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Antonio Díaz Cañabate, en su libro Historia de una taberna, dice que "Antonio Sánchez es uno de los hombres más populares de Madrid. No sólo en su barrio, sino aun en los lejanos a Mesón de Paredes, le saludan, le abrazan, y le convidan a una copa. El vino de su taberna es bueno pero la gente acude a ella por él. Antonio se queja de esta esclavitud que no le deja libre más que las tardes de toros. Y aun a éstas va casi por obligación, porque luego en su casa todos van a preguntarle su juicio sobre toreros y toros, dictamen que es siempre ambiguo, para no lastimar a nadie. Los que le vieron torear rememoran sus hazañas taurinas; los jóvenes que no alcanzaron sus tiempos heroicos le preguntan por ellas" ( 1).
Cuando Antonio Sánchez murió en 1964, el periódico "Ya" dijo: "Torero, tabernero y pintor, el hombre de múltiple personalidad. El atendía las tertulias de escritores y artistas reunidos al amparo del refugio de su taberna, la única madrileña que había merecido inspirar un libro y cuya historia había rebasado las fronteras" (2).
El crítico Curro Gastañares, añadió: "Si destacó en los redondeles por su valentía, descolló más aún como valor humano fuera de la plaza" (3).
Este valor humano de Antonio Sánchez es lo que quiero evocar en este artículo sobre un gran amigo en su vida de torero, tabernero y pintor. La taberna de Antonio Sánchez inspiró un libro y rebasó fronteras; la humanidad de su dueño, Antonio Sánchez, ha inspirado este elogio y ha hecho que cientos de extranjeros, sobre todo norteamericanos, llegaran a conocer al genial torero y pintor en su taberna-museo.
Yo pecaría si no subrayara estos valores humanos que observé en Antonio Sánchez. Siempre que iba a la taberna, ora con amigos españoles, ora con un matrimonio extranjero, las más de las veces con un grupo de universitarios norteamericanos, Antonio Sánchez nos recibía con sincera afabilidad. Nos invitaba a una copa pero nos dejaba pagar las aceitunas. Después subíamos en fila india a su casa en el primer piso de Mesón de Paredes, 13, para ver los carteles y los cuadros que decoraban los varios cuartos.
Lo curioso es que no recuerdo quién me llevó a conocer a don Antonio durante el verano de 1949 cuando fuimos a vivir con diez familias españolas diez chicos universitarios norteamericanos bajo el patrocinio del Experimento en la Convivencia Internacional. A mí me tocó la familia del poeta y crítico literario, Antonio Montoro, y con él y su mujer y sus cuatro hijas, Luisa, Bárbara, Sofía y Charín, pasé un mes y pico en Ibiza, 23. Para una chica de un pueblo de 400 habitantes, Madrid era enorme y una visita al Prado fue un acontecimiento increíble. Así es que no recuerdo ni cuándo ni cómo llegué a conocer la taberna de Antonio Sánchez ni quién me presentó a él. Posiblemente fue José Calleja, un empleado de la Joyería Villechenous en la Plaza Mayor, aunque es posible que fuera Tomás Seseña, el famoso sastre que tenía su sastrería a una manzana de la Puerta del Sol. Tal vez fue "Paquita" Jericó, una amiga que trabajaba en la Librería Reus en la calle Preciados. Sea quien fuere, la visita a la taberna de Antonio Sánchez fue otro acontecimiento memorable en la vida de una joven norteamericana. En aquel entonces yo era una maestra de español que distaba mucho de dominar el idioma y que se iba enamorando de España durante aquel verano de sequía y restricciones.
El verano después, o sea en el 50, fui otra vez a España, haciendo mi propio "Experimento", viviendo con once familias en el curso del verano. Volví a la taberna de Antonio Sánchez durante mi estancia en Madrid. Desde el 51 en adelante, en seis veranos consecutivos, trabajando de jefe de grupo de universitarios de la Universidad de California-Berkeley, no faltaba la visita a la taberna de Antonio Sánchez durante nuestra visita a Madrid, muchas veces después de una hora dominguera en el Rastro.
Fue durante el año escolar 1954-55, siendo yo estudiante becaria del Instituto de Educación Internacional en la Universidad Central, cuando llegué a conocer la multifacética personalidad de Antonio Sánchez, el que me llevó a Vista Alegre con otros becarios, el que me enseñó los cuadros y carteles de su estudio, y el que me regaló una pintura cuando fue a una fiesta de despedida antes de que me marchara para los Estados Unidos.
Creo que fue en abril cuando nos invitó a verle enseñar a torear en Vista Alegre. Hacía un sol brillante y el viejo maestro se quitó la chaqueta y en mangas de camisa se recreaba haciendo pases mientras le sacábamos fotografías. En un corto descanso nos dijo: "No creo que nadie sea torero por el placer de torear". El explicó que lo hacía por sí mismo, por el toro y hasta cierto punto por los de la cuadrilla, y también por sus amigos.
Alguien dijo que Antonio Sánchez podría haber llegado a gran matador si no hubiera repartido su vida entre su negocio -la taberna de la familia-, su afición -la pintura- y su profesión -los toros-. Puede que sea, pero soy de la opinión que la etapa de los toros vino antes de la de la taberna y la pintura, y que sólo al retirarse del ruedo se interesó de verdad por el negocio y por los pinceles.
Veamos la historia de Antonio Sánchez, torero.
Cuando era pequeño jugaba al toro en la Plaza del Progreso. Cuando contaba 15 .años un vecino, el Coraje, le llevó a su primera corrida y en seguida cogió afición, pero su padre le colocó en una taberna, Petit Fornos, a donde iba Pío Baroja, panadero (4). Varias veces escapó de su casa para ir a las capeas cercanas, matando por primera vez en una becerrada gremial (5). Después formó pareja juvenil torera con Antonio Calvache (6). Aprendió a torear en la escuela que tenía Paco Frascuelos en lo que entonces se llamaba el "Madrid Moderno". Después fue banderillero y torerillo, hasta el 16 de junio de 1918, el día de su santo, cuando se presentó en la capital, alternando con Vaquerito y Almanseño en una corrida de López Plata (7). Aquel día mató su primera novilla y aquel año llegó a las 28 novilladas, "matando con valor y no poco estilo" (8).
Después vino la alternativa para la Feria de Linares de 1922. Tras haber sido armado matador por Ignacio Sánchez Mejías, actuando como testigo Marcial Lalanda, Antonio Sánchez sufrió una cornada (9). Así se describieron la cogida y el gran coraje de Antonio Sánchez en matar:
"Fue cogido al pasar de muleta, infiriéndole el toro Fogonero de Murube, una grave cornada en el muslo derecho de doce centímetros de profundidad. Pues con lesión tan considerable se levantó rabioso, sin mirarse la ropa, y entrando a matar con notoria audacia, cobró tan gran estocada que le valió los honores de la oreja" (10).
Su madre no vio ni aquella corrida ni su última, ni ninguna de las cornadas que sufrió, prefiriendo quedarse arrodillada delante del altarcito de la casa y la Virgen de la Paloma (11) .Según "ABC" las cornadas llegaron a 20 (12); según el Album Biográfico Taurino, fueron 22 (13).
Cuando más suerte tuvo fue en Carabanchel el 17 de julio de 1926 compartiendo el cartel con Mariano Montes en un mano a mano. En el quinto toro le llevaron a Montes agonizante de la arena y Antonio Sánchez mató ese toro y el sexto. Después pasó dos temporadas en México "donde alcanzó notoria y justa popularidad" (14) .La temporada que más toreó en España fue la de 1929 -14 corridas- y se jubiló el 22 de septiembre después de una cornada en Tetuán de las Victorias que le puso a las puertas de la muerte (15). El toro que le cogió venía de la hacienda de la Viuda de Ortega, "esa ganadería de donde salió el toro que hizo morir a "Gallito" (16), y que había mandado a "Bailaor" a Talavera de la Reina, en donde mataría a Joselito en 1920 (17). Lagartijo estaba con Antonio Sánchez cuando le operaron, cuando temían que se muriera de tan grave cogida. Tardó Antonio Sánchez dos años y medio en curarse (18).
El Album Biográfico Taurino le describía de esta manera:
"De pequeña estatura, la grandeza de su corazón le hacía agigantarse, sobre todo al entrar a matar, suerte en la que no tuvo que envidiar la nadie, a pesar de que al perfilarse apenas veía el morrillo de los toros, que entonces no eran toritos" (19).
Según "ABC": "Resolvió con buen acuerdo retirarse de los toros para regentar su famosa taberna, que le dio más y mejores amigos que sus bravas andanzas por el redondel" (20). No cabe duda de que donde Antonio Sánchez ganó más fama fue en 13 taberna, donde tuvo el acierto de reunir en su negocio su historia como matador, su afición a la pintura y su don de gentes.
Todo el mundo sabe que el padre de don Antonio fue tabernero, pero Antonio Sánchez, en una entrevista con "La Voz del Puente", declaró que su abuelo también había sido tabernero, dueño de "El Parador del Carmen", que se llamaba "La Taberna de la Buena Moza".
Según Díaz Cañabate, se ignora el nombre del fundador de la taberna, que fue adquirida por el padre, Antonio Sánchez Ruiz, de unos tíos suyos, oriundos de Valdepeñas, su pueblo natal. Llevaba el nombre de "Taberna de Cara Ancha" por el torero de este nombre que iba allí con frecuencia. Antonio Sánchez padre había sido soldado e intentó ser picador, sin éxito (22). Se casó con Dolores Ugarte y de esta unión nacerían Antonio Sánchez y Dolores Sánchez Ugarte.
Cuando la periodista Carmen Deben le preguntó a Antonio Sánchez, "¿Cuál es su afición mayor, los toros o los pinceles?", él contestó: "Igual por igual.
A los toros los sentí desde mi juventud como la pintura, pero ésta no la practiqué intensamente hasta, caer enfermo de la cornada. Ahora pinto y tomo parte en tientas, y asisto a todas las corridas" (23).
Otros preguntarían si le gustaba ser tabernero después de ser matador. Yo creo que sí. Estaba tan a gusto charlando con los clientes, le encantaba contestar preguntas sobre los toros. Fue un magnífico cicerone, explicando no sólo los cuadros sino también las curiosidades de la taberna como el aparato que subía el vino del sótano y la tabla de corcho en donde se marcaba la cuenta de cada mesita. En su taberna don Antonio estaba en su elemento.
En su libro Madrid, Juan Antonio Cabezas, habla de una visita de rigor que se hace a la Hemeroteca para ver el despacho de don Ramón Mesonero Romanos (24).
Creo que había algo de parecido entre una visita a la taberna de Antonio Sánchez y la visita al estudio de don Ramón, sólo que el despacho de Mesonero estaba vacío, mientras que la taberna de Antonio Sánchez siempre estaba llena de vida y calor, de aromas fragantes y de animada conversación. En esta segunda etapa del elogio de la vida de Antonio Sánchez, vamos a visitar su taberna en Mesón de Paredes, 13, en el corazón del Madrid viejo.
Al entrar, lo primero que llamaba la atención era un retrato de don Antonio, al lado de una de las dos cabezas de toro que había en el lugar. Uno fue matado por Antonio Sánchez en su alternativa y el otro por Vicente Pastor .
Decía Antonio Sánchez que tenía dos maestros: Vicente Pastor en el toreo e Ignacio Zuloaga en la pintura (25). "Vicente Pastor fue el ídolo del barrio y en el hijo del tabernero prendió el deseo de emular sus hazañas y glorias" (26).
En cuanto al maestro Zuloaga, él dibujó el retrato de Antonio Sánchez que estaba a la entrada de la taberna y que llevaba esta dedicatoria: "A Antonio Sánchez, buen matador y mal pintor, de Ignacio Zuloaga, mal matador y buen pintor." Para Antonio Sánchez, Zuloaga fue "el Juan Belmonte de los pintores" (27). Su mayor orgullo, a mi parecer, al enseñar la taberna a un visitante, fue hablar de su amistad con Ignacio Zuloaga. Carmen Deben escribió: "En la taberna se reunía el gran Zuloaga con Cossío y Díaz Cañabate y se formó el ambiente necesario para que el torero cogiera con animosidad los pinceles" (28).
Zuloaga comía en la taberna y allí celebraba su tertulia. Encima del banco donde se sentaba Zuloaga está un azulejo con la siguiente inscripción:
"En este lugar celebró el pintor Ignacio Zuloaga, su última exposición de su vida y aquí también solía reunirse con sus amigos, que a su venerada memoria dedican este recuerdo."
Zuloaga animaba a Antonio Sánchez en la pintura y los cuadros del "estudiante" llenaban la taberna.A Carmen Deben le dijo: " yo no vendo ni regalo nada" (29). A pesar de eso, Díaz Cañabate dice que Antonio Sánchez le ofreció el retrato que le había hecho en el transcurso de un año. Díaz Cañabate lo rehusó, diciendo que el lugar más apropiado para tales retratos es una tiendecita del Rastro. Antonio Sánchez colgó el retrato en su taberna y muchos clientes lo asociaban con la persona de Díaz Cañabate, haciéndole creerse persona importante (30). (Este cuento íntimo forma uno de los capítulos más graciosos del libro Historia de una taberna.)
Antonio Sánchez, pintor, no quería separarse de sus pinturas. Dijo que la única persona que tenía un cuadro suyo era la Duquesa de Lecera (31). Yo no quisiera desdecirle a don Antonio este hecho porque creo que estaba hablando de sus cuadros grandes, pero de él conservo dos pinturas pequeñas y una mediana. La última me la dio en el verano de 1956, pidiendo perdón porque no estaba muy bien pintada, debido al reuma, que le molestaba bastante.
Yo había pasado el año escolar en Madrid y el verano con un grupo de estudiantes en un viaje largo por Europa. De Londres había volado a Madrid para coger mis cosas e irme a casa. En el sótano de la Residencia Ramón de la Cruz, donde mi pisito me costaba 440 pesetas al mes (cuando el dólar estaba a 38,75), tenía mucha cerámica de Puente la Reina y de Talavera, un crucifijo y un arcón del Rastro, sillitas con asientos de esparto, una muleta y una capa usadas, un montón de libros, una cabeza de toro de mimbre y varios cuadros, que iban a cruzar el Atlántico en varios baúles de mimbre. El día antes de tomar el tren para Algeciras, fueron a mi piso a despedirse varios amigos de aquel año estudiantil y de los veranos anteriores pasados en España. Estábamos de pie, como sardinas en lata, cuando, a eso de las siete de la tarde, llamó a la puerta don Antonio Sánchez. Debajo del brazo traía, enrollada, una pintura que en seguida me ofreció. La desenrollé y todo el mundo la admiró. Dice la dedicatoria: "A mi gran amiga, señorita Roma. Antonio Sánchez, 1955". Sencilla dedicatoria que sellaba una ,amistad entre el famoso torero tabernero y pintor y una estudiante norteamericana enamorada de España, aficionada ,a la pintura ya los toros.
En cuanto a los cuadros, Díaz Cañabate escribió: "La taberna es única en su clase, porque muchos, en lugar de ir a beber vino van a ver los cuadros, aunque luego acaben bebiéndose tres docenas de copas" (32). Casi todas Las paredes de la taberna llevaban cuadros de don Antonio, haciéndola más museo que taberna. Entre los dibujos había uno de su padre, no lejos del azulejo a Zuloaga. Aún a los 55 años hablaba de su padre con reverencia y trataba a su madre como a una reina. Siempre que yo iba a la taberna subía la escalera a saludar a La madre. Me mostraba, orgullosa, los cuadros de su hijo, sobre todo el de un cura de Granada, el cual estaba encima de su cama. Después me indicaba los carteles que llenaban las paredes de un pasillo y del comedor, y el altar a la Virgen de la Paloma que daba a la sala, delante del cual se arrodillaba durante las corridas de su hijo. Al morirse ella, su hija, Dolores Sánchez, ocupaba su lugar en la casa, y me trataba con igual finura. En 1975 todo un grupo de viajeros americanos subimos a ver la sala-museo que había montado doña Dolores. A la profesora de arte Ruth Foster, le impresionaron sobremanera los retratos que Antonio Sánchez había hecho de su madre y de su hermana.
La mayoría de los cuadros de la taberna eran de tipos del barrio: un limpiabotas de cara triste, un muchacho de unos diez años que fuma un cigarrillo, los toreros Frascuelo y Lagartijo, y un cuadro grande muy castellano, tipo Zuloaga, que representa a un viejo sentado a una mesa y que lleva puesta su capa castellana. Lo cual nos hace mencionar la capa en la vida de Antonio Sánchez. Según me dijeron él fundó la Asociación pro Capa. No sé si es cierto o si sólo fue miembro. En todo caso, gastaba con elegancia la capa don Antonio y no dejaba de alabarla. Tenía una a mano en la taberna y en su estudio. Una vez, en pleno verano, se puso una capa y posó delante de la taberna con unas chicas americanas bien bonitas. Otra vez en su estudio en pleno verano se abrigó con su chaqueta y mostró aquel perfil tan conocido, casi una escultura, hecha por su amigo Benlliure.
Aquella mañana fría de enero don Antonio me enseñó su colección de grabados viejos y fotografías de toreros, la jarra de vino fresco que colgaba del techo, y me describió su trabajo en un cuadro de una señora inglesa. Ahora me pregunto sobre el paradero de aquel cuadro. ..si don Antonio se quedó con él o si se lo regaló a la extranjera. En aquella ocasión me dijo lo que le había dicho a Díaz Cañabate: que no le gustaban las mujeres de Picasso porque las deformaba ("si las mujeres no tienen más que dos brazos, ¿cómo quieres que las pinte con 18?") (33).
Antonio Sánchez no dejaba cantar en la taberna y estaba en contra de reformas. ..o sea que la taberna era seria y tradicional. Cuando llegaba Anastasio, Antonio Sánchez alternaba con los clientes. En mis muchas visitas a la taberna desde 1949 hasta 1979 siempre estaba Anastasio. Me parecía una parte tan íntegra de la taberna como el mismo Antonio Sánchez, un miembro más de la familia. Después de la muerte de Antonio Sánchez, Anastasio avisaba a Dolores Sánchez cuando yo llegaba y ella siempre le decía que subiera.
Doña Dolores Sánchez decidió cerrar la taberna en 1979 porque se encontraba sola y cansada (34).Yo diría que tenía otras razones. En el verano de 1978 cuando fui allí con un grupo grande ella me dijo que entraba gente curiosa, jóvenes ruidosos, cosa que observamos, mientras mirábamos los cuadros de la sala de atrás de la taberna. Ya no era un refugio tranquilo del barrio la taberna de Antonio Sánchez, sino un bar cualquiera lleno de risas, gritos y groserías. Nada de taberna seria.
Según Ya en el artículo "¿Quiere alguien comprar la taberna de Antonio Sánchez?", había unos 30 cuadros en la taberna cuando se cerró. De aquellos cuadros hay uno que quedaba en aquella salita de atrás, que ahora se encuentra en el Museo Taurino de Madrid, junto con un retrato del mismo Antonio Sánchez.
Según mis cálculos la taberna llevaba unos 130 años de existencia en aquel entonces. En diciembre de 1981 me escribió la amiga Francisca Jericó, la de Reus, a decirme que es posible que se abra el local como museo en un futuro inmediato. ¡Que así sea, para. que otros miles de vecinos y visitantes puedan apreciar tanto la taberna como los cuadros de Antonio Sánchez!
Díaz Cañabate dijo: "Antonio Sánchez es un hombre sano, sano del espíritu, honrado, y con una vagancia trabajadora" (35). Al principio de su libro describió la popularidad de Antonio Sánchez:
"Toda la calle, todo el barrio, casi todo Madrid le conoce. Su popularidad está hecha a fuerza de cornadas de los toros, de sonrisas de las mujeres, de rondas de vino ofrecidas generosamente. Sobre esta base tan sólidamente construida, una popularidad no decae nunca; es roca firme, montaña enhiesta a prueba de los vientos y de la mar" (36).
Me pregunto, a los casi 20 años de la muerte de Antonio Sánchez, cómo puedo honrar a este gran amigo. Y me contesto: "haciendo de él un retrato vivo para la juventud de hoy", atribuyéndole virtudes que muchas veces les faltan a los jóvenes en la antepenúltima década del siglo XX:
-el amor al prójimo y el trato democrático que eran la base de su entrañable afabilidad;
-la industria, que se evidenciaba cuando empezó a trabajar a muy corta edad, cuando estudió para torero cuando, ya retirado del anillo, se dirigió hacia el negocio de su padre, el cual llevó perfectamente durante unas cuatro décadas;
-el amor al arte dentro del cual la mera apreciación se cambió en afición a la pintura y se convirtió en la producción de docenas de cuadros de mérito;
-el coraje en la corrida., donde sufrió más de 20 cornadas, y durante una penosa enfermedad;
-la resignación que le ayudó a dejar el toreo y volver al negocio de su familia y por último le hizo aceptar la muerte.
Nuestra última felicitación navideña de don Antonio fue la del mes de diciembre de 1963, un año antes de su muerte. En ella escribió: "Muchas felicidades en el año 1964 les desea a todos su amigo Antonio Sánchez". La felicitación llevaba un cuadro de él que mostraba la parte principal de la taberna, el bar, las mesitas debajo del azulejo dedicado a Zuloaga y el retrato del padre de don Antonio y, en primer plano, a mano izquierda, un ciego que llevaba una boina y que vendía décimos de lotería. Un bello recuerdo que llegarían a apreciar nuestros hijos cuando fueron mayores.
Cuando murió don Antonio Sánchez, su hermana Dolores, muy amablemente, me mandó la noticia y una esquela. Otros amigos me separaron recortes de periódico. Les expliqué a mis hijos pequeños que había muerto un gran amigo. Después, cuando los niños eran mayores e iban a la escuela y yo había vuelto a enseñar, presenté un programa sobre Antonio Sánchez en nuestra Universidad. En el viaje anual a España no faltaba nunca la visita a la taberna de Antonio Sánchez.
ABC, a mi parecer, describió bien a Antonio Sánchez y lo que fue:
"La cabeza plateada, erguida, de líneas casi escultóricas de Antonio Sánchez era una especie de monumento del Madrid tradicional, del viejo Madrid que con los años se ha quedado como una isla amenazada por los rascacielos. Antonio Sánchez, en su taberna de Mesón de Paredes -que la pluma de Díaz Cañabate popularizó con Historia de una taberna- era ineludible en cualquier recorrido por el viejo casco de la capital. Era como los cuadros de su "tasca", como las maderas añosas de su ancianísima tasca, uno de esos locales imposibles, donde sólo se vendía vino, aceitunas y torrijas. Era eso, pero con alma, con recuerdo de las grandes épocas taurinas, de los fenómenos de la fiesta, con los que él se codeó dentro y fuera de los ruedos...Doblado el cabo de la madurez Antonio Sánchez empezó a vivir su vida de "monumento viviente": "¿A quién miras?", se oía preguntar a veces en los tendidos de las Ventas o de Vista Alegre. y se oía responder: A Antonio Sánchez. ¿No sabes? El de la taberna. Antonio Sánchez, el de la taberna, de Antonio Sánchez, torero, pintor, amigo de toreros, pintores -Zuloaga, por ejemplo- y escritores, expendedor de vinos y torrijas, archivo de otros tiempos, 20 cicatrices incrustadas en el Madrid que degustan con fruición de turistas. ¡En paz descanse!" (37).
Va aquí la impresión que le causó Antonio Sánchez a la periodista Carmen Deben: "Resulta Antonio Sánchez un hombre conversador, a quien gusta uno de escuchar. Un comedido y ameno conversador que ha toreado, pinta óleos y riega estas dos grandes aficiones con el vinillo espumoso y tibio de su taberna" (38).
Si se vuelve a abrir la taberna, como en el caso del despacho de don Ramón Mesonero Romanos, va a estar muy presente este hombre conversador, posando para fotografías fuera del local, con su sombrero cordobés y su capa parda con bordados de flores. Se abrirá la taberna a las diez. Anastasio estará detrás del mostrador de zinc, despachando. Arriba nos saludarán la madre de don Antonio y su hermana, Dolores. Abajo estarán sentados vecinos y amigos, artistas, toreros y extranjeros, todos saboreando su copa de vino blanco de Valdepeñas. Allí, en la taberna de Antonio Sánchez, admiraremos la tranquilidad de su taberna seria, comentaremos las pinturas, examinaremos el retrato de don Antonio por Ignacio Zuloaga y volveremos a leer las palabras del azulejo dedicado al "Juan Belmonte de los pintores". Celebraremos la vida de Antonio Sánchez, "hombre sano de espíritu, honrado y con una vagancia trabajadora". Recordaremos los bellos momentos pasados con el gran hombre, tan sencillo y democrático que se interesó en trabar amistad con una joven maestra de español norteamericana quien aquí le da las gracias por tan generoso gesto.
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(1) Antonio Díaz Cañabate, Historia de una taberna, Buenos Aires : Espasa-Calpe, S. A., 1947, págs. 53- 54.
(2) YA, 18 diciembre, 1964, pág. desconocida.
(3) Curro Castañares, periódico madrileño desconocido, 18 diciembre, 1964, pág. 34.
(4) Díaz Cañabate, pág. 25.
(5) Curro Meloja, Álbum Biográfico Taurino, Ediciones Larrisal, 1945, estampa y foto.
(6) Curro Castañares, op. cit.
(7) ABC, 18 diciembre, 1964, pág. 104.
(8) Curro Castañares, op. cit.
(9) ABC, op. cit.
(10) Curro Castañares, op. cit.
(11) Díaz Cañabate, pág. 29.
(12) ABC, op. cit.
(13) Curro Meloja, op. cit.
(14) Curro Castañares, op. cit.
(15) Curro Meloja, op. cit.
(16) Díaz Cañabate, pág. 65.
(17) Curro Meloja, op. cit.
(18) Díaz Cañabate, págs. 65-67.
(19) Meloja, op. cit.
(20) Curro Castañares, op. cit.
(21) Carmen Deben, La Voz del Puente, 28 febrero, 1956, pág. 11.
(22) Díaz Cañabate, op. cit.
(23) Carmen Deben, op. cit.
(24) Juan Antonio Cabezas, Madrid; Barcelona: Ediciones Destino, S. L., 1954, págs. 208-211.
(25) Curro Castañares, op. cit.
(26) Meloja, op. cit.
(27) Díaz Cañabate, pág. 70.
(28) Carmen Deben, op. cit.
(29) Ibid.
(30) Díaz Cañabate, págs. 69-71.
(31) Carmen Deben, op. cit.t.
(32) Díaz Cañabate, pág. 71.
(33) Op. cit. pág. 68.
(34) Ya, 19 de abril, 1979, pág. desconocida.
(35) Díaz Cañabate, pág. 65.
(36) Op. cit., pág. 10.
(37) ABC, op. cit.
(38) Carmen Deben, op. cit.