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La crisis de la dulzaina y de los otros instrumentos musicales más populares, la gaita, pandereta, pito, etc., comenzó con la llegada del gramófono, se agudizó con la popularización de la radio y del disco y llegó a su clima con la generalización de la televisión.
Poco a poco fue sustituida por instrumentos musicales más modernos de viento utilizados por las orquestas y los grupos musicales, como trompeta, saxofón, clarinete. La dulzaina fue poco a poco olvidándose, quedando casi en desuso porque estos instrumentos nuevos daban a las fiestas unos aires más modernos y se acomodaban mejor a las nuevas canciones que se escuchaban en los gramófonos, por la radio o en los discos. La dulzaina quedó olvidada, sustituida por esos nuevos y modernos instrumentos. De vez en cuando se la volvía a escuchar con nostalgia en algunas muestras que exhibían el folklore como espectáculo para eruditos.
Ante la escasa demanda de este instrumento musical en las fiestas populares, romerías y otros acontecimientos sociales, los dulzaineros existentes en el primer tercio de este siglo, los más antiguos, por imperativos de la edad fallecieron y los más jóvenes, muchos de los cuales eran los prolongadores de una tradición familiar, dejaron la dulzaina guardada en el arca de los recuerdos y adquirieron algún moderno instrumento, saxofón, acordeón, etc., y en compañía de otros músicos continuaron asistiendo a amenizar las fiestas populares, pero los ecos de la dulzaina ya no se escuchaban.
Como casi siempre sucede, esta situación se realizó casi imperceptiblemente, casi sin ser notada de un año para otro, sin pena ni gloria. E incluso para algunos fue motivo de alegría porque era signo de modernidad, de salir de épocas de atraso social y cultural.
El repertorio reducido que anteriormente interpretaba la dulzaina se veía sustituido por la posibilidad de interpretar todas las novedades que cada año se incorporaban a las listas de canciones y bailes que aparecían en el mercado, lo cual hacía más atractivos a los modernos instrumentos musicales.
La dulzaina se convirtió en pieza de museo y su música, como el gregoriano, objeto de investigación en archivos para especialistas.
En la provincia de Burgos la dulzaina y el tamboril, unidos y acompañándose han tenido un gran arraigo como instrumentos musicales tradicionales. La dulzaina y el tamboril, siempre unidos y asociados, complementándose, como dos amigos inseparables que alegraron las fiestas y romerías de nuestros pueblos, a la sombra de las viejas y humildes ermitas, que hicieron posibles las viejas danzas tejiendo y destejiendo sus sones transmitiendo esos bailes típicos antiguos de una generación a otra. Ellos fueron el alma de las fiestas y romerías de nuestros antepasados y, por fortuna parece que vuelven a serlo también en nuestros días.
Con estas líneas pretendo, además de estudiar el proceso seguido en Burgos por la dulzaina en su crisis y decadencia hasta su recuperación y esplendor actual, rendir un sencillo homenaje, sincero y espontáneo, a los antiguos y a los actuales dulzaineros. A Anastasio, del pueblo de Almendres, a Calines y Farraus, al Sr. Tanis, Estanislao Ruiz, de Bezana, al Tío Casto, a Basilio "El Famoso”, de Covarrubias, a Dámaso Moral, gaitero de Castrillo de la Reina, a Felipe González, de Cillaperlata, recientemente fallecido, a Teófilo Arroyo Calleja, a Lidio Portal Arribas y Simón Altable. A Angel Rodríguez Tejedor, de Los Balbases; a Carlos Tania Jorge, de Hinojar del Rey; Rufino Andrés, de Arauzo de Miel; Joaquín Vivar Pérez, de Susinos del Páramo y Pedro Barcina Arce de El Almiñé, en el valle de Valdivielso y a Alejandro Céspedes, maestros instrumentistas y algunos hasta constructores de dulzaina que han creado escuela. Todos merecen nuestro agradecimiento y nuestro homenaje, los mencionados y aquellos cuyos nombres no hemos llegado a conocer. Todos, con su saber y arte han contribuido a difundir y conservar en la tradición la música de este instrumento popular.
En el año 1980, el 27 de abril murió Ladislao Herranz Salvatella, más conocido popularmente por "Ladis”, el gaitero o pitero de los gigantillos de la ciudad de Burgos. También unimos su nombre a los anteriores, ya que también era dulzainero. Y dulzaina, gaita y pito son instrumentos a los que concedemos la misma categoría popular.
Con la muerte de "Ladis” desapareció una de las figuras más representativas de la sencilla vida burgalesa, que fue continuador de una tradición a la que estuvo vinculado durante cuarenta años. Su padre había sido gaitero de los gigantones durante 43 años y en la actualidad uno de sus hijos continúa su labor.
Muchos de los anteriormente mencionados murieron y su labor queda en el recuerdo, otros por efecto del tiempo, habrán caído en el olvido. La dulzaina también estuvo a punto de morir definitivamente, pero se ha realizado el milagro de su renacimiento alcanzando en estos últimos años una época de esplendor.
LA CRISIS
"La dulzaina se muere” era un titular del periódico burgalés, hoy desaparecido, «La voz de Castilla» en el año 1974. Era el encabezamiento de una entrevista que el periodista Vicente Ruiz de Mencía realizaba al Maestro Justo del Río Velasco, quien afirmaba que por aquellas fechas quedaban en Burgos tan sólo ocho músicos dulzaineros, cinco en la provincia y tres en la capital. Se daba entonces, una vez más la voz de alarma sobre la posible desaparición de este instrumento, sugiriendo entonces como posibles soluciones y remedios, la convocatoria de un concurso de dulzaina en Burgos por parte de la Agrupación de Danzas Burgalesas «Justo del Río» y la creación de una Escuela de Dulzaineros y Tamborileros.
Parece -por lo que se dice en la entrevista citada- que por aquellos años de 1974 no era difícil encontrar redoblantes, pero encontrar dulzaineros sí lo era porque había cada año menos. Y lo decía quien conocía estas dificultades mejor que nadie, pues para su grupo de danzas necesitaba Don Justo del Río dulzaineros competentes.
Don Justo del Río hablaba con tristeza porque le daba pena que pudiera perderse esta tradición después de los muchos años de trabajo que él dedicó a rescatar y difundir nuestras danzas, para cuya interpretación es vital la dulzaina. El acude a poner en práctica algunos procedimientos para que este instrumento perdure.
Además del libro publicado con partituras incluso de dulzaina, -dice Justo del Río- hemos empezado a enseñar a los niños las canciones de las danzas para que al mismo tiempo que las bailen se formen coros y sea la única solución en el caso de que un día no hubiese quien supiese tocar la dulzaina.
En el Diario de Burgos, el 15 de julio del año 1975, un titular afirmaba: «La dulzaina se muere», recogiendo las distintas voces de alarma sobre el peligro de desaparición de este instrumento.
El día 21 de abril de 1973 se celebró en el pueblo segoviano El Espinar el I Festival Castellano de Dulzaina. Los participantes interpretaron cuatro piezas de su libre elección pero en todo caso música tradicional y folklore castellano (entradillas, revoladas, dianas, baile corrido, fandangos, paloteos, danzas de procesión, habas verdes o respingonas, jotas, etc.). Pese a que dicha demostración tenía carácter de festival y no de certamen el Jurado concedió premios en metálico de diez mil, cuatro mil y tres mil pesetas, asignando además una dieta de participación de dos mil pesetas a todas las parejas de dulzaineros que acudieran al mismo. No hubo participación burgalesa quizá por desconocer la convocatoria y fue una lástima pues todavía quedaban en algunos de nuestros pueblos buenas parejas de dulzaineros de la estirpe de aquellos «Calines» y «Farraus» de feliz recuerdo. Pero quizá esto ya era un síntoma del desánimo existente.
Como vemos no era precisamente halagüeño ni esperanzador el panorama del folklore burgalés en este aspecto por aquellos años.
El Concurso organizado por la Agrupación de Danzas “Justo del Río” parecía insuficiente. Y la pasividad de los organismos oficiales de la ciudad no se comprendía.
A partir del año 1976 empezaron a cambiar las cosas. Surgieron políticamente las Autonomías y con ellas comenzó a revitalizarse la idea de recuperación de los folklores regionales y a renacer la afición por las tradiciones y costumbres como medio de aglutinar las individualidades territoriales. Entonces lo que se había sembrado con gran esfuerzo por Olmeda, Hergueta, Antonio José, Justo del Río... comenzó a dar tímidos frutos que más tarde se hicieron abundantes y más maduros.
La dulzaina y los dulzaineros estaban abocados a una inevitable desaparición por deserción juvenil, porque los gustos modernos iban por otros derroteros y las antiguas tonadas de la dulzaina y el tamboril habían entrado en una caída vertical.
Los grupos dotados de música electrónica, guitarras principalmente, y con modernísimos equipos acústicos consiguieron ganar plenamente el terreno y la afición de la juventud. La sencilla dulzaina no tenía nada que hacer.
Sin embargo también por esos mismos años, hacia 1975, se produjo un renacimiento de la afición por la música folk, favorecida por la actuación en directo en pueblos y ciudades de Grupos que divulgaban música popular, con un enorme prestigio, como Nuevo Mester de Juglaría y otros, que además de cantar, utilizaban toda la gama de instrumentos tradicionales, entre los que la dulzaina y el tamboril eran protagonistas. Y fue creciendo el interés y fueron naciendo grupos, la mayoría de vida efímera, pero que demostraban un renacimiento del gusto por la música tradicional frente al éxito de otros ritmos modernos.
Aunque el dulzainero y tamborilero actuales difícilmente podrán ganarse la vida como lo hacían los antiguos tomando parte en las fiestas y romerías de los pueblos, todavía tienen un gran papel que jugar en la supervivencia del folklore.
Por eso, visto desde estas alturas del tiempo, iniciativas tales como el primer concurso de dulzaineros o el 1er Festival Castellano de Dulzaina y otras semejantes fueron como las semillas que salvaron de la muerte a este instrumento popular y querido como pocos.
Justo del Río enumeraba entonces, en aquella entrevista, los nombres de los dulzaineros que existían en la provincia de Burgos: En la capital: Don Lidio Portal Arribas; Don Teófilo Arroyo Calleja y Don Simón Altable. En la provincia: Don Alejandro Rodríguez, de Los Balbases; Don Carlos Tapia Jorge, de Hinojar del Rey; Don Rufino Andrés, de Arauzo de Miel; Don Joaquín Vivar Pérez, de Susinos del Páramo y Don Pedro Barcina Arce, de El Almiñé, en el Valle de Valdivielso. Se olvidaba don Justo de Felipe González Martínez, de Cillaperlata.
Si por desidia y abandono desaparece la dulzaina -como han desaparecido otras muchas cosas, tradiciones, costumbres, etc.-, por no haber dulzaineros hubiera desaparecido con ella una de las más bellas tradiciones que enriquecen el acervo folklórico de nuestra provincia. Ya se ha dicho que la dulzaina es el alma de fiestas, romerías, procesiones y otras manifestaciones tanto religiosas como profanas festivas de los pueblos de Castilla y en consecuencia de Burgos.
Se le preguntaba a D. Justo del Río:
-¿Cree usted que llegará a desaparecer totalmente la dulzaina en Burgos?
-Yo creo que sí; -contestaba- en Burgos y en Castilla en general. Antes los dulzaineros eran imprescindibles para las fiestas de los pueblos; ahora se contratan conjuntos musicales, la juventud quiere otra cosa. Al no contratarles ya no tocan y se pierde la afición.
Y hablando del concurso de dulzaina como un remedio para salvarla del trance de desaparecer, decía:
-Organizamos por primera vez este concurso para que no se pierda esta hermosa tradición y dentro de todo el esfuerzo que estamos haciendo para conservar el folklore.
LA DULZAINA
Es un instrumento duro, difícil, sacrificado, pero compensa, porque sobre todo es alegre. Instrumento insustituible a la hora de interpretar el extenso y variado folklore burgalés y castellano. Instrumento de todo punto necesario a la hora de interpretar las danzas típicas de esta tierra.
Según afirmaciones de Simón Altable, dulzainero burgalés que ha llevado este instrumento por varios países de Europa acompañando al Grupo de Danzas, la afición a la dulzaina se está acabando; la juventud se interesa más por otros instrumentos como la guitarra. En otros tiempos la enseñanza se transmitía de unos a otros, de padres a hijos.
La parte más importante de la dulzaina es la boquilla. Esta es de caña y la fabrica generalmente el mismo dulzainero.
Este instrumento tiene indudable origen pastoril y aunque no es exclusivo de Burgos, ni de Castilla la Vieja, aquí se le considera su instrumento musical más característico.
INICIATIVAS LLEVADAS A CABO PARA REVITALIZAR LA DULZAINA.
En el año 1974, la Agrupación de Danzas Burgalesas «Justo del Río» organizó en el mes de marzo un interesante concurso provincial infantil de instrumentistas de flauta, pito y dulzaina. Este certamen estaba dentro de los objetivos de esta entidad para inculcar en los niños burgaleses la vocación por los tipismos y tradiciones de nuestra tierra, especialmente en cuanto se refiere a la dulzaina.
En el desarrollo del certamen era obligatorio interpretar «la jota burgalesa» y otra pieza a elegir por el concursante elegida entre las veinte danzas publicadas en un folleto aparte que fue distribuido a través de la Delegación Provincial de Educación y Ciencia. Este certamen se celebró dentro de las fiestas patronales de San Pedro y San Pablo. Participaron en él ochenta concursantes de la capital, de Aranda de Duero, de Briviesca y de Palacios de la Sierra.
Una vez más se puso de relieve la necesidad de que el Ayuntamiento de la ciudad o la Diputación Provincial crearan y pusieran en funcionamiento una Escuela de Dulzaina para que en ella pudieran aprender su oficio todos aquellos que quisieran ser dulzaineros.
Al finalizar las fiestas patronales de Burgos, que honran a San Pedro y San Pablo, en julio del año 1979, el entonces concejal y presidente de la Comisión Mixta de Festejos, Antonio García Martín, anunciaba la inminente creación de la Escuela Municipal de Dulzaina.
Habían pasado más de dos años desde que la Corporación Municipal aprobara el proyecto de la Escuela, pero problemas económicos hicieron imposible que éste se llevara entonces a efecto.
Las voces que se habían levantado dando la alarma por fin habían sido escuchadas y todavía era tiempo de evitar la total extinción. El primer curso de la Escuela Municipal de Dulzaina comenzó en Octubre de ese mismo año 1979. Su creación fue un paso decisivo dado por el Ayuntamiento de Burgos en pro del folklore burgalés y de uno de sus instrumentos más característicos populares y queridos, como lo demuestran los múltiples grabados conservados a lo largo de nuestra historia.
Baste recordar que en el monumento más importante de la ciudad, la Catedral, en una de las arcadas de la puerta del Sarmental hay esculpidos dos ángeles tocando dulzainas, que representan la alegría de la entrada en la gloria.
Se nombró Director de la Escuela Municipal de Dulzaina a D. Teófilo Arroyo, un hombre que había dedicado gran parte de su vida a la dulzaina.
Desde entonces y en los años sucesivos, otros nombres, Alejandro Céspedes, Simón Altable, Máximo Mediavilla, Miguel Alonso, Miguel Angel Palacios... han ido conformando una lista de personas que han hecho posible que hoy la dulzaina vuelva a tocarse con entusiasmo, que vuelva a estar presente en las más genuinas y enraizadas de nuestras tradiciones y que haya recuperado el lugar que le corresponde y que poco a poco había ido abandonando.
Pero lo más importante, han logrado que haya en la provincia de Burgos más de trescientas personas que se dedican al estudio de la dulzaina, al oficio de dulzaineros y en muchos casos a su construcción.
El ejemplo de la Escuela Municipal de Dulzaina se extendió primero a los barrios periféricos y más tarde a la provincia, donde en el año 1987 existían ya once escuelas de dulzaina.
Si Teófilo Arroyo fue el pionero, otro hombre que estudió con él dos años, fue el que descentralizó por así decirlo, la escuela, llevando la enseñanza del popular instrumento a un barrio también popular, Capiscol, en cuya escuela algunos años han llegado a ser ciento diecinueve alumnos.
Nos referimos a Alejandro Céspedes Resines, sacerdote, párroco de la parroquia de El Salvador, un hombre que ha hecho que en este barrio de El Capiscol la dulzaina sea conocida. Y no sólo eso, sino que él mismo construye las dulzainas, llegando a adquirir una alta calidad artística. Alejandro Céspedes, sacerdote ejemplar y hombre dinámico está logrando con esfuerzo y constancia la recuperación de muchas tradiciones que son las raíces de nuestro pueblo, por esta razón en el año 1987 recibió el primer premio de Recuperación de la Música Popular.
Teófilo y Alejandro son dos grandes amigos. Para ambos la supervivencia de la dulzaina y del folklore burgalés es un tema que está por encima de las rivalidades o amistades personales.
En el Diario de Burgos del 17 de julio de 1987 se publicaba un artículo de Inmaculada Pascual con este titular: La escuela municipal de dulzaina, siete años al servicio del folklore burgalés.
En aquel artículo Teófilo Arroyo veía con optimismo la marcha de la Escuela. Yo soy el director -decía Teófilo- pero ahora voy poco. Antes era casi imprescindible, pero ahora hay mucha gente para enseñar. Además de los dos profesores oficiales de la Escuela, los alumnos más aventajados van también enseñando a los demás.
La dulzaina está situándose en el justo lugar que le corresponde, hay una enseñanza más seria que cuando yo tocaba y esto nos llena de orgullo a los dulzaineros; no hay que olvidar que sobre ella descansa todo nuestro folklore. Y añadía: hay que seguir trabajando y si se puede, componer para dulzaina. El mismo Teófilo ha dado ejemplo haciendo composiciones para este instrumento y su nombre ya está escrito en nuestra historia de música popular.
Antiguos alumnos de este extraordinario dulzainero, Director de la Escuela Municipal de Dulzaina, hoy ya fallecido, Teófilo Arroyo, son los componentes del Grupo de Dulzaina Bardulia, son el mejor fruto de dicha Escuela. Javier Plaza, Roberto Gutiérrez, Víctor Manuel González, Carlos Urrez y Angel Gutiérrez, son los componentes de este Grupo.
Cuando en 1988 se decidieron aunar esfuerzos para descubrir y mantener nuevas posibilidades sonoras en el ámbito del folklore castellano los cinco dulzaineros burgaleses que componen el Grupo Bardulia no podían imaginar que unos años más tarde serían seleccionados entre más de tres mil solicitudes para intervenir en el programa Jóvenes valores del siglo XXI. Música de raíz e incluso dentro de las actividades de la Exposición Universal de Sevilla.
El Palenque, el más popular de los recintos escénicos de la Expo-92 acogió el día 10 de mayo de 1992 la actuación de este Grupo Tradicional de Dulzaina Bardulia, formado en Burgos en el año 1988.
En el repertorio de Bardulia (nombre que en lengua romance significaba «tierra de castillos») se conjugaban los sonidos de la dulzaina, pito castellano, flauta dulce, caja, bombo y percusión, con objeto de enriquecer las posibilidades de la dulzaina y ampliar el abanico interpretativo hacia piezas cultas no estrictamente populares, pero respetando siempre lo que hemos aprendido de nuestros mayores.
Con motivo de las fiestas en honor de San Lesmes, Abad, patrono de Burgos, que se celebran con toda brillantez en la última semana de enero y los primeros días de febrero, todos los burgaleses han podido constatar en los últimos años, el renacer de la dulzaina. Aparte de los pasacalles y danzas que se celebran en los que es protagonista este instrumento, el día de la fiesta del santo, 31 de Enero, a medio día, tiene lugar en la plaza de San Juan, frente a la iglesia parroquial de San Lesmes, un acto eminentemente popular. Las peñas, Asociaciones y Casas Regionales de la zona reparten a todo el público asistente productos típicos de la tierra, chorizo, morcilla, queso y vino. Durante este reparto actúan en un largo recital los dulzaineros de las Escuelas de Dulzaina de Burgos y Capiscol y los Amigos de la Dulzaina.
Y lo mismo sucede con motivo de otras fiestas populares, romerías, fiestas patronales de los barrios y de los pueblos, ya que la dulzaina está presente en casi todas ellas.
Los numerosos grupos existentes, Asociaciones, Peñas, Asociaciones Folklóricas, Grupos de Danzas, cuentan con sus correspondientes tamborilero o redoblante y dulzainero.
El día 13 de Diciembre de 1992, domingo, se celebró el VII DIA DEL DULZAINERO. Con este motivo se congregaron más de 50 instrumentistas de la región. Agrupaciones de dulzaineros y redoblantes procedentes de Avila, Palencia, Segovia, Soria, Valladolid, Zamora y Burgos participaron en un verdadero «Festival de la Dulzaina» organizado por la Asociación Cultural «Amigos de la Dulzaina» de Burgos.
Después de la actuación de más de 50 dulzaineros castellano-leoneses en el escenario de la Casa de Cultural de Gamonal, se reunieron con sus familiares, socios y demás participantes en una cena de hermandad. A su término, los organizadores tributaron un merecido homenaje a pedro Barcina Arce, conocido dulzainero de Hoz de Valdivielso, aunque afincado desde su infancia en El Almiñé y a Angel Rodríguez Tejedor, dulzainero de Los Balbases, recientemente fallecido.
Este "VII día del Dulzainero” indica bien a las claras la vitalidad cobrada por este instrumento, después de pasados los años suficientes para constatar que el bache ha sido superado y que la crisis se remontó, con el interés, el trabajo y la dedicación de las personas más indicadas y hoy podemos hablar de esplendor, revitalización, recuperación de la dulzaina.
Sólo nos queda esperar que en los años venideros no decaiga el alto nivel alcanzado en la aceptación, en la afición, en el estudio y divulgación de la dulzaina.