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Parecía inevitable comenzar el cotejo de las recopilaciones de cuentecillos de mediados del XIX con recolecciones precedentes, y por ello acudimos a la Floresta de Santa Cruz. Si eso era necesario, resulta ineludible acudir a quien puede considerarse el continuador de Santa Cruz, Francisco Asensio y Mejorada. Él mismo comenzaba dirigiéndose al lector en la reedición de 1790:
Amado lector, habiendo visto con quánta benevolencia has recibido el trabajo, que en mi juventud tuve en la colección de dichos, motes, y sentencias, prosiguiéndo la obra, que en el siglo pasado dio principio Melchor de Santa Cruz, continuándola con segunda, y tercera parte, las que dí á luz en el año de 1730 (…) pretendí para executarlo nueva Licencia y Privilegio de la Magestad del nuestro Monarca Carlos III (…) adicionando las partes que compuse (…). Espero, que como aceptaste lo primero, no te desagraden las adiciones, que nuevamente van insertas en la clase, que les corresponde, y van señaladas al margen con esta señal *.
Es lo cierto, pues, que Asensio consideró su trabajo como parte segunda de una vasta obra comenzada por el Marqués de Santa Cruz.
Su labor de recopilación de chistes, anécdotas y cuentecillos debió de ser facilitada por su vinculación a la Real Biblioteca (hoy Biblioteca Nacional), donde fue oficial, y donde debió de tener acceso a un material muy especial. Confesaba en el prólogo a la segunda parte:
No pretendo esta vez, que ambicioso me lisonjees con las glorias, que merece tanta discreta agudeza; porque en esta ocasión no suda la prensa conceptos propios, sí solo diversos desvelos de quien desea servirte, leyendo, y recogiendo quanto mi anhelo ha podido descubrir sobre este asunto. Espero de tu benevolencia, la recibirás con agrado, para animarme á mayores empresas.
También es cierto que debió de tener éxito: publicó una tercera parte y prometía una cuarta tras ella; manifestaba en el correspondiente prólogo:
Curioso Lector, habiendo visto el agrado con que recibiste la segunda Parte de la Floresta Española, te convido con la tercera, la que discurro aceptarás con igual gusto por los sazonados chistes que contiene (…); ni menos estaré ocioso en servirte; pues aún quedo continuando con la quarta Parte de la Floresta, que será de igual diversión, y gusto que las antecedentes.
Cuatro años después fallecía, pero tras él otros retomaron la labor; se publicaron otras florestas a principios de XIX, hasta enlazar con los autores que nos ocupan, de mediados de siglo.
Poco, prácticamente ninguna huella dejó como literato, por lo que su memoria no perduró en el recuerdo de los críticos, incluso algunos paisanos lo omitieron entre personajes ilustres alcarreños; por fortuna sí lo incluye Cotarelo en su Diccionario de calígrafos (1), donde lamenta el injusto olvido a que se encontraba recluido: “Hay personas á quienes la mala estrella acompaña aun después de la muerte”, se dolía. Nos explica Cotarelo que había nacido en Fuente la Encina, villa cerca de Pastrana, en Guadalajara, el 18 de diciembre de 1725. Describe su paso y labor por la Biblioteca (el 11 de marzo de 1789 era Custode Celador; no consiguió el puesto de oficial vacante por no saber latín, pero, por Real orden de 22 de junio de 1789, asciende a oficial segundo); incluso precisa los emolumentos que percibía, hasta que falleció en la calle de los Tintes en Madrid el 27 de febrero de 1794. Copia íntegramente la partida de defunción que encuentra en la parroquia de San Ginés y da una relación de las obras grabadas y escritas que conoce del autor (2), a las que habría que agregar un nuevo uso y provechoso para reducir á reales de vellon todo género de moneda corriente, conforme á la Real Pragmática de 17 de Mayo de 1737, Madrid, 1758.
Respecto a la Segunda parte de la Floresta Española, cabe señalar que aparecía en 1730 (3), reimpresa en 1751 (4). En 1777 era aumentada en una nueva reedición que también venía precedida por la Floresta española de Santa Cruz, y que nuevamente se edita en 1790, edición que seguimos para el presente trabajo (5).
Siguen, pues, los cuentecillos “coincidentes” entre Francisco Asensio y Rafael Boira. Los títulos corresponden a los propuestos por Boira y se reflejan tal como figuran en él. Los argumentos de los primeros figuran en los artículos precedentes de la Revista de Folklore (números 288 y 290).
CUENTECILLOS YA TRATADOS
4. La virtud de la turquesa (Boira, I, p. 41; Santa Cruz, Floresta, II, V, 8) (Asensio, Floresta, II, IV, IV, VIII).
8. El cojo y su enemigo (Boira, I, p. 100; Santa Cruz, VIII, VII, 6) (Asensio, II, VI, II, VI).
10. El efecto de las borrajas (Boira, I, pp. 103-104; cf. Santa Cruz, V, III, IV) (Asensio, III, I, IV, II).
13. El registro de necedades (Boira, I, p. 142; Santa Cruz, I, III, 1) (Asensio, II, II, I, XXII. Referido a Felipe IV, que dio fuerte suma a un soldado por una misión imposible. En II, IV, III, II, la necedad es del hombre poderoso que presta a un mal pagador).
14. Comer para morir (Boira, I, pp. 148-149; Santa Cruz, IX, IV, 2) (Asensio, III, VI, IX, VII).
17. Lo bueno y lo malo del madrugar (Boira, I, p. 200; Santa Cruz, X, 41) (Asensio, II, VIII, IV, II).
26. De consejo muda el sabio (Boira, I, p. 246; Santa Cruz, XI, II, 2) (Asensio, III, VII, I, III).
28. Consejos para vivir mucho (Boira, I, p. 252; Santa Cruz, V, VI, 6) (Asensio, II, VIII, V, II).
41. Previsión de un ajusticiado (Boira, I, pp. 268-269; Santa Cruz, IV, VI, 5) (Asensio, II, III, VI, V).
44. El pobre y los ladrones (Boira, I, pp. 273-274; Santa Cruz, IV, V, 7; Roberto Robert, p. 688b) (Asensio, II, IV, VII, VIII).
51. La comida parca (Boira, II, p. 39; Santa Cruz, VI, VIII, 13) (Asensio, II, V, VIII, I).
78. Los novísimos (Boira, II, pp. 173-174; Santa Cruz, I, I, 3) (Asensio, II, I, I, IV).
90. Los sesos del gallego (Boira, II, p. 215; Santa Cruz, VI, III, 9) (Asensio, II, II, IV, VI).
94. El bien y el mal (Boira, II, pp. 222-223; Santa Cruz, II, II, 9) (Asensio, II, III, I, VI).
139. Conmutación de pena (Boira, III, p. 15; Santa Cruz, IV, VI, 10) (Asensio, II, III, VI, VI).
141. El marido y la carne (Boira, III, p. 16; Santa Cruz, X, 25) (Asensio, III, VII, I, VI).
192. La salvación en la albarda (Boira, III, pp. 101102; Santa Cruz, VII, VI, 6) (Asensio, II, II, II, XIX).
193. El fin de la gloria humana (Boira, III, p. 102; Santa Cruz, V, VI, 4) (Asensio, II, II, II, XIV).
198. El viejo y el joven (Boira, III, p. 107; Santa Cruz, XI, VII, 22; Roberto Robert, p. 255) (Asensio, III, VI, V, II).
235. El tratamiento (Boira, III, pp. 208-209; Santa Cruz, VI, V, 3) (Asensio, III, V, VI, III).
237. La sed y la calentura (Boira, III, pp. 233-234; Santa Cruz, VI, VIII, 28) (Asensio, III, VII, VIII, IV).
382. El aceite de la lámpara (Boira, I, pp. 249-250; Roberto Robert, pp. 162-163. Redondillas que atribuye a Juan Pérez de Montalbán) (Asensio, II, VIII, VI, VII).
386. El primer día de viuda (Boira, I, p. 242; Roberto Robert, p. 165) (Asensio, II, VIII, III, II).
388. El sermón perdido (Boira, I, pp. 289-291; Roberto Robert, p. 593) (Asensio, II, I, VII, VI). El sermón perdido 395. Necesidad de saber nadar (Boira, II, p. 26; Roberto Robert, p. 564-565, epigrama de Juan Owen; el alcalde ordena que echen al río a todos los cornudos, su esposa le aconseja que aprenda a nadar) (Asensio, III, III, III, X; como en Robert).
431. Afeitar callando (Boira, II, p. 252; Roberto Robert) (Asensio, III, IV, IV, II).
433. Afeitar de limosna (Boira, III, pp. 14-15; Roberto Robert, p. 518) (Asensio, III, IV, VII, III).
444. Respuesta de Solís (Boira, III, p. 109; Roberto Robert, p. 15) (Asensio, II, I, IV, XIII).
447. La amenaza por defensa (Boira, III, pp. 120-121; Roberto Robert, p. 29) (Asensio, III, II, I, XV).
482. El pasaje á cuenta de palabras (Boira, III, pp. 254-255; cf. Roberto Robert, p. 116) (Asensio, III, VI, IX, IV).
494. La bofetada. Se queja al amo de que otro le había dado una bofetada. El amo le preguntó si le había hecho cara antes de pegarle. “No, porque antes me la deshizo”. (Boira, I, p. 256; Roberto Robert, p. 49 [no incluido anteriormente]) (Asensio, II, V, III, VI).
BOIRA-ASENSIO
495. La molinera en el río. Cuando la corriente llevaba a la esposa, el marido fue a buscarla río arriba, pues era tan acostumbrada a contrariar que seguramente también había ido contra la corriente del río. (Boira, I, pp. 19-20) (Asensio, III, V, V, XI).
496. Lamentos de un paleto por la pérdida de su burra (verso). “Aunque os parezcan estrañas”. Nunca fue mal acompañada, ni callejera, ni asomada a la ventana, ni mal hablada, generosa... (alabanzas a la burra). (Boira, I, pp. 27-28) (Asensio, II, IV, VI, II. Similitudes: el aldeano a quien roban su asno se queja ante el juez y pondera los valores del asno, que “no parecía sino un Tulio”).
497. La adulación. Abofetea al descomedido adulador de baja estatura, diciendo que así le “muerde”. (Boira, I, p. 29) (Asensio, III, II, II, VIII).
498. Los versos pecadores. Asegura que aquellos versos leídos en la corte son peores que los de Adán, pues fueron “hechos después del pecado original”. (Boira, I, p. 36) (Asensio, II, V, III, V).
499. La religión verdadera. El judío dice que si ha venido el Mesías, la mejor religión es la cristiana, y no la suya. En ningún caso la buena es la del mahometano, que es quien pregunta. (Boira, I, p. 37) (Asensio, II, IV, VIII, I).
500. El rey sarmentador. Alfonso el Sabio recogió los sarmientos que podaba Diego Pérez de Vargas con humildad, “porque á tal podador tal sarmentador”, justificó. (Boira, I, pp. 37-38) (Asensio, II, II, I, VIII).
501. El caballo tortuga. Rechaza el caballo del amigo alegando que necesita llegar a casa en el día. (Boira, I, p. 38) (Asensio, II, VI, I, III).
502. El ladrón de huevos. Confiesa haber robado huevos…, propiedad del propio confesor. (Boira, I, pp. 38-39) (Cf. Asensio, III, I, VI, IX).
503. El flato noble. Tiene flato por no ser menos que su amigo el marqués. (Boira, I, p. 39) (Asensio, II, II, II, VI).
504. El arzobispo joven. La juventud es defecto que irá corrigiendo con el tiempo. (Boira, I, p. 40) (Asensio, II, I, III, IV).
505. La botica vestida de novia. El novio muda de opinión en último momento, pues quiere casarse con la boticaria, no con la botica (iba muy pintada). (Boira, I, pp. 40-41) (Asensio, III, VII, V, II).
506. La habilidad de hallar dinero. Los alguaciles dicen que ellos le hallarán al condenado los veinte duros con que ha sido sancionado, a lo que el penado pide que le encuentren cuarenta, así se podrá quedar con veinte, que le vendrán bien. (Boira, I, pp. 41-42) (Asensio, II, IV, III, VIII).
507. La confesión de un ratero. Devuelve el reloj al amo, el confesor; pero éste dice que no es a él a quien debe dárselo, sino al amo. El ladrón concluye que el amo no quiere aceptar la devolución, y se queda con el reloj. (Boira, I, pp. 53-54) (Asensio, III, I, VI, IX).
508. El gato cocinero. El cocinero le dice al gato que no le servirá la perdiz que le ha robado, porque él se ha quedado con la receta de los guisos. (Boira, I, pp. 68-69) (Asensio, III, IV, VI, VII).
509. Sobre favor, paga. Por caridad, el arriero le dice al gallego que suba a una de sus bestias, el gallego le pregunta que cuánto le va a dar por subir. (Boira, I, p. 91) (Asensio, II, VII, VI, III).
510. A mucho fuego mucho agua. Mujer con mucho brío y carácter. El marido hace pasar sed a la jaca en que iba a montar la esposa. Cuando llega cerca del río se precipita en él, con ella. (Boira, I, pp. 91-92) (Asensio, II, VII, VII, V).
511. Diferencia entre la “y” griega y la “i” latina. Pasan dos muchachos, alto y bajo. Una señorita dice: –Ele, i, li. El bajo replica que es “y” griega, “que tiene más rabo que cuerpo”. (Boira, I, p. 92) (Asensio, II, VII, III, II).
512. El recogido en la calle. Era pequeñísimo. El alcalde de barrio le dice que se recoja ya a esa hora. Él dice que ya está bien recogido. (Boira, I, pp. 92-93) (Asensio, II, VII, II, I).
513. El verdugo barato. Le pagaron cuatro ducados por la ejecución. Se ofreció a ahorcar a todos los de la villa por medio ducado. (Boira, I, pp. 97-98) (Asensio, II, III, VI, VII).
514. El ojo hallado. Quevedo dice que busca un ojo, para mofarse de una monja tuerta. Ella se sienta y dice que no lo busque, que está sobre él. (Boira, I, p. 100) (Asensio, II, VII, I, I, sin personificar).
515. La satisfacción bien dada. No he dicho que es usted un necio, sino que “no sabe poco ni mucho”. “Ah”. (Boira, I, pp. 100-101) (Asensio, II, VI, IV, I).
516. El parentesco con la mula. Le reprochan que habiendo muerto su madre saliese con la burra engalanada, a lo que responde que la mula no tenía ningún parentesco con su madre. (Boira, I, p. 101) (Asensio, II, VI, V, III).
517. Hágalo usted mejor. Hace ruido machacón con un bastón en los hierros. Alguien le reprocha y le dice que eso está mal hecho, a lo que responde que lo haga él mejor. (Boira, I, p. 102) (Asensio, II, V, VI, I).
518. La cara de un feo. Un hombre es tan feo que por mucho que le ve no puede pasar de la cara para observar otros detalles. (Boira, I, pp. 102-103) (Asensio, II, VIII, I, I).
519. La pretensión imposible. En tiempos de Carlos II, contaban de un tenaz pretendiente que, habiendo muerto la reina, pedía que le cediesen su lugar. (Boira, I, p. 104) (Asensio, II, VIII, VII, I).
520. Los celos de un hombre pacífico. Mientras el caballero fuerza a la mujer, el marido se venga de él estropeándole la capa. (Boira, I, pp. 104-105) (Asensio, II, VIII, VII, IV).
521. Lo mismo la pena que el delito. Hizo el mal sin querer. Sin querer recibirá el castigo. (Boira, I, p. 116) (Cf. Asensio, III, II, VI, VI. Decía al amo que su hado era hurtar; contestaba el amo que el suyo era castigarle).
522. La reprimenda de un padre. El padre está contento, porque al fin su hijo parece escucharle con la cabeza baja. Cuando termina de hablar, el niño pregunta al padre si sabe cuántas hormigas han salido del hormiguero. (Boira, I, p. 123) (Asensio, III, VII, VI, IV).
523. El retrato leyendo. Quiere que le retraten leyendo y entonando como él sabe. (Boira, I, p. 128) (Cf. Asensio, II, IV, VI, X. Quiere que le pinten el asno pensativo).
524. El tirador y el blanco. Se coloca justamente en el blanco, porque allí es donde no va a dar el tirador. (Boira, I, p. 142) (Asensio, III, VI, I, XXII).
525. La paz y la guerra. León de Bizancio afirmó que, reinando la unión con su esposa, cabrían ambos en la cama; cuando la discordia, no cabrían en casa. El pueblo se unió ante aquella idea. (Boira, I, p. 146) (Asensio, III, V, V, XXVI).
526. La pena del talión. Un hidalgo se querelló contra un albañil ante D. Pedro el Cruel, porque se había caído — 60 — La cara de un feo desde un andamio sobre otro hidalgo pariente suyo, y lo había matado. El rey propuso que el albañil sufriese la misma muerte, y que desde el andamio se lanzase el hidalgo. El demandante perdonó al albañil. (Boira, I, p. 156-157) (Asensio, III, IV, V, I).
527. La misa de alba (verso). “A cierto clérigo, que era” impaciente, se le rasgó el alba un día que llegó tarde. Explicó: “–Señores, no vengo tarde / Pues vengo al romper el alba”. (Boira, I, p. 184) (Asensio, II, VI, II, IV, referido a Calderón de la Barca).
528. Los pasados y los presentes. El juez justifica sus gastos excesivos replicando que, si sus pasados no lo pudieron hacer, sí sus presentes. (Boira, I, pp. 199-200) (Asensio, II, III, III, VIII; referido a un ministro).
529. Un padre de talento. El amigo alega que la hija es muy joven para casarse, pues tiene dieciséis años. El padre dice que no es tan joven, pues hasta ha tenido dos…, pero que esos “son secretos de familia que un padre de talento no debe decirlos jamás”. (Boira, I, pp. 209-210) (Asensio, II, V, V, XV).
530. Secretos de naturaleza, sorprendentes y de infalible resultado. Para no ser cesante, no emplearse. Para no quemarse por el sol, estar en la sombra (…). Para que los hijos sean del marido, reunirse con testigos, confirmar la esposa que son de ella, darlos al marido: ya son de él. (Boira, I, pp. 217-218) (Asensio, III, VII, I, I. Última parte, como anécdota).
531. Los treinta años clavados. A Fabia Dolobela, que decía que tenía treinta años, reconocía Cicerón que verdad debía de ser, pues llevaba más de veinte diciéndolo. (Boira, I, p. 221) (Asensio, II, VII, IX, XI).
532. El hurto incompleto. El confesor quiere saber cuánto ha hurtado exactamente al alcalde. El labriego dice que ponga diez cahíces, “que lo que falte irá a hurtarlo después con sus hijos”. (Boira, I, pp. 224-225) (Asensio, II, I, VI, I).
533. Los dos sonetos peores. Al presentarle dos sonetos, leído el primero, dijo que mejor era el segundo, pues no podía ser peor. (Boira, I, p. 234-235) (Asensio, III, V, III, I).
534. Los comestibles más baratos. El padre pide al estudiante que coma lo más barato. Pregunta en el mercado cuánto vale un cerdo, una vaca, un carnero, un cordero y una perdiz. Decide comer una perdiz, que es la más barata. (Boira, I, pp. 241-242) (Asensio, II, III, VIII, VIII).
535. El ay del tesorero. El tesorero, con una llaga, se niega a decir “ay”, porque, si diciendo siempre “no hay”, se le llena la casa, diciendo “¡«ay» qué sería!” (Boira, I, p. 245) (Asensio, II, VIII, VI, VIII).
536. El hijo fraile. El padre da cuanto tiene por los estudios de su hijo para que le asista en la vejez, pero el joven se hace fraile por “vivir en pobreza”. El padre alega que en mayor pobreza viviría si estuviera con él, ya que nada le había quedado. (Boira, I, pp. 245-246) (Asensio, III, III, VII, VII).
537. Gastar con prudencia. El hijo estudiante gastaba mucho con una dama llamada Prudencia, por lo que el padre le pidió que moderase los gastos, y lo hiciese con prudencia. El hijo aseguró que no gastaba ni un solo cuarto que no fuese con Prudencia. (Boira, I, pp. 248-249) (Asensio, III, III, VII, VI).
538. El fin del burro (verso). “Allá en mi lugar, un dia”. La madre va empujando al hijo cuando ambos van montados en el asno. Al fin, cae el hijo por detrás, porque “acabóseme el asno”, explicó él. (Boira, I, p. 250) (Asensio, II, VIII, IV, III).
539. Las visiones. Al ver el enfermo que le asisten unas mujeres muy feas, dice que se muere, pues ya ve visiones espantosas, como así dicen los libros que pasa en la hora de la muerte. (Boira, I, p. 251) (Asensio, II, VIII, VI, I).
540. Las dos religiones. Judíos y cristianos se desafían a buscar santos propios. Al nombrar uno, se sacaba un pelo de la barba del contrincante. Llegado un momento, el cristiano tiró de toda la barba por las “once mil vírgenes”.
El judío se dio por vencido, pero el cristiano no por pagado, pues la barba no tenía once mil pelos. (Boira, I, p. 252) (Asensio, II, VI, I, XIV).
541. El mayor mal de los males. El mayor mal de un filósofo es estar con necios. (Boira, I, p. 254) (Asensio, II, V, IV, II).
542. El perdón fingido. Le piden al enfermo grave que se reconcilie con su enemigo: le abraza… “para contagiarle el tabardillo”. (Boira, I, pp. 254-255) (Asensio, II, VIII, VI, V).
543. La justicia y el puerco. Uno de los dos litigantes regaló al juez un saco de nueces, el otro un cerdo. Falló a favor del segundo, alegando ante el de las nueces que el puerco había deshecho el saco de nueces en la pocilga. (Boira, I, pp. 257-258) (Asensio, II, III, III, IX).
544. El tratado es tratado. Para que el criado permaneciese en casa, firmaron un acuerdo sobre las tareas que le atañían. Yendo de viaje, el amo cayó de la mula quedando colgado del estribo. El criado permaneció impasible, porque la tarea de socorrer al amo en tal peligro no figuraba en el acuerdo. (Boira, I, pp. 258-259) (Asensio, II, I, IV [V], VI y III, II, VI, III).
545. El retrato de una muerta. El marido hizo retratar a la esposa muerta; alguien dijo que lo hizo “el día que mejor le pareció”. (Boira, I, p. 264) (Asensio, II, V, V, X).
546. Una lección de abogacía. Un abogado enseñaba a un labriego a pleitear y ganar negando siempre. Cuando el abogado pidió el doblón por la lección, el labrador negó haber hecho tal promesa. (Boira, I, p. 264) (Asensio, II, III, IV, VI).
547. El parecer de la señora abogada. Como la mujer del letrado era muy hermosa, alguien dijo que preferiría perder los pleitos con el parecer de ella que ganarlos con el de él. (Boira, I, p. 268) (Asensio, II, III, IV, IV).
548. El predicador sin auditorio. Tenía que predicar sobre N.ª Señora de la Concepción; pero, como sólo había tres o cuatro personas, desistió de predicar, alegando que no traía el sermón de la Soledad. (Boira, I, p. 271) (Asensio, II, I, VII, VII).
549. La mediación de un cordero. El abogado no hizo caso al labrador hasta que éste no llevó un cordero, así es que el rústico se despidió del animal dándole gracias por el buen despacho que le había proporcionado. (Boira, I, pp. 271-272) (Asensio, II, IV, VI, VII).
550. El judío y el día de fiesta. El judío cayó en un pozo. Un cristiano le arrojó una cuerda, pero no quiso salir, porque era sábado y no podía trabajar. Al día siguiente, volvió el cristiano y no quiso sacarlo, porque él no trabajaba en domingo. (Boira, I, pp. 276-277) (Asensio, III, IV, VI, V).
551. El depósito comido. Para dar de comer a sus hijos, consumió un “depósito judicial”. El juez le preguntaba cómo lo había gastado: “Comiendo”. (Boira, I, p. 278) (Asensio, II, IV, VII, II).
552. La carne podrida. El marido de mujer hermosa se lamenta de que su casa esté siempre llena de gente. El amigo dice que quien tiene carne podrida tiene moscas. (Boira, I, pp. 282-283) (Asensio, II, VI, II, X).
553. La prueba de la locura. Para comprobar si él mismo se estaba volviendo loco, se preguntó si prestaría cien ducados a un mal pagador. “No”. Llegó a la conclusión de que estaba sano, pese a los temores de los médicos.
(Boira, I, pp. 286-287) (Asensio, II, V, IV, I).
554. La imitación. Como se moría, mandó ponerse a ambos lados de su cama a un posador y a un molinero, para morir entre dos ladrones, como Jesucristo. (Boira, I, p. 287) (Asensio, II, III, V, IV).
555. Los enemigos del alma. Son cinco (dice el estudiante al que han dado antes calabazas): mundo, demonio, carne, su ilustrísima y ese fraile. (Boira, I, p. 291) (Asensio, II, III, VIII, V).
556. La caridad interesada. Comenzó a dar limosna al pobre cuando perdió un ojo. El pobre rezó porque perdiese el otro. (Boira, I, p. 292) (Asensio, II, IV, VII, VII).
557. Las cabezas de borrico. Estaban liquidando la tienda y preguntó que qué venderían allí. El tendero malhumorado dijo que cabezas de borrico. El curioso replicó que entonces ya sólo quedaba la del tendero. (Boira, I, pp. 292-293) (Asensio, II, IV, II, III).
558. Pensamiento de un moro. “Más vale una pulgada de juez que una vara de justicia”. (Boira, I, p. 299) (Asensio, III, III, IIII, II).
559. El peluquín a la moda. El tonto se probaba el peluquín, y le decía al peluquero que le estaba corto; el peluquero aseguró que ya caería, pues “ahora está en bruto”. (Boira, I, pp. 303-304) (Asensio, II, IV, I, II).
560. Las tripas corazón. En un duelo, le dieron una estocada sin tocar tripa. Alguien dijo que porque había hecho de tripas corazón (pues era tenido por cobarde, y había ido al desafío). (Boira, I, p. 304) (Asensio, II, II, IV, III).
561. El criado dormilón. Se echó a dormir asiendo las bridas del caballo para que no escapase. Unos gitanos le robaron el caballo. Al despertar dudó ser Toribio o no serlo: si lo era, le habían robado el caballo, si no, se había encontrado unas buenas bridas. (Boira, I, pp. 311-312) (Asensio, III, II, VI, IV).
562. El diablo aprendiendo a freír huevos. El hambriento novicio hurtó dos huevos y se dispuso a freírlos como pudo, por la noche, sobre un cucurucho de papel puesto en una luz. Fue sorprendido, y, confesando, aseguró que el diablo le había sugerido la idea y la forma de freír. En ese instante apareció el diablo testificando que él desconocía esa forma de freír. (Boira, I, pp. 312-313) (Asensio, III, I, VI, V).
563. El estudio fácil. Un prestamista se fue a confesar. No había aprendido el Padre Nuestro, aunque sabía perfectamente el nombre de todos cuantos le habían pedido prestado. El confesor le pidió que retuviese en su memoria el nombre de cuantos pobres le pidiesen enviados por él. El primero dijo llamarse Padre Nuestro; el segundo, Que estás en los cielos… Aprendió el Padre Nuestro sin dificultad. (Boira, I, pp. 313-314) (Asensio, III, IV, III, XIV).
564. El caldo por espejo. El novicio había estado observando los hermosos artesonados del convento en que fue invitado. El maestro le reprendió por haber levantado la vista; pero él se defendió asegurando que vio los techos en el caldo. ¡Tan claro había estado! (Boira, II, pp. 18-19) (Asensio, III, I, VI, VII).
565. El rey casamentero. Felipe II dijo a Morata que se casase en Madrid; él dijo que no haría tal, pues si su majestad había ido a hacerlo en Inglaterra, Alemania, Francia y Portugal, sería porque las mujeres de Madrid tendrían algo. Y no se casó. (Boira, II, pp. 20-21) (Asensio, II, II, I, V).
566. La viña gabán. Compró un gabán con la venta de una viña. Como abrigaba más de la cuenta, sudó a mares. Explicó a un amigo que era lógico que sudase, ya que llevaba “una viña á cuestas”. (Boira, II, p. 22) (Asensio, III, VI, I, XXIV).
567. El repollo es dos veces pollo. El vizcaíno compró un gallo en vez de un repollo. Todo el mundo sabe, alegó, “que un pollo repollo es lo mismo que un gallo”.
(Boira, II, pp. 22-23) (Asensio, III, IV, I, IV).
568. La ciencia artificio. Preguntan maliciosamente si la medicina era arte u oficio. Al menos es arti-ficio.
(Boira, II, p. 27) (Asensio, III, III, VI, III).
569. Las buenas pascuas. Perdió todo en la noche de Navidad. Cuando, al día siguiente le daban las buenas — 62 — Pascuas, respondía: “Así las tengan ustedes”. (Boira, II, p. 29) (Asensio, II, V, VII, II).
570. Pollo nonnato. Dos caminantes pobres pidieron un huevo pasado por agua cada uno. A uno le salió un pollo. El otro quiso que pagara los dos huevos, ya que había comido el pollo, y si no, tendría que pagar por un pollo. (Boira, II, pp. 29-30) (Asensio, II, VII, VII, X).
571. Tú juzgarás. Le dice al compañero que no dice ninguna verdad. Responde que sólo habla bien de él.
(Boira, II, p. 36) (Asensio, II, VI, II, VII).
572. El hombre nodriza. Uno de los tres afirmó que un hombre tenía leche en los pechos, otro dijo que por necesidad de la naturaleza para criar a los hijos, el tercero pidió que callaran, no le pidiese la mujer criar sus “hijos y Dios sabe si los agenos”. (Boira, II, p. 37) (Asensio, II, VI, I, V).
573. Las especies de casamiento. De Dios (entre jóvenes), del diablo (joven con vieja), de la muerte (joven con viejo). (Boira, II, p. 37) (Asensio, II, V, V, III).
574. Acabar con el lugar. Predicaba el reverendo mientras el señor del pueblo estaba exigiendo cuentas rigurosas. Para concluir el sermón, el reverendo se despedía: “Señores, con este lugar acabo”. Alguien corrigió: “Quien lo acaba es el conde”. (Boira, II, pp. 38-39) (Asensio, III, I, VII, V).
575. El sacristán y el evangelio. El sacristán dijo al predicador qué evangelio iban a cantar; pero luego cantaron otro; por lo que aseguró que en adelante no creería en sacristanes, aunque le dijesen el Evangelio. (Boira, II, p. 39) (Asensio, II, I, VII, V).
576. El regalo epigramático. El médico salvó de una enfermedad a un cazador, que le regaló una escopeta de valor. “Con ella y su habilidad no dejará cosa á vida”, le aseguró. (Boira, II, p. 40) (Asensio, II, III, VII, II).
577. El vino griego. Convidó al amigo a probar vino griego. Tomó vaso tras vaso sin dar opinión: no entendiendo el griego, por no ser hombre de letras, necesitaba “más pruebas para formar juicio”. (Boira, II, p. 42) (Asensio, III, VI, I, XXVI).
578. El arrepentimiento. No aceptó la invitación del antiguo condiscípulo a quedarse en su casa; pero comenzó a llover y volvió a ella diciendo que se había arrepentido; el condiscípulo contestó que él también se arrepentía de haberlo invitado; así que tuvo que dormir en la calle.
(Boira, II, pp. 82-83) (Asensio, II, VII, VII, IX).
579. La diferencia entre una niña y un niño. Consuelo a una madre que dio a luz un niño, deseando una niña: “(…) De un buen hijo se puede hacer un santo padre, y de una niña no se puede hacer ni siquiera un monaguillo”.
(Boira, II, pp. 90-91) (Asensio, II, VII, IX, III).
580. Criado mentiroso. El criado dijo que en su tierra las zorras eran tan grandes como bueyes. El amo le dijo que el río que iban a cruzar se tragaba al que había mentido en el día. Fue rectificando el tamaño de las zorras (como jumentos, como cabras, como las demás), hasta llegar al río. El amo le dijo que pasase sin cuidado, que aquel río también era como los demás. (Boira, II, pp. 97-98) (Asensio, III, III, VII, V).
581. La santimonia y la sucimonia. El capellán, paje de arzobispo, iba desaseado fingiendo santidad y pretendiendo mover al prelado para que le concediese alguna prebenda. El arzobispo le aclaró que aquello no era “santimonia sino sucimonia”. (Boira, II, p. 105) (Asensio, III, I, III, I).
582. Receta para ablandar la cama (verso). “Con hambre y cansancio un dia”. Viendo el fraile que la gallina que preparó la posadera estaba tierna por quemarla las patas, quemó las de la cama para ablandarla. (Boira, II, pp. 114-115) (Asensio, II, VII, VII, XI).
583. Razón de los semejantes. Por correr la posta, el marido durmió plácidamente aquella noche. Al amanecer, el gallo parecía cansado e inactivo, por lo que el marido propuso matarlo; pero la esposa especuló: “¿Quién sabe? por ventura habrá corrido la posta”. (Boira, II, p. 128) (Recuerda a Asensio, II, VII, VIII, VIII. El viejo solía excusar sus deberes conyugales con la esposa aduciendo que tenía cartas de Toledo. Una mañana, en que la esposa vio desde la ventana cómo un asnillo no podía satisfacer a una asnilla, aventuró la mujer: “Aquel debe también de tener cartas de Toledo”). El rey casamentero
584. Filosofía india. Alejandro propone cuestiones aparentemente insolubles a diez filósofos gimnosofistas (que habían sublevado a Sabbas contra los macedonios) amenazando con matar al que peor respuesta diese. (Son más los vivos o los muertos. Los vivos, porque los muertos ya no son…). Terminó colmándoles de regalos. (Boira, II, pp. 129-130) (Asensio, III, VI, I, XVI; resumido en la pregunta de vivos o muertos).
585. El muerto fingido. El marido se finge muerto para ver la reacción de la esposa. Ella duda entre llorar al difunto o comer primero. Decide lo segundo. Cuando coge un jarro para beber es sorprendida por una vecina y comienza a llorar al marido preguntando qué hará entonces. El marido se incorpora y dice que beber para aprovechar lo que ha comido. (Boira, II, pp. 151-152) (Asensio, II, IV, VI, VIII).
586. El culteranismo. Un paisano pasaba gritando y ofreciendo peces por Cuaresma. Un culto, usando un lenguaje excesivamente artificioso, quiso saber si aquel pescado era marítimo o fluvial. Aturdido el vendedor contestó: “A dos reales la libra, ilustrísimo señor”. (Boira, II, p. 157) (Asensio, II, I, IV, IV).
587. Que sí que no. Leyendo una lista, nombró a alguien de quien uno dijo que había muerto. El que leía exclamó: “Dios lo perdone”. Pero otro dijo que no había muerto, por lo que el lector rectificó: “Pues que no lo perdone”.
(Boira, II, pp. 157-158) (Asensio, II, III, I, VII).
588. Dos andaluces. Exageraciones. Uno dijo que había montado su caballo y, después de mucho andar hacia la facción, en la guerra civil, observó que iba cabalgando en un cerdo; el segundo afirmó que, habiendo entrado sediento en un pueblo enemigo, vio un botijo, disparó una bala e hizo un agujero del que brotó el agua, que bebió; después disparó otra bala, que encajó en el agujero y taponó el botijo. (Boira, II, pp. 162-163) (Asensio, III, V, VIII, XIX; la exageración del botijo).
589. El rey, el consejero y el criminal. Juan VII, rey clementísimo de Brasil, había indultado una vez a un delincuente. El consejero Dos Arcos le pidió al rey que no le indultase el crimen horrible que acababa de cometer una vez más; pero el rey le corrigió que eran dos crímenes. El consejero rectificó, aventurándose a decir que sólo uno, pues el otro lo había cometido el propio rey cuando perdonó por primera vez. (Boira, II, p. 173) (Asensio, II, III, III, X; referido a don Pedro de Ribera, virrey de Nápoles).
590. La víspera. El rey Estanislao de Polonia iba adelantando cada día más la hora de la comida; el médico le dijo que terminaría por comer la víspera, y que moriría la víspera de su muerte. (Boira, II, p. 174) (Cf. Asensio, II, II, VI, II; referido a un criado que dice de su amo tan previsor que morirá un día antes).
591. Pregunta necia (único serventesio): “–Señor D. Juan, ¡oh, qué veo! / ¿Ya vino V. de Alicante?” –No, pero me aguardo. (Boira, II, p. 178) (Asensio, III, VI, I, I; como anécdota).
592. Una asadura para cada uno. El padre dice que sus hambrientos hijos ya desayunan, pues cada uno tiene una asadura, la propia. (Boira, II, pp. 186-187) (Asensio, III, V, VIII, XI).
593. El gabán cumplido. Un sastre no podía hacerle un gabán con la tela que aportaba el cliente; pero otro sí. El cliente quiso saber por qué el primero, Gregorio, no había podido hacer el gabán y él sí; le explicó que porque los hijos de Gregorio eran mayores que el suyo (siempre sacaban un vestido para el hijo con la tela del cliente). (Boira, II, pp. 196-197) (Asensio, II, IV, V, II).
594. El feo en el baile. Se vanaglorió, porque una dama lo sacó a bailar; pero cuando más empavonado se mostró, la mujer le explicó que le había escogido a él por ser el más feo, dados los celos del marido. (Boira, II, p. 204) (Asensio, II, VII, VIII, VII).Que sí que no
595. Lo que se debe se hace. Los míseros nobles de Cerdeña se engalanaron para recibir al rey, que se extrañó de trajes tan magníficos. Confesaron que hacían lo que debían, a lo que un cortesano replicó: “Y deben lo que han hecho”. (Boira, II, p. 234) (Asensio, II, V, III, IV; referido a los gastos que hicieron en una boda).
596. Prudencia de Filipo. El padre de Alejandro se negó a desterrar a uno que lo criticaba para que no fuese “maldiciendo por todas partes”. (Boira, II, p. 263) (Asensio, III, II, I, XII).
597. El rábano caro. Un príncipe recompensó al atento labrador que le regaló un excelente nabo con cinco mil escudos. Un envidioso y ambicioso caballero le regaló un buen tronco de caballos. El príncipe le compensó con el rábano, al que atribuía un valor de cinco mil escudos.
(Boira, II, pp. 270-271) (Asensio, II, II, I, XVIII).
598. La pedantería. Despedida cómica en una carta por latinismos y lenguaje rebuscado (cornerino vaso=tintero…); un amigo se burla imitando burdamente ese lenguaje.
(Boira, II, p. 274) (Asensio, III, III, VII, X).
599. El alcalde y el abrevadero. Se agacha para calcular la altura que deben dar al abrevadero, pues donde él alcanza “cualquier borrico llegará”. (Boira, II, p. 277) (Asensio, II, IV, VI, III).
600. El ordenando en Roma. No sabiendo latín, un amigo le preparó para que saludase y contestase a las preguntas del Papa (invariablemente las mismas y en el mismo orden) en latín, tras el saludo: Salve, Sancte Pater. ¿De dónde eres? ¿Dónde están tus documentos? Pero ya el saludo no fue correcto: Salve, Sancta Parens, por lo que el Papa le corrigió. Interpretó las palabras del pontífice como la primera pregunta, y contestó que de España. Sorprendido el Papa, le preguntó que si tenía el diablo en el cuerpo, a lo que contestó que lo llevaba en la manga. Boira, II, pp. 291-292) (Asensio, II, III, VIII, VII).
601. Embajador sin barbas. Sixto V se ofendió porque Felipe II le envió, en 1586, un embajador imberbe; pero el propio joven le objetó que de saber que quería barbas, su soberano le habría enviado un macho cabrío.
(Boira, II, pp. 308-309) (Asensio, II, II, II, XXV).
602. Examen de conciencia. La joven se confiesa ante el sacerdote de los crímenes más horrendos... por haberlos leído en la instrucción penitencial. (Boira, III, pp. 10-11) (Asensio, III, I, VI, II).
603. El descuento del 50 por 100. El pobre hidalgo, acuciado por su acreedor, le quiere pagar con las bulas que viene comprando su familia desde siglos atrás. (Boira, III, pp. 24-25) (Asensio, III, IV, III, XVI).
604. Animales útiles. El buey es bueno vivo y muerto; el burro, vivo; el puerco, muerto y el lobo de ninguna forma. (Boira, III, p. 135) (Asensio, III, I, VII, III; como palabra que dice el sacerdote Arloto en los sepelios de un noble catalán en Nápoles).
605. La ronda y el loco. El loco sevillano Juan García le dijo al alcalde en noche oscura que era la Santísima Trinidad. Cuando el alcalde le mostró su extrañeza por los harapos que llevaba, el loco le dijo que reparase en que rompía por tres. (Boira, III, p. 138) (Asensio, II, V, IV, III).
606. Necedades de a folio. Cierto conde, con dificultades para aprender la doctrina, fue a confesar. El sacerdote le preguntó que si sabía los artículos de fe. Contestó que no, pero que no le importaba porque se oía que se iban a quitar. (Boira, III, pp. 183-184) (Asensio, II, I, VI, XII).
607. El pintor y el guardián. El padre guardián llevó al juez al pintor porque se demoraba en el cuadro de la última cena que le estaba pintando. Advertido por el juez, el pintor declaró que estaba terminándolo, que sólo le faltaba la cabeza de San Pedro y la de Judas, pero que ésta la terminaría pronto, porque no tenía nada más que copiar la del padre guardián. (Boira, III, p. 205) (Asensio, III, IV, IV, IV).
608. El miedo de matarse no es miedo. El reo opta por matarse tirándose desde la torre. Toma impulso una, dos, tres veces, pero siempre se frena antes de saltar. El juez le advierte que aquello es cobardía. El reo se revuelve: “Si es tan fácil, salte V. á la cuarta”. (Boira, III, pp. 205-206) (Asensio, III, III, V, III).
609. El coche en el vado. El muchacho le advierte al comerciante que no podrá pasar el río con las dos mulas, le ordena que entonces quite una. (Boira, III, p. 206) (Asensio, III, III, IV, II).
610. El saludo. Llegado a Madrid, alguien desde un coche le saluda al vizcaíno: “Adiós, paisano”. Sin reconocer quién le habla, contesta: “Adiós no conozco”.
(Boira, III, p. 207) (Asensio, III, IV, I, I).
611. Reloj de asno. El estudiante le pregunta al arriero al rebuznar su burro que qué hora da su compañero. Contesta que de ese reloj “tiene V. los cuatro cuartos”.
(Boira, III, p. 207) (Asensio, III, III, VII, I).
612. El órgano sin fuelles. El organista se enfadó con el ayudante que alzaba los fuelles porque éste había dado explicaciones al público, advirtiéndole que todo eso era cosa suya. Al día siguiente el órgano no sonó porque el ayudante se negó a alzar los fuelles, ya que nada era cosa suya. (Boira, III, pp. 207-208) (Asensio, III, V, II, V).
613. Vaya la una por la otra. Comenzó a leer un soneto a un amigo. Al llegar al segundo verso el amigo le advirtió que le faltaba una sílaba, pero el autor le quitó importancia pues seguro que a otro verso le sobraba alguna sílaba, “y váyase lo uno por lo otro”. (Boira, III, p. 208) (Asensio, III, V, III, XI).
614. Las joyas. Una amiga invitó a Cornelia, hija de Escipión, a su casa y le enseñó todas las joyas. Cornelia devolvió la invitación y mostró a la amiga sus doce hi— 65 — jos, las mejores joyas que podría darle su marido. (Boira, III, pp. 209-210) (Asensio, III, VII, I, V).
615. Un muerto sin saberlo. El labrador se comprometió a ir al jardín del cura para dirigir los trabajos que allí se hacían, sólo faltaría si moría. Al llegar la hora y no presentarse, el cura mandó al sacristán que tocase a muerto. El sacerdote se justificó después ante el labrador alegando que había actuado así pensando que era hombre de palabra. (Boira, III, pp. 210-211) (Asensio, III, I, V, IV).
616. Almacén de feas. Al entrar en la casa de unas amigas, observó que estaba llena de feas, dio media vuelta y se marchó. Explicó que había jurado no salir de casa para no tropezar por la calle con ninguna mujer fea, pero que al ver que estaban todas reunidas en casa de las amigas, aprovechó para estar en la calle. (Boira, III, p. 211) (Asensio, III, VII, IV, II).
617. El sustituto de un condenado á muerte. El famoso tirano de Sicilia, Dionisio, concedió veinte días a un condenado si encontraba a algún compañero en la cárcel que respondiese por él. Al hallarlo, el tirano le dejó partir a arreglar sus asuntos. Terminándose el plazo, el amigo seguía esperanzado la llegada del verdadero condenado, incluso cuando lo llevaban al cadalso, incluso cuando el verdugo se preparaba. Entonces apareció el condenado agradeciendo a Dionisio que le hubiese concedido aquel plazo. El tirano perdonó a los dos. (Boira, III, pp. 212-213) (Asensio, III, II, I, IX).
618. El tesoro. Un labrador halló un tesoro, y tenía que compartirlo con el rey; pero éste cedió su parte cuando se cercioró de que lo había hallado en el campo familiar y que las monedas eran romanas. (Boira, III, pp. 213-214) (Asensio, III, II, I, V).
619. El gongorismo. El estudiante vuelve expresándose al modo gongorino, ante el asombro de todos. El padre le advierte: “Me parece, hijo mío, que la necedad que llevaste á Salamanca en romance, la traes graduada en latín, y te aseguro que mal por mal, mejor la quisiera en canto llano que no en contrapunto”. (Boira, III, pp. 215-216) (Asensio, III, III, VII, XII).
620. El niño en el senado. Estuvo el hijo de un senador en el Senado. Cuando volvió a casa, su madre le importunó para que le contase lo que se había tratado. El hijo mintió para librarse del acoso diciendo que se había discutido si “sería más útil á la república dar dos mujeres á un marido, ó dos maridos á una mujer”. Al día siguiente todas las damas de la ciudad acudieron a las puertas del Senado a decir que les convenía tener dos maridos.
(Boira, III, pp. 227-228) (Asensio, III, VII, VI, II).
621. El remedio tardío. El cura le promete al labrador lastimado al caerse de un árbol que le dará una regla para que nunca más se haga daño al caerse; el labrador dice que mejor se la hubiese dado antes. (Boira, III, p. 234) (Asensio, III, IV, VI, II) 622. El mulo olvidadizo. Le vendió un mulo asegurando que sólo tenía el defecto de ser olvidadizo. Lo primero que hizo el burro a su nuevo amo fue darle un par de coces, de lo que se quejó al vendedor, que le indicó que ya le había advertido de que era olvidadizo, pues más de mil veces le había dicho que no diese coces, y siempre lo olvidaba. (Boira, III, pp. 234-235) (Asensio, III, IV, II, IV).
623. Marcial ensillando. Un catedrático, aficionado en exceso a Marcial, le pidió un día a su criado: “Ensíllame ese Marcial, que quiero leer el caballo en el camino”.
(Boira, III, p. 235) (Asensio, III, III, VII, XI).
624. La verdadera cortesía. Quiso probar la cortesía de lord Stais, así es que Luis XIV le ordenó subir a su carroza. El lord lo hizo antes que el monarca, tal como se le indicaba. Le agradó al rey, pues cualquier otro se habría deshecho en reverencias y resistencias, desobedeciéndole por cortesía. (Boira, III, p. 240) (Asensio, II, VI, IV, V, sin personificar).
625. Tal la pregunta, tal la respuesta. Al preguntarle al ordenando cuánto debía pesar Cristo, pidió tiempo para preguntar a José y Nicodemus, que habían sido los que lo bajaron de la cruz. (Boira, III, p. 242) (Asensio, II, I, III, I).
626. Fraile de repetición. Como un fraile siempre repetía el mismo sermón, dijeron que ya no sólo existían relojes de repetición, sino también sermones y frailes de repetición. (Boira, III, p. 243) (Asensio, III, I, VII, I).
627. El vino tapado. Un caballero le pedía el vino al criado por señas. Llegado un momento, éste se cansó y le trajo un barril bajo la capa, diciéndole que como lo pedía por señas, creía que era para que nadie lo supiera.
(Boira, III, pp. 243-244) (Asensio, III, V, VIII, XV).
628. El apodo. Le llamaban Jesús por hacer este papel en las procesiones. Un día la ronda le dio el alto y, al preguntarle quién va, “Jesus por mal nombre, contestó él”. (Boira, III, p. 244) (Asensio, III, VI, IX, I).
629. Dos cardenales. El cardenal de Este convidó al de Médicis. Cuando terminaron la comida, jugaron a los dados; el de Médicis sacó menos puntos, pero el de Este dijo que había perdido, y explicó después a su ayuda de cámara: “Porque he convidado á Médicis á comer y no á pagar el escote”. (Boira, III, p. 245) (Asensio, II, I, II, I).
630. La prueba de lo improbable. Un sabio recibió la larguísima carta de un pedante para consolarlo por la muerte de un amigo, y comentó que si la carta no era apropiada para consolar, sí lo era para reír. (Boira, III, pp. 245-246) (Asensio, II, I, II, III, referido al cardenal Polo).
631. El rey jugando. Un cortesano se asombró al ver a Agesilao jugando con sus hijos sobre un caballo de cañas. El soberano le dijo que no juzgase hasta que no tuviese hijos.
(Boira, III, pp. 247-248) (Asensio, II, II, I, XXXI).
632. El dinero del ciego. El ciego escondió su dinero al pie de un árbol en un campo de un labrador. Desapareció. Sospechó que lo había cogido el labrador, así es que se dirigió a él para pedirle consejo: le dijo que tenía escondido dinero en un lugar y que tenía otra partida y no sabía si esconderla en el mismo o en otro escondite. El labrador le aconsejó que lo pusiera en el mismo lugar, y se apresuró a devolver el dinero al escondrijo. El ciego aprovechó para recuperarlo. (Boira, III, pp. 250-251) (Asensio, III, IV, VI, III).
633. Los tres lugares. Un fraile francisco predicaba durante dos horas y dijo que concluía con tres lugares que le faltaban; uno se levantó diciendo que pusiese cuatro lugares, que él dejaba el suyo. (Boira, III, p. 252) (Asensio, II, I, VII, II).
634. Los tres credos. Se aflige porque el confesor le impone el rezo de tres credos, cuando sólo sabe uno. (Boira, III, pp. 252-253) (Asensio, II, I, VI, II).
635. El cronista. La reina Católica se quejó a Hernando del Pulgar porque no la había mencionado en un hecho heroico del rey D. Fernando. Cuando la Reina dio a luz, el cronista escribió: “En tal dia y á tal hora sus altezas el rey D. Fernando y la reina doña Isabel parieron una infanta, etc.”. (Boira, III, pp. 259-260) (Asensio, II, II, I, II).
636. El capón asado. El amo le dijo al asistente que el capón que le había servido estaba tan duro que parecía vivo; el asistente juró que el capón estaba bien muerto, pues él mismo lo había matado. (Boira, III, p. 260) (Asensio, II, II, I, IV).
637. Pedro Carrasco. Felipe II, sorprendido por una fuerte lluvia, se hospedó en casa del labrador Pedro Carrasco, que lo agasajó como merecía un monarca. El rey insistía en que le pidiese alguna gracia, al fin el labrador le dijo al soberano que pedía a Dios no ver más al rey en su tierra, pero sí en el cielo. (Boira, III, pp. 260-261) (Asensio, II, II, I, VI).
638. Felipe II y Trezo. El monarca no pagaba la renta asignada a su matemático y arquitecto Trezo, así es que cuando le llamó un día, éste no acudió. Le forzó el rey a presentarse ante él y le preguntó qué pena merecía el criado que no acudía a la llamada de su señor; Trezo contestó: “Merece que le paguen lo que le deben y lo despidan en el acto”. (Boira, III, pp. 261-262) (Asensio, II, II, I, XIII).
639. El camino por la iglesia. Felipe IV regaló un anillo a una joven preguntándole por dónde se iba a su cuarto. Ella contestó que por la iglesia. (Boira, III, p. 262) (Asensio, II, II, I, XVI).
640. El médico y el enfermo. El médico le dice al enfermo que no le preocupa su calentura. El enfermo replica que tampoco le importaría a él si el enfermo fuera el otro. (Boira, III, p. 262) (Asensio, II, I, IV, II).
641. El ceder es prudencia. De dos amigos que discutían sobre el tiempo gobernado por Augusto César, el que tenía razón cedió, y confesó a otro amigo que porque no merecía la pena perder a un amigo por dos años más o menos de la dominación de Augusto. (Boira, III, pp. 264-265) (Asensio, II, V, VI, III).
642. El loco en la iglesia. Observando el loco que todos comenzaban a gritar cuando el cura comenzaba los oficios, se acercó al sacerdote y le golpeó por haber hecho gritar a todos. (Boira, III, p. 265) (Asensio, II, V, IV, V).
643. El miedo. Ordenó que se grabase en su sepulcro: “Aquí yace don Martín Yáñez, en cuyo pecho jamás tuvo entrada el miedo”. El rey comentó que nunca había apagado una vela con los dedos. (Boira, III, p. 272) (Asensio, II, II, I, VII).
644. La silla y el freno. Un pariente del marido solía ofender a la joven y hermosa mujer. Cuando se presentó en casa un día y el marido mandó que le pusiesen una silla, la mujer advirtió que si iba a estar callado que se la pusiesen; pero que si iba a hablar, que silla y freno. (Boira, III, pp. 272-273) (Asensio, II, VII, VIII, V).
645. La traducción. Como no lo sabía, el provisor le dijo al estudiante que agnus se traducía por cordero. Al año siguiente el estudiante dijo que agnus dei quería decir borrego de Dios, ya que si el año pasado era cordero, el presente sería borrego y al siguiente iba a ser carnero.
(Boira, III, pp. 273-274) (Asensio, II, III, VIII, IV).
646. Antes del principio. Antes del in principio, le dice al examinador que le había preguntado, hay el sicut erat. (Boira, III, p. 274) (Asensio, II, III, VIII, VI).
647. Morir la primera vez. El sacerdote intenta animar al estudiante que muere diciéndole que procure reanimarse y morir poco a poco. El estudiante se excusa por no saberlo hacer, ya que es la primera vez que muere.
(Boira, III, pp. 274-275) (Asensio, II, III, VIII, I).
648. El lugar preferente. El portugués decía que tenía lugar preferente por ser él el cristiano más viejo, pues era pariente de Cristo; el otro le arguyó que entonces era judío; se defendió diciendo que el parentesco era por parte de la Divinidad. (Boira, III, p. 275) (Asensio, II, II, V, VI).
649. Dos padres iguales. Intenta rebajar al otro diciéndole que es hijo de un miserable albañil; aquél dice que bien puede saberlo, pues el suyo era el que le llevaba la cal. (Boira, III, p. 275) (Asensio, III, III, VI, V).
650. El desterrado en palacio. Un desterrado de la corte se atrevió a presentarse a un baile. Tropezó con Felipe II, se echó a sus pies y pidió que no se lo dijese al alcalde para que no lo llevase a prisión. El monarca le prometió que no se lo diría, pero que tuviese cuidado de no encontrarse con el rey, “porque mandará también prenderos”.
(Boira, III, pp. 276-277) (Asensio, II, II, II, XXX).
651. El pedimento. El pastor le pidió al abogado que escribiese un escrito de querella contra una dama que le había llamado cornudo. Lo hizo con tanta brillantez que el pastor le ofreció el doble del honorario para que lo rompiese, pues si la mujer le había llamado una vez cornudo sin llevarle nada, mal podía quejarse de ella cuando — 67 — él se lo llamaba cuatro veces y le cobraba un duro. (Boira, III, pp. 293-294) (Asensio, Floresta, II, III, IV, I).
652. El gobernador y los forzados. Visitando el duque de Osuna las galeras de Nápoles, fue preguntando a los galeotes la causa de su condena: todos le hablaron de su inocencia, de juicios injustos… Finalmente, un joven reconoció ser un ser perverso que merecía aquella pena. El duque lo dejó libre, pues no era justo que hombre tan malo estuviese entre tantos inocentes. (Boira, III, p. 299) (Asensio, II, II, III, I).
653. La fuerza de la costumbre. Iba progresivamente retirándole la comida al caballo para acostumbrarle a la comida escasa y poder economizar, y murió justo cuando ya se estaba acostumbrando. (Boira, III, p. 303) (Asensio, III, III, VI, IV. El que sufre el experimento es un estudiante).
654. El cabestro (verso). “En un templo un caballero” dijo a una guapa y alhajada joven: “Yo tomara los anillos, / Y dejara la mano”. Ella contestó: “Sea guapo, / Pues yo tomara el cabestro, / Y dejara libre el asno”. (Boira, III, pp. 307-308) (Asensio, II, II, II, XVI).
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NOTAS
(1) COTARELO Y MORI, Emilio: Diccionario Biográfico y Bibliográfico de Calígrafos Españoles. Obra premiada por la Biblioteca Nacional en el concurso público de 1906 é impresa á expensas del Estado, Madrid, Tip. de la “Revista de Arch., Bibl. y Museos”, 1913.
(2) 1. Una gran lámina, con multitud de ejemplos de letras diversas (…). 2. Una grande hoja manuscrita, con variedad de letras, pero diferente de la en que grabó el retrato de Carlos III, que aquí está sustituido por el suyo propio, hecho a pluma, en el centro, y la inscripción: “Franciscus Asensio. Nat. die 18 Dcr. Anno 1725”. Al pie dice: “Francisco Asensio lo escribió el año de 1762”. 3. Gran lámina grabada en que Asensio puso todas las formas de letra que supo (…). Lleva el retrato de Carlos III (…). 4. Una gran muestra grabada, con varias clases de letras (…). 5. Todas las 41 láminas y la portada del Arte nueva, de Palomares (…). 6. Seis muestras de varios tamaños de letra “de moda” (…). 7. Geometría de la letra romana mayúscula en 28 láminas finas, y su explicación. Libro único, dado á luz y grabado al buril por D. Francisco Asensio y mejorada, oficial de la Real Bibliotheca de S. M. siguiendo las reglas de los autores que mas buen las han executado. En Madrid en la imprenta de Andres Ramírez, á expensas del autor. Año de MDCCLXXX (…). 8. Algunas muestras ó láminas de la escuela de leer letras antiguas (1780), del P. Andrés Merino (…). 9. Para la obra del abate Servidori, impresa en 1789 con el título de Reflexiones sobre la verdadera arte de escribir, grabó las láminas (…). 10. Septen psalmi Davidici, quos poenitentiales vocant. Septem redentoris nostri sanguinis effusionum icones complexi. Nunc primum ita dispositi per Franciscum Asensio et Mejorada Regiae Bibliotecae sucustodem. 1787 (…). 11. Dibujo á pluma, con rasgos, encerrando un disco (…). 12. Un dibujo como viril (…) con letrero alrededor que dice: “Diámetro de un real de plata”. (…). 13. Planos de Madrid y París (…). Otros varios trabajos microscópicos de menor importancia y curiosidad. 15. Colección de muestras de escribir desde palotes hasta lo más delgado (…).
(3) Segunda parte de la Floresta Española, y hermoso ramillete de Agudezas, Motes, Sentencias, y graciosos Dichos de la descreción cortesana. Recogidas por Francisco Asensio, á continuación de las que imprimió D. Melchor de Santa Cruz, Madrid, Joseph González [1730], al que sigue otro volumen con la tercera parte de 1731.
(4) Madrid, Herederos de la Viuda de Juan García Infanzón.
(5) Floresta española de apotegmas, o sentencias sabia y graciosamente dichas, de algunos españoles: recogidos por Melchor de Santa Cruz, vecino de la Ciudad de Toledo. y continuados por —, [Madrid] Ramon Ruiz, 1790.
(6) Aarne-Thompson, nº 860: Las nueces de -¡¡Ay, ay, ay! Boggs, *860.
Fernán Caballero (La viuda del cesante, BAE, 140, p. 16A
[Chevalier, “Inventario...”, nº 42; Camarena-Chevalier, tipo 860].
Suárez López (Cuentos… Asturias, pp. 158-159), nº 38 (dos versiones): Un real de “hay” y otro de “no hay”.
Rubio Marcos (C. Burgaleses…, pp. 193-194), nº 94: La porción de “hay” y la de “no hay”.
Rodríguez Pastor (C. E. de Costumbres, pp. 291-293), nº 117: Dos reales de nada.
Rodríguez Pastor (C. E. Obscenos y Anticlericales, pp. 117-118, nº 35: Dos reales de “hay” y dos de “no hay”.
Quesada Guzmán (Cuentos… Pegalajar, pp. 128-130): Los estudiantes y los soldados.
Asensio (C. Riojanos…, pp. 132-134): Las nueces de ¡ay, ay, ay!
(7) Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, pp. 213-215).
Pabanó (Gitanos, p. 168): Ence que era pistola.
(8) Gómez López (C… Poniente Almeriense, pp. 659-660; nº 154: El café caliente.
Suárez López (Cuentos… Asturias, pp. 280-281; nº 87): Huyendo de la quema (3 vers.).
Rodríguez Pastor (C. E. Obscenos y Anticlericales, p. 170; nº 74.4: Quevedo y el café caliente
(9) Martínez Villergas “Cuentos divertidos”.
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, pp. 324-325).
(10) Aarne-Thompson: 1890 El disparo de la baqueta y una serie de accidentes afortunados.
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 342).
Sánchez Ferra (“Camándula (El C. P. en Torre Pacheco)”, pp. 177-178; nº 229: El embustero y su criado.
Gil Grimau, Que por la rosa, nº 41.
Rodríguez Pastor (C. Extremeños de Costumbres, p. 234; nº 86): El venao.
Reinón (Cuentos Vélez, p. 53): El buen cazador.
Hernández Fernández (“C. humorísticos… Javalí Nuevo”, p. 101): Un cuento de cazadores.
(11) Cf. Santa Cruz, Floresta, IX, I, 15.
(12) Thompson, J1289.8: Una oreja reservada para el otro litigante (Spanish, Childers).
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 371).
(13) Thompson: J1411: El carro de heno y la puerta (novela italiana).
Poggio (Facetiarum liber, p. 30), nº 26: Del abad Septimi.
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 403).
(14) Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, pp. 403-404). Recuerda a Jérica y Corta (Cuentos Jocosos, III): De un vizcaíno.
(15) Martínez Villergas “Cuentos divertidos”, en Textos picantes, p. 118.
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 232).
(16) Boggs, 2014.
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 386).
(17) Robe, *1762.
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, pp. 605-606).
Cf. San Cristóbal, Arlotadas. Cuentos y sucedidos vascos, pp. 33-35. (Dibuja un apóstol de más en la cena. Dice que uno es un gorrón que se irá en cuanto acaben).
(18) Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 622-623).
Tiene semejanza con Aarne-Thompson 1832B*: ¿Qué clase de estiércol? (el muchacho se pregunta si aquel estiércol que contempla es de caballo o yegua).
(19) Erasmo (Apotegmas de sabiduría antigua, p. 40), 15: El siervo mejor que el señor.
(20) Erasmo (Apotegmas de sabiduría antigua, p. 42), 19: Paciencia grande.
(21) Fernán Caballero (La Gaviota, BAE, 136, p. 99 [Chevalier, “Inventario…”, nº 77]).
Juan Valera (Cuentos y Chascarrillos) [incluidos en Cuentos y chascarrillos andaluces tomados de la boca del vulgo….] El famoso cantor de Madureira.
Pío Baroja, Los Visionarios (en Obras Completas, VI, p. 541a) [según Amores, Fernán Caballero y el cuento folklórico, nota p. 212].
(22) Tapia Rodríguez (Chistes de todos los colores, Barcelona, Edicomunicación, 1991, p. 32).
(23) Cf. la clasificación de Camarena-Chevalier, que lo admiten como variante de Aarne-Thompson, 921F*: Los gansos de Rus.
(24) Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 126) Coloma, Recuerdos de Fernán Caballero, Bilbao, Administración de “El Mensajero del C. de Jesús”, cap. 16, p. 172. Debió de oírlo de boca de Fernán Caballero, tal como confiesa.
(25) Cf. Aarne-Thompson, 1295: El séptimo pastel satisface (tenía que haber empezado por ese).
(26) Aarne-Thompson, 1293*: Aprende a nadar.
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 418).
(27) Véase III, p. 23: La cara remendada (llevaba la cara llena de cuchilladas y decía que preferiría hacérsela nueva).
(28) Poggio (Facetiarum liber, p. 50), nº 121: Broma del famosísimo Dante.
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, pp. 93-94. Referido a Quevedo y un importuno).
(29) Mil chistes de novios y matrimonios, Madrid, 19654, p. 141.(Dice que le creerá que tiene treinta años porque lleva tres años insistiendo).
(30) Erasmo (Apotegmas de sabiduría antigua, pp. 45, 49), 30: Humilde Sócrates (sólo sabe que no sabe), 42: Contra los glotones, 46: Contra los hipócritas (Antístenes).
(31) Erasmo (Apotegmas de sabiduría antigua, p. 237), 555: Freno en la ira.
(32) Plutarco (Apotegmas de los lacedemonios, p. 134).
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 412) (33) Cf. Aarne-Thompson, 1588*: Lo que no vio. Cf. Agúndez (Sevillanos, nº 103). Timoneda (Portacuentos, 88). Habría que agregar: Asensio (C. Riojanos…, p. 142): La varita del rey y el pedo del lacayo, [lo cataloga como Aarne-Thompson 921D] Cf. Libro de las mil y una noches, noche 699. Choja). Correas (Vocabulario): ¿A qué puerta llamará Vm. que no le respondan? Fernando de la Granja, “Cuentos árabes en “El Sobremesa” de Timoneda”, XXXIV (1969), pp. 381-394.
(34) Erasmo (Apotegmas de sabiduría antigua, pp. 149-150), 320: Preguntas y respuestas notables de Tales.
(35) Thompson, J1284.2: Deja de ser rey (Spanish, Childers).
(36) Thompson, J1613: El rescate en Sabbat.
(37) Boggs, *805.
Rodríguez Pastor (C. Extremeños de Costumbres, pp. 118119; nº 36): La cocinera (en este caso el cerdo es lo hallado).
(38) Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, pp. 509-510).
Cf. Aarne-Thompson, 1574: El sueño del sastre.
Cf. Thompson, J1401: El sueño del sastre.
(39) Recuerda a Gil Grimau-Ibn Azzuz (Marruecos, nº 50: El musulmán y el cura), en que el cura debe poner la otra mejilla, como manda su religión, pero después golpea al musulmán y le dice que vuelva a poner la otra mejilla, pues su religión le exige pagar por igual, diente por diente.
(40) Carlitos (Otro libro de chistes, p. 128). Puñaditos de sal, p. 183.
(41) Thompson, J1935: Artículos enviados por telégrafo (U.S.) Hansen, **1701.
Cf. Aarne-Thompson, 1710: Las botas enviadas por telégrafo (J1935.1).
Gallardo de Álvarez (Cuentos de resolana, pp. 69-88), nº 3: El telégrafo.
(42) Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 539).
Cf. Alberto Peyrona (Anécdotas festivas, p. 40).
(43) Plutarco (Apotegmas de los lacedemonios, p. 154), en los “Dichos notables de las mujeres”.
(44) Thompson, J1309.1: El hombre pregunta al indio desnudo si no tiene frío (U.S).
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, p. 496).
(45) Martínez Villergas “Cuentos divertidos”.
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, pp. 55-56).
(46) Sin el comentario final, Plutarco (Apotegmas de los lacedemonios, p. 69), sobre Aristón.
(47) Boggs, 1653 (más explícito, Hansen, **1676).
Cf. Aarne-Thompson, 1341A: El tonto y los ladrones.
Gómez López (C… Poniente Almeriense, pp. 305-308), nº 42: Los tres gallegos.
Rodríguez Pastor (C. E. de Costumbres, p. 203), nº 72: Los tres gallegos.
Rubio Marcos (C. Burgaleses…, pp. 192-193), nº 92: Los gallegos tontos y los ladrones.
Asensio (C. Riojanos…, p. 163): Segadores gallegos asaltados (El tonto y los ladrones).
Martín Criado, (“Cuentos… castellanoleoneses”, p. 46b47a), nº 12: Los gallegos y las moras.
Palacio-Rivera, (Museo cómico, I, pp. 554-555).
(48) Boggs, 1525C.
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