogida”.
PÍNDARO: Ístmicas, VII, pp. 43 y ss.. [vid. supra].
“Que ciertamente arrojó Pegaso alado
a su dueño Belerofonte, que quiso ir a los palacios
del cielo, a la asamblea
de Zeus. A la dulzura, a costa de justicia,
espérale amarguísimo final”.
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NOTAS
(1) He de agradecer a la profesora María del Henar Velasco López, profesora de Mitología Clásica en el Departamento de Filología Clásica e Indoeuropeo de la Universidad de Salamanca sus matizaciones precisas a la versión inicial de este trabajo.
(2) Los vínculos de hospitalidad (gr. jeneia) son imprescindibles para comprender las relaciones entre los distintos miembros de la sociedad arcaica griega reflejada en los poemas homéricos.
(3) Para mayor claridad y brevedad en la exposición se incluye un anexo de textos al final donde se dan, en traducción, los textos pertenecientes a las fuentes clásicas citadas. Por otra parte, aquellos detalles o matices interpretativos que, pese a no estar incluidos en el núcleo central de la historia, resulten interesantes desde el punto de vista simbólico, comparativo o, en todo caso, antropológico para interpretar el mito, se incluirán sucintamente en notas al pie de página.
(4) En algunos manuales se da una etimología distinta y, a mi modo de ver, errada de este nombre propio: “el portador de flechas”, como si el segundo elemento nominal del compuesto tuviera que ver con ferv en lugar de con el evidente fonev.
(5) Recordemos que según la descripción filosófico–didáctica de la cosmogonía hesiódica, en el principio de los tiempos sólo había Oscuridad, y que de ella surgió el Caos. De la unión entre la Oscuridad y el Caos nacieron principios básicos del universo contrapuestos: la Noche, el Día, el Érebo y el Aire. Remembranza de esta época oscura, hostil e incivilizada de los primeros tiempos en la existencia en tiempos históricos de monstruos como la Quimera o las Gorgonas que amenazan con desestabilizar la armoniosa y evolucionada edad heroica.
(6) La Quimera, hija de Equidna, era en el contexto de la religión arcaica indoeuropea el símbolo del Año Sagrado tripartito de la gran diosa–madre indoeuropea (león para la primavera y serpiente para el invierno). Esta segmentación alegórica responde a una Weltaltschaung matriarcal y de profundas concepciones religiosas naturalistas que explicitaba con esta alegoría del monstruo trimórfico los ciclos estacionales del año en relación con las labores agrícolas.
(7) Pegaso (cf. gr. phgh “fuente”) fue reducido por Belerofonte en el momento en que el divino corcel se hallaba bebiendo apaciguadamente en la fuente de Pirene, en Corinto, cuando el héroe le lanzó una brida de oro que oportunamente le había entregado la diosa Atenea. Al entrecruzarse las líneas de las leyendas de Pegaso y Belerofonte se están reforzando, a su vez, las relaciones parentales entre Poseidón, el único dios del panteón olímpico que habitualmente aparece representado a caballo y su — 140 — contrapunto heroico Belerofonte. Hay que recordar que en la versión del mito de Píndaro se dice: Pero al dios (sc. Poseidón) que ciñe la tierra… cantaré, prendiendo de coronas mi caballo… Que ciertamente arrojó Pegaso alado a su dueño Belerofonte (cf. Íst.VII, pp. 37 y ss.). Esta función simbólicamente equivalente demostrada a través de la figura del caballo alado se expresa en términos genealógicos al presentarse al dios como padre del héroe que ayuda a domar al caballo, que son los animales de mayor fuerza que los humanos pueden controlar y utilizar para sus heroicas empresas. Pero las relaciones simbólicas no se detienen en este punto. El hecho de que sea precisamente Atenea la diosa que invente la brida dorada que hace las veces de elemento apotropaico que permite domeñar el estado salvaje de Pegaso no es casual. No hay que soslayar que en el marco de la religión tradicional griega previa al “legalismo délfico”, Atenea cumple con la función divina de ser la inventora del pensamiento religioso en Grecia, de manera que no es de extrañar que cumpla el papel de representar la inteligencia creativa que permite a los héroes secundar sus limitaciones físicas humanas. En este sentido hay que señalar que en algunos cultos de Atenea, Pegaso, como caballo arquetípico, representa el poder de una naturaleza indomable y la brida dorada simboliza la tecnología mediante la cual el poder del caballo podía ser controlado. La imagen de Pegaso con la brida acaba por constituir un tópico que representa el tema de la naturaleza salvaje controlada.
(8) Una de las razones de más peso que convirtieron al héroe Teseo en el héroe ktistes–civilizador local de los atenienses y que le valió para ser considerado el ciudadano ideal y modelo sobre el que se gestase la democracia ateniense fue el haber dado muerte a otra bestia, el Minotauro en Creta en una de las múltiples expediciones de este gran héroe viajero.
(9) En este punto de la historia algunas fuentes muy tardías que no vamos a tratar (cf. Plutarco Sobre las virtudes de las mujeres, pp. 284 A4 y ss.) transmiten una versión en que las mujeres jantias (cf el río licio Janto) aparecen desnudas dispuestas a dejarse tomar por él a fin de aplacar al héroe. Pero Belerofonte rehuyó de sus encantos, encarnando el viejo elemento mítico de origen irlandés del acercamiento de mujeres desnudas del clan de un caudillo con las que estaba prohibido tener cualquier clase de contacto carnal. De este hecho encontramos paralelos en la literatura mitológica nórdica en las sagas que hablan sobre el origen del héroe Cuchuláin.
(10) No se incluyen fuentes tardías sino únicamente las versiones más antiguas y básicas del mito de Homero y Píndaro. El resto se encuentran citadas con referencias a lo largo del trabajo.