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En nuestro artículo anterior apuntábamos la importancia de D. Juan Manuel con relación a la cultura popular. En el presente trabajo nos vamos a ceñir a la influencia senequista que se advierte en sus escritos. En la pervivencia de Séneca y en su concepto cristiano de la vida, podremos encontrar la explicación de esa "tendencia moralizadora o eticista" que respiran los escritos de Juan Manuel. El escritor castellano es sin género de dudas senequista, no sólo porque lo hayan proclamado diversos autores, sino porque el espíritu de Séneca pervive consubstancialmente en sus obras.
Se han escrito muchas páginas sobre el senequismo español, pero la mayor parte de ellas sin precisión y poco trabajadas, a pesar del entusiasmo que siempre ha existido por Séneca en la literatura hispana.
Dejando a un lado al polemista Américo Castro, rotundo afirmador de que Séneca no era español ni los españoles senequistas (1) , hacemos nuestro el pensamiento de Guillermo Díaz Plaja sobre el senequismo:
"España ha sido siempre clima propicio a la doctrina de Séneca. Juzgado por algunos como genio representativo de nuestra estirpe, se ha estudiado el senequismo como un fenómeno indeclinable del temperamento español. Con su espíritu y su estilo guarda evidentemente ocultos puntos de contacto, el sentido práctico de la raza hispana y el genio aforístico de la lengua, amante de sentencias y proverbios concisos y transparentes. Y bien por inconsciente ascendencia senequista, bien por natural tendencia de nuestro espíritu, la ética ha sido casi siempre la afición preferente sobre todas las demás ramas de la filosofía; v. gr.: Luis Vives, Gracián, Quevedo, Feijóo, Balmes, Jorge Manrique. Poseían sus obras D. Juan Manuel..." (2).
Es claro que la ética cuenta con gran abundancia de páginas en la literatura española. Mientras que Italia y Francia producen los asuntos de festiva escabrosidad como el Decamerón y los fabliaux, en España se escriben obras éticas siguiendo la intención moralizadora del apólogo tradicional; el Conde Lucanor es un claro exponente.
Ahora bien; ¿el eticismo abarca todas las virtualidades del senequismo?. Podemos decir que es una de sus notas principales. El senequismo, además, encierra en sí una serie de conceptos, recogidos admirablemente en esta definición descriptiva de García Borrón:
"Senequismo es una actitud vigorosamente: eticista, de atención casi exclusiva al hombre individuo, obsesionada por la exigencia moral del bien y la presencia real. del mal, que implica sentido trágico y ofrece como notas afirmativas realismo, celo por la dignidad de la persona, sentimiento del deber de fidelidad a esa misma dignidad, admiración al individuo egregio por sus cualidades de ánimo, sentido de la radical igualdad de los hombres, concepto del hombre "hijo de sus obras", ilimitado amor a la independencia, rigor en la autoimposición de deberes, primado de la voluntad, culto a las virtudes viriles, sobriedad, frugalidad, ascetismo, honda preocupación por la muerte y agudo sentido de pervivencia" (3) .
Sin pretender forzar la obra de Juan Manuel para amoldarla al esquema descriptivo de García-Borrón, advertimos a través de los escritos .del prócer castellano que el senequismo está presente en sus páginas y no de un modo superficial., sino ambiental y personal. El filósofo hispano-romano influye en D. Juan Manuel con su personalidad estoica, pero éste le cristaliza. Y, si a veces las máximas de Patronio o de otros personajes parecen inspiradas en una ética. puramente natural, muy lejanas al Mandamiento del amor, esto obedece más a la contextura peculiar del siglo XIV que a un alejamiento consciente del cristianismo.
Guiados por la descripción de García-Borrón, procurando evitar un andamiaje preconcebido, reseñamos la faceta senequista en los escritos manuelinos:
1.- Actitud vigorosamente eticista.
Esta actitud es medular en la obra de D. Juan Manuel. A él le interesa la ciencia útil, no la ciencia vana. Está obsesionado por el problema de la supervivencia eterna, que se consigue a través de los méritos de Cristo y de las buenas obras. Los enxiemplos son breves tesis de moral a pesar de su apariencia cuentística. La mayor parte de su producción tiene un sello marcadamente eticista o moralizador. En el Libro de los Estados, sus lecciones de moral alcanzan a todos los estados o situaciones de la vida, regulando la problemática existencial del hombre dentro de unos cauces cristianos.
Si los escritos del Infante no fueran por sí solos capaces de mostrarnos a un eticista, tenemos la intención que el mismo autor persigue en sus obras: el deseo de ayudar a los hombres a conseguir el fin último. Claramente lo expone en el prólogo del Conde Lucanor (4).
No vale argüir que la tendencia moralizadora era común entre los escritores del siglo XIV. Petrarca, Boccaccio, el Arcipreste de Hita o López de Ayala. ..son, a vía de ejemplo, completamente diferentes a D. Juan Manuel, a pesar de abordar como él temas religiosos y moralizantes.
Sin embargo, Juan Manuel no debe ser considerado como un moralista en el sentido estricto de la palabra, porque en el siglo XIV no se había desgajado suficientemente la ciencia moral de la dogmática y porque el Señor de Peñafiel es un "lego" que no pretende escribir, de forma sistemática, tratados de teología o de moral. No obstante estas acotaciones, Juan Manuel apunta condiciones de fino moralista, aquilatando situaciones y conceptos que le acreditan como un buen conocedor de la ética cristiana. He aquí su aguda observación sobre la limosna:
"Et para que la limosna sea buena, conviene que haya en ella estas cinco cosas: la primera: que se faga de lo que home hobiere de buena parte; et la otra, que la faga estando en verdadera penitencia; et la otra, que sea tanta, que sienta home alguna mengua por lo que da, et que sea cosa de que se duela home; et la otra que la faga en su vida; et la otra, que la faga simplemente por Dios et non por vanagloria nin por ufanía del mundo; et faciendo estos cinco cosas, serán todas las obras de limosnas cumplidas et habrá home de todas muy buen gualardón" (5).
2.-Atención casi exclusiva al hombre individuo.
Los libros están confeccionados en un plan personalista, tanto por la dedicatoria (casi siempre a un familiar), como por los personajes, que, siendo históricos o simbólicos, representan a una persona concreta:
"Hermano señor don Johan, por la gracia de Dios arzobispo de Toledo, primado de las Españas et chanceller de Castiella, yo, don Johan, fijo del Infante don Manuel, adelantado mayor de la frontera e del regno de Murcia, me encomiendo en la vuestra gracia et en las vuestras oraciones" (6).
Es de sobra conocida la obsesionante preocupación por todo lo relacionado con su estirpe y familia. La educación de su hijo le empuja a escribir un libro directamente dirigido a Don Ferrando, que le titula de esta manera: "El libro de los castigos o consejos que fizo don Johan Manuel para su fijo et es llamado por otro nombre el libro infinido".
Los personajes de sus escritos son personas concretas, pertenecientes al pasado o al presente. Así estos protagonistas del Libro de los Estados, aun con el nombre ficticio, pueden identificarse como seres reales: Julio Domingo de Guzmán o el dominico Alfonso Buen Hombre; Rey Morabán = Infante Don Manuel; Johas = el mismo Don Juan Manuel...
3.- Sentido trágico de la vida provocado por la presencia del mal y la exigencia moral del bien.
Juan Manuel, por circunstancias vitales nada agradables, por un exagerado escatologismo, por la pervivencia de la mentalidad medieval sobre la fugacidad de la vida, por el concepto senequista apuntado en este apartado...tiene una interpretación pesimista de la vida del hombre. El hombre tiene muchas imperfecciones : "...qué cosa es el home en sí, et quien en esto cuidare, entenderá que non se debe el home mucho presciar" (7).
El hombre tiene en sí tal cúmulo ,de imperfecciones que difícilmente puede vanagloriarse de las notas positivas. En varios sentidos es hasta inferior a los animales:
"Bien creed, señor Conde, que entre todas las animalias que Dios crió en el mundo, ni aún de las cosas corporales, non crió ninguna tan conplida ni tan menguada como el home" (8).
El hombre en la visión manuelina, parece estar encerrado en la limitación y en la vileza. Es algo turbia su existencia. Como muestra de ese pensamiento transcribimos sus manifestaciones acerca de los comienzos de la vida en el hombre y cómo se encuentra siempre envuelto en el mal y en constante frustración:
"Sin duda, la primera vileza que el home ha en sí es la manera de que se enjendra tambien de parte del padre como de parte de la madre; et otrosí la manera como se engendra. ..
...pero nuestro señor Dios quiso que todas las criaturas fagan tres cosas. La una es que lloran; la otra es que tremen; la otra es que tienen las manos cerradas. Por el llorar se entiende que viene a morada en que ha de vevir siempre con pesar et con dolor, et que la ha de dejar aún con mayor pesar et con mayor dolor. Por el tremer se entiende que viene a morada muy espantosa, en que siempre ha de vevir con grandes espantos et con grandes recelos de que es cierto que ha de salir aún con mayor espanto. Por el cerrar de las manos se entiende que viene a morada en que ha de vivir siempre cobdiciando más de lo que puede haber, et que nunca puede en ella haber ningund complimiento acabado" (9).
Las penalidades aumentan según avanzan los diversos capítulos de la historia del hombre, hasta el punto de superar los pesares a los placeres:
"Et ponga cada uno la mano en su corazón, si verdat quisiere decir, bién fallará que nunca pasó día que non hobiese más enojos e pesares que placeres" (10).
Mayores que las limitaciones de tipo físico son las morales, que impiden al hombre la consecución del fin último. La proclividad manifiesta del hombre hacia el pecado (11) y la escasa fiabilidad que ofrecen las tendencias humanas sobre todo en la juventud (12) contribuyen a acrecentar la distancia casi insalvable del bien, al que por otra parte estamos llamados. Esto produce en el hombre una desazón que a veces cristaliza en tragedia. De ahí el sentido trágico de la vida provocado por la presencia del mal y la exigencia moral del bien.
4.-Realismo.
La visión real, práctica de la vida, es una de las constantes en la obra de D. Juan Manuel. Sus escritos respiran realismo en la intencionalidad y en el fin didáctico que persiguen. El deseo constante .del escritor castellano es que su obra sirva de provecho a los lectores.
Como exponente de ese realismo, que con frecuencia podría tener el apelativo de "positivista", traemos el enxemplo de Doña Truhana (versión antigua del cuento de la Lechera) que es una crítica del sueño inconsistente. Juan Manuel resume así el enxemplo de Doña Truhana:
"A las cosas ciertas vos encomendad et de las fiucias vanas vos dejad" (13).
5.-Sentido de la radical igualdad entre los hombres.
En la primera parte del Libro de los Estados, en el capítulo XII, Turín expone esta idea a D. Juan Manuel: los hombres son iguales sobre todo porque Dios poderosamente así lo ha dispuesto:
"Señor, vos me dijistes muchas razones por qué entendíades que el nascer et el crescer, et el envejecer et después la muerte, que en todos los homes era egual, et mandásteme vos que vos dijiese si era verdad esto que vos entendiedes. Otrosí me mandastes que vos dijiese que si esto así fuera, que por cual razón non había ninguna aventaja entre los reys et los grandes señores et las otras gentes. Ciertamente, señor, también en esto como en otras razones que vos yo he fablado en esta razón, excusara yo fablar muy de buena mente, si pudiera; mas pues me conviene que vos la diga, sabet que así como vos la cuidastes que así es: et la razón por qué es así es por dos razones; la una, por razón que los homes son compuestos de los cuatro humores que se facen de los cuatro elementos, et porque los elementos obran así en los unos como en los otros, por ende estas cosas son egualmente así en los unos como en los otros; et la otra razón mayor es porque tan grant es el poder de Dios et tan gran es la su nobleza, que a comparación del non vale más un home que otro, et por ende en estas cosas obran en todo egualmente" (14).
Quizá Juan Manuel a la hora .de exponer la igualdad de los hombres se haya olvidado de apuntar el argumento del valor duradero de esa parte del hombre que se llama alma. Menéndez Pidal, haciendo análisis de la historia de España, describe la perfecta trabazón que puede existir respecto de este punto entre Séneca, lo español y lo cristiano:
"Así el español está naturalmente inclinado al pensamiento estoico, tan acendrado en Séneca: el alma es el único valor del hombre y ella hace iguales al siervo y al señor. Por ese estoicismo innato no hay pueblo que más íntimamente haya recibido la enseñanza cristiana respecto a la igualdad de todos los humanos ante los ojos de Dios, Creador y Redentor" (15).
6.-Concepto del hombre "hijo de sus obras".
Es archisabida la importancia que Juan Manuel otorga al linaje y a la prestancia socio-económica del individuo o de la familia. Pues bien: todo ese complejo dinástico-herencial está supeditado a las buenas obras que realice el hombre. Este es más importante por sus obras que por su linaje y riqueza:
" ...ca cierto creed que en mal punto fue nascido el home que quiso valer más por las obras de su linaje que por las suyas" (16).
Esta tesis la expone Juan Manuel en el delicioso enxemplo XXV del Libro de Patronio. El yerno del Conde de Provencia libera a su suegro de la prisión del soldán Saladín gracias al consejo del mismo Saladín, que había sugerido al Conde de Provencia un marido para su hija, egregio por sus obras y cualidades, no tanto por su linaje y riquezas:
" ...et tuvo que más de presciar era el home por las sus obras et por la nobleza de su linaje, que non por la riqueza" (17).
7.-Culto a las virtudes viriles, sobriedad, frugalidad, ascetismo. ..
El aprecio de las virtudes ascéticas entronca perfectamente con el pensamiento de los estoicos y por supuesto de Séneca. También muchos autores han hecho patrimonio común de un gran sector de filósofos hispanos el culto a la temperancia en el uso de los bienes y placeres. Menéndez Pidal, analizando el senequismo español, llega a decir que todo español es un "senequista innato":
"En virtud de ese senequismo espontáneo el español, por lo mismo que soporta con fuerte conformidad toda carencia, puede resistir las codicias y la perturbadora solicitación de los placeres; le rige una fundamental sobriedad de estímulos que le inclina a cierta austeridad ética, bien manifiesta en el estilo general de la vida: habitual sencillez de costumbres, noble dignidad de porte notada aun en las clases más humildes, firmeza en las virtudes familiares" (18).
El senequismo descrito por M. Pidal armoniza con los escritos de D. Juan Manuel. Sus obras nos hablan de sobriedad, sencillez de costumbres, morigeración, etc...Sus consejos nos muestran un suave ascetismo más próximo a Séneca que al espíritu cristiano; éste a veces tarda en penetrar el pensamiento estoico del Señor de Peñafiel.
Juan Manuel unas veces cristianiza a Séneca y otras se resiste a cristianizarlo. Así por ejemplo el Infante no es rotundo en recomendar la observancia estricta del sexto mandamiento: llega a aconsejar a su hijo Ferrando que se guarde en lo que pueda del pecado de la carne (19) ; en el apéndice "cuanto podierdes" se advierte un intento de escapar a la rigidez de la ley positivo-divina. En esta misma línea de sentido estoico y utilitario se han de entender algunas recomendaciones que brinda a su hijo.
Juan Manuel es amante de la sobriedad en el comer, en el beber, etc. Son numerosos los consejos que prodiga en el Libro de los Castigos y en el Libro de los Estados. He aquí diversos ejercicios de templanza:
"Otrosí, debe guardar a sí mismo, que es en el su cuerpo, en el comer et en el beber, et en el dormir, et en el folgar, et en el trabajar, et en el andar, et en todos los fenchimientos et vaciamientos del cuerpo, et faciéndolos templadamente et con mesura en manera que el cuerpo lo pueda bien sofrir et se mantengan con razón" (20).
Debe observarse la templanza de forma especial en el recto uso del vino. Esto puede verse sobre todo en el capítulo II del Libro de los Castigos, dedicado a su hijo Ferrando: "Et ruegovos, et consejovos, et mandovos que, si queredes el mi amor, que vos guardedes mucho del vino" (21).
En general todo este capítulo II del Libro de los Castigos es una llamada a la mesura y al equilibrio. Aquí se muestra D. Juan Manuel como el prototipo de la "dorada medianía". El hombre debe ser mesurado hasta en la afectividad y apego a los seres y a las cosas (22).
8.-Honda preocupación por la muerte.
Una constante senequista muy marcada en la obra del Señor de Peñafiel. es su honda preocupación por la muerte, que se ve temperada por su firme creencia en la inmortalidad del alma y en la salvación cristiana. Por ello el problema de la muerte es presentado con cierta serenidad no exenta de aparatosidad y misterio. Así en el Libro de los Estados el capítulo 7 y siguientes nos muestran al infante Johas apartado intencionadamente por su padre Morabán y su ayo Turín del conocimiento de la muerte.
Caminando por su reino, el infante y su ayo se encuentran con un cadáver que llevan a enterrar; contra el expreso encargo del rey de que su hijo nunca llegue a saber lo que es la muerte, el infante, llevado de su curiosidad, inquiere, pregunta y averigua que el hombre vive, muere y está dotado de alma y cuerpo.
La razón que aduce Turín para el ocultamiento de la muerte es el pesar que puede prender en el vivo al tener presente el fin de su existencia. El rey procura por amor apartar el pesar a su hijo. Pero es inevitable; la muerte es insoslayable (23).
Pero esta obsesiva preocupación por la muerte, no obstante estar medularmente incrustada en la obra manuelina, no le conduce a un callejón sin salida y mucho menos a una salida desesperanzada. La muerte trae consigo la salvación y el paraíso (24).
9.-Agudo sentido de pervivencia.
En las páginas de D. Juan Manuel advertimos un agudo sentido de pervivencia, un afán obsesivo de sobrevivir. Como muestra de ese deseo de legar algo suyo a la posteridad, entresacamos este párrafo del Libro de Patronio:
"Fablaba otra vez el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, en esta guisa, et dijole: Patronio, porque yo sé que la muerte non se puede excusar, querría facer en guisa, que después de mi muerte dejase alguna cosa señalada que fincase a mi alma, et que fincase para siempre, porque todos supiesen que yo ficiera aquella obra, et ruegovos que me consejedes en qué manera lo podré facer mejor" (25).
Juan Manuel extrema su celo en la conservación de sus escritos, intentando sustraerlos de corruptelas, porque es consciente de que su fama irá de la mano de sus obras. El convento de Peñafiel, escogido como depósito de sus escritos, fue destinado a ser la salvaguardia de su intacta continuidad en la historia.
Este anhelo de supervivencia es algo connatural a todo español. Menéndez Pidal enjuicia así el concepto español sobre las tres vidas:
"En el umbral de la época de mayor plenitud histórica española, Jorge Manrique (1440-1478) enuncia la distinción de las tres vidas como serena consideración ante la muerte: la vida temporal, perecedera; la vida de la fama, más larga y gloriosa que la corporal, y la vida eterna, coronación de las otras dos. Pues esas dos vidas, posteriores a la muerte, las siente todo español..." (26).
Para la sociedad cristiana, en la que se mueve Don Juan Manuel, la vida eterna es algo medular y básico, pero también les apasiona la fama, la continuidad del nombre. La fama que interesa a Juan Manuel es una fama forjada en el buen obrar. De él es esta frase tan conocida: "Murió el hombre, mas no su nombre". A Juan Manuel le apasiona transmitir un nombre sin mácula, es decir, que .."después que nos muriemos, que nunca muera la fama de nuestros buenos fechos" (27).
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(1) Confert AMERICO CASTRO. La realidad histórica de España, pág. 642.
(2) G. DIAZ PLAJA. Historia Genera,! de las literaturas Hispánicas. I (Barcelona, 1949) 33.
(3) J. C. GARCIA-BORRON MORAL. Séneca y los estoicos. Una contribución al estudio del senequismo (Barcelona, 1956) 275.
(4) Confert DON JUAN MANUEL. Libro de Patronio en Biblioteca de Autores Españoles. Escritores en prosa anteriores al siglo XV (Madrid, 1860) 368 y 369.
(5) DON JUAN MANUEL. Libro de Patronio en B.A.E., 408.
(6) DON JUAN MANUEL. Libro del Caballero et del Escudero en B.A.E., 234.
(7) DON JUAN MANUEL. Libro de Patronio en B.A.E., 436.
(8) DON JUAN MANUEL. Libro de Patronio en B.A.E., 436 y 437.
(9) DON JUAN MANUEL. Libro de Patronio en B.A.E., 437.
(10) DON JUAN MANUEL. Libro de Patronio en B.A.E., 437.
(11) Confert DON JUAN MANUEL. Libro del Caballero et del Escudero en B.A.E., 247.
(12) Confert DON JUAN MANUEL. Libro de los Castigos en B.A.E., 271.
(13) DON JUAN MANUEL. Libro de Patronio en B.A.E., 377.
(14) DON JUAN MANUEL. Libro de los Estados en B.A.E., 286.
(15) R. MENENDEZ PIDAL. Los españoles en la historia y en la literatura (Buenos Aires, 1951) 23.
(16) DON JUAN MANUEL. Libro de los Estados en B.A.E., 331.
(17) DON JUAN MAN~EL. Libro de Patronio en B.A.E., 393.
(18) R. MENENDEZ PIDAL. Los españoles en la historia y en la literatura, 13.
(19) Confert DON JUAN MANUEL. Libro de los Castigos en B.A.E., 266.
(20) DON JUAN MANUEL. Libro de los Estados en B.A.E., 313.
(21) DON JUAN MANUEL. Libro de los Castigos en B.A.E., 267.
(22) Confert DON JUAN MANUEL. Libro de los Estados en B.A.E., 283 y Libro del Caballero et del Escudero, 239.
(23) Confert DON JUAN MANUEL. Libro de los Estados en B.A.E., 283, 284 y 285.
(24) Confert DON JUAN MANUEL. Libro de Patronio en B.A.E., 372 y 373.
(25) DON JUAN MANUEL. Libro de Patronio en B.A.E., 409.
(26) R. MENENDEZ PIDAL. O. C. 32.
(27) Confert DON JUAN MANUEL. Libro de Patronio en B.A.E., 384.