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La extraordinaria exposición titulada "Recuerdos de un olvido", desde el increíble fondo bibliográfico de Javier Cabornero, presenta como subtítulo, "Los libros en que aprendimos" y como resumen "Tres siglos del libro escolar y pedagógico". La Junta de Castilla y León la ha patrocinado desde una campaña de fomento a la lectura. Pienso con sinceridad que la interrelación entre ambos supuestos resulta, contemplando la exposición con detenimiento, un tanto contradictoria. Los aspectos que se derivan de algunos de estos libros no son siempre positivos ni tampoco ofrecen estímulo alguno para un hábito de lectura que sea crítica y profunda. No obstante el interés antropológico y sociológico del material expuesto resulta sumamente revelador en estos años del ordenador y de las infinitas posibilidades de la tecnología y su posible incidencia en el hábito de acercarse a la letra impresa.
No voy a entrar en la descripción, ni siquiera en el examen del material bibliográfico expuesto, ni mucho menos en la magnífica ordenación que el propio Javier y su equipo han realizado. Me interesa sobre todo la recuperación de la memoria, ese ejercicio dificilísimo que tiene que concretarse a la vez en el pasado, en el presente y en el futuro. Son tres siglos los que resultan reflejados en la exposición, aunque a la hora de la verdad sean 100 años los que se lleven la parte del León, aquellos que definen la historia partida de España. Desde un punto de vista crítico la comparación entre los libros de antes y después de la guerra civil resulta apasionante. Muy interesantes son los materiales, los objetos que figuran presidiendo cada una de las salas pero su presencia es casi museística. No ocurre lo mismo con los más de 2.000 libros que figuran alineados o dentro de las vitrinas. Ordenarlos e integrarlos en un todo no es fácil como tampoco separar el trigo de la paja. Los proyectos educativos liberales y los surgidos desde la férrea censura eclesiástica contribuyeron a crear ciudadanos muy diferentes. Algunos transgredieron esos orígenes ideológicos, otros, aun obviándolos formalmente desde el transcurso del tiempo, fueron conformados por ellos. Aún hoy día eso resulta claro y evidente a poco que se rasque. La pedagogía es fundamental para la formación de la forma de comportamiento de un individuo y ante algunos de los libros expuestos, uno todavía se hace cruces de la tremenda calamidad espiritual que asoló nuestro país durante unos largos lustros.
Una exposición bibliográfica atrae desde el propio objeto. El maravilloso fetichismo de Javier Cabornero ha sido el motor de una colección que no se agota en la exposición realizada en el Monasterio de Prado. Se trata de un enseñante catedrático de instituto, y por ello su búsqueda incesante por todo tipo de mercados y de mercadillos, tiene algo de profesional. ¿De dónde proceden las raíces del conocimiento y la forma de comunicarlos a los demás? ¿Cómo se ha producido históricamente el itinerario pedagógico? ¿Cuáles de estos libros memoria del pasado son hoy, aunque transformados, presente? ¿Hasta qué punto han influido en los comportamientos éticos del ciudadano, en las costumbres de cada localidad, en las fiestas o en los hábitos de todo tipo de pueblos? Da la impresión de que una serie de textos han sido impuestos de forma casi unánime a todos los alumnos del país, por lo menos en determinadas épocas, sobre todo y es triste consignarlo en la Escuela Pública, como ha puesto de manifiesto un libro, transformado después en divertido espectáculo "El Florido Pensil" cuyas imágenes se evocan en el itinerario de esta pedagogía manipuladora de la postguerra. Quizá la decadencia de un folklore o de la personalidad específica de un determinado pueblo se deba al monolitismo de una enseñanza primaria que impedía el ejercicio de la imaginación y se plasmaba de forma autoritaria en la conciencia del pueblo. Estos libros contemplados desde sus distintas etapas nos podrían dar respuestas a muchas preguntas que no son sólo rescoldos de otros tiempos sino absolutamente actuales, llenas de fuego e ira a la vez cuando observamos la manipulación constante que, desde otros módulos se repiten por los más sofisticados medios de comunicación.
La pedagogía, históricamente, ha sido la apertura del saber y también, históricamente, en su degradación, la cerrazón del pensamiento. ¿Qué decir de los libros de historia de la postguerra y su interpretación de los hechos? ¿Qué decir de la concepción de la mujer y su función en la sociedad de esta época? ¿y de la religión? Los catecismos que figuran en la exposición bibliográfica hablan por sí mismos. Todo este conjunto de libros resulta el espejo más fiel y profundo de un pasado que no ha terminado de definirse completamente.
Significación especial podemos encontrar en algo más peligroso que los propios textos correspondientes a las cuestiones técnicas del saber, aquellos que constituían libros de lectura, esparcimiento mezclado sobre diversas temáticas históricas (leyendas), geográficas o didácticas. Los viajes, por ejemplo, aquel inefable "Libro de España" que conseguía hacer turismo patriótico desde las puras esencias del melodrama familiar. Tantos otros que ahora al contemplarlos inmóviles e inofensivos en sus estantes, miramos con cierta irreflexiva simpatía, aunque comparar el citado con "Corazón" de D'Amicis, de ideología totalmente distinta no deja de ser un tanto penoso.
Javier Cabornero nos ha devuelto una parte importante de la historia de nuestro país, la que surge de los orígenes del saber y ha tenido la gran virtud de no definir, sino mostrar. A cada uno de nosotros corresponde pues, buscar las significaciones precisas como en general cuando tratamos cuestiones que parecen lejanas en el tiempo y en la materia, y que resultan próximas y vitales, tanto para los que han vivido aquella época como para los que han nacido en otras posteriores ignorando algunas de las raíces ideológicas de la sociedad de hoy. También, y en sentido primitivo, algunos de los materiales reencontrados indican la vía exacta de la enseñanza, los mapas para el estudio del idioma, por ejemplo, en un antecedente de las mejores técnicas para el aprendizaje.
La memoria se desplaza entonces a quienes con sacrificio y humildad impresionantes hicieron posible que los niños aprendieran las bases de un saber que les permitió un duro y creativo itinerario personal. El libro es amigo y su calidez permanece más allá del toque nostálgico que su reencuentro físico pudiera significar.
La memoria de esta exposición no es sólo pedagógica sino también lúdica. Ahí están presentes los libros de nuestra infancia, esa infancia recuperada a través de ellos, de la que escribía Fernando Savater. El filósofo escogía a sus héroes, Javier nos ha puesto delante de los libros queridos y no queridos, con especial y justa atención a esos dos editores que formaron el fondo irrecuperable de las lecturas juveniles de varias generaciones, Saturnino Calleja y Ramón Sopena. Los famosos cuentos de Calleja forman una categoría similar a los Grimn y se significan por el nombre del editor no por el de los autores, lo que no deja de ser paradójico, mostrando al tiempo la importancia de Calleja aglutinando una parcela importantísima de la lúdica infantil y juvenil. De diversos formatos recogían a la vez la tradición popular y las derivaciones hispánicas de las obras de los grandes cuentistas de todos los tiempos. Su acervo surge como en el caso de Ramón Sopena, de forma indispensable de una época de silencio. Junto a ellos resultan mucho más fuera de tiempo aquellos tomitos lujosos de Araluce con láminas intercaladas que nos contaban las historias de los grandes héroes y también las leyendas de los países más lejanos. Confieso que mi primera relación con Los Nibelungos nació de un libro de esa colección y la conexión posterior con la grandiosa obra de Wagner fue facilitada con la comprensión lineal del mito nacida de aquella lectura.
¿Qué decir de los curiosísimos libros editados por el magisterio español de las obras de D. Ezequiel Solana que se titulaba "Maestro de las Escuelas Públicas de Madrid"? Desde las reglas de urbanidad y buenas maneras hasta las lecturas de oro y las leyendas sagradas estas obritas constituyen todo un ideario oscilante entre la moralidad proclamada y las buenas costumbres y también una ética del comportamiento que va más allá de lo puramente religioso. La obra de este autor merecía un estudio en profundidad para captar todas sus virtudes y también las contradicciones de épocas también contradictorias.
Los cuentos de Celia. ¿Quién intuía que detrás de las historias de Celia, Cuchifritín, Matonkiki y demás se encontraba una escritora crítica de la situación social de la postguerra? La publicación posterior de la conmovedora "Celia en la revolución" pareció recuperar muchos años de nuestra historia reciente. Están todos, o casi todos, Mari Pepa, las historias de Pinocho y Chapete, con su sadomasoquismo atenuado, Antoñita la Fantástica, los mil y un Quijotes para niños que no conseguían hacérnoslo leer a los niños, por lo menos a la mayoría, los T.B.O. "Flechas y Pelayos" militantes y esos "Chicos" cuasi liberales, con héroes como Cuto y dibujantes tan importantes como Emilio Freixas. Hoy se cotizan como piezas de museo cada uno de los casos ejemplares que aparecen de aquellos lejanos comics que tampoco han renacido -y no sabemos muy bien por qué aunque lo intuyamos- en alguna edición facsímil al uso, Guillermo y su versión española con los espléndidos dibujos de Thomas Henry: el tiempo recuperado, la lúdica de la lectura proyectada en esa colección amorosamente cuidada, clasificada, ofrecida.
Como el citado Savater habrá que escribir en profundidad desde estos testimonios lúdicos, incluidas las propias colecciones de cromos, tan relacionados con las constantes pedagógicas de aquel tiempo. Como ocurre siempre en el terreno artístico y creativo, los autores iban consciente o inconscientemente más allá de lo permitido de forma que las conclusiones "morales y políticas" correctas, se subvertían continuamente. Basten estas breves líneas para reflejar esta importantísima memoria de la historia. Pienso que esta exposición tiene una transcendencia mucho mayor que la publicación de sesudos libros sobre el tema. Habla por sí misma y por sus imágenes, por los fetiches y los contenidos. Se presenta a la vez que como el capricho de un coleccionista como un caudal inmenso de datos que introducidos en un hipotético ordenador nos darían el mejor diagnóstico de unas vivencias colectivas que en parte condicionan los comportamientos del presente...
Quizás la referencia a los orígenes, haya sido pauta fundamental para introducirnos de lleno en la conflictividad de 100 años de nuestra historia. Curiosamente la pedagogía muy lejana de la ciencia matemática no ha dejado de ser investigada desde los más contradictorios supuestos. Hoy mismo el debate es especialmente áspero y la progresiva desaparición de las humanidades en los planes de estudio un tema cuya trascendencia ni siquiera se vislumbra.
Hacen falta lectores apasionados y libres, el futuro está en juego y esta modesta reflexión sobre la memoria de la pedagogía y la lectura querría colaborar en la tarea esencial de una formación que lo permitiera. El trabajo de Javier Cabornero es desde estos supuestos, modélico. Y el impacto de la exposición perdurará, porque recuperar del olvido una serie de cuestiones trascendentes pone en marcha mecanismos de profundización que ojalá no se hagan esperar demasiado.
No hemos recurrido en ningún momento a la nostalgia, sentimiento que desvirtúa generalmente la verdad. El proceso pedagógico desde el siglo XVII hasta nuestros días, desde el reflejo de una exposición bibliográfica está lleno de luces y sombras. Más de éstas que de aquellas para ser plenamente sinceros. Los mecanismos del aprendizaje en el saber han sido, sobre todo al llegar a ciertos grados de complejidad, desiguales e injustos. Los libros base eran, según las épocas, abiertos aunque limitados, o capciosos o manipuladores.
Levantar las losas del analfabetismo de la desigualdad de oportunidades, de la cerrazón machista, del conformismo histórico ha sido, y sigue siendo, una tarea cruenta y difícil que genera más incomprensión que aplauso. Por eso el resumen final tiene que ser, a la fuerza, ambivalente. Los "Recuerdos de un olvido" incitan a la reflexión más que a la proclamación triunfalista, algo así como lo que ocurre en relación a la labor histórica de la iglesia católica cuando se contemplan las exposiciones que llevan el título genérico de "Las Edades del Hombre". Curiosamente la labor individual ha tenido más fuerza que la institucional en la aparición de esos rayos de luz que significan la ilustración no manipulada.
Trascender la época de una España rural en la que los maestros intentaban que los chicos de los pueblos accedieran por lo menos a los primeros pasos de una educación, compararlo con lo que ocurría en las ciudades, resulta apasionante. Así, las pequeñas cosas, desde el objeto o el contenido, las que pueden significar el aprendizaje en la niñez adquieren una inesperada e irresistible gravedad. La sociedad entera se encuentra detrás de la enseñanza y de sus formas. Lo bueno y lo malo de ella ha surgido de esos primeros pasos por los que se accede al saber y al placer que surge del conocimiento.