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En el cacereñísimo pueblo de Ahigal, que perteneció al partido judicial de Hervás, leal e ilustre, villa de fuero real, que se distingue entre todos los de la comarca por sus encantos, por el singular gracejo que caracteriza a sus hijos, por su chispa e ingenio para captar las cosas, sobresalía, indudablemente, el tío Eugenio "Rabán", que, a su condición de narrador había de unir su facilidad extraordinaria para la producción poética.
Eugenio vivía en el barrio de Santa Marina, y le llamaban el "poeta pastor". También intervenía, con otros convecinos, en la representación de comedias. Tenía talento natural, era un hombre de mente despejada.
En Ahigal, al ayudante del pastor lo denominan "rabán". Como el tío Eugenio fue rabán en un principio, de aquí el sobrenombre con que era conocido. No hay que olvidar el afán de los pueblos por suprimir letras, debido a lo cual se le designaba Eugenio "Rabán". Después, Eugenio ascendió a la categoría de pastor, pero ya el remoquete se había popularizado entre sus convecinos, y no era cuestión de hacer más cambios. Que así es el pueblo de inmutable en sus resoluciones.
Por cierto, el tío Eugenio tenía establecida su "cátedra" en la céntrica taberna del tío Fabián, que fue su padrino de boda. Allí se reunían "ellos y ellos". En el establecimiento lugareño -convertido en improvisado Ateneo en los tiempos en que un cuartillo de vino valía "tres perras chicas"-, el tío Rabán pontificaba de lo lindo. Lucía lo que se dice su recto y ajustado criterio. Era un hombre divertido a la hora de exponer sus vivencias.
A Eugenio se debían cuentos populares, que tienen por escenario el tan traído y llevado territorio extremeño de Las Hurdes, un terreno muy discutido, de copiosa literatura y, concretamente, La Muela.
¡Cuántos folios se habrán escrito por autores de todos los tiempos en torno a Las Hurdes! En los últimos años, se ha enriquecido de modo notable la bibliografía hurdana, y con ello se ha incrementado también la polémica, ya que todos los libros son polémicos cuando se toca esta comarca, por mucho que nos empeñemos en evitarlo. Que Extremadura no en balde es cuna de formidables polemistas, entre los que hay que citar, a la cabeza y por derecho propio, al temible emeritense Juan Pablo Forner. El eminente polígrafo desaparecido Pedro Sáinz Rodríguez, conocía de manera minuciosa a los polemistas extremeños.
La polémica en torno a Las Hurdes la registra con frecuencia la prensa regional. De todo esto puede dar testimonio el escritor Juan Antonio Pérez Mateos, natural de Palomero, pueblecito ubicado al S. de la sierra de Altamira o Santa Bárbara, autor del libro "Las Hurdes, clamor de piedras", prologado por el maestro de periodistas Luis María Ansón.
La Muela, que se halla en un pequeño valle, en las proximidades del río Pino, es una alquería del concejo y parroquia de Pinofranqueado. Su terreno es quebrado y montañoso; su población muy reducida. Algunos datos nos han sido facilitados por el maestro abrigalense Paniagua.
El cuento que vamos a relatar a los lectores concierne a una boda que se celebró en Las Hurdes, en la alquería de La Muela.
Previo al enlace matrimonial, hay que hacer referencia al prólogo o petición de mano, el llamado "petitorio". El lugar de la reunión fue, naturalmente, el hogar de los padres de la futura esposa.
Cuando las relaciones amorosas se hallaban en su punto, se acercaron los padres del novio a la casa de la novia, para llevar a cabo el rito que se denomina en la región hurdana "echar el novio". La expresión es propia y característica de Las Hurdes.
Después de los saludos de rigor, a su estilo, los padres de la pareja realizaron un detenido, prolijo relato de los "teneres" o posesiones materiales de cada uno, de lo que constituía su patrimonio, con el que habrían de contar para que los contrayentes comenzaran a vivir en su nuevo estado.
Los padres de la novia presumían de tener el huerto del "Jondaje", que podría abarcar una superficie en la que cabría sembrar casi tres cabezas de ajo.
En cambio, los padres del novio se jactaron de que a su hijo no había nadie que se le pusiera por delante en lo que tocaba a pedir limosna. O sea, a tener salero para sacar todos los días el "regojo" de pan, que se denominaba -y sigue denominándose- un "cantero" de pan en el resto de la Alta Extremadura.
Después de estas exposiciones y preliminares, concertaron los padres de los novios la fecha de la boda de sus hijos, y luego de la ceremonia propia del casamiento organizaron una alegre ronda por las calles del lugar.
Esta ronda es muy típica en toda Extremadura, sobre todo en la parte septentrional de la provincia de Cáceres. En las rondas, cantan unos y otros, canta todo el cortejo. Son muy animadas y se ven siempre acompañadas de tamboril y gaita (flauta de pico que se toca con una sola mano). El tipismo gira en torno a los sones de la gaita y el tamboril.
En el pueblo de Ahigal y en otros muchos -aquí cabría mencionar, con todos los honores, a Montehermoso, la capitalidad extremeña del folklore y traje popular-, en estas típicas rondas se cantan: "La Alborá", "El Tálamo" y "El Aguilo". Este, con motivo de llevar a los novios a la casa en que han de vivir. Se trata de una despedida que hacen las amigas de la novia a la recién desposada.
Cuando se dirigen al novio, cantan:
Aguilo que vas volando
y en el pico llevas hilo...
Cuando lo hacen a la novia, cantan así:
Ya te vas de nuestro bando
a vivir con tu marido...
Durante la ronda por La Muela, todos los acompañantes invitaban al novio, "el mejor mozo de La Muela", a cantar. Como éste se hiciera de rogar, se adelantó el padre de la novia, a quien tío Eugenio puso en boca esta estrofa:
¿Quién ha de ser
el que a mi hija ha de dar
con el zarramandrín,
con el zarramandrán?
La copla es ingeniosa, lindando un tanto con la picaresca, que le confiere mucha expresividad.
Entonces, animado con la anterior copla, sale al encuentro el novio y contesta a su suegro, ufano e ilusionado, con esta otra:
Yo, yo, yo he de ser aquél
que a su hija ha de dar
con el zarramandrín
con el zarramandrán.
¡Buen retornelo!
El cuento, hay que relatarlo con un gracejo en verdad extraordinario, lo que se dice vivir el cuento. Pertenece a la fértil e ingeniosa musa popular, que tanto ha hecho reir y pensar a los hurdanos, ahigaleños y colindantes.
sa de la novia, para llevar a cabo el rito que se denomina en la región hurdana "echar el novio". La expresión es propia y característica de Las Hurdes.
Después de los saludos de rigor, a su estilo, los padres de la pareja realizaron un detenido, prolijo relato de los "teneres" o posesiones materiales de cada uno, de lo que constituía su patrimonio, con el que habrían de contar para que los contrayentes comenzaran a vivir en su nuevo estado.
Los padres de la novia presumían de tener el huerto del "Jondaje", que podría abarcar una superficie en la que cabría sembrar casi tres cabezas de ajo.
En cambio, los padres del novio se jactaron de que a su hijo no había nadie que se le pusiera por delante en lo que tocaba a pedir limosna. O sea, a tener salero para sacar todos los días el "regojo" de pan, que se denominaba -y sigue denominándose- un "cantero" de pan en el resto de la Alta Extremadura.
Después de estas exposiciones y preliminares, concertaron los padres de los novios la fecha de la boda de sus hijos, y luego de la ceremonia propia del casamiento organizaron una alegre ronda por las calles del lugar.
Esta ronda es muy típica en toda Extremadura, sobre todo en la parte septentrional de la provincia de Cáceres. En las rondas, cantan unos y otros, canta todo el cortejo. Son muy animadas y se ven siempre acompañadas de tamboril y gaita (flauta de pico que se toca con una sola mano). El tipismo gira en torno a los sones de la gaita y el tamboril.
En el pueblo de Ahigal y en otros muchos -aquí cabría mencionar, con todos los honores, a Montehermoso, la capitalidad extremeña del folklore y traje popular-, en estas típicas rondas se cantan: "La Albora", "El Tálamo" y "El Aguilo". Este, con motivo de llevar a los novios a la casa en que han de vivir. Se trata de una despedida que hacen las amigas de la novia a la recién desposada.
Cuando se dirigen al novio, cantan: Aguilo que vas volando y en el pico llevas hilo...
Cuando lo hacen a la novia, cantan así: Ya te vas de nuestro bando a vivir con tu marido...
Durante la ronda por La Muela, todos los acompañantes invitaban al novio, "el mejor mozo de La Muela", a cantar. Como éste se hiciera de rogar, se adelantó el padre de la novia, a quien tío Eugenio puso en boca esta estrofa: ¿ Quién ha de ser el que a mi hija ha de dar con el zarramandrín, con el zarramandrán? La copla es ingeniosa, lindando un tanto con la picaresca, que le confiere mucha expresividad.
Entonces, animado con la anterior copla, sale al encuentro el novio y contesta a su suegro, ufano e ilusionado, con esta otra: Yo, yo, yo he de ser aquél que a su hija ha de dar con el zarramandrín con el zarramandrán.
¡Buen retornelo! El cuento, hay que relatarlo con un gracejo en verdad extraordinario, lo que se dice vivir el cuento.
Pertenece a la fértil e ingeniosa musa popular, que tanto ha hecho reir y pensar a los hurdanos, ahigaleños y colindantes.