Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
"El cuchillo".
Esta suele ser la unánime respuesta cuando nos dirigimos a los pastores para preguntarles acerca de cuál es la mejor medicina para la oveja enferma. Sin embargo, si nuestra interpelación se orienta hacia los métodos que se emplean para curar un determinado mal del ganado ovino, entonces se nos dará todo tipo de detalles sobre la práctica sanatoria concreta, pero, como colofón, añadirán que hay que tener dispuesto el cuchillo o la cuchilla cabritera para sacrificar al animal en el caso de que el procedimiento fallase. Y esto último, por desgracia, sucede muy frecuentemente. Es consciente el pastor de la escasa resistencia de sus animales a las enfermedades y de que, a pesar de los remedios tradicionales que él emplee o, ya más recientemente, de los del veterinario de turno, la muerte suele estar a la vuelta de la esquina. Su experiencia le ha dictado la necesidad de actuar con rapidez en cuanto el mal asoma la oreja, y más aún, de recurrir a unos mecanismos profilácticos que impidan que la enfermedad racee en torno al rebaño. ¡Cuántas veces el primer andancio suele ser también el último! La copla lo testifica:
Por el río abajo
llora un cabrero:
que se le ha muerto un chivo
del mal postrero.
El pastor extremeño orienta su actuación preventiva hacia tres tipos de enfermedades en el campo de la folkveterinaria. Son éstas las enfermedades naturales, las derivadas de cualquier clase de accidente y las producidas por los ataques de los depredadores y de las alimañas. Un capítulo aparte lo conforman los achaques supuestamente emanados del aojamiento o de la envidia, que en la región tienen mayor importancia de la que pudiera suponerle cualquier neófito. Dado que la sintomatología de estos males no difiere a simple vista de los catalogados como corrientes, cabe incluirlos en el primero de los grupos. Por otro lado, advertimos que no siempre una terapia profiláctica específica se concretiza hacia una determinada afección o, incluso, hacia uno de los tipos de enfermedades apuntadas, sino que adquiere un carácter globalizador, incidiendo sobre todos los campos. De igual modo, es factible prevenir un específico estado morboso mediante procedimientos dispares.
Si en el orden sanatorio propiamente dicho, como después veremos, el pastor se vale de remedios que a "grosso modo" calificamos de naturales, mágicos y religiosos, no ocurre así en el campo de la profilaxis, ya que en ningún momento se constatan procedimientos que participen de una objetiva fundamentación científica. Son, por consiguiente, las actuaciones mágicas y religiosas, muchas veces confundidas entre sí, las únicas que priman a la hora de salvaguardar de futuros padecimientos al rebaño.
El aspecto devocional en su sentido más amplio goza de gran predicamento entre los pastores a la hora de prevenir las manifestaciones morbosas en su conjunto. Bajo este prisma utilitario San Antón colma la mayor parte de las preferencias de los extremeños. Numerosas localidades (Brozas, Garrovillas, Hervás, Navalvillar de Pelas...) celebran su fiesta, en la que no faltan la bendición de los animales domésticos y las repetidas vueltas de éstos al santuario que acoge su devoción. Con ello se asegura la inmunidad de los ganados contra los más insospechados percances. Idéntico fin se consigue haciendo que las ovejas ingieran los piensos bendecidos el día de San Blas y que, como ocurre en Serradilla, el mayordomo vende en pequeñas partidas a los ganaderos. Pero la virtud protectora del santo obispo de Sabaste se transfiere igualmente mediante el roce de su báculo, que los curas ceden para el caso, por el cuerpo de la oveja, así como atándole al cuello o a una pata delantera un trozo de cinta bendecida en su festividad. En Cerezo se logra una total profilaxis desde el momento en que los corderos pasan bajo las andas que sostienen a San Roque en cualquiera de los días de su novena.
Ha sido, y en cierta manera lo continúa siendo, una creencia generalizada el considerar que San Juan sacraliza todos los elementos de la naturaleza en su noche mágica, impregnándolos de maravillosas virtudes terapéuticas. Es así como la certeza del poder salutífero de las aguas sanjuaneras dicta el comportamiento pastoril de conducir a las ovejas para que tomen un baño a las doce en punto de la noche o bien, reemplazando la inmersión, a ejecutar un asperje de rebaños y de apriscos con el líquido recogido a esa misma hora. A semejantes logros se llega cuando a los animales se les salpica con el agua bendecida el Sábado de Gloria o con la llamada agua de mayo, a cuya eficacia terapéutica aluden los refranes de turno: El agua de mayo, quita la sarna de todo el año y El agua de mayo, cura el mal de la oveja y del amo. Al rocío, aunque en menor medida, se le atribuyen los mismos efectos que al agua. Por eso las ovejas deben marchar en la mítica madrugada entre los humedales para que se impregnen de la salutífera escarcha. Aseguran los rabadanes que el rocío de San Juan hace medrar la lana de las ovejas y procura una mayor fertilidad.
La cualidad profiláctica también la transfiere el Bautista a través de las múltiples hogueras que se encienden durante esa noche por las calles, plazas y campos, recordando en cierto modo las que en la antigüedad clásica se hacían en honor de Palas, la diosa protectora de los pastos y de los ganados. Por la comarca de la Tierra de Granadilla se prende un zajumerio de romero y de tomillo, plantas que precisamente adornaron los altares callejeros durante la procesión del Corpus Christi. Mientras la fogata consume lentamente el combustible humedecido para la ocasión se abren las puertas de las casas y de las cuadras con la lógica intención de que el humo y el olor todo lo inunde, penetrando con ellos sus efectos inmunizadores. Con la misma intencionalidad los pastores disponen sus piras a las puertas de las majadas y de los apriscos y, con la amanecida, obligan a las ovejas a pasar sobre las cenizas, ya que mantienen el convencimiento de que este rito procura un rebaño sano durante los doce meses siguientes. Es la misma ceniza que los ganaderos valoran en grado sumo para la fabricación de emplastos y la que antaño, mezclada con sal, esparcían alrededor de los encerraeros para ahuyentar al lobo y a las alimañas.
A las plantas que se recogen o que se manipulan en la noche de San Juan la tradición confiere un extraordinario papel en el campo de la etnoveterinaria. En Alcuéscar se asegura que no atacará enfermedad alguna al rebaño en el que uno de los animales lleve una esquila de la que penda un badajo confeccionado con una rama de laurel cortado entre las doce y la una. La comida nocturna que esa noche se les da a las ovejas suele regarse en Portaje y en Torrejoncillo con flores de hinojo. En ambas poblaciones se considera a esta planta como uno de los más efectivos antídotos. Los pastores de la Sierra de Gata consiguen idénticos resultados poniendo una rama de guindo en la puerta o en el tejado del aprisco, sustituyéndose esta enramada en el resto de Extremadura por un manojo de cardos santos. A estos fines se orientan igualmente el colocar en las porteras unas hojas de ruda, planta que también se usa en las prácticas fumigadoras que se llevan acabo en las majadas, así como el verter en las pesebreras hojas de saúco. En el pasado verano me aseguraba un rabadán de las Tierras del Marquesado que el enramar los apriscos el día de San Juan y en la Cruz de Mayo influía considerablemente en la fecundidad de las ovejas, hasta el punto de que puen Ilegal a paril hasta las machorras.
La folkveterinaria recoge en Extremadura otras diversas actuaciones terapeúticas sanjuaneras. Así constatamos que si se sangra a las ovejas en esta festividad no habrá fiebre que las ronde a lo largo de todo el año y que la leche que se ordeña en la misma fecha no se avieja y se convierte en uno de los principales ingredientes para la elaboración de determinadas medicinas pecuarias.
El temor de los pastores a las epidemias se nos refleja claramente en una doble actuación profiláctica. La primera de ellas, de ámbito general, consiste en atravesar con una aguja la oreja o la papada de los ovinos e introducir en la abertura una fibra de raíz de eleboro. No menos sorprendente resulta el aplicar en la frente de los animales sanos expuestos a la endemia la llave de una iglesia al rojo vivo, práctica que fue de uso corriente en Ahigal y en Trujillo. Más fácil resulta mantener en el rebaño una oveja negra, a la que por Fuenlabrada de los Montes y Talveruela se le atribuye una fuerza talismánica contra cualquier tipo de pandemia.
En líneas generales una enfermedad de sintomatología desconocida o inexplicable para el pastor se suele achacar al aojamiento, aunque tampoco faltan enfermedades de lo más corriente que se suponen emanadas de la envidia, ya que ésta es el ingrediente principal del mal de ojo. Una mirada envidiosa es suficiente para que un cordero se debilite, se amodorre y muestre inapetencia, es decir, acumule una serie de síntomas atribuibles a una actuación maléfica. Antes de que esto ocurra se hace necesario prevenir el rebaño y nada mejor para ello que echar mano de los oportunos rituales y de los amuletos. Significativo resulta, tanto por su extensión geográfica, ya que se constata por todo el área de las dos provincias extremeñas, como por la efectividad que se le supone, el salpicar las cuadras y los animales con el agua que se reparte en las iglesias el Sábado de Gloria. Los mismos efectos produce el rociarlos con sal y ruda, muy propio de Guijo de Galisteo y San Vicente de Alcántara. Ambos ingredientes metidos en un tubo cuelgan por Madroñera, La Cumbre, Robledillo de Trujillo, Jaraicejo y Puerto de Santa Cruz en los apriscos. Se puede también recurrir a clavar una cruz en la pesebrera (Cañamero, Valdefuentes y Torre de Miguel Sesmero), untar con ajo a la oveja (Guijo de Coria y Salvatierra de Santiago), colgarle al cuello del semental del rebaño una bolsa con este mismo bulbo (Abadía y Oliva de Plasencia), o con una piedra de ara (Calzadilla y Castilblanco), o con una camisa de culebra (Palomero y Mirabel), o con una castaña de indias (Mohedas de Granadilla y Villa del Campo), o con un cardo santo (Hinojal, Montehermoso y Valdeobispo), atarle una cuerda con siete nudos (Salvaleón y Fuente de Cantos), sujetar a la puerta de la corrala un cuerno de carnero (Fregenal de la Sierra y Zahínos), una carrillera de erizo (Valle de Matamoros) o una herradura (Valdemorales y Zalamea de la Serena) ...Dentro de este contexto cabe incluir a las esquilas y a las campanillas, algunas de las cuales llevan grabadas cruces, signos o leyendas, así como las apreciadas piedras de rayo que el pastor dispone en el tejado del aprisco o lleva en el zurrón y que previenen del aojamiento, del mal loco, de la modorra y de los efectos perturbadores del rayo y de las alimañas.
El folklore de estas dos provincias es rico a la hora de manifestar la antagónica relación del pastor con el lobo. Muy bien sabía aquel que el simple hecho de pronunciar su nombre atraía al depredador hacia el rebaño, porque en sus referencias a este animal siempre ha empleado voces sinónimas. No es necesario incidir ahora en los mecanismos defensivos que el pastor emplea contra el lobo, ya referido en distintos estudios que sobre la "cultura lupina" hemos publicado en la Revista de Folklore. Apuntemos, no obstante, que diferentes técnicas empleadas en su día contra el lobo tienen hoy su continuidad en las luchas contra los perros asilvestrados o cimarrones. El aspecto devocional, que tiene en San Antonio su máximo valedor, no falta en este campo. Su conocido responso, que ningún pastor del oeste peninsular ignora, impide que el lobo se acerque al rebaño o lo pone en fuga si aquél tuvo la osadía de merodear en sus proximidades. De idénticos poderes profilácticos participa el responsorio u oración que los devotos rezan durante los días del novenario del santo paduano.
Entre las alimañas destacan, en lo que al temor de los ganaderos se refiere, las serpientes, colocando en primer lugar a la víbora. No le va muy a la zaga el alacrán. Como amuleto antialimañero, especialmente para ahuyentar a las culebras que el pastor supone que vienen a mamar de las ubres de las ovejas, se utiliza una cabeza de serpiente desecada al sol o, en su caso, una quijada de lagarto. General es la opinión que las serpientes escapan al olor del cabello de mujer y de la goma quemados, siendo muchos los pastores que recurren a tales fogatas. Plinio ya se hacía eco de actuaciones de esta guisa. Restregando las patas de las ovejas con ceniza de culebras quemadas, éstas se verán libres de sus mordeduras. Tampoco sufrirá mordedura ni picadura, o no le hará efecto en caso de que se produjera, la oveja que previamente ha enforrajao la panza de retama negra. Este mismo alimento impide las temidas mamadas por parte de las culebras.
Los perros que acompañan a los rebaños son objeto de cuidados muy especiales en evitación de cualquier enfermedad que pudieran transmitir a las ovejas. De manera muy particular se intenta su defensa contra la rabia. Ello se consigue aplicando en el hocico del can una llave de iglesia al rojo vivo o también dándole de comer sopas cocidas con agua bendita. En Cabezabellosa con esta finalidad se bendicen las roscas de San Lorenzo el día diez de agosto y se les dan de alimento a los perros y a las ovejas, por estimarse como el mejor de los preservativos de la rabia. Si a pesar de estas actuaciones los perros se vieran atacados por la hidrofobia, el mal sólo sería canijo y, en consecuencia, sin ninguna posibilidad de ser transferido a otros animales. Relacionada con esta enfermedad constatamos en la práctica totalidad de la geografía extremeña la costumbre de alejar a los perros rabiosos de los rebaños a los que pretenden atacar mediante el rezo de una sencilla jaculatoria: "Tente can, que entre tú y yo está San Román". Tras el sencillo recitado, me aseguraba un rabadán de Campo Arañuelo, "los perros ajuyen como alma que se lleva el diablo",
ENFERMEDADES DERMICAS
En las numerosas conversaciones que he mantenido con los pastores de Extremadura en sus propias majadas se me ha dictado un cúmulo de definiciones de lo que los pastores estiman como enfermedad. No obstante, por lo general abundan en que se trata, como me explicaría un ovejero de las Vegas del Alagón, "de un bicho, a mo de araña o de arañón, que se mete pa en adentro del cuerpo y chupa toíta la sangre y la malicia". Tal vez este cientifismo popular explique las razones que se ocultan en la práctica de sangrar a los animales, práctica que incide especialmente sobre el ganado lanar. En el tratamiento de cualquier mal del ganado ovino el pastor suele actuar en un orden de prelación. Es así como, en primer lugar, recurre a "su" farmacopea y, posteriormente, si evoluciona negativamente, busca la ayuda de otros remedios no menos estimados: ensalmos, oraciones, conjuros, sortilegios...En muy contadas ocasiones los recursos naturales y los religiosos o mágicos se manifiestan en una misma temporalización. Aunque cada mal suele estar sujeto a una medicación específica no faltan fórmulas sanatorias comunes, cuales son las de dar de comer a la oveja enferma granos bendecidos el día de San Juan, pasar una hoz untada en sangre de lagarto haciendo cruces sobre la parte dañada y obligar al animal a dar vueltas alrededor de un carrasco para traspasarle la enfermedad a éste.
La etnoveterinaria hace hincapié en las enfermedades externas, visualizables, motivo éste por el que el tratamiento de las heridas presenta un amplio muestrario. Para su desinfección el pastor no duda en orinar sobre la lesión dérmica. En cerezo, Palomero, Mohedas y Guijo de Granadilla se vierte un chorro de aceite de candil, mientras que en otras poblaciones vecinas (Granja y Abadía) el aceite ha de ser virgen, pudiéndose mezclar con vinagre. Las propiedades asépticas se buscan en los lamidos del perro carea, preferiblemente de un rebaño ajeno, y en el carbón de fragua molido (moreno) que todos los ganaderos tienen a buen recaudo. El vino y la hiel de cerdo se presentan como dos reconocidos antisépticos en los pueblos de Brozas y Alcántara. Por su parte, el bálsamo del samaritano (vino, aceite y clara de huevo) goza de gran estima en las estribaciones de las sierras de San Pedro y de Montánchez. Últimamente estos "medicamentos" dérmicos se han visto ligeramente relegados por el uso del zotal rebajado, una de las panaceas etnoveterinarias en Extremadura. Los productos cicatrizantes van desde la telaraña al agua de romero, pasando por el papel de estraza, el papel de fumar, el excremento fresco de vaca, los polvos de la seta conocida por peo de lobo y las hojas de perejil fresco machacadas, todo ello aplicado directamente sobre la herida.
Para las llagas se utiliza un emplasto de aceite, manteca y yema (Portaje y Zarza la Mayor) y sal avinagrada (Robledillo de Trujillo, Hernán Pérez y Guareña). El bálsamo divino (vino y aceite) está recomendado para la curación de eczemas, al igual que la orina podrida se aconseja para remediar las úlceras. También el orín, aunque en este caso de niño y reciente, alivia las quemaduras, a las que sanan igualmente el vinagre, la ceniza, la tinta y el agua caliente con sal. Para el carbunco no encuentran en Zarza de Granadilla mejor arreglo que echar en los folículos piedralipi y aplicar hojas de gordolobos y malvas machacadas calientes. En Oliva de Plasencia eliminan las escoceduras del ovino poniendo un cardo santo, no sobre la zona afectada, sino en el interior de la esquila que sostiene el animal aquejado.
Las gusaneras o coqueras han exigido del pastor una rápida actuación. Su farmacopea viene dictada en estos casos por la fumigación de la herida con digital triturada (Aldeanueva del Camino y Cañamero), por lavarla con agua serenada el día de San Juan (Casar de Palomero) y por colocar sobre ella ruda y cardo santo cocidos con vinagre. Los aspectos de la magia simpática muestran aquí su cara singular. En Ahigal colocan una bizna del rabo de la oveja bajo una piedra de un lodazal, con la particularidad de que la lana se convertirá en culebra, que al escapar hará que también escapen los gusanos. En Torre de Don Miguel dicen que éstos se secan cuando se seque un cardo que el pastor entierra al lado de una encina. Dos hojas de cardo santo colocan bajo un terrón en el sitio que previamente pisó la oveja con la pata de la parte afectada, con la seguridad de que la podredumbre de la planta acarrea la muerte de los gusanos (Coria, Helechosa de los Montes, Garvín y Serrejón). Se consiguen los mismos efectos atando un cardo santo a la pata más alejada de la gusanera (Riolobos y Mirabel). Por Guijo de Granadilla arrancan un sacapeo pisado por el animal y lo vuelven con las raíces hacia arriba, repitiendo la operación durante tres mañanas seguidas antes de salir el sol y recitando el siguiente conjuro para que el resultado sea el apetecido:
Dios te guarde, buen varón,
buscándote vengo yo;
los cocos de mi ganado
maldecidos sean de Dios.
Que se sequen, que se sequen,
como os hais de secar vos.
Las mordeduras de las serpientes y las picaduras de los alacranes encuentran su medicación en el unte con manteca de cerdo, o con sebo, o con vinagre, o con el veneno de la culebra o del alacrán muertos. Muy útil es la fricción con cebolla fresca, aunque nada tan práctico como aplicar sobre la herida el alacrán o la cabeza de la víbora luego de ser fritos y machacados. No faltan quienes obligan a tomar a la oveja antídotos consistentes en azafrán, en cocimiento de hojas de viborera y en la propia orina del animal mezclada con vinagre.
Cuando la herida es causada por otro animal lo más efectivo es hacer ingerir a la oveja excrementos del agresor. Si éste es un lobo, la sanación se logra con prontitud tragando granos de centeno que se hubieran pasado por la tráquea del cánido muerto. Cuando es un perro el que produce la herida se hace necesario poner sobre la misma tres pelos de éste y recitar la oración de San Bartolomé en evitación de una hipotética transmisión de la rabia y cuyos últimos versos son:
Líbranos del lobo a la oveja,
del perro que muerda
y del enemigo que acecha.
Frecuentes son las heridas que las manos inexpertas producen al esquilar. En su tratamiento, además del zotal, sigue empleándose el moreno, la ceniza y el hollín de la chimenea. El azufre en polvo, por su parte, se esparce sobre los cortes que los pastores hacen en las orejas del ganado como marcas distintivas, faena que, como el raboteo, suele coincidir con la motila.
Por sarrajaura conocen los pastores a las lesiones que casualmente se producen las ovejas con instrumentos metálicos afilados. Como remedio aséptico vierten sobre la herida manteca derretida muy caliente. Pero no se conforman con ello y recurren a la magia de contacto al considerar que existe una relación simpática entre la sarrajaura y el objeto que la produjo. Teniendo en cuenta que la actuación sobre éste repercute en aquélla, nada mejor que mantener limpio el instrumento hiriente, para lo que no dudan en envolverlo en un trapo nuevo engrasado o clavarlo en un taco de tocino.
ENFERMEDADES DEL APARATO LOCOMOTOR
La propia dinámica del pastoreo hace que los traumatismos en las extremidades sean frecuentes. Las contusiones articulares y en menor medida la artritis de origen traumático están a la orden del día. Los baños de salmuera caliente se cuentan entre los remedios más usados para atajar estos males. También tienen su importancia las friegas con aceite, con alcohol de romero o con manteca de cerdo y tocino. Las inflamaciones traumáticas suelen sangrarse, aunque tampoco se olvida otro remedio consistente en aplicar cataplasmas o emplastos de higos. La inmovilización de la oveja y los vendajes se cuentan entre las soluciones más recurridas. Las compresas suelen impregnarse de ortigas cocidas o de clara de huevo. En cuanto a las friegas hay que hacer notar que encuentran su máxima efectividad si las mismas son dadas por una madre de hijos mellizos (Benquerencia) o por una muchacha melliza (Ceclavín). Por lo que respecta a las dislocaciones, el tratamiento más difundido lo tenemos en introducir una caña dentro de otra y colgarla al cuello de la oveja, lo que no deja de ser una actuación de tipo mágico. Para la artritis se procede en primer lugar a aplicar compresas frías de agua y vinagre, para luego pasar a compresas calientes de cocimiento de malvas.
Cuando el traumatismo deviene en fractura el pastor se comporta de muy distintas maneras si se complica o no con desgarros de tejidos. En el primero de los casos procede por lo general al sacrificio de la oveja. De lo contrario procura la inmovilización mediante apósitos. El triple entablillamiento es el más recurrido. No faltan aplicaciones de pez cubiertas con tiras de piel de cabra ni emplastos configurados con excrementos de vaca o de gallina. Cualquiera de estos remedios se verá potenciado si el pastor recurre a un tiempo, como hacen en Torrecilla de los Angeles, a vendar el bastón o la pata de la silla de la cocina. El comportamiento de la magia mimética se completa con la práctica de Mirabel de introducir un huevo en un agujero y esperar a que su desecación coincida con el soldado del hueso.
Una enfermedad interna de carácter traumático es el pedero o pera, localizada en las pezuñas. La causa de la misma hay que buscarla en la humedad de los suelos. En Extremadura recurren los pastores al piedralipi y al zotal rebajado, con los que impregnan la parte enferma, sin olvidar los que cortan parte de la pezuña con el fin de que ésta sangre y se descongestione. La magia simpática se muestra en la Tierra de Granadilla como una variante de la ya citada curación de la gusanera. Antes de salir el sol, en un valle con rocío, se arranca el césped que haya pisado el animal enfermo y se recita la formulilla de rigor:
Terrón: la oveja tiene pera
y no lo sabes tú.
Que se seque la pera
como te has de secar tú.
ENFERMEDADES DEL APARATO DIGESTIVO
En lo que respecta a las enfermedades del aparato digestivo destacan en primer lugar aquéllas propias de la boca, es decir, la glosopeda, la estomatitis y la boquera. A la última dedicaremos nuestra atención cuando nos detengamos en las afecciones externas. La glosopeda, que se manifiesta por la aparición de vesículas en la boca, es una enfermedad epizoótica, por lo que exige la atención simultánea de la práctica totalidad del rebaño. A las ovejas ha de administrársele para su curación jarabe de tomillo. Idéntica medicación se prescribe para la estomatitis o afecciones causadas por irritaciones, traumatismos, quemaduras y cuerpos extraños. Previo a la toma es necesario someter al ganado a un lavado de la lengua con agua y vinagre (Garrovillas), con sal y vinagre (Serradilla), con agua y miel (Castañar de Ibor) o con carbón molido (Santa Cruz de Paniagua y La Codosera). Lógicamente los males anteriores traen consigo la inapetencia de las ovejas, a la que el pastor tratará de poner remedio sacando al rebaño a catar el rocío de mayo, echándole en las pesebreras piedras de sal o rascándole las orejas a las desganadas.
Empacho es el nombre que los pastores dan a una indigestión por sobrecarga. Los síntomas más sobresalientes se manifiestan a través de dolores colicales, total falta de apetito y cese de la rumia. Esta puede llegar a estimularse por medio de una alimentación rica en hierbas verdes. Sin embargo, la eliminación total del empacho sólo se consigue después de someter a la oveja a un verdadero suplicio. Se comienza con una rigurosa dieta, para luego dar paso a la correspondiente y obligatoria ingestión de aceite de oliva o de aceite de ricino. Muchos pastores confían más que en el anterior recetario en una actuación externa sobre el animal a base de friegas en el vientre con aguardiente. La máxima efectividad se consigue cuando el sobeteo lo lleva a cabo un mellizo. Los anteriores son comportamientos normales que se ejecutan para cualquier tipo de indigestión, aunque no faltan prescripciones concretas para los determinados males digestivos. Así tenemos que las ovejas jimplás (impladas) por el exceso de hierbas deben tomar en Hervás un berbajo (brebaje) de aceite con vinagre y sal. En Tejeda de Tiétar les suministran aceite con ralladuras de jabón de sosa. Agua de cocer ajos es el bebedizo que le administran en Ahigal. El panalejo (vientre hinchado) se remedia por lo general con una simple sangría en la oreja del ovino. Sin embargo, en muchas poblaciones le dan carreras al animal por una cuesta arriba y, cuando la cabalgada termina, le echan por el gualgüero (garganta) agua salada y una píldora fabricada de hollín y manteca de cerdo. La última medicación puede cambiarse por una ración de retama. Cuando "la cosa se pone jodía", es decir, cuando el animal es incapaz de expulsar los gases de la meteorización con los procedimientos anteriores, los pastores más entendidos recurren a sacárselos clavándoles en el vientre una aguja hueca o un tubo muy fino.
Si las ovejas ingieren comidas en mal estado, indigestas o venenosas se hace necesaria una inmediata provocación de vómitos. Para ello el pastor les mete los dedos hasta el tragadero luego de mantenerle la boca abierta mediante la instalación de un palo transversal. Unos excelentes vomitivos de plantas venenosas son el vinagre y el aceite de oliva, que se les administra por medio de una caña. En el caso de que las ovejas coman raíz de cicuta, la muerte vendrá rápidamente a no ser que acto seguido las obliguen a darse una verdadera jartalga de agua.
Por el norte de Cáceres llaman jibás a las enfermedades hepáticas que se manifiestan por el abultamiento del papo principalmente. Su curación se consigue a base de aguardiente y de aceite. Para la ictericia de las ovejas encuentran el remedio en Pescueza haciéndolas pastar al lado de un riachuelo para que respiren la corriente. En la comarca del Valle del Alagón aseguran que nada es más efectivo para este mal que llevar a la oveja afectada a dar vueltas alrededor de un marrubio.
Los cólicos de ganado lanar son objeto de múltiples atenciones sanitarias. Con gran prontitud se eliminan dichas afecciones intestinales si se toman hojas de ruda en infusión o agua de anís. En los pueblos de la zona de Trujillo se decantan por el café negro con aguardiente y por una decocción de orégano y manzanilla. También el aceite vale para la ocasión. Si todo lo anterior sirve para lograr la desaparición del cólico o aminorar los dolores, no le van a la zaga otras actuaciones terapéuticas en cierta medida sorprendentes. En Talayuela suministran a la oveja enferma leche caliente en la que se han disuelto algunos excrementos de gallina. En Galisteo la tapan con una manta impregnada con vicio (estiércol) de vaca. En Torquemada le frotan la parte dolorida con vino. Con un palo de avellano pasado por la hoguera de San Juan hacen lo propio los pastores de la zona de Tras de la Sierra, creyendo fielmente que el efecto se conseguirá en grado sumo si el que maneja la vara tuvo la fortuna de nacer de pie.
Cuando el vientre de la oveja está duro los laxantes más apropiados consisten en aceite de oliva sola o con sal y vinagre, sin dejar a un lado el agua de cocer ajos o cebollas, de gran aceptación por los territorios de Alcántara. Sólo en situaciones límites le echan en Zarza de Granadilla papo abajo una jícara de aceite de ricino. Si, por el contrario, la oveja anda suelta la medicación viene dictada por el agua de avena cocida (Santibáñez el Bajo), el agua de cocer el arroz con unas gotas de limón (Abadía) y la clara de huevo batida con vino y azúcar (Ahigal y Fuente del Maestre). Menos complicado lo tiene el cordero que sufre diarreas, ya que para su eliminación sólo tendrá que soportar, según prescriben en Navalvillar de Ibor, un rebujón de lana de su madre atado al rabo. En el supuesto de que el proceso diarreico lo tenga una oveja adulta, la afección queda cortada si se le ata a la cola una ramita o una corteza de torvisco, que en algunos pueblos sustituyen por la mimbrera. Por lo que atañe a los medicamentos diuréticos, los pastores extremeños confían en la flor de la cicuta y en el berro. La eficacia de la segunda de las plantas se condensa en el dicho "¡Deja mear al macho, que ha comido berros!".
Otro estado morboso de gran importancia en el ganado ovino lo constituyen las lombrices intestinales. El pastor se encarga de poner fin a su existencia con una serie de preparados vermífugos, entre los que destacan los supositorios cocidos en leche, los hisopos de aceite metidos por el recto, la raíz de hierbabuena cocida y la decocción de madroño.
ENFERMEDADES DEL APARATO RESPIRATORIO
Al igual que en las personas, también en el mundo animal San Blas se encarga de poner remedio a los males de garganta. No en vano la afonía y otras afecciones del gualgüero de las ovejas se solucionan colgándole al cuello un trozo de tela que haya tocado la imagen del santo obispo, si es que no se dispone de las clásicas cintas bendecidas en su festividad. En el caso de carecer de ambos elementos, el pastor puede hacer lo propio con un trozo de su propia media sudada, como ha sido frecuente en Portaje y Talaván. Para tal fin en Cañaveral se valen de una cinta roja. La botica aparece en forma de agua de limón con azúcar, que se administra en Ahigal, Fregenal de la Sierra y Segura de León, y en forma de huevos de tordo, que en Santa Cruz de la Sierra, Torrecilla de los Ángeles y Villanueva de la Sierra consiguen verterle al papo valiéndose de una cuchara.
No es corriente que el pastor haga una distinción entre enfermedades bronquiales y pulmonales, ya que a todas ellas las mete en el saco etiquetado como catarros o costipaos, independiente de que se acompañen o no de tos débil o fuerte. Las recetas expectorantes y mucolíticas se multiplican: vino caliente con azúcar y manteca; jarabe de higos cocidos; agua de cebolla; vino, miel, higos y manteca cocidos; leche con azúcar y coñac; aguardiente con azúcar; hojas de beldo escaldadas; vino con miel caliente y grasa de cerdo; agua de regaliz; infusión de salvia...En Aldea de Trujillo, La Cumbre y Zahínos llevan a las ovejas a que aspiren el humo de las carboneras y en Palomero inhalan el de eucalipto que le encienden en las mismas majadas. Si la tos es galopante nada hay mejor que la antiespasmódica infusión de manzanilla, aunque también hacen su efecto el agua de avena cocida, el marrubio triturado con sal y aceite de oliva, y el zumo de la hoja de higuera chumba. Los resultados de tales recetarios los suponemos muy por encima del derivado de atar al cuello del animal enfermo una cuerda de siete nudos, práctica de gran popularidad en toda Extremadura.
En ocasiones el enlodamiento de los terrenos produce la jelera, cuyo síntoma es la asfixia. Para remediarla tendrá que beber la oveja en ayunas el caldo de la raíz de helecho cocido durante tres mañanas. Otro tipo de ahogo, en el que el animal echa espumarajos y presenta acezos, es conocido como basquiña, siendo curado por medio de una sangría en la oreja o mediante cortes en el lagrimal. También con sajaduras, aunque en este caso por encima de la nariz, se aniquila el moquillo o muermo de las ovejas. Ello se logra igualmente dándole de beber cualquiera de estas tres recetas: café, agua con azúcar y agua de cocer altramuces. Mas si no se desea obligarla a echar el trago, puede el pastor recurrir a otra serie de remedios, entre los que se encuentra el ya citado collar de siete nudos, que cabe sustituirse por collares de torvisco o de corteza de saúco, sin dejar de lado otras prácticas, tales como aplicarle en la nariz un hierro caliente y pasar a la oveja por la hoguera de San Juan.
Las fiebres que acompañan a las anomalías del aparato digestivo debieran desaparecer con los tratamientos indicados. Cuando no ocurre de este modo, en los pueblos situados al sur de Las Hurdes frotan el cuerpo de la oveja con aceite y vino caliente. En Guadalupe, al tiempo de taparla para evitar el enfriamiento, le suministran agua templada. Si las operaciones resultaran insuficientes, en los sitios indicados proceden a sangrarla en cualquier parte de la cabeza, lo que es extensible a buena parte de Extremadura. El sentido mágico también lo encontramos en este apartado. En Riolobos mojan un trozo de pan con la baba del animal y se lo echan a un perro, transfiriéndole a éste la enfermedad. Idéntico regalo hacen en Marchagaz, aunque la víctima ahora sea un torvisco o un galapero, alrededor del cual obligan a andar a la oveja calenturienta. Y puestos a buscar soluciones a la fiebre no se nos escapa, como tampoco escapaba a los pastores de Galisteo, que lo mejor es que la oveja gire tres veces en torno a una mata de menta, habiéndose de arrancar seguidamente. Cuando la planta se seque, la fiebre habrá pasado a mejor vida.
ENFERMEDADES EXTERNAS
Significativas por su importancia en el ganado lanar tenemos las enfermedades que denominamos externas, incluyendo en ellas las propias de la piel y aquellas otras relativas a determinados órganos, tales como los ojos, los oídos, las mamas y la matriz. Entre las primeras citamos la boquera, bocera o bojera, cuya presencia se denuncia por vesículas ulcerosas en la parte externa de los labios, sobre todo en los corderos, dificultando la toma de alimentos. Distintos son los remedios que para semejante mal se recomiendan en el mundo pastoril extremeño, usándose todos ellos en aplicaciones externas: yeso, aceite de oliva sola o con vinagre, polvos de comino, limón, yodo, huevo batido, cebolla y papel de fumar. Pero nada parece tan efectivo como el recetario de Las Villuercas: pasarle por las bezuqueras (labios) una llave en ayunas o, en su defecto, una piedra de rayo.
Cuantiosas son en Extremadura las medicaciones que se siguen para erradicar la roña o sarna de las ovejas. Los baños y lavatorios están a la orden del día. Con agua de cocer chochos (artramuces) los hacen en Valdeobispo y Carcaboso, con agua de cebada en Aldeanueva del Camino, con agua de cocer escobas en Santibáñez el Bajo y con agua cogida en el mes de mayo en todo el norte de Cáceres. Tampoco se resiste la roña a la infusión de hoja de tabaco (Aldeanueva de la Vera).
A veces el recetario para este mal adquiere cierta complejidad, cual es el tratarlo con un ungüento fabricado con azufre, aceite y sal, muy difundido en Salorino y Valencia de Alcántara, o con una pomada confeccionada a base de hojas de tabaco y manteca, de gran popularidad en todo el Campo Arañuelo, o con una decocción en la que entran como ingredientes el azufre, la cal viva y el agua, que ponían en práctica los pastores de Ahigal, o con una mezcla de saliva, aguarrás y sebo, que en Zarza de Granadilla vierten sobre las pústulas reventadas. El uso del zotal rebajado es un recurso más moderno o, al menos, no tan antiguo como el frotar la parte afectada con corcho quemado (Arroyo de la Luz) o con una rama de roble pasada por el fuego (El Bronco). Si con lo anterior no se lograra el éxito apetecido nos quedaría la solución salutífera de sacar de madrugada al ganado a tomar el rocío de mayo o el rocío de San Juan (Sierra de Gata), aunque para los efectos sirve el meter a las ovejas enfermas en un campo sembrado de centeno para que se mojen con la escarcha cualquier día antes de la salida del sol. Cuando ello no sea posible, basta con colgar al cuello de la oveja sarnosa una caña o alfiletero lleno de azufre o recitar, haciendo cruces sobre el animal, tres veces durante tres días la popular oración en la que aparece reflejada la fórmula sanatoria que Cristo da al Bautista:
Con un guisopo de lana,
agua de siete fuentes,
tres pisquinas de sal
y siete gotas de aceite.
La viruela ovina no ha escapado a un tratamiento idéntico al de la roña, aunque ha sido en ocasiones objeto de una medicación específica. Esta ha consistido en rociar a la oveja enferma con agua bendita. En la Tierra de Granadilla no se conforman con los asperges y optan por meter un sapo vivo en una cencerra. El batracio y las vesículas de todas las ovejas del rebaño irán secándose al mismo tiempo.
Aunque no responda propiamente a una enfermedad, lo cierto es que los parásitos no dejan de constituir un problema en el ganado lanar. En su eliminación no encuentra grandes dificultades el pastor. Las garrapatas y las sanguijuelas se sueltan si se las unta de aceite o de manteca, productos que también hacen escapar a las pulgas. Para éstas y para los piojos se recurre igualmente a la infusión de unas pocas hojas de tabaco, si bien para éstos últimos existe un amplio muestrario aniquilador: azufre, piedralipi, vinagre, aceite, lejía, sal, aguarrás, orín de persona y el tantas veces citado zotal rebajado.
Las enfermedades de los ojos reciben en el norte de Cáceres la denominación genérica de belidas. Dentro de ellas caben las nubes y las rijas. Estas últimas, a su vez, incluyen una larga lista de afecciones oculares. En el caso de la nube, conocida al mismo tiempo como uñero, se da una pérdida de transparencia de la córnea, que el pastor combate con distintos procedimientos. Quizás el más sorprendente consista en atarle a la oveja una correa de piel de perro en un agujero que se le practica en la oreja contraria al ojo dañado. Puede optarse, si así se prefiere, por cortarle al animal un trozo de oreja y verterle sobre la córnea la sangre manada de la sajadura, repitiendo la actuación un mínimo de tres veces. Los rabadanes más mañosos son capaces de llevar a cabo la operación de desprender la nube valiéndose únicamente de una lezna. También tiene su importancia en el tratamiento del uñero el soplar al ojo polvos de talco, polvos de la punta blanca de la cagá del lagarto o polvos de excrementos de lobos, sin olvidar la ingestión de machacados con laurel. No hay que olvidar, llegado el caso, que el azúcar se comporta como una excelente medicicina en el caso de la oftalmología ovina
Todo lo indicado para las nubes, excepción hecha de la “operación" de la córnea, tiene su efectividad en la sanación de las rijas, es decir, de la conjuntivitis, de las úlceras y de las panoftalmias. No dejamos nosotros en saco roto, como tampoco lo deja el pastor, el buen hacer de los colirios: agua con sal, gotas de limón, agua herrada (en la que se apagó un metal al rojo), agua de manzanilla, decocción de hojas de saúco y orina de niño. Los procedimientos mágicos encuentran en relación con la rija alguna forma de manifestarse. Conocida es la costumbre de los ganaderos de las comarcas de Los Ibores y del Valle del Alagón de colgar al cuello de la oveja enferma un alfiletero con una lagartija o alacrán en su interior. El animalejo y la rija irán "secándose" a un mismo tiempo. Y, por supuesto, se nos descubren actuaciones que caben insertarse en el contexto mágico-religioso, cual es la práctica generalizada en las comarcas citadas anteriormente de pasar por encima del ojo una rama de laurel que mantenga un número impar de semillas, durante nueve días seguidos, habiéndose de recitar antes y después de la ritualización la siguiente salmodia:
Santa Lucía tres hijas tenía:
una bordaba, otra cosía
y otra quitaba la rija.
Por la gracia de Dios
y de la Virgen María,
un Padrenuestro y un Avemaría.
Entre las enfermedades propias de las mamas el pastor destaca la mamitis (ubreras en la comarca de Campo Arañuelo). Las ovejas aquejadas muestran inapetencia, tristeza, fiebre y tumefacción, calor y dolor en las tetas. Un primer tratamiento consiste en ordeñar completamente la ubre enferma. En Casar de Palomero dicen que una cataplasma de hojas de aliso es más efectiva que el ordeño, ya que le retira hasta la mínima gota de leche. Para conseguir la sequedad total en Marchagaz le frotan las mamas con esencia de romero. La tumefacción se elimina restregándolas con una piedra de rayo, aunque seguramente el animal lo agradecerá doblemente si las friegas se le dan con pomadas calmantes y emolientes, cual es la fabricada en Torrejoncillo con extracto de belladona y manteca. Más pobre se presenta el recurso de Alía, donde en el sobeteo sólo se emplea aceite de oliva. En otras poblaciones de la comarca del Ibor el aceite de oliva se configura como componente de un emplasto en el que también tienen algo que decir la cera y la clara de huevo. Generalizada está para estos fines la combinación de la manteca de cerdo y el aceite, a ser posible de la lámpara del Santísimo. En Ahigal y Guijo de Granadilla la acompañan con una clara de huevo, en Hoyos con unas gotas de limón y en Aldeanueva del Camino con un poco de miel. Es posible que científicamente la efectividad de todas estas medicinas supere en mucho a la costumbre de Malpartida de Plasencia de meter bajo la ubre, con intención de ahumarla, una pala en la que arden hojas de laurel.
Para la curación de las heridas de las mamas el recetario se presenta cuantioso, siendo casi todo él de uso externo. Están la manteca, la ceniza de ubre de vaca con sebo, la miel, el orín de niño, el agua de malvas con aceite, el agua herrada y la baba de los perros lazarillos. Hay ciertas heridas de las tetas que se creen originadas por supuestas mamadas de serpientes. En Oliva de Plasencia con el correspondiente ensalmo, que también se recita cuando la víctima del goloseo es una mujer, se logra la total sanación:
Una culebra llegó y de la oveja mamó,
pero la Virgen María mamando la sorprendió.
Por beber de esa leche yo te condeno
que por el día y por la noche
andes arrastras por el terreno.
Las afecciones de los oídos de los ovinos se refieren en su mayor parte a dolores por etiología indeterminada y a molestias causadas por cuerpos extraños. En el primero de los casos el tratamiento más efectivo consiste en verterle en el interior del oído unas gotas de leche de nodriza. Más extendido está el uso de aplicarle aceite de oliva y tapar el oído con manteca de cerdo, así como soplar a su interior a través de un embudo de papel. Para sacar los cuerpos extraños lanzan los pastores agua tibia al conducto auditivo por medio de una caña fina.
ENFERMEDADES DEL APARATO REPRODUCTOR
La máxima de todo pastor es lógicamente la multiplicación de su rebaño. Ello le obliga a una selección del ganado más apropiado para la reproducción: sementales de buenas hechuras y ovejas fértiles. La fecundación viene precedida por el celo, que el pastor puede estimular mezclándole en la comida hojas secas de perejil a punto de florecer. A pesar de ésta y de otras manipulaciones, no faltan los motivos perturbadores que impiden la fecundación. Cuando la esterilidad, ya pasajera o permanente, se da en las ovejas, éstas se hacen acreedoras del calificativo de machorras. La machorrez la eliminan en La Cumbre untándole la matriz con sebo de lobo. En Talayuela le vierten agua en los riñones, mientras que en Carcaboso y San Vicente de Alcántara recurren a una lavativa de la matriz, lo mismo que ocurre en Valdeobispo, aunque aquí en la irrigación se prefiere el agua de mayo. Un hisopo de lana de oveja recién parida emplean en Calzadilla para estos lavados fertilizadores. Más complicada resulta la práctica por las comarcas de la Tierra de Granadilla y de los Montes, donde con un trapo rojo se le da un unte configurado por "cagás de gallina, sebo de liebre y una pizquina de levaúra". A los baños en el río de los Angeles y en el río Ibor se les atribuye un alto poder fertilizador, quizás el mismo que han achacado los pastores de Navas del Madroño al estiércol fresco de vaca, con el que suelen embadurnar a sus ovejas machorras. Pero no todo son aplicaciones externas. Ahí están los ejemplos de Jaraicejo y de Torrecilla de la Tiesa, donde consiguen que las ovejas empreñen rápidamente dándoles de beber agua de tres pozos.
La impotencia de los sementales la combaten en Portaje y en Torrejoncillo frotándole los genitales con sebo de lobo. En su defecto es la friega con ajo la que aumenta la fuerza genésica. Más recurrida es la costumbre de hacer ingerir al macho huevos disueltos en agua o simplemente de estrellárselos en la frente. No hay que olvidar que al huevo se le supone en el territorio extremeño un alto poder fertilizador.
La práctica totalidad de los corderos son víctimas, por causas comerciales, de una impotencia impuesta por el pastor mediante el recurso de la castración. En el menguante de marzo ven el momento propicio para tal menester, coincidiendo con el raboteo de las hembras. Uno de los métodos empleados es el conocido en Extremadura como a vuelta o a vuelta de pulgar, consistente en el retorcimiento de las turmas alrededor del cordón seminal. Otra técnica empleada busca atrofiar los testículos por medio de un atado con corteza de torvisco o con una vara hendida de la misma planta que, a manera de pinza, va machacando paulatinamente los cordones testiculares. Este procedimiento recuerda la moderna castración a pinza y guarda similitudes con la enunciada por Columela como propia de los cartagineses.
Cuando se produce un aborto el pastor suele achacarlo a causas naturales o accidentes, tales como caídas, lesiones ocasionadas por los perros, pedradas, golpes al saltar, etc., sin que falten oportunidades en las que la anómala expulsión del feto se atribuya a malas querencias de otros pastores que no dudan en introducir en la vagina de las ovejas perejil triturado o que las hagan ingerir cornezuelo de centeno y aceite con agua, según afirman en Zarza de Granadilla. En menor medida es achacable el aborto a posibles aojamientos, y para combatir estos efectos de la envidia el pastor da de comer a sus hembras pienso que haya llevado a la iglesia o les pasa por el vientre una rama de acebo mojada en agua bendita.
Diversos son los medios que se han empleado para favorecer el parto. Fue de uso corriente el atar a la pata de la oveja preñada una piedra de rayo, con la particularidad de que tal actuación conlleva el nacimiento de una hembra. En Torremocha se inclinan por atarle al cuello una bolsita que contenga una pluma de golondrina y una raíz de albahaca. Si el parto resulta en extremo complicado se recurre a infusiones estimulantes y calientes: té con aguardiente, coñac, café y manzanilla. No faltan para estos casos en la botica casera del pastor las pequeñas dosis de ruda, jaramago ("bolsa de pastor") y cornezuelo de centeno. Este último producto es válido para facilitar la expulsión de la placenta. Si éstas son reacias a desprenderse el pastor recurre a varios métodos: la irrigación de la matriz con agua templada o aceite, el lavado de la misma con carbón molido y el atarle a la parte de las pares que asoman una botella para lograr el desprendimiento. Mucho cuidado ha de tenerse para que la placenta no sea lamida por la oveja parturienta, so peligro de que se vuelva cabrera.
La piedra de rayo vuelve a aparecer en relación con el cordero recién nacido, al que se le pasa por el hocico para que mame bien, y con la oveja, ya que con ella se le frota la ubre para alcanzar una mayor producción de leche. Tales fricciones se emplean sobre todo en las ovejas artuñas, que no deben ser otras que aquéllas que deben amamantar a crías extrañas. El aumento de la leche se consigue en la provincia cacereña atándoles al cuello de las ovejas una piedrecita blanca, las populares cuentas de leche, o bien, como hacían en Zarza la Mayor, esparciendo hinojo por el suelo del aprisco. El destete de los corderos, es decir, la pérdida de la querencia de la leche, lo logran fácilmente en Deleitosa por el simple hecho de untar la ubre con sus propios excrementos. Por la Tierra de GranadilIa basta con aplicar pimentón rebajado.
ENFERMEDADES NERVIOSAS
Dicen los pastores que una oveja está aciborrá cuando se muestra calenturienta y amodorrada. Este amodorramiento o sopor se diferencia de la cenurosis o modorra propiamente dicha, enfermedad que como etapa terminal se manifiesta en los continuos giros que da el animal sobre sí mismo. La mejor "medicina" que suelen aplicar los ganaderos en estos casos es el cuchillo, aunque algunos confían en la curación por el simple hecho de encerrar al animal en un cuarto oscuro. Para la locura optan en Talaván por frotarle la frente de la oveja con poleo triturado. En todo el norte de Cáceres confían más en hacerla correr hasta el agotamiento y en sangrarle seguidamente la parte interna del ojo.
Sin duda la enfermedad nerviosa más popular y temida ha sido la rabia. Pocas veces los pastores procedieron a la curación de los animales rabiosos, pero sí de las ovejas mordidas, en las que se podría incubar la enfermedad. Una de las formas de actuar ha consistido en administrarle ruda, jugo de naranja y pan bendecido. En Villar de Plasencia buscan el remedio en las repetidas inmersiones en el agua. En la vertiente religiosa hay que apuntar que los pastores de la Alta Extremadura tienen sus protectores y curadores de la hidrofobia en San Lorenzo, patrón de Cabezabellosa, y especialmente en la salmantina Nuestra Señora de Valdejimena, a cuyo santuario de Horcajo Medianero acuden con sus ovejas mordidas. A la bendición de los curas y a los asperges con agua bendita se le atribuyen excelentes propiedades antirrábicas, aunque siempre en menor grado que al buen hacer del saludador. Conocidas son las actuaciones de los saludadores de Talayuela y de Navalmoral, muy populares entre los pastores de las estribaciones de la Sierra de Gredos. Su labor se reduce a proporcionarle al animal enfermo trozos de pan mezclados con saliva, acompañándose de un ceremonial en el que no faltan las oraciones y los conjuros. De la importancia del saludador en Extremadura da cuenta la siguiente cita entresacada de un pleno del ayuntamiento de Ibahernando, celebrado el 21 de enero de 1894, que trae a colación Publio Hurtado: "A petición del vecino don Andrés Cacho se acordó excitar a los ayuntamientos de los pueblos limítrofes, para que unidos con éste, se haga una suscripción en cantidad bastante para sustituir en el servicio militar a su hijo Felipe que, por ser saludador, es y puede continuar siendo de gran utilidad a estos pueblos, suscribiéndose éste, según la necesidad, con 100 ó 200 pesetas". Ejemplos de esta guisa también encontramos en la primera mitad de nuestro siglo.