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Máxime Chevalier, estudioso de los cuentos folklóricos del Siglo de Oro, considera que el cuento número 25 del Portacuentos de Joan Timoneda es "verosímilmente folklórico en el siglo XVI" (1). El cuento dice así:
Yendo tres de compañía, un capitán, y un recuero, y un rufián, allegaron a una venta que era de una viuda muy truhanera. Preguntáronle si había algo que comer. Díjoles que no había otra cosa, sino un par de perdigones, pero que los cenaría con ella aquel que le declarase tres preguntas: Contentos, preguntóles qué sombra había mejor, y vista y ruido, en esta mundana vida. Respondió el capitán:
- Sombra de tienda de campo, vista de españoles y ruido de atambores.
Respondió el recuero:
- Sombra de mesón, vista de poblado, ruido de acémilas.
Respondió el rufián:
- Sombra de pabellón, vista de gentil mujer, ruido de colchones.
Dijo ella:
- Vos cenaréis conmigo los perdigones (2).
Para considerar folklórico en dicho siglo el cuento de Timoneda, M. Chevalier se apoya en la aparición de narraciones muy parecidas en las obras de dos escritores franceses de esa centuria. Son Grand parangón des nouvelles nouvelles, de Nicolás de Troyes, publicada en 1537, y Pantagruel de François Rabelais, cuya primera edición es del año 1532 (3). Ahora podemos sostener que este tipo de cuento ha seguido vivo en la tradición oral castellana. La prueba es esta versión que recogí hace unos años en el pueblo de Fuentelcésped, en la Ribera burgalesa:
Brindis del capitán, del labrador y del cura
Esto era un capitán, un labrador y un cura que se apostaron media docena de pichones a ver quién decía el mejor brindis. Dijo el capitán:
- Para sombra mi bandera,
para mi gran placer
ver mis tropas vencer
y alojada en buenos pabellones
para mí son los pichones.
Dijo el labrador:
- Para sombra una noguera,
para mi gran placer
ver mis trigos crecer
y deshechos los terrones
para mi son los pichones.
Dijo el cura:
- Para sombra una bodega,
para mi gran placer
verme entre los muslos de una mujer
con las manos en las tetas
y la polla metida hasta los cojones,
para mí son los pichones (4).
Como puede observarse, la obscenidad con que se manifiesta el cura castellano está más cerca de la procacidad de Panurgo que de la expresión contenida del rufián de Timoneda.
Si bien el título del cuento es el de brindis, no aparecen en él las características propias de éste (5). Tampoco el cuento de Timoneda es un acertijo, aunque M. Chevalier lo haya titulado El acertijo de la ventera (6). Según María Moliner, acertijo y adivinanza son términos sinónimos o casi sinónimos; el primero se define como Frase, versos, dibujo etcétera, en que se describe indirectamente algo cuya adivinación se propone como pasatiempo (7). Y la misma definición, con algunos cambios formales, se da del segundo. Lo que propone la ventera a los tres caminantes no es un acertijo o adivinanza, sino tres preguntas para las que busca las respuestas más ingeniosas y acordes con su pensamiento, como se comprueba en el desenlace. Lo esencial es que, para ganarse cierta comida, y, quizá algo más, tres personajes (capitán, recuero y rufián en el cuento del siglo XVI; capitán, labrador y cura en el cuento búrgales actual) compiten no en una prueba de fuerza o habilidad física, sino en una prueba de ingenio verbal. Compárese con este otro recogido en Peñafiel:
Era una vez una cuadrilla de gallegos, de segadores, cuando venían a tierra de Castilla a segar. Eran dos segadores y rapaciño, que era el mochil, el que llevaba las comidas y las meriendas. Y se apuestan a ver quién se ganaba la cena de los tres a mejor dilema de lobo lobato. Y le dicen al rapaciño primero que diga él, y dice el rapaciño que él no sabe nada, que lo diga el primer mayoral, y dice el primer mayoral:
- Ese lobo lobato que está colgado en el maragato (sic) (8), ha comido más veces carne cruda que no asada.
Y dice el mayoral:
- ¡Bien, coño, ha estao bien!
Ahora el segundo mayoral dice:
- Ese lobo lobato que está colgao en el maragato, ha dormido más veces al sereno que debajo de sotrechado (sic).
- ¡Coño, ha estao bien! - dice. Ahora el rapaciño.
Dice: - Yo no sabo nada.
- Pues tienes que decir lo que sea.
Y dice el rapaciño:
- Ese lobo lobato que está colgao en el maragato, no tuvo peor día que el día que le mataron.
- ¡Coño!, pues ha estao la mejor de todas; pues se ha ganao la cena de todos (9).
Aurelio M. Espinosa, hijo, recogió en Castilla dos versiones de este cuento. En la primera, palentina, son tres estudiantes los que han cazado el lobo y se disputan la recompensa soltando un "discurso" ante el juez (10). En la segunda, vallisoletana como la mía, son tres cazadores y, para decidir quién gana, hacen un "brindis" ante el rey (11). Este cuento no es muy frecuente; aparte de estas dos, el mismo autor cita otras recogidas en Salamanca por Luis Cortés y varias en Portugal. En la recientemente publicada colección Cuentos populares extremeños y andaluces, aparece otra versión en la que son cuatro los estudiantes, y "el que mejor ditáme (sic) le tire al lobo, se yeva las dos pesetas" (12).
El hispanista norteamericano los clasifica dentro del apartado Cuentos novelescos, subapartado El muchacho listo, relacionándolos con los de "las tres preguntas" (13), con los que, en efecto, comparten algunos rasgos, pero no son fundamentales. Más cerca están de "el mejor sueño", cuento en el que tres estudiantes compiten por la comida narrando sus sueños y con desenlace picaresco (14).
Tenemos, pues, tres subtipos que podemos resumir así:
1.- La mejor respuesta
- Tres personajes de distinto oficio (capitán, recuero, rufián / capitán, labrador, cura).
- Compiten por comida (perdigones / pichones).
- Prueba: responder a tres preguntas.
- Gana el más pícaro.
2.- El mejor discurso
- Tres personajes del mismo oficio (cazadores, estudiantes, segadores).
- Compiten por una recompensa (o comida).
- Prueba: decir el mejor discurso / brindis / dilema...
- Gana el más ingenioso (a veces es el "bobo").
3.- El mejor sueño
- Tres estudiantes.
- Compiten por la comida.
- Prueba: narrar el mejor sueño.
- Gana el más astuto.
Los tres podrían formar una sola clase que se expresa en este esquema: Para terminar recordaremos que esta estructura parece ser la misma de los conocidos chistes que comienzan "había un inglés, un francés y un español...", si bien la nacionalidad de los personajes puede cambiar. En ellos se compite por dejar en buen lugar la honra nacional, que los extranjeros se toman muy en serio, mientras que el español sólo pretende ser el más "listo", ingenioso o escéptico.
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(1) CHEVALIER. M.: Cuentos follklóricos españoles del Siglo de Oro, Barcelona, Critica, 1983, p. 270.
(2) T1MONEDA, Joan; Buen aviso y portacuentos. El sobremesa y alivio de caminantes, ed. de P. Cuartero y M. Chevalier, Madrid, Espasa Calpe. Clásicos Castellanos, 1990, pp. 151-152.
(3) Ibídem, p. 151. El texto que aparece en el capítulo XXVII de Pantagruel dice así:
Lors dist Pantagruel:
Allons, enfants c'est trop muse icy a la viande, car a grand poien voit—on advenir que grans bancqueterus facent beaulx faictz d'armes. In n'est umbre que d'eslandartz, in n'esl fumee que de chevaulx el clycquetys que de harnoys.
A ce comemcza Epistémon soulrire et dist:
il n'est umbre que de cuisine. fumée que de pastéz et clycquetys que de tasses".
A quoy respondit Panurge:
Il n'est umbre que de courtines, fumée que de tetins* et cliycquetys que de cuillons
[* L’edition de Juste 1533 donne ici: jumée que con. (Nota del Editor)
RABELAIS, F.: Oeuvres completes, Gallimard, 1985, p. 282.
(4) Narrado por Pablo García, de 73 años, en Fuentelcesped (Burgos), el 28 de Julio de 1987.
(5) Véase MARTIN CRIARO, Arturo. "Poesia popular: el brindis", Revista de Folklore, nº 101, 1989, pp. 12-18.
(6)CHEVALIER, M.: Op. cit., p. 270.
(7) Diccionario de Uso del Español, I. Madrid, Credos, 1981
(8) Por garabato, "gancho".
(9) Lo contó Emiliano Cano, de 42 años, en 1987.
(10) ESPINOSA, A. M. hijo: Cuentos populares de Castilla y León, II, Madrid, CSIC, 1988, cuento nº 252, p. 87.
(11) Ibídem. n° 253, p. 88.
(12) Cuentos populares extremeños y andaluces, introducción y coordinación de J. Rodriguez Pastor, Diputación de Badajoz y Diputación de Huelva, 1990, p. 323,
(13) ESPINOSA, A. M. hijo: Op. cit. pp. 76-80.
(l4) Ibídem. pp. 248-250.