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El 5 de febrero se festeja a Santa Águeda, hija de Catania. A Águeda le dan martirio, le cortan los senos: la convierten en Patrona de las nodrizas. Después frena las erupciones de esa gran teta de la Tierra que es el Etna: la hacen Patrona de los fundidores de campanas.
Acabo de leer esto cuando visito en Zubieta el taller de Marcelino San Miguel, que hace «campanillos para las reses desde cuarenta años acá». Antes era herrero. Hay otro en Iturgueyen. El temple último es para darles un timbre especial según el dueño que los encarga, «de manera que puedan distinguirse en el monte entre varios y saber, sin usar la vista, si las vacas buscadas están donde deben». La chapa se corta, se le da forma, se le pone el badajo, el asa, se le encaja en el barro, se le envuelve con hierba y se le da un baño final de cobre para que suene. «Es inútil si se fabrica y no tiene buen sonido. Los pastores no los quieren», los cuales reconocen en Marcelino a un artista de mano maestra para saber dónde martillar para dar a cada quién el timbre de su rebaño según la muestra que le trae. «Así todos se entienden mejor en el monte. Afinar un cencerro es como afinar una guitarra. Con un golpe de más todo se estropea». La medida del cencerro la da el tamaño del animal. En estas fechas una pieza cuesta 100 pesetas. «Antes valía dos». ¿Cuándo fue antes? Los cencerros de los zampanzares que salen en el Carnaval de Zubieta e Ituren los ha hecho él. «Los lobos se asustan del ruido».
Al Zampanzarrak-Yoaldunak (Ioaldun), lo describe Iribarren como el «guía de la manada». En el Carnaval de Zubieta e Ituren puede ser el capataz, con «esquilón, pañuelo al cuello, enaguas con puntillas sobre los pantalones azules y abarcas de goma». Salen diez o doce: «los que tengan voluntad, con los brazos desnudos, y agitan en su mano derecha un azote de cola de caballo, con el mango de cuero con clavos dorados». Luis va con blusa antigua y un palo largo. Francisco dice que «ha variado poco desde sus abuelos acá, quizás hoy más corriendo que antes». José añade que «antiguamente los pastores hacían una fiesta, bajaban del monte y se ponían un poco alegres; ese podía ser un origen».
Después de amasar todo esto en la marmita de un día espléndido, llego a Vera de Bidasoa y llamo a la puerta de Itzea. Unos pasos por la escalera anuncian vida en la casa. Abre Don Julio, al que interrumpo en lo que estaba metido: «Formas complejas de la vida religiosa», pero parece no importarle mucho. Subimos a la biblioteca, damos un paseo por los alrededores y al fin recalamos en su pequeño jardín, donde le cuento:
MGP. Don Julio, en Zubieta, se visten de pieles, se colocan unos gorros, llevan en las manos unos latiguillos y se amarran a la espalda unos cencerros. En Ituren pasa igual. Lo hacen el último domingo de enero y lunes y martes siguientes.
JCB. Las fiestas estas que empiezan después de Reyes y llegan más o menos hasta el Miércoles de Ceniza, suelen estar vinculadas en parte con el Carnaval, pero, por otro lado, tienen una raíz mucho más antigua que las fiestas de Carnestolendas y el Carnaval. Ya los primeros Padres de la Iglesia, latinos y griegos, se encontraron que en todo el ámbito del Imperio Romano, desde comienzo de año, es decir, desde enero, hasta avanzada la estación, hasta la Primavera, solían salir máscaras, sobre todo en las barriadas rurales en los pueblos, precisamente con cencerros, con cucuruchos, con trajes estrambóticos, y hay una cantidad considerable de sermones y de cánones penitenciarios y de disposiciones religiosas cristianas contra estas prácticas.
MGP. Hay momentos en que se confunden el pasado y el origen.
JCB. La realidad es que la gente no sabía muy bien por qué hacía esto y se puede considerar que es un rito de relación, de vecindad, y que en este Carnaval de Ituren y de Zubieta esta relación de vecindad y de buena armonía entre dos pueblos se mantiene. Claro, siempre hay una parte ritual, oscura, que es el sostenimiento de esta especie de disfraces, que corresponde a algo muy antiguo y hasta un poco perdido en la conciencia de la gente. Pero, bueno, que las máscaras lleven cencerros, que lleven cucuruchos, que lleven estas cosas que llaman hisopos, hisopuak, en vasco, y que hagan bailes en relación con los términos de los pueblos, esto parece que se encuentra desde la Europa Oriental hasta el extremo occidental en formas más o menos aisladas como ha quedado aquí este ejemplo y luego otros más o menos lejos.
MGP. Decía el último domingo de enero, o por San Antón; siempre en tiempos cercanos a los comienzos de año.
JCB. Sí; en algunos sitios constituyen comparsas en las que aparecen hombres vestidos de mujeres, niños, soldados y aquí parece que lo que se ha resaltado más, como pasa también en algunos casos de mascaradas de Galicia, es la relación de los pueblos.
MGP. Los Cencerros de Zubieta van el lunes a Ituren y los de Ituren se desplazan el martes a Zubieta.
JCB. Sí, un día, un pueblo, con los mozos disfrazados va al otro y luego se repite la operación contraria. Esto indica que hay una especie de voluntad de establecer unas relaciones misteriosas, ocultas, antiguas, entre dos comunidades que muchas veces no están forzosamente bien avenidas. Es como un rito de buena voluntad o de buena vecindad.
MGP. Lo hacen hombres solteros, jóvenes.
JCB. Siempre estas cosas se hacen con elementos juveniles, con hombres no casados, con mozos, y se ha añadido algo que es mucho más moderno, que son todas estas comparsas de carritos y de gentes que van disfrazadas montadas en una especie de carroza rústica en la que ponen emblemas y cosas un poco copiadas del Carnaval urbano o del Carnaval conocido a comienzo de siglo.
MGP. Aquí a los personajes les llaman zampanzares.
JCB. Esto de zampanzar es algo que está relacionado con el Carnaval de origen francés, porque para darle a la ceremonia una categoría un poco más alta se ha pensado que así como hay santos de la Iglesia que son santos reales, se puede hablar de un santo burlesco, y así como en castellano antiguo se decía «Santantruejo», una especie de santo ridículo en comparación con los santos reales, aquí se ha cogido la expresión francesa de Saint Pansard, es decir el santo de la panza. Y Saint Pansard es un concepto que aparece en Rabelais y en los clásicos franceses, lo cual quiere decir que ha habido cierta influencia del otro lado de la frontera.
MGP. San Panzudo. Los zampanzares van también a Francia. Al fin y al cabo, esta parte del Bidasoa perteneció a la diócesis de Bayona.
JCB. En tiempo de Felipe II todavía pertenecía, y claro, hay bastante influencia de la liturgia del obispado de Bayona y de la zona del suroeste de las Galias.
MGP. En lo que he hablado por el pueblo he podido constatar que cada objeto de los que llevan los zampanzares tiene un significado, sea el latiguillo, el hisopo o los cencerros. Por ejemplo, los cencerros dicen que es para el ahuyento de los malos espíritus.
JCB. Si la gente tiene esta conciencia a base de una tradición antigua sería muy curioso. Ahora, hasta qué punto con la popularización de la fiesta y con la afluencia de turistas y con las explicaciones que ya se han dado en los periódicos y en fin, por vías de estas modernas de comunicación, pues a lo mejor han recogido esta idea de otra vez por una vía un poco culta. De todas maneras, la idea de que el hisopo, vamos, llamado hisopo, que no se parece nada al hisopo, es un instrumento para purificar o para espantar con agua bendita o con algo así a los malos espíritus es una idea que puede entrar perfectamente dentro de la concepción antigua.
MGP. ¿Y con relación a los cencerros y a las campanas?
JCB. Pues también; dentro de la Liturgia cristiana y dentro de lo que la gente por tradición pueda saber, sí es claro que la campana en la sociedad rural ha sido utilizada como un instrumento para espantar males, es decir, hasta las tempestades y ciertas amenazas de la Naturaleza se ha procurado eludir con toques de campana, y la campana, según el toque que se da, anuncia a la sociedad algo que ha ocurrido distinto, es decir, que por ejemplo, hasta no hace mucho, los toques de campana de la parroquia del pueblo indicaban cosas distintas, según fuera toque de alegría, toque de tristeza, difuntos, si un niño se había muerto se tocaba de una manera, si una mujer se había muerto se tocaba de otra. En fin, que la campana como medio de expresión de algo que hay que comunicar a distancia, es evidente que en la sociedad rural ha tenido mucha importancia; también los cencerros en los pueblos se han hecho con toques distintos para que cada pastor tenga un toque para su rebaño, como ha visto en Zubieta, de suerte que distinga en la altura en el monte o en la lejanía dónde está, así que claro, eso es un mundo auditivo muy importante, y todos estos cencerros toscos y grandes pueden ser normalmente para el ganado mayor, para la vaca montes.
MGP. En cuanto a espantar... Ver dos filas de figuras por los caminos con sus destartalados pasos y sus ruidos de cencerros, impone; diría que van como poseídos, sudando a chorros, sin descansar.
JCB. Pues sí, pueden dar sensación de una cosa tosca para espantar a los espíritus malignos.
MGP. Estas fiestas de Zubieta y de Ituren, ¿están durando o permanecen vivas aún en el pueblo?
JCB. No. Yo creo que en el pueblo han vivido, hasta ahora, bien. Lo que pasa es que en este momento en que el folklore está tomando un carácter ya un poco general, en fin, ya la gente se entera por medios modernos de la existencia de estas costumbres raras, si acaso en cierto modo se pueda convertir en algo que esté en relación con el turismo o con la curiosidad de las gentes de las ciudades que vengan en autos; ya esto, últimamente, se está viendo en las fiestas populares, pues hay como una especie de renacimiento de tipo que no es popular, más bien culto, y puede tener luego también derivaciones en cosas de música y de ballet, de todo esto; pero vamos, ya esto es un mundo aparte.
MGP. Este mundo culto al que se refiere y que se acerca a las manifestaciones populares, ¿lo contamina de alguna manera? ¿Le hace daño?
JCB. No, yo no creo que le haga daño, yo creo que la idea del ámbito hermético viejo de la sociedad que vive en sí misma por fuerza se pierde con la comunicación grande del mundo actual y con los sistemas que hay de relación entre las personas y estos mismos pueblos, pues están en un momento un poco crítico porque la población va fallando, es decir, que no tienen la vida parecida a la que tenían hace 40 ó 60 años; yo no digo que aquella fuera buena ni mala, era distinta. Ahora es otro mundo que ya ha empezado yo calculo que no hace tanto. Estos pueblos han vivido iguales hasta bastante avanzada la posguerra; es decir, hasta el cuarenta y tantos o cincuenta la vida estaba muy remansada, pero ya del 60 para acá esto ha cambiado completamente y hay un proceso de éxodo rural o de urbanización, o de cambio total.
MGP. En este marco, ¿el folklore se pierde o se hará espectáculo para sobrevivir?
JCB. Yo más bien creo que se convertirá en una cosa estilizada y de tipo como el folklore que se hace en las ciudades: en Barcelona la gente baila la sardana y las chicas de las oficinas o de la burguesía se visten de aldeanas y los jóvenes tocan instrumentos populares o hay algo como una elaboración de ballet, o de grupos de danzas, en fin todo esto; con la vida política y económica moderna, en todos los estados, en un sentido o en otro, han querido también fomentar la vida popular y para el caso es lo mismo: ha sido igual en Rusia o en Alemania. En España ha habido este movimiento folklorizante que a veces lo que ha hecho es adulterar un poco las cosas, pero bueno, es la civilización moderna.
MGP. Suena a últimos coletazos, a agonía.
JCB. Como cosa vieja y genuina del pueblo sí. Yo creo que así como las hablas populares se están perdiendo y así como no sólo el vasco, sino el castellano viejo de hoy no es el mismo que hablaban los hombres de hace 40 ó 50 años, esta riqueza tradicional por fuerza tiene que convertirse en otra cosa. Un idioma como el español moderno en unos puntos se ha enriquecido con conceptos científicos, filosóficos, pero luego por otro lado, el mismo idioma de Castilla ha cambiado, es decir, que hay una pérdida de riqueza de refranes, de expresiones y de conceptos relacionados con la Naturaleza, con el campo, con cualquier ambiente. Esto, por supuesto, con la crisis económica del campo y el problema del idioma, cambiará, cambiará en ese sentido de urbanizarse y de convertirse en algo que tenga que ver con el turismo y con la relación.
MGP. Ya le digo, vengo de hacer una película del Carnaval de Zubieta e Ituren y otra del de Lanz, tan arropado el pueblo por los valles de Ulzama y Anué. En este he visto otras máscaras, y he sacado en limpio que, de alguna manera, permanece latente el espíritu de viejos ritos mediante los cuales se echaba del pueblo un Mal. Ya dice Plutarco que en Queronea se simulaba la expulsión del Hambre golpeando con palos a un esclavo. Lo cierto, Don Julio, es que de la Posada de Lanz sale un cortejo con personajes como Miel Otxín, el gigante, el Xaldico, el hombre-caballo, el Ziripot, para unirse en la calle con los txistularis y las máscaras con sus cencerros, gritos, lamentos, golpes, caídas, que anuncian que el ritual está ahí, sigue ahí. Sin embargo, lo he visto tan bello y tan perfecto de organización, que me ha parecido como preparado para una representación, diría, para el cine.
JCB. Sí. El Carnaval de Lanz ha sido una cosa condicionada un poco por el cine, porque se suprimieron los carnavales hace ya mucho y hubo la oportunidad de pedir permiso para que éste de Lanz, en un momento dado, se hiciera para un documental que hizo mi hermano, y entonces se volvió a hacer tal como lo recordaba la gente que, en fin, no era gente muy vieja; lo habían hecho hacía años y se podía rehacer perfectamente; se hizo y desde entonces se ha seguido haciendo y ha tenido un cierto éxito y una cierta popularidad en Navarra, en Guipúzcoa y en el norte de España en general.
MGP. He visto al Ziripot, que es un mozo disfrazado con un amplio traje hecho de saco relleno de helecho, que lo bajan de la Posada en vilo y le dan un palo para apoyarse; a los Chachos, que son los propios mozos del pueblo, que van de harapos o de lo que encuentren, con la cara tapada; a Otxín, el gigante de paja, que mide más de tres metros, hecho con dos largas varas de haya, con gorro, careta de cartón, camisa, faja y polainas, y en fin, una serie de personajes señalados que hacen que la gente de Lanz tenga a su Carnaval por diferente al de Zubieta, al de Ituren y a otros que se ven por aquí.
JCB. Es distinto realmente a los de los pueblos que habíamos hablado, porque para la gente de Lanz representa algo relacionado con la vida local. Hablan de un bandido, de un personaje más o menos irreal, pero relacionado, evidentemente, con un episodio que ocurrió en el país en el siglo diecinueve. Lanz es un pueblo de camino hacia Francia y antes de que se hiciera la carretera actual de Velate, era el pueblo del camino casi último antes de llegar al Baztán y de entrar en Francia. Y para pasar el puerto había unos guardianes, unas gentes que estaban especializadas y garantizaban el paso a los mercaderes, comerciantes... Ahora, resultó que en un momento dado estos guardianes se convirtieron en bandoleros y hubo un proceso famoso relacionado con esta gente que cambió los términos de su actividad y se dedicó a expoliar y hasta no sé si matar a alguien. El caso es que ese proceso ha quedado en el recuerdo, hay unas canciones, y la gente asocia la quema del Mikel Otxín, del gigante este, con eso. Ahora, claro, esto de darle a un hecho muy general una explicación particular se repite muchas veces en el folklore, pero en realidad el esquema es de fiesta de Carnaval típica, es decir, que en parte es el triunfo, el juicio y la muerte del Carnaval. Es un esquema muy viejo en el folklore cristiano.
MGP. Podíamos decir que Mikel Otxín no es más que un personaje incorporado a ese Carnaval.
JCB. Sí, interpretado. Porque normalmente, el Carnaval que se suele representar como específicamente Carnaval es un personaje que se opone a la Cuaresma. La Cuaresma representa la abstinencia, el ascetismo cristiano, la época de la penitencia; suele ser representado por una mujer flaca con siete piernas, que son las siete semanas, y en cambio el Carnaval se suele representar como un hombre gordo que quiere significar la gula, la lujuria, los placeres. Y entonces en la Edad Media, como en el poema del Arcipreste se representaba una especie de moralidad, de lucha entre el Carnaval, que es el que triunfa en la época esta anterior y la Cuaresma que es la que triunfa después, que es la penitencia del cristianismo.
MGP. ¿Hace tiempo que no va usted al Carnaval, que no lo ve directamente en Lanz?
JCB. Sí, bastante.
MGP. Los personajes son realmente curiosos; el Ziripot aparece como un monstruo al que todos atacan.
JCB. Bueno es que allí se han hecho como unas disociaciones de personajes y el Mikel Otxín va por un lado, el Ziripot va por otro, pero en realidad el esquema es el esquema viejo, porque en el esquema viejo europeo al Carnaval se le quemaba también, es decir, que hay una especie de variantes como también es una variante el episodio del caballo, la aparición de estos caballos en las mascaradas, que se da mucho en todo el Pirineo; en fin al otro lado, en el País de Soul, aparecen en las mascaradas caballos más elegantes que este caballo de Lanz y luego hasta Provenza y Cataluña. Ahora, el proceso del domingo construyendo el gigante en la casa; luego, el lunes con una serie de actos de circunvalación del pueblo, de rodeo del pueblo y de coger al caballo en dos sitios extremos y herrarlo; y luego los bailes del lunes entran dentro de unos ritos en los que los pueblos estos de paso reflejan también su carácter, es decir, Lanz es un pueblo calle, ese pueblo calle es un pueblo de tránsito de mercaderes y de gentes que en otra época usaban arrierías y caballos y ahí queda también un poco el residuo de esta especie de idea de relación del pueblo con un camino real o una comunicación importante.
MGP. Ha nombrado usted al herrador, y he visto cuatro herradores con un martillo, un caldero, tenazas y otros útiles fingiendo herrar al hombre caballo, al Xaldiko. Lo han hecho ante la casa que llaman del Herrero, pero que parece ser, según dice Iribarren, que ahí nunca hubo fragua, sino que la costumbre le ha dado el nombre. El herrador parece un personaje muy importante en este Carnaval.
JCB. Sí, sí, claro, este rito de herrar al caballo en dos extremos del pueblo y que aparezcan estas máscaras en relación con el herraje y el caballo pues sí, son dos elementos también muy constitutivos dentro de este Carnaval, interpretado o reinterpretado por la gente.
MGP. Mikel Otxín, el Ziripot, los Herradores y los demás podríamos decir que son trajes normales y corrientes según el gusto de cada cual.
JCB. El criterio más específico de la máscara es que el que se disfraza no pueda ser reconocido, es decir, que el misterio de tener los trajes guardados, de que no se franquee de qué se va uno a vestir y de que la máscara o la mascarada constituya una expresión de una sociedad podríamos decir secreta, es decir, que no sabe el pueblo, es una característica también muy clásica del Carnaval antiguo, que es una fiesta en la que se procura mantener un poco el secreto o capricho de la opción del personaje; es decir, que cada mozo se disfraza en una casa con lo que la hermana o la novia les da y tienen así una especie como de voluntad de secreto dentro de la actuación.
MGP. No paso por una fiesta en la que no me pregunte: ¿y todo esto para qué le sirve al pueblo? Es posible que incluya esto en una postura nihilista de ¿para qué sirve nada? Pero, vaya, me lo pregunto.
JCB. Bueno, ahora, probablemente, menos, pero antes, en la sociedad cerrada y con poca comunicación en la que los hombres y las mujeres tenían una vida monótona, las fiestas tenían mucha más significación que ahora, porque la espera del Carnaval en el año, en cualquier pueblecito y en las grandes ciudades también, la gente de una sociedad esperaba la fiesta de Carnaval con una ilusión grande, o los niños esperaban la Navidad, o podía esperarse la Semana Santa por otras razones; ahora, claro, la gente está mucho más abierta en la sociedad, las fiestas son mucho más abundantes, el tipo de diversión de la gente es más variado y claro, ya todo va a compararse en lo que podía significar hace 40 u 80 años lo que significaba el Carnaval para un mozo que vivía en un caserío alto o en un rincón con lo que es ahora; no, ya se ve ahora mismo en las fiestas de los pueblos con baile y con música: apenas va la gente joven y prefiere ir a un sitio cerrado de tipo ciudadano; es decir, hay también no sólo el éxodo rural para el trabajo, sino el éxodo rural para la diversión. Así que esto también ha cambiado. Ahora, en Lanz, la gente parece tener mucha ilusión, se divierte y en fin, cuando se hizo la otra vez, pues la gente vieja participó con mucho gusto recordando su juventud.
MGP. En Zubieta habíamos dicho que el turismo influía, que lo cambiaba de alguna manera, que lo hacía evolucionar hacia una cosa menos genuina del pueblo. En Lanz me figuro que también. He podido ver una enorme cantidad de coches que restaban lucimiento y movilidad a las máscaras. Lo he sentido nocivo para la fiesta.
JCB. Claro, en cuanto entra el auto. Si fueran personas, hombres o mujeres, la acción podría realizarse de una manera casi normal, aunque fuera multitudinaria, ahora donde entra la masa de autos todo se convierte en obstrucción, lo mismo da que sea esto que una romería como la del Monte Aralar o cualquier romería andaluza, que antes era un rito itinerante de los carromatos, carrozas adornadas y la gente a caballo y ahora en cuanto se meten los autos pues ya se convierte en la Gran Vía todo. El auto es como decía Mahoma del arado: donde entra, entra la deshonra.
MGP. Don Julio, se le han gastado las pilas al magnetofón y el día se acaba.
JCB. Lo dejamos para mañana. Será mejor que entremos.
MGP. Hace frío.