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En este amplio concepto que las ciencias sociales denominan FOLKLORE se encuentra la vida misma en todos y cada uno de sus aspectos. El quehacer cotidiano y el transcurrir del curso vital repetido en cada persona, han ido tomando unos matices que hoy observamos, no como vigente actualidad, sino como auténtica historia de sus creadores: el pueblo.
Canto, danza, indumentaria...son una parte de la joven ciencia folklórica -definitivas por lo que de personalizante tienen- pero no únicas. Por ello, la comprensión del folklore de un país, región o provincia es compleja si atendemos a unos aspectos determinados en exclusiva olvidando el resto. Las manifestaciones nacidas del hombre van tan íntimamente ligadas que resulta difícil el entendimiento aislado de una de ellas sin remitirnos a las complementarias.
Porque el hombre ha utilizado los cauces necesarios para comunicarse, para desarrollar sus fuerzas vitales podemos decir que la danza y el baile son algo más que una necesidad anímica, suponen una prolongación de su propia realidad física, porque, como vehículo que éstos son de expresión, dan rienda suelta a exteriorizar las más profundas necesidades de libertad.
El baile y la danza de tipo tradicional no se mueven en sus orígenes por condicionamientos estéticos o de simple solaz. Van más allá. A través de ellos podemos delimitar no sólo la estética de una comunidad, sino el conjunto de rasgos étnicos de la misma, inevitablemente proyectados sobre éste, porque en su última esencia encierra todo un mundo de mágicas y pretéritas creencias, fruto emanado de algo más que de una mentalidad. Es la tierra en conjunción con esa prolongación de sí misma que es el hombre.
Así, hay bailes fecundatorios, estacionales, de iniciación, guerreros, nupciales, religiosos, zoolátricos y animalísticos, agrarios...aunque hoy queden como el resultado exterior de una tradición, carente de simbolismos por la falta de comprensión y de ambientación a que la cultura de tipo tradicional se ve ineludiblemente abocada.
El baile salmantino es un baile social, de necesaria conjunción cuando menos de dos personas. Es un baile sobrio, elegante, ceremonioso. En él hay mezcla de la estaticidad orientalizante en la que no caben improvisaciones fortuitas -que supondrían casi una profanación con lo evolutivo en cuanto a las formaciones geométricas de Occidente.
Es un baile más para ser vivido que para ser contemplado; si no se ejecuta, no se percibe todo su contenido o, lo que. es lo mismo, no gusta de espectadores, sólo protagonistas. Y sólo a partir de su interpretación se hace comprensible esa seriedad que de común tiene en el rostro el bailador de "soleta" (1) el buen bailador.
Un cuerpo esbelto y erguido, casi rayando en lo altivo, y en el que el movimiento parezca sólo ilusión óptica, es el necesario para ser ese bailador prototipo marcado por el gusto y la tradición de los hombres de Salamanca.
Unicamente los pies, con sus "borneos" (2) y "picaos" (3), tendrán licencia para moverse y cuanto más, mejor.
GEOGRAFIA DEL BAILE A TRAVES DE LOS INSTRUMENTOS MUSICALES
Hablar de. una provincia no es suponer una unidad homogénea y compacta cuando de folklore se cuestiona. Todo lo contrario, es intuir variedad y diversidad, fenómenos que responden a muchos factores: geografía, historia, economía, paisaje.. etc., por ello es necesario delimitar (léase este término con cierta amplitud y reserva) las distintas zonas o comarcas que.. diferenciándose entre sí, presentan una cierta corporeidad interior. Así, deslindamos cuatro zonas definidas en este caso por los instrumentos musicales que necesariamente acompañan danzas y bailes en la provincia que tratamos:
-Sierras (de Francia y Béjar)
-Charrería (Armuña y Ribera)
-Rebollar (4) Gaita y tamboril
-Tierras de Alba: Peñaranda y Cantalapiedra Dulzaina y redoblante
Aclarando este sencillo esquema, observamos que la dulzaina y el redoblante, ocupan el Este del mapa salmantino y que considerando el radio de extensión por su utilización, vendría a sobrepasar un cuarto del total de la geografía musical provincial, circunstancia más que suficiente para que. se tengan en cuenta ambos instrumentos, que aportan, por su tesitura tanto melódica como rítmica un aire castellanizante al folklore musical de Salamanca.
Al son de estos instrumentos nuestros charros de las tierras de Cantalapiedra, Alba, Peñaranda e incluso Alto Tormes, bailan jotas, fandangos, charradas, formas rítmicas generalizadas en toda la provincia, pero que a su vez, cumpliéndose el dicho popular de "...a cada pueblacho, su estilacho", poseen peculiaridades tanto en su ejecución plástica como en la netamente. musical, dependiendo por supuesto, de lugares y gustos. Concluyendo en su relación con el baile, a sonido más vivo, bailes más alegres y airosos en su interpretación.
La gaita y el tamboril (5), son utilizados en tres zonas con notorias diferencias entre sí, Sierras (Francia y Béjar), Rebollar y Charrería (con Armuña y Ribera), incluso con peculiaridades intracomarcales como de principio se deducirá de la Armuña y Ribera con respecto a su gran unidad, la Charrería.
Atendiendo a la variedad rítmica, más concretizada por comarcas, las Sierras nos ofrecen "Picaos" y "Perantones" y algún otro de carácter localista como el "Campeño" de Miranda o el "Baile de las Viejas" en La Alberca; "Charradas" (6) y "Charros" (7) La Charrería. El Rebollar nos deja como propio el llamado "son" robledano. Cercana a esta comarca, en la de los Agadones encontramos "La Zapateta" de Zamarra y pueblos limítrofes como destacable.
Y también el Rebollar -comarca de increíble riqueza folklórica- nos sorprende con los "agachaos", "salteaos" y "brincaos" surgidos de un pandero (8), que a su vez arropa los cantares que las mozas peñapardinas desgranan con no menos peculiar acento y deje. Pero no es único este bailar al aire de percusión en el "Campo del Robledal" (9), pues también El Payo, a escasos kilómetros de los pueblos anteriormente aludidos de Robleda y Peñaparda, lo hace acompañado de sartén, llave, dedal (10), dejando en su haber las variedades de jota y "charrá" (apócope de charrada).
Y ya que hemos hablado de percusiones, señalamos que, toda la provincia utilizaba diferentes útiles ya fuesen instrumentos musicales, ya caseros o laborales cuando las ganas de bailar venían con motivo de una matanza, domingo, fiesta o un simple serano, momentos en los que quizás no estaba a mano contar con un tamborilero. Personaje éste del tamborilero que consideraba sus musicales conocimientos no como algo meramente de ocio, sino como una profesión, hecho que por otro lado le permitía contar con unos ingresos más o menos extras que añadir al fruto de su quehacer ganadero o agrícola o cual fuere según los casos. El contar con él, suponía contar con un presupuesto económico básico por mínimos que fueran los estipendios que éste exigiera. Así sucedía que en determinadas poblaciones, los mozos a partir de sus interestamentaciones de mayordomías, quintadas y demás, ajustaban en la llamada "cena de mozos" (el primer día del año), los servicios del "menestril tamborilero" de "por año" dejando aclarado en contrato -incluso escrito- fechas en que éste se comprometía a asistir al pueblo contratante en todas las fiestas y domingos quedando como cláusula la posibilidad de realizar un trabajo esporádico -podría ser una boda- que coincidiera en algún descanso dominical, caso que debería hallar su modo de compensación laboral-tamborilera.
Prosiguiendo en este ángulo, cuando los ánimos demandaban movimiento, bailes y Ilaves, panderetas, botellas, platos, cucharas, almireces o tapaderas de pucheros -por citar algunos ejemplos- servían para componer un bailoteo "al uso de la tierra".
BAILES PERSONALIZADOS
Aunque sean jotas, fandangos, charros o charradas...en su análisis rítmico, se dan en la provincia de Salamanca una suerte variadísima de bailes que reciben un nombre concreto y que en la mayoría de los casos responden a una parte dentro del conjunto de momentos que componen cualquier rito o ceremonia. (Así debemos citar "El baile de la espiga" o "Respigo" usual en el conjunto de actos de la boda popular una vez terminada la comida (dato que varía según localidades) y que no era más que una disculpa para amenizar la recogida de regalos y dineros con que. se obsequia a los nuevos desposados. En algunos lugares si quien "espigaba" era un hombre debería la novia bailar algunos compases con él, obligación que motivaba su particular chanza, pues si el obsequio era en metálico, éste debería ser arrancado de entre los dientes del bailador por la nueva esposa, originando escenas no exentas de humor y cierto erotismo.
Con el mismo motivo y para darle a los novios "Los alfileres" o "El ratón" en tierras de Ciudad Rodrigo y aledaños contaban con el "Baile de los alfileres" o "Baile de la manzana", llamado así por utilizarse dicho fruto hincado en un tenedor en donde a su vez clavarían las monedas o pincharían con alfileres los billetes a espigar, todo ello por supuesto siguiendo el fandango o jota que gaita y tamboril marcasen y "churreando", es decir, cediendo la pareja en el baile en el momento oportuno, acto que es así nominado por las gentes del Abadengo.
En otras zonas el descrito baile era conocido como "Baile de las alhajas", diferenciado, aunque sólo fuera nominalmente de "Baile del dinero", en dependencia del !tipo de ofrecijo (también llamado así el obsequio) -material o monetario- y debiendo tener lugar ordenadamente a la hora de interpretarse conforme a la disposición señalada por sus diferencias cualitativas.
Estos momentos comentados o aquellos en que la gaita, el tamboril y el espíritu estuviesen en conjunción y la competitividad (hecho congénito del hombre) hiciese su aparición, eran ocasión idónea para ver "Bailar la botella", concurso entre dos hombres a ritmo de fandango, jugando en el estribillo alternativamente a sortearla entre las piernas cuidando no caerla. Y como las mujeres también gustaban presumir de buen bailar, demostrábanlo con lo que se conocía como "Bailar el vaso", haciendo gala de equilibrio, elegancia y esbeltez si se conseguía acabar el ritmo propuesto sin derramar ni una gota del vino que, contenido en un vaso, sostenían sobre su cabeza, evidenciando respetar las directrices coreográficas de escaso movimiento de cuerpo y rigidez del mismo muy acorde "al gusto del país".
También dentro del capítulo de bailes, aunque es más una emulación de destreza que una exhibición del buen saber rítmico, tenemos que citar el de "La bandera", uso peculiar de la Ribera salmantina y pueblos colindantes consistente en "rutear" u ondear una bandera en todas las direcciones siguiendo los compases que en dos tiempos distintos marca el tamborilero. La bandera o estandarte pasará por cuantas posiciones sea capaz de realizar el varón bailador; por la espalda, bajo pierna, en giro circular de mano, etc., etc., debiendo mantener el brazo libre en posición de "jarras", es decir, con la mano en la cintura.
Este uso de la bandera bailada a modo de soterrado certamen, con ocasión de las fiestas patronales o para hacer "El espejo" en las improvisadas plazas de toros de nuestros pueblos facilitando así el desocupe del ruedo donde tendrá lugar una "joriza" (11), dista mucho de la ejecutada en Miranda del Castañar y estudiada por Antonio Cea (12).
Primera y básicamente por su hacedor, aquí una mujer, allí un hombre. Después porque ésta responde a un rito concreto (mayordomía de Santa Agueda) y aquélla es usual en variadas ocasiones dependiendo de lugares para proseguir con la diferencia de ubicación, ésta es la iglesia, aquélla en lugar abierto. Para terminar con la invitación al estudio del distinto concepto de símbolo y movimiento entre ambas formas de bandera, cosa que escapa de nuestros objetivos.
No sólo de bailes personalizados podemos escribir, sino de ritmos igualmente personalizados. Así en Cabeza de Béjar y en la festividad del "Tálamo de la Virgen" hallamos el "Baile del azafrán" y el "Baile de la media manzana", propios de ejecutarse al terminar "Los ofrecijos" y que no son más que ritmos de tipo general a los que los lugareños bautizan en tan seña1ado día.
En este mismo sentido, pero por tierras de Peñaranda, la charrada interpretada preferentemente con ocasión de sus patrones es conocida bajo e,1 nombre de su venerada advocación. Así Macotera bailará durante más de cinco horas la "Charrada de San Roque" en su agosteña procesión o la "Charrada del Cristo", en Alaraz, e1 Lunes de Aguas.
Concluiremos este repaso al baile salmantino haciendo mención al baile charro -sin duda más lígrimo y auténtico- denominado "La rosca" o "La pica", aunque también en tierras zamoranas conocemos su existencia.
"La rosca" es desde el punto de vista gastronómico un exquisito resultado de la mezcla de huevos, harina y azúcar, realizando SU cocción en moldes para ello específicos y que motiva en las bodas .al uso de la tierra" un devaneo a modo de, parada nupcial entre un hombre y una mujer en su charrada. Baile que describe Dámaso Ledesma (13) : "Tiene este baile una especie de preludio corto que baila sólo e1 hombre y es lo que llama La Escuadra.
La música de ésta es la que va transcrita de tres maneras distintas, por diferenciarse de otras dos partes que tiene este baile.. que no son sino una charrada ordinaria y un fandango.
El hombre comienza bailando solo la Escuadra, con movimientos vivos y graciosos, acentuándolos con vueltas, etc., en las esquinas de la mesa. Cuando llega donde está la mujer, que se coloca a un lado de la mesa, ya dispuesta para bailar, comienza la segunda parte, que es el Charro; tanto en éste como en el Fandango, que sigue inmediatamente.. los bailadores han de estar en lados opuestos de la mesa. Al llegar a las esquinas de ésta, acentúan los movimientos, dando algunas vueltas, etc. Cuando llega el Fandango, el hombre va como queriendo coger bailando a la mujer."
Hemos de completar la cita, indicando que el fandango final señalado por Ledesma es cambiado en algunos pueblos. Villavieja de Yeltes y Villasbuenas, entre otros, por un "agarrao", sin duda muy posterior a ese reseñado y gracioso final de fandango con su correspondiente
"espuela".
Hacia esa única mesa en la que se coloca el "Bollo Maimón" (14) y una jarra de vino -ambos sobre un mantel que a su vez servirá para señalar el desarrollo del baile, al ir tapando el susodicho dulce, con las esquinas del mismo en cada parte- se vierte la multiplicada atención, si nos hacemos eco del uso tradicional en ViIvestre, que pasa de ser baile de bodas a baile de quintos, superando el número de ejecutantes. De una pareja puede llegar a una decena en ocasiones.
Todos los bailes, descritos o citados cumplen a su vez unas características determinadas que las gentes salmantinas exigen a toda aquella persona que se tenga por buen bailador. Por ejemplo el empleo de "palillos" (15) en menor grado que las castañuelas, "mangadas" (16) éstas entre los dedos índice, corazón y anular en el hombre o el "triscar" (17) los dedos pulgar y corazón las mujeres, aunque éstas algunas veces utilizaban diminutas castañuelas denominadas "pitos".
La posición de los brazos, tiene también su importancia. El hombre, deberá mantenerlos bien extendidos, en forma de astas de toro, sin sobrepasar la altura del hombro aunque los mozos en El Rebollar rompen los cánones, levantándolos notablemente. La mujer cuidará de mantener los brazos algo más bajos y cerrados que su pareja, atendiendo también (haciendo colación de costumbres antiguas) a tener la mirada algo más baja que el hombre, en señal de delicadeza y recogimiento.
DANZAS SALMANTINAS DE TIPO TRADICIONAL
Aunque el límite entre baile y danza no está fijado de una manera total y consciente entre las gentes que gustan del arte de Terpsicore en nuestros pueblos, podemos seleccionar algunos ejemplos que a nuestro entender poseen cuantos requisitos coreográficos y de preparación deben cumplir aquellas formaciones múltiples, rítmicas y coordinadas.
Quizás el tipo de danza más extendido en la provincia de Salamanca sea -valga la redundancia- "Las danzas" o "Paleos", evoluciones practicadas siempre por varones indistintamente al son de gaita y tamboril o de dulzaina y redoblante. Compuestas éstas de distintos "lazos" o partes poseen a su vez numerosas "mudanzas" o cambios en los que se verá la agilidad y compenetración, amén de sincronía de los danzantes si no quieren escuchar del "Gracioso", "Bobo" o "Zamarrón", es decir, del maestro de danza, que han "mascado", término técnico para señalar que han chocado a destiempo los palos. A pesar de ser eminentemente instrumentales estas danzas no por ello estaban desprovistas de sus respectivas letras, poseyendo a su vez un orden muy concreto de ejecución que suele dar fin con "La venia", último de los distintos lazos, diferente del resto en su ritmo, acercándose más a un baile con todos sus arrequives.
Suelen sorprendernos los danzantes -peculiarmente ataviados conforme a sus continuos ejercicios- con la realización del "Castillo", número que en esta provincia podemos encontrar en dos vertientes. Una que podríamos describir como de torre humana (18) y otra en una estructura determinada que ayudará a uno de los componentes a realizar una vuelta completa sobre el macizo central, compuesta por sus compañeros previo bailoteo en derredor de cada uno para ir ocupando el puesto asignado que hará posible el esperado y lucido final.
Merece destacarse, entre todos los paleos conocidos el ejecutado en Lagunilla y denominado "El corcho" (19) en el que uno de los danzantes porta un corcho de abejas en su espalda, que será golpeado por sus compañeros con los palos.
Si masculino es el privilegio de ejecutar "paleos", las mujeres poseen danzas similares en las que cambian los palos de madera por tapaderas de latón, a lo que denominan "Bailar las tapaderas". Mas lo especialmente femenino es bailar "Las cintas", "El cordón" o "El ramo" (según uso serrano o de Villavieja de Yeltes en el que se recuerdan pretéritas danzas dendolátricas en su plástica). "Tejer o tecer" y "destejer o.destecer" al ritmo de un estribillo de jotas charro o fandango es el menester que las mozas deben llevar a buen fin, aprovechando el ecuador de tal danza para echar "Las relaciones" oportunas al santo o virgen celebrado, pidiendo aquellas gracias que sean necesarias y deseables para el pueblo, autoridades, amigos y familiares del relator. En sí, tanto al comenzar como al terminar "El cordón" es usual que entonen a coro unas letrillas las mujeres danzantes.
Contrarias al paseo solemne y ceremonioso de "La contradanza" de Valero pueden ser "Las ruedas" alegres y abiertas como lo demuestra el "Tresbolillo" de la serrana Herguijueja, siendo un punto intermedio tanto por su movimiento como por su desarrollo el llamado "Baile de las Madrinas" de Villasbuenas, propio de realizarse como motivo del "Ofertorio a Santa Marina" y en el que la mujer -rompiendo un poco moldes- juguetea con los brazos (en singular devaneo) mientras se ocupa en paralelo con los hombres familiares que le acompañan en su madrinazgo..
Acabemos este repaso por las danzas en Salamanca,.comentando "Las boleras" localizadas especialmente en Sequeros y San Felices de los Gallegos, donde igualmente conocemos el paralelo "Baile de los lanceros", que a su vez describe fidedignamente Dámaso Ledesma (20), compuestos ambos de cuatro partes (con "marcha", "puente" y .cadena") señalando una posible influencia tanto musical como literaria de las seguidillas manchegas en el caso de las boleras sequerinas, ya que éstas poseen letra.
ULTIMO DECIR EN TORNO A BAILE y DANZAS
Como a casi todos los mate!riates observables de tipo folklórico o tradicional, a los párrafos precedentes les falta la plástica y el movimiento para llegar a comprender las opiniones aquí expuestas.
Y como ese baile o danza no es un hecho aislado, sino fruto de una circunstancia, fecha o acontecimiento, sería deseable. conocerlas en su contexto, entre sus gentes, paisajes, atavíos y aderezos, aunque como escribía al comenzar este estudio, es un baile más para ser vivido que para ser contemplado
*Ilustraciones: Víctor González Crespo.
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(1) "Soleta", bailar muy bien.
(2) "Borneo", giro ágil del pie en el aire.
(3) "Picaos", golpes rítmicos dados con la punta y tacón del pie, diferentes según los pasos utilizados.
(4) "Rebollar", entendemos desde el punto de vista del folklore a El Rebollar unidad distinta a las Sierras, división geográfica en la que el profesor LLorente Maldonado la engloba en su estudio "Las comarcas históricas y actuales de la provincia de Salamanca", Salamanca, 1976.
(5) Ver en "Revista de Folklore" (Nº 19) el artículo "La gaita y el tamboril en las comunidades rurales en el antiguo Reino de León", por Alberto Jambrina Leal.
(6) Con las variedades de "corridos", "saltados o picados", .brincados" y "sentados".
(7) Con las variedades de "verdadero", "golpeao" y "pasao".
(8) El pandero peñapardino es de factura cuadrada, hecho con piel de cabra, montada ésta sobre un bastidor cubriendo ambos lados. Tiene unas medidas de 37 cms. de lado y 7 de ancho. Se tañe con una porra "cachera" o "cachela" en la mano derecha, contrapunteando con los dedos de la izquierda, excepto el pulgar que servirá de sujección al instrumento por medio de una cinta, cuando éste se halla sostenido sobre la pierna izquierda, reposada en alto y en posición de tocar.
(9) Hoy Rebollar. Ver Llorente Maldonado, ob. cit., pág. 67.
(10) Sujétanse las lugareñas el rabo de la sartén bajo el brazo izquierdo, sosteniendo ésta con la mano respectiva por la pared de la misma, habiéndose previamente colocado un dedal en el dedo corazón para ayudar contrapunteando a los golpes que una cuchara de alpaca dará en el hondón. mientras los silencios de la cantora o en la pared cuando entona ésta la correspondiente canción.
(11) Dialectismo salmantino que define una capea o corrida de toros sin lidiador que mate los animales.
(12) Ver en "Narria" (Nº 15-16) el artículo "Las fiestas de las Águedas en Miranda del Castañar", por Antonio Cea Gutiérrez.
(13) Ledesma, Dámaso: "Cancionero Salmantino". Imprenta Provincial, Salamanca, 1972.
(14) También llamado así la "Rosca" o "Roscón".
(15) Ver en "Revista de Folklore (Nº 2) el artículo " Anotaciones históricas sobre las tejoletas o palillos castellanos", por Juan Bautista Varela de Vega.
(16) Dialectismo salmantino, acto de colocarse las castañuelas correctamente.
(17) También denominado "tocar los pitos",
(18) A modo de los "castellers" mediterráneos.
(19) Posiblemente emparentado con "El Zángano", de la provincia de Valladolid y con "El Corcho" de Guadalajara entre otra, pues es sabido fueron abundantes las danzas apícolas en diversas zonas de España de las que se permite intuir un cierto sentido mágico en su origen.
(20) Ledesma, Dámaso. Ob. cit., pág. 201, 202 y 99.