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Todos los años, en los primeros días del mes de junio, con los calores anunciadores del estío, se celebra la romería en honor de San Juan de Ortega, siguiendo una tradición que se remonta al año 1700.
En ese día señalado se reúne en el importante santuario jacobeo a los cofrades y romeros de los 25 pueblos de los alrededores que forman parte, desde muy antiguo, de la Congregación de San Juan de Ortega.
Desde muy temprano cientos de familias se desparraman por las cercanías del santuario, al mismo tiempo que una caravana interminable de vehículos asciende por todas las direcciones y una multitud de romeros, devotos y cofrades se va reuniendo en la explanada junto al santuario.
Suele celebrarse esta popular romería el domingo más próximo al día 2 de junio que es la festividad del santo titular, San Juan de Ortega.
Antiguamente con carretas y cabalgaduras y en la actualidad con automóviles, siempre se ha visto muy concurrida esta romería que se celebra antes de comenzar las tareas de la recolección, cuando el campo, la naturaleza, está en su máximo esplendor invitando a todos a participar de un día de fiesta al aire libre. Acuden por todos los caminos y senderos, carreteras y vericuetos, aprovechando los caminos y puentes que el santo desbrozó y construyó para favorecer el tránsito de los peregrinos que se encaminaban a Santiago de Compostela.
Heredada tradicionalmente esta costumbre de generación en generación, no disminuye la afluencia de romeros cada año que pasa, sino al contrario, de año en año aumenta pues el mismo santuario ejerce mayor atracción por las circunstancias que en él concurren y por las mayores facilidades de acceso.
El ambiente festivo se empieza a palpar desde las primeras horas de la mañana cuando se ven llegar a todos y cada uno de los pueblos que lo tienen por honor y por costumbre. Cada pueblo acude presidido por sus autoridades religiosas y civiles, precedidos por sus cruces parroquiales y sus vistosos pendones y estandartes.
Los pueblos que por compromiso concurren a esta romería son los siguientes: Ages, Arlanzón, Arraya de Oca, Atapuerca, Barrios de Colina, Cerratón de Juarros, Galarde, Hiniestra, Ibeas de Juarros, Fresno de Rodilla, Olmos de Atapuerca, Piedrahita, Quintanapalla, Quintanilla del Monte, Salguero de Juarros, Santa María del Invierno, San Adrián de Juarros, Santo Domingo de la Calzada, Santovenia de Oca, Turrientes, Villaescusa la Sombría, Villamórico, Villaescusa la Solana, Zafduendo y San Juan de Ortega.
Poco a poco van apareciendo los pendones y estandartes de cada pueblo, cuyas amplias telas desplegadas mueve el viento o la brisa de la mañana del incipiente verano y van flameando sus banderolas rojas, que contrastan con el verde intenso de los trigales y de todo el campo que está en su esplendor primaveral.
Mientras van llegando los distintos pueblos, los que ya han llegado han dejado los pendones apoyados contra los muros de la iglesia. Para portear los pendones desde sus respectivos pueblos se han escogido los mozos con mayor resistencia y maña, pues en verdad hacen falta para llevar estas insignias tan largo camino. Es un buen ejercicio de ambas cosas el llevar uno de estos pendones con su largo mástil y la tela extendida haciendo peso, cuando el viento sopla fuerte.
También acude todos los años puntualmente el Colegio de Arquitectos y Aparejadores de Burgos por ser San Juan de Ortega su patrono titular. Ellos tienen bajo su cuidado y protección técnica al Santuario.
Poco a poco la explanada ante el pórtico del santuario se va llenando de la gente de los pueblos y de la ciudad, romeros, devotos, turistas y visitantes.
A los lados, formando una especie de calle provisional se instalan barracas y tenderetes, puestos de venta ambulante, puestos de tiro al blanco, almendreros, etc., pues esos elementos contribuyen a dar el ambiente típico a estas romerías populares.
Mayores y pequeños, para hacer tiempo mientras se hace la hora de comenzar los actos religiosos, toman un "tentempié" para reponer fuerzas, tras la caminata.
Cuando ya han llegado las autoridades y ya se han reunido las insignias de las parroquias, cruces, pendones y estandartes que forman un vistoso conjunto que sólo puede verse este día, comienza la ceremonia religiosa.
Suele presidir la celebración litúrgica el arzobispo de la diócesis, que acude acompañado del cabildo catedralicio. Asisten representaciones de la Diputación Provincial y del Ayuntamiento de Burgos, directivos y miembros del Colegio de Arquitectos y Aparejadores, de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago y otras Organizaciones y Asociaciones.
Siguiendo unos compromisos y normas fijas, cada año se responsabilizan unos pueblos concretos de los que acuden y, según les corresponda, presiden, organizan los actos, llevan las andas del santo...
En la misma explanada, tras la concentración y el recibimiento se inicia la procesión, presidida por la imagen de San Juan de Ortega portada sobre las andas a hombros de los vecinos de los pueblos a los que corresponde. Delante van los pendones, cruces y estandartes seguidos por todo el pueblo que participa en la procesión, que reza y canta loas al santo nacido en Quintanaortuño en el año 1080, como recuerdan las letras de la canción o himno en su honor, muy populares y conocidas porque se cantan y se repiten todos los años.
Las voces cantando "al glorioso San Juan de Ortega" se extienden por todo el campo y los romeros avanzan sobre la verde alfombra de mullida hierba y los cantos se van enhebrando estrofa tras estrofa, subrayados por el incesante aletear de las telas de los pendones y estandartes.
Sin duda esto es lo más característico y singular de esta romería burgalesa: el espectáculo inusual que ofrecen tal número de pendones desplegados desfilando en la procesión, así como las respectivas llegadas y marchas hacia sus pueblos al finalizar la romería.
Una vez concluida la procesión y en el bello templo del santuario se celebra la misa solemne presidida por el prelado de la diócesis concelebrada por los numerosos sacerdotes asistentes. Ocupan lugares preferentes las cruces parroquiales de cada pueblo.
Terminados los actos religiosos la gente invade la pradera buscando los lugares y rincones de sombra en torno al santuario ocupando el sitio adecuado para organizar en familia la comida campestre.
Todos los asistentes disfrutan del atractivo de la naturaleza pues el lugar es tranquilo, retirado y ameno, y en las fechas en que se celebra la romería suele disfrutar de una agradable temperatura, si no malogra la fiesta alguna súbita tormenta.
En el ambiente festivo, el buen apetito incita a comenzar los preparativos de la comida, sin la cual quedaría incompleta la romería.
Se van encendiendo las hogueras y se preparan las parrillas y, sobre ellas, las chuletas, que colocadas sobre las brasas expanden por todo el tranquilo paraje el incitante olor a asado que termina por abrir definitivamente el apetito.
Los corros de comensales dispuestos sobre la hierba y en plena faena gastronómica son una fiesta para la vista y para el olfato, mientras en las fogatas se terminan de asar y sazonar las sabrosas chuletas, que junto con la morcilla y el chorizo de la tierra o las truchas del Arlanzón completan el festín. No falta el jamón bien curado, sazonado al humo de la chimenea del pueblo de la zona de Juarros y de Oca. Las botas bien repletas de fresco vino ponen el contrapunto a los bien surtidos manteles, generosamente provistos para que la romería sea, como debe ser, provechosa para el alma y enjundiosa y alegre para el cuerpo.
Sin prisas y con buen apetito, despertado por la caminata hasta el santuario y por el ambiente y penetrante olorcillo de los asados que flota en el aire, se va dando buena cuenta de las viandas en grupos de familia y amigos.
En el claustro del santuario-hospedería suele celebrarse la comida de hermandad del Colegio de Arquitectos y Aparejadores y de las autoridades.
Amenizan la fiesta sobre todo por la tarde las dulzainas y el tamboril con lo mejor de la música popular de la tierra favoreciendo aún más la creación del ambiente propicio de la romería.
Luego, al caer la tarde, tras el caluroso día, cuando refresca el ambiente, apetece quedarse para disfrutar de la atardecida en los alrededores, tras una jornada intensa y alegre en la que se ha disfrutado del paisaje y de los diversos valores de esta tierra poniendo un eslabón más en la cadena de la tradición burgalesa, tan vinculada a este rincón, centro de una de las romerías más concurridas de la provincia de Burgos.
Pocos burgaleses desconocen la historia o rasgos biográficos con los principales milagros de este santo constructor de puentes que fue San Juan de Ortega.
Nace en el cercano pueblo de Quintanaortuño en el año 1080. Su vida sencilla y dedicada a la tarea de construir puentes y desbrozar caminos, se caracteriza por unos pocos antecedentes que marcan menos su personalidad que su significado mítico posterior. Se cuenta, por ejemplo, que fue hijo tardío de un matrimonio noble que soportaba ya veinte años de esterilidad; se le recuerda una larga estancia en Jerusalén, de donde regresó con ansias de vida eremítica y con el deseo paralelo de construir. Ambas cosas las cumplió retirándose a las colinas de los Montes de Oca, donde se puso casi inmediatamente a la tarea de levantar una ermita a San Nicolás, que le había librado de un naufragio al regresar de Tierra Santa. Después de esta ermita, convertida por él en santuario y monasterio con hospital para peregrinos, pasó a construir puentes, entre los que se recuerdan el de piedra de Logroño sobre el Ebro y el de Nájera sobre el río Najerilla aparte de otro que trazó en las cercanías de Santo Domingo de la Calzada sobre un arroyo que ofrecía serios peligros para ser vadeado. Con los tres puentes alcanzó el grado supremo de pontífice, que ya tenía su maestro Santo Domingo de la Calzada.
Después de su muerte, que llegó allá por el año 1161, los canónigos regulares de San Agustín que ocuparon su monasterio, fueron los encargados de difundir y fomentar su fama de santidad y sus milagros. Entre éstos cabe destacar que, al menos en dos ocasiones y según la tradición, surgieron las abejas como elemento testimonial del celestial prodigio. Al parecer, la primera vez fue cuando se intentó trasladar el sepulcro del santo desde la capilla de San Nicolás a la iglesia monástica. En aquella ocasión surgió sobre la multitud que esperaba el acontecimiento un enjambre de abejas blancas que llenó de emoción los corazones y de un maravilloso aroma el recinto del templo. En aquella ocasión -dicen- el cuerpo del santo se pegó como una lapa al suelo y se negó a que le movieran del lugar donde se encontraba.
La segunda vez fue con motivo de la presencia de la reina Isabel la Católica, que acudió al sepulcro de este santo húrgales en demanda de descendencia, pues corrió la fama de que intercedía en favor de las mujeres estériles o deseosas de tener hijos. Se dice que en presencia de la reina de Castilla, abrieron el sepulcro del santo y nuevamente surgieron de su interior las abejas blancas, mientras los asistentes contemplaron cómo, en el interior, a pesar de que no quedaba más que el esqueleto del santo, su corazón permanecía fresco y húmedo, como si acabara de cesar de latir.
Estos milagros, más otros realizados en vida -milagros en los que se unen en natural simbiosis el peregrinaje y la construcción- están presentes en el cenotafio isabelino de alabastro que preside su santuario.
Al parecer, el ábside de la iglesia fue idea y obra del mismo santo arquitecto. Construido en un estilo románico de transición, la mayor parte de su iconografía reproduce motivos vegetales. Sin embargo destaca un doble capitel que nos narra los misterios de la Anunciación y Visitación de la Virgen y el Nacimiento de Cristo, claves en la vida de la Virgen María como Madre de Dios.
Este capitel casi confundido con todos los demás, es resaltado de forma sobresaliente del resto del conjunto de una manera excepcional cuando precisamente a las cinco horas de la tarde (hora solar) de los días que señalan los dos equinoccios (21 de marzo y 22 de septiembre), recibe directamente la luz del sol poniente que entra por una ojiva, tal vez un antiguo óculo desaparecido, situado en el muro opuesto del templo.
Este pequeño prodigio, coincidencia, curiosidad o misterio esotérico, fue descubierto y revelado por Cobreros y Morín, dos autores estudiosos y expertos del camino de Santiago (1). Según ellos, la presencia de este conjunto escultórico que resalta y subraya el sol en esas fechas características prueba que la construcción de este templo no fue concebida como si fuera una simple iglesia penitencial, sino que estaba destinado a contener un mensaje que tenía que ser descubierto por aquéllos que recorrían el Camino buscando las respuestas a una búsqueda interior, transformadora profunda de la conciencia (2).
Este Santuario de San Juan de Ortega, del siglo XII es un rincón castellano lleno de resonancias medievales y tenido por mágico por muchos indicios, pleno de significado esotérico.
Próximo a Atapuerca que guarda en su subsuelo la caverna prehistórica donde parece demostrada la naturaleza sagrada de alguno de sus recintos, cuya importancia paleontológica aún está por estudiar plenamente, aunque los restos humanos la confirman como uno de los centros prehistóricos más importantes del mundo, habitado hace más de 800.000 años por el llamado "homo antecessor"...
Cercano está el pueblo de Villafranca Montes de Oca -siempre el juego de la Oca- que ha sido desde sus orígenes también importante enclave jacobeo.
Cada año son más los peregrinos, devotos y curiosos que en las fechas señaladas se acercan puntualmente a este santuario y ven cómo el rayo de sol ilumina primero la escena de la Anunciación en la que aparece el Arcángel San Gabriel en actitud de arrodillarse extendiendo su mano hacia la Virgen; después pasa a iluminar la escena que representa la Visitación de la Virgen a Santa Isabel; luego nos permite ver a San José al que acompaña un ángel y luego ilumina el Pesebre con el Niño Jesús y la Virgen en el lecho, un ángel, un pastor y sus ovejas.
Después de recorrer lentamente estas escenas bíblicas, el rayo ilumina el centro del ábside de la nave. Parece como si en la penumbra del templo un potente foco de luz iluminara a voluntad ese capitel ante el asombro de los que le contemplan. Mientras esto sucede se va introduciendo la costumbre por parte de los numerosos visitantes que acuden a contemplar esta curiosidad del rayo equinoccial, de cantar el himno del Magníficat.
Este curioso hecho lumínico no es único, ya que entre los constructores de catedrales y santuarios románicos era frecuente el construir algún ventanal u óculo de tal forma que por él entrara el sol en las fechas de los equinoccios e iluminara con sus rayos algún altar, capitel o motivo característico. La catedral de Chartres es un ejemplo típico de esta práctica.
En este caso de San Juan de Ortega, el fenómeno que comentamos y que ha permanecido ignorado, constituye un hermoso homenaje a los misterios marianos relacionados con la maternidad de María y el Nacimiento del Salvador, misterios trascendentales de la religión cristiana.
Expresa el fino espíritu de observación de la naturaleza y una muestra de los conocimientos esotéricos de los constructores medievales.
En los últimos años ha cobrado gran impulso este santuario por varias circunstancias: la creación de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, la restauración del santuario y del albergue de peregrinos, y por el nombramiento de encargado del santuario a Don José M.a Marroquín, cuya personalidad y trabajo constante ha conseguido revitalizar todo lo relacionado con el tema jacobeo en este enclave.
Fama entre todos los peregrinos que pasan por este punto del camino jacobeo tienen las "sopas castellanas" que prepara dicho sacerdote y ofrece gratuitamente a todos los peregrinos que se acercan en todas las épocas del año para acogerse a este albergue y hospedería del Camino de Santiago.
Son muy conocidos los llamados "Gozos del santo", que es una canción o himno popular que cantan los habituales romeros de los pueblos de esta zona, que linda con la Bureba, la Demanda y la Rioja. Se cantan sus estrofas ininterrumpidamente durante la procesión que tiene lugar en la romería que comentamos. Estas son algunas de la estrofas más conocidas de estos "Gozos del santo":
Sed nuestro amparo glorioso,
glorioso San Juan de Ortega.
Nacido en Quintanaortuño
en el año mil ochenta,
tu padre Vela Velázquez
y tu madre Doña Eufemia,
fuiste de tal matrimonio
la más delicada prenda,
sed nuestro amparo glorioso,
glorioso San Juan Ortega.
Y al regresar a tu patria
por el proceloso mar,
una borrasca furiosa
vino tu calma a turbar
y una iglesia en aquel trance
prometiste edificar.
Trasladado a Montes de Oca
desde tu pueblo querido
y limpiando de malezas
lo más montuoso del sitio,
a San Nicolás de Bari
dedicas el edificio.
Los pueblos circunvecinos
viéndose muy apurados
en tiempos en que las aguas
suelen faltar a los campos
acuden pronto a pedirte
y logran ser escuchados.
Sed nuestro amparo glorioso,
glorioso San Juan de Ortega.
La romería se celebra un día cada año, con gran solemnidad y mucha concurrencia de devotos y romeros, pero el santuario de San Juan de Ortega queda abierto así como su albergue y hospedería durante todo el año, pues todos los días pasan por allí muchos o pocos peregrinos que llevan como meta llegar a Compostela, recorriendo el ancestral camino del que este lugar de San Juan de Ortega es un enclave importante y lleno de significado cada vez más conocido dentro de las tierras de Burgos.
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NOTAS
(1) MORIN, Juan Pedro y COBREROS, Jaime: El Camino iniciático de Santiago. Ediciones 29, Barcelona 1995, pp. 130-137.
(2) ATIEN2A, Juan G.: Santoral diabólico. Edit. Martínez Roca, Barcelona 1988, pp. 250-259.