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Revista de Folklore número

237



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La ronda, el dance, el justicia. Almudévar. Huesca

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 2000 en la Revista de Folklore número 237 - sumario >



LA RONDA

Ronda que al alba te traigo,
ronda que ahora comienzo
ronda que sube a buscarte
por escalera de versos.

Eliseo Aso me cuenta que rondar es «una manera que tiene el hombre de cortejar a una mujer, sea de primeras o para una reconciliación. Los que cantan pueden echarle humor a las coplas siempre que no ofendan».

Me advierte del acento marcado del habla y «de unas palabras que acortamos o alargamos; en vez de decir "me voy a la bodega", decimos "me voy en ta bodega" y en vez de "me voy al campo", "me voy en do campo"».

Pero esta es la noche de ronda y asisto a una que dan a la antigua usanza, con mulas y galeras. Según los propios, «quizás la última que se haga de esta guisa a las cinco de la mañana». Antes existía el derecho de rondada, que era rondar antes a las autoridades para que dieran el permiso para ir luego a las mozas. Si se daba el caso de toparse dos rondas bajo la misma ventana, los pretendientes rivales optaban por el enfrentamiento o marchar cada uno por su lado. El que pagaba la ronda no tenía que saber cantar, y el que cantaba en su nombre, para encajar la letra a la amada, preguntaba: «¿Cómo se llama ésta?», porque la fórmula de inicio, o endrecedera, podía acomodarse:

María... no son marqueses
los que rondan a tu puerta,
somos los trabajadores
que venimos de la huerta.

Y la de cierre, o acabadura:

Que tu madre nació en Huesca
y tu padre en Almudévar;
por eso tú eres baturra
de los pies a la cabeza.

El balcón de la moza de esta noche se enciende mientras suena la música abajo:

Ya sé que estás acostada,
ya sé que no duermes, no,
ya sé que estarás diciendo
este que canta es mi amor.

Esta ronda que te canto,
es la ronda de este pueblo,
ya la cantaba mi padre,
que se la enseñó mi abuelo.

Ya se despide la ronda,
pues tenemos que marchar,
que luego rayará el alba
y entonces hay que parar.

La ronda llena el aire por un tiempo; todos permanecemos atentos, pero al balcón no sale nadie. Cuando el canto cesa, el balcón se apaga. No queda sino seguir cada cual haciendo sus cábalas. Calle adelante parece que repite el alba:

Los andares de la ronda
van dejando en su camino...

EL DANCE

«...se levantaron unos arcadios y provistos de sus más vistosas armas, marcharon a compás, según un aire guerrero que tocaban las flautas, cantaron el pean y se pusieron a danzar como en las procesiones de los dioses. Los paflegones se sorprendieron sobremanera al ver que estas danzas las ejecutaban hombres armados».

Anábasis (Lib. VI). Jenofonte

Davillier, en Viaje por España, anota: «El paloteado es una danza rústica, llamada así por la palabra palo. Los niños y los muchachos la ejecutan teniendo en cada mano un pequeño palo parecido a un palillo de tambor, que tocan acompasadamente uno contra otro y cuyo ruido sustituye el repiqueteo de las castañuelas. Estos paloteos o soldadescas [...] son un recuerdo de la danza de espadas y danzas militares de aquellos valientes celtíberos...». En lo de rústica, apoya Guzmán de Alfarache (I): «Quedé puesto en blanco, muy acomodado para la danza de espadas de los hortelanos». En lo de militares, Caro Baroja no cree necesario pensar que las danzas armadas pudieran tener un carácter guerrero: «a veces los golpes de espadas han significado otras cosas: hacer que crezcan las plantas, alejar espíritus malignos o tormentas, como también para atraer la lluvia».

De las danzas de espadas existen abundantes referencias en la literatura. Dicen las crónicas que en 1570, cuando Ana de Austria pasa por Burgos al encuentro de su futuro esposo, el rey Felipe, se bailan en su honor una de puñales, una de doce hombres y doce mujeres, vestidos de verde con franjas y rosas blancas, y dos danzas de espadas. El de Autoridades... cita a Bernardo Aldrete, en Origen de la Lengua Castellana: "Aquellos Santos Padres prohibieron semejantes bailes, antigua costumbre de nuestra España, continuada desde su gentilidad, conservada en las danzas de espadas». Lope de Vega, en Los bandos del Sena (2), pone en labios de Donato:

Y dirá: «arrima esa cruz,
que este son no es de perder»,
que así diz que lo decía
el Sacristán de Paradas
cuando la danza de espadas
en las procesiones vía.

Anota Davillier más adelante que «...una danza bastante curiosa, muy de moda en las Castillas en tiempos de Cervantes, es la danza de las espadas. Covarrubias nos ha dejado la descripción de este paso guerrero. Los bailarines llevaban gregüescos de lienzo, especie de calzones de tela muy largos, y rodeaban su cabeza con un tocador o pañuelo arrollado. Cada uno de ellos tenía en la mano una espada blanca; es decir, bien afilada (3); después de haber dado toda clase de vueltas y revueltas llegaban a una mudanza o figura, que se llamaba la degollada. Entonces cada bailarín apuntaba su espada hacia el cuello del que dirigía la danza y en el momento en que uno esperaba ver cómo le cortaban la cabeza, éste, por medio de un rápido movimiento, bajaba el cuello y se escapaba súbitamente. Cervantes ha descrito esta danza a propósito de las bodas de Camacho el rico: "De allí a poco comenzaron a entrar por diversas partes de la enramada muchas y diferentes danzas, entre las cuales venía una de espadas, de hasta veinticuatro zagales de gallardo parecer y brío, todos vestidos de delgado y blanquísimo lienzo, con sus paños de tocar, labrados de varios colores de fina seda; y al que los guiaba, que era un ligero mancebo, preguntó uno de los de las yeguas si se había herido alguno de los danzantes.

- Por ahora, bendito sea Dios, no se ha herido nadie; todos vamos sanos.

Y luego comenzó a enredarse con los demás compañeros, con tantas vueltas y tanta destreza, que aunque Don Quijote estaba hecho a ver semejantes danzas ninguna le había parecido tan bien como aquélla". En el reino de Toledo era en donde más extendida estaba esta danza. Probablemente a causa de la mucha fama que tenía este país respecto a la fabricación de armas blancas. La danza de las espadas se ha abandonado desde hace mucho tiempo, pero el recuerdo sigue siendo popular, pues cuando quiere hablarse de una disputa familiar todavía se dice hoy: ¡Es una danza de espadas!».

El temor a una posible herida de los danzantes, ya que juegan armas y choque, es lo que ha hecho a veces de la danza sinónimo de conflicto. Gonzalo Correas trae en su Vocabulario que meterse en danza de espadas es pendencia. Quevedo insiste en Las Musas, dando norte del lugar idóneo para ello:

...dijo en bajando a lo llano
que está entre el parque y la puente:
para una danza de espadas
el sitio dice cómeme.

Al igual que en El Andévalo onubense, donde tan hermosas danzas existen, en Almudévar, José Aliod lamenta que el «folklore se mutile cuando muere un viejo que sabía lo que nadie sabe, o cuando deja de hacerse una romería, o un versificador se calla porque nadie lo escucha, o un pueblo olvida su danza porque no tiene gente joven que la haga».

En este horizonte, Almudévar, la Burtina pre-romana, en pleno camino entre la montaña y el llano, conserva su dance como una seña de identidad, hasta el punto de que uno de sus dichos testeros, fruto de Oliva Peig, no sólo nos ilustra del proceso a seguir para ser danzante, sino que dice:

¿ Cuántas veces me pregunto
cuando me pongo a pensar,
sifué inspiración divina
el dance de este lugar?
No se sabe a ciencia cierta
quién pudiera ser su autor,
si no lo inspiró la Virgen
fue un genial compositor.
O será nuestra Patrono,
que llena a todos de gozo,
que hasta los más viejecitos
al mirar se sienten mozos.
Para entrar en este dance
de tradición y de esencia,
bastará con que tu padre
te deje el puesto de herencia.
Voy delante abriendo paso
y me llaman palanquero,
allí donde fueron mi padre
y abuelo, Andrés Valero.
Y pensando en mi retiro
que no lejos, por supuesto,
siguiendo la tradición,
mi hijo, cubrirá el puesto.
Sólo le pido a mi hijo,
y que no sirva de alarde,
que dance como su abuelo
y salte como su padre.

El dance se hace -no me gusta decir se ejecuta- en la Procesión de la Virgen de la Corona. La banda de música toca una y otra vez la melodía y los danzantes evolucionan con golpes de palos suaves en un ir y venir incesante en el medio kilómetro de recorrido. Mientras, los rosarieros cantan la salve a la Virgen. Antes se celebraba el 15 de agosto, día de la Asunción, patrona de Almudévar en 1747, llamada de la Corona. El paso de la fiesta de agosto a septiembre se lleva a cabo por orden del Concejo el 20 de abril de 1765 para implorar la lluvia.

El traje de danzante se compone de camisa blanca, valón con cintas de colores en las costuras y calzón con puntillas; medias de hilo blanco calado y alpargatas; faja, banda al pecho roja o azul, negra si va de luto, y una foto de la Virgen de la Corona. A la cabeza va el cachirulo, personaje anterior a la propia danza, incorporado a ella. Los dieciocho danzantes de Almudévar se agrupan de cuatro en cuatro y quedan dos en los extremos. A la cabeza va el rapatán abriendo calle y el mayoral cierra la marcha. Los otros dieciséis danzantes utilizan dos palos cortos para bajar a la Virgen a la Parroquia, y un palo y una espada para subirla a la Ermita. Algunos años hacen una demostración durante la fiesta del repertorio total de danzas, en la que incluyen el Degollado.

El cuerpo de danzantes de Almudévar se forma a partir de la Cofradía de Nuestra Señora de la Corona (4). En el siglo XVIII había en el pueblo otras cofradías. Trento las propicia como muestras oficiales de religiosidad en honor de vírgenes y santos, en las angostas lindes por las que discurrió la Reforma. Una de las más antiguas, como noticia desde 1652, es la del Santísimo Sacramento de la Minerva. Una de mujeres es la del Dulcísimo Nombre de Jesús. Las mairalesas la administraban. Cofradías que a veces tenían representación en el Consejo de la Villa. En una sesión de 1777 se registra la presencia de las Cofradías del Santísimo Sacramento, Dulcísimo Nombre, la Soledad, la Corona, el Rosario, Santa Ana, San Pedro, San Juan, San Miguel, San Fabián, San Blas, la Magdalena, San Antón, Santa Quiteria y el Pilar.

DANZA A DANZA

«...tiene asimesmo malheridas danzas, así de espadas como de cascabel menudo, que hay en su pueblo quien los repique y sacuda por estremo».

Don Quijote de la Mancha (II, 19)
Miguel de Cervantes

No parecen ocho danzas distintas las de Almudévar, sino una con variaciones, mudanzas. Cada siete años se hace el baile completo en la plaza. El de Autoridades, al hablar de la Danza de Espadas, dice que es «la que se ordena con espadas en la mano, con las quales al compás de los instrumentos se dan algunos golpes; y generalmente cuando a los pasos y mudanzas se añade alguna idea, se llama la danza de espadas, cintas, planchas..., recibiendo el nombre de la idea añadida a las mudanzas y tañido».

CUATRO CAMPANAS HABIA

Es de palos y se hace en la Bajada de la Virgen la
víspera de las fiestas.

Cuatro campanas había
en la torre de Bentué (5),
Catalina, Pepa y Juana
y el Niño de San José.

Todas a un son,
las campanas de Bentué
con las lindas de Monzón (6).

LA CARDELINA

De palos. Se tiene por el de «más viveza de cuantos componen el dance».

Canta, canta. Cardelina,
no temas al ruiseñor,
que el canto de Cardelina
lleva muchísmo (7) primor.

MARIQUITA

De palos.

Mariquita, la más hermosa,
puesta (8) estaba en su balcón,
esperando le viniera
de su esposo el corazón.
To-ron-tón, to-ron-tón (9).
Que viva la gala de mi corazón.

EL FRANCES

De palos y espadas. Parece tener su base en la Guerra de la Independencia.

Cuando el francés vino a España
llegó con grande traición,
quería engañar a toda la nación.
Detente mochu,
detente traidor,
muera, muera, muera,
muera Napoleón.
Cuando el francés vino a España,
vino con grande traición,
que sí,
a engañarnos a toda la nación.

LENGUA PULIDA (10)

De palos y espadas.

Lengua pulida de España,
vino de Francia un francés
a aprender la lengua de una aragonesa,
a aprender la lengua de un aragonés.
Tres tres con la aragonesa.
Tres tres con el aragonés.

EL VILLANO

La última de palos y espadas se hace en la subida de la Virgen en el cierre de fiestas.

El villano de Orihuela
no tiene dientes ni muelas,
ni con qué mascar el pan
al villano que le dan.

EL DEGOLLAU

De espadas. Danza muy extendida por los pueblos de España. Plena de símbolos, parece representar la muerte y resurrección del que degüellan.

No está usted para ir a San Roque,
no está usted ni tampoco yo.

LA PALANCA

Se trata de un palo largo con cintas de colores y flores arriba. La danza consiste en tejer y destejer las cintas a base de girar alrededor. El rapatán, palanquero, y el mayoral no intervienen en la evolución del dance. El que lleva y aguanta la palanca viste calzón corto, camisa blanca, faja, banda, cachirulo rojo y zapatillas. El
mayoral no lleva banda.

Contigo sí, contigo no,
contigo, morena,
me he de casar yo.

Ya metidos en el dance, se cantaban otros versos que venían a sumarse a los tradicionales. Eran pinceladas nostálgicas, de chanza, descriptivas:

Estos dichos consistían
en cantarse las verdades,
que eran de gracia o burla
o puras calamidades.

Colocados en círculo
con su traje de gala,
se cantaban canciones,
uno a uno, cara a cara.
De 1919, cuando el mainate (11) del grupo era Santiago Ráfeles:

Este es danzante y pastor
y pasta todas las hierbas,
pasta bodegas, barrancos
y el monte de Valdedema.

Este chico es rosariero
y también tiene colmenas,
y le gusta poner lazos
en el monte de las Delmas.

Entraron cinco a correr
y al uno le dio un mal rato,
y al terminar la corrida,
este chico llegó el cuarto.

Y no le dieron cruces,
tampoco galones,
le quedó de renta
dolor de riñones.

Aunque los dichos, motadas y matracadas suelen ser anónimos, se recuerdan como hacedores de versos Andrés Laporta y Juan Atares. Estos los trae José Samper:

Estuve en una junta,
que no me quiero acordar,
que Jacobo, Fito y Ajualino
no más diceba: «Sí, sí, ya, ya».

Otra crónica en rima de cuando los danzantes representaron a Aragón en Barcelona:

En el año veintinueve
fue recuerdo principal
se inauguró en Barcelona
la Feria Internacional.

Por tan preciado motivo
invitaron de Aragón
el Dance de nuestra villa
y la banda de Aguaron.

Danza que con gran agrado
volvieron a repetir,
quedándose impresionada
la princesa Beatriz.

Dichos que vienen a ser la «parte cómica de un drama, ironía sin malicia dirigida a los danzantes y al pueblo», como ésta de Vall Bernués:

Que hagamos todos un algo
para que el dance no muera,
y siga por muchos años
hasta que Dios lo quiera.

David Laporta canta a los hermanos danzantes de Huesca:

Año tras año nos llaman
y nosotros, complacientes,
asistimos a esa fiesta
que nos brindan los parientes.

Y llegando San Lorenzo,
el dance se hace oración,
que dedican los danzantes
para su Santo Patrón.

La Corona es mi Patrona,
San Lorenzo es mi Patrón,
es que Huesca y Almudévar
son de un mismo corazón.

Una copla improvisada por Valerer, persona celebrada en el pueblo por su facilidad en estas lides, nos servirá para introducirnos en el tema siguiente:

¡Eh, señores,
que me dejaba a los sastres!,
esos son más naturales,
que pa coser cuatro puntos
se te llevan veinte reales.

EL JUSTICIA DE ALMUDEVAR

«Tienen los de Almudévar, a la parte del pueblo que mira a Zaragoza, un santuario y capilla de Nuestra Señora de la Corona...».

Vida de Pedro Saputo (IX). Braulio Foz

Ya que sabemos de Pedro Saputo parece propio añadir un hecho que ocurrió en su pueblo: Almudévar, a cuyo protagonista bien se le podría aplicar la Jácara (12) deQuevedo:

Y murió muerte de sastre,
sin tijeras ni dedal.

Escuchemos primero las voces populares y entremos luego a menudear algunas obras literarias donde se refleja.

Me cuenta Juan Campo que «aquí había uno que impartía justicia a su modo, vaya que sí. Lo mismo mandaba torcer la torre de la iglesia para que diera la sombra en otro sitio que qué sé yo. Dicen que en el pueblo abundaban los sastres y faltaban herreros: no había más que una fragua para todo Almudévar y ya sabe lo que suponían en aquellos tiempos los carros, las caballerías, en fin. Bueno, pues a este herrero no se le ocurrió más que matar a un vecino en una pelea y por ello lo condenaron a muerte. Y al ver la gente lo que se le venía encima si mandaban el herrero al otro mundo, fueron a comunicarle al tal Saputo (13) el temor de quedarse sin fragua. Y sin más se decidió que en vez de ajusticiarlo a él, cayera uno de los sastres, que como había varios, se notaría menos. Y así se hizo».

Elíseo Aso resume la historia y la deja en «que un herrero mató a su mujer y quisieron ajusticiarlo, pero se daba el caso de ser el único, en todo el pueblo y alrededores, que conocía este oficio, y en cambio había tres tejedores. Se planteó el dilema de quedarse con tres de un gremio y nadie de otro, o promediar, dos del primero y uno del segundo. Así que ajusticiaron a un tejedor».

Gonzalo Correas en su Vocabulario... trae: «Al plano de la Violada, cuál con horca, cuál con pala. El plano y llano, o campo y barranco de la Violada, está entre Almudévar y Zuera, camino de Zaragoza a Huesca. Fingen este cuento, dando matraca a los de Almudévar: que el herrero hizo un delito que merecía horca, y Pedro Zaputo les dio este consejo: que pues había dos tejedores y no más de un herrero, ahorcasen al un tejedor, que bastaba el otro, y dejasen al herrero, que les haría falta. Hiciéronlo ansí, y dicen más, que hoy día piden una demanda pa misas a aquel inocente. Quedó por refrán "El sabio de Almudévar, Pedro Zaputo", para llamar a uno necio, y, "La justicia de Almudévar", para decir una tontainica y mala justicia».

Melchor de Santa Cruz lo recoge en Floresta... así: «Mató un herrero en un lugar a un hombre, y fue condenado a ahorcar. Juntáronse los más del lugar, y fueron a decir al alcalde que no permitiese que le ahorcasen, porque era muy necesario al pueblo, que no podían pasar sin herrero, para hacer las rejas, y azadas, y herraduras, y otras muchas cosas. Preguntó el alcalde:

- ¿Cómo puedo yo dejar de hacer justicia?

Respondió un labrador:

- Señor, en este lugar hay dos tejedores de paños, y para un lugar pequeño como éste, basta uno; ahorquen al otro».

Francisco Asensio también se hace eco en su Floresta Española. Máxime Chevalier comenta de este cuento tradicional, muy conocido en el Siglo de Oro, que bien pudiera haberlo copiado Asensio de Santa Cruz. Le sorprende la localización de esta versión en un pueblo andaluz, siendo cuento aragonés. Y se pregunta: «Habiendo un herrador de la Conquista (lugar de Sierra Morena, tan corto como rudo) cometido un delito, le condenaron a muerte los alcaldes; y discurriendo después la falta que haría por no haber otro en la villa, y que no era bien faltar a la administración de la justicia, discurrieron entre sí que, pues estaban en ella dos tejedores teniendo tan poco que tejer, se ahorcase al uno de ellos, dejando libre al herrador, con cuyo medio se componía todo».

De las versiones que Francisco y Domingo Ynduráin anotan en la edición a la obra de Braulio Foz, tomemos dos. La primera aparece en Cuentos, dichos, anécdotas y modismos aragoneses, 1887, de Romaldo Nogués: «Hasta que Felipe V suprimió los fueros, en Aragón no se cometieron alcaldadas, porque los alcaldes se llamaban justicias. Uno de estos, en tiempo de Felipe II, III o IV (la época no hace al caso) condenó a muerte al herrero de Almudévar, que cometió un crimen atroz que las crónicas no mencionan. Los jurados (ahora se titulan regidores) hicieron presente a la autoridad si se ahorcaba a tan útil artesano, como no tenían otro del oficio ni de dónde sacarlo, quedarían yermos los campos, porque no habría quien hiciera las rejas de los arados; pero al Secretario, que era agudo como la punta de un colchón, se le ocurrió una idea magnífica, acogida por todos con gran entusiasmo y mandada ejecutar en el acto por el señor justicia: ahorcar, para escarmiento, a uno de los dos tejedores que había en el pueblo. Desde entonces, cuando pagan justos por pecadores, dicen en Aragón ese proverbio». La segunda viene en El Averiguador Universal (79, 15-IV-1882) y Cuentos aragoneses, de D. V., y es ésta: «El herrero de Almudévar le metió por la boca a su mujer un hierro candente, porque le trajo el almuerzo frío. Condenáronlo a morir ahorcado. A los que le llevaban al patíbulo, gritó un labrador amigo suyo: - Vecinos de Almudévar, ¿al herrero del pueblo queréis ahorcar? ¿Quién os hará las herraduras de las mulas y las rejas de labrar? Doce tejedores hay en el pueblo; aunque ahorquéis uno de ellos, entuavía vus quedan once.

Los labradores convencidos con tan bravo argumento echaron mano a un tejedor y lo ahorcaron".

Terminemos la ronda con la versión que trae la obra de Braulio Foz citada: «El herrero un día se enfureció contra su mujer porque le llevó el almuerzo frío; y tomando un hierro que estaba caldeando en la fragua se lo metió por la boca y la garganta, expirando la infeliz en brevísimo rato. Era el herrero hombre muy estrafalario, bozal, nunca seguro y de muy malas chanzas, porque es de advertir que todo lo hacía riendo. La pobre mujer pasaba mucho trabajo con él porque sin más causa ni motivo que antojársele darle palos, le daba; mesarle los cabellos, se los mesaba; hacerla dormir en el suelo desnuda y sin ropa en invierno, la hacía dormir o acostarse así por lo menos; ofrecerle como por cariño un bocado con la cuchara, se lo ofrecía y al tiempo que abría la boca se lo tiraba a la cara o en el seno. Otras veces cogía un cuchillo, y haciéndola echar y poniéndole el pie en el cuello jugaba a degollar el carnero o el cochino, o concluía levantando el brazo diciendo: quién como Dios. Otras la ataba los brazos al cuerpo y luego las piernas en uno, y la hacía rodar por el cuarto y tal vez por la escalera. Pero esta burla que quiso hacer con el hierro de la fragua superó a todas, pues dejó a la pobre mujer sin vida en menos de cuatro minutos. Prendiéronle inmediatamente, y puesto en la cárcel con muchas cadenas al cuello y cepos a los pies, le juzgaron aquel mismo día y le condenaron a muerte; cuya sentencia iban a ejecutar otro día. Ya estaba la horca levantada y todo el pueblo en la plaza aguardando la ejecución; ya le sacaban y llevaban al patíbulo, cuando subiendo uno del pueblo a caballo encima de los hombros de otro dijo: "¿Qué is a fer, hijos de Almudévar? ¿Conque esforçaréis a o terrero que sólo tenemos uno? y ¿qué faremos después sin terrero? ¿Quién nos luciará as rellas? ¿Quién ferrará as nuestras mulas? Mirad lo que m'ocurre. En vez de enforcar a o ferrero que nos fará después muita falta, porque ye solo, enforquemos un teisidor que en tenemos siete en o lugar e por uno menos o más no hemos d'ir sin camisa". - ¡Tiene razón!, ¡tiene razón!, gritaron todos; ¡embrear un teisidor!, ¡un teisidor!... ¡un teisidor!... y sin más que esta voz y grito cogen al primero de ellos que toparon por allí, le llevan a la horca, le suben y le ahorcan, y ponen en libertad al herrero. Supo esto Pedro Saputo, que no quiso ir a la ejecución ni había salido de casa, y fue corriendo a la plaza a ver de impedir aquella atrocidad e injusticia; pero llegó tarde porque ya estaba despachado el infeliz del tejedor».

____________

NOTAS

(1) Parte I, cap. II, 7.

(2) I Acad. N. III. Ref. Máxime Chevalier. Folklore y Literatura.

(3) En nota se señala que "se llamaba así en España a las espadas de acero bruñido que se llevaban a la cintura en su vaina, en oposición a las espadas negras, que no estaban bruñidas ni tenían filo y que se empleaban en la esgrima".

(4) FOZ, Braulio: Vida de Pedro Saputo (IX). Se cuenta que cuando quisieron renovar la ermita de la Virgen de la Corona buscaron "para la obra un pintor muy afamado de Huesca [...] el cual pidió trescientas libras jaquesas por su trabajo [...]. Súpolo el niño Pedro Saputo y [...] fue al maestro Artigas y le dijo le tomase por su aprendiz [...]. Habían pedido los del concejo al maestro Artigas que primero pintase parras y pájaros y después lo que quisiese; y pintó [...] un árbol con una parra y muchos pájaros en ella picando las uvas; y en la punta de un sarmiento que hacía salir por un lado pintó un cuervo. Díjole entonces Pedro: [...] — Ahí habéis pintado un cuervo en la parra, y los cuervos más van a los muladares que a las viñas [...] quería decir a vuestra merced que el cuervo debe pesar tanto como una gallina o poco menos; y de razón habla de hacer inclinar ese sarmiento suelto, y vuestra merced le ha pintado tan tieso como si fuese de acero o el cuervo estuviese fofo. [...] Fue tan grande la ira del maestro Artigas, que [...) acudió al cacharro de los colores que tenía entre las manos y se lo tiró con mucha furia [...] — No quiero pintar más, porque eres un labrador, un descarado, un insolente, un malsín, un grandísimo bellaco. Y se fue de aquel paso y llamó al pueblo, y ayuntado en la plaza dijo, que mientras tuviesen en el lugar al atrevido y vano de Pedro Saputo, no quería pintar la capilla. Entonces Pedro Saputo pidió licencia para hablar [...] y le dieron la razón y lo aprobaron, y no quisieron que se fuese del lugar. — Pues me iré yo, respondió muy aborrascado el maestro Artigas. - Idos enhorabuena, gritaron todos.[... ]. Y Pedro Saputo levantando la voz desde una piedra dijo al pueblo; Si el maestro Artigas se va y vosotros queréis yo pintaré la capilla. - ¡Que la pinte, que la pinte! -gritó la multitud. [...] ¿Queréis que pinte lo que veis o lo que no veis? Y respondieron todos: —Lo que no vemos. — Pues yo —dijo él- lo pintaré, y gustaros ha por mi cuenta. [...] Tres meses estuvo pintando, y concluyó la obra y dijo al pueblo en la plaza: - La pintura está acabada. [...] Y fueron todos a verla y nadie halló falta alguna [...]. Pero le dijeron que no ntendían las escenas que había pintado ni la intención de aquellos cuadros. Y él les dijo: - Oídme, hijos de Almudévar: yo os pregunté si había de pintar lo que veis o lo que no veis, y me respondisteis que pintase lo que no veis. Pues bien: según esa palabra, yo os he pintado en un lienzo dos cuadros; el uno es un olivar, y el otro una viña, que son cosas que para ver tenéis que ir a Huesca y al Somontano; pero lo que es en vuestro lugar no las veis por vuestra mucha desidia y cobardía. En el otro lienzo hay otros dos cuadros; el uno es una mujer de su casa muy aseada y cuidadosa, muy atenta, modesta y aplicada a su labor y a la inteligencia de las cosas del gobierno doméstico [...] que también es cosa que no veis en vuestro lugar. En el otro hay una suegra y una nuera comiendo las dos en un plato muy concordes [...] cosa que tampoco no veis en el lugar. [...] Por el aire hay bosques, fieras y pájaros, nubes [...] y arriba [...] María Santísima con las manos cerradas porque no hay en este pueblo quien se las abra con oraciones devotas y humildes, y la obligue a abrirlas para dejar caer [...] las bendiciones de que las trae llenas. Al oir esta explicación quedaron todos espantados [...]: — ¡Es verdad! ¡Es verdad! ¡Viva Pedro Saputo! ¡Viva el hijo de la Pupila! ¡Viva la honra de Almudévar!".

(5) Al norte de Huesca existen Bentué de Rasa y Bentué de Nocito. No especifica la canción cuál es.

(6) Parece referirse a las lindas campanas de Monzón, al SW de Huesca. Almudévar queda al SE, en los nombrados por Covarrubias "Llanos de la Violada", más o menos en medio de Monzón y cualquiera de los pueblos llamados Bentué, por lo que el verso podría querer decirnos que el sonido de campanas envolvía, llegaba de ambos lados.

(7) Muchísimo.

(8) Parece querer decir "arreglada", "compuesta".

(9) Se considera que es el latido del corazón de la esposa.

(10) Refinada, tallada, hecha.

(11) Alcalá Venceslada lo trae en Vocabulario... como "magnate", aunque no es término corriente en Andalucía. Cita Cancionera, de S. yJ. Alvarez Quintero, donde dice Cinta;

... cuando se pasa tu puerta ç
todos se vuerven iguales
y la misma capa cubre
ar sordao que ar mainate!

(12) Poesía varia (95. Relación que hace un Jaque de sí...).

(13) Foz dice en Vida de Pedro Saputo (I), que éste nació «en la villa de Almudévar, tres leguas de la famosa ciudad de Huesca, en la carretera de Zaragoza...».



La ronda, el dance, el justicia. Almudévar. Huesca

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 2000 en la Revista de Folklore número 237.

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