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Si tuviéramos que realizar un retrato del español de nuestros días tendríamos que pintarlo -apelando al esquematismo, y por tanto a la exageración que ello conlleva- con una moneda en lugar de la cabeza, el cuerpo en forma de televisor y ruedas en vez de piernas: Dinero, imagen y motores potentes son las principales obsesiones del individuo de hoy y todo ello es el resultado de una colonización cultural cuyos efectos ignoramos todavía, siquiera se comiencen a intuir: abandono o rechazo de lo característico, adición a la droga de la novedad, decadencia lingüística, descuido en las obligaciones individuales sociales o políticas que se delegan en instituciones o partidos cada vez más lejanos y menos controlados...
En cualquiera de los programas concurso que abundan en las cadenas de televisión del universo entero, lo único que ya distingue a los concursantes es el acento; por lo demás todos dicen lo mismo y actúan como dirigidos por un mismo cerebro, bajo idénticos impulsos y similares mandatos. A punto de terminar el siglo XX hay que reconocer que las nuevas generaciones apenas se diferencian unas de otras en gustos y aficiones, mostrando sus individuos grandes similitudes pese a haber nacido en lugares aparentemente muy alejados geográfica o culturalmente.
¿Ejerce el individuo de hoy su derecho a un proyecto de existencia personalizado? ¿Puede todavía controlar y corregir el rumbo de la Sociedad o de las instituciones que él mismo creó para protegerse y defender sus derechos? ¿Acaso esas mismas instituciones se han convertido en un lugar inalcanzable donde se está manipulando un futuro a cuyo diseño ya no tiene derecho?