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A través de su lenguaje visual, su valor artístico, iconográfico y simbólico, las collaradas Maragatas aportan en la actualidad una magnífica fuente de información que nos va a permitir conocer, interpretar y describir formas de pensar, de ser, de estar y de actuar del pueblo maragato en su pasado reciente.
A lo largo de este trabajo, voy a utilizar con más frecuencia el término “collarada” que el de “arracada”, por dos motivos: – Por ser etimológicamente la denominación más apropiada.
– intentar separar la unificación de significado entre arracada y collarada, que se aprecia en algunos estudios y publicaciones.
A nivel descriptivo, la collarada, la podemos definir como una serie de piezas de diferentes formas y tamaños, en las que se incluyen castilletes o alconciles; avellanas; joyeles; tablillas; escapularios; relicarios; jardines con exvotos de cera, flores secas, figuras recortadas en papel de varios colores; vidrieras; detentes; higas; cruces; cristos preñados y medallas, ensartadas con hilos o cordones, para dar forma a una especie de gran collar, que la mujer maragata, lucía en fiestas y fechas muy señaladas.
Es de destacar la coincidencia en la descripción que de la misma nos hacen diversos autores a lo largo de los siglos XVIII y XIX; a modo de ejemplo tenemos:
– Whiteford Dalrymple, en su obra, Viaje a España y Portugal, año 1774: “Mauregatas (…) llevan muy grandes aros en las orejas (…) lucen una enorme cantidad de retratos de santos, ya sea en medallas de plata o en otras bagatelas, colgando de grandes rosarios de coral que forman un collar y se extienden después sobre todo el pecho”.
– Alexandre Laborde, en su obra, Itinerario Descriptivo de España, año 1807: “Las mujeres (…) y en el cuello mucho coral y relicarios de plata, con los que adornan el día de fiesta”.
– Richard Ford, en su obra, Hadbook for travellers in Spain, año 1830: “en sus fiestas lucen sus adornos, la «joyada», de grandes cadenas de coral metálicas, con cruces, reliquias y medallas de plata. Sus pendientes son muy pesados y se sujetan con hilos de seda como las judías de Berebería”.
– Enrique Gil Carrasco, en su obra, Los Maragatos: vida y costumbres. La boda Maragata, año 1839, al detallar el dote que el novio le entrega a la novia, nos dice lo siguiente: “las domas, multitud enorme de collares con rosarios y medallas, los anillos que han de servir para el desposorio; (…) vincos o arracadas para las orejas”.
– Eduardo Saavedra, en su obra, La mujer en León, año 1873, al describir la collarada, nos dice: “Dos clases principales de piezas, además de los famosos corales, componen estas collaradas: unas esféricas (…) y otras prismáticas. (…) entre ellos se intercalan dijes de coral o piedras toscamente labradas, que hacen el oficio de amuletos para enfermedades (…) joyeles (…) crucifijos (…) vidrieras (…) relicarios. Este verdadero museo ensartado en fuertes hilos, se ciñe a la garganta, cayendo el resto por el pecho (…)”.
ORÍGENES
Arracadas y collaradas de diferentes tamaños y formas, ya eran utilizadas por pueblos antiguos entre los que se encontraban los egipcios, asirios, fenicios, celtas e íberos. Son muchas las muestras de estas joyas que llegaron hasta nosotros, bien a través de la escultura, de tesoros o de piezas sueltas. Se trata de auténticas obras de arte, que afortunadamente podemos estudiar, disfrutar y observar en varios museos y fundaciones.
De clara influencia mediterránea, arracadas y collaradas, tuvieron su espacio, su tiempo, su modo y su función en la sociedad maragata hasta finales del siglo XIX, siendo su presencia más notoria en los pueblos de arrieros ricos, tales como Santiago Millas y Castrillo de los Polvazares.
A veces la collarada maragata se identifica como arracada, aunque a buen decir, arracada guarda relación con pendiente y collarada con collar, denominación que a nuestro entender es más precisa. A esta dualidad, pudo contribuir el sistema de suspensión de la mayoría de las primitivas arracadas, que en lugar de ser por perforación de la oreja o por pinza presionando sobre el lóbulo, lo hacían por medio de un cordón o de un aro, que le permitía acoplarlo al pabellón auditivo.
Las que en principio podían ser piezas similares, en las que variaba solamente la dimensión del cordón o aro de sujetar y colgar, se fueron diferenciando con la ampliación de la seguridad de la arracada al incluir la pinza y la perforación del lóbulo; ante estos nuevos adelantos, lo más probable es que el cordón para colgar se fuera quedando solamente para el amuleto o joya que se colocaba al cuello, dando nombre al collar actual cuando es sencillo y collarada cuando ésta es aparatosa tal como se aprecia en la comarca de la Maragatería.
Las arracadas más antiguas conservadas en la Maragatería utilizaban la doble sujeción, que consistía en un aro grande que se acoplaba a la oreja y por perforación del lóbulo, tal como nos demuestra José Manuel, platero de la joyería Santos de Astorga; este experto orfebre es un gran conocedor del mundo de las arracadas y de las collaradas, gracias a su talento, sabiduría, estudio, paciencia y buen hacer podemos seguir disfrutando de piezas únicas que salen de su taller desde hace más de veinte años; José Manuel copia fielmente esas primitivas formas, al tiempo que les imprime su sello personal.
El hilo conductor de arracada nos lleva a:
– arras, tal como se define en El Tesoro de la Lengua Castellana, de Sebastián de Cobarruvias (1611), cuando describe arracada como: “Arillos con sus pinjantes que las mujeres se ponen en las orejas y porque los desposados envían a sus esposas ordinariamente con los anillos que se han de poner en los dedos, el adorno de las orejas y este presente se le llaman arras, tomaron el nombre de arracadas, como cosa perteneciente a ellas”.
– Al-qarrat, se entiende como algo que cuelga o está pendiente, según Antonio Cea en la Guía de la Artesanía de Salamanca (1985).
TESTIGO DE UN COMPROMISO
La collarada Maragata era parte de la dote de boda que el novio le hacía a su prometida; dentro de este ritual de compromiso, se daban varios intercambios de valor material con su consiguiente carga simbólica. Es de destacar que: – el novio, además de la collarada, le entregaba el pañuelo de casada, la mantilla, el anillo y los pendientes.
– la novia, dotaba al novio con el chaleco bordado con flores y ramos de vivos colores, la capa, las bragas o calzas de paño negro y el cinturón de piel de cabritilla blanca, forrado y bordado con frases de matiz amoroso, permanente y posesivo, del estilo de: “viva mi amor”, “viva el que más quiero”, “amor mío no me olvides”.
Esta costumbre de joya-testigo, aparece documentada en el Norte de África, Ibiza y en al-Andalus en época medieval.
La Collarada atesoraba valores de diferente naturaleza y significado, entre ellos destacamos: – material: por su valor de cambio como aportación o dote de boda.
– social: al marcar el rito de paso de soltera a casada; indica la madurez de la mujer en el campo sexual y reproductivo.
– prenda: por su valor de intercambio, en caso de necesidad económica aporta liquidez a su propietaria al poder empeñar las partes de más valor de la misma, tal como nos demuestra un documento de 1739, estudiado por Dña. Concha Casado; “En el comercio de José Calvo, de Rabanal del Camino, se hallan empeñadas nueve tablillas de plata pertenecientes a vecinas de Andiñuela, Foncebadón, La Maluenga y Rabanal”.
– estratificador social: su valor de uso diferencia e identifica las distintas capas sociales; las collaradas, son auténticos símbolos de riqueza y de poder.
– preventivo: al evitar la aparición de enfermedades y demás peligros tanto internos como externos.
– curativo: al reparar y restablecer la salud perdida.
– protector: al hacer de escudo ante la aparición de peligros y enfermedades; este matiz tiene una profunda carga profiláctica.
– propiciatorio: en un sentido amplio de multiplicación en cuanto a hijos, animales y cosechas.
– visual: la collarada transmite un mensaje visual muy rico en códigos, matices y valores, que son perfectamente descodificados y entendidos por el receptor; nos muestra a una mujer armada defensivamente contra todo tipo de peligros, que le va a permitir controlar acontecimientos personales, familiares y sociales.
VALOR ARTÍSTICO ç
El orfebre, se vale de diferentes técnicas, entre las que destaca el repujado, el estampado, el cincelado, la filigrana, el granulado o la fundición, al tiempo que se recrea en pequeños detalles de ornamentación, tales como círculos, líneas, ondulaciones, punteados y figuras geométricas, que de forma indirecta van a contribuir a la vertebración de la obra en su conjunto.
La plata es el material más empleado en su confección, aunque a veces se utilizan otros metales tales como el oro, el cobre o el bronce, junto al cristal, el coral y el azabache.
Varios de estos metales, eran utilizados por sus propiedades curativas y profilácticas: así el coral se creía que daba salud a los vivos y paz a los muertos; el azabache restañaba la sangre; los cristales impedían el mal de ojo y las coralinas, contribuían al incremento de leche de la mujer parida.
La grandeza de esta joya está en que el artesano es capaz de ensamblar una serie de objetos, formas, materiales y símbolos de naturaleza diferente, que en lugar de repelerse se atraen para crear y dar vida a una pieza única.
Aunque a buen decir, esta composición analizada fuera de su contexto, solamente como adorno, resulta aparatosa, en cambio el efecto estético que produce con el ritual, el traje y el porte de la mujer maragata, tal como se nos presenta en grabados y fotos antiguas, es todo lo contrario; las collaradas le imprimen carácter, dan notoriedad, afianzan su estatus y realzan su belleza.
Si nos centramos solamente en la expresión artística, nos quedamos con una visión parcial de la obra. A este indudable valor artesanal, hay que añadir sus vínculos con lo sagrado y su relación con lo profano, incidiendo principalmente en su dimensión social, cultural, contractual, económica, reproductiva y familiar. La collarada tiene la virtud de reunir todas estas variables en una simbiosis perfecta, sin rechazarse, solaparse o superponerse, en donde conviven: utilidad, hermosura, defensa y valor.
En la Maragatería las collaradas más aparatosas están asociadas a la nobleza arriera, son los indicadores públicos del triunfo, auge y poder social. Es de destacar como esta manifestación externa de poder, ostentación y de riqueza contrasta con el carácter reservado del ethos maragato.
SIMBOLISMO
En las culturas primitivas, lo más probable es que la arracada se utilizara como amuleto protector para impedir que los malos espíritus penetrasen en el cuerpo a través de los oídos. La collarada maragata supo conservar esa antigua función de prevención, cura y protección, incorporando elementos paganos, musulmanes y cristianos en convivencia pacífica. Es de destacar que los activos cristianos predominan sobre los demás, aunque en muchos de ellos aún pervive ese sustrato primitivo.
Estamos ante varios medios, encaminados a conseguir el mismo fin; a veces resulta difícil encontrarlos en estado puro. Entre ellos destacamos:
A) Símbolos asociados a la prevención, protección, defensa y perdón
– Medallas: su misión es la de dar a su titular amparo, protección, defensa y de ser necesario perdón. La pluralidad de medallas, con la imagen de la Virgen del Carmen, del Castro, del Camino, de las Ermitas y de la Encina o de Santos como San Antonio y San Benito y demás santos y vírgenes de su devoción, son comunes en las collaradas Maragatas.
– Detentes: con la imagen grabada del Sagrado Corazón, su función es la de parar el mal cuando éste no se pudo evitar de forma preventiva y se aproxima peligrosamente. La imagen del Sagrado Corazón a modo de escudo impide que el mal se materialice en personas, animales y cosechas.
– Higas: su misión es la de actuar de red protectora contra los maleficios del tipo de males de ojo y envidias tanto de personas ajenas como de convecinos y conocidos. A veces para combatir este mal utilizaban la piedra venturina, puntas de asta o cuerno de ciervo.
– Castilletes: son símbolos de protección y defensa de carácter físico. Se trata del muro o barrera que les separa de los enemigos externos; estamos ante auténticas fortalezas que dan seguridad física, psíquica y patrimonial.
– Castaña de indias: su presencia evita el dolor de oídos.
– Palmetas de cinco puntas: goteras que representan la mano de Fathma o los cinco mandamientos coránicos; aparecen con frecuencia en las arracadas más antiguas. Su misión es la defensa contra el mal.
– Palomas: aparecen con frecuencia colgando en los joyeles en forma de corazón. La paloma como animal sagrado, simbolizaba la paz en el Antiguo Testamento y el Espíritu Santo en el Nuevo.
B).- Símbolos asociados a la fertilidad, la maternidad y el ciclo vital
– Cristos Preñados: su fin es el de propiciar la fertilidad femenina. Se trata de una invocación a la maternidad; la mujer solicita la ayuda para el cumplimiento de una de las funciones básicas de la casada dentro de la familia maragata, que es la de parir y tener hijos, que con su trabajo engrandezcan la casa, mantengan el apellido y por supuesto perpetúen el linaje. En las coplillas que le cantan las mozas a los novios cuando se dirigen al altar está muy presente este deseo “Guapa es la novia cual nadie, guapo el novio cual ninguno tengan hijos a docenas y a centenares los mulos”.
– La Anunciación: Vidrieras grabadas con la imagen de la Anunciación. Ésta simboliza la materialización del proceso de fertilidad. La mujer a través de la Anunciación va a recibir la buena noticia, que consiste, en que el rito propiciatorio surtió su efecto, y por lo tanto, está embarazada y dentro de unos meses va ser madre.
– La Cruz de Carava: su misión es la de auxiliar a la mujer en el momento del parto, además de protegerle del fuego, del rayo y de la rabia.
– Piedras de leche: se trata de ágatas blanquecinas que propicien la abundancia de leche y al mismo tiempo faciliten la lactancia del recién nacido.
– Jardines: relicarios con exvotos de cera, que representan a niños de muy corta edad, flores secas, cristales y papeles de vivos coles. Su interpretación debe de estar asociada a la alta tasa de mortalidad infantil; se trata de una invocación de cuidado, desarrollo, felicidad y amparo de los más pequeños de la familia.
C).- Relicarios
A modo de cajón de sastre, en estos relicarios podemos encontrar aparte de reliquias, varios elementos propiciatorios: – Semillas: simbolizando la invocación a la fertilidad de la tierra para que propicie la abundancia de cosechas; estas semillas también pueden guardar relación con la fertilidad femenina, pues el día de la boda los invitados a la salida de la iglesia a los novios les obsequian con una generosa lluvia de granos de trigo.
– Caras que imitan Soles: en ellos subyace el culto y el respeto a los astros que tanto influye en sus vidas, sus animales y sus cosechas. Esta reminiscencia pagana sigue latente en sus formas y figuras redondas semicirculares, y en los recortes de papel de colores que aparecen en el interior de los relicarios.
– Flores secas de color amarillo y azul: el amarillo en este caso puede estar simbolizando al sol y a la riqueza, y el azul, al agua y a la pureza; volvemos a estar ante un rito propiciatorio de elementos fundamentales para la vida de personas, animales y plantas.
– Cabellos del novio, como elemento perdurable y de pertenencia. Puede asociarse también a un ritual de compromiso, dado que la collarada está muy relacionada con el dote de boda.
– Escapularios con variedad de santos y vírgenes.
– Piedras de sangre: se trata de ágatas de tono rojizo, como terapia contra los flujos de sangre.
La collarada Maragata, hay que analizarla a través del filtro de las creencias de su tiempo; las sociedades en general, tienen certezas sobre la relación causa-efecto de los elementos que organizan y desorganizan su cosmos, por tal motivo su dinámica está centrada en la lucha contra el caos. Así que una vez que conocen los elementos que la desestructuran, es decir, sus peligros y descubren la terapia adecuada, muchas veces simbolizada en iconos, se apropian de ellos y les adjudican un espacio físico en algo tan digno y valioso como son sus joyas y les dan vida a través de los diferentes rituales. En la mayoría de estas creencias y ritos pervive un sustrato primitivo de fuerte raíz animista, tan bien llevado por ese espíritu matriarcal encarnado en la mujer maragata al ser ella el santuario de los símbolos propiciatorios, reparadores y protectores tan vitales para el ser, el estar y por supuesto el continuar de la familia maragata de su tiempo.
Para contemplar la grandiosidad de estas piezas, contamos con tres escenarios maravillosos: – el Museo de los Caminos de la Catedral de Astorga.
– la joyería Santos de Astorga.
– la Fundación Joaquín Díaz en Urueña (Valladolid).
– Museo del Pueblo Español (Madrid).
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