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Recogemos, en esta ocasión, una serie de cuentecillos que han dejado huella en la literatura escrita, pero que, por contra, sólo en algunos casos figuran entre la cosecha de recopilaciones orales modernas. Tal vez el carácter escatológico, o el rudo tratamiento de algunos temas, han retraído la aparición en las colecciones actuales; pero lo cierto es que la antigüedad de los cuentecillos está avalada, como decimos, por la presencia de los mismos en la literatura escrita.
En algún caso, la existencia del cuento se extiende por milenios atrás y se desarrolla y derrama desde culturas alejadas en el espacio, haciendo verdaderas las palabras de Menéndez Pidal, cuando asegura que "el cuento oral pasa de boca en boca, aunque las bocas hablen lenguas diversas, pues la traducción de un idioma a otro no tropieza con dificultades verbales o métricas de ninguna clase [...]. Por eso el cuento es el género literario emigrante por excelencia. Se infiltra a través de los territorios lingüísticos más extraños, a través de los orbes culturales más dispares" (1). El mismo Menéndez Pidal nos habla de la antigüedad de algunos cuentos, aunque no ve posible llegar a las mismas raíces: "Cómo esos cuentos que corren de boca en boca nacieron en las primeras edades de los pueblos cultos no lo sabremos nunca" (2). Y nos hace ver cómo se deslizan por el devenir del tiempo: "Y estos cuentos [los que tienen la gracia en sí mismos y no en la forma de ser contados; división bipartida en que divide los cuentos] que no necesitan que un cuentista los fije y avale bajo una forma particular de exposición, pueden correr libremente de boca en boca, de generación en generación. Ellos son los que se perpetúan a través de los siglos" (3).
De esta forma, aún hoy es posible recoger y disfrutar estas exóticas y antiguas piezas que, rodando y puliéndose, se nos ofrecen hasta nuestros propios días.
Parece fuera de toda duda que las largas noches de invierno, las sobremesas de los banquetes y comidas cotidianas, las largas jornadas de viajes y cualquier otra situación de las sociedades pretéritas, sin los entretenimientos modernos, fueron llenadas, tantas veces, con conversaciones salpicadas de cuentos, chistes, anécdotas... Esta actividad de contar cuentos no fue, ciertamente, privativa de una determinada clase social. Todas ellas disfrutaban de un vastísimo repertorio de cuentos; todas ellas podían identificar cualquier alusión a uno de ellos que se presentaba condensado, tal vez tras un refrán, en una comedia de Lope de Vega; todas ellas están representadas en la peregrinación a Canterbury, que nos cuenta Chaucer; personajes de cualquier clase son los que recuerdan algún cuentecillo introducido en las letras por Cervantes, Lope, Cristóbal de Villalón, Juan de Valdés, Luis Milán, Santa Cruz, Asensio... Siendo los auditorios tan variados, podría esperarse que algún cuentecillo que "podrá parecer chabacano a los hombres del siglo XX", como nos sugiere Chevalier (4), fuese juzgado como tal por parte de algunos grupos de oyentes o lectores de los siglos XVI o XVII, por ejemplo; sin embargo, como agrega, no pareció así "a los españoles del Siglo de Oro, a los cuales hubo de divertir sobremanera" por el hecho de ser recordados abrumadoramente por los escritores coetáneos.
Efectivamente, de esta masa de producciones orales, gran parte pasó a las letras. Como dice Chevalier insistentemente, refiriéndose especialmente al Siglo de Oro español, en menor frecuencia a otras épocas, los escritores echaron mano constantemente de la tradición oral, y así sentencia: "Por el tejido de la comedia corren los hilos del cuento, relato alegre que pone el dramaturgo en boca del gracioso, o punto de arranque de alguna escena. En el tejido de la novela, con notable frecuencia, los cuentos arman el cañamazo de los episodios y dibujan la urdimbre de los personajes. La aportación tradicional a la novela cervantina y a la novela picaresca es considerable" (5). Y agrega más adelante: "El cuento tradicional impregna y vivifica profunda y constantemente la literatura del Siglo de Oro. La impregna más profunda y constantemente que el romance y la lírica tradicional" (6). Ya había dado por supuesto: “Todos sabemos que la literatura española del Siglo de Oro encierra rico venero de cuentos folklóricos [...] pululan en efecto estos cuentos, más o menos arreglados, en las letras españolas de los siglos XVI y XVII [...]. Disponemos por lo tanto de materiales tan abundantes como valiosos para reconstruir, aunque en forma parcial, el tesoro de los cuentos folklóricos que circularon por la España del Siglo de Oro" (7).
La idea, pues, que ha guiado la actividad de Chevalier ha sido la reconstrucción del "corpus de los cuentos folklóricos que hubieron de circular por la España del Siglo de Oro", lo que sería loable para cualquier época del pasado. Para ello propone "reunir la mayor cantidad posible de cuentos atestiguados en aquella época", haciendo un estudio comparativo sincrónicamente y, a la vez, "comparar un cuento atestiguado en fecha antigua en los textos españoles con los cuentos recogidos o catalogados en las colecciones e índices modernos de relatos folklóricos". En suma, propone "reunir varias versiones de la misma época" y buscar cuentos folklóricos recogidos actualmente que coincidan con aquéllos. Es necesario, pues, cotejar las realizaciones del pasado con las manifestaciones que perviven actualmente. Nos advertía Menéndez Pidal:
"El cuento no puede ser estudiado teniendo sólo presente el momento de vida que goza aquí o allá; exige tender la mirada a muchas de las manifestaciones que haya alcanzado, necesita el examen comparativo, como lo necesitan el lenguaje y todo producto de muy vasta tradición, fruto de un desarrollo extremadamente complicado, nutrido por raíces más viejas y profundas" (8).
Nuestro propósito, en suma, es sacar a la luz algunas de estas raras manifestaciones, escasamente atestiguadas, pero latentes en la tradición. Manifestaciones que hunden sus raíces en los siglos o milenios del pasado y que fueron objeto de la atención de nuestros autores clásicos, de forma que sea útil y sirva de mínima aportación al estado del folklore actual y del pasado.
EL NOMBRE DE LOS ANIMALES
Unos animales, que no tenían nombre... Y fueron... Salta y dijo uno:
-Pues, mira, el demonio pone nombre. Vamos a ir a ver al demonio, que nos ponga a cada uno un nombre.
Bueno, salta uno; dijo:
-Pues vamos a ir mañana.
Ahí pillaron el caminito: uno, la cabra; otro, la oveja; otro, el borrico; otro, el mulo: cada uno el nombre que tiene, que le puso el demonio.
Y esto... Pues había un caracol en la orilla de... del camino, y lo vio. Y se vuelve para atrás y le dice a los amigos:
-¡Niño! Ahí van unos animales, todos por, por la vereda, andando... ¿Adónde irán?
Dice:
-Pues eso, pues eso..., ¿tú sabes adónde van? Pues esos van a ver al demonio, para ponerle a cada uno un nombre. Cada uno como se llama.
¡Sí! Vino otro, y dice uno al otro:
-Pues ahora vamos a ir nosotros.
-Pues vamos a ir.
¡Claro!, pillaron el caminito detrás, ¡pim, pim pim pim! ¡Claro!, como andaban muy poquito (¡Porque el caracol anda muy poco!), pues claro, pues les hizo noche en una mancha de ajos. Y había mucha yerba. Y salta y dice uno:
-Vamos a quedarnos aquí esta noche. Salta y dice otro:
-¡No, no, no,. aquí no! Vamos más, más para adelante.
Se liaron a andar, andar. Y había una huerta y una mancha de coles muy grande, ¡muy grande! Y dice, salta uno:
-¡Aquí, aquí sí que hay camino!
Y allí se metieron: allí pasaron la noche. Y por la mañana, pues pillaron el caminito, ¡pim, pim, pim!, y llegaron donde estaba el demonio. Y salta y dice el demonio:
-¿Dónde vais por aquí?
Dice:
-Mire usted, venimos, que a todos los animales les ha puesto usted nombre, menos a nosotros.
Dice:
-¡Hombre, ya les voy a poner a ustedes uno!
Os vais a llamar... ¡Caracoles!
Y salta y dice otro:
-¡Digo! Si nos quedamos en los ajos nos ponen carajos; nos hemos quedado en las coles, nos han puesto caracoles.
¡Ea!
Enrique Sánchez Saborido. Trabajador del campo en varios cortijos. 87 años. Arahal, 1991. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez..., nº 18).
Catalogación
-Hansen, **260.
-Camarena-Chevalier, 284: [El por qué del nombre del caracol] (nuestra propia versión es propuesta como arquetipo de este tipo especificamente hispánico).
-Thompson: Z21.3.1, X700.
Aunque en el catálogo general de Aarne-Thompson no aparece este cuento, sí aparecen varios temas sobre el bautismo, en muchos casos jocosos, por ejemplo el nº. 1821: Naning the Child (Christening), o el número 1823: Jokes about Baptism.
Versión literaria
En Portacuentos (II, 55; p. 171), leemos la siguiente versión:
"Estando ciertas señoras en Alcalá de Henares regocijándose en una huerta, tiniendo un caracol en las manos, por burlarse de un bachiller, preguntáronle:
-Señor, ¿de dó deriva el nombre de este animalejo o por qué causa le pusieron tal nombre?
Respondió:
-Yo no lo diré a vuestras mercedes: el primero que le vio hallóle cara una col, y dijo: «pues cara col te hallé, caracol sea tu nombre». Más, pregúntoles yo, señoras, si le hallara cara un ajo, cómo se llamará?
Pronunciándolo entre dientes, conocieron la burla, y tornáronse a reir".
¿DIERON AQUI A CARLANTE?
Y otro, que había también dos ancianos en una aldea. Y entonces, mataban todos los años unos pocos de cochinos, todos los aldeanos que había por allí mataban cochinos. Y él no mataba cochinos nunca; pero aquel año, mató dos cochinos. Y cuando los mató, le dijo a la señora:
-Ahora mismo, ahora mismo, ahora mismo, ¡ahora mismo! voy a dar yo estos cochinos a esta gente de la aldea: los voy a repartir todos.
-¡Chiquillo! ¿Eso? ¡Ay que ver este hombre! ¡Te has vuelto loco! ¿Tú vas a repartir los chorizos y las morcillas después que a ti nadie te ha dado nada? ¡Anda, anda; tú estás loco!
Dice:
-Tú te callas, que yo voy a llegar de casa en casa. Esta gente, aquí, que me quiere a mí mucho, ¡que lo dicen ellos que me quieren a mí mucho!, pero es mentira. ¡Ahora! Pero como yo les quiero mucho a ellos, yo les voy a repartir la chacina.
Entonces cogió, se cargó un palo de chorizos y otro de morcillas en una espuerta. Y iba de casa en casa. Llamaba...
-¿Quién es?
-Tío Carlante. ¿Usté le ha dado algo a tío Carlante?
Decía:
-Yo no. Dice:
-Pues entonces, ¡adelante!
Llegaba a otra casa...
-¡Señora! Aquí tío Carlante. ¿Usted le ha dado morcillas a tío Carlante?
-Yo no.
-Pues entonces ¡adelante!
Y cuando llegó a su caza, le dijo la señó., dijo la mujer:
-¡Ea! ¿Ves! ¡Ya tienes cien morcillas!
-¿Quién, yo?
-¡Ahí vienen todas! Como a mí nadie me ha dado nada, pues a nadie le he dado nada. Las morcillas las tienes ahí todas para ti.
Amparo López Ojeda. El Palomar-Paradas, 1993. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral...(Agúndez..., nº. 58).
Catalogación
-Chevalier, 205
Versiones literarias
-Correas (Vocabulario, p. 191a): En esta casa, ¿han dado morcilla a Escalante? -No. -Pues pase el varal adelante. Nuestra versión coincide plenamente con la explicación que nos da Correas sub voce.
-Rosalía de Castro (Cantares Gallegos, pp. 128-142), nº. 25. Muy elaborado. Extractamos los versos repetitivos:
“-Déronle aquí morcillas a Vidal?
-¡¡¡Aquí non!!! -Pois adiante co varal!
-Rodríguez Marín (10700 Refranes, pp. 90b-91a): -¿Dieron aquí morcillas al tío Tirillas? -No. -Pues ¡adelante con las morcillas! En esta versión, un labrador solía hacer la matanza y regalar morcilla; pero arruinado, nadie le daba a él: Vuelto a la prosperidad, afea la conducta de sus vecinos con el gesto que describe el cuento.
Refranes
-Martínez Kleiser (Refranero General Ideológico Español):
•nº. 54.298: A quien no mata puerco, no le dan morcilla [de Correas].
•nº. 54.300: A quien no mata lechón, no se da morcilla ni morcón [propio, no especifica].
•nº. 54.301: En la ciudad y en la villa, a quien no mata puerco no dan morcilla [de Rodríguez Marín, sin especificar].
•nº. 54.303: (el explicado de Correas).
•nº. 54.304: No doy chorizos a quien no mata cochino [sin especificar, propio].
-Junceda (Diccionario...): A quien no mata puerco, no le dan morcilla.
VENDER LA SUEGRA
Eso fue uno que fue a vender la suegra, fue a vender la suegra y le dice, y le dice:
-¡Chiquillo!, que voya vender mi suegra.
-¿Tu suegra?
-Sí.
-¿Y eso es de verdad, que vas a vender la suegra?
Dice:
-De verdad. Voy ahora mismo al mercado a venderla.
Y entonces llega al mercado y le dijo uno:
-¿Dónde vas?
Dice:
-A vender mi suegra.
Dice:
-¿Cuánto quieres por ella?
Y le dice:
-¡Tómala!
Amparo López Ojeda. 66 años. El Palomar-Paradas, 1993. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez... , nº. 78).
Catalogación
Cf. Aarne-Thompson, nº. 1170A: Task: Selling Three Old Women. ("Devil finds that no one wants them). Este cuento está planteado como prueba al diablo para que el hombre le venda su alma (véase El Cuento Folklórico, p. 74).
Tan sólo recordamos las versiones de Rodríguez Marín en Historias Vulgares (p. 27) y en Todavía 10.700 Refranes... (p. 60b) bajo el refrán -Comproos la mula; cuánto queréis? -Vuestra es. Transcribimos la primera versión, dada su rareza:
Pues fué el caso, según se cuenta, que, cansado el diablo de aguantar las impertinencias de su suegra gruñona, determinó venderla, para lo cual la trajo á un mercado del mundo.
-¡Mi suegra vendo! ¡Mi suegra vendo! -iba gritando entre el gentío, mas nó mostrándola, como se hace comúnmente con todo aquello que se intenta vender, sino procurando esconderla de las miradas de la multitud, porque tenía por cosa segura que menos dable le sería hallar comprador si se la dejase ver.
-¡Mi suegra vendo...! -repetía amostazado por el temor de que nadie la comprase; y todos, al oír tales palabras, huían despavoridos y hacían la señal de la cruz, no al diablo, que iba disfrazado, sino á la suegra.
Al fin, un hombre, dando claros indicios de ser un tonto de capirote ó suicida vergonzante, se acercó al diablo y le preguntó:
-¿Cuánto quieres por ella?
Y el diablo, sin aguardar á más, exclamó bailando de alegría.
-¡Tuya es! ¡Con tu pan te la comas!
Y echándosela á las barbas al infeliz comprador, desapareció en un santiamén, regocijadísimo por el buen negocio que había hecho.
Y la de Gascón (C. Baturros, p. 184):
-¿Aonde vas?
-A la feria de Tarazona, á vender á mi suegra.
-¿Cuánto quiés por ella?
-Ya es tuya.
LINDA BORRACHERA
Otro borracho que iba por la calle... y le dice, le dice uno...:
-¡Valiente borrachera más linda lleva!
Dice:
-¡Te pone algo que hoy llego a caza y mi mujer me pone falta!
Amparo López Ojeda. El Palomar-Paradas, 1993. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez... , nº. 81).
Catalogación
-Thompson: X800, J1320, X530
Versión paralela
Recuerda plenamente la gracia de Fernán Caballero (Cuentos y Poesías. Agudezas, ed. de 1859, p. 186; BAE, 140, p. 120; ed. Alcalá, p. 152), que reproducimos:
Pasando dos amigos cerca de un hombre que iba borracho, le dijo uno al otro:
-¡Valiente Chispa lleva ése!
-¿Chispa? -contestó el borracho-. No le parecerá a mi mujer, sino una cosa muy grande.
¡ZARRACLACA!
Dos mayetes (9), uno de Paradas -que lo estamos hablando de Paradas- y otro de Marchena. Tenían los terrenos juntos, y se juntan y se pelean. Y el paradeño era tío más fuerte que el marchenero. Y le dice el marchenero:
-¡Venga ya, zarraclaca, que eres un zarraclaca!
Y va el paradeño a pegarle. Pringa la rejilla y va a pegarle, y dice:
-¡Dónde vas tú! ¿A pegarme a mí porque te he dicho que eres un zarraclaca? ¿Pero tú sabes lo que es un zarraclaca? Zarraclaca es un tío hermoso, un tío guapo, un tío de buen tipo...
Y le dice el paradeño, dice:
-Pues entonces tengo yo un hermano que es más zarraclaca que yo.
Manuel López. 76 años. Marchena, 1991. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez... , nº. 92).
Catalogación
-Cf. Aarne-Thompson, nº. 1322: Words in a foreign Language Thought to be Insults.
-Thompson: J1802, J2496.2
Versión literaria
El cuentecillo es tradicional; aparece en el sermón de Aljubarrota con las Glosas de D. Diego Hurtado de Mendoza (Siglo XVI, B. N. -T. 10 y otros códices), como se recoge en Sales Españolas... de Paz y Meliá (p. 116). En esta ocasión, es una burla de portugueses, de quienes corrieron muchas en el Siglo de Oro; especialmente en esta obra en la que se busca rebajar los grandes festejos con que los lusos celebraban la victoria de Aljubarrota.
La burla del Sermón difiere de nuestra pulla únicamente en pequeños detalles. El insulto al portugués es: "¡Ñafete!", tal como le dice un zapatero al pasar. Es entonces cuando el portugués se vuelve e inquiere: "-Vilan judeo de Castella, ¿qué quiere decir “ñafete”?". Y continúa el acaecimiento:
Y como un vecino del zapatero viese ansí al portugués tan enojado, porque la cosa no pasase adelante, metióse en medio y dijole: -"Señor, no haga vuestra merced pasión con este hombre, pues él, por honrar á vuestra merced, le dice “ñafete”, que quiere decir en nuestra lengua castellana gentilhombre valiente". -Y entonces el portugués aderezóse con cierto airecico que solo ellos lo tienen, y dijo el zapatero: "-Ora irmao, nao seya mais, porque eu cuidé que me chamabades “ñafete” por desonrra; mais porem perdonay; e tomad duos tostones, e sabed de certo que otro irmao que eu teno na corte con o rey, noso Señor, he muyto mais ñafete que eu, e si iso lo dijéredes, consagro á Deus que ele vos dera dez cruzados.
Nos sorprende no haber hallado la pulla en las colecciones que hemos manejado y que Chevalier tampoco lo haya extractado (que sepamos) como cuentecillo tradicional. Según se desprende de la explicación de la anécdota, tuvo que ser bien conocida; sirvió para zaherir a los portugueses: "(Y aquí tomó origen por qué los portugueses se corren cuando les dicen ñafete)".
En efecto, Sebastián de Cobarruvias (Tesoro..., p. 822), explica la voz que sustituye al insulto de nuestro cuento:
ÑAFETE. Un cierto género de pulla que se usa en Portugal; y si nosotros se la decimos se corren. Algunos curiosos quieren que tenga alguna significación, y que no sea bernardina como birlimbao. Paréceles que ñafete se dixo de neóphyto, que vale christiano nuevo.
La voz zarraclaca (
Por lo demás, la voz de nuestro informante, zarraclaca, está bien explicada en el Cuento de Cuentos de Quevedo (en Obras, pp. 405-417). Proviene de la composición de las palabras zorro y clueco y se utiliza como sinónimo de tonto.
José A. Pérez Regalado escribió un artículo sobre la naturaleza y distribución del término: "Zorrocloco en España y América" (Archivos Venezolanos, 2 (1952), pp. 388-394).
PAN Y GAFE MIGADOS
Iba desmayadito el pobrecillo. Y llegó y le dijo:
-Una limosna.
Y le dijo:
-¿Qué quiere usted: un cachito de pan o un poquito de café?
Y le dijo:
-Dígale usted a la señora que lo quiero migado.
Amparo López Ojeda. El Palomar-Paradas, 1993. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez... , nº. 99).
Catalogación
-Cf. Robe, 1373*D
-Chevalier, K1
-Thompson: V400, W151, J1340, X530.
Variante popular española
Canellada (F...Asturias..., p. 115). Le ofrecen huevos o tocino: "Tóu revueltu. Tóu revueltu".
Versiones literarias
Chevalier (Cuentecillos, p. 234) recoge dos versiones muy similares: "LOPEZ PINCIANO, Filosofía antigua poética, II, p. 189 [...]. CALDERON, Los dos amantes del cielo, I, B.A.E., XII, p. 237b" (también puede leerse la versión de Calderón en Jiménez Hurtado, C. E. contenidos..., pp. 56-57). Reproducimos la de López Pinciano, que no posee variación con respecto a la de Calderón: "Y Hugo dijo entonces riendo: "El Pinciano me ha parecido a un mozuelo que, preguntado de su madre cuál quería más, huevos o torreznos, respondió que todo revuelto".
PERJUDICANDO AL SEÑORITO
Esto viene a ser una familia de pastores que vivía en el campo, y tenía... Un señorito, que era... muy tirano, y... había que hacer lo que él decía, nada más. Y era una familia, un matrimonio, y tenía una hija muy guapa, y al señorito ce le antojó la hija. Dice: "¡Esa me la cargo yo!". Cogió, se montó en el caballo, llegó a la choza -la choza siempre está en un cerro, y había unas palomas de tierra por delante, la tierra fina-, y se bajó el señorito del caballo, hizo una rayita en la tierra, un redondel, una circunferencia, y dice:
-Usted, cabrero, agarra ahí el caballo y que no se vaya a salir de la rayita esa, ¡eh!; pero que no se salga ni un momento.
Y dice:
-Bueno, señorito, lo que usted diga.
Y la mujer le dice:
-Usted, venga usted para acá. Ahora, cuando yo diga, se tiende ahí panza arriba. Usted me pone la..., con la mano, ¡eh!, que no me vayan a llegar las partes a la tierra. Que no se me vayan empolvar.
Y dice:
-Bueno lo que usted diga, señorito.
Tendió a la hija allí en el polvo aquel... Y la mujer sosteniendo los cascabeles con la mano. Y... total, hasta que ya acabó la faena y se fue. Cuando ya se fue, dice:
-¡Hay que ver, hay que ver la poquísima vergüenza que tiene el señorito, eh! ¡Hay que ver! Ahora que yo no he hecho lo que me dijo ése, porque a mí me dijo que no se saliera el caballo de la raya ¡y no se ha salido veces...! ¡Todas las veces que ha querido nada más! El caballo, cada ve que ha querido salir, se ha salido. Yo ¡qué voy a estar con el caballo dentro de la raya!
Y la madre dice:
-¡Anda que yo...! A mí me dijo que yo le cogiera sus partes para que no se le llenaran de tierra ¡y no las lleva empolvadas ni nada! ¡Pues todas las lleva empolvadas porque yo no he tenido cuidado!
Y dice la hija:
-¿Y yo...? ¡Para no hacer lo que él decía, mientras él bajaba yo subía!
Juan Ramírez Alvarez. Agricultor. 75 años. Arahal, 1994. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez... , nº. 106).
Catalogación
-Thompson: P360, X700.
Versión literaria
Asensio (Floresta... , II; VIII, VII, IV; pp. 278-279) refiere una historia muy semejante. En ella es el marido quien permanece impasible cuando su mujer está en brazos del caballero que "llevado de su apetito, se la quitó, dándole á él mientras tanto á guardar el caballo, y la capa. La muger después que se partió el Caballero reprehendió al marido, diciéndole: Como pudiese haber sufrido verla en agenos brazos? y él respondió: Calla que aun bien que le he roto por muchas partes la capa".
CON EL HIGO ABIERTO
Eso era un hombre, que allí, en Paradas era, que tenía en Paradas -como las casas son muy grandes, como en Arahal, por ejemplo-, entonces tiene uno corrales, ¿no? y tenía una higuera. Y en una higuera de esas, de higos, que se les pone una rajita, ¿no? (¿Tú no has visto esos higos gordos que se les pone unas rajitas blancas, que se abren, que abren ya de salud que tiene, y eso?) Bueno, pues al hombre le gustaba mucho tocar la guitarra. Y él, no salía a ningún sitio, nada más él -no tenía hijos ni nada-, y él, a la vera de la mujer, empezaba a tocar la guitarra; y la mujer con eso se divertía. Pero le decía:
-Mira, niña, mira, cuando yo me muera, tú, la guitarra me la metes entre las piernas.
Bueno, pues ella la pobre..., entonces la pobre dice:
-Bueno, pues vamos a hacer... Yo esto lo voy a tener en cuenta, que mi marido...
Pero va y resulta que ya los higos estaban maduros, y viene un día el marido, dice:
-Niña, ya los higos están maduros, ya tienen el higo abierto.
Y entonces viene, trae su higuito abierto con su rajita... Pero a los dos o tres días, el hombre se muere. Cuando los higos ce ponen así abiertos, se muere el hombre. Y ella, claro, venía en el sentido de que la guitarra se la tenía que meter entre las piernas. Entonces le metió la guitarra entre las piernas. Y ya que lo amortajó y todo, se puso a llorar ella. Y le decía:
-¡Ay; vida mía!
entre las piernas lleva
con lo que me divertía.
¡Ay! Lo que más siento
que te vas y me dejas
con el higo abierto!
Amparo López Ojeda. El Palomar-Paradas, 1993. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez... , nº. 140).
Catalogación
-Camarena (Repertorio...Cantabria), s. c. [Los lamentos equívocos de la viuda del guitarrista].
Versión popular española
Girgado (C. Pop., p. 61 ): Tiroliro, mi Gaita. La viuda guarda la gaita entre las piernas del esposo muerto. Exclama:
-¡Ay; mi hombre! ¡Cuánto gusto me tienes dado con esa cosa que ahora cuelga muerta entre tus piernas!
Versión hispanoamericana
Idéntica versión, aunque simplificada, la hallamos en Feijoó (Cubanos, p. 158): La Guitarra. Así se lamenta la esposa: "¡Cómo me divertía con lo que se lleva entre las piernas!".
Versiones literarias
El motivo no es nuevo. Ya en Portacuentos (II, 8), encontramos una versión bastante distinta en algunos aspectos, pero idéntica en cuanto al posible doble sentido de la exclamación de la esposa. En esta versión Timoneda, después de explicar de que era usual que las esposas se lamentasen en los entierros por la pérdida de las virtudes que adornaban al marido, nos muestra a la llorosa esposa, que había malparido el mismo día de la muerte del marido, en el entierro del hijo y del hombre. Padre e hijo están en la misma caja; el niño entre las piernas del padre: "¡Ay; marido mío!, ¡Ay; desdichada de mí, que ése que lleváis entre las piernas, no ha media hora que estaba en mi vientre!" (p 143).
El mismo Correas (Vocabulario…, p. 14b) resalta la intencionalidad de este tipo de cuentos. El nos refiere uno bajo el refrán: Agora sí que estaréis contento, que tenéis dos fuera y uno dentro. Fingen que son palabras de una aldeana viuda, en su lamento y duelo, dichas al cura que había enterrado dos maridos fuera en el cementerio y ahora enterraba al tercero dentro en la iglesia. Tiene gracia y malicia en la ambigüedad, y alusión a otra cosa.
SI SE ROMPE
Una ve pasó Franco por e Barriete, la primera ve que pasó. y salió un muchachillo; estaba el pobre con ovejas en la carretera.
-¡Que voy descalzo, que voy descalzo! -decía.
¡Correr, corre, correr, correr! No tenía calcetines ni nada. El pobrecito, ¡correr; correr!
Dice que dijo Franco:
-¿Por qué ha corrido tanto, hijo? ¿Para, para verme? Desde luego los calcetines que tiene, no, no ce rompe -como no tenía calcetines...
Dice:
-Sí ceñó, que ce rompe. Mi padre tiene unos calcetines blanco igual y tiene un agujero en el culo.
Dolores Fernández Rodríguez. 69 años. Arahal, 1993. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez... , nº. 128).
Catalogación
-Thompson: J1251.
Versiones
Dada la singularidad del cuentito, reflejamos la versión de Asensio (Floresta, II, IV, V, III; pp. 159-160):
"Trabajaba un Albañil descalzo en una obra; y díxole uno que le daría unas medias, quando se hiciesen pedazos las que llevaba; y respondiole: Señor mio, unos calzones traygo, y no me tienen mas que un agujero".
DIECISIETE
Esto era un paradeño, y se casó. Y la noche que se casó, pues..., se casó diecisiete veces. Y le pusieron "Diecisiete". Y estaba parado en Paradas, y agarró y se fue a Sevilla. Y se colocó de criado. Y estaba allí, regaba las flores y para acá... Se llamaba Manuel. Cuando entró, dice:
-Usted, ¿cómo se llama? -le dice la señorita.
Dice:
-Yo me llamo Manuel.
-¡Vale!
Pero un día estaba arreglando las flores arriba, y pasó un paradeño gracioso, y le dice:
-¿Qué haces, Diecisiete?.
-¡Cague a ma…!
Y se enteró la señorita, dice..., lo llama, dice:
-Manuel, haga usted el favor..., ¿cómo es que usted me ha dicho a mí que usted se llamaba Manuel y ese hombre le ha dicho a usted Diecisiete?
-Mire usted..., que no, que toma...
Dice:
-No, no, usted me tiene que decir a mí por qué es eso.
El pobre no lo quería decir; y fue y se lo dijo, dice:
-¡Eso es una locura, eso es mentira! Eso es mentira.
-Esto es así, señorita. ¡Que es verdad!
[...]
Dice:
-Pues eso lo quisiera yo ver.
-¿Usted? ¡Cómo lo vamos a ver eso!
Y se acostó con la señorita, dio ¡Pom, pom, pom!: diecisiete. Pero el último..., dice que había salido vano. Y dice la señorita:
-¡Has perdido! -se pusieron el dinero de la semana.
Dice:
-yo he ganado, señorita.
Dice:
-No, no. Has perdido; el último no..., no ha valido.
Dice:
-¿Cómo es eso? Cuando venga el señorito veremos.
Dice:
-¡Hombre! ¿al señorito le vas a decir eso? No le cuentes al señorito eso.
Dice:
-Sí, usted déjemelo a mí, verá usted.
Todos los día, el señorito pues daba un paseo por ahí, con los amigos. Y llegó el señorito, y estaba Manuel muy serio.
-¿Qué pasa, Manuel? ¿Cómo has echado el día hoy por ahí?
-Sí, muy bien. Iba con los amigos, todos los amigo... y había un nogal cargado de nueces; dicen: "¡Ea!, el que derribe diecisiete nueces de ahí se lleva un premio".
Dice:
-¿Qué pasó?
Dice:
-Pegué la primera, derribé diecisiete nueces.
Dice:
-¿Qué pasa?
Dice:
-Que salió podrida y dice que yo perdí.
Dice:
-¡Hombre! ¿¡Tú cómo vas a perder!? ¿Tú estás adentro? Eso no es... Has ganado tú.
Se fue. Le dice a la señorita:
-¿Ve usted? Yo he ganado.
La señorita pensaba que había ganado el dinero de la semana. ¡Agüen la mar!
Dice:
-¡Ea! Bueno, a ver lo que pasa -dice-. Pues ahora me pone el dinero de la cena, de las dos semanas; que tiene usted que pillar; y yo me pongo arriba, y sale usted corriendo y me tiene que colocar a mí eso dentro.
Dice:
-¡Vale!
Pero cuando venía corriendo, se pone ella la mano en e, en e... y; ¿que hizo?, ¿que hizo? Se la colocó por el otro sitio, dice:
-¡Ya perdiste!
Dice:
-¡Yo qué voy a perder! ¡Yo qué voy a perder...! ¡Usted ha perdido!
Dice:
-¡Cuando venga el señorito veremos!
Dice:
-¿Al señorito?
Dice:
-¡AI señorito lo voy a contar! -¡Como era abogado-...
Llega el señorito..., estaba Manuel muy serio. Dice:
-¿Qué pasa Manuel?
Dice:
-¡Nada!, las cosas de los amigo. Vamos por la calle y estaba la puerta cerrada. Una ventana abierta -que diga-. Y dicen: "Al que meta la piedra por la ventana, se lleva el premio hoy".
-¿Que pasó?
-Que tiré la piedra, y al tiempo de, de, de tirar, cierra la ventana y la metí por el pestillo.
Dice:
-¡Pues eso no tiene más importancia! ¡Usted ganó!
Dice:
-¿Usted ve señorita? ¡Ha perdido usted!
-¡Ofú!, bueno. ¡Ya va a ganar el dinero de la semana éste! -dice-. ¡Ea! -le dice a la criada-, ¡ea!, señorita, hoy nos vamos a ganar dinero, ¡hoy le ganamos el dinero! -dice-. Nada más pongo el dinero de tres semanas. Ustedes tienen que pillar y acostarse conmigo y con la señorita y no hacernos a ninguno la o.
Dice:
-¡Vale!
Pilló una faja y se la lió, sujetó la pierna bien liada, bien amarrada y... y se acostó en la cama. La señorita en la punta y la criada en la otra. Se liaron a pellizcos. venga pellizcos, venga pellizcos, venga pellizcos, venga pellizcos; hasta que le soltaron la faja. ¿Qué hizo? Se lió a más vueltas, agarra a un lao y a otro, ¡Pom, pom!, venga ahí puntillazos. Dice:
-¡Ea, ya perdiste!
Dice:
-¡Yo qué voy a perder! Cuando venga el señorito veremos...
Dice:
-¿Al señorito vas a contar eso?
-Usted tranquila.
Bueno, pues llega el señorito... ¡estaba Manuel muy cerio!
Y aquel día, pues le tocó salir con el caballo, por echar un paseo. Y coge su caballo, y va, le cuenta a él, a. al señorito, dice:
-¿Qué, qué te ha pasado. Manuel, hoy?
Dice:
-Hoy; cojo el caballo por ahí y llego a un padrón. Trigo aquí y trigo aquí: ¡a los dos lados! Y amarro el caballo cortito. cortito, cortito. Ni alcanzaba aquí, ni alcanzaba aquí, y llegó un gracioso y soltó el cabayo. Y el caballo, pegar a un lao, pegar a otro, venga pegar bocados a otro. Y ha hecho una roncha, y dice que yo he perdido.
Dice:
-¡Hombre, si el caballo no lo sueltan, él no hace nada! ¡Tú no puedes perder nunca! ¡Tú no tienes culpa ninguna!
¡Y chache!
Salió el paradeño que volaba.
Y ahí terminó la historia del paradeño, de Manolillo.
Claudio Gallego del Río. Nacido en 1923. Arahal, 1992. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez..., nº. 169).
Catalogación
-Thompson: H900, H1540, P360, X700.
Versiones
Un cuento de episodio único recogido por Luis Arturo Domínguez (Documentos...Venezuela, pp. 53-54; 1.1.3.2.5: El Muchacho Avispado) recuerda uno de los episodios de nuestro cuento.
La rareza de éste nos da pie para transcribir la versión que aparece en la Vida de Esopo (Fábulas de Esopo. Vida de Esopo..., Gredas, 75-76, pp. 244-246):
Un día que Esopo estaba solo, se desnudó y frotándose las manos y agitándose, empezó a hacer el acto deshonesto, propio de los pastores. La mujer de Janto, sorprendiéndole súbitamente desde la casa, preguntó:
-Esopo ¿qué es eso?
-Me hace bien y es útil para el vientre -dijo.
Ella, cuando vio el tamaño y el grosor de su miembro, quedó cautivada y olvidándose de su fealdad, se consumió en deseos. Le llamó aparte y dijo:
-Si me haces ahora sin rechistar una cosa agradable, estarás más contento que tu amo.
El respondió:
-Sabes que si mi amo se entera me va a pagar, con razón, con una desgracia no pequeña.
La mujer, sonriendo, dijo:
-Si me haces diez veces el amor te regalaré un manto por vestido.
-Júralo -replicó Esopo.
Ella, ya cachonda, se lo juró. Esopo la creyó y como quería también vengarse de su amo, realizó su deseo hasta nueve veces y exclamó:
-Señora otra no puedo.
-Si no me satisfaces diez veces, no recibirás nada.
Entonces, muy cansado, se corrió en el muslo y dijo:
-Dame el manto, porque te lo reclamo ante el amo.
Ella le contestó:
-Yo te asalarié para cultivar mi campo, pero tú pasaste de la valla y trabajaste el del vecino. Así que, hazme una vez más y toma el vestido.
Entonces, Esopo se acercó a Janto, que venía y le dijo:
-Amo, júzgame junto con mi ama.
Janto al oírlo dijo:
-¿Qué?
-Amo -repuso Esopo-, la señora iba conmigo, cuando vio un ciruelo cargado de fruta. Se fijó en una rama que estaba llena, se encaprichó y dijo: "si eres capaz de tirarme con una piedra diez ciruelas, te doy un manto". Conque yo disparé, acerté con una sola piedra y le conseguí las diez, pero una de ellas fue a caer al estiércol y ahora no quiere darme el manto.
Oyendo esto la mujer dijo a su marido:
-Reconozco haber recibido las nueve, pero no cuento la que cayó al estiércol, que tire, de nuevo, me deje caer una ciruela y que se lleve el manto.
Esopo contestó:
-Ya no doy fruto para más.
Entonces, Janto sentenció que se le diera el manto a Esopo y le dijo:
-Esopo... como estoy cansado, ven comigo afuera, antes de que sea la hora de comer y llevas a tu señora la ciruela que falta, para que tengas tu manto.
La mujer le dijo:
-Que se haga así, señor. Yo, como has mandado, le daré el manto.
Sobre Esopo y su Vida, nos dice Anderson Imbert (Los Primeros Cuentos..., p. 83) que "las leyendas sobre su vida son tan enmarañadas que acabarán por suministrar los hilos necesarios para que en la Edad Media se urda con ellos una especie de novela: La Vida de Esopo del bizantino Máximo Planudes (siglo XIII d. C.)".
Sin embargo, como anotan los editores de nuestra bibliografía (p. 171) ya existía en la Grecia del siglo V a C. una síntesis de la Vida de Esopo. De cualquier forma, dicen (p. 170) que "hacia finales del II o principios del III d. C., parece que en esta época era bien conocida la Vida de Esopo".
De lo anterior podemos deducir la antigüedad mínima del cuento. Pero coincidimos con la visión que se da en la introducción (p. 181) de que se trata de un tema antiquísimo. Se dice allí:
El tema sexual y erótico no puede estar ausente. Este tema, así como las características y tipos que comporta también tienen raíz muy antigua. Remontan a los rituales agrarios [...]. La famosa proeza sexual de Esopo con la mujer de su amo (capítulos 75-76) recoge perfectamente ese carácter agrario y de ritual de la fecundidad, pues expresamente se alude, por parte de la mujer de Janto, a que le ha contratado para cultivar su campo y luego, cuando Janto les sorprende, se transpone el acto sexual con la recogida de los frutos.
Debemos aclarar que este cuento no aparece en la Vida de Esopo que circuló profusamente en la España de finales del siglo XV (ed. de 1489) y en sucesivos siglos. Parece arrancado de esta obra (véase la obra facsimilar publicada por la Real Academia en 1929; debería aparecer en la página XV). Se dice en la edición de Gredos (en nota, p. 244) que la proeza "sexual de Esopo, falta en el códice G y su arquetipo. La laguna no es casual y procede de un espurgo intencionado dada la crudeza del tema. La historia se conserva en la recensión de Westermann y en la traducción latina del Lollianus".
No es aventurado afirmar que nuestra versión ha llegado a nosotros por las vías populares tras varios milenios de existencia, ni que la literaria que recoge la Vida de Esopo ha bebido en fuentes populares. Nuestra versión es más completa, de más largo desarrollo, que la literaria; posiblemente el autor solamente tomó la parte de la narración que más le importó.
Un hecho claro apoya nuestra hipótesis de que el cuento ha tomado dos rutas: la popular y la culta. El folklórico se estructura sobre una acción triple, típico del cuento popular: el héroe debe probar su vigor en tres pruebas. En cambio, la versión de Esopo expone una sola prueba.
Es sobradamente conocida la simbología antigua de la mujer como campo cultivable. Si nos remontásemos podríamos llegar a contemplar a Gea, la madre Tierra, siendo fecundada y dando vida; pero no es algo en lo que nos extenderemos. Quisiéramos, únicamente, recordar el tópico: "La mujer simbolizada por un campo o viña", que recoge y analiza el Dr. Fradejas en la introducción del Sendebar (pp. 29-31), y al que remitimos.
Por otro lado, el apetito insaciable de la mujer y el número diez de la versión de Esopo, nos recuerdan un pasaje del Libro de las Mil y Una Noches. Nos referimos a la historia cuyo título ya nos pone en aviso del tema: Historia en la que se trata de la incontinencia en la mujer y el modo de curarla (noches 239-240; I, pp. 1370-1372). Una princesa insaciable debe tener relaciones con un mono, lo que provoca la persecución del marido y la huida de la mujer. En el desierto, puede dedicarse a sus necesidades con el mono; pero un día ve el joven carnicero cómo el mono "se sentó encima de ella y por diez veces la cabalgó, hasta que extenuada, se desvaneció". El carnicero mató al mono, lo que alarmó a la joven, que se tranquilizó cuando él dijo que era capaz de hacer lo que el mono. Pero se demostró que él no era capaz de aquella exuberante lujuria. Todo lo solucionó una vieja que preparó una redoma sobre la que puso las vergüenzas de la joven. De la vulva salieron dos lombrices y así se calmó el apetito de la mujer.
¿USTED LO HA VISTO?
Bueno. Había un señor que le pegaba mucho a su mujer; pero cerraba la puerta para pegarla, para que no pudiera entrar ningún vecino, pero los vecinos se enteraban desde la calle. Y... y un día acordaron entre todos los vecinos poner una denuncia en el juzgado, y fueron al juzgado y dieron parte. Y llegó... el día que..., de la citación. Y fueron todos los vecinos, y fue también el señor que le pegaba a la mujer. Entonces, le preguntó a uno de los vecinos. Dice:
-Vamos a ver, Fulano de Tal.
-¡Presente!
-¿Usted es verdad... que... Usted sabe que este señor le pega palizas a su mujer?
Dice:
-Sí señor, que le pega.
-Bueno, ¿y usted lo ha visto?
Dice:
-Yo no, pero lo he sentido; dio los gritos la mujer; y eso.
Dice:
-Bueno, pase usted al banquillo -y... -¡Venga, otro!
Entró otro y... hubo... exactamente igual; que...cuando dijo que..., que le pegaba a la mujer..., que si veía que le pegaba a la mujer.
Dice:
-Yo no, verlo no lo veo, pero lo siento. Lo he sentido.
Dice:
-Pase usted al banquillo.
Y así sucesivamente, fueron pasando uno a uno, y todos decían igual: que lo sentían. Y el juez decía: "Pase usted al banquillo". Pero en ese entremedio uno, uno no, el mismo que le pegaba a la mujer, se pegó un pedo. Estaba el juez con la cabeza agachada, dice:
-¿Quién se ha pedido?
Y dice el hombre:
-Yo no sé quién se ha pedido, pero ¿usted lo ha visto?
Dice:
-Yo no, pero lo he sentido.
Juan Ramírez Alvarez. Arahal, 1993. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral...(Agúndez..., nº. 174).
Catalogación
-Aarne-Thompson, nº. 1588*: The Unseen.
-Chevalier, 184: ¿Lo vio Vuestra Alteza? unicamente refleja la versión de Timoneda.
-Thompson: J1254, J1289, P421.
Versión popular española
Azkue (Euskaleriaren..., pp. 407-408), nº. 175: Yakilëak. Los Testigos.
Versión literaria
Timoneda (Portacuentos, II, 88; pp. 189-190), en efecto, recoge una versión bastante semejante. El rey da un pescozón al truhán que ventosea. Este se queja alegando que nadie podría testificar el hecho, pero el rey dice que él mismo lo ha oído. A lo que replica el truhán provocando el siguiente diálogo:
-¿No sabe vuestra Alteza que testimonio de oída no vale nada, si ya no es de vista? ¿Violo vuestra Alteza?
Respondió:
-Yo no.
-Pues séle decir, que contra ley me sentenció.
ITALIANOS SABIOS
Y un -un ¿qué? ¿Un italiano era?-, un andaluz cateto y un italiano. Y dice que el -¿los italianos son los que siempre han tenido mucha ciencia? ¿O cuál? Un italiano vamos a poner que era ése, porque otro no vamos a poner-. Y dice que le dijo, le dijo:
-Mira: en mi tierra, en mi tierra se, se mata. En mi país se mata un cerdo. Se hace la matanza, se mata un cerdo. ¿No gusta? Entonces se coge el cerdo, se vuelve a meter en la máquina, sale el cerdo corriendo y, y se va y ya no...
¡Ah!, no. Dice que le diho:
-En su terreno, ¿cómo se matan los cerdos?
Y le dijo:
-En mi terreno..., pues mira: matamos el cerdo..., se hace el chorizo, se hace la manteca, se hacen los guisos de, de la asadura y todas esas cosas -dice-. Y eso está para todo el año. Y eso está riquísimo.
Y dice:
-¡Anda ya! Sois más atrasados los andaluces... ¡Y tan cateto como tú eres! Si en mi país, se coge un cerdo, se mata, se arregla. ¡Que no gusta lo que se ha hecho! Se mete en la máquina el cerdo: ya va corriendo el cerdo otra vez, y ya está el cerdo en el campo.
Se quedó el cateto mirando, dijo:
-Pues en mi país hay más adelantos, más adelantos que en el tuyo.
Y le diho:
-¿Más?
Dice:
-Sí -dice-. Pues en mi país -dice-, que a su madre de usted la metió la morcilla y parió un cerdo que es uhté.
Amparo López Ojeda. El Palomar-Paradas, 1993. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez... , nº. 262).
Catalogación
-Thompson: X900, J1010, J1250, K1952.2, W905, X600, X905.
Versión literaria
Chascarrillos Andaluces..., por un Andaluz (pp. 57-59): Los Adelantos de la Industria. Los sabios son, aquí, los norteamericanos. Mr. James MacCerdam quiere conocer el folklore español, no interesándole la industria, consciente de la superioridad de su país en esta materia. No obstante el andaluz Joselito García no está de acuerdo con la superioridad de la industria americana.
ESA ES LA FONDA DE AYER
Una ve había un ceñó que tenía muchas gana de comer y ningún dinero, y entonces, pasó por la puerta de una fonda y..., y anduvo dudándolo, pero ce decidió y entró. Y ce hartó de comer, pidió todo lo que, todo lo que había en la fonda, de cada cosa un plato: ce pegó una pechá de comer que ce puso... morado. Y cuando terminó de comer, ce echó mano al bolsillo, sacó una navaja, y le dice al fondero...:
-Tome usted esta navaja.
Dice:
-Eso, ¿para qué e?
Dice:
-Para que me rajar usted la barriga y me saque usted todo lo que me he comido.
-¿Por qué?
-Porque no tengo dinero para pagarle.
-¡Hombre!, si no tenía usted dinero, ¡cómo, cómo a venido aquí a comer sin dinero!
Dice:
-¡Porque tenía mucha hambre!, y la única forma de, de, de hartarme era viniendo aquí.
Y entonces, le dice:
-Yo no puedo hacer eso ¿yo voy a rajarle a usted la barriga para sacarle lo que se ha comido? Yo no puedo hacer eso. Y... ¿qué hago con usted? Bueno, mire usted, yo lo voy a dejar sin cobrarle, pero le voy a pedí un favor ¡e!: que mañana vaya usted a la fondita aquella que ay ahí enfrente.
Dice:
-No ceñó, no puedo i aquella fondita.
-¡Que vaya usted, hombre, que vaya usted aquella fondita y haga usted lo mismo que a hecho aquí!
Dice:
-No no puedo i, hombre ¡Porque allí estuve ayer!
Juan Ramírez Alvarez. Arahal, 1994. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez... , nº. 257).
Catalogación
-Cf. Hansen, *1848**C,
Versiones literarias
Aparece en Portacuentos (II, 87) un poco más complicado. El huésped que saca la daga pretende vender la cuchillada por treinta ducados, precio que supera el valor de la comida, con lo que el posadero debe, incluso, abonar la diferencia. Según nota (pp. 188-189), el cuento procede de L. Domenichi (Facezie, Motti e Burle, lib. IV). Eugenio Asensio (Itinerario del Entremés..., pp. 26-28), que recoge esta versión de Timoneda, hace ver la importancia que los cuentecillos (como los de Timoneda), tuvieron para la creación de los entremeses, y contrasta la versión mencionada con "Los Habladores, piececita a menudo atribuida a Cervantes".
Lo utiliza Juan Cortés de Tolosa (El Lazarillo de Manzanares, cap. XIV; pp. 115-117) .El lazarillo se encuentra con otro, también sin dinero, y ambos se dirigen a Osuna. Al compañero se le ocurre la treta conocida en un mesón donde comen regaladamente, pero los dos terminan en la cárcel.
Según Cotarelo (Colección..., p. CXIXa) el entremés de Francisco de Castro, titulado La Burla del Figonero, es copia de un "cuento popular en su última parte". Podríamos hallar cierta similitud:
A un figonero burlan: un estudiante que se va sin pagar; unos gallegos á quienes habían dicho se pagaba rezando por el fundador de la obra pía, que era el figón; unas mujeres, que dejan en prenda un manto viejo, y un guapo que, sabiendo que el figonero de mozo había sido "de la hoja", le pregunta cuando le costaba una cuchillada mediana, con alguaciles, médico, hilas, estopa, huevo, etcétera. Y, al enterarse de que solo 100 reales, le dice que los 20 que él y su compañero tenían comido, con más de 14 de las mujeres, hacen 40; que le diese los otros 60 y le pegase una cuchillada de las ordinarias, pues él no tenía un solo maravedí.
El mismo Cotarelo y Mori agrega que el episodio también "es el primero del entremés de Los Habladores".
MOTIVOS
H900 Tareas impuestas.
H1540 Competición de resistencia
J1010 Estima de la industria
J1250 Réplicas verbales inteligentes
J1320 Agudezas sobre ebriedad
J1340 Réplicas de personas hambrientas
J1802 Palabras de lengua extranjera tomadas como insulto
J2496.2 Malentendimiento por falta de conocimiento de una lengua distinta ala propia.
K1952.2 Mejores cosas en casa. Un pobre chico asentado en la corte real siempre dice que él tiene mejores cosas en casa.
P360 Amo y sirviente.
V400 Caridad.
W151 Hambre, voracidad.
W905 Competición de mentiras.
X530 Chistes sobre pedigüeños.
X600 Humor por razas o naciones.
X700 Humor basado en el sexo.
X800 Humor basado en la ebriedad.
X900 Humorismo en mentiras y exageraciones.
X905 Contienda de mentiras.
Z21.3.1 Los animales con nombres extraños.
____________
NOTAS
(1) MENENDEZ PIDAL, Ramón: Antología de Cuentos. XXIII.
(2) Supra… p.XXII.
(3) Supra... , p. XXI.
(4) CHEVALIER: Folklore… p.67
(5) Supra…,p.151
(6) Supra…,p.159
(7) Supra…, p. 12
(8) Antología…, p. XXIII.
(9) Mayete: "pequeño propietario agrícola". Es un localismo; pero Maña Moliner recoge la voz MAYETO del (D. R. A. E.): "Cádi[z]. Viñador de escaso caudal. (No aclara en qué acepción se toma "viñador").
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