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Revista de Folklore número

224



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RONDAS MUSICALES NOCTURNAS EN LA VALENCIA BAJOMEDIEVAL

PICO PASCUAL, Miguel Ángel

Publicado en el año 1999 en la Revista de Folklore número 224 - sumario >



A Pilar Oraá, en recuerdo de nuestros años universitarios en la ciudad del Turia.

La costumbre que han tenido los jóvenes de rondar de noche en grupos por las calles provistos de instrumentos de cuerda se remonta a la Baja Edad Media aunque no siempre esta tipología de cantos ha ido ligada única y exclusivamente a los mozos enamorados y a la pasión amorosa. Si bien la falta de documentación con melodías populares de ronda de aquella época nos impide conocer a fondo el fenómeno musical en sí, los recursos documentales permiten adentrarnos etnográficamente en el terreno propuesto. La lectura de los registros de Justicia Criminal del Archivo del Reino de Valencia desvela noticias de enorme interés para la ciudad de Valencia, que bien pueden aplicarse a otras urbes hispánicas. En este sentido, vamos a ceñirnos al análisis de uno de los matices que presenta este fenómeno en el otoño medieval, la imagen que repetidamente nos han querido retratar de aquellos mozos pacíficos y enamorados cantando a la luz de la luna al pie de puertas, ventanas y balcones de sus respectivas novias es posterior a la época que nos ocupa, su origen hay que buscarlo en el siglo XVI.

Los atractivos nocturnos han seducido siempre a la naturaleza humana, es evidente. Durante la Baja Edad Media en las ciudades y núcleos rurales de cierta entidad, la noche era un momento aprovechado por los jóvenes para divertirse. Organizados en bandas, "companyons", recorrían las calles deambulando sin rumbo fijo y las tabernas que no cerraban saltándose las drásticas medidas reguladoras de horarios impuestas por el municipio. El canto y la música eran un hecho inseparable de estos grupos, si bien conviene dejar muy claro que en ningún momento las melodías eran destinadas a expresar la pasión de sus amadas; durante esta época los jóvenes, juerguistas y sobre todo cargados de violencia -siempre se hallan envueltos en infinidad de francachelas, disturbios y desórdenes callejeros- cantan e improvisan principalmente canciones deshonestas y difamatorias que en ningún momento dirigen a una dama en especial. Sus paradas terminan siempre en la taberna, lugar privilegiado para la sociabilidad medieval masculina y en el burdel, un ámbito y espacio urbano amurallado y acotado que es el marco más adecuado para la diversión, la frivolidad, el esparcimiento y la juerga. Allí encontraban una válvula de escape para eliminar las múltiples tensiones acumuladas. Durante la noche es el momento en el que los jóvenes, incansables cantores y tañedores de instrumentos musicales, purgan todas las tensiones de las que son portadores. Cuando quedaban libres de sus respectivas ocupaciones diarias buscan entretenerse y explotar sus impulsos violentos. Organizados en bandas buscan pelea deambulando con sus instrumentos por calles y plazas de la ciudad, y especialmente por tabernas, mesones y hostales diseminados en el burdel. A la luz de la luna se lucha, se ríe, se canta y se baila sin descanso y a la luz del candil se consume desmesuradamente vino, se juega sobre todo a los dados, se entablan charlas interminables, se fornica y se oye música tocada por algún que otro juglar y se ve bailar a prostitutas que no dejan de incitar con sus danzas obscenas y lascivas. En Valencia aparece documentada durante esta época una tal Caterina la juglaresca, prostituta, cuyo nombre de guerra refleja que en su oficio demostraba sus dotes musicales y literarias.

Los tumultos y disturbios protagonizados por estas bandas noctámbulas de jóvenes en el escenario callejero valenciano son interminables, en muchas ocasiones acabarán enfrentándose a los propios representantes de la justicia, que vela por el orden público por medio de las compañías de capdeguaytes que rondan por toda la ciudad y del propio Justicia y su lugarteniente que vigila especialmente el burdel. Después del toque de queda, tras el cierre oficial de tabernas, hostales y burdel -la transgresión de la legalidad es continua— es cuando se inician las rondas de companyons, incansables cantores y tañedores de instrumentos. En sus serenatas sin dedicación especial a nadie, y menos a doncellas, siempre está presente la música especialmente a través de canciones deshonestas que incitan a la diversión tal y como nos transmite la documentación valenciana. Es evidente que la música forma parte de su sociabilidad puesto que las patrullas de los capdeguaytes confiscan continuamente instrumentos, especialmente laudes, guitarras, violas, trompas, pequeñas arpas y tamborcillos, todo un auténtico arsenal con el que montaban sus juergas nocturnas. Veamos a continuación un ejemplo muy ilustrativo. La noche del 9 de mayo de 1407 un grupo de jóvenes "anaven sonant un laüt e tamboret, e cridant e fahent rumor los dits tamboret e laüt" (1). Vistos por el lochtinent de Justicia y sus saig intentan detenerlos y confiscar sus instrumentos musicales. Ellos en ningún momento huyen, al negarse a entregar sus preciados tesoros indispensables para la bulla y la diversión, empieza de pronto una pelea que termina en una auténtica lucha con puñales y espadachines. Los más avispados y los que no habían sufrido ninguna herida huyen, el resto son encarcelados.

¿Cuál era la actitud de la iglesia y especialmente la de sus moralistas frente a estas manifestaciones? Huelga decir que contraria. La exploración de los sermones de Sant Vicent Ferrer nos desvela que ya de por sí el santo tenía cierta aversión por el acto de oir música, y no digamos nada por lo que atañe a los bailes y danzas, los cuales llegan a ser para él completamente perniciosos, no duda siquiera en compararlos con el placer carnal, recriminando especialmente las incitaciones de las mujeres en los mismos (2) y recomendando a los jóvenes cristianos que deben privarse de "cantar cançonetes que totes toquen al paper de il.licits toquaments e cogitacions e de males companyies" (3). Igualmente las actuaciones de juglares serán contempladas por la iglesia como inhonesta mercimonia, debido a que, a parte, generalmente su vida privada no correspondía con los ideales moralistas que aquella propugnaba. En Valencia, por ejemplo, hallamos documentado a finales del siglo XIV a un tal Pedrolo d'0sca, juglar, que tenía dos mujeres, por lo que al ser descubierto no tuvo otro remedio que pagar una composición monetaria ante el justicia (4).

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NOTAS

(1) Archivo Reino de Valencia: Justicia Criminal 18, Mano 5, 9 de mayo de 1407.

(2) Quaresma de Sant Vicent Ferrer predicada a Valencia l'any 1413. Introducció, notes i transcripció per J. Sanchis Sivera, Barcelona, 1927, p. 132.

(3) "Sermons de Sant Vicent Ferrer". Selecció, próleg, bibliografía i notes per J. Sanchis Sivera, Els nostres clasics, Barcelona, Vol. V, pp. 92-93.

(4) Archivo Reino de Valencia, Justicia Criminal 14, 10 de noviembre de 1384.



RONDAS MUSICALES NOCTURNAS EN LA VALENCIA BAJOMEDIEVAL

PICO PASCUAL, Miguel Ángel

Publicado en el año 1999 en la Revista de Folklore número 224.

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