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Revista de Folklore número

230



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El Cristo Emberronao de Muelas del Pan (Zamora)

FERNANDEZ FERNANDEZ, José Lorenzo

Publicado en el año 2000 en la Revista de Folklore número 230 - sumario >



Muelas del Pan es un pueblo situado a unos 21 kms. de Zamora capital, en dirección a Portugal, rayando con las tierras de Aliste, de las que sólo lo separa el río, hoy embalse del Esla; y con una configuración paisajística y de habitat que nada tiene que ver con la Tierra del Pan, a pesar de su topónimo. Conocida desde tiempos medievales por su famosa alfarería, que surtía de utensilios a Juana la Loca; hoy, desaparecida ésta hacia mediados de siglo, como consecuencia de la construcción del embalse en los años treinta, se le conoce, precisamente, por compartir con Ricobayo la Gran Central Hidroeléctrica del Esla, que durante muchos años ostentó récords de producción y superficie embalsada.

Con sus apenas quinientos habitantes, lucha por abrirse camino en lo que muchos consideran el futuro de todas estas tierras: el turismo rural, que permita atajar la constante emigración que viene diezmando la población de toda la provincia de Zamora desde finales de los años cincuenta.

Y dentro de lo que el pueblo de Muelas puede aportar a ese turismo, ávido de sensaciones, figura, en primer lugar, la tradición más arraigada en la actualidad: la romería del Martes de Pascua a la ermita del Cristo de San Esteban. Y no sólo la romería en sí, sino todo el hondo significado que para el moleño tiene esa ermita, su ermita. La espiritualidad de buena parte del pueblo nace y se mantiene en ese paraje, uno de los de más antiguo asentamiento humano de todo el término municipal. Dos topónimos, muy cercanos a la ermita, nos hablan de la antigüedad que para los propios habitantes de Muelas representan esos lugares. Sabemos que en la mayoría de los sitios siempre se atribuye lo más antiguo a los "moros", es fácil oir decir a la gente mayor: "Esa fuente es de tiempo de los moros", como si antes no hubiera nada. Pues bien, muy cerca de la acrópolis del castro y dando vista al río se encuentra la Cueva de la Mora, leyenda que aparece recogida en buena parte de la provincia y que aquí, según cuentan, es imposible llegar al final, ya que en la mitad del recorrido se apagará la vela, linterna o la luz que se lleve. En la zona suroccidental de la ermita, a escasos 300 metros, se encuentra la fuente de Pilo Moro, fuente que mana directamente de la roca y va a caer sobre un pilo, una "piloncha" o piedra a la que el agua ha ido modelando. Estos dos topónimos están en la conciencia colectiva como dos de las zonas más antiguas de nuestro solar.

La ermita se encuentra dentro de un recinto castreño de unas cuatro hectáreas y media, muy cerca de la acrópolis que, según los estudios arqueológicos, tiene su ocupación primitiva en la Primera Edad del Hierro, siendo en esos momentos, el único sitio ocupado del castro. Posteriormente, en época tardorromana, se produce una reparación de la muralla y su ocupación con fines defensivos; las estelas romanas incrustadas en las paredes de la ermita así lo atestiguan, así como la más reciente aparición del verraco que puede verse cerca del Ayuntamiento.

En época visigoda sigue ocupado, pocos kilómetros más arriba se encontraba San Pedro de la Nave, iglesia visigoda que se trasladó al pueblo de El Campillo, ya que la construcción del embalse anegó su emplazamiento original.

El hallazgo de una moneda de los Reyes Católicos marca el punto final en la ocupación humana del castro.

Pues bien, como en tantos otros sitios, caso de la Virgen del Castillo, en Fariza de Sayago, sobre un posible centro de culto pagano, se erige la ermita de San Esteban. Una construcción sencilla, como tantas otras que aparecen por la geografía provincial zamorana, de una sola nave, con capilla mayor y, a su lado, una modesta sacristía; unos pequeños contrafuertes en su lado sur soportan el peso, no muy grande, de sus muros. En la puerta, y a modo de escoltas, dos fincones de piedra, testigos mudos del devenir de los tiempos y sus cambios.

En sus alrededores, los farallones sobre el río, las cercas de piedra, los pizarros graníticos, forman un conjunto que invita a la reflexión en paz y en la naturaleza. Lástima que la nueva variante de la carretera a Portugal pase tan cerca de un lugar, hasta hace no mucho, ajeno al bullicio y a las prisas cotidianas.

La primera referencia documental acerca de esta ermita, data del siglo XVII, es una pena que no se conserven los Libros de Fábrica y de Visitas Parroquiales de fechas anteriores, pudiendo ser, en cualquier caso, su construcción anterior a esa fecha.

Sin lugar a dudas, desde sus primeros días, ha sido un centro de gran veneración, mágico podía decirse, atribuyéndole al Cristo acciones milagrosas, correspondiéndole los fíeles con limosnas o donaciones, así, en 1706 pertenecían a la ermita:

«Velas y alcancías en reconocimiento de algunos milagros».

Cuando se hacía necesaria la lluvia para los campos, los fieles de Muelas pedían al Cristo su intercesión:

Por esos clavos de acero
que tenéis en vuestras manos
de corazón os suplico
que nos reguéis los sembrados.

Esta veneración popular tiene su manifestación a la hora de hacer testamento, así en el que realiza Mateo Gallego el 9 de diciembre de 1710 especifica, tras varias voluntades, se le digan:

«...veinte misas que se digan Cantadas por el cura de dicho lugar en el altar del Santo Christo de San Esteban».

Esto ha continuado hasta los tiempos más recientes, así en 1918 aparecen como donaciones de los fieles un pañuelo blanco con lentejuelas y dos cortinas encarnadas con ramos blancos, además de 20 pesetas recibidas de limosnas. Hasta hace bien poco se guardaban los ex-votos de los fieles por la intercesión del Cristo; había piernas, manos, etc. de cera, en reconocimiento por la curación de algún familiar cercano. En 1733 aparecen: 44 caras de cera, 19 pies, 18 manos y 10 niños también de cera.

En relación con ese carácter mágico, totémico inclusive, cabe relacionar, en 1733, según se recoge en la visita de ese año, la existencia de mortajas colgadas en la pared, en concreto:

Treze mortajas de hombre y una de mujer.

Doze mortajas de niños.

¿Qué significado pueden tener? Recordemos que en esos años, Muelas y otros pueblos vecinos, caso de Almaraz a escasos seis kms., viven una situación demográfica difícil, con años de fuerte mortalidad, en los que en Muelas se triplican los fallecimientos de años anteriores. ¿Son acaso esas mortajas el agradecimiento de gentes que se vieron afectadas por alguna epidemia y salvaron la vida mediante, según ellos, la intercesión del Santísimo Cristo?

La misma romería en sí no es otra cosa que una rogativa general y de cada romero en particular hacia su Cristo. Todos y cada uno de los fieles rezan ante su imagen y en su interés le piden por lo que más necesidad tengan.

En el siglo XVIII aparecen documentadas las dos romerías que se hacían, y se hacen, a la ermita: la del Martes de Pascua y la del día de San Marcos.

«Tiene obligación el Concejo de este lugar ayr en rrogativa todos los terceros días de Pascua de Resurrección de cada un año a la hermita del Santo Christo de San Esteban y decir Misa cantada en dicha Hermita.

Item es de obligación y voto del lugar guardar por día festivo el día de San Marcos de cada un año y de ir en procesión a dicha hermita y de azer misa en ella...».

Estas dos fiestas, así como la de San Gregorio, eran de "voto del lugar", que en muchos sitios se hacían como recuerdo de alguna catástrofe, por ejemplo en Flores de Avila (Avila) el mismo día de San Gregorio. En reconocimiento a la intercesión de dicho Santo, en el vecino pueblo de Videmala de Alba se guardaba como fiesta de Voto de Concejo el 7 de enero de cada año, desde 1889, recordando la fuerte mortalidad parada tras la función celebrada ese día.

Por otro lado, llama la atención que sea fiesta el día de San Marcos, santo tradicionalmente relacionado al culto iniciático. Dicha festividad de San Marcos era celebrada por los romanos con las fiestas de carácter mágico dedicadas a la divinidad agrícola que protegía el trigo. Todo ello abunda en las pervivencias paganas alrededor de esta ermita, incluyendo la misma rogativa del Martes de Pascua, como posible culto propiciatorio de la fecundidad, al entrar la primavera.

En el lado este de la ermita, a poco más de un kilómetro, aparecieron a mediados de los ochenta, dos menhires fálicos en un altozano próximo y con vistas al río, constituyendo, según los profesores Benito del Rey y Grande del Brío, un santuario fálico. Una serie de condiciones geomorfológicas y geománticas se habían sumado para ser considerada esta zona como mágica y sagrada; allí entran en contacto las cuarcitas, el granito y las pizarras, junto a la proximidad del río. Sería en definitiva un santuario propiciatorio de la fertilidad, de culto a las potencias fecundadoras.

En la cita pone como fecha el tercer día de Pascua, no el segundo, quizá como error o porque en esos años se celebrara el miércoles.

En aquella época no se bendecían los panes el día de San Marcos, como se hace en la actualidad, dicha bendición se realizaba el nueve de mayo, día de San Gregorio, en el que se iba:

«...en procesión a los campos de este lugar azia donde están los sembrados y vendezir los panes y decir misa en la iglesia del pueblo".

Característica del siglo XVIII y anteriores era la realización de diferentes romerías a las distintas ermitas que entonces había: San Roque, San Ildefonso, San Sebastián y San Esteban, lo que lleva a más de un Visitador a prohibirlas, debido al excesivo gasto, y sustituirlas por una procesión fuera de la iglesia. Paulatinamente irán desapareciendo las ermitas a lo largo de los siglos XVIII y XIX, fundamentalmente por la imposibilidad económica de mantenerlas, al depender, cada una de ellas, de su cofradía y no disponer éstas de posibles. En la visita de 1769 se prohibe taxativamente crear nuevas cofradías o ermitas: «...en lo sucesivo no se erija hermita ni funde cofradía alguna...», consecuencia de la política del gobierno y del propio Obispado, que en 1768 publica en Edicto mandando la supresión de los gastos profanos en comidas y bebidas, aspecto atacado por los visitadores periódicamente. Así, en la Visita de 1719 se plantea un sistema de prestación personal para paliar en lo posible el problema:

«...reconociendo como las Hermitas de este lugar y sus cofradías no tienen rentas para su manutención y conservación mando se echen algunas senaras para cada cosa. Y que los que tuvieren lavranza vayan a arar el día que les señalaren y el que no tuviere lavrama baia arrozar, segar o trillar cuando se lo dispusieren pena de Quatro reales al que faltara... y para que con menos perjuicio de las labores propias que puedan hacer dio su merced licencia para trabajar en dicha senara en los días de fiesta antes o después de misa...».

Este mandato, como tantos otros, o quedó en el olvido o no solucionó el problema planteado, ya que en años sucesivos la situación de las ermitas irá en continuo deterioro, influido todo ello por el poco apoyo que la iglesia les prestó, viéndose a lo largo del siglo XVIII un intento por parte de la iglesia de conservar sólo la del Cristo, al no considerar necesarias las demás ermitas.

En 1831 sufría la ermita de San Roque su definitivo despojo, ingresando la iglesia por la venta de algunos materiales unos cuarenta reales, pasando su santo a alojarse en la iglesia parroquial. Hoy día el barrio de San Roque y, sobre todo, la cruz de su mismo nombre, recuerdan el lugar donde estaba enclavada dicha ermita.

La excepción sería la ermita de San Esteban, sobre todo, por estar vinculada a la iglesia y destinar ésta parte de sus ingresos, además de los de la Heredad de la misma ermita, para sufragar reparaciones y arreglos. En 1748 se destinan 23 reales para la cerradura y llave de la puerta del Stmo. Xto., así como nueve reales para las Varas y "Vergüenza" de dicha puerta; todo con cargo a las cuentas de la iglesia.

Prueba de esta unión con la iglesia, es la inscripción que aparece en la pared exterior de la capilla mayor y dice:

«Hízose esta obra a gracia de Dios y del Apóstol Santiago, siendo cura Antonio Losada en el año 1748».

Se ofrece la obra al Apóstol Santiago, Patrono de la Iglesia de Muelas, apareciendo también el cura de ese momento, administrador de la cofradía del Santísimo Cristo. Estas obras de arreglo y reconstrucción habían sido ya aconsejadas en fechas anteriores, sobre todo retejar, para evitar que aniden en el tejado los pájaros, teniendo especial cuidado con la Capilla Mayor, para que no reciba: «daño ni perjuicio de los temporales la efigie y su altar»; también se aconsejaba hacer una pequeña torre para colocar en ella las campanas, obra que, según parece, nunca se hizo. Para ello se destinan en ese año de 1748, 240 reales por el trabajo del maestro y oficiales en la compostura del tejado de la Capilla Mayor, asignándose como data en las cuentas de la fábrica de la iglesia. En las cuentas de 1755 se recuerda que deben a la iglesia: «...los bienes del Bendito Cristo 1750 reales que con licencia de su Ilma. se prestaron con mayor cantidad de los bienes de la fábrica para la obra de su hermita, que con orden de dicho Onésimo de Salamanca se hizo...». La visita de dicho obispo data de 1746, dos años antes de empezar las obras.

Pero la propia ermita, su cofradía, dispone de ingresos, vía rentas, ya que posee una heredad compuesta de 7 ochavas y una cortina que Engracia Lucas le dejó al morir con la carga y obligación de una misa cantada con su ofrenda el día de la exaltación de la Santa Cruz. Dicho aniversario se había asentado en el Libro de Fábrica en 1668 sobre «Quatro tierras, una que esta al camino de Çamora, otra a las Barreras, otra a la Corça y otra a los Chiviteros de la Corça».

En un principio estaba a cargo de la Cofradía de San Sebastián, pero desde 1706 pasa a la ermita del Santísimo Cristo, en la Visita de ese año, al llegar al Aniversario fundado por Engracia Lucas, su Ilma. afirma: «...dichas posesiones goza y posee la Hermita del Sto. Xto de San Esteban a cuio cargo está dicho aniversario como consta de la visita del año de mil seiscientos sesenta y ocho...». Manda también al cura que cobre todo lo que se le debía de las rentas de dichas tierras.

Si las 7 ochavas no suponían mucho, la cortina "murada de piedra" y en el casco urbano, era lo que mayor precio adquiría a la hora de la venta o arrendamiento, por encima incluso de las casas, ya que si las tierras tenían un sistema de cultivo de año y vez, las cortinas producían todos los años, sin intermisión, generalmente forraje para el ganado.

Lo más normal era el arrendamiento de estas tierras, en 1733 el visitador apremia al cura el cobro de la renta, ya que desde 1726 no se había satisfecho cantidad alguna y la deuda ascendía a 112 fanegas, un celemín y tres cuartillos de pan mediado, trigo y centeno, más 92 reales y 28 maravedíes en metálico y diversas ofrendas de cera, haciendo un total de 1522 reales dicha deuda. Todo ello manda el visitador sea vendido, excepto los pies, manos, ojos de cera, juntando lo que importe todo ello en un arca con dos llaves, de tal suerte, que para junio de 1734 ha de estar el caudal en efectivo. En alguna visita posterior se manda que estas cantidades sean aplicadas al arreglo de la iglesia parroquial, al no necesitar la ermita reforma alguna.

Los arriendos de esta Heredad van a fluctuar, de acuerdo al ritmo económico de la sociedad, así en los años difíciles apenas si pueden alquilarse; a mediados del siglo XVIII sólo están arrendadas dos tierras, estando las demás de vacío. En esa época, según las Relaciones de Eclesiásticos del Catastro, poseía la cofradía del Santísimo Cristo, dos cargas y media de tierras de primera calidad y seis cargas y media ochava de tercera, además de la cortina.

En el siglo XIX, con el proceso desamortizador, serán vendidas las tierras pertenecientes a dicha ermita y que ascendían en 1821 a treinta y seis fanegas y seis celemines, es decir, nueve cargas y seis celemines, siendo rematadas en 6.005 reales, comprándolas Domingo Martín y Compañía, del mismo Muelas, en uno de los pocos ejemplos de unión de varios agricultores para hacerse con tierras desamortizadas. En el momento de la venta estaban arrendadas en seis fanegas de trigo/cebada al año.

Pues bien, una vez vistos algunos aspectos de la ermita y su "mundo", la pregunta es obvia: ¿por qué se levanta a un kilómetro y medio del pueblo y en ese lugar concreto? La tradición popular tiene una respuesta clara: cuando era transportado por una pareja de bueyes se "emberronó" y no quiso pasar de ese lugar, siendo imposible mover su talla, y ahí se levantó la ermita. De ahí el conocerse como Cristo Emberronao, localismo que ha perdurado a lo largo de los siglos.

Este razonamiento no es exclusivo de Muelas, pues para algún otro caso se habla también de la querencia de la Virgen o el Cristo por el lugar donde luego se levantó su ermita.

Dejando a un lado la tradición, es difícil explicar que por aquellos parajes pudiera ser transportada la talla por una pareja de bueyes, ya que si bien está situada la ermita cerca del antiguo puente que comunicaba con Ricobayo al otro lado del río Esla, apareciendo ya el puente en el célebre Itinerario de Antonino, el paisaje agreste, de encajonamiento del río, dando inicio a los Arribes del Esla, con profundos desniveles hacia el nivel de las aguas, no parece ser lugar adecuado para el transporte de mercancía alguna. Más bien, como ya se apuntó más atrás, surgiera el templo cristiano sobre el solar o los restos de alguno pagano; la presencia del castro y de las estelas romanas incrustadas en las paredes de la ermita parecen avalar dicha tesis, pero dejemos que el pueblo siga llamándolo Emberronao, no por ignorancia, sino por cariño.

Vayamos ahora con la romería. Esta es de carácter local, no es centro de peregrinación comarcal, como ocurre en otras romerías zamoranas: los Pendones de Fariza de Sayago, La Virgen del Aviso en Tierra del Vino, o la Tuiza en Sanabria.

Lo que no impide que ese día se acerquen gentes de otros pueblos cercanos o de la misma capital a rezarle al Cristo de San Esteban.

Sale la romería de la iglesia de Santiago Apóstol, encabezándola va el pendón parroquial, que hará dos venias, una a la ida y otra a la vuelta, en el punto más alto del recorrido, llamado precisamente Alto de la Graera, muy cerca de la ermita y antes de entrar en ella, el pendón vuelve a saludar a la imagen de la virgen; detrás va la imagen del Niño, portada por jóvenes de ambos sexos, y más atrás, la Virgen, que ha abandonado el luto semanasantero y luce ropas de fiesta; los romeros acompañan a las imágenes, entretenidos por los alegres colores del paisaje primaveral y los sones de la música, que alegran el cortejo. Parece que la Virgen y el Niño tuvieran prisa por llegar, un año más, a la morada del Santísimo Cristo y hacerle compañía durante unas horas.

Antiguamente se salía a esperar la procesión desde la ermita con cuatro cirios. Este último año 1999 y gracias a la buena voluntad de 4 cofrades de la llamada Cofradía de las Capas, que procesiona el Miércoles Santo por las calles de Muelas, se salió a recibir a la virgen postrados de rodillas, para, posteriormente, dichos cofrades, ataviados con la tradicional capa de pastor, portar dicha imagen dentro de la ermita.

Una vez en la ermita, se dice la misa, dejándola abierta para que los fieles se acerquen a pedirle o a agradecerle algo al Cristo. Su imagen data del siglo XVI, de tipología gótica, que se representa muerto y con los ojos cerrados, perviviendo en él, según J. Navarro Talegón, diversos arcaísmos, como la disposición de los cabellos en surcos someros y monótonos, el tratamiento en esclavina de los pectorales o el bizantinismo de las formas abdominales.

Pero no siempre estuvo sólo el Cristo en su ermita, en la citada visita de 1706, se nombra una imagen de la Virgen de las Nieves, colocada en un altar al lado de la Epístola, así como dos santos de bulto junto con la imagen del Cristo. Dicha Virgen goza de tradición romera en otros puntos de nuestra geografía, siendo en algunos lugares, hasta hace poco fiesta de Voto de Concejo.

Después de la misa, los hombres se van a jugar el vermut al tradicional juego de la calva allí donde el castro alcanza su cota más elevada. La materia prima es la piedra jugando por parejas en un ritual tradicional, atávico, que año tras año se repite.

Tras el esparcimiento, el baile acompaña hasta la hora de comer; ahora se traslada la fiesta fuera del antiguo recinto castreño, hasta la pradera situada entre imponentes rocas graníticas y escobas verdes, pasando a sus pies las tranquilas aguas del regato que desde el pago del Requejino bajan alegres y cantarinas hasta llegar al cercano Esla.

La tradicional comida romera era la tortilla y el sabroso chorizo, a la que últimamente se le añade toda una serie de manjares "más modernos". Era tradición, hace años, que el Ayuntamiento en pleno comiera en hermandad en un "pizarro" cercano a la ermita, cosa que en la actualidad debiera hacerse, para limar asperezas y compartir un día de fiesta y alegría. En las cuentas del Ayuntamiento se reflejan los gastos que ocasiona tal día de fiesta. En los años veinte se gastaron el día de Martes de Pascua:


Carne .....................40 Ptas.

Vino ........................4,5 Ptas.

Aceite .....................5,5 Ptas.

Azúcar y Naranjas....44 Ptas.

Lechugas ...............1,20 Ptas.

Pan ........................5 Pts

Cocina ...................1 Ptas.

Total………………..l 60,65 Ptas.

Antiguamente la fiesta se hacía con el tamboril y la flauta, dúo que acompañó a lo largo de la historia las fiestas moleñas; en la actualidad, las músicas modernas animan los bailes de la pradera, confiriéndole una particularidad que no se da en el resto de romerías de la provincia, donde la música sigue siendo la tradicional.

También se han introducido otras diversiones, como la "carrera del cerdo" o la del gallo, con el fin de entretener más a los romeros y ayudar a hacer la digestión.

Cuando el sol va ocultándose por el vecino Portugal, dejando un diáfano color rojo por todo el horizonte, se procesiona de nuevo al pueblo, pero no toda la gente acompaña ahora a la Virgen, ya que muchos aprovechan la buena tarde para consumirla en la pradera o paseando por tan incomparable paraje.

Hace años, al llegar a la puerta de la iglesia, los fieles ofrecían grano, generalmente trigo, por meter la Virgen dentro del templo, como la imagen tiene cuatro manos, las ofrendas eran también cuatro. Posteriormente el trigo se vendía y engrosaba el caudal de la Virgen.

Era el día del Ofertorio, a celebrar el primer domingo de octubre, cuando se hacían cargo los Mayordomos del Cristo, para la celebración del año venidero.

Es notorio resaltar la unión que hubo, y que todavía se mantiene, entre el Concejo y la festividad del Cristo. En años todavía recientes, el Ayuntamiento era el encargado de repartir, generalmente, escabeche, pan y vino, entre la gente que acudía a limpiar la ermita antes de las romerías del Cristo y de San Marcos, así se especifica en las cuentas municipales:

El día que se fue a recomponer el Cristo:

Escabeche (1 kilo) 2,6 Ptas.

Vino (un cuartillo) 1 Ptas.

Y por último, el día de San Marcos:

Vino (medio cántaro) 2 Ptas.

Aceite 2,10 Ptas.

Bacalao 3,50 Ptas.

Tradición que se mantiene, siendo la mujer del alcalde la encargada de proporcionar la merienda a toda la gente que acude a limpiar la ermita días antes del martes de Pascua.

Era el alcalde saliente el que entregaba al nuevo la relación de pertenencias del Cristo, recogidas en un baúl y que en 1916 eran las siguientes:

«Dos manteles de altar en buen uso, otro en estado regular, otro mantel en buen estado, una falda de la imagen en buen uso, dos colchas encarnadas con sus flecos en buen uso, dos manteos de seda nuevos, una banda de seda encarnada en buen uso, cuatro lazos de seda, dos azules y dos pajizos en buen uso, dos pañuelos blancos de China bastante usados, una banda encarnada de percal donada por Vicente Miguel, un pañuelo de seda para los pies de la imagen, cuatro cortinas de percal, dos encarnadas y dos azules, estas dos últimas se hallan en la ermita, dos ídem encarnadas con ramos blancos donadas por Alfonso Refoyo, catorce santos de plata con sus lazos, un hule blanco nuevo donado por Juan Blanco, dos colchas de percal de China para adorno de la pared, dos cortinas moradas nuevas, un paño de altar nuevo de lienzo blanco, un pañuelo blanco con entejuelas donado por Pascual Pelayo Añez, en dinero metálico recibido de limosna hasta la fecha cincuenta y una pesetas».

Como vemos, en la actualidad muchas tradiciones se han perdido, pero perdura el amor y la devoción a un Cristo, situado en un lugar mágico, totémico, uniéndose el concepto pagano y cristiano en un mismo fervor popular.



El Cristo Emberronao de Muelas del Pan (Zamora)

FERNANDEZ FERNANDEZ, José Lorenzo

Publicado en el año 2000 en la Revista de Folklore número 230.

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