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El "descubrimiento" de breves obras de teatro o autos manuscritos, representados tradicionalmente en el medio rural, desvela la enorme sensibilidad de labradores y pastores hacia cualquier tipo de función escénica, fuera interviniendo ellos mismos como actores, fuera “participando” como espectadores, como pueblo, destinatarios del mensaje reflejado en el texto. Estos mensajes, siempre se ha apuntado, solían simplificar su contenido en aras de un más fácil entendimiento, y quedar reducidos a una visión sintética del mundo y de la propia vida -el bien y el mal- de donde emergían personajes estereotipados cuyas únicas licencias expresivas venían determinadas por las cualidades gestuales -la vis cómica- del actor que representara a cada uno de los caracteres. Esa facultad hizo que en algunos pueblos se recordara durante años actuaciones memorables de lugareños extraordinariamente dotados para la interpretación, que igual daban vida a un "gracioso" como personificaban al demonio con tal propiedad que propios y extraños quedaban maravillados.