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A Pastora Soler, oro y bronce en la voz de la copla.
Del fondo de los siglos nos llegan resonancias de coplas de amor y de gesta, recitadas y cantadas por trovadores y juglares; que no en balde la copla es tan antigua como nuestras letras hispanas.
De viejos tiempos también nos llegan los apelativos de coplero y coplera y el de tonadillera, aplicado este último, con no mucho acierto, a la cantante de la copla, pero todos ellos con una clara alusión a la antigüedad de la copla.
Más cercano en el tiempo, diremos que la copla actual -que dio en llamarse "copla española” y a la que nos vamos a referir- difícilmente sería lo que es hoy sin la influencia que el Romanticismo (siglo XIX) tuvo sobre la literatura y la música españolas, y que revalorizó nuestras tradiciones populares.
La canción popular nos llega cascabeleando a través del pasado siglo, alegrando las fiestas del lugar con sus cantares llenos de entusiasmo y poesía y configurando, junto a poetas y compositores musicales, el proceso de evolución hacia la copla actual. Hasta que cansada, tal vez, de ser tan lugareña, se sintió deslumbrada por las candilejas del mundillo teatral de las primeras décadas de nuestro siglo, y en convivencia con espectáculos folklóricos y otros híbridos de variopinto repertorio, fue haciéndose cada vez más urbana y más pública.
No es del todo correcto, musicológicamente, fechar el origen de la copla en la década de los años treinta del presente siglo, despojándola así de su historicidad, de su alcurnia y del encanto de su lejanía, que es la razón de ser de su continuidad. En dicho decenio y años inmediatos se producen, sin embargo, dos hechos singulares relacionados con la copla: su mayor calidad poético-musical y su gran difusión, que operaron el infrecuente fenómeno sociológico de poner de moda una tradición.
Aquellos años cruciales, donde tantas corrientes culturales y artísticas ya se habían dado cita, fueron la coyuntura propicia para el surgimiento de los prohombres de la composición musical y letrística de la copla, a la que imprimieron el sello de su magistral inspiración. Eximios autores como Alvarez, Penella, Perelló, Mostazo, Valverde, Quintero, León, Quiroga, Ochaíta, Valerio, Solano, Guerrero y otros, hicieron de la copla un auténtico poema musical popular, elevándola a una altura artística que no ha vuelto a ser superada.
Quiso el destino que tanta y tan bella labor no quedase silente en libretos y pentagramas y, en la misma época, versos y arpegios tomaron alas en los nombres de Imperio Argentina, Estrellita Castro, Conchita Piquer, Miguel de Molina, Juanita Reina y otros notables cantantes, cuyas voces convirtieron los papeles de los grandes maestros en el sentir de la copla.
El otro evento de aquel tiempo que incidió en la copla fue la radiodifusión. No estaría completa la biografía de la copla, sin mencionar y rendir un homenaje de gratitud a la radio, que a través de sus ondas introdujo la copla en los hogares españoles, llegando a convertirla en un fenómeno de masas.
No comienza la copla en esos años. Tras su largo caminar, más bien termina un ciclo y queda anclada en su propia grandeza. Termina, pero no muere. Fue su Edad de Oro y tuvo el honroso destino de permanecer como un legado de perfección en su género para los años posteriores.
Partiendo de su entrañable intimidad como canción popular, la copla fue denominada "copla andaluza”, "copla española" y "canción española", enriqueciéndose con una gran variedad de formas rítmicas que, sin embargo, en ocasiones fueron ajenas al modelo formal de la copla tradicional. La copla ha sido un crisol donde se han fundido muchos metales.
Dentro de ese contexto, añadiremos que el canto de la copla andaluza es un hálito, a veces un gorjeo, un quiebro de voz, que recuerdan los melismas del cante flamenco, por lo que esta copla es conocida también como copla aflamencada. Testimonio vivo y actual de una vieja herencia, el hecho interpretativo diferenciado de la copla aflamencada pertenece sólo a determinados cantantes, aunque la versatilidad personal de algunos de ellos les pueda permitir interpretar también la copla en distinta versión.
Valga a continuación una modesta muestra de lírica aflamencada:
La copla no está muerta,
que está dormía;
Pastora la despierta
por bulería.
En fin, la copla ha seguido su andadura hasta nuestros días sostenida por el inagotable aporte de intérpretes que ha venido recibiendo. Afortunadamente, para la interpretación de la copla de ayer y de hoy, contamos en la actualidad con un florido ramillete de jóvenes y excelentes cantantes que suponen una garantía de continuidad para situar la copla en el siglo XXI.
El trasfondo de la copla es el lirismo de la canción popular creado al conjuro de los sentimientos. Las modas pasan. La copla es tradición y subvive en la memoria del pueblo. La copla no muere. ¡Viva la copla!