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La música es un lenguaje universal si entendemos la palabra en su sentido etimológico. De esta manera, la música sería una forma de expresión capaz de contar todas las cosas, de verter el pasado y el presente de los individuos o de los grupos en fórmulas válidas para sentir, recordar y honrar al propio género humano. Algunas religiones antiguas aceptaban que el mundo fue creado por una voz o un grito divinos, otras atribuían a los dioses de la palabra la invención del arte musical y otras, en fin, tenían sacerdotes especialmente dotados para el canto cuya facultad artística les suponía un privilegio. Cualquier situación anímica, relación social o manifestación ritual se expresaban o acompañaban con música en prácticamente todos los grupos étnicos y culturas del planeta. Otra cosa es el grado de comprensión que esas formas de expresión podían suscitar en los individuos de unas y otras culturas: una persona, fuera de su país o de su entorno cultural, podía cantar y no ser comprendida (una mujer saharaui o una orquesta china utilizan parámetros musicales diferentes a los nuestros, por ejemplo). Y en lo que respecta a la figuración gráfica, si bien es cierto que la música ha venido a representarse del mismo modo en todo el mundo occidental, todavía hay muchas culturas musicales que presumen -y afortunadamente pueden hacerlo- de ser ágrafas.