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La familiaridad de los españoles con la religión deja estupefactos a muchos extranjeros. Para empezar, el segundo mandamiento "no emplearás el nombre de Dios en vano" parece totalmente inútil al católico español, que casi nunca lo emplea de otra forma.
Pero la confianza llega a más y los españoles usan la nomenclatura de la religión para las más profanas de las situaciones.
FERNANDO DIAZ PLAJA
El español y los siete pecados capitales.
Al prologar El español coloquial, del profesor Beinhauer, Dámaso Alonso dice: "El presente libro me deja admirado y casi asustado: me revela un mundo que está dentro de mí, y que a la par me rodea. Siempre me ha preocupado esta maravilla diaria, el lenguaje, enraizado en nuestras vidas, nuestra marca de hombres. Y, claro está, más que ninguna otra lengua la que hablo; no la castellana de tiempos antiguos o la de la literatura, sino la que hablamos todos los días. Y así, casi no pasa uno en que por algunos momentos no me detenga a pensar sobre algunos de esos giros que oímos y empleamos, troquelaciones que a veces parecen del todo inexplicables" (1).
También a nosotros puede dejarnos admirados y casi asustados el número de expresiones "religiosas" que son utilizadas en el habla coloquial de nuestras gentes. Puestos a recoger algunos de esos curiosos giros relacionados con la vida religiosa que oímos y empleamos a diario, también nos revela que se trata de un mundo que está dentro de cada uno de nosotros mismos: el mundo del lenguaje religioso, enraizado en nuestras vidas como una maravilla diaria troquelada en expresiones que, a veces, parecen del todo inexplicables, pero que nacen de lo más íntimo y complejo de nosotros mismos y dejan patente nuestra marca peculiar de hombres, capaces de vaciarse, incluso artísticamente, en los infinitos moldes de la expresión.
Ciertamente, a un extranjero puede parecerle que los españoles utilizamos la nomenclatura religiosa con excesiva familiaridad e incluso con irreverencia; pero, sin entrar a discutir la licitud de este comportamiento lingüístico y social, ni el grado de religiosidad o de impiedad que pueda suponer, hay que admitir que el sentimiento religioso de muchas generaciones ha cristalizado en expresiones lingüísticas que el pueblo sigue usando en circunstancias y con tonos muy diversos. Unas, nacen del corazón con espontánea sencillez y profunda piedad. Otras, se pronuncian mecánicamente por fuerza de la costumbre. Algunas, se han deteriorado en su forma y en su significado. Y no faltan las que son utilizadas en tono grotesco o con marcado humorismo, pero sin que supongan siempre intencionada malevolencia religiosa, salvo las impías y blasfemas pronunciadas con encono.
Las expresiones de carácter religioso son una parte del inmenso caudal de giros y formas que componen el lenguaje conversacional, con el que las gentes se comunican cada día. Forma parte, pues, de esa "maravilla diaria" del lenguaje, que dice Dámaso Alonso; de ese "arte" de la lengua vulgar, que ensalza Vicente García de Diego. En la mayoría de los casos, el contenido -en este caso religioso- y la viveza expresiva pasan inadvertidos para aquellos mismos que las emplean, porque "nuestra lengua materna -dice Beinhauer-, la que hablamos espontáneamente a diario, forma parte tan íntima de nuestro ser que, normalmente, no paramos mientes en ella, como tampoco no fijamos en (...) todo lo demás inseparablemente vinculado con nuestra personalidad" (2).
De acuerdo con las leyes que rigen la vitalidad de las lenguas, las formas religiosas del lenguaje conversacional nacen con una gran carga de fuerza expresiva, pero el uso las desgasta, la intención significativa se debilita y se convierten en fórmulas gramaticalizadas, vaciándose de contenido y perdiendo viveza expresiva. Es decir, se convierten en formas opacas, fosilizadas, y son utilizadas como tópicos o comodines de la comunicación, a no ser que el hablante las recree inspirándoles nueva vida en la forma de usarlas.
Sin otras pretensiones que recoger un muestrario de tópicos de carácter religioso, bien por su origen, por su significado, por la intención del que las emplea, o, simplemente, porque se relacionan de alguna manera con lo religioso o espiritual, añadiré algunas explicaciones que ayuden a imaginar el contexto en que se pronuncian, y haré algunas aclaraciones marginales para comprender mejor el contenido y la forma de estas expresiones; aunque es de advertir que, en muchas ocasiones, una misma expresión tiene aplicaciones notablemente diferenciadas, debidas al sujeto hablante, dependiendo del estímulo que las provoca el significado preciso o la carga emocional.
I.-TOPICOS RELIGIOSOS DE CORTESIA
Podemos dividirlos en dos apartados generales: saludos y despedidas, excluyendo otras formas corteses, como son las que se usan para iniciar el diálogo, los tratamientos, preguntas, respuestas, excusas, etc. En cuanto a saludos y despedidas, podemos distinguir tres clases de fórmulas: completas, incompletas y complementarias.
a) Fórmulas completas de saludo.
Son propias de gentes sencillas, y muy usadas en ambientes rurales, apegados al pasado y que gustan mucho de formas arcaicas, tanto en saludos como en tratamientos. También suelen ser empleadas por personas de educación excesivamente refinada y afectada en ambientes ciudadanos. Con todo, la distinción entre ambientes rurales y urbanos es bastante notable por sus peculiaridades de rusticidad y ultracorrección, que, como extremos que son, llegan a tocarse. Estas fórmulas de saludo completas tienen mucho sabor de escuela cuando son pronunciadas por adultos y ancianos. Suenan, en la mayoría de los casos, a muletillas de cartilla de urbanidad. Tales son: buenos días nos dé Dios, buenas tardes nos dé Dios, buenas noches nos dé Dios. Parece que al oírlas todavía se percibe la musiquilla que las acompañaba. No carecen de sonoridad, pues cada una forma un verso octosílabo cadencioso, con tres acentos rítmicos: en 3ª, 6ª 7ª sílaba aguda. Algo parecido ocurre en esta otra serie: santos y buenos días nos dé Dios, santas y buenas tardes nos dé Dios, santas y buenas noches nos dé Dios. Igualmente poseen ritmo y cadencia, pues cada una forma un verso endecasílabo con acento en la sílaba 6º, además de tenerlo en las sílabas 1ª, 4ª y 10ª. Otra fórmula, más arcaica y por eso menos usada, es: a la paz de Dios, más propia de ambientes campesinos o de textos literarios.
b) Fórmulas incompletas o abreviadas de saludo.
Dado que los saludos se repiten un día y otro, y aun muchas veces en un mismo día, la ley de la economía que rige el lenguaje ha originado el efecto de que se utilicen fragmentadas, abreviadas e incluso sustituidas por el gesto que ordinariamente las ha acompañado. Las fórmulas más usuales han sido las primeras en sufrir este proceso. En un primer grado de abreviación, el resultado ha sido: santas y buenas nos dé Dios y buenas nos dé Dios. En ellas se ha conservado el elemento religioso y se ha suprimido el término referente a la tarde o la noche. Como la forma femenina ha sido más frecuente que la masculina, aquélla ha permanecido, pero la forma masculina del saludo: santos y buenos o buenos, ha dejado de usarse. En un segundo grado de abreviación, desapareció el elemento religioso de la fórmula, sin duda por ser más largo y más común, y quedó el más diferenciador y más breve, siendo el resultado: buenos días, buenas tardes, buenas noches y, simplemente, buenas, en género femenino, por ser el más usado.
Si nos fijamos bien, la abreviación lingüística ha llevado consigo la del gesto, menos ceremonioso, y la del tono, menos elevado y menos cadencioso.
c) Fórmulas complementarias de saludo.
El lenguaje coloquial, que tiene sus propios recursos de economía, ha puesto a disposición de los hablantes una misma fórmula para que sirva de saludo y a la vez de respuesta, cuando el que saluda dice: buenos días o buenas tardes o buenas noches, y el que responde contesta: nos dé Dios, común a las tres formas de saludo.
Su empleo no es infrecuente hoy día, pues yo he comprobado que es utilizada entre personas de diversas categorías sociales y de formación.
También pueden considerarse complementarias las fórmulas buenos días/tardes/noches (saludo abreviado) y a la paz de Dios (respuesta intencionadamente arcaizante) entre personas muy familiares y con tono de evidente amistad.
Estos saludos, que en su origen proceden de un sentir cristiano de la vida y sus actos, han ido perdiendo su contenido religioso primitivo y han conservado lo que tienen de frase hecha, de expresión ritual, aunque el residuo significativo que conllevan no se ha extinguido del todo, pues ahí está, por más que no lo veamos a fuerza de tenerlo a flor de labios y de oídos. Esta inadvertencia nos lleva a la incoherencia o a la franca contradicción. En principio, estas fórmulas eran desiderativas en su significante y rogativas en su significado. Se pedía a Dios lo que se deseaban los interlocutores. Sin embargo, lo que debiera ser un deseo de bienestar se convierte en una afirmación categórica, y cuando decimos buenos días, suena como si los días fuesen espléndidos, aunque realmente sean todo lo contrario. Incluso en los más aciagos o en los momentos de mayor desgracia, decimos tranquila y simplemente: buenos días o buenas noches. Se ha llegado, pues, al tópico, es decir, al formulismo desprovisto de sentido religioso, siendo sólo un conjunto de sonidos que convencionalmente admitimos como saludo. Eso y otras fórmulas verbales en boga, o el mero chasquido de la lengua, o la simple elevación de cabeza, o cualquier otro gesto semejante, vienen a ser lo mismo, aunque en el fondo -si bien lo pensamos- son cosas distintas, cuyos matices se valoran según las circunstancias. Prueba de ello es que no siempre saludamos de la misma forma, ni a todas las personas saludamos por igual.
Finalmente, el adiós hay que considerarlo una fórmula ambivalente, pues tanto sirve para saludar como para despedir, aunque propiamente pertenece a la despedida. Sin embargo, por su misma desenmatización vale para ambos usos, aunque bien pensado es un tópico de despedida que ha omitido el de saludo por razones de economía y prisa.
* * *
Las fórmulas de despedida son más numerosas que las de saludo, y más variadas. También las encontramos en formas completas, incompletas y complementarias, porque han seguido leyes de abreviación semejantes a las que hemos visto para los saludos.
a) Fórmulas completas de despedida.
Las más frecuentes que se registran son: adiós, hasta mañana, si Dios quiere, vaya usted con Dios, ante usted con Dios, ve con Dios, id con Dios, quede usted con Dios, Dios te guarde, Dios te bendiga, el Cielo le guarde, Dios te guíe por el buen camino, la Magdalena te guíe por el buen camino, etc., dando por sobreentendidas las variantes de número y género, así como algunas variantes de matiz semántico que aquí no es lugar de destacar.
b) Fórmulas.incompletas de despedida.
El uso predominante de adiós para las despedidas y la escasa referencia al elemento cronológico -a diferencia de los saludos- ha dado como resultado menos variedad y número de fórmulas incompletas, siendo las más usadas: con Dios y hasta mañana o hasta..., en que ha desaparecido el uso del elemento religioso que formaba la segunda parte de la locución.
c) Formulas complementarias de despedida.
Por el contrario, la amplitud de las fórmulas completas ha originado un mayor empleo de las complementarias.Y así, al hasta mañana del que se despide, corresponde el si Dios quiere del despedido; o el adiós del que se va, puede tener como respuesta del que se queda: que él te guarde, que él te acompañe, que él te guíe, que él te bendiga, y con mucha frecuencia: ve con Dios o id con Dios. También puede considerarse complementarias el adiós y el con Dios. Tienen un empleo ambivalente de saludo y despedida: a la paz de Dios, buenos días / tardes / noches nos dé Dios, Dios te guarde, adiós, con Dios y alguna otra más especial o menos frecuente.
Si en las locuciones de saludo se formulaba un deseo suplicatorio, en las de despedida se expresa la sumisión del hombre a la voluntad divina, o se invoca la protección de Dios, bien patente en el hasta mañana, si Dios quiere y en ve con Dios o Dios te guarde.
Estas expresiones de despedida, en sus variadas formas y usos, han conservado más nítido el contenido religioso y se han deteriorado menos en su forma lingüística. La razón es, sin duda, que su empleo ha sido menos frecuente y han experimentado menos desgaste. Pero, por la misma razón, siguen siendo menos usadas y conservan una dosis clara de arcaísmo, que limita su empleo a los ambientes más aldeanos, o de mayor raigambre religiosa, o más familiares. Si valiera apurar más, diríamos que en las despedidas hay un sentimiento más profundo que en los saludos, y que cuando se despide a uno a quien se quiere, se va un poco de nuestra alma con él.
Fórmulas especiales y de uso menos frecuente son: hasta la eternidad, hasta el valle de Josafat, que en el cielo nos veamos, que en el cielo nos espere, que Dios le acoja en su seno, de evidente carácter dramático; y la anecdótica y humorística hasta verte Jesús mío o hasta que San Juan baje el dedo.
Las circunstancias en que se pronuncian las fórmulas de despedida dan lugar a variantes y recomposiciones, según el ingenio, el humor, el sentimiento, el tono o el sentido que se desea imprimir a la locución, porque no es lo mismo desearle a uno de corazón que Dios te guíe o que la Magdalena te lleve por buen camino, que deseárselo a una visita pesada, cuya despedida es motivo de honda satisfacción.
II.-TOPICOS RELIGIOSOS EXCLAMATIVOS
Entrar en el campo de las exclamaciones religiosas es comprobar que el lenguaje es de una vivacidad incontrolada que forcejea por impedir ser aprisionado en sistemas y categorías determinados. Son locuciones de extraordinaria riqueza y variedad que nacen espontáneamente por fuerza del sentimiento que les da vida y forma. Registraremos aproximadamente el centenar que tiene uso más frecuente y trataremos de situarlas en las ambientaciones más normales en que pueden producirse.
Hemos catalogado el adiós como una fórmula ritual de despedida, y aun de saludo-despedida, pero si a usted se le avería el automóvil o se queda de pronto sin gasolina, exclamará ¡adiós!, con lo que, al mismo tiempo de despedirse de su buen viaje, lamenta la comprobación del porcentaje, expresa su fastidio y hasta contiene su irritación. Pero si usted dice: ¡Vaya por Dios! , expresa más resignación y, en lugar de alzar las manos con sublevación, como antes, mueve la cabeza de abajo arriba y de arriba abajo. ¡Por Dios! es una forma sincopada de la anterior, pero suele emplearse para indicar más consternación, mayor pesar, una admiración atónita, y lo más fácil es registrarla repetida, con gesto más llamativo y dramático, como llevarse las manos a la cabeza.
¡La Virgen! es una exclamación muy expresiva y altisonante para ocasiones de asombro. Sin artículo, suele pronunciarse en forma de doblete: ¡Virgen, Virgen!, más frecuente en bocas femeninas que masculinas. Igualmente suelen usar más las mujeres la forma ¡Virgen Santísima!, que une a la admiración la piedad, como una jaculatoria. En cambio, es más propio encontrar en boca de hombres las formas más interjectivas ¡huy, la Virgen!, ¡ay, la Virgen! y ¡anda, la Virgen! También es muy propio que acompañe al nombre de la Virgen algún determinativo de advocación, de lugar, de especial veneración, etc., que hace referencia a localidades muy concretas o a advocaciones particulares. Esta gama de exclamaciones piadosas es muy amplia y variada.
¡Hostia! es una interjección que suena con fuerza y hasta con un punto de irreverencia, pero por sí misma no entra dentro de la clase de palabras impías o blasfemas. Suele emplearse en situaciones de contrariedad que suscitan una violenta reacción, y el tono de su pronunciación en la mayoría de los casos es duro y contundente. Empléase en plural, ¡hostias!, y con refuerzos comunes, como la anterior: ¡ay, la hostia, ¡anda, la hostia!, etc. También se usa como sinónimo de golpe que se da o se recibe, en muy variadas combinaciones lingüísticas, entre ellas no infrecuente el aumentativo: hostiazo.
¡Santo Dios! es una exclamación piadosa e invocativa, que expresa a la vez admiración y anonadamiento, por lo que lleva implícita la súplica a la divinidad. El gesto que acompaña no es de rebeldía, sino de humildad, buscando a Dios con la mirada. En cambio, ¡vive Dios! -menos frecuente en el lenguaje coloquial que en el dramático, por lo que suena a retórica y arcaísmo- es propia de decisiones firmes en cuanto a su realización, poniendo a Dios por testigo de que se cumplirán. Le corresponde un gesto duro y determinado, y hasta un cierto brillo de ira en los ojos, en muchos casos.
¡Dios nos valga!, ¡Dios nos coja confesados!, ¡Dios nos ampare!, ¡Dios nos proteja! y otras semejantes, imploran la protección de Dios ante un evento que se teme catastrófico y del que sólo Dios puede salvarnos. ¡Dios le ampare!, sin embargo, se refiere al prójimo afligido por alguna necesidad o desgracia, encomendándole a la poderosa misericordia de Dios. Pero su uso ha quedado reducido casi exclusivamente a despedir al pobre que nos mendiga una limosna en su necesidad. El contrasentido cristiano de esta locución fue condenado claramente por el apóstol Santiago (3), como signo de una fe a la que no acompañan las obras. Con sentido semejante se emplea la fórmula ¡Dios le bendiga!, aunque preferente por personas con potestad para bendecir. En cambio, la forma Dios te bendiga puede significar la recta intención de alcanzar para uno la bendición divina, o en tono satírico ser equivalente de "buena la has hecho".
Otras locuciones vocativas, interjectivas o exclamativas, etc., que con carácter tópico se utilizan frecuentemente en el lenguaje coloquial y cuyo sentido o matiz se desprende fácilmente, son entre otras: Dios mío, bendito Dios, Cristo, Cristo bendito, Santísimo Cristo, Cielo santo, santo Cielo, Señor, Señor, válgame Dios, ave María, ave María Purísima, Virgen santa, Dios mío de mi vida, Dios mío de mi alma, por todos los santos, Corazón de Jesús, Jesús, Jesús, Jesús, María y José, bendito sea Dios, bendita sea la Virgen, San Antonio bendito, Santa Rita bendita, etc.
Hay una serie larga y variada de exclamaciones interjectivas que van introducidas por el refuerzo "por", que ha quedado gramaticalizado y ya no indica la idea causativa que pudo tener en su origen. Sirvan como ejemplos: por San Antonio bendito, por el amor de Dios, por Dios, por todos los santos, por caridad, por los clavos de Cristo, por María Santísima, por todos los demonios, por Santiago, por la Virgen, por la Virgen Santísima, por Dios, por Dios.
Tienen sentido apreciativo o atributivo otras como: celestial, divino, infernal, angelical, algo divino, algo infernal, divinamente. Para calificar a alguien suelen utilizarse frases como: ¡eres la hostia!, ¡eres la rehostia!, ¡eres la biblia!, ¡eres la Virgen!, en las que la exageración es evidente.
Cuando algo nos asombra o sucede contra lo que cabía esperar, suele emplearse con mucha frecuencia la palabra milagro en variadas formas: ¡qué milagro!, ¡de milagro!, ¡por milagro!, ¡milagro de Dios!, ¡Virgen Santa, qué milagro!, ¡Dios Santo, qué milagro!, etc.
También el demonio entra a formar parte con harta frecuencia en el lenguaje coloquial: ¡al infierno!, ¡qué demonio!, ¡demonio!, ¡diablos!, y los eufemismos ¡diantre!, ¡demontre!
Cuando algo nos resulta muy gravoso o muy difícil de soportar, suele decirse: ¡qué cruz! Cuando se cree que algo ha sucedido como castigo, se dice: ¡castigo de Dios! Para maldecir, incluso a un niño, es frecuente oír por Tierra de Campos: ¡maldito de Dios!, aunque también se usa .la forma más timorata: maldito y no de Dios! y por estos mismos lares suele decirse a los niños traviesos: ¡hijo de los demonios!, incluso en boca de las propias madres. Y otras formadas por el inicio ¡el demonio de...!, ¡el demonio con...!, y aun ¡es el mismísimo demonio!, aunque se quiera decir que el niño ¡es un ángel! o ¡es un, cielo!, depende. En el fondo, tópicos.
III.-TOPICOS RELIGIOSOS COMPARATIVOS
Frecuentemente es empleado el nombre de Dios, de la Virgen, de los santos o de objetos sagrados como término de comparación de algo, generalmente para indicar un extremo límite de comparación y con evidente deseo de enfatizar lo que se dice, hasta llegar en ocasiones a la exageración más llamativa. Unas veces se encuentra un punto de apoyo que justifica semánticamente el parangón; otras, la mayoría, no existe; pero es lo mismo, Dios por su grandeza, la Virgen por su excelsitud, los santos por su virtud, las cosas sagradas con motivo o sin él, avivan la imaginación y hacen pensar que el término comparado y la cualidad por la que lo comparamos revisten un grado de magnitud semejante o aún mayor que el término con quien se compara. Dos componentes de estas locuciones son la imaginación y la ingeniosidad, capaces de formar expresiones que por su atrevimiento suenan a impiedad, aunque en la mayoría de ellas hay que descartar el sentido de ofensa para el segundo término de la comparación.
Por ejemplo: todos entendemos que cuando alguien dice eres más bruto que Dios, es una barbaridad, pero también comprendemos que el sujeto de quien se dice es verdaderamente muy bruto, sobreentendiendo que el grado de brutalidad es tan grande, que puede compararse con la grandeza -no con la brutalidad- de Dios, cuyo nombre encierra por sí mismo idea de inmensidad.
Ser duro de mollera es tener la cabeza más dura que un apóstol. Ser muy paciente es tener más paciencia que el santo Job. Ser muy estricto e inflexible en algo es ser más papista que el papa. El estado de felicidad en que uno queda después de algo es quedar como Dios o estar como Dios o como Dios pintó a Perico. Una cosa que se ha hecho, o ha quedado bien hecha, está como Dios manda o como mandan los cánones. Pero si uno ha quedado en muy mal estado físico, alguien dirá que se puso como un Cristo o quedó hecho un Cristo. De manera semejante, una prenda de vestir puede sentarle a uno como a un Cristo dos pistolas o como a un santo dos pistolas.
Aunque va decreciendo su empleo, vivir bien es sinónimo de vivir como un cura. Pedir demasiado es pedir más que un fraile. Para negar la vocación de alguien, suele decirse: ése tiene vocación de... como yo de fraile, o de monja, o de cura, o de obispo.
La bondad y sus grados se expresan en forma comparativa: es más bueno que Dios, es más bueno que la Virgen, es como un ángel, es como un santo; o de forma directa y metafórica: es la Virgen, es un santo, es un ángel; pero, curiosamente, nunca se emplea el nombre de Dios con sentido de identificación. Por el contrario, la maldad y sus grados toman como término de comparación al espíritu del mal: es como un demonio, es un demonio ,es un diablo, es un diablillo, o bien: es peor que un demonio, es peor que el diablo, etc.
Una cosa puede estar más limpia que el copón o como los corporales de blanco. Y una cosa puede hacerse como Dios quiera, como Dios dé a entender o a la buena de Dios.
Los estados anímicos también han encontrado su comparación en el campo de lo espiritual o religioso. Así, por ejemplo, uno se comporta hipócritamente como abad en oración; otro está triste como alma en pena. El que es rematadamente malo tiene un alma de Judas o se porta como un Judas. Llevar prisa es ir como alma que lleva el diablo. Una cosa es dañina como agua por San Juan. Cuando algo nos ha ido bien, Dios nos vino a ver. Una situación puede durar hasta que San Juan baje el dedo. A uno lo maltratan duramente y le dejan como un cristo, como un nazareno, como un crucificado. Alguien puede llorar como una Magdalena, o estar hecha una Magdalena de tanto llorar. y así otras, como más borracho que Noé, pasó las de Caín, ser más chulo que el Cristo de los Faroles, sudar más que Dios, trabajar más que Dios, estar más solo que Dios, aburrirse más que Dios, saber más que Dios, etc.
IV .-OTROS TOPICOS RELIGIOSOS
a) Para medir el tiempo.
La oración es tomada como medida de tiempo en muchas ocasiones. En muchos libros de cocina aún se indica el tiempo para algunas recetas utilizando estos giros populares, y se recomienda tener algo al calor durante un padrenuestro, tres avemarías, un credo, etc. También en los libros litúrgicos se emplean como unidades de tiempo algunas oraciones; por ejemplo, para los silencios, que se miden por paternosters. Las principales unidades de tiempo son: en un santiamén, en un credo, en un decir Jesús, en menos de un paternoster, en menos que se santigua un cura loco, por los siglos de los siglos, per secula seculorum, hasta que San Juan baje el dedo, hasta la eternidad, etcétera, para indicar una duración ilimitada. En este sentido también es muy frecuente el empleo de todo el día de Dios, para indicar una larga duración, aunque con un límite.
b) Para afirmar o negar.
Llevan un sentido de afirmación locuciones tópicas como éstas: amén, palabra de Dios,...y pax Christi,...y aquí paz y después gloria. Conllevan una fuerte carga de negación otras, como éstas: no hay Dios que le resista, ni aunque lo diga el papa, ni San Pedro que baje, aquí no entra ni Dios, ni que lo diga el nuncio, aquí no se mueve ni Dios, o ni la Virgen, etc., y otras semejantes. La rotundidad de estas negativas es clara. El término ni Dios, ni la Virgen, etc., es un indicador de intensidad que tomado en sentido literal resultaría impío, pero considerado como modismo no es más que un sustituto fuerte y rotundo de nadie o de ninguno.
c) Para bendecir, maldecir, o agradecer.
- Dios te bendiga, bendito seas, Dios te guarde, Dios te proteja, el Cielo te guarde, etc. y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.
- Maldita sea su estampa, maldita sea tu alma, maldito del demonio, maldito de Dios o maldito y no de Dios, permita Dios que...
-.Gracias a Dios, a Dios gracias, Dios mediante, ¡bendito sea Dios!
c) Para jurar.
Como hay Dios que..., vive Dios, voto a Dios, por vida de Satanás, Dios es testigo, por éstas y por éstas que son cruces (haciendo la cruz con los dedos), por San Pedro, por todos los santos, etc.
d) Varios de carácter proverbial.
Fíate de la Virgen y no corras, donde Cristo dio las tres voces, llevar a uno por la calle de la amargura, se armó la de Dios, se armó la de Dios es Cristo, en paz y en gracia de Dios,... y adivina quién te dio (de la Pasión), ¿a mí con eso que te conocí cerezo? (por referencia a una imagen), predícame, padre..., quien ha hecho el mundo que cuide de él, primero la obligación que la devoción, dar el beso de Judas, acordarse de Santa Bárbara cuando truena, y un sinnúmero de refranes que nos desbordaría mencionar.
V.-El origen de muchos tópicos religiosos es la pura imaginación ingeniosa del pueblo y la familiaridad con los elementos religiosos que dan pie. Pero algunos hacen referencia clara a fuentes de la religión, como son la Biblia, la Liturgia o la vida y costumbres del Clero. Por eso, en una somera e imperfecta clasificación podríamos señalar estas referencias originarias o constructivas, que se proyectan en algunas expresiones.
1) De referencias bíblicas.
Es un Adán, es un Judas, es un Job o paciente como Job, está hecho un Pilatos, llevarle a uno por la calle de la amargura, tentar a Dios, la Madre del Cordero, ¡por los clavos de Cristo!, ¡Jesús, María y José!, por las llaves de San Pedro, ...y adivina quién te dio, es un Herodes, llorar como la Magdalena, ser la Biblia, la Biblia en verso, más borracho que Noé, ser un Caín, no tener donde caerse muerto, no tiene donde volver la cabeza (por referencia a la pobreza de Cristo que no tenía donde reclinar la cabeza ni donde ser enterrado), me importa una jota o un ápice (Mateo, 5, 18), pasar las de Caín, quien ha hecho el mundo (Dios) que cuide de él, como una Dolorosa, hacerle a uno la Pascua (hacérselo pasar como a Cristo por la pascua judía: la pasión y muerte), sí o no como Cristo nos enseña, predicar en el desierto (como San Juan Bautista), ser un Barrabás, etc.
2) De referencias litúrgicas.
Amén, a la paz de Dios, ...y santas pascuas, de pascuas a ramos (de año en año, o de muy tarde en tarde), bautizar a uno (ponerle un sobrenombre), bautizar el vino, sermonear, romper a uno la crisma o el bautismo (la cabeza lugar de la ablución o unción), en el nombre de Dios; por los siglos de los siglos, santiamén (in nomine Patris et Filii et Spiritus Santi Amen), como quien oye misa, por mí, ya puede decir misa (proverbial falta de atención en la misa), comulgar con ruedas de molino (imposible), ser un viva la Virgen (de las romerías marianas en que se aclama a la Virgen), etc.
3) De referencias clericales.
Vivir como un cura, ser un jesuita, pedir más que un fraile, hacer herejías, cuéntaselo al nuncio, dormir la canóniga (la siesta a mediodía), en menos que se santigua un cura loco, bocado de cardenal (de importación italiana), ganar el dinero cantando (por los actos litúrgicos cantados, sobre todo funerales y responsos), quejarse al obispo, como un funeral de tercera, como un velatorio (aburrimiento en alguna reunión), etc.
He terminado muchos apartados con un etcétera, con el que me excuso de mencionar otros muchos tópicos religiosos que acoge nuestro lenguaje coloquial; pero basten los indicados para demostrar la riqueza de este lenguaje y la vivacidad del ingenio de quienes lo usan, así como el sustrato religioso tradicional que lo soporta. Y si, después de todo, este trabajo ha resultado más aburrido que un funeral de tercera, no hay mejor cosa que terminar, y aquí paz y después gloria.
BIBLIOGRAFIA ELEMENTAL
BEINHAUER, Werner: El español coloquial. 2ª edición corregida, aumentada y actualizada. Prólogo de Dámaso Alonso. Versión española de Fernando Huarte Morton. Madrid, Gredos, 1968.
CARBALLO PICAZO, Alfredo: Español coloquial. Madrid, 1962.
CASARES, Julio: Introducción a la lexicografia moderna. Madrid, 1956.
IRIBARREN, José María: El porqué de los dichos. Madrid, 1955.
LORENZO, Emilio: El español de hoy, lengua en ebullición..
Madrid, 1966.
MUÑOZ CORTES, M.: El español vulgar. Madrid, 1958.
WEISE, George: "Das religiöse und kirchliche Element in der modernen spanische Umgangssprache", en Revista Javeriana, Bogotá, VI (1953-1954). págs. 267-314.
____________
(1) WERNER BEINHAUER, El español coloquial, Madrid, Gredos, 1962, 2, pág. 7.
(2) Ibidem., pág. 16.
(3) Epístola de Santiago, 2, 15-16: "Si el hermano o la hermana están desnudos y carecen del alimento cotidiano, y alguno de vosotros les dijere: 'id en paz, que podáis calentaros y hartaros', pero no les diéreis con qué satisfacer la necesidad de su cuerpo, ¿qué provecho les haría?".