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Es de sobra conocido que la escasez de puentes motivaba la existencia en muchos puntos de los cauces de nuestros ríos de barcas para atravesar los cauces fluviales, sin olvidar la función que para la pesca o para otras actividades podían tener las pequeñas embarcaciones que surcaban nuestros ríos.
Esta actividad ha dejado una huella cultural en nuestras tierras de la que ya nos hemos ocupado en otros trabajos (1), pero que, sin duda, es merecedora de mucha más atención.
En esta ocasión haremos referencia a testimonios sobre esta actividad en diversos lugares de la Península Ibérica, tales como la frontera hispanofrancesa, las provincias de Valladolid y Zamora y el norte de Portugal, prestando especial atención a los casos que ejemplifican su influencia cultural.
El primer ejemplo no es precisamente muestra de una actividad de barcaje normal, aunque destaca por una cuestión artística. Se trata de un cuadro, conservado en el Convento de la Encarnación de Madrid, que representa la "Entrega de las Princesas en el Bidasoa. Prólogo de los enlaces regios: Ana de Austria-Luis XIII de Francia e Isabel de Borbón-Felipe IV de España" (2). Probablemente muestra algunos de los embarcaderos y las barcas fluviales más decorados, propios de la escenografía barroca. Este ejemplo, por extraordinario, poco aporta a la etnografía, pero sí dejó su huella en la historia del arte.
Por lo que se refiere a Valladolid, escribe Anastasio Rojo Vega sobre barcas, basándose en las informaciones de los protocolos notariales del siglo XVI conservados en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid:
"...existían barcas de recreo, de pesca y de paso entre ríos; en las cercanías de Valladolid había barcos de paso en Aniago, Castronuño, Herrera de Duero y San Miguel del Pino; la que funcionaba en Herrera en 1565 medía en torno a nueve metros de largo por tres de ancho, su valor era estimado en 22.006 maravedís y rentaba a su dueño 36.000 anuales..." (3).
Con respecto a las barcas de pesca escribe: "a 3.000 cada una en 1570; de pino a 3.000 en 1576; a 3.750 en 1592..."(4).
Centrándonos en la provincia de Zamora podemos citar varios casos. José Muñoz Miñambres, en su Nueva historia de Benavente, escribe: "Ya desde tiempos del rey Enrique III, Benavente gozaba el derecho de pesca y de barcaje [...] en el río Esla. Y así entre Bretó (que ocasionó pleitos con el Monasterio de Moreruela), y Villaveza, que hizo desaparecer el barco al hacer los frailes del priorato de Arcos el puente. [...] También existía barca entre Benavente y Castropepe. [...] Igualmente tenía este ayuntamiento otras dos barcas, una en Belvís y otra en término de Villafer"(5).
Sin salir de la provincia de Zamora, pero desplazándonos hacia el Sur, nos fijaremos en las barcas que había en la antigua ubicación de la iglesia de San Pedro de la Nave, antes del traslado a su ubicación actual. En un libro sobre el citado templo se recoge una anécdota, datada en 1930, escrita por José Fernández Domínguez:
"Con un amigo y siguiendo el camino de la Pueblica nos dirigimos hacia San Pedro. Es la hora del mediodía de uno del mes de julio. El calor asfixiante. Atravesamos el Río Aliste y al llegar a la orilla derecha del Esla, como el barquero no contestaba a nuestras voces [...] decidimos atravesar un vado que existe por cima de la barca, vado que no conocíamos y que tomamos mal por lo que cuando nos hallamos a la mitad del río los caballos en que íbamos perdiendo pié estuvimos expuestos a ser arrastrados por la corriente" (6).
Pero la importancia de la barca en aquellos parajes ribereños del río Esla era fundamental. Así, en "El Correo de Zamora" de 28 de agosto de 1930 se escribió lo siguiente:
"El señor Cura párroco de San Pedro de la Nave, don José Fernández Gómez, lleva al frente de su iglesia más de 28 años, hallándose encariñado con su templo que por su aislamiento es lugar de meditación y estudio.
Pertenecen a este Ayuntamiento los pueblos de Villaflor, Villanueva, Pueblica, Campillo, Valdeperdices y Almendra.
Para venir a la iglesia los tres primeros tienen que realizar el viaje en barca, por el Este, distante de San Pedro no mucho" (7).
Pero no terminan aquí las referencias a la barca de San Pedro de la Nave, pues en el Archivo de la Mitra de la Diócesis de Zamora se conserva un manuscrito de comienzos del siglo XVIII, escrito por un monje de San Benito de Valladolid, donde se recoge la vida de los Santos Julián y Basilisa, pero no los martirizados en Antioquía, como deja claro el monje autor, sino otros que vivieron en el territorio de San Pedro de la Nave. Pues bien, una de las actividades de San Julián era la siguiente:
"... tenía una barca, en que hacía paso franco y seguro a todos los caminantes de noche y de día...".
Pues bien, debido a su vida de penitencia y servicio sucedió algo extraordinario:
"...sucedió vna vez que en el rigor del hivierno, como a media noche, a tiempo que él se sintió fatigado de el trabajo corporal, haciendo la noche muy fría y tenebrosa oyó decir: Julián, Julián, pásame de essa otra parte, que perezco de frío; como oyó las voces, al punto se levantó, y hecho la Barca, que él propio remó, y llegando a la orilla [...] halló en ella vn Pobre [...] llagado y leproso, que parecía tener la vida en vn hilo; cogióle en sus brazos, púsole en la barca, y, llevándolo a su casa, lo puso a la lumbre y diole de cenar [...] quando a deshora el Leproso se bolvió Ángel de Dios resplandeciente. .."(8).
Por lo que se refiere al norte de Portugal, el testimonio que ahora aduciremos proviene de un texto medieval, la "Vida de San Rosendo", y más concretamente de uno de los milagros que se le atribuyen. Dice así el texto, en la traducción castellana del Prof. Díaz y Díaz:
"Sucedió en una ocasión [...] que dos hombres iban de camino. Cuando después de puesto el sol, al entrar ya la noche, llegaron a la orilla del Cádavo, divisaron la barca al otro lado del río y [...] gritaron a una: «San Rosendo, si es verdad cuanto solemos oír de tí, socórrenos, y cuídate de que atravesemos el río sanos y salvos». Luego que hicieron esta súplica, vieron que venía la barca, lo que maravilla decir, y cuando llegó al embarcadero conducida por Dios, ellos entraron rápidamente en ella y así, siendo el propio San Rosendo su barquero, sanos e incólumes pasaron al otro lado" (9).
Nos parece particularmente interesante la presencia en relatos hagiográficos de la actividad de los barqueros, aunque su huella histórica, artística y toponímica en modo alguno merece menor atención (10). Queden aquí, pues, estas líneas sobre la navegación fluvial, una actividad que en tiempos fue de gran importancia socioeconómica, y que hoy casi ha desaparecido en su vertiente tradicional pero que resurge en nuestros ríos como atractivo turístico (11).
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NOTAS
(1) MARTÍNEZ ÁNGEL, Lorenzo: "Naves", Archivos Leoneses, 97-98 (1995), pp. 293-320.
ID.: "Sobre la navegación fluvial en León, Tierras de León, 101, (1997), pp. 191-199.
(2) BONET CORREA, Antonio: Monasterios reales del Patrimonio Nacional, Barcelona, 1988, p. 117; reproducción n." 61.
(3) ROJO VEGA, Anastasio: El Siglo de Oro. Inventario de una época, Salamanca, 1996, p. 69.
(4) Ibidem, 1.c.
(5) MUÑOZ MIÑAMBRES, José: Nueva historia de Benavente, Zamora, 1982, p. 213. Proporciona más datos sobre barcas en las pp. 214, 219 y 220. En ésta, cita documentación del siglo XIX donde todavía se denomina a los embarcaderos "puertos de barca"; decimos "todavía" porque posteriormente veremos que esta denominación de "puerto" para las barcas fluviales es la misma que se daba en la Edad Media.
(6) Texto recogido en MATEOS RODRÍGUEZ, Miguel Ángel: San Pedro de la Nave, Zamora, 1980, p. 23. Prosigue la anécdota de la siguiente manera: "En aquellos instantes de verdadera preocupación para nosotros apareció una pastorcilla que a gritos nos indicó la dirección del vado y siguiendo las indicaciones que nos daba pudimos salvarnos, ya en tierra firme, el ama del señor cura [...] atribuía nuestra salvación a San Julián y Santa Basilisa, pero nosotros de todas suertes dimos las gracias a la pastorcilla". Más abajo haremos mención a los santos aquí citados.
(7) Ibidem, p. 35.
(8) Transcripción propia sobre la reproducción del manuscrito contenida en la obra, anteriormente citada, San Pedro de la Nave, donde aparece como apéndice n.º XII; aquí se proporcionan más detalles sobre este escrito. Respetamos las grafías originales, aunque acentuamos y puntuamos al modo actual. Evidentemente, sólo citamos algunas pequeñas partes.
(9) VV. AA.: Ordoño de Celanova. Vida y milagros de San Rosendo, La Coruña, 1990, pp. 169-171. La ubicación del río donde ocurren los acontecimientos en el Norte de Portugal la tomamos también de aquí. Los términos latinos utilizados para "barca" y "embarcadero" que aparecen en la obra mencionada son "nauem" y "portum". Ya en nuestro trabajo titulado "Naves", citado en la nota n.° 1, hablábamos de la posibilidad de poder interpretar algunas de las ocasiones en que aparecían estas palabras latinas como barca y embarcadero, pero no conocíamos esta referencia, que prueba efectivamente la hipótesis citada.
(10) Aunque no proseguimos, no significa esto que las informaciones sobre la navegación fluvial en la Península Ibérica terminen aquí. A modo de ejemplo, proporcionamos algunas referencias bibliográficas sobre el tema:
GUAL CAMARENA, Miguel: "Peaje fluvial del Ebro (siglo XII)", Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, Vol. VIII, Zaragoza, 1967, pp. 155-188. Es un trabajo, en nuestra opinión, de gran importancia, para conocer la actividad de navegación fluvial en un río tan destacado en el marco peninsular como es el Ebro.
HELGUERA QUIJADA, Juan: "Un proyecto de canales de navegación y riego en Castilla la Vieja a mediados del siglo XVI", Investigaciones Históricas, 4 (1983), pp. 5-39.
IGLESIAS ALMEIDA, Ernesto: Noticias históricas del bajo Miño. Puertos, barcas, pesqueras, Tui, 1988.
GALLEGO, Olga: "Barcas y barcajes de los monasterios cistercienses en la provincia de Orense, Actas. Congreso Internacional sobre San Benardo e o Cister en Galicia e Portugal, I, Ourense, 1992, pp. 337-367. En este trabajo se mencionan otros trabajos sobre el tema en la provincia de Orense, incluyendo uno de la misma autora, que cita como inédito, titulado Barcas y barcajes de la provincia de Orense.
CHIC GARCÍA, Genaro: "La navegación fluvial en época romana", Revista de Arqueología, 142 (1993), pp. 28-39. Tras estudiar el tema en el ámbito romano, como el título del trabajo indica, hace alguna referencia a época medieval para la zona del Guadalquivir (p. 39): "G. E. Bonsor recoge noticias de navegación en épocas de dominio visigodo y árabe, así como de que en 1253 un barco hacía el tráfico regular entre Córdoba y Sevilla y que en 1402 Enrique III hizo el viaje de la primera a la segunda de las ciudades por el río". Además, hace interesantes análisis sobre la relación entre los puertos para presas y pesquerías fluviales y la navegación fluvial (p. 35).
MORAIS BARROS, Amandio Jorge: "Cister e a navegaçao do Douro", II Congreso Internacional sobre el Cister en Galicia y Portugal (en prensa).
Aunque preferimos no alargar más esta lista bibliográfica, no conviene olvidar que podría extenderse con referencias a ríos tan importantes como el Tajo (todavía se conservan algunas falúas que surcaban sus aguas, como la de Carlos IV custodiada en el Museo de Aranjuez), etc.
(11) Así, en Miranda do Douro hay una embarcación turística que navega por el Duero, en la frontera con España. También hay otras rutas por el mismo río, uniendo España y Portugal, y otros ejemplos podríamos citar en Galicia, etc.