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A José Luis G. R.
1 - CONSIDERACIONES PREVIAS
a) Problemática sobre el origen, fecha y catalogación de los cruceros gallegos:
Asombroso. Esta sería la palabra más adecuada al contemplar los innumerables y magníficos "cruceiros", esos monumentos arquitectónicos populares, esculpidos en roca granítica y casi siempre anónimos, que salpican con su presencia devota y milenaria toda la saudosa Galicia.
Es tal su abundancia que incluso muchos pueblos se permiten el lujo de tenerlos por duplicado.
Teniendo en cuenta que solamente en la provincia de Pontevedra contamos con cuatrocientos cincuenta, extrapolando la cifra al resto de las provincias, obtendríamos un número muy cercano a los dos mil cruceiros. De ahí que su recuento haya ofrecido gran dificultad, y aunque existen monografías que nos describen los de alguna provincia, carecemos, por el momento, de una catalogación íntegra y sistemática.
Desde la obra de Alfonso R. Castelao "As cruces de Pedra na Galiza", las escasas publicaciones posteriores no añaden datos relevantes acerca de los cruceros, pues en su mayor parte o son meras descripciones externas o se limitan a repetir las aportaciones de Castelao.
Aunque los cruceros responden todos a una misma estructura: un calvario con más o menos figuras, levantado sobre una columna, que se apoya en un basamento con escaleras, sin embargo se diferencian en cuanto al estilo personal de cada uno de los maestros canteros que los han esculpido, destacando, sin lugar a dudas, el de HIO (Pontevedra), construido por José Cervino García en 1873. Tal vez éste sea uno de los últimos cruceros populares, pero lo que seguimos desconociendo por completo son las fechas exactas de los más antiguos.
Castelao opina casi rotundamente que los primeros cruceros de Galicia aparecieron no antes del siglo XIII, y que, por lo tanto, pertenecen a un cierto estilo gótico. Asimismo deduce que proceden de la cristianización de los "miliarios" romanos, que jalonaban las calzadas por las que atravesaban los peregrinos a Santiago de Compostela, los cuales iban coronando con cruces los miliarios que encontraban a su paso.
Algunos de estos miliarios más antiguos aparecen ya con inscripciones de cruces, grabadas en todo su cuerpo, pero sin la cruz en lo alto, como ocurre con el de VILAR en el Concejo de Redondela (Fig. 1). Pero Castelao justifica la enorme cantidad de cruceros presentes en Galicia, debido no sólo a las peregrinaciones (lo cual también sería un argumento de peso para explicar las existencias en otras regiones por donde transitaban los peregrinos) sino también por la influencia de la multitud y variedad de los petroglifos en forma de cruz que se ven en las manifestaciones del arte rupestre gallego.
Estas cruces, en realidad, vienen a ser representaciones ultraesquemáticas, estilizaciones de la figura humana con los brazos abiertos, signos que, por otra parte, aparecen en muchos otros lugares de la prehistoria, porque el desarrollo del ser humano es el mismo en todas partes y en todas las épocas, de ahí que los dos primeros mitos manifestados a través de una geometría simbólica surgieron de un instinto común, como es el de la veneración del sol (como fuerza natural y principio de vida) representado por cruces inscritas en círculos (ruedas solares) y el de la preocupación por los muertos, expresada por medio de los menhires (grandes piedras verticales).
La unión de estas piedras con el signo de la cruz solar, no sería otra cosa más que la invocación protectora del dios solar, para los muertos, tema que cristianizado, representaría el anhelo de inmortalidad.
Fue en las Islas Británicas donde por primera vez nacieron las grandes cruces hechas de piedra, como asimilación de los menhires y asimismo la unión de los cultos antiguos, floreciendo con extraordinaria amplitud desde el siglo VII al IX.
La ausencia de menhires en Galicia, hace pensar que aquí fueron los miliarios los antecedentes más claros de los cruceros y que deben su cristianización a la devoción santiaguista que desde el siglo XI se expansionó por todo el mundo.
Las crónicas y el arte de aquellos tiempos medievales, abundan en referencias de las cruces de piedra que orlaban las rutas de peregrinación, tanto para proteger y guiar a los caminantes como para darles ánimo, incluso ante la amenaza de la peste, peligro tan frecuente en el siglo XIV. Así nos lo muestra el cuadro de Brueghel, el viejo: "Triunfo de la muerte", en el que se hiergue un crucero y en el centro un peregrino con bordón, calabaza y sombrero con "vieiras", las conchas propias de un romero de Santiago.
No obstante sólo pueden considerarse como cruceros cuando las cruces hechas en roca granítica se alzan sobre una plataforma de varias gradas, y sobre ellas el fuste, a veces con figuras de los santos más populares (San Francisco, San Antonio y Santiago) esculpidos en relieve (Fig. 3) y después del capitel, en su cima la cruz en su anverso con el Cristo crucificado (siempre con tres clavos) y la Virgen de las Angustias en el reverso, o "La Piedad" con la virgen y la figura de Cristo, muerto en su regazo, siempre en forma romboide (Figs. 4 y 5).
Para Castelao la figura de "La Piedad", casi inevitable en la mayoría de los cruceros, está tomada de la Virgen del Camino (León) y como esta imagen data de finales del siglo XIV, resulta lógico deducir que la construcción masiva de los cruceros es bastante posterior al siglo XII.
Además las primeras "cruces de piedra" que se conservan y que no son cruceros propiamente dichos, pertenecen a los albores y mediados del siglo XII, precisamente cuando las peregrinaciones alcanzan todo su esplendor, como lo testimonia la gran piedra en cruz de Barcellinhos-Barcello que representa uno de los milagros más difundidos por toda Europa: el del gallo y el ahorcado, que figura ya en el repertorio de los milagros de Santiago del "Códice Calixtino" (Fig. 2).
Finalmente Castelao concluye que el influjo de la orden mendicante de los franciscanos, tan devotos de la Cruz, fue decisivo en la génesis de los cruceros, llegando su principal difusión hacia el siglo XVII como reacción contra las negaciones del Protestantismo, surgiendo entonces una ferviente devoción por los muertos en toda Galicia y multiplicándose los encargos de cruceros a los canteros artesanos, como ofrenda de los penitentes para la remisión de las penas del Purgatorio, y a esto se deben también los "retablos de ánimas" esculpidos dentro de hornacinas en los pedestales.
Todo nos parece indicar pues, que los cruceros son una creación gótica o posterior, no nacida precisamente en Galicia, aunque aquí se aclimatara, pero sea cual sea la fecha verdadera de su aparición, la técnica de los maestros canteros está siempre imbuida por el mismo espíritu prerrenacentista, cuando el sentido esquemático prevalecía sobre los conocimientos anatómicos, estilizaciones presentes en las pinturas románicas.
Los cruceros son fruto del pueblo, arte rudo y espontáneo, siempre parecido y siempre diferente.
b) Una clasificación etnológica de los cruceros: Hay un aspecto en los cruceros, además del arquitectónico, que no suele tratarse con demasiada atención, y sin embargo, resulta de vital importancia para comprender algo más su significado.
Hipólito de Sá Bravo nos aporta recientemente algunos datos muy útiles para establecer una posible clasificación muy interesante.
De partida hay que considerar el lugar donde aparecen situados, porque generalmente y con una frecuencia abrumadora, suelen presentarse en las encrucijadas de caminos o en ciertos lugares (montes, puentes, manantiales) objeto todavía de prácticas supersticiosas, o donde acontecieron sucesos trágicos.
De este modo los cruceros actúan como instrumentos de sacralización y cristianización, protegiendo a los caminantes.
De la sacralización de los cruceros deriva toda una serie de costumbres que nos pueden ayudar a establecer una cierta clasificación, bien por el lugar o bien por la intencionalidad con la que fueron construidos. Nosotros los hemos ordenado atendiendo principalmente a su frecuencia y cantidad.
1.- Cruceros de encrucijadas
Son los cruceros que más abundan y están situados en los cruces de caminos, lugares donde los viajeros solían depositar pequeñas piedras para invocar la protección de Hermes o Mercurio, dioses viales.
Ante estos cruceros y como reminiscencias ancestrales se paran aún las comitivas fúnebres, para rezar por el alma del muerto. No nos olvidemos que, como dicen los textos sagrados, todos somos "transeúntes, extranjeros, en la tierra", y los muertos son viajeros de paso hacia otros mundos ("íncola ego sum in terra". PS. CXVIII - V.19).
2.- Cruceros de parada
Son también muy frecuentes, y están situados en los atrios de las iglesias. Delante de ellos se paran las procesiones y los entierros para requerir la ayuda de las ánimas de los antepasados, sobre todo para las curaciones de niños con graves enfermedades.
3.- Cruceros de los puentes y manantiales
Unos aparecen construidos en la parte central de algunos puentes antiguos y otros muy cercanos a manantiales de aguas con propiedades curativas (aguas termales). En estos puntos también se colocaban las aras en honor de los dioses protectores de los caminantes y son objetos de bautismos profilácticos o prenatales: la madre embarazada, junto con el resto de la familia, espera durante toda la noche el paso del primer transeúnte al que solicita que sea el padrino del bautismo, que realizará vertiendo agua del río, con una vieira, sobre el vientre de la madre. El bautismo concluye al pie del crucero.
4.- Cruceros penitenciales
Son el testimonio más palpable de la devoción por las almas del Purgatorio y fueron construidos como penitencia y expiación de las culpas, presentando pequeños retablos de ánimas en sus pedestales.
5.- Cruceros de término
Marcan los límites entre las parroquias y son signo de jurisdicción, equivalente a los rollos castellanos o a las antiguas piedras con una cruz en lo alto, que servían para cristianizar aquellos lugares que habían sido objeto de antiguas prácticas paganas.
6.- Cruceros de descanso
Son los que ofrecen una base con buenas gradas escalonadas y fueron utilizados para facilitar el descanso de los peregrinos.
En ellos se practica la costumbre de ir tres días consecutivos a sentarse, esperando las doce de la noche, como un remedio infalible contra "la mala sombra" que pesa sobre uno.
La profusión extraordinaria de prácticas heredadas del paganismo no acabó con la cristianización de Galicia, conjugándose en una auténtica simbiosis de fe y superstición y esto ha sido, en definitiva, el determinante más claro para la construcción de la mayoría de los cruceros.
Sin añadir este valor etnológico, el crucero carecería, sin duda alguna, de un significado completo.
2- UN CRUCERO INSÓLITO EN PONTERRIZA
No se trata de un crucero que destaque por su arquitectura, tampoco es magnífico por su estilo escultórico o por su tamaño fuera de lo corriente.
Tal vez si no fuera por su pedestal, apenas llamaría la atención, y esta semejanza aparente con los demás cruceros es acaso lo que ha motivado la indiferencia de los investigadores, al pasar prácticamente desapercibido.
Pero en su pedestal hay esculpidas en relieve unas figuras, que son precisamente las que le confieren su rareza y distinción (Fig. 6).
En el centro del pedestal aparecen dos personajes de tamaño muy pequeño, en comparación con las otras dos figuras situadas a los lados: Una de ellas con corona, una palma en el brazo derecho y un castillo en el izquierdo. Este mismo brazo del noble personaje acoge la mano de uno de los pequeños sujetos. En el otro lado, aparece representada la figura de un monje con un libro en el brazo, mientras sujeta con una mano la del otro personaje diminuto. Ninguna de las figuras presenta rasgos definidos, por lo que resulta imposible su identificación con personajes históricos concretos.
Se trata evidentemente de una representación puramente simbólica y es obvio que se refiere a las tres clases sociales de la Alta Edad Media: La nobleza, el clero y los vasallos.
La nobleza con los símbolos de su misión; ofrecer la fortaleza y seguridad (el castillo) y la serenidad y el júbilo de la protección celestial (la palma).
El clero proporciona la cultura y la evangelización (el libro, tal vez el de Las Sagradas Escrituras).
Los vasallos, seres menores e inferiores en categoría, están simbolizados por su mucho menor tamaño, dado que su única misión es obedecer, dejarse guiar, y de ahí que den su mano a las otras dos clases sociales, aceptando su ofrecimiento.
La intención es bien clara; se trata de adoctrinar por medio de la imagen, único sistema posible de inculcar las ideas, en un pueblo analfabeto, durante la Edad Media.
No nos consta por ninguna publicación, dibujo o documento la existencia de otros cruceros similares. La mayoría de los que tienen relieves en su pedestal, nos presentan "ánimas", sufriendo las llamas del Purgatorio (petos de ánimas) o bien representaciones de Adán y Eva con la serpiente, y calaveras, pero nunca otras figuras que se aparten de referencias exclusivamente religiosas.
Este crucero de Ponterriza en el concejo de Carballino (Orense) es pues el único que nos ofrece una representación referida a la denominada "pirámide social" de una época medieval anterior al siglo XIII, ya que no aparece representada la burguesía, clase social posterior.
Por el aspecto arquitectónico no presenta ninguna variante, ya que tiene "La Virgen" en el reverso y el Cristo en el anverso, sin otras novedades dignas de mención. No es posible por tanto establecer la fecha concreta de su construcción, aunque las figuras del pedestal son de factura más románica que gótica.
Lo más insólito es su ubicación en un pueblo muy poco poblado, con un número de vecinos excesivamente reducido. Sin embargo, el nombre "Ponterriza" nos sugiere incluirlo dentro de la clasificación establecida anteriormente, como uno de los "cruceros de puente", aunque no esté situado actualmente en el centro del pequeño puente que atraviesa un riachuelo, camino de una fuente termal con cierta fama de curaciones, y ello también explicaría su construcción para sacralizar el lugar, famoso desde antaño por sus aguas. Lo que también resulta bastante extraño es que a un simple cantero se le ocurra plasmar una "escena", que supone tener una amplia concepción de toda la estructura social.
El concepto de jerarquización de la sociedad medieval, solamente podemos vincularlo a un centro de pensamiento como lo es, en la Edad Media, un monasterio.
Es evidente que un monasterio medieval es un centro productivo, en el amplio sentido, material, espiritual e ideológico. Todo monasterio en sí mismo está cargado de contenido iconográfico a través de todo tipo de imágenes plásticas (pintadas o esculpidas) en sus códices, pórticos, claustros, bóvedas y demás dependencias, que tienen como principal misión mostrar visualmente complejos pensamientos de difícil acceso para los propios monjes, incluso, y mucho más para los fieles iletrados.
Y un foco de cultura y pensamiento lo es también, por consiguiente, el grandioso monasterio de Osera (El Escorial de Galicia) fundado hacia la mitad del siglo XII por el rey Alfonso VII, que estaba dotado de una amplísima jurisdicción sobre villas y pequeños poblados próximos, entre los que figuraba el cercano pueblecito de Ponterriza, a unos veinte kilómetros de Osera.
Ponterriza actualmente está enclavado en el concejo de Carballino, llamado así porque en la Alta Edad Media comenzaron a celebrarse grandes ferias y mercados en un paraje lleno de "carballos" (robles), dando lugar poco a poco a una gran villa, que con el paso de los siglos marginó por completo al pueblo de Señorín (hoy sólo un barrio de Carballino), donde había surgido. Sólo esta proximidad y pertenencia al Monasterio de Osera, podría explicar y justificar, de algún modo, la existencia del crucero de Ponterriza, tal vez encargado a un cantero laico por la autoridad religiosa con la finalidad eminentemente didáctica de que la idea de la jerarquización social quedara grabada en la mente de los caminantes, y a ello se debe la distorsión de las figuras para que ayudara a permanecer el contenido del mensaje en la memoria visual de sus receptores, lo cual responde a la llamada "Ley del marco", porque el protagonismo del lugar de mucho tránsito en aquellos tiempos de tantas supersticiones, impone el determinismo espacial, adecuándose el tamaño distinto de las imágenes al marco formal de presentación, muy apropiado por el paso frecuente de los transeúntes hacia un manantial de mágicas propiedades.
La hipótesis expuesta nos confirma que no todos los cruceros fueron construidos por encargo de particulares y que muchos otros están situados en las cercanías de monasterios e iglesias tan frecuentes y que propagaban la devoción a la Cruz y a la Virgen, siempre presentes en los cruceros de toda Galicia.
El crucero de Ponterriza, con una rareza iconográfica, es una excepción, como lo es el monasterio de Osera por sus gigantescas proporciones y su extensa jurisdicción.
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BIBLIOGRAFÍA
BARREIRO, B.: "Monumentos populares: las cruces y los cruceros", en Galicia Diplomática, IV, 1889.
CASTELAO, A. R.: As cruces de pedra na Caliza, Buenos Aires, 1949 y Edit. Akal, 1975.
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