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Los antiguos -tan dependientes de los símbolos y tan aficionados a las alegorías- solían representar a la Sabiduría como una diosa que mostraba un libro en una mano y en la otra una lámpara encendida. Creemos que sería muy difícil simbolizar mejor las dos fuentes principales del conocimiento: La historia (es decir la memoria escrita) y la luz de lo creativo, fuente de todo conocimiento futuro.
La cultura tradicional es un cúmulo de conocimientos en los que, quienes nos precedieron, supieron combinar sabiamente lo antiguo con lo nuevo, el viejo refrán y la canción recién escrita, la costumbre y la moda. Aún más, supieron convertir esa cultura en una especie de piel perfectamente adaptada a las formas y movimientos de sus cuerpos; útil para todas las exigencias, práctica y funcional.
Dice el adagio que la Naturaleza es sabia: Un sentido providencial ha rescatado del muladar en el que la insensata huída hacia adelante de los años cincuenta había convertido todo lo antiguo y especialmente lo rural, -ha rescatado, decimos- el respeto por el pasado, habitual basta en las tribus más primitivas y ausente de nuestra sociedad durante décadas.