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La vitalidad de las nuevas expresiones populares decimonónicas, las de más reciente incorporación al folklore musical de nuestro pueblo, eclipsaron en general muchos dances populares, hasta provocar casi el olvido en numerosos casos. A la hora de realizar un estudio sobre los mismos y teniendo en cuenta que son manifestaciones que surgen espontáneamente de lo más hondo y puro del pueblo, ligados íntimamente al trabajo, diversión y sentimientos de esa sociedad, será imprescindible moverse en el medio que los hizo surgir y vivir.
Las líneas que aquí presentamos pretenden simplemente aportar nuevos datos y reflexiones sobre uno de los dances más interesantes del folklore altoaragonés: el dance de Santa Orosia. El tema no es nuevo en esta revista, puesto que en años anteriores se publicaron dos excelentes estudios organológicos de Alvaro de la Torre sobre los instrumentos que se utilizan en esta tradición. Nuestra investigación se dirige más concretamente al análisis del repertorio musical, sin embargo sólo presentamos aquí un estado general de la cuestión que sirva de introducción al cuerpo principal del estudio y que concluiremos próximamente.
Pocos países como el nuestro y dentro de éste regiones como la aragonesa pueden ofrecer para su uso y estudio una variedad tan impresionante de manifestaciones folklóricas. Cuando muchas otras zonas carecen ya por completo de la posibilidad de revitalizar su música autóctona, desplazada por la de consumo, todavía podemos encontrar en nuestros pueblos y ciudades, exquisitas tradiciones populares que nos muestran como uno de sus valores más auténticos las músicas y los dances de sus antepasados.
En nuestro caso, cuando nos referimos a los dances de Santa Orosia, estamos pensando en los realizados tanto en Yebra de Basa como en Jaca (Huesca), pueblos que veneran a la misma patrona y que con sus lógicas diferencias realizan básicamente los mismos ritos religioso-populares. Desde luego la festividad de Santa Orosia no puede entenderse sin la unión de estas dos localidades, hermanadas en la tradición y religiosidad, que participan de las mismas costumbres, se reparten el cuerpo de la Santa (la cabeza en Yebra y el resto del cuerpo en Jaca) y que polarizan las romerías en la vieja sociedad pirenaica.
El Dance de Santa Orosia, baile pseudo-religioso al igual que el paloteao, interpretado en la procesión del día de la fiesta de la Patrona, es sin duda uno de los dances más interesantes de nuestro repertorio folklórico nacional. Ejecutado en honor de la Santa, se dejó de bailar antes de 1920 y fue recuperado en los años setenta afortunadamente por el Grupo Folklórico Alto Aragón, realizándose desde entonces ininterrumpidamente por los componentes de dicha agrupación. Es, desde luego, el baile más representativo de la ciudad, puesto que el actual paloteao de Jaca surgió ante la decadencia del dance de castañuelas con la idea de hacer uno similar al de Yebra.
Por lo que respecta pues al paloteao de Jaca, las fuentes consultadas (antiguos danzantes de principios de siglo) no recuerdan que existiera éste antes del dance, aunque siempre se comentó la existencia de uno propio de la ciudad y que se perdió completamente. Si bien nadie pudo concretar el año, recuerdan que en la década de los años veinte vino un señor de Yebra contratado por el ayuntamiento y fue él quien enseñó ese paloteao a todos los danzantes, que lo aprendieron en veinte días. Al año siguiente salieron en la procesión ejecutándolo y olvidándose del dance, aunque vestidos todavía con su indumentaria habitual hasta los años cincuenta. A pesar de que este paloteao de Jaca es pues una copia del de Yebra (aun presentando diferencias en las mudanzas y denominación de las mismas) no deja de ser un baile íntimamente relacionado religiosa y musicalmente con el dance y desde luego tan arraigado en nuestra ciudad como este último.
Básicamente la realización actual de estas dos manifestaciones folklóricas es idéntica a la de principios de siglo. El dance consta de ocho danzantes y músico. Se sitúan en la procesión delante de la Santa, en dos hileras paralelas que realizan un sencillo baile de delante hacia atrás ininterrumpidamente durante la procesión. No realizan prácticamente cruces o dibujos, siendo su nota más característica la constante ejecución con un carácter "brincado" al son de toques cortos de castañuelas. La indumentaria consta de: traje blanco ribeteado de colores (calzón y chaquetilla) con cintas y cascabeles en puños y aberturas de calzones, camisa blanca, pañuelos de flores cruzándoles a modo de banda (por lo menos en los años veinte), medias blancas y alpargatas de cáñamo. Portaban rosas en la boca, orejas y ojal de la chaqueta.
El paloteao de Jaca consta de ocho danzantes, mayoral, rabadán y músico. Se realizaba también a lo largo de toda la procesión, siendo un baile de mayor complejidad al alternarse continuamente las distintas mudanzas de que se compone. La vestimenta actual varía respecto a la del dance: traje negro (calzón y chaleco), camisa, marinetas y medias blancas, alpargatas de cáñamo y pañuelo de flores cruzándoles el cuerpo. Portan una flor en la boca, sombrero de sástago con cintas de colores y cascabeles bajo las rodillas. Este paloteao puede considerarse como una de las piezas más puras y conocidas del folklore aragonés. Hay que tener en cuenta que en la festividad de Santa Orosia participaban todos los pueblos del "Viejo Aragón"; los de la parte oriental acudían a Yebra con las cruces de romeros y pendones, los de la zona occidental acudían a Jaca. Este hecho puede ser uno de los motivos por los que haya sido tan conocido y conservado, y aunque no se realiza íntegro en la actualidad (ya que por lo menos en el de Yebra se hacían más mudanzas y la pastorada entre mayoral y rabadán), no ha perdido el carácter y funcionalidad originales.
En los dances y paloteaos es frecuente la aparición de determinadas figuras con un contenido específico, dependiendo de la representación. Aunque los dos ejemplos en que nos centramos no son escenificados (si bien pudieron serlo en siglos anteriores) sí guardan el carácter de primitivas danzas guerreras o agrícolas tardomedievales. No obstante y sin olvidar este último aspecto, los modelos que han llegado a la actualidad corresponden, sobre todo en cuanto a la música respecta, a los siglos XVI-XVII. La proliferación de estas manifestaciones es consecuencia de un cúmulo de aconteceres que se suceden en estos siglos. Por una parte la gran devoción existente en este siglo a los santos patrones de los distintos lugares, por otra la imitación a nivel popular de los grandes bailes señoriales, llegándose a imitar de un pueblo a otro con pequeñas modificaciones. El carácter religioso de estos dances es indispensable. Aunque hay muchos añadidos y matizaciones profanas, el conjunto es una conmemoración festiva patronal, incluso en los bailes, a los que hay que atribuir un sentido ritual y reverencial.
A pesar de que los dances de Jaca y Yebra poseen caracteres que los relacionan con costumbres muy anteriores al siglo XVI, es desde este momento cuando podemos basarnos en datos significativos que respaldan su antigüedad. Ejemplos iconográficos, fuentes documentales en archivos y denominación de determinadas mudanzas etimológicamente iguales a ciertos bailes característicos de los siglos XVI-XVII, apoyan este criterio. Otros datos nada fiables son las fechas que aparecen grabadas en algunos instrumentos de la zona (flauta y salterio), fruto sin duda de absurdas manipulaciones muy posteriores en el tiempo.
Oscuros son los orígenes de la música. Esta, como la más inmaterial de las manifestaciones artísticas, tiene aún sus grandes incógnitas perdidas en siglos pretéritos. Si algún interrogante puede desvelarse, hay que reconocer que aún la afirmación más absoluta no dejará de ser una hipótesis.
En la música de estos dances nos volvemos a encontrar interesantes elementos que determinan el carácter popular de la misma y que garantizan un rico estudio etnomusicológico con sus dos enfoques fundamentales y complementarios, el antropológico y el musicológico.
Existiendo desde tiempos inmemoriales, para celebrar precisamente acontecimientos de relevada importancia en la vida de este pueblo y solamente en ellos, no tiene un autor particular, y si lo hubo ha desaparecido y el pueblo ha hecho suya la música, por lo que ésta, al fin y al cabo es anónima, auténtica creación de la comunidad, transmitida por tradición oral ignorando la escritura y sufriendo las lógicas transformaciones, en las que colabora el pueblo a través de los siglos como elemento vivo de esa comunidad.
La música de estos dos dances es distinta, sin embargo presentan diversos aspectos en común que verifican una vez más la unión entre el folklore de una zona reducida determinada. Ambos ejemplos conceden especial importancia a los elementos rítmicos, siendo una música básicamente melódica y no armónica. Los instrumentos que ambos utilizan son los mismos, el salterio o "chicotén" y la Flauta o "chiflo", siendo en este aspecto organológico donde más se puede entrever el aspecto mágico-simbólico que subyace en la música popular (revestimiento de la flauta con piel de culebra como símbolo de fertilidad o como protección y ayuda, brujería, relación con los ritos del solsticio de verano: curación de enfermedades, exorcismos de "espirituadas", culto a elementos naturales, etc.) y también el trasiego cultural y popular que entre las dos vertientes del Pirineo se ha establecido desde siempre, sobre todo a través de las principales rutas de peregrinación y romerías (no hay más que observar el arraigo que todavía tienen estos dos instrumentos, aunque algo diferentes, en varios pueblos franceses del valle de Ossau y en las conexiones con ciertas manifestaciones vascas y navarras, lo que hace pensar sin duda en una tradición pirenaico-occidental).
Por otra parte la causa de que estos instrumentos hayan sido absorbidos por la Iglesia hay que buscarla en la convivencia existente desde siempre en el fenómeno de Santa Orosia entre elementos paganos y cristianos.
Tanto la construcción de estos discursos simbólicos en torno al dance como la experiencia actual y vivida de su práctica constituyen la memoria colectiva sobre la que reposa el sentimiento de identidad de una comunidad. Narraciones escritas y memorias orales, historia y antropología confluyen en la musicología.
Es razonable pensar que la historia de estos dances está condensada en su práctica hoy vigente, concebida como una producción continua y no como reproducción de algo fijo, transmitida a través de los siglos.
Concibo la práctica de estos dances no como lo que fueron sino como lo que son. Esta concepción de los orígenes de una práctica cultural nos permite pensar que estos dances en honor a Santa Orosia fueron lo que son hoy y serán quizás mañana, una expresión de la cultura siempre antigua y siempre renovada de unos pueblos del "Viejo Aragón".