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Revista de Folklore número

173



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LA DANZA DE LOS LEÑADORES O "LLENYATERS" DE VILAMARXANT (VALENCIA)

ATIENZA PEÑARROCHA, Antonio

Publicado en el año 1995 en la Revista de Folklore número 173 - sumario >



DANZAS Y SOCIEDAD

Toda sociedad contiene en su seno contradicciones y tensiones a las cuales se intenta dar salida de forma controlada y pacífica. La sociedad que hoy día denominamos "tradicional" y que abarcaría un período histórico que podríamos situar en el del desarrollo del sistema capitalista y su implantación, no pudo superar las contradicciones que el nuevo sistema de producción imponía a su delicado equilibrio; la adaptación a las nuevas circunstancias ha generado la sociedad actual. Las relaciones económicas y sociales actuales ya no son las mismas que imperaban antes del absoluto triunfo del capitalismo industrial. Nuevos problemas se plantean hoy día, y en algunos casos se readoptan las viejas soluciones, aplicadas ya en el sistema social tradicional.

En España, por ser la transformación social hacia el capitalismo relativamente reciente, aún podemos rastrear, por medio de la etnografía, los mecanismos de funcionamiento de la vieja sociedad, y lo que es más interesante, sus sistemas de control, sus "válvulas de escape" para los conflictos. Algunos de estos mecanismos aún subsisten, convertidos en atracciones turísticas o manifestaciones folklóricas. El contenido del presente artículo pretende demostrar que una de estas "curiosidades" es un resto de un sistema de nivelación social o de relativización de tensiones.

Previamente, y como que vamos a hablar de una danza, queríamos distinguir entre danza y baile. Consideramos que la danza es un baile que se ejecuta de modo ritual, es decir, en unas circunstancias fijadas y aceptadas por la colectividad; la danza se ejecuta en un contexto temporal -fiesta, celebración- y espacial -ciudad, barrio, plaza, itinerario prescrito-; tiene una indumentaria prefijada, que intenta destacar su antigüedad utilizando unas ropas pretendidamente arcaicas: faldillas, calzones cortos, enaguas, toneletes, trusas, etc.; las músicas se interpretan con instrumentos "tradicionales": rondallas, gaitas, dulzainas,... y sólo si faltan se recurre a una sección de Banda de Música que, recordémoslo, ya son del siglo pasado.

La danza tiene por tanto un sentido ritual, es decir, conservador y prefijado. Se atañe a unos cánones, aunque después, -muestra de su propia vitalidad- se admitan pequeñas licencias -incorporación de nuevos elementos plásticos, melodías o coreografías.

Fijada la danza, en el ámbito valenciano podríamos distinguir dos modelos de éstas: las danzas de socialización, y las damas pantomímicas. Las danzas de socialización son aquellas cuyo objetivo consiste en establecer, mediante la alianza entre música, baile y un ritual, lazos sociales en la colectividad que lo practica. El reforzamiento de relaciones, o el entibiamiento de los conflictos, también serían fines primordiales de este modelo de danzas. Esta explicación la hemos desarrollado más en otro sitio (1).

Las danzas pantomímicas se representan en torno a festividades religiosas y, en algún caso, profanas. Lógicamente, sus actuaciones se relacionan con la divinidad o la santidad homenajeada. Por ello, lo más normal es que tengan su lugar en las procesiones. Los casos más conocidos son los de las procesiones de Corpus, o las de exaltación mariana.

Sin embargo, existía un pequeño número de danzas pantomímicas, danzas en las que los ejecutantes representaban alguna cosa o algún mensaje, cuya representación, dentro del espacio temporal festivo, estaba exenta del acto puramente religioso, es decir, de la procesión. Su finalidad oficial era crear ambiente festivo, alegrar al público, anunciar la festividad. En este bloque estarían, en el caso valenciano, los bailes de Nanos -que también se integran en las procesiones-; "els Porrots" y "els Bastonots" de Silla y Picassent, respectivamente; la cabalgata de la "Degolla" del Corpus Valenciano; "els Pelegrinets de Sant Roc", de Morella; y dos bailes de ambiente navideño: el "ball de Reixos", de Moixent, y el "ball dels llenyaters", de Vilamarxant.

Recientemente, sin embargo, algunas danzas procesionales se han sacado de su contexto tradicional, y se han incorporado a fiestas no religiosas, o a cabalgatas no procesionales.

En otro ámbito, cabría colocar las danzas que antaño se integraban en las fiestas de ambiente religioso pero no procesional, como las fiestas de Moros y Cristianos de la comarca de Requena-Utiel o los "Entramoros" de la Serranía, o de Fiesta de la Ermitana de Penyíscola.

Sin embargo, por no hacer exhaustiva la lista, dejamos aquí las matizaciones, no sin hacer referencia a unas Danzas pantomímicas de ambiente profano: las de Carnaval de la Mojiganga de Titagüas, o de Teresa de Cofrentes.

DANZA Y NIVELACIÓN SOCIAL

En la actualidad, estos bailes citados, o se han perdido, o subsisten como una actuación folklórica: se interpretan por personas cuya finalidad es la recuperación y manutención de las manifestaciones musicales y coreográficas de la sociedad tradicional.

Sin embargo, en el pasado, las danzas eran interpretadas por personas conscientes de su papel, imbuidas de responsabilidad ante el efecto estético, y por tanto, moralista, de su representación. De ahí que, en unos casos, los bailarines fueran contratados —es decir, se trataba de semiprofesionales-, o bien fueran hijos de la localidad que habían conseguido su puesto por herencia familiar, o por brega en los ensayos para ser seleccionado.

Esto es válido para las danzas procesionales, pero, ¿y las no procesionales? Muchas veces los informantes nos destacan que esas danzas no procesionales, de ambiente festivo, eran ejecutadas por "los más pobres", por "los borrachillos", por "la gente más humilde"... Es decir, que las danzas no procesionales eran ejecutadas en algunos casos por personas de bajo nivel económico y social, que aprovechaban su interpretación para poder comer y beber, invitados por los vecinos a cuya puerta bailaban, o para recoger algún dinero. No todas las citadas, claro, pero sí algunas.

Se podría objetar que también las danzas procesionales reclaman su óbolo a los espectadores: los "botargas" de la procesión de la Virgen de la Salud de Algemesí tienen esa función; en el Corpus valenciano, los Nanos o cabezudos tienden sus grandes testas de cartón a un público generoso...

Pero creo que el carácter es totalmente diferente, porque en este caso no se selecciona a los donantes. En cambio, en las danzas "no procesionales" sí que se buscaba una determinada casa al pasar por una calle. Creo que existía una motivación más allá de la puramente económica; ese día, los danzantes actuaban como embajadores, como heraldos festivos. Tras el baile, eran convidados, a menudo en el interior de las casas, de las mejores casas de la localidad. Al obsequiárseles se les reconocía un puesto en la sociedad, bajo, sí, pero se les aceptaba como integrados en el microcosmos local. Debe recordarse que el ambiente festivo es el idóneo para la integración social, como se ve hoy día con la inmersión social de los inmigrantes en sus nuevos lugares de residencia gracias a rituales festivos. A los danzantes que se les admitía en la casa del hacendado se les daba un trato paternal, se les instaba a aceptar obsequios en forma de dulces o dinero: en definitiva, "se les ponía en su sitio" social, pero se les reconocía como miembros del colectivo.

Por ello, creo que cabría abrir una distinción en estas danzas no procesionales, admitiendo algunas de ellas como rituales de aceptación y de nivelación social. De aceptación, porque a estos danzantes humildes y semialcohólicos se les reconocía un lugar en el cuerpo social. De nivelación, porque al considerárseles miembros de la sociedad, y no marginados de ella, se les nivelaba, se les situaba en su escalafón después de haber sido raserados con las clases altas de la localidad en la mesa de convite.

Dentro de las tácticas festivas de control social, estudiadas por Enrique Gil Calvo, creo que cabría introducir este proceso, que no es de inversión social, sino de nivelación, de igualitarismo relativo: se borran por unos instantes, aparentemente, unas barreras sociales, alzadas por el poder económico o, en la sociedad estamental, por el nacimiento. A este proceso de igualar todas las capas sociales en torno a unos vasos y a unas pastas, que no hacen sino marcar las diferencias de rango, lo denomino nivelación. Por ello, considero que las que tal hacen, son danzas de nivelación social.

En las danzas pantomímicas de nivelación social, no existe un ámbito espacial sacro, es decir, no están integradas en una procesión, salvo un caso que citaremos después —aunque podrían considerarse otros-. Sin embargo, tienen lugar dentro del ámbito festivo espacio-temporal. Los bailadores interpretan la danza con interés y dignidad las más de las veces. Pero, con el transcurso del acto y las repetidas invitaciones a dulces y licores, no es de extrañar que se embriagaran los protagonistas, dando lugar a espectáculos poco apreciados por las gentes... y por los etnógrafos de principios de siglo. No se debe olvidar que los danzantes eran considerados "els borratxets del poble" (los borrachillos del pueblo); así nos describieron a los antiguos danzantes de "Els Bastonots" de Picasaent.

En el caso de la Danza dels Llenyaters de Vilamarxant, que después describiremos, los comunicantes nos destacaron que en el pasado era interpretada por los leñadores que recorrían los montes recolectando la fornilla -de forn, horno-, nombre genérico del monte bajo, de la maleza, empleada para los hornos de cerámica. Después volveremos sobre ésto. Antes, vamos a terminar aclarando un par de cuestiones.

Dentro de las procesiones también existieron danzas de nivelación social, como la Dansa de la Muixeranga de la Procesión de la Virgen de la Salud de Algemesí. Pero, en dicha procesión, tan sólo podríamos clasificar como tal a esta danza. Sobre ella ya dimos una descripción en esta misma Revista; ahora, sólo cabría recordar que la ejecutaban "els de les barraquetes", es decir, la gente que vivía en barraquitas o chabolas, y que salían ya los últimos años sólo por el dinero; era, por tanto, una danza mercenaria, que conservaba del pasado algunos rasgos, como el que algunas de sus acrobáticas figuras "caminaban", es decir, avanzaban y se introducían en las casas donde iban a ser invitados. En el ya referido artículo explicaba cómo la Muixaranga dejó de ser mercenaria, y ahora el "Enterro" sólo entra en casas de amigos y parientes previamente avisados. Sus rasgos de nivelación social sólo pueden, por tanto, ser entrevistos, y son, lógicamente, muy discutibles.

Esto nos lleva a tratar de otro punto: la dejación de la sociedad de unos actos en manos mercenarias que rápidamente los degradan. En el caso del Corpus valenciano, las danzas, al ser abandonadas en su organización y montaje por los gremios o las familias que las "heredaban", fueron depositadas en personas cuyo interés era meramente económico, y que perteneciendo a capas marginadas de la sociedad no pudieron reconvertirlas en medios de integración social.

Analizado todo esto, pasemos a ver el ambiente social de los protagonistas de nuestra Danza.

LOS LEÑADORES DE VILAMARXANT

En torno a la ciudad de Valencia existían diversos centros dedicados a la producción de cerámica y de loza; producción destinada al consumo de la propia capital y de su hinterland comarcano, y a la exportación. De estos centros, tres aún siguen en activo; Paterna, centrada en la producción de alfarería "de basto", y de adorno, con motivos de tradición morisca; Alaquás, de producción cacharrera para uso culinario -sus habitantes reciben el mote de "peroleros"-; y Manises, con una producción muy diversificada, atendiendo a la fabricación de piezas decoradas tanto para uso diario como suntuario, así como de loza, o de azulejos pintados que se denominan, significativamente, en valenciano, manise.

Para cocer en hornos —forns— toda esta producción era necesaria una enorme cantidad de leña baja, de la ya citada fornilla. A la búsqueda, cosecha y acarreo de este material se dedicaban personas que, por carecer de tierras, no tenían otro medio de vida. Normalmente eran jornaleros, labradores sin tierra, que asumían el oficio de carboneros o de leñadores —llenyaters— de localidades situadas en el primer escalón geológico que se levanta al salir de la huerta de Valencia y adentrarse unos veinte kilómetros en el interior. Son tierras más montañosas y menos regadas, aptas para cultivos de secano -olivo, vid, algarrobas, cereales-, que impelían a sus habitantes a buscar un refuerzo a sus ingresos en las épocas de poco trabajo agrícola. Sin embargo, aquellos que ni tan siquiera tenían asegurado su sustento con una propiedad, recorrían los montes, desde Ribarroja hasta Requena, recolectando monte bajo: aliagas -argilagues-, romero, botges, coscolla o coscoja, llentiscle o lentisco, etc. Las matas se cargaban en carros, y ésta era una labor muy meritoria, pues se aprovechaba el viaje cargando el vehículo al máximo; la masa sobresalía de la caja del carro por arriba, por detrás, y por delante, incluso "volando" por encima del lomo de la caballería, pero sin tocarlo. A esta carga se le llamaba carretá.

Los leñadores de Vilamarxant abastecían a Manises, diariamente, con diez o doce carros. No hace falta que señalemos al lector la importancia ecológica que estos leñadores tenían: los montes estaban limpios "como la palma de una mano", y antes los incendios forestales "ni se conocían".

De paso, diremos que otra actividad de estos leñadores era la producción de carbón vegetal, uno de cuyos centros más importantes de redistribución era Lliria, al norte de Vilamarxant. Este carbón se troceaba para uso doméstico, y se le llamaba moliná.

Sin embargo, el rendimiento económico de todo este esfuerzo era poco, y los leñadores no salían de pobres.

ELS VILLANCICOS DE VILAMARXANT

En Vilamarxant, a la fiesta que vamos a describir se la conoce como "Els Villancicos", y está compuesta por el itinerario que realiza la danza de los leñadores.

Antaño, la fiesta era mucho más ensayada que ahora. Los leñadores que saldrían a cantar y bailar comenzaban dos o tres meses antes del día de Navidad a ensayar en las tabernas del pueblo, por las noches. La gente se congregaba para verlos y, aprovechando la presencia de los músicos, la pretendida sesión de trabajo terminaba en fiesta. Como los taberneros estaban interesados en la afluencia de público a sus locales, convidaban a los bailadores a vino, a la bebida.

Al llegar la Nochebuena, bailaban al pie del altar, tras la misa del gallo. Debe tenerse en cuenta que existía tradición, en algunos pueblos, de cantar en esa misa del gallo un romance de ambiente navideño denominado "El nacimiento", similar en contenido al canto de Vilamarxant. Esta tradición aún se mantiene en la aldea de Villar de Tejas, situada en la sierra del Remedio o del Negrete, entre Chelva y Utiel, frecuentada por los leñadores.

Pero el día festivo por excelencia era el día de Navidad. Sobre las ocho de la mañana o las nueve, músicos y bailadores se reunían para desayunar en el "Musical", el bar de la Sociedad Musical de la Banda de Música de Vilamarxant. El local hace esquina en uno de los cruces de calles más concurridos de la localidad. Al acabar el refrigerio, salían a la calle y allí mismo bailaban por primera vez. Después iban a casa del Alcalde, para "pedir permiso", y allí volvían a bailar. El Alcalde, por supuesto, les concedía el permiso, y les invitaba a pasar a su casa, donde les convidaba a dulces y licores. Después ya iban dando la vuelta al pueblo, bailando, hasta que a las 12 de la mañana acudían a la puerta de la Iglesia, para que la gente, al salir de misa, los viera. Iban recogiendo "la voluntad", en metálico o especie, o bien se les convidaba a las casas. Así, seguían bailando todo el día.

Al día siguiente, segundo día de Navidad, y también festivo, se desplazaban a Manises para bailar allí, y por un lado recoger más dinero, y por otro obsequiar —y ser obsequiados— bailando para los ceramistas que les compraban la leña a lo largo del año.

Por cierto que en Manises, el día de inocentes, se bailaba una danza de aire burlesco, la Dansa dels Arquéis —de los arquitos— a cargo de hombres vestidos de pastorcitas. También recaudaban un dinero, que luego invertían en una paella guisada y comida en la Masía del Racó, o la de la Cova, en un ambiente de francachela. Esta noticia la debemos a D. José María Moreno Royo, cronista de Manises. Es probable que se tratara de otra danza de nivelación, pero la falta de datos no nos permite identificarla con seguridad.

Los comunicantes nos sitúan en la guerra civil el inicio de la decadencia de la fiesta. Al terminar ésta, sólo se bailaba ya medio día, y a partir de 1950 ó 1951, dejó de bailarse.

Un factor importante para esta pérdida —y que en definitiva demuestra el transfondo socioeconómico de la danza— fue el despegue económico de la comarca. Las clases pobres, que hasta ese momento vivían de la recolección de la leña, pasaron a trabajar en las industrias que se estaban instalando en los aledaños de Valencia en especial en las localidades de Quart de Poblet, Manises, Xirivella, Mislata, y la propia Valencia. Paralelamente, loa hornos maniseros comenzaron a industrializarse, pasando a consumir gasoil para la combustión, en vez de la leña tradicional. La propia labor de leñador entraba en crisis.

Mientras tanto, en la comarca se había gestado un proyecto de reconversión agrícola. La instalación de una red de regadíos y la apertura de pozos, condujo a la sustitución de los cultivos de secano por el naranjo. Este cultivo requiere una fuerte capitalización inicial, pero en aquella época era muy rentable, además de que requiere unos cuidados muy espaciados, los cuales se han visto favorecidos por los avances tecnológicos -muy discutidos por los teóricos de la agricultura biológica- en herbicidas y fungicidas. Vilamarxant cambió su economía hacía una agricultura capitalista, con grandes inversiones y poca mano de obra -exceptuando la época de la cosecha-. La población se veía empujada hacia la industria. De esta forma desaparecía ese sector más desfavorecido de la población, y se privaba la razón de ser de una danza de una fiesta, de nivelación social.

LA RECUPERACIÓN DE LA FIESTA

En 1979, un grupo de amigos, nuestros comunicantes, ya mayores, que habían conocido en su juventud la fiesta, decidieron impulsar su recuperación. Esta se ha conseguido, pero la motivación de la misma ha cambiado radicalmente. Ya no se trata de superar problemas sociales: ahora es una fiesta de identidad local, con la cual los naturales de Vilamarxant desean reafirmar su personalidad y su cultura.

Como ya es sabido, a finales de los setenta en toda España se vive un interés hacia la recuperación del pasado etnográfico, paralelo a la recuperación de la idea autonomista. Es un movimiento crítico hacia el progreso de los sesenta que ha desembocado de manera brusca en una dura crisis económica y social. La recuperación de formas y fiestas es paralela a una búsqueda de identidad nacional tras la dictadura del General Franco, que se da también a nivel político y religioso.

Volvamos a Vilamarxant. Este grupo de amigos: el Sr. "Valero", el Tío "Ceba", etc. se dirigieron al último bailador que recordaba algo de la Danza, el Tío Ramón. Aquí tenemos una lección para algunos investigadores del folklore que quieren arrogarse unas exclusividades sobre la recuperación de piezas, y que afirman que sin unos estudios, una preparación, una "cultura"...no se puede hacer nada serio: la voluntad, las ganas y el interés son más importantes que toda la vana palabrería que muestran algunos folkloristas.

El Tío Ramón era muy mayor, y la memoria le fallaba. Costó casi seis meses reconstruir danza, texto y música. Por fin, esas navidades ya salieron a bailar, reproduciendo el ritual de almorzar en el Musical, bailar a la puerta y pedir el permiso al Alcalde.

El fenómeno conmocionó a la localidad. El Sr. Valero nos contaba cómo "salían las personas mayores a vernos, con una emoción... mira, lloraban y todo; las abueletas, tenían un sentimiento al vernos...".

Aquello ya supuso la recuperación del baile, pero no de forma continuada. Pese a la buena voluntad, habían causas mayores, y a veces por problemas de salud, alguno de los cuatro bailadores no podía salir. Finalmente, el Grup de Danses de Vilamarxant se hizo cargo de la representación.

De esta forma se ha recuperado la tradición, aunque algo alterado el ritual inicial, como describiremos después.

INDUMENTARIA

Antaño, la indumentaria de los bailadores era su ropa de diario, prácticamente: camisa, pantalón de pana largo, de color negro, chaleco, del mismo color. Cuando el Sr. Valero y sus amigos recuperaron la danza, adoptaron una indumentaria similar: camisa con mangas remangadas hasta el codo, pantalón largo negro, chaleco también negro, y pañuelo anudado a la cabeza.

En la actualidad, los cuatro danzantes visten camisa de cuadros, de franela o vilella, un chaleco o zamarra de piel de oveja, calzón corto negro, medias blancas, alpargatas de esparto y pañuelo anudado a la cabeza.

LA FIESTA EN LA ACTUALIDAD

Hoy día los bailadores y la rondalla, ésta vestida con la blusa negra de los labradores valencianos, se congrega, el día de Navidad, sobre las 12,30 ó 13,00 horas, al acabar la Misa del día. A la antigua comitiva de bailadores y rondalla se ha añadido un grupo de niñas y de chicas vestidas a la usanza típica de la localidad. Al acabar la misa, el cura ofrece besar los pies de una imagen del Niño Jesús. Después de esta ceremonia, la rondalla se sitúa en los escalones del altar, mientras los cuatro danzantes se colocan a los pies de las gradas, y allí bailan la Dansa dels Llenyaters. Seguidamente, las niñas y las mozas bailan el "Villancico de Cheste", una composición navideña con ritmo de jota sobre la que después volveremos.

Al terminar los bailes, salen y los repiten a la puerta de la iglesia. A los asistentes se les pide "la voluntad", y a cambio de ésta se dan los textos de los cantos. Después, comienzan a dar la vuelta al pueblo, durante un par de horas.

LA DANSA DELS LLENYATERS O ELS VILLANCICOS

Pasemos ya a describir la Danza propiamente dicha. La interpretan cuatro hombres, preferentemente mayores, vestidos como ya se ha dicho. Llevan un pequeño hato de leña atado a la espalda, y en la mano llevan un gaiato o cayado, como de un metro de largo y con el mango curvado; es la herramienta clásica del pastor valenciano, confeccionado en madera de almez o llidoner.

Los leñadores forman un cuadrado, cada uno en una esquina, y golpean rítmicamente el suelo con el bastón marcando el ritmo.

Las estrofas se cantan así: el solista canta el primer verso, y el coro la repite, cantando seguidamente el resto de la copla. Cada estrofa se compone de cuatro versos, repitiéndose los dos primeros de forma generalizada; a veces los dos últimos también se repiten, o bien se les añaden otros dos versos -resultando la estrofa, por tanto, de seis versos—, hasta completar los ocho cantados. Así:

(Solista)

A esta puerta hemos llegado
con alegría y amor

(Coro)

A esta puerta hemos llegado
con alegría y amor
con licencia del Alcalde
que ha nacido el redentor
que ha nacido el redentor
le ofrecemos este baile.

Se ha repetido el penúltimo verso, y se ha añadido otro.
Las tierras de Galilea
será preciso tomar
las tierras de Galilea
será preciso tomar
con toda la mala idea
degüello quieren pasar
degüello quieren pasar
a los hijos de Judea.

Por la sierra va Pascual
llamando a sus compañeros.
Por la sierra va Pascual
llamando a sus compañeros
porque dicen que ha nacido
el Redentor de los cielos
porque dicen que ha nacido
el Redentor de los cielos.

Aquí se han repetido los cuatro. En la siguiente, en cambio, no se repiten, y en la siguiente, uno; en la última, se vuelven a repetir los cuatro.

Los pastores que supieron
que el niño estaba en Belén
se dejaron el ganado
y escaparon a correr,
Unos llegaron primero
otros llegaron después
y al ver al Hijo de Dios
se postraron a sus pies,

Tiritando está de frío
en el rincón de una cueva
tiritando está de frío
en el rincón de una cueva
y no tiene más abrigo
que un toro bravo le alienta
que un toro bravo le alienta
a ese niño que ha nacido.
En Belén tocan a fuego

del portal salen las llamas.
En Belén tocan a fuego
del portal salen las llamas
porque dicen que ha nacido
el Redentor de las almas
porque dicen que ha nacido
el Redentor de las almas.

Aquí cambia la música, y se torna un ritmo de jota, más alegre, pero sin pausa entre la última estrofa citada y la primera que sigue del llamado "estribillo":

Oh que lindo niño,
Oh que bello bello,
nos guía la estrella
que hay en el cielo.
Luna sin menguante
estrella matutina
lucero brillante
que el mundo ilumina.

Cuando José volvió
y entró dentro del portal
al ver al niño nacido
de gozo se echó a llorar.
Puesto de rodillas
al niño adoró
que en la blanca paja
humilde nació.
Puesto de rodillas
al niño adoró
que en la blanca paja
humilde nació.

Como se ve por el texto, se trata de un romance navideño, acomodado por repeticiones para que sirva al baile. Pasemos ahora a describir éste.

A rasgos generales, el baile consiste en los cruces que los cuatro danzantes hacen entre sí. Cada uno de los movimientos termina con el saludo, que se hace en los intermedios no cantados.

Señalemos ahora que la segunda estrofa ni se canta ni se baila.

En la primera, los bailadores se cruzan con su pareja, es decir, con quien tienen enfrente, invirtiendo en ello la duración de dos versos: cuando se ha cantado el primero, se están cruzando, al terminar el segundo ya están en el sitio donde antes estaba su pareja. Al cantar el último -le ofrecemos este baile- los danzantes se sitúan en el centro del cuadrado imaginario que forman, y después vuelven a su sitio, durante el intermedio musical, y hacen el saludo: primero saludan a su pareja, y luego a su compañero:

Pasamos a la siguiente estrofa: aquí se cruzan en diagonal, saludándose en el centro del cuadrado los que se están cruzando, primero A y B, y luego sus parejas. Al terminar, de nuevo se reúnen en el centro, y hacen el saludo.

En la siguiente estrofa se cruzan, igual que en la primera, pero con sus "compañeros", es decir, con las parejas del contrario.

En la siguiente, se pasa al lugar el compañero, y al siguiente verso, al siguiente puesto; es decir, que se va de esquina en esquina, bailando en sentido contrario al de las agujas del reloj.

En la última estrofa -En Belén tocan a fuego- hacen una combinación de todas: primero se cruzan en diagonal, luego con el compañero, luego giran de esquina en esquina, y en la última frase convergen al centro, como de costumbre. Pero, cuando están allí, cambian la música y el ritmo, y ellos también aceleran el golpeteo de los bastones, y los movimientos: primero, hacen repetidamente en juntarse en el centro del cuadrado. Luego, en el intermedio musical, los A y B avanzan hacia adelante, y sus parejas los siguen, andando hacia atrás, y rompiendo el esquema, hasta que comienza a cantarse la última estrofa, que se cruzan con la pareja, de forma que cuando cantan -Puesto de rodillas— se quedan los cuatro en el centro, arrodillados de un salto. Al final, se quedan en el centro, y para terminar lanzan el gaiato al aire, y lo recogen al vuelo.

En cuanto al texto, ya hemos señalado que se trata de un romance, de ambiente navideño, que posee coplas que se cantaban en todo el trayecto de estos leñadores: desde Requena y Utiel, a la Serranía, y la Huerta de Valencia: la copla de "En Belén tocan a fuego..." también se canta en la Aurora de Torrent. Ello nos muestra el área de trabajo de aquellos sufridos leñadores de Vilamarxant.

Pasemos a hablar brevemente del otro baile, el "Villancico de Cheste", introducido para dar más relieve a la festividad por el Grupo de Danzas. Este baile es una jota, y posiblemente antaño fuera sólo de ronda, utilizada para celebrar la Navidad. No sabemos si se utilizaría para pedir el aguinaldo, aunque nada lo hace creer así, pues no se menciona ninguna petición en el texto. El caso es que se le acomodó un baile, pasos de jota, y así se interpreta en la actualidad. Cheste es un pueblo cercano a Vilamarxant.

En el baile sólo se interpretan dos estrofas, las cuales no repiten ningún verso, pues se compone la estrofa de ocho versos; el estribillo se compone de dos partes: una cantada, con una cuarteta y dos seguidillas, y otra instrumental, amenizada por un "lalalero" del coro. La primera estrofa la bailan las niñas, y la segunda las mozas. Van vestidas con un corpiño negro, y encima una manteleta o toca de "pelo de cabra" blanca, o con camisa blanca y una toca de tela negra con puntillas del mismo color. La falda es de algodón estampado (cretona); llevan un delantal negro, con puntillas blancas, medias blancas y alpargatas. El peinado consiste en un moño, con una peineta metálica, o con dos pequeñas. Para bailar llevan castañuelas.

La estructura del baile es "de cuadros", es decir, dos parejas formando un cuadrado, similar al de los pastores. Ejecutan pasos simples de jota, y en los estribillos hacen paso de vals. Las coplas son:

Esta noche es Nochebuena
y mañana Navidad, ay, ay, ay.

Tocad mozos las guitarras
y empecemos a cantar, ay, ay, ay.
Una pandereta suena
yo no sé por donde irá, ay, ay, ay.
Caminando hacia Belén
para alegrar el portal, ay, ay, ay.

En el portal de Belén
hay estrellas, sol y luna
la Virgen y San José
y el Niño que está en la cuna.
La mula le gruñe, el buey le babea
y el niño de Dios dormido se queda
claveles y rosas, la cuna adornad
en tanto que un ángel
meciéndole está.
Lala...

La Virgen va caminando
va caminando sólita, ay...
y no lleva más compaña
que el niño de su manita, ay...
San José era carpintero
y la Virgen costurera, ay...
y el niño lleva la cruz
aunque ha de morir en ella, ay...

En el portal de Belén...

Hacia el portal de Belén
hay una estrella que guia, ay,..
a los buenos Reyes Magos
para adorar al Mesías, ay,.,
Los presentes que le llevan
llenan de gran alegría, ay...
al Redentor de los hombres
que ha nacido en este día, ay...

En el portal de Belén...

Esta última estrofa no se canta, ni se baila.

CONSIDERACIONES FINALES

Sólo me resta añadir algo: de la lista de bailes pantomímicos no procesionales dada al principio, ya hemos indicado que no todas entraban en este círculo de danzas de nivelación. Algunas son puramente, digamos, "ornamentales", es decir, sin ánimo de lucro: la Degolla del Corpus, por ejemplo; en otras, se aprovecha para recaudar algo de dinero, o vender papeletas de rifa: "els Pelegrinets" de Morella sería un caso.

De momento, y con absoluta seguridad, podemos cifrar como Danzas de nivelación social, que lo fueron en el pasado, la estudiada en el presente artículo, y la "Dansa dels Bastonots", de Picassent. Pero, quede claro, ese carácter ya se ha perdido en la actualidad: se ha visto en el caso de Vilamarxant; la danza de Picassent, por otro lado, la ejecutan hoy día los niños de un colegio local, dirigidos por unos maestros sacrificados, dentro de la procesión de la Virgen Milagrosa, aunque antaño también se salía en las fiestas de la Vallivana, en septiembre.

Únicamente me resta por agradecer a las personas de Vilamarxant que tanto me explicaron, y con tanta paciencia: D. Luis Martínez Caurín, D.Vicente Montesinos Sánchez, D. Vicente Lozano (el tío Ceba) y, sobre todo, D. José Romero Rodrigo (Valero). A ellos va mi admiración por su tesón, su sacrificio, y su empeño en rescatar del olvido la danza; y mi más profundo agradecimiento, porque sin sus informaciones y su paciencia, este trabajo nunca hubiera sido posible.

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(1) Véase mi articulo "Danzas Alicantinas...", publicado en esta Revista de Folklore, en el nº 155.



LA DANZA DE LOS LEÑADORES O "LLENYATERS" DE VILAMARXANT (VALENCIA)

ATIENZA PEÑARROCHA, Antonio

Publicado en el año 1995 en la Revista de Folklore número 173.

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