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La tía Teresa Japón lleva muchos años colgados de sus espaldas. Llegó un día al mundo bajo las grisáceas pizarras del pueblo hurdano de Aceitunilla; una preciosa aldea que se recuesta sobre las faldas que resbalan por las sierras de El Cordón y La Antigua. y si hoy ya ha devenido este núcleo en aldea, ayer fue más que un simple caserío. Llegó a ser el pueblo de mayor entidad poblacional de todo el municipio de Nuñomoral. Aparece citado ya en documentos del siglo XII con el nombre de La Aceituna, enclavado dentro de la llamada "Dehesa de La Sierra" o "Dehesa de Jurde".
Dentro de los cuarenta pueblos de la comarca hurdana, Aceitunilla es considerado, junto con Ladrillar y Casares de Las Hurdes, como un fiel guardián de la cultura tradicional de la zona. Tienen merecida fama de diestros danzarines y de romanceros y "echadores de relaciones". Es todo un lujo el observar a esos aceituniegos -que pueden llamarse Eliseo Martín Iglesias, Pedro Martín Alvarez, Gonzalo Martín Encinas...- marcarse, con destreza inigualable, los pasos de un "picao jurdano" , o de esa curiosa y antañona danza de "La Jaba", o de aquella otra de "Valdobinos". E impresión causa también el escuchar a Ricarda Iglesias Montes, que te desgrana, durante horas y más horas, preciosos y oscuros romances medievales e inacabables pliegos de cordel. O al extrovertido y dicharachero Daniel Duarte, que sabe coplas a montones y a quien acompaña su hijo Oscar, que con dieciséis años tan sólo, toca magníficamente la gaita jurdana y el tamboril de piel de cabra.
Una larga retahíla asonantada sobre esta comarca, que tan maravillosamente recitaba el tío Facundo Cestero, que fue durante muchos años cartero de Nuñomoral, y que hoy la declama tío Gregorio Martín, tamborilero del pueblo mencionado, nos dice así:
II Aceitunilla del alma,
que en la memoria te tengo
por esas grandes funciones
que hacéis con mucho salero.
Se juntan todos tus mozos,
mozas y mozarangüelos,
hacéis la fiesta del Ramo,
¡qué bien bailáis los Paleos!
Repicáis las castañuelas,
tocáis muy bien el pandero.
¡Da gusto ver la alegría
que llevan los “regojeros”!"
(Lo de "regojeros" es un cariñoso apodo que reciben los habitantes de Aceitunilla, que, así mismo, también son denominados "galicianos". En otra ocasión, explicaremos el porqué).
Pero dejemos a Aceitunilla y a sus "galicianos" y vámonos a hablar con la tía Teresa, que es el motivo de nuestras líneas. En la taberna del tío Práxedes hasta es posible que quede alguien cantando la copla de "Las Panaderas" , que se acompaña rítmicamente con acompasados golpes sobre una mesa, imitando la acción de amasar el pan.
"Aquella panaderita
tiene tres nombres:
jugadora y borracha
y amiga de hombres..."
TIA TERESA y SU FARMACOPEA
Un día del pasado junio, cuando el sol comienza a calentar las montañas de Las Hurdes, tía Teresa Japón se prestó a contarnos todas esas cosas relacionadas con la antigua farmacopea de estos pueblos. Mari Carmen Azabal Iglesias, una chiquita de Aceitunilla, con ojos de dulce miel y que rezuma simpatía por todos sus poros, llevó todo el peso de la entrevista.
...Y la tía Teresa, echando mano de su prodigiosa memoria, nos fue hilvanando remedios y prácticas curanderiles para este o aquel mal, para tal o cual dolor, para la enfermedad de acá o de más allá. La transcripción de sus palabras poseen el gran valor del documento antropológico. Oigámosla.
"Tenemos, pongo por caso, que cogemos un costipau, o sea, un catarro... Aquí atrás, estos días de atrás tenía yo un moquillo que no se me quitaba. Pues fui y cogí la flor de una manzanilla y la hoja de la planta que nosotros llamamos de "las cinco venas". Las cogí y pronto se me quitó el moquillo. Me desapareció enseguida el catarro".
"Para los diviesos, por ejemplo, tenemos otros remedios. Un año el mi Máximo vino de la siega infestadito de diviesos. Con que fui y le dije al tío Vitorio, que era el mi marido, que en gloria esté:
-Vaiti al monte y saca unas raíces de madroñera para que se las cueza al muchacho.
Y mano santa les fueron. y no le volvieron a salir más diviesos. Para ello hay que cocer las raíces en agua y hay que endulzar bien este agua. Luego, hay que tomar en ayunas, durante nueve mañanas, una tacita de este agua".
"... Y si lo que tienes es un catarro agarrao al pecho, también tiene su cura. Yo, cuando eran chicos los muchachos y cogían este catarro, les colocaba linaza con mostaza sobre el pecho, y también manteca, y les fregábamos bien los costados, las espaldas, todo bien fregao. También se cocía la raíz de la jortiga y se le daba una cucharadita; y con estas cosas se ablandaba el catarro".
"Hay otra enfermedad que nosotros la llamamos "la tericia". Y la mejor forma de curarla es poniéndose encima de un chorrero, con un cacho de pan en la mano. No hay que quitar los ojos pa lao ninguno; hay que estar mirando fijamente al agua. Mientras tanto, se van arrojando migas de pan al agua. Y los ojos bien clisaítos sobre los migajones de pan que va arrastrando el agua. Hay que dir al arroyo o al chorrero nueve mañanas seguidas".
CAPAORA DE LAS ANGINAS
En los labios de la tía Teresa se dibuja una sonrisa picarona y de complicidad. Sus pendientes dorados fulguran bajo el sol del mediodía. Gesticula con sus manos y comienza a relatarnos sus dotes de cirujana.
"Yo he sido una capaora para el asunto de las anginas. A la mi Goya se las arranqué de seco. Pero después me asusté algo, porque la operación no salió como otras veces, y la mi Goya se quedó como gaga. Pero el caso fue que la mi Goya estaba ya ajogá, ni respiraba casi, y cogí y le metí un guisopo de algodón mojado en huevo batido con aceite, y se quedó como dormida. Total que cogí una cuchara y se la metí por la boca y, ¡ras!, como una llave se la puse de cantón. Y, luego, le escambullí el guisopo con el aceite y el huevo, y si la vieras cómo tiraba trozos de aquella carne pudría por la boca y por la nariz... y tendría la mi Goya entonces como unos seis años. Así se las esfaraté las anginas. Y a la Socorrito de Máximo también se las curé yo. Eran como brutedades, pero ¡bendito sea el Señor!, que El me dio estas habelidades".
La gente de Aceitunilla va regresando a sus hogares. Vienen, zacho al hombro, de los pequeños huertecillos que se asoman a los arroyos y gargantas. Se va acercando la hora de la comida. Hay un olor a recio aceite de oliva, sin refinar, inundando las retorcidas calles de la aldea. La tía Teresa nos sigue contando cosas.
"Yo también sé quitar los cravos. Se quitan maldiciéndolos. Lo aprendí de una mujer muy vieja, que ya hace muchos años que se murió. Para ello, hay que contar todos y cada uno de los cravos que se tenga, y por cada cravo hay que dir diciendo:
Cravo, cravo, cravo,
secu te quedis por el rabu.
Cravo, cravo, cravo,
secu te quedis por el rabu,
que no quedi raíz ni cimientu,
secu te quedis.
También se quitan los cravos con la sangre de la regla, de la que nos viene a las mujeres al cabo de cada luna. Todavía me arrecuerdo que yo tuve un cravo en la planta del pie, que casi no me dejaba andar; era un cravo muy gordo. Entonces estaba moza la mi hermana, Dios la tenga en la gloria. Y como por aquellos años no se gastaban bragas y ella andaría con la regla, pues se le cayó pal suelo una gotera de la su sangre, y cogí y unté un trapito en la gota y me di en el clavo, y se me quitó. La sangre tiene que ser siempre de otra persona, no puede ser de la tuya misma".
Refiérenos también la tía Teresa que la sangre evacuada en el menstruo tenía otros usos:
"Cuando una persona tenía los pechos agrietados, había que coger un trapito y mojarlo en la aujero, o sea, en la crica; y había que mojarlo en la sangre de la regla o en la sangre del parto. Así no se ponen malos los pezones. Para esto valía la sangre de una misma. Habia que frotarse bien los pezones con la sangre, aunque también se colocaban sobre las tetas fomentos de agua caliente, en la que se había cocido una hierba que nosotros la llamamos la hortelana".
UN LARGO RECETARIO
La tía Teresa no para en sus retahílas. Va desenroscando el cliché de su memoria y nos ofrece todo un amplio y curioso recetario, propio de aquellos tiempos en que aún los médicos y las boticas no habían hecho su aparición por Las Hurdes. Pero a pesar de que tales personas y estamentos no hubieran franqueado las ensortijadas montañas de Las Hurdes, el pueblo hurdano había desarrollado, a lo largo de los tiempos, toda una cultura farmacopeística, donde se entremezclaba la medicina naturista con rituales esotéricos y cabalísticos.
Lamentablemente, se han manipulado las estadísticas a la hora de hablar sobre los índices de mortalidad en la comarca de Las Hurdes en la primera mitad de nuestro siglo actual y en tiempos anteriores. O, debido a la mucha, negra y tendenciosa literatura que se tejió sobres estas tierras, se ha querido ver a la comarca hurdana como un ejemplo tremendista de la gran mortandad que existía entre sus habitantes. Pero, en honor a la objetividad, tenemos que afirmar muy claro que esta zona ha presentado unos índices de natalidad y mortandad muy semejantes a otras demarcaciones rurales. Quizás la diferencia estriba en el caso singular de Las Hurdes en su relación con el tema de los "pilos" (hospicianos). Desde el pasado siglo, numerosas nodrizas hurdanas adoptaron a muchos niños procedentes de las casas-cunas de Ciudad Rodrigo, Plasencia y Cáceres, a cambio de un puñado de duros que les entregaban las diputaciones de salamanca y Cáceres; dinero que, en parte, aún se adeuda a bastantes nodrizas, que, en muchos casos, ya han fallecido, por decir en todos. Y, efectivamente, de cada tres hospicianos que entraban en estos pueblos, prácticamente morían dos de ellos. Pero este es un asunto que tocará analizarlo en otra ocasión. Conformémonos con decir, antes de seguir con la tía Teresa, que, en Las Hurdes, existe un índice de longevidad muy elevado. Se han dado varios casos de centenarios; baste con revisar los archivos parroquiales y municipales.
Nuestra jovial tía Teresa continúa con su placentera plática.
"... Y para las diarreas teníamos que cocer tres o cinco rabitos de zorra, que es una planta que se cría cerca del agua, y había que tomar una tacita de este cocimiento, y la diarrea se cortaba en un santiamén".
" ...Y cuando nos entraba el trastorniju, que es como un revoltorio del cuerpo, con el estómago eschangáu y otras aleluyas, teníamos que echar mano de las hortelanas burreras. Hay que coger un puñao de estas hierbas y pasarlas por las costillas y fregarse bien con ellas".
"... En la antigüedad también se padecía mucho de paludismo. Y no había mejor remedio para ello que pelar cogollos de zarzas y roerlos durante tres, cinco, siete o nueve mañanas, hasta que desaparecía. A la mi Avelina y a la mi Goya les entró el paludismo cuando eran chicas y yo las echaba pa "La Vega Reonda" a royé zarzas. Otro remedio para el paludismo o pa las tercianas y cuartanas, que viene a ser lo mismo, es el marrubio, que es una hierba que se cría como en pegotes".
" ...Y si una persona tenía retención de orina, que no podía mear, pues tenía que tomar agua donde se habían cocido pipos de guindas. Y para la pulmonía, lo mejor eran las raíces cocidas de las jortigas. Y las malvas cocidas son muy buenas para colocarlas sobre las jinchazones y los machucones, aunque para éstos también se empleaba el pan cocío con vino y las patatas cocías calientes. Antes, se nos criaban muchos machucones, porque andábamos la metá de las veces descalzas; nos salían unos ronchones, negros como las acetunas, embajo del pie y no dábamos andao. Otras veces, les poníamos a los machucones cebolla frita con miel. La miel también era muy propia, rebujá con manteca y con comino, para los nacíos, pa que reventasen bien".
"...Si en el invierno nos salían sabañones, había que recoger cogollos de jaras. Primeramente, hay que ponerlos a la lumbre, para que tiren la melantra y, luego, se pasan bien calientes entre la gaja de los dedos y así se quita la rasquiña y la sura".
"...En lo tocante a los chiquinos, a los niños pequeños, era muy corriente que tuvieran lombrices. Entonces, había que moler pipas de calabaza, que se cocían en agua, y este agua había que dársela a beber a los niños. Otras veces, alumbrábamos con una jacha a la vera del culo del niño, y según se alumbraba, salía la lombriz, que se sacaba del culo con una horquilla. Las lombrices eran chiquininas, pero iban saliendo todas".
"...Para curar un dolor muy corriente, como es el dolor de cabeza, hay que ir a coger la hierba que se llama verbena. Esta hierba hay que macharla bien machá, y se echa en la sartén con una gota de aceite y la clara de un huevo, Todo ello se calienta en la sartén o en un cazo y, después, se forma una cataplasma y se pone en la cabeza",
EL ENCONTRAO Y EL ALUNAO
¡Lo que sabe la tía Teresa! Es todo un archivo ambulante sobre la antigua farmacopea de Las Hurdes. Mari Carmen Azabal, la guapa mocita de Aceitunilla, cambia la cinta de la grabadora. Estamos en pleno mediodía y los rayos del sol de junio caen con el fuego de su verticalidad sobre la aspereza de las montañas hurdanas. Prosigue tía Teresa con su relato.
"...Hay que tener mucho cuidiao de no coger al Encontrao, que lo puedes coger donde menos lo esperes. Si una persona lo coge, hay que barrérselo bien barrío. Para ello, hay que coger un poco de salvao, que hay que extenderlo desde la cabeza hasta abajo del todo, bien ajorrao todo para abajo. Y se va barriendo con un trapo o una escobeta de berezo.
Mientras se va barriendo hay que ir diciendo:
"¡Jusi el Encontrau, jusi, jusi!
¡Jusi todus los bichis!
Si es de salamandria,
¡jusi a la tertalla!
Si es de santarrostru,
¡jusi a lo jondu!
Si es de salamantiga,
¡jusi a la rejendija!
Si es de culebra u de bastardu
u de otrus bichus bichuracus,
¡jusi al buracu!
¡Jusi! ¡Jusi!
¡Jusi el Encontrau!
Y el Encontrau se va a los dos o tres veces de haberlo barrío bien barrío. Pero hay que quitarse toda la ropa. Si el Encontrau es de reciente, coges enseguida una escobina de berezo y vai barriéndulu de continu”.
"...Otra cosa eran los alunaos, que cogía a los niños pequeños y, entonces, había que ponerles un Cuarto. Antes había como unas perras gordas que tenían cruces, que eran los Cuartos. Yo se los puse a todos los mis hijos. A la Avelina, que no se los puse de primero, se me tumbó de la luna y bien creía yo que se me moría. Nada más echaba apostema por el culo. Me dio las jieles pa criarla. Luego, ya le puse dos, tres, cuatro cuartos, pero... ¡nada!, no se ponía bien. Ahora, una noche estábamos en la cama y se echó a vomitar y a cagar toda. Y le digo al mi hombre, a Vitorio, que en gloria esté: "-Mira el calandario, a ver en qué cuarto estamos”. Pues resulto que eran los últimos días de la luna del consumo. Con que le puse un cuarto sólo y aquello fue mano santa; con aquello sanó. Yo creo bien en los cuartos, porque la mi Avelina se sanó gracias a ellos, ya que estaba como un jigo seco, no me comía ni un bocao, estaba siempre escorrompía y se vomitaba toda. En cuantis venía la luna nueva, se cagaba y se vomitaba en la cama. y con la luna llena, igual, y asina con todos los cuartos. Pero una vez que le acerté con el cuarto aquella noche, sanó y hasta hoy”.
Podríamos estar al lado de la tía Teresa durante horas y horas. Ella no se cansa de hablar y nosotros no nos cansamos de escucharla. Pero no es bueno pegarse todo un atracón en una sola sentada. Tiempo habrá para volver a sentarse en el portal de su casa, o junto a la lumbre, en las ululantes noches del invierno, y sentir la cantarina voz de esta mujer que, a pesar de sus años, conserva una gran lucidez y una memoria prodigiosa.
Nos despedimos de la tía Teresa y damos las espaldas a Aceitunilla. Caminamos por el pegajoso asfalto. Pasamos junto al paraje de "La Huerta del Cura", donde un enigmático petroglifo nos contempla desde pretéritas épocas del Bronce. El tío Antonio "El Tureles" se nos cruza. Va en dirección a su pueblo, Aceitunilla. Es otro pintoresco personaje, motor y alma de los carnavales de otros tiempos, pero esto ya lo contaremos cuando el vagar nos lo permita.
ANOTACIONES
Las transcripciones de las palabras de la tía Teresa no están plasmadas en toda su pureza dialectológica. Tan sólo nos hemos limitado a transcribir algunas palabras y algunos giros de acuerdo con la ortodoxia del habla de Las Hurdes, donde perdura -aunque ya muy castellanizado- un dialecto derivado del antiguo astur-leonés con mezclas de un sustrato lingüístico anterior a la repoblación medieval.
Para la mejor comprensión de nuestros lectores, nos permitimos realizar algunas aclaraciones sobre determinados giros y términos que aparecen en nuestro trabajo. No se exponen por orden alfabétiCo, sino por orden correlativo.
Mozarangüelo: Mozalbete.
Paleos: Paloteados, danzas de palos.
Infestadito: Infectado.
Vaiti: Vete.
fortiga: Hortiga.
Tericia: Enfermedad del hígado.
Clisaítos: Fijos.
Migajones: Migajas desmenuzadas.
Dir: Ir.
Gaga: Tartamuda.
Ajogá: Ahogada.
Guisopo: Rebujo.
Escambullí: Introduje.
Pudría: Podrida.
Esfarate: Desbaraté.
Brutedades: Brutalidades.
Halbelidades: Habilidades.
Cravo: Especie de verruga.
Aujero, Crica: Vagina.
Royé: Roer.
finchazones: Inflamaciones.
Machucones: Cardenales, esquimosis.
Metá: Mitad.
Embajo: Debajo.
No da andáu: Imposibilidad.
Nacíos: Uñeros.
Melantra: Sustancia pegajosa.
Rasquiña: Picazón.
Sura: Intranquilidad, nerviosismo por la constante comezón.
jacha: Hacha, tea.
Chiquininas: Pequeñitas.
Cudiao: Cuidado.
Encontrao: Según la creencia hurdana, ser misterioso que se encarna en determinados animales, capaz de transmitir al ser humano urticarias, eczemas y otras enfermedades.
Ajorrao: Bajado, caído.
Jusi: Voz hurdana que se emplea para espantar o alejar una cosa.
Salamandria: Tritón.
Tertalla: Oquedades que hay bajo las piedras. Santarrostru: Salamanquesa.
Salamantiga: Salamandra rabilarga.
Rejendija: Fisura en una pared.
Bastardu: Culebra bastarda.
Buracu: Agujero.
Me dio las jieles: Sufrí mucho.
Luna del consumo: Una fase lunar, según el calendario hurdano.
Escorrompía: Persona con desarreglo intestinal.