Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
A MODO DE PROLOGO
La primera información oral, recogida por el autor, de cultura popular del Campo de Montiel se anotó el 31 de julio de 1975, Torre de Juan Abad, las últimas, el 17 de septiembre del 2002, Albaladejo. De forma irregular, pero anual, durante este periodo de veinte y siete años de "andurrear" montieleño, son como cuatrocientas, incluidas leyendas, las creencias y tradiciones populares recogidas.
También se han recogido gran cantidad de topónimos populares, así como la permanencia de ciertos mitos locales en ellos.
Un apartado especial merece la mitología popular y que será objeto de la segunda parte de este trabajo.
Se tiene la certidumbre de la existencia de gran número de creencias y tradiciones, desconocidas y desaparecidas, no recogidas hasta el día de hoy por el autor y, si no se apresuran los trabajos de campo, serán sepultadas junto con los últimos hombres y mujeres memoria. Con su muerte se pierde una extraordinaria y misteriosa cosmovisión, que formó parte integrante, cotidiana e inseparable de nuestros mayores.
Todas han sido recogidas de forma oral y jamás, jamás, se descarto ninguna por muy fantástica que pudiera parecer.
En esta primera entrega, gran parte del material descrito pertenece a Torre de Juan Abad, Villamanrique, Castellar de Santiago, Albaladejo, Almedina, Cózar, Villanueva de los Infantes y la Solana.
Por último, mostrar el inmenso agradecimiento a todas aquellas personas que facilitaron informaciones, colaboraron y confiaron en el autor. Al finalizar estos trabajos se harán públicos sus nombres, aunque muchos de ellos desearon el anonimato.
1. Tenía más peligro que un "nublao", beber agua en charcas, fuentes, pozas, royos, estanques...donde antes hubiera bebido o tomado su baño una eriza en periodo de celo, las aguas quedaban contaminadas, y al beber, el hombre, la mujer, era víctima de un rabioso dolor que se agarraba a la "riñoná".
2. Terapia casera contra el reumatismo, aliviadora del dolor, fue el uso de la mezcla de ajo, machacado en un almirez, con hojas de espino. La pasta resultante se aplicaba a modo de cataplasma sobre la parte afectada por el reuma. Asimismo era conocido un preparado líquido compuesto de alcohol y ajos que, después de varios meses de haber estado en reposo y macerado era tomado a modo jarabe: la posología era de un vasito diario.
3. Antaño, en nuestros pueblos montieleños, vivieron algunos hombres y mujeres "especiales", dotados de extraños poderes. Uno de ellos, cuya fama le precedía, con tan sólo mirar al enfermo de "tiricia" lo curaba, dicen que la fuerza de sus ojos, como la del mitológico caladrio, hacía desaparecer la enfermedad. Asimismo era consultado por numerosos familiares de enfermos que deseaban saber la gravedad de la dolencia. Los acompañaba hasta la casa y desde el umbral de la puerta de la habitación hacía un reconocimiento visual al enfermo. Después daba el diagnostico a los parientes.
4. Aceite y barro hecho un pegote, curaba las picaduras de las abejas. Otro apaño, para el mismo caso, era cieno y orina, esta debía pertenecer a la persona picada. Los dos recursos bajaban la inflamación y escampaba el dolor.
5. Precaución muy extendida y practicada, fue la de proteger a los rebaños o yuntas de la mordedura de las víboras, con pequeñas higas, fabricadas con cuernas de ciervo, que pendían de sus cuellos.
6. En el amanecido del Día de San Juan, las mujeres sacaban al corral el roperío familiar para que recibiera las primeras luces del sol y los vientos de San Juan. Con la exposición de las ropas a Carlos Villar Esparza los rayos y aires sanjuaneros, quedaban protegidas contra la polilla y cualquier otro mal bicho ropero. Otras informaciones apuntan que la ropa se dejaba colgada en los corrales, al raso, durante toda la noche de la víspera sanjuanera, los efectos eran los mismos.
7. El enfermo de tos ferina era llevado, al amanecer, durante nueve días consecutivos a lo alto de la Serrezuela (Torre de Juan Abad) para que le dieran los aires. En La Puebla del Príncipe, el lugar era El Calar, allí el enfermo de garrotillo recibía los vientos. Creencia antiquísima de magia homeopática que suponía y esperaba que los aires acabarían llevándose tan peligrosa enfermedad, liberando al enfermo de ella. Es patente el rito de transmisión al igual que en numerosas creencias recogidas.
8. Una patata caliente colocada al final de la garganta, era uno de los humildes auxilios familiares más recurridos para sanar los constipados.
9. El día de Viernes Santo, jornada de sobrecogido sentimiento e infinito silencio, las mozas no podían, ni debían, mirarse en los espejos, y en caso de extrema necesidad... hacerlo en el espejo del agua. Todo trabajo físico, salvo contadas excepciones, fuera el que fuera, estaba prohibido por la costumbre y la religión. El atrevido que desoía tal mandamiento en día tan trágico y dramático para los cristianos, era amonestado severamente por el párroco e irremisiblemente castigado por Dios.
10. Contaron los abuelos de ayer a los abuelos de hoy, que los muchachos no debían dormir junto a las ancianas de la familia en la misma cama, pues, el cuerpo de ésta, durante el sueño robaba la "sustancia" al del joven.
11. Receta popular tenida como la más eficaz para hacer desaparecer las verrugas… era la leche de las hojas de higuera sobre ellas. Existieron, dicen que aun los hay, personas cuya saliva poseía la fuerza de hacer desaparecer las verrugas.
Se ensalivaban el dedo, hay quien firma que era el "margarito", y lo pasaban siete veces consecutivas sobre la verruga. Poco tiempo después las verrugas se secaban, también hay quien cuenta, que se caían. Otro de los métodos mágicos para curar de verrugas era el siguiente: se cogían tantos granos de sal como verrugas se tenía, después de espaldas al pozo, se lanzaban los granos de sal en él… y salían corriendo a escape.
12. Cuando la curiosidad de la embarazaba la llevaba a la bacinería de querer averiguar el sexo de su futuro bebe, colocaba sobre o frente a las ascuas del fuego del hogar, una paletilla de liebre o de conejo: Sí se rajaba: niña, si ardía: niño. A ninguna embarazada le era permitido participar en las labores de preparación y cocción de morcillas, se tenía por muy cierto y verdadero que de hacerlo las morcillas reventaban durante su cocedura. Se murmura de esta especial conducta de las morcillas que, sirvió para destapar más de una preñez tapada.
13. Creencia nacional es, el mal augurio que representa la sal derramada. También en el campo de Montiel se seguía el rito de echar un puñado de ella por la espalda para anular los efectos de la amenaza. Otro pésimo presagio que vaticinaba dramáticos acontecimientos en la familia era la presencia de grandes moscardones negros. Asimismo el revoloteo de mariposas del mismo color, en el interior de la casa era mirado con autentica aprensión e inquietud.
14. La muerte, siempre inesperada, de una polla negra, en particular si era accidental se tenía por la más trágica de las desdichas, pues, pronosticaba una terrible desgracia en la familia. La muerte de la polla anunciaba la de un morador de la casa. Otra variante de esta creencia es, quizá con el propósito de torcer el hado, que el que fallecería sería un miembro de la familia vecina más cercana.
15. Para ahuyentar las acechanzas del Diablo y sus acólitos, se utilizaban ramas bendecidas de olivo colgadas de las paredes.
16. Muestra inequívoca del estado impuro de la mujer en estado menstrual, era, entre otras, la imposibilidad que tenía de hacer "ajoatao", se cortaba tantas veces como intentos y la de acercarse a las colmenas, pues, las abejas se enrabietaban y se volvían en extremo agresivas.
17. Una de las creencias más singulares y enigmáticas, que gozó de gran popularidad y de generalizada creencia, ha llegado hasta hoy, fue que, en cocinando el tradicional "ajillo" (en otros pueblos el plato es el ajoharina, las gachas…) y escuchar las campanas que tocaban a muerto, de forma inmediata se dejaba de cocinar el mentado plato. Creían y decían, que de no hacerlo, aparecía el finado y con el dedo removía el "ajillo".
18. Considerado signo de mala condición era cruzarse con un tuerto o un jorobado el día de San Juan, así como entre semana tenía los mismos efectos darse de cara con un cura, y si era un franciscano, el acabose de la mala suerte.
19. En la fría noche donde la familia y amigos daban de mano las matanzas, había alegre bailoteo. Se bailaba el "Saltón". Baile y música tenían la virtud mágica de proteger la carne de los cerdos sacrificados de los ataques del gusano llamado "saltón".
20. A la mano izquierda se la calificaba de… la mano del diablo.
21. Un extraordinario y antiquísimo rito de fertilidad conservado en la memoria de nuestras mujeres y hombres memoria es, el que afirmaba que para que los pimientos salieran picantes o muy picantudos había que sembrarlos y cosecharlos… en cueros o en su lugar con los pies descalzos. Importante era que la carne desnuda estuviera en contacto con la tierra. Hay testimonios en Torre de Juan Abad de la existencia de una familia, cuyos pimientos gozaban de gran celebridad, que así lo hacían: totalmente desnudos. De igual forma se ha recogido la expresión coloquial que dice, refiriéndose a los pimientos "¡Joder, como pican!","Claro, los sembrases en pelotas"
22. El primero de los melgos en nacer, nacía con el dominio sanador de ciertas enfermedades, por lo cual eran muy solicitados y tenidos en consideración. Entre otras usaban la técnica de maznar las partes afectadas por la enfermedad, con resultados satisfactorios. Las gentes decían que los conocimientos, casi mágicos, de estos melgos lo eran por ciencia infusa.
23. La moza que salía de su casa camino del casorio, debía hacerlo con el pie derecho. Dé hacerlo con el pie izquierdo el matrimonio sería desgraciado. Al llegar las primerizas desavenencias, que siempre llegaban, de los nuevos esposos, las abuelas sentenciaban aquello de !…mira que no salir con el pie derecho!
24. Algunas mujeres tenían gran desconfianza y temor a comer cebollas, pues, temían que al hacerlo, quedar estériles. Hoy, más prosaicas y modernas desdicen a sus mayores: afirman que era por lo del aliento.
25. Esperanza gañanera y pastoril para los resfriados, era una "camisa culebra" sobre el pecho.
26. Bautizar a un recién nacido antes de las veinte y cuatro horas, liberaba una alma bendita del Purgatorio.
27. Se impedía la visita de las brujas que, mayormente entraban por las chimeneas, en ocasiones cantando: "Cuatro somos de Alcázar dos del Toboso/ y la capitanilla/ del Tomelloso" (La Solana), bien dejando el fuego cebado, bien sobre las cenizas, las tenazas en forma de cruz.
28. Uno de los contra-aojamientos más conocidos era colocar una camisa de melgo con hierbas, poleo, romero… en el tejado. A medida que las hierbas se secaban, desaparecía el mal de ojo.
29. Cuando algún vecino o vecina daba trazas de andar cansino, de "magantuzería" y con claras señas de súbita desmejora y melancolía, se acusaba que las señales eran de "estar cogido por las brujas".
30. Como verdad del Señor se tenía que el agudo dolor de oído era producido por un hambriento y voraz gusanejo que habitaba en sus interiores. Dormidor empedernido, cuando despertaba, lo hacía con gran hambre y es entonces, cuando comenzaba a roer el interior del oído. Uno de los métodos más eficaces para hacer desaparecer las molestias era leche de mujer en periodo lactar. Se vertía directamente desde el pezón al interior del oído. Cuentan que era mano de santo, ya que calmaba las hambres del bicho.
31. Se protegía a los niños contra el temido mal de ojo metiéndoles en la fajilla de la cintura una higa de cuerno de ciervo y una bolsita conteniendo hierbas recogidas el mes de mayo.
32. La noche del uno al dos de noviembre había que quedarse en casa, pues, esa noche, los finados andaban por tejados y calles arrastrando pesadas cadenas, de "visiteo" y en pos del hogar que tuvo en vida. En encontrándolo, muchos de ellos se escondían detrás de las puertas con gran espanto de los niños. Había quien se pasaba toda "la mala noche" tocando lúgubremente las campanas de la iglesia.
33. El ictericiado para curar su mal era llevado a ver correr las aguas de un arroyo o fuente. Se decía que las aguas en su pasar arrastraban con ellas la enfermedad. Se continuaba con esta terapia hasta que la "tiricia" desaparecía.
34. Gato que se encenizaba en la chimenea: signo inequívoco de muda del tiempo. Si lucía el sol, pues, lluvia, sí temporal, solano. igualmente cuando los gatos se lavaban la cara… era señal del giro de tiempo. Enero fue conocido por el mes de los gatos.
35. La hernia infantil la trataban con singular arreglo: se salía al campo a cazar un lagarto, abundaban en Balbuena, en las Quebrás y pizorros. Una vez cazado, se degollaba sobre la hernia del niño, para segundos más tarde dar una serie de suaves masajes con la sangre del animal.
36. Práctica muy frecuente, era aquella que, durante el primer corte de uñas al niño o la niña, era imprescindible la presencia de una vecina amiga cantando, oculta por una puerta… Decían que los cánticos servirían para que el niño o la niña desarrollaran, en el futuro, una hermosa voz y un mejor oído.
37. A los dientes mal nacidos o desemparejados se les llamaba "dientes de lobo". Lease más abajo el porqué.
38. Costumbre harto singular y localizada hasta el momento sólo en Torre de Juan Abad es, que cuando a las muchachas les llegaba la primera menstruación, la comunicaban a sus más intimas, con la enigmática frase de: "Ya he ido a Almedina". Palabras que se refieren al pueblo vecino, 10 kilómetros, pero que no se ha encontrado hasta el día de hoy, la posible relación de este pueblo con el nuevo estado de la moza. A las muchachas tardonas en tener su primera regla, las madres o abuelas las conducían a los Baños de Perete (Villamanrique), para que tomaran baños en sus aguas frías y medicinales. Testimonian que esta hidroterapia ayudaba a la aparición del recalcitrante retraso femenino.
39. Universal creencia, por ventura, llegada desde la lejana Babilonia, es el anuncio de muerte, cuando un perro aúlla. En varias de las 22.000 tablillas de Asurbanipal halladas en Ninive se "…habla del perro negro que lleva la muerte al enfermo"
40. Si los niños jugaban con las ascuas o los leños del fuego de las cocinillas o chimeneas, las abuelas les recriminaban que no lo hicieran, pues, esa noche se orinarían en la cama.
41. Una baya de ciprés en el bolsillo derecho del pantalón, servía como amuleto contra el dolor de muelas, y en caso de sufrirlo, hacían un ramejo con torvisco y durante un tiempo había que dar con él una pequeña paliza a una piedra. Pasaba el mal a ella.
42. Los orzuelos sanaban, si el "orzuelado" hacía un majano y aguardaba, escondido, a que fuera derribado por quien pasara por el lugar. Al derribar el majano, se llevaba el orzuelo. Receta casera para el mismo caso era atrapar una mosca y aplastarla sobre el orzuelo y darse unas cuantas friegas con ella. Algunos creían que la causa de la aparición de los orzuelos era por las miradas amorosas de alguna "preñá".
43. La "camisa culebra" bajo la boina, protegía contra los dolores de cabeza.
44. Creencia infantil, ciertamente temida era la siguiente: Quién no estrenaba prenda alguna el Domingo de Ramos… se les secaban las manos. En Castellar de Santiago, decían que quien no estrenaba se le caían las manos y… quien lo hacía se condenaba.
45. La orina propia tenía, tiene, determinadas propiedades conocidas desde lo antiguo; enjuagues bucales calmaban los padecimientos dentales. En ausencia de cremas suavizantes, servía como balsámico para las irritadas y trabajadas manos femeninas. Se las lavaban con la orina antes de acostarse y al día siguiente a la hora de levantarse, según el testimonio de las informantes, las tenían suaves y tersas.
46. Imperdonable descuido era poner el pan boca abajo, se llamaba a la mala suerte. Asimismo era utilizado como sutil aviso: si las visitas llegaban durante la comida y no eran muy del gusto de los amos de la casa, estos, ostentosamente, daban la vuelta al pan. Las visitas se daban por enteradas y se despedían.
47. Si la llueca encubaba los huevos en viernes, buena señal, los pollitos nacerían sin hiel.
48. Ovejas: cuando sufrían de diarreas los pastores hacían un haz con torvisco y se lo ataban al rabo. En forma y manera que el torvisco se marchitaba así iba decreciendo la diarrea. Y si el mal estaba en el interior del animal, una vez localizado, se maznaba reiteradamente el lugar y se dibujaba con los dedos y sobre la piel del animal, una establecida cantidad de cruces.
49. Si el aquejado de tener la barriga suelta, era jornalero o gañan, ponían el culo desnudo en contacto con agua fría. Aquello curaba la colitis o por lo menos la detenía. Pero había un tipo especial de diarreas, muy temidas, las que eran consecuencias del mal de ojo, para este caso se fabricaba una correa de torvisco que se ataba a la cintura. Marchitamiento del torvisco y mejoría del ahojado iban parejos.
50. Mulas: si al mear sus orines eran claricos, claricos… casi transparentes, indicaban que el tiempo iba a dar un vuelco. Misma señal era, si el animal sudaba mucho.
51. Para curar las boqueras se usaban de las siguientes practicas: una era ponerse sal en la comisura de los labios; la otra consistía en coger una gran llave de hierro, dejarla al sereno toda la noche y a la mañana siguiente pasarla repetidas veces por las boqueras.
52. Una forma de evitar que las abejas, algunos dijeron "avispas", no picasen, era morderse fuertemente la lengua, al verla cercana. Ancianos memoria que fueron en su mocedad gañanes y jornaleros afirman que siempre que así lo hicieron, jamás fueron molestados por el insecto.
53. Se tenía por muy cierto que, comiendo muchas almendras, a la mozica le "crecía" exuberante y atractivo el pecho.
54. La costumbre avisaba que al construirse una casa nueva, se debía echar una pequeña cantidad de monedas en los cimientos. (Reminiscencias de los primeros ritos fundacionales con sacrificios humanos, que con el tiempo fue transformándose en ritos de sustitución y en expiatorios) Asimismo había quien guardaba algunas monedas en una caja, esperando que una vez terminada la construcción… sobrara la misma cantidad de dineros. Era sabido que la inauguración de un nuevo hogar implicaba realizar una serie de ceremonias propiciatorias y protectoras. La primera noche, para apaciguar la cólera de las presencias sobrenaturales, enfurecidas por la intromisión en su territorio, se soltaba una gallina, a ser posible de color negro, sería ella la víctima de las divinidades subterráneas molestadas. Se ha recogido el recuerdo de la presencia de corderillos como reos exculpatorios. Aunque los oferentes habían olvidado, hacia ya mucho tiempo, el significado y simbolismo de tal ceremonia, existen hombres y mujeres-memoria que recuerdan haber sido testigos presénciales antes de 1930. Si pasada la noche el ave continuaba con vida, significaba que ya no había peligro, de momento, y que la familia se podía mudar. Se llamaba al párroco, imaginamos que este, enterado de la primera ceremonia, estaría en desacuerdo con dicha practica, para que en solemne liturgia bendijera la casa (otro rito con diáfano sentido protector)… No se tiene, hasta el momento, noticia que la gallina apareciera muerta en ocasión alguna. (Los primeros alimentos que se introducían en el recién inaugurado hogar eran la sal y el pan) Pero queda profundamente arraigado en el subconsciente popular los escrúpulos y el temor, sobre todo en los mayores, hacía las nuevas casas. Hoy, continua la profecía agorera: "Jaula nueva, pájaro muerto".
55. Tradicional rito funerario era que, en muriendo una embarazada, se colocaba sobre el cadáver, que en ocasiones reposaba sobre la mesa grande, un plato de sal, "para que no reventara" y unas tijeras abiertas para que no le entrara el demonio. Otras informaciones cuentan que este ritual se practicaba con otros fallecidos y con las tijeras cerradas: ¿simbolismo perdido que las Parcas habían cortado el hilo de la vida?
56. En el Sábado de Gloria y durante el tiempo que duraba el gozoso repique de las campanas dando la buena nueva de la Resurrección, el niño que nacía… sería zahorí. Nacería con dones y virtudes: su mirada poseería la facultad de atravesar la tierra, lo que le llevaría a descubrir corrientes de aguas subterráneas y tesoros escondidos, así como atinar y sanar enfermedades invisibles. La decadencia de los zahoríes hoy en día es evidente, hoy localizan las corrientes de agua con la ayuda de varas de avellano o encina. Este mismo día santo y en tanto sonaban las campanas se recogían tantas piedras como era posible, siempre en número par: tiradas sobre el tejado durante la tormenta protegían la casa y a sus moradores de los rayos.
57. Cuando al mozico o la mozica se le caía algún diente, este se recogía y tras decir: "Dientecico, dientecico/ te tiro al tejaito/ para que me salga bonito", se lanzaba con gran fuerza al tejado. Quien no cumplía con esta ceremonia infantil, le nacía un "diente lobo".
58. Saber empírico de gran antigüedad era el conocimiento de las propiedades terapéuticas de las sanguijuelas contra el "mal de costado". Colocadas sobre la piel del enfermo se dejaban hasta que se hartaban y el enfermo sanaba, pues las sanguijuelas le chupaban toda la sangre pervertida. En Torre de Juan Abad las sanguijuelas de la Fuentecilla y de la legendaria fuente de Las Sanguijuelas gozaron de gran fama. Esta última, de reconocido prestigio "internacional", ya que en su tiempo llegaron enviados de reinos moros y cristianos en busca de las casi milagrosos animales. Hubo vendedores de sanguijuelas que iban casa por casa ofreciendo las sanguijuelas casi milagrosas.
59. Para sacar el sol de la cabeza (insolación) se cogía un vaso de cristal que medio se llenaba de agua fría. Se cubría con un paño de tejido fino y dándole la vuelta con mucha precaución se colocaba sobre la cabeza del enfermo. A poco veiase el agua hervir, el dañino calor instalado en la cabeza del insolado pasaba lentamente al agua y mejoraba el enfermo.
60. Las insufribles hemorroides se medio trataban con una pequeña patata en el bolsillo del pantalón… A medida que pasaban los días y la patata iba secándose, así se secaban y desaparecían las almorranas.
61. El individuo atacado por una generalizada erupción de granos, que afectaba todo su cuerpo, para sanar, seguía el siguiente procedimiento. Salir al campo, cazar una culebra, despellejarla y después de limpia trocearía en pequeños trozos y freírlos en aceite hirviendo. Una vez frita el enfermo debía comérsela toda, sin dejar cachito alguno, por pequeño que fuera. Sanaba en un par de días.
62. Una forma casera, antaño cotidiana en los "roales" apartados, de curar el desarreglo fisiológico conocido por el "estomago caído" o las tripas caídas", por haber comido algo en mal estado o fuera de época, era sumamente curiosa y son varios los testimonios recogidos al respecto. Al sufriente se le colgaba por los pies, cabeza abajo, de la rama de un árbol. Se hacía un manojo con ramas secas o hierbas, y se le daban seguidos azotes al colgado, hasta que se suponía o adivinaba que el estomago había reencontrado su sitio. Poco después el enfermo era descolgado y los presentes podían comprobar como la mejoría se veía.
63. Las abuelas contaban a los nietos que si en la noche de Todos los Santos se recogía una piedra… esta se convertía en gallo.
64. Era tal la aversión que tenía el espíritu del Viernes Santo a la carne, que eran considerados impuros todos aquellos cacharros de la cocina, calderos, trébedes, sartenes… que hubieran estado en días anteriores en contacto con fritangas. No se podía cocer ni freír nada en ellos,
65. Las perseverantes rijas eran curadas con la involuntaria colaboración de las lagartijas. Antes se debía atrapar a una de ellas, meterla en un pequeño frasco o tubo de cristal, recipiente de hojalata o jaulilla hecha de alambre, y colgarla del cuello. Como en casos parecidos, una vez muerto el animal, las rijas se secaban a la par del animal cautivo.
66. Extraña y sin explicación, hasta hoy, es la costumbre que cuentan, que cuando alguien cumplía años, sus más allegados amenazaban de colgarlo por las orejas en el humero. Curiosamente algunos de ellos, asumía la amenaza y se dejaba atar entre gran jolgorio, por la cintura, para después ser colgado de un gran clavo en el interior de la chimenea.
67. Nacional creencia es aquella que recetaba que los enfermos de sarampión debían de estar rodeados de color rojo.
68. La mujer que hubiera estado en contacto con pepinos durante la preparación de la comida y a continuación cometía la imprudencia de no lavarse las manos, existía la creencia tenida como cierta, que después al amasar la masa del pan, este una vez cocido, salía con pintas. Motivo de no pocas disputas, pues a la imprudente se la tenía, desde entonces, por "guarrisma"
69. Se evitaba beber en las charcas donde hubiera sapos, de hacerlo le salían al bebedor grande manchones de canas en el cabello.
70. En numerosos pueblos del Campo de Montiel, Villanueva de los Infantes, Torre de Juan Abad, Castellar de Santiago, Alcubillas, Villamanrique, Ruidera,… el día de San Juan aparecía la Encantada o la Mora, joven de extraordinaria belleza y de cabellera dorada. Existen numerosas leyendas sobre su aparición en cada una de las poblaciones. En Torre de Juan Abad se da el extraordinario hecho de que la moza sanjuanera tiene su aparición registrada en tres lugares diferentes: Joray, la Torre de la Higuera y El Baño de la Mora (Cabeza Buey) Verdaderamente es un caso único.
71. Una tradicional esperanza para que los niños herniados sanasen, era esconderlos bajo las faldillas de los altares, adornados por abundantes flores, que hacían las devotas mujeres en las calles para que el Santísimo descansara durante la procesión del Corpus Christi.
72. Cuando algún animal padecía de dolencia o mal interno, uno de los métodos a seguir era pasar una de las prendas de vestir de un melgo por la parte afectada o dolorida del animal.
73. Para curar las fiebres cuartanas se agarraba, en el torviscal, con la mano izquierda la mayor cantidad de torvisco posible y sin soltarlo y con la mano derecha armada de un palo o bastón había que golpearlo hasta que el cuerpo aguantara. Otro de los remedios para curar las cuartanas, era la creencia que estas desaparecían dando un gran susto al enfermo, a mayor sobresalto mayor efecto en tan peculiar tratamiento (Terapia que aparece en "La Ciudad del Sol" de Campanella, donde apunta los excelentes y salutíferos resultados de un buen sobresalto para curar de cuartanas).
74. Una escoba en posición invertida detrás de la puerta, tenía el poder de ahuyentar a las visitas no deseadas y/o en su caso hacerlas brevísimas.
Otra forma menos sutil de invitar a las visitas a que se fueran, era echar al fuego un gran haz de gavillas. Generalmente las visitas entendían perfectamente la indirecta.
75. En la noche de San Juan no se debía asomar a los pozos, pues, quien lo hacía, veía su entierro.
76. El día de San Marcos, 25 de abril, en muchos pueblos del Campo de Montiel se salía a los campos de trigo y a los cebadales a "atar", "espantar" o "matar" al diablo y a sus fieles aminalías.
77. Los hombres de campo tenían una manifiesta aversión en plantar higuera nuevas, pensaban, que el árbol les tracamundeaba la salud. Era proverbial el temor que se tenía a la sombra de la higuera: hacía enfermar.
78. Al recoger el pan que había caído al suelo, se le debían dar tres besos y ponerlo de nuevo sobre la mesa.
79. Se consideraba muy peligroso dejar un cerdo recién sacrificado a la luz de la luna, pues, se alunaba y echaba a perder el tocino.
80. Cuentan que en los entierros de 2a se llevaba una mesa para descansar el ataúd, rezando un responso cada vez que se detenían.
81. El Sábado de Gloria se iba a buscar agua bendita a la iglesia parroquial, que después sería asperjada por todos los rincones de la casa, cuando hubiera muerto, con ella se espantaba la presencia de los espíritus malignos. También ese día, las mozas llevaban agua en cantarillos para que fuera bendecida en la iglesia… Con esta agua sagrada se rociaban los hogares, que gracias a ella, y durante todo un año, estaría a salvo de la presencia de hormigas.
82. Cuando en el campo se encontraban con un nido de sapos, se echaba aceite en él hasta que el sapo aparecía flotando.
83. Una versión de las abundantes, muchas desaparecidas, oraciones que se utilizaron como formula protectora para las morcillas: "Por la Santísima Trinidad, que vayan bien, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" y se echaban las morcillas al caldero para que cocieran. Con la ayuda de la oración no reventaban.
84. Costumbre, dicen que de origen morisco, era que en los interminables temporales de antaño, que tenían recogidas, cercanas a la desesperación, a las gentes durante semanas, para que cesara de llover se sacaban a las calles las trébedes muy calientes y con las patas hacía el cielo. Con ello creiase que paraba de llover.
85. Para que los pollos salieran estufones y calzados de suave y abundante plumón, las mujeres se ponían delante de la llueca, se soltaban el pelo, se bajaban las sayas y estaban de esta guisa un buen tiempo para que la llueca las viera. La imaginería del gallino hacía el resto.
86. Era "malismo" bailar solo y que la sombra del danzante diera contra la pared, decían que bailaba con el diablo.
87. Cuando la gallina estaba "echá" en el nidal y caía "nube" se colocaban cerca de ella dos palotes en cruz o una tijeras, para que no se estropearan los huevos.
88. El mozo forastero que se hacía novio con la moza del pueblo debía pagar a los mozos de la familia de la novia y a sus amigos una convidá, de lo contrario era echado al pilón donde abrevaban los animales.
89. Poco antes de la boda. Madrina y padrino de los novios debían “probar” la cama. La prueba era echarse sobre ella. Antes los padrinos la habían hecho junto a los amigos más íntimos de los novios, a los que les estaba prohibido entrar, hasta que no estuviera la cama bien al gusto de los padrinos.
90. Se creía que sí, cuando empezaba la Cuaresma, Miércoles de Ceniza, con algún muerto: "Mal empieza la Cuaresma", avisaba que el último día de la Cuaresma también acabaría con muerto. Creencia que de igual forma se aplicaba al tiempo, si empezaba con lluvia el temporal duraría los cuarenta días.
91. Para que a las mujeres les subiera la leche y la tuvieran en abundancia se las alimentaba con batidos de huevo y pan con vino. Es un hecho que, gran número de mujeres carecieron de los recursos necesarios para seguir este sencillo régimen alimenticio.
92. Llegada la hora del destete para cortase la leche, dicen, las madres se ataban fuertemente en los pechos grandes toallas o telas.
93. La primera visita o salida de la recién parida debía ser a la iglesia, de lo contrario al doblar la esquina más cercana, la esperaba el diablo y se la llevaba entre nubes de azufre.
94. Si alguien incumplía la promesa de hacer de "fantasma" y callejear solitario los viernes de la Cuaresma, era castigado de forma misteriosa y sobrenatural. En su casa sin motivo aparente y sin razón alguna los muebles y cacharros de la cocina empezaban a moverse y a bailar solos con gran escandalera.
95. Para concebir hembra se debía cohabitar tres días después de la menstruación y con luna menguante.
96. Cuando la familia se mudaba de casa y para que los gatos no regresaran a la querencia del antiguo, se les untaba de aceite las cuatro patas.
97. Piadosa y singular practica era que, ante la muerte accidental o premeditada de una golondrina, su matador debía recoger el cuerpecillo y en el corral hacer con su barbilla un hoyo en la tierra, depositando en su interior el cadáver de la avecilla, más tarde debía con su lengua cubrirlo de tierra hasta enterrarlo totalmente. Penitencia por haber matado la golondrina, ave bien amada por el Hijo de Dios.
98. Si la gallina cantaba como gallo anunciaba muerto en la familia. Para evitarlo debía ser sacrificada.
99. Se deshacía el mal agüero del aceite derramado tirando en el pozo corralero un puñado de sal, apartándose inmediatamente del brocal, pues, no se debía oírla caer. Cuentan que también era muy bueno para romper el augurio arrojar sobre la tierra de la calle, diez o doce cubos de agua.
100. Jamás de los jamases se debía arrojar sal al lecho nupcial, pues, el nuevo matrimonio se iba a pique.