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Revista de Folklore número

264



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ICONOGRAFIA POPULAR: LAS BOCALLAVES

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 2002 en la Revista de Folklore número 264 - sumario >



La bocallave es, propiamente, el agujero de la cerradura y de la puerta por el que entra la llave y, por extensión, la chapa que lo rodea. También se conoce con los términos de escudo o escudete, que se suelen aplicar a cualquier pieza de chapa que se coloca como refuerzo o protección. En algunas comarcas castellanas, se le dan nombres dialectales; por ejemplo, en la Ribera del Duero se denomina también mentira y vergüenza (A. Martín Criado).

La bocallave no es más que un pequeño trozo de chapa de hierro, de un grosor aproximado de, poco más o menos, un milímetro, en la que se practica un orificio que, a veces, reproduce con exactitud la forma de las guardas de la llave, mientras que, en otras ocasiones, recuerda la forma de un ocho. Su función primordial es proteger el ojo de la cerradura y la madera de la puerta, a la que va clavada, del roce de la llave y las agresiones. Por eso, cualquier trozo de chapa, e incluso de hojalata, puede servir. Sin embargo, aunque hay bocallaves sin ningún interés, la mayoría presenta formas en las que el fin práctico queda superado por el decorativo, sin olvidar su posible simbolismo. El dueño de la casa y el herrero que la confecciona han volcado en este objeto tan simple todo un repertorio de imágenes antiguo y sugerente, que enriquece la casa popular, tan sobria en algunos aspectos y tan llena de pequeños detalles procedentes de la tradición local, manifestación particularizada de la gran tradición que es toda cultura, con su sedimentación de elementos cultos y populares.

La técnica de elaboración de estas piezas es muy simple y pertenece al saber tradicional del herrero rural, que era quien las forjaba. El material de la bocallave popular es siempre el hierro en forma de fina chapa bien aplanada. El ojo, ya lo hemos dicho, se dibuja en ocasiones con mucho cuidado, reproduciendo exactamente la forma de las guardas de la llave y se sitúa en el centro de la pieza o, al menos, en su eje central; con un cincel se cala el agujero y se lima con cuidado. El contorno exterior, que se hacía de encargo y el comprador podía señalar motivos temáticos concretos que deseaba o sugerir una determinada imagen; de todas formas era el herrero quien interpretaba esos deseos o sugerencias y los llevaba a la práctica, siguiendo un repertorio de imágenes que conocía.

Un elemento tan poco importante de las artes populares no merecería mucha atención si no fuera porque presenta una enorme variedad iconográfica con una gran economía y sobriedad, debido a que la naturaleza y el material de las bocallaves condiciona en gran manera sus posibilidades plásticas, que se ven limitadas por su función, el lugar a que van destinadas, su pequeño tamaño, etc.

Antes de pasar a ver la clasificación de estas imágenes, voy a exponer con brevedad una serie de consideraciones básicas. Como imágenes son signos visuales, es decir, iconos, de acuerdo con la clasificación de C. S. Peirce, y, por tanto, son signos que se caracterizan porque su significante, que percibimos con la vista, guarda cierto parecido con el referente, objeto real o cultural al que representan. Hablo de cierto parecido porque la semejanza siempre será parcial, aun en el caso de una imagen de carácter realista; con mayor razón en las imágenes de las bocallaves que están sometidas a un proceso de estilización. El fondo sobre el que las percibimos es la madera de la puerta, sobre la que se destaca con gran nitidez el contorno de la chapa, resaltado por su propio volumen y, sobre todo, por el distinto color con que suele ser pintada. Cuando, por dejadez, se pinta del mismo color que el resto de la puerta, el contorno se difumina, a veces se pierde totalmente y pasa desapercibida. El contorno que destaca sobre el fondo nos presenta una imagen que activa en la memoria del sujeto una forma ya percibida antes en la realidad, con la que establece una identidad o una semejanza. Este reconocimiento es el que nos permite hacer una clasificación icónica de las bocallaves.

Hay que tener en cuenta que tanto el gusto del arte popular como los condicionamientos técnicos de las bocallaves conducen a una fuerte estilización, que consiste fundamentalmente en dos operaciones. La primera es la geometrización de los trazados, que se nota con claridad en la abundancia de formas geométricas elementales (rectángulos, triángulos, círculos, etc.) y combinaciones de formas más complejas rectilíneas y curvilíneas, a veces llenas de fantasía juguetona, y que también se percibe en la exageración de la simetría, sobre todo, vertical, si bien en alguna ocasión aparece el eje de simetría horizontal. La segunda es la supresión y la exageración de ciertos rasgos, fenómenos estos que se dan por separado o de forma conjunta en la misma obra, eliminando todo lo que no sea relevante o destacando esto último (Groupe M). Casi siempre, la estilización es un fenómeno que conlleva mayor facilidad de percepción y comprensión, al depurar la imagen de lo superfluo, de lo accidental e innecesario, pero no siempre es así; a veces, el proceso de estilización llega demasiado lejos y destruye la comprensión, porque el observador no es capaz de reconocer en la imagen un referente al que, de manera más o menos clara e inconfundible, se parezca. Por otro lado, la estilización es un campo enorme de originalidad, de creación de imágenes nuevas a partir de un mismo referente. Cada cultura elabora sus propios repertorios de signos visuales y su propio modo de estilización, si bien es cierto que son imágenes que pueden ser reconocidas con facilidad por personas de otras culturas, lo que nos está hablando de que, si bien tienen ciertas particularidades, son mayores los rasgos que tienen en común.

El repertorio de bocallaves que presentaré a continuación pertenece a distintos pueblos de Castilla y León; unas pocas son de zonas castellanas cercanas pero no incluidas en esta Comunidad Autónoma. Las muestras han sido recogidas de forma aleatoria, sin seguir un plan determinado, sino en el curso de viajes e investigaciones de distinto tipo, pero me parece que son bastante representativas de lo que se podría hallar en una búsqueda más sistemática. El principio clasificatorio es de tipo icónico, es decir, la aparición de cualquier forma reconocible tanto en el contorno de la bocallave como en su interior:


1. Imágenes geométricas elementales

a. Rectilíneas

- Cuadrangulares y rectangulares
- Triangulares
- Romboidales o en losange
-.Poligonales

b. Curvilíneas

-.Circulares
-.Ovaladas
-.Lobuladas
-.Afiligranadas

2. Imágenes astrales

-.Sol y estrellas
-.Medias lunas

3. Imágenes vegetales

-.Árboles
-.Jarrones con flores
-.Jarrones rematados en flor de lis

4. Imágenes animales

-.Águilas bicéfalas explayadas
-.Aves en vuelo
-.Aves afrontadas
-.Gallo
-.Leones
-.Caballos
-.Animales guardianes afrontados
-.Serpientes
-.Araña

5. Imágenes humanas
-.Mujeres
-.Hombres
-.Cabezas
-.Corazones

6. Imágenes de construcciones y objetos

-.Torre y espadañas
-.Cruces
-.Latina
-.Griega
-.De calvario
-.Pometeada
-.Apuntada
-.De Malta
-.De Molina
-.Retablo
-.Cálices y copones
-.Jarros
-.Picos
-.Áncoras
-.Candelabros
-.Letras y fechas

IMAGENES GEOMETRICAS ELEMENTALES

Desde tiempos prehistóricos aparecen las figuras geométricas en diversas manifestaciones artísticas; en el arte parietal paleolítico ya se ven triángulos invertidos aislados o formando series que se han interpretado como manifestaciones de la sexualidad femenina. De la época mesolítica son los conocidos guijarros de Mas d'Azil, donde aparecen pintados círculos, cruces, puntos, rayas, meandros, etc. En el Neolítico, se generaliza la decoración de tipo geométrico en la cerámica, por ejemplo, formándose desde entonces un gran repertorio de formas geométricas, que se va ampliando poco a poco, que llegan hasta el arte popular moderno.

Figura 1.1. Imágenes cuadrangulares y rectangulares. La chapa puede presentar la forma aproximada de un cuadrado o de un rectángulo con en ojo calado en el centro sin nada más. Sin embargo, la mayoría tiene los bordes recortados siguiendo algún tipo de simetría para darles mayor expresividad, como sucede en las de esta figura, que proceden de: a. y c. Castrillo de la Vega; b. Aranda de Duero y d. Haza (Burgos).

Figura 1. 2. Imágenes triangulares. A pesar de que el triángulo invertido es una forma decorativa de gran antigüedad, en este campo apenas aparece: a. San Martín de Valvení (Valladolid), con sencillas incisiones en los bordes; b. Valles de Valdavia (Palencia), que presenta una rica fantasía de entrantes y salientes, así como varios motivos calados, entre ellos medias lunas; otra bocallave similar puede verse en la figura 4.6, del mismo lugar, que destaca por su remate en un gallo.

Figura 1. 3. Imágenes romboidales o en losange. Todas las que conozco se limitan a reproducir el contorno de un rombo, de lo que puede servir de ejemplo la figura a. Villamorco (Palencia); b. Castrillo de la Vega (Burgos) presenta la originalidad de tener un pequeño rombo en cada ángulo.

Figura 1. 4. Imágenes poligonales. Tampoco éstas destacan ni por su abundancia ni por su originalidad; a. Villamorco (Falencia), parece una forma casi industrial; b. Villamorco, presenta cierta proximidad formal a los blasones heráldicos.

Figura 1. 5. Imágenes circulares. El simple círculo, mejor o peor hecho, se puede ver en alguna que otra puerta, incluso procedente de la tapa de una lata de conserva. En las dos imágenes de esta figura, a. Támara y b. Amayuelas de Abajo, ambas de palencia, se observa un cuerpo globular que se sostiene sobre una base horizontal y remata en un fino y elegante pináculo. Las imágenes de círculos se han relacionado con el sol en las culturas antiguas.

Figura 1. 6. Imágenes circulares. Estas bocallaves burgalesas (a. y b. Hoyales de Roa, c. Zuzones) de la puerta de dos lagares, las primeras, y de una bodega, presentan formas más toscas; las dos
de Hoyales tienen forma de huso con tendencia a la doble simetría. En la tercera, el círculo se alza sobre base horizontal, como las palentinas de la figura anterior, y está rematada por una corona y una especie de cetros cruzados, por lo que es posible que remita a alguna forma heráldica.

Figura 1. 7. Imágenes ovaladas. La forma de tipo a. Villamorco se ve con alguna frecuencia y ha dado lugar a cierta producción industrial, aunque ésta es artesanal. Algo más rara es la b. Aranda de
Duero.

Figura 1. 8. Imágenes lobuladas. Por medio de líneas rectas combinadas con lóbulos de diferente tipo, se llegan a conseguir formas muy variadas y de fácil ejecución, como éstas: a. Fuentecén, b. Aranda de Duero, c. Villamorco, d. Castrillo de la Vega, e. Haza y f. Castrillo de la Vega.

Figura 1. 9. Imágenes lobuladas en blasón.

Sus formas curvilíneas recuerdan las de algunos tipos de blasones o escudos nobiliarios en una interpretación libre; ambas son de Castrillo de la Vega (Burgos).

Figura 1. 10. Imágenes afiligranadas. Son imágenes curvilíneas de fantasía, con una fuerte simetría vertical y, en algunas, también horizontal; son de procedencia barroca y están emparentadas con las bocallaves de los muebles de los siglos XVII y XVIII; a. Hoyales de Roa, b. Fuentecén y c. Villamorco.

IMAGENES ASTRALES Figura 2. 1.

Estrellas y sol. Las cuatro estrellas o sexifolias ocupan los ángulos de la bocallave a. de la ermita de Santa Marina de Belmonte de Campos (Palencia). La rosácea o sexifolia es una figura decorativa relacionada con el sol, que aparece con frecuencia en obras etruscas, ibéricas, romanas y celtibéricas. También se ve a menudo en el arte visigótico, por ejemplo, en S. Pedro de la Nave y en Quintanilla de las Viñas, y en el románico, así como en las estelas sepulcrales de la Edad Media. Desde entonces, forma parte del fondo de imágenes decorativas características del arte popular de toda Europa. Estrella o sol puede considerarse la imagen de ocho radios que aparece en la base de b. de una bodega de Castrillo de la Vega (Burgos). Imágenes del sol o de estrellas de ocho radios, que no es más que la unión de dos cruces, o cruz doble, aparecen ya en estelas mesopotámicas. Sobre los corazones hablaré después.

Figura 2. 2. Medias lunas. El cuarto creciente o menguante, popularmente "medialuna", es una imagen muy abundante en las bocallaves de algunas comarcas castellanas. Todas estas proceden de la Ribera del Duero: a. y b. Castrillo de la Vega, c. Santa Cruz de la Salceda, d. Hoyales y e. Quemada. Esta forma de representación de la luna es tan antigua como la solar que he citado en la figura anterior, pues también aparece en dichas estelas de hace cuatro mil años. Todas las figuras astrales fueron divinizadas con sentidos muy parecidos; así, el sol es divinidad masculina superior, o muy importante, en varias culturas antiguas e incluso el cristianismo lo asimila a la figura de Cristo; la luna estuvo relacionada o asimilada con divinidades femeninas y cultos de fecundidad, y todavía hoy tiene gran importancia en el mundo de creencias del labrador.

IMAGENES VEGETALES Figura 3. 1. Árboles. Esta imagen de árbol de tronco robusto y ramas casi simétricas está coronada por una especie de flor de lis, la reina de las flores emblemáticas; se encuentra en la puerta de la iglesia parroquial del Barco de Ávila. Una imagen de árbol más estilizada, entre dos aves, aparece coronando una bocallave de Maderuelo (Segovia), figura 4. 4. El árbol es un motivo mesopotámico, el árbol de la vida, que pasó a la Biblia y al arte occidental; en su forma más característica aparece como eje entre animales afrontados, tal como se ve en la bocallave de Maderuelo.

Figura 3. 2. Jarrones con flores. Estas dos imágenes (a. Segovia, b. Pedraza) de estilización baja transparentan con claridad las formas del jarrón y del ramillete de flores que presentan una forma cercana a la de la flor de lis, estilización emblemática de la azucena y del lirio, tan característica del mundo heráldico. El jarrón nos lleva a la idea de receptáculo, vaso en el que se produce el "milagro" de la fertilidad; se suele relacionar, por tanto, con lo femenino. La azucena, Lilium Candidum, es una planta liliácea de flores blancas y muy olorosas típicamente primaveral; se ha tomado como emblema de pureza y virginidad, por lo que desde la Edad Media acompaña las imágenes de la Virgen, en especial en la representación de la Anunciación; como ejemplo, sirva la magnífica que pintó Pedro Berruguete y que puede verse en la Cartuja de Miraflores, en Burgos. Después pasó a ser insignia real de los Capelos de Francia, parece ser que en homenaje a la Virgen María, y motivo heráldico religioso; así lo usa el Cabildo Catedralicio de Salamanca, por citar un caso solamente.

Figura 3. 3. Jarrones rematados por flor de lis. En estas figuras y las siguientes, la estilización es bastante mayor y presenta una cantidad casi infinita de variantes; a. Fuentecén, de origen dieciochesco con rasgos rococós, b. Aranda de Duero, c. Hontangas y d. Fuentecén, todas ellas de Burgos. Según Bonet Correa, la flor de lis estilizada es característica de las bocallaves dieciochescas.

Figura 3. 4. Jarrones rematados por flor de lis. Dentro de la enorme variedad a que he aludido, vemos en estas bocallaves burgalesas no sólo distintos tipos de jarrones, sino también diveras formas de estilización de la flor; a. y b. Pardilla, c., e. y f. Castrillo de la Vega y d. Torregalindo.

Figura 3. 5. Jarrones rematados por flor de lis. En estos escudetes, el jarrón parece inflarse como odre de vino, las líneas se curvan y el remate superior flordelisado es el nexo de unión con las imágenes anteriores; a. y c. Vadocondes, b. Zazuar.

Figura 3. 6. Jarrones rematados por flor de lis dobles. El eje de simetría vertical se combina en estas bocallaves con otro horizontal; a. y c. Aranda de Duero, b. Gumiel del Mercado. En esta última la mitad inferior es ligeramente diferente a la superior.

IMAGENES ANIMALES

Figura 4. 1. Águilas bicéfalas explayadas. Imagen esta característica de la heráldica, el águila bicéfala coronada se presenta poco estilizada y cercana a los modelos de los blasones en a. Navarrete (La Rioja); bastante más estilizada es el águila de b. Támara (Palencia), sobria y completa versión de este tema. Esta ave falcónida, emblema de la perspicacia y elevación de pensamiento humanas, es atributo de Júpiter y de su poder, enseña de las legiones romanas y del evangelista San Juan, en la forma explayada, es decir, con las alas desplegadas. El carácter de bicéfala se ha relacionado con Jano, el dios bifronte, guardián de las puertas; sobre esto, véase la figura 5,3.

Figura 4. 2. Aguilas bicéfalas y explayadas.

Estas dos versiones burgalesas del mismo tema, a. Fuentemolinos, b. Vadocondes, presentan también fuerte estilización; la primera es más ingenua y desproporcionada, mientras que, en la segunda, destaca la geometrización.

Figura 4. 3. Aves en vuelo. Las bocallaves a. y b., ambas de Fuentelcésped (Burgos), tienen forma de aves en vuelo con las alas poco desplegadas, cercanas al cuerpo, como si volaran a gran velocidad, en picado; la c., de Fuentelisendo (Burgos), presenta en la zona inferior la silueta estilizada de un ave con las alas totalmente desplegadas, y tiene cierta semejanza con la de un buitre en pleno vuelo de planeo.

Figura 4. 4. Aves afrontadas. Aquí vemos la pareja de pajaritas afrontadas según un antiquísimo modelo que se repite con otros animales. En la primera, a. Caleruega (Burgos), las pajaritas destacan poderosamente sobre el resto de la bocallave que sirve de pedestal. En la segunda, b. Maderuelo (Segovia), las pajaritas flanquean un arbolito, que marca el eje de simetría de toda la placa, relacionado con el tema del árbol (v. Figura 3.1). Este motivo es de origen mesopotámico, con los animales al lado de un dios, como se ve también en la famosa puerta de los leones de Micenas. Se repite con frecuencia en los tejidos sasánidas y bizantinos que los árabes difundieron en Europa, donde abunda en el arte popular.

Figura 4. 5. Aves afrontadas. Dos variantes más sencillas del mismo tema: a. Caleruega (Burgos), donde las pajaritas diminutas coronan los lados de la bocallave, y b. Compludo (León), en que se ven dos protomos de aves que parecen rapaces.

Figura 4. 6. Gallo. El gallo, imagen tan empleada en las veletas rurales, no se utiliza, sin embargo, con frecuencia en las bocallaves. En esta de Valles de Valdavia (Palencia), muy parecida en la forma exterior triangular a la de la figura 1.2.b, aparece el gallo rematando su parte superior, como en las veletas de las iglesias. Esta ave, relacionada con la mañana y la aparición del sol, en el cristianismo se interpretó como representación de vigilancia y resurrección.

Figura 4. 7. Leones afrontados. La pareja de leones afrontados y rampantes sostienen el escudo ovalado donde se abre el ojo de la cerradura en esta bocallave de Molina de Aragón, que tiene claras reminiscencias de los blasones nobiliarios. El león, rey de los animales, ha sido usado en heráldica como imagen del poder, de la fuerza de los señores.

Figura 4. 8. Caballos. En a. Hontangas (Burgos) aparecen dos protomos de caballo opuestos, mirando cada uno hacia un lado. En b. Villamorco (Palencia) las dos cabecitas de caballo, bastante estilizadas, se confrontan encerradas en el interior de la filigrana. Aquí se puede ver, en la primera, la doble cabeza que mira a ambos lados, que vigila la puerta, y, en la segunda, los animales afrontados. Por otro lado, el caballo ha tenido carácter mágico, de donde procede el atribuir buena suerte a la herradura; véase la figura 9.
Figura 4. 7. Leones afrontados.

Figura 4. 9. Animales guardianes afrontados. Las cuatro cabezas de perro que figuran dos a dos en a. Lerma (Burgos) son las guardianas del acceso, como en b. Simancas (Valladolid) lo son los dragones, o seres similares, que acechan con la boca abierta a ambos lados del árbol o flor central. Los monstruos o animales fabulosos se han colocado en las puertas de monumentos desde la antigüedad para guardarlas, tanto en Oriente como en Occidente.

Figura 4. 10. Serpientes. Tratándose de arte popular, raro es que no aparecieran dragones y serpientes por algún lado. Estas dos bocallaves son ribereñas: a. Santa Cruz de la Salceda (Burgos) y Maderuelo (Segovia) es una serpiente escamada que rodea el escudete; b. Torregalindo (Burgos), serpiente algo parecida a una anguila que va en relieve sobre la placa cuadrada, y con las escamas burdamente cinceladas. Estas dos imágenes recuerdan al ouroboros griego, la serpiente que se muerde la cola, pero no creo que se puedan relacionar con él ni con su simbolismo. El cristianismo usó la serpiente como símbolo del poder maligno, de la peligrosidad, y éste será su sentido aquí; según algunos biólogos y psicólogos, la aversión a las serpientes se da en el ser humano, lo mismo que en los primates, como una propensión innata que se activa en la infancia o la adolescencia con la más mínima experiencia con ellas o incluso con simples relatos. Este miedo innato a las serpientes sirve al ser humano para evitarlas en general, dado que gran cantidad de ellas es venenosa (S. Pinker).

Figura 4. 11. Araña. Esta bocallave de Aguilar de Campoo (Palencia) es una original y fina estilización de una araña, y, curiosamente, resulta bastante parecida a las imágenes estilizadas de arañas que aparecen en tejidos y alfombras de lejanas culturas. La araña, como la serpiente, es un ser repulsivo que causa aversión; a pesar de que en España no hay especies peligrosas, en la Ribera del Duero, las mujeres, que sienten asco de ellas, al aplastarlas de un pisotón o un escobazo, dicen: "¡San Jorge, mata la araña!", recabando la protección y ayuda del santo caballero.

IMAGENES HUMANAS

Figura 5. 1. Mujeres. Estas tres bocallaves de la Ribera, a. y c. La Sequera y b. Zazuar, representan a mujeres vestidas a la vieja y tradicional usanza, con su manteo de gran vuelo, cintura estrecha y cabello recogido; la a y la c presentan el cuerpo de frente y la cabeza y los pies de perfil; la b aparece toda ella de frente salvo los pies. La mujer madre es la señora de la casa, cuidadora y guardiana. En la figura b aparece bebiendo o brindando en señal de bienvenida, como un hombre de una bocallave de Salamanca (La fragua: aire, fuego y agua, p. 76).

Figura 5. 2. Hombre. Esta es la única imagen de hombre completo que he recogido, si bien existe alguna publicada, como la citada de Salamanca, y a diferencia de ella, esta de Castillejo de Robledo (Soria) es de una gran estilización que presenta semejanza representaciones de la figura humana de otras culturas.

Figura 5. 3. Cabezas de hombre. Estas dos bocallaves con forma de cabeza masculina son de la zona central de la provincia de Palencia, a. Carrión de los Condes y b. Villamorco, y son bastante parecidas a una salmantina (La fragua: aire. fuego y agua, p. 42). Estas cabezas son, al menos las que conozco, tan diferentes que parecen responder a personas reales, que podrían ser los propietarios, si bien es cierto que la cabeza humana también se ha empleado como emblema de virilidad.

Figura 5. 4. Cabezas bifrontes. Las dos cabecitas contrapuestas de a. Fuentespina no dejan de sorprender en una pequeña y humilde bocallave de una bodega, pues no se puede evitar el preguntarse si es casualidad o de qué manera aparece aquí la imagen de Jano, el dios bifronte, el guardián de las puertas, pues JANUA en latín significa "puerta". También en b. San Martín de Rubiales, las cabecitas, arriba y abajo, miran en direcciones diferentes, como lo hacen algunos animales de los que ya se ha tratado.

Figura 5. 5. Corazones. Los corazones aparecen con mucha frecuencia en las bocallaves; aquí presento algunas piezas cuyo contorno tiene esa forma: a. Vadocondes (Burgos) corazón simétrico y coronado; b. Fuentecén (Burgos) corazón asimétrico y sin corona; c. Hoyales (Burgos) y d. Vadocondes (Burgos) corazones asimétricos y con corona; d. Yanguas (Soria) corazón partido. El corazón aparece en la antigüedad en lápidas y estelas funerarias con sentido místico relacionado con el amor y la amistad. El cristianismo, desde finales de la Edad Media, lo emplea como atributo de algunos santos representando su amor a Dios, como, por ejemplo, de San Agustín, Santa Catalina de Siena y San Antonio de Padua. Sin embargo, será sobre odo la devoción al Corazón de Jesús, nacida en Francia en el siglo XVII, la que generalizó prácticas como la de colocar placas con su imagen en las casas. Por la misma época comenzó la devoción al Corazón de María, no tan popular como la anterior.

Figura 5. 6. Corazones. También los corazones aparecen con bastante frecuencia calados en el interior de la bocallave: a. Maderuelo, corazones simétricos; b. Castrillo de la Vega, corazones asimétricos. El corazón, en general, se convirtió en una de las imágenes más repetidas en la cultura popular castellana, prácticamente siempre con el sentido místico del que antes he hablado y una finalidad apotropaica o protectora.

IMAGENES DE CONSTRUCCIONES Y OBJETOS

Figura 6. 1. Espadañas de iglesia. Ambas son de Campillo de Aranda (Burgos) y parecen representar la espadaña de la iglesia del pueblo, con la que guardan semejanza; además, las dos llevan letras, de las que trataré más adelante. Conocido es que a las campanas se les han atribuido poderes mágicos para ahuyentar el mal con su sonido.

Figura 6. 2. Torre con veleta. Sencilla imagen que evoca una capilla o remate de una torre coronada por su veleta, desproporcionada en relación con el resto; es de Honrubia de la Cuesta (Segovia).

Figura 6. 3. Cruces. La cruz es una de las figuras más usadas en estas piezas en sus muchas variantes. Aquí vemos sus dos formas básicas de cruz griega, en a. Villafuerte de Esgueva (Valladolid), y cruz latina, en b. Castrillo de la Vega, y ambas combinadas en una bocallave octogonal de Valle de Cerrato (Palencia). La cruz es una imagen formada por dos líneas que se cortan de forma perpendicular, de origen antiguo, y que parece formar parte de un grupo de figuras cuya redundancia es del 20 % hacia las que la mente humana de manera innata responde con mayor intensidad (E. O. Wilson). Desde el siglo IV, es señal oficial del cristianismo, y desde la época de las cruzadas se introdujo en la heráldica diversificándose en gran cantidad de clases (G. Fatás y G. M. Borrás).

Figura 6. 4. Cruces de calvario. La cruz de calvario es un tipo de cruz latina que tiene como base un montículo que puede presentar la forma de un triángulo, unas escaleritas, un semicírculo, etc. Estas bocallaves son de: a. Vinuesa (Soria) y b. Villagarcía de Campos (Valladolid).

Figura 6. 5. Cruces de calvario. Las piezas a. Campillo de Aranda y b. Caleruega tienen cruces de calvario con el montículo en forma de uve invertida. En la c. Hoyales de Roa, aparecen las tres cruces del calvario con el motivo del corazón.

Figura 6. 6. Cruces pometeadas. Estas son cruces cuyos brazos y el extremo superior rematan en bolas o esferas; a. Lerma, que es también cruz de calvario; b. Valdespina (Palencia), cuya cruz y los dos balaustres que hay a los lados del ojo están en relieve; los cuatro círculos exteriores resaltan la figura de la cruz.

Figura 6. 7. Cruces de Malta y apuntada. En a. Pedraza (Segovia) se percibe una cruz de Malta en el recuadro que hay entre dos cabezas de aves rapaces; en b. Támara (Palencia), sobre un sol de muchas puntas destaca la figura airosa de una cruz apuntada o con extremos en punta de diamamnte.

Figura 6. 8. Cruz de Molina. La cruz de Molina, con los extremos partidos, preside esta estupenda bocallave de Cervera de Pisuerga (Palencia) que tiene forma de corazón simétrico coronado en flor de lis, donde, además, aparecen dos corazones asimétricos calados y una media luna.

Figura 6. 9. Retablo. En este escudete de Milagros (Burgos), dos pares de columnas, entre los cuales esta el ojo de la cerradura, sostienen un remate presidido por una cruz de calvario y pometeada.

Figura 6. 10. Cálices y copones. Estas dos imágenes, a. Castillejo de Robledo (Soria) y b. Támara (Palencia), representan los conocidos utensilios litúrgicos; por su forma de copa con tapa parecen ser copones para guardar las hostias consagradas.

Figura 6. 11. Cálices y copones. La bocallave a. Astudillo es de tamaño muy pequeño y representa un copón con tapa rematada por tres rayos en referencia a la eucaristía. La segunda, b. Castrillo de Murcia (Burgos), junto a las cruces, presenta dos cálices de forma característica.

Figura 6. 12. Jarros. Estas dos imágenes son ribereñas, a. Moradillo y b. Torregalindo, y representan un objeto entrañablemente unido al vino, el conocido jarro amarillo ribereño que todavía hoy siguen produciendo los alfareros de Aranda de Duero.

Figura 6. 13. Picos. En esta bocallave de Cuevas de Provanco (Segovia), aparecen dos medias lunas y dos picos de cantero, instrumento este utilizado por los albañiles y canteros tradicionales para desbastar la piedra.

Figura 6. 14. Ancoras y coronas. La corona remata estas dos bocallaves, a. Villalba de los Alcores (Valladolid) y b. Campillo de Aranda (Burgos), siguiendo seguramente la costumbre heráldica. La segunda presenta, además, el tema del áncora por duplicado, que en el cristianismo, significó, en la Antigüedad, la esperanza en la otra vida.

Figura 6. 15. Candelabros y otros objetos. Dos grandes candelabros o blandones flanquean el ojo de la cerradura de a. Villalba de Duero (Burgos); en b. Fuentemolinos (Burgos), entre medias lunas y un corazón aparecen tres objetos que parecen hitos o remates de alguna construcción.

Figura 6. 16. Letras y fechas. La costumbre tan extendida en la arquitectura popular de grabar en la fachada los nombres de los propietarios, o de los constructores, se manifiesta aquí de forma más sintética por medio de iniciales que se refieren a lo mismo: a. Lerma, b. Aranda de Duero y c. Campillo de Aranda. A veces, aparecen con alguna otra figura, como se ve en las dos últimas, donde hay una especie de ave en vuelo. Véase también la figura 6.14. Las fechas son más raras; sólo he visto una bocallave fechada en el siglo XIX en una choza (cueva habitada) de Vertavillo (Palencia).

Como ya hemos podido comprobar en ciertas bocallaves, de vez en cuando aparece, en la misma pieza, una combinación de varias imágenes relacionadas de alguna manera. Así, en la figura 7, una bocallave de Sasamón (Burgos), se puede ver la cruz que corona una especie de sol radiado y dos corazones asimétricos; más compleja es la de la figura 8, de Atienza, en la que los dos jarrones con ramo de flores flanquean a una cruz pometeada con círculos quizá también solares en la base, un corazón y dos iniciales, aparte del friso inferior que parece ser una repetición de la imagen de un cáliz o copón.

Caso distinto es el de aquellas placas que se combinan con objetos que, en principio, no tienen nada que ver con ellas, porque son de uso cotidiano en la vida real y no imágenes que representan ese objeto; como ejemplo presento la bocallave de la figura 9, de Yanguas (Soria), en que una herradura de caballo rodea al escudete ovalado; recuérdese lo apuntado antes sobre el caballo como animal propiciatorio y la fama de la herradura (fig. 4.8). Para finalizar, hay bocallaves que tienen una tapa móvil que cierra el agujero, como la de la figura 10, de Trigueros del Valle (Valladolid), sobre la que se trazaron unos dibujos incisos de rombos.

Si atendemos al uso tan profuso que se hace del término simbolismo en las humanidades y ciencias sociales, pudiera parecer que es un cliché de vago significado, que mucha gente emplea de forma abusiva sin saber muy bien lo que con él quiere dar a entender. En el saco del simbolismo se mete a menudo todo aquello que significa y, como para el ser humano prácticamente todo lo que le rodea puede estar dotado de significado, estamos, por lo tanto, envueltos en objetos y fenómenos simbólicos. Desenredar esta maraña tan inextricable supongo que será tarea larga y difícil; en todo caso se debería partir de la semiótica, esa ciencia que estudia los signos empleados en la vida social, aunque sea para concluir, con Sperber, que el simbolismo no es fenómeno propiamente semiótico, y así diferenciar significación de simbolización.

En el caso concreto que nos ocupa, hay que partir de que las imágenes visuales son signos icónicos, como he señalado anteriormente, cuyo significado viene determinado, en gran medida, por la semejanza entre la imagen y las cosas a las que se refieren. Por eso, Panofsky estableció que en los estudios iconográficos debe seguirse una serie de etapas, comenzando por la descripción de los motivos que allí aparecen, estableciendo algún principio de semejanza entre las imágenes y los referentes, si bien para alcanzar el significado propiamente dicho, el contenido real de las imágenes, hay que relacionarlas con los conceptos, identificándolas y situándolas en su momento histórico. En una fase posterior, se podría investigar el contenido simbólico, realizando conexiones con valores; sería un trabajo más que nada subjetivo, por lo que propone usar métodos intuitivos o psicoanalíticos, jun Figura 10 to a los históricos. Esta tercera fase ha hecho que muchos investigadores hayan huido de todo lo que huela a simbolismo, ante el tufillo a esoterismo que desprende y el descrédito irremediable en que cayó, hace tiempo ya, el psicoanálisis. En el caso concreto de la etnografía, encontramos autores que aceptan la existencia de un simbolismo claro en los elementos decorativos de la arquitectura popular (C. Padilla y E. del Arco), mientras que otros se oponen, considerando que eso que se llama valores simbólicos no son sino especulaciones de los estudiosos que no atañen a la casa ni a sus usuarios; un pequeño ejemplo de esto es el debate que se dio en las Jornadas de Arquitectura Popular en España celebradas en Madrid, en diciembre de 1987, y que fue fugazmente reflejado en la obra donde se recogieron las comunicaciones (Arquitectura popular en España, p. 153). En todo caso, parece cierto que las sociedades agrícolas, en general, están casi obsesionadas con la protección de la propiedad. Las sociedades de cazadores-recolectores delimitan con claridad sus territorios en los que las tribus vecinas tienen prohibido cazar o recolectar, pero no conocen la propiedad particular, salvo unos pocos objetos personales. Con la aparición de la agricultura, la propiedad tribal se parceló en familiar y el trabajo de cada familia fue creando desigualdades, de forma que lo que el otro posee se compara con lo que tiene uno, dando lugar a envidias y hurtos. El huerto, el corral y la casa representan la riqueza y se protegen, sobre todo simbólicamente. La puerta no sólo está allí para poder cerrarse, sino que también representa el derecho de propiedad sobre lo que encierra; lo que tiene puerta, tiene dueño, cuyo nombre, a veces, aparece en una inscripción sobre ella, reforzando así el título de propiedad de su legítimo poseedor.

Ya las culturas antiguas disponían en torno a las puertas una serie de figuras protectoras: carneros y esfinges en Egipto, toros en Mesopotamia, leones en Grecia, etc. Algunas de esas figuras no eran tan explícitas, pero, en general, están cumpliendo una función apotropaica, protectora: están rechazando todo mal para que no penetre por las puertas que defienden. Para los constructores y habitantes de la casa popular de los últimos siglos, está función apotropaica queda bastante clara en el caso de las imágenes cristianas; cruces, flores de lis, cálices y copones, corazones, etc. son imágenes familiares que pertenecen al mundo de la religión cristiana, y todo lo que tiene tal procedencia posee virtudes protectoras. En relación con esto, pueden señalarse las plaquitas del Corazón de Jesús que se clavaban en la parte alta de las puertas, tan abundantes en nuestra tierra después de la Guerra Civil. Otras imágenes que aquí han aparecido tienen un origen remoto y parece , aunque no siempre lo sabemos con seguridad, que se emplearon en el mundo sacro precristiano con un fin similar, y, después, se han seguido empleando como elementos decorativos, pero, quizás también, de forma menos consciente, con la misma finalidad protectora.

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ICONOGRAFIA POPULAR: LAS BOCALLAVES

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 2002 en la Revista de Folklore número 264.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz