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En los últimos años, parece que uno no celebra la navidad si no hace partícipes a los demás de sus buenos deseos; para ello compra unas tarjetas postales y se dedica a felicitar a parientes y amigos de cerca y de lejos. Esta costumbre aséptica ha venido a sustituir al tradicional aguinaldo del que ya hemos hablado y que tenía una base más entrañable y humana. Aunque algunos estudiosos opinan que el hábito actual de mandar tarjetas se lo debemos al pintor Dobson, de la Real Academia de Bellas Artes de Londres quien a mediados del pasado siglo pintó lo que se supone fue la primera tarjeta de navidad, nos parece una presunción gratuita, ya que la tradición de felicitar las pascuas con tarjetas ya se tenía en España bastante antes. Claro que en esa tarjeta no aparecían los delicados dibujos de Mr. Dobson, sino la imagen del menestral o artesano que felicitaba y que, de paso, solicitaba al felicitado un favor económico. Esta costumbre casi ha sido sustituida por lo que los ingleses llaman Christmas Card, es decir tarjeta de navidad y que en España se denomina (impropiamente desde luego) Christma de navidad, lo que traducido viene a significar navidad de navidad.