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Revista de Folklore número

130



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La cofradia y procesión del Niño de la Bola de Cuellar (Segovia)

FRAILE, Ana y HERNANZ, Enrique

Publicado en el año 1991 en la Revista de Folklore número 130 - sumario >



Tras el Concilio de Trento (1545-1563) se potencia el sentimiento cristiano que se manifiesta de múltiples modos; uno de ellos será el desarrollo de numerosas cofradías que se eregirán con el fin de rendir culto al Señor, a la Virgen ya los Santos, y en menor medida para atender a las necesidades de los pobres. Estas hermandades tenían como sede una parroquia o Convento de la localidad.

La cofradía del Niño de la Bola de Cuéllar (Segovia), objeto de nuestro estudio, actualmente en plena regresión, se fundó en la parroquia de San Esteban, uno de los ejemplos más vivos del arte mudéjar, situada en el centro de la Villa y en el remate de las murallas de la ciudadela.

El origen de esta cofradía, cuándo y cómo surgió, resulta aún desconocido. Los datos más antiguos de su existencia nos los proporciona el Libro de Actas de la cofradía que cubre el periodo 1679-1891; esto no significa que haya sido en el año 1679 cuando se fundó, pues dichas actas no nos ofrecen referencia alguna a su creación, por lo que pensamos debe ser anterior. Esta hipótesis puede verse ratificada por la leyenda del origen de la imagen actual del Niño Jesús a la que esta cofradía rinde culto:

"Según cuentan hace mucho tiempo, un ajero de tierra Madrid, al servir los ajos en un desván, encontró la imagen de un Niño Jesús. En su carro la trajo a Cuéllar, dejándosela al cura en custodia durante su ausencia. A su vuelta el ajero descubrió que había sido adoptada con gran entusiasmo por los cofrades del Niño Jesús y cómo la procesión cobró más auge entre los vecinos de Cuellar”.

La talla actual, a la que esta leyenda alude, puede atribuirse desde un punto de vista artístico a la etapa barroca de la escultura española, que vino a iniciarse a mediados del siglo XVII. El Libro de Actas (1679-1891), en el que se recogen compras de objetos utilizados en lo ritos, no registra la incorporación de esta imagen y, por ello, pensamos que ésta debe Corresponder a una fecha anterior a 1679.

Por otro lado, lo que conmemora la cofradía queda explícito en-las actas de 1876 que rezan lo siguiente:

«...después de haber tributado al Niño Jesús los cultos que se acostumbran en su festividad de la circuncisión del Señor...»

El hecho de ser la circuncisión un rito iniciático hebreo (1) unido a que la parroquia de San Esteban se localice junto al barrio judío a similitud de lo que ocurre con la parroquia de San Miguel, sede de la cofradía palentina del Niño Jesús, da pie a pensar en la posibilidad de que estas hermandades estén íntimamente relacionadas con el mundo judío, quizás a través de los judio-conversos.

Tras esta ligera aproximación al tema que nos ocupa, intentaremos concretar cada uno de los aspectos que componen este hecho, que es la cofradía del Niño Jesús, a la luz de los datos obtenidos, en la medida que nos ha sido posible, durante el trabajo de campo que hemos efectuado.

ORGANIZACION Y FUNCIONAMIENTO DE LA COFRADIA DEL NIÑO DE LA BOLA

Toda cofradía en el momento de su funcionamiento requería del establecimiento de unas reglas básicas para su articulación que siempre quedaban plasmadas en un «Libro de Reglas». Además de éste existían Libros de Actas, que registraban todas las Juntas ordinarias y extraordinarias celebradas por la cofradía, y los Libros de Cuentas. En el caso de la cofradía del Niño Jesús, nos ha sido imposible, por el momento, encontrar varios Libros de Actas (uno del periodo 1892-1949, y posiblemente otros u otros anteriores a 1679), los Libros de Cuentas y el Libro de Reglas. Ningún miembro de la actual cofradía ha tenido constancia, ni tan siquiera a través de la tradición oral, de la existencia de estos documentos con excepción del Libro de Actas anterior al actual. La ausencia de estos libros, que hubieran permitido adentramos en profundidad en la organización de dicha cofradía, nos ha obligado a basar el estudio de su estructura fundamentalmente en la tradición oral y en la información indirecta que nos ofrece el Libro de Actas actual y el más antiguo conservado (1679-1891). A través de la comparación de la costumbre actual y de la que vivieron los miembros más antiguos, amén de las noticias que estos recibieran de una anterior, hemos podido observar la clara evolución y el cambio que ha sufrido su organización. Estos cambios están propiciados por la falta del citado Libro de Reglas, quedando claro que este no es el único factor en esta evolución, pues ésta también está condicionada por las necesidades de la propia cofradía a lo largo del tiempo.

La cofradía del Niño de la Bola estaba formada por un número determinado de hermanos. En la actualidad, la conforman treinta. En un momento anterior, según la experiencia de los miembros más antiguos, el número se reducía a veinte. Carecemos de información referente a las épocas más antiguas puesto que ninguno de sus miembros actuales lo recuerda; ni en las Actas ya mencionadas, se hace alusión a ello.

De la totalidad de hermanos, un grupo determinado se mantenía fijo, mientras que el resto, generalmente servía al Niño durante un año. Esto producía una serie de bajas que eran suplidas con la entrada de nuevos hermanos. Aunque las bajas no eran obligatorias el número global de cofrades era siempre el mismo (veinte o treinta).

Actualmente, para ingresar en la Cofradía, la persona interesada tan sólo tiene que solicitar su entrada, y esta le será concedida en el caso de existir una vacante. Este sistema se ha mantenido durante todo el siglo XX; sin embargo, carecemos de información referente a los siglos pasados.

En la actualidad no es obligatorio ser natural de Cuéllar para ser cofrade, un ejemplo claro es el del Sr. Jacinto de las Heras, natural de Cerezo de Arriba (Segovia), hermano de la cofradía desde hace sesenta y dos años. No tenemos bases suficientes para afirmar que esto fuera así en siglos pasados, pero es importante señalar, que generalmente en el Libro de Actas se especifica la procedencia de los hermanos regidores y mayordomo, haciendo patente su pertenencia a la Villa de Cuéllar. Sin embargo, ya en 1801, encontramos a dos regidores, uno de ellos natural del pueblo colindante de Escarabajosa (perteneciente a la Tierra de Cuéllar) y otro de la villa de Olmedo, hecho que aunque se refiere a los cargos más importantes podría dar a entender que con anterioridad a 1801, todos los miembros de la cofradía debían de ser naturales de la Villa de Cuéllar.

De la naturaleza de la elección de los cargos directivos podríamos intuir un carácter exclusivamente masculino de la cofradía y no encontramos registrada la presencia de mujeres en la cofradía hasta el año 1736. Esto no indica que no pudieran pertenecer con anterioridad a esta fecha, ni tampoco confirma el carácter masculino de la cofradía.

Otro de los aspectos interesantes a destacar es cómo un gran porcentaje de los miembros de la cofradía inscribían e inscriben a sus hijos y/o hijas desde su más tierna infancia. Esta costumbre refleja el objetivo más importante del culto al Niño Jesús; como nos refirió Emilio Barbolla, miembro decano de la cofradía, la función principal de la hermandad y orgullo de la misma es la de ofrendar al Niño Dios a sus seres más queridos, los hijos. Al ingresar estos niños en la cofradía existía y existe la posibilidad de que accedan a cargos, lo cual es bastante frecuente al menos en la actualidad, siendo entonces los padres los encargados de desempeñar las funciones propias del cargo.

La cofradía del Niño Jesús presenta una organización jerárquica y estructurada en una serie de cargos y funciones asignadas para su buen funcionamiento. Los cargos más importantes son: el abad, el mayordomo y los cuatro regidores, de todos ellos hablaremos detalladamente más adelante. Hoy en día se da la rotación de los cargos. Hacia los años 30-40 del siglo XX la elección de los cargos se hacía por sorteo entre todos los hermanos, sistema que se mantuvo hasta 1983. Suponemos que fue entre la última década del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX cuando se adoptó el sistema de elección por sorteo, ya que hasta 1891 los cargos directivos (mayordomo y regidores) se sucedían por delegación personal. En este último caso, de no encontrar sucesor, el cargo vacante pasaba a disposición de la junta, que quedaba encargada de buscar algún candidato para ocupar el puesto; si surgían varios candidatos la junta realizaba un sorteo entre ellos. También existía la posibilidad de autoreelección, prolongándose el desempeño del cargo un año más. Al sistema de rotación se llegó por su mayor sencillez, ya que entonces se podía prescindir de las juntas ordinarias para la elección de los cargos, juntas a las que sólo acudían los regidores, el mayordomo, el notario y el abad.

Actualmente, por comodidad, los cargos son detentados por las mismas personas durante las celebraciones del día 1 y del día 6 del Nuevo Año, mientras que hasta 1983 el nombramiento de cargos se hacía el 2 de Enero; de esta manera el cargo estaba vigente durante las celebraciones del día 6 de Enero del mismo año y del día 1 de Enero del siguiente.

Los cargos directivos presentaban hasta el siglo XIX la diferenciación estado gentil-estado nobiliar, reflejo de la sociedad de su tiempo. Por ello, según nuestra opinión, esta cofradía pudiera haber tenido un origen nobiliar como la cofradía de la Cruz de la misma parroquia de San Esteban, que exigía para su pertenencia formar parte de uno de los ocho linajes cuellaranos.

A finales del siglo XVIII esta diferenciación desaparece, como se puede observar en las actas de 1799 donde se indica la igualdad de condiciones entre los cinco cargos directivos; en este año se produce una vacante en uno de los cargos regentado por el estado nobiliar; al no presentarse ningún candidato de esta misma condición, la junta de cofrades decide nombrar, a un miembro del estado llano en la ocupación del cargo: pactándose, y creemos como consecuencia de lo anterior, que aunque ocupe un miembro del estado noble un cargo de regente, no se haría ya ninguna distinción prerrogativa entre ellos:

«Así mismo doi fee de que después de concluido y formalizado el acto anterior se presentaron Manuel Cachorro, Manuel Llorente y Eusebio Gómez, vecinos de esta villa y digeron que en la suposición de no haver más sugetos nombrados que tomen las baras restantes de Regidores y Mayordomo ni noticia de que por aora havia otra persona por el Estado Noble o Eclesiástico a quienes siempre se ha dado el primer asiento, desde luego aviendo conferenciado el asunto con los anteriormente nombrados se han confirmado en unirse con ellos y servir en las funciones a el niño Dios por todo este año hasta el próximo dia dos de el próximo venidero con la igualdad de que entre los cinco no haia diferencia o preferencia de asiento y servicio sino que todos han de concurrir a qual mas pronto y gustosos en todo lo anexo a Dcho servicio y funciones sin que por esto se entienda ser su animo defraudar a el Dcho de preferencia de Estado Eclesiástico y Noble pues siempre que huviera persona de estas circunstancias o qualquiera de ellos seria ninguno su trato en quanto a la ninguna distinción entre si pactada en unos terminos de proposicion y se obligaran medio de este acto que formaron con migo el Notario en que certifico»

Ya a partir de mil ochocientos no se hace ninguna diferenciación entre Hijodalgo y de los comunes a la hora de nombrar los cargos de regente y mayordomo, como se había hecho con anterioridad.

Encontramos también mujeres ocupando los cargos directivos mayordomo y regidores a partir de 1855.

Para evitar los posibles incumplimientos de las funciones asignadas a cada cargo, así como para obligar a todos los hermanos a guardar las celebraciones concernientes al culto del Niño Dios, se estableció una multa en caso de que estas normas fueran desobedecidas.

En la actualidad, tal imposición no existe, ni todos los cargos cumplen sus funciones, ni todos los hermanos acuden a las celebraciones: hoy en día, sólo un número muy reducido de hermanos lleva a cabo la dirección, preparación de los ritos y funcionamiento de esta cofradía independientemente del cargo que ocupen: es decir, son puramente nominales, y sus funciones han perdido la especificidad, llevándose a cabo en conjunto y aleatoriamente por cualquier hermano o hermanos, o más bien por únicamente los más interesados en el mantenimiento de esta tradición.

Durante la primera mitad del siglo XV, según el testimonio de los miembros más antiguos y la tradición oral, se imponía el pago de una libra de cera en el caso de que alguno de los hermanos no respetara las normas seguidas por la cofradía; esto ocurría pocas veces puesto que prácticamente todos los hermanos cumplían fielmente sus obligaciones, incluyendo las funciones de cada cargo.

Seguramente en siglos precedentes ocurría algo muy parecido, puesto que otras cofradías tenían un precepto similar.

Una vez expuestas las normas y hechos comunes a todos los cargos expondremos a continuación cada una de las características de cada cargo, siguiendo un orden jerárquico, comenzando por aquellas que tienen un mayor grado de importancia dentro de la cofradía:

El Abad o Presidente: Es un cargo constituído siempre por el párroco, o en su ausencia por su coadjutor. En un principio era el de la parroquia de San Esteban pero ésta fue progresivamente integrándose en otras parroquias, siendo el Abad el representativo de todas ellas, hasta la actualidad en que sólo existe una parroquia que engloba a todas las antiguas.

Su función consistía en presidir los ritos y formar parte de la junta ordinaria que se celebra para el nombramiento y relevo de cargos. En la actualidad, la figura del Abad ha perdido la importancia que tenía antes: hoy es indiferente que acuda el párroco o el coadjutor a los rituales de este culto (misas y procesiones). Como tampoco se celebran juntas ordinarias, que han sido sustituidas por el sistema de rotación, el párroco ha perdido el papel de Presidente y regulador en el nombramiento de los nuevos cargos. La importancia actual del Abad radica en ser el representante de la Iglesia, dentro de un culto católico.

El Mayordomo: Cargo directivo que actualmente siempre corresponde al último en la lista anual de los cofrades (acceso por rotación)

En el período en que existía diferenciación social entre los cargos directivos, el Mayordomo, correspondía siempre aun miembro del estado llano.

En la actualidad es una figura meramente representativa, pues en teoría es el supervisor de todos los actos que realiza la cofradía y únicamente sufraga los gastos del refresco.

Antiguamente, la función teórica que hoy se le atribuye, sí era llevada a la práctica, además de ser el contable y administrador, se encargaba de guardar los trajes de los danzantes, las varas, y los libros de Actas y de Cuentas de la cofradía.

Los Regidores y Varas perpetuas: Comenzaremos por los regidores presentes con seguridad desde 1679; hasta 1794 eran dos y a partir de esta fecha, cuatro. A estos cargos se accedía por delegación personal. Ya hemos indicado anteriormente la diferenciación existente entre los dos estamentos: estado noble y estado gentil: siempre manteniendo una proporción de igualdad. A través de las Actas ( 1679-1891) hemos observado cómo en alguna ocasión, se alude al compromiso que tienen los señores regidores y mayordomo a sufragar los gastos de celebración (pago de las misas, dulzaineros, etc.) y actualmente son pagados por el tesoro de la cofradía. Es lógico, por tanto que se ocupasen de la coordinación de todos los actos.

Según nos informó Lucas Llorente, miembro decano de la cofradía, su padre en unos apuntes se refiere a una fundación de la cofradía del Niño de la Bola, en 1912. Con toda seguridad se trata de una refundación posiblemente tras un periodo de desaparición del culto. Este periodo abarcaría de 1892 a 1911; suficiente tiempo para que en la nueva organización se distingan diferencias sustanciales en los altos cargos de la cofradía, pero pudiendo verse en éstos su enraizamiento en el periodo anterior.

Efectivamente, según la tradición oral y las actas actuales, desde comienzos de este siglo hasta rebasada su mitad, encontramos a unos cargos denominados «varas perpetuas», cuyo número es de cinco, y no posee un carácter electivo, ni está sujeto a sorteo, sino que está ocupado por cinco personas de forma fija, prácticamente hasta que fallecen o cesan voluntariamente. Pero estos cargos tienen la prerrogativa de cesión, es decir, se puede ceder el puesto durante un año a alguien que no es de la cofradía, al contrario de los cargos no regentes que no gozan de esta prerrogativa. Es ahora cuando debemos señalar que es este aspecto donde vemos el parentesco con los antiguos Regidores. Su función consistiría o se limitaría a procurar el mantenimiento de la costumbre.

Hoy en día los «varas perpetuas» no existen, o mejor dicho, todos los hermanos se consideran «varas perpetuas», aunque algunos de ellos siguen pensando que este cargo es ocupado por las cinco personas de épocas anteriores, y aún más, piensan que tienen un carácter hereditario dentro de la familia, algo que jamás ha sido así, aunque a modo de coincidencia hemos de indicar que con la existencia de los cargos de Regidores, éstos se tendían a delegar dentro de una misma familia.

El Notario: En la actualidad no existe esta figura; en la primera mitad del siglo XX sus funciones eran realizadas por el mayordomo, que hoy como hemos dicho anteriormente, no cumple sus funciones asignadas, siendo concretamente el que se encarga por propia voluntad de tener al día el libro de Actas (Lucas Llorente).

En el periodo anterior a 1891, la figura del Notario estaba presente: y desde 1679 observamos una evolución de la misma. Hasta 1733, el notario que se encargaba de dar fe en las actas de las juntas ordinarias y extraordinarias, no era miembro de la cofradía y posiblemente fuese el notario de la parroquia. En ese mismo año las Actas especifican que se debe elegir un notario para la cofradía, con lo cual ya no tenía que ser necesariamente el de la parroquia. Esto perdura hasta 1837, fecha en la que la junta acuerda, después de los nombramientos de los regidores y el mayordomo que el notario debe pertenecer a la cofradía, pero aclarando que no es un cargo susceptible de elección sino que se mantenía en él la persona hasta su muerte o cese voluntario, eligiendo la junta al individuo que lo debe ocupar.

Como hemos indicado en algún momento entre finales del siglo XIX y en el primer cuarto del siglo XX este cargo desaparece pasando a ejecutar sus funciones el mayordomo.

Andas: Siempre han sido cuatro personas que como su nombre indica, son aquellos que llevan las «andas» que portan al Niño en la procesión. Aunque el acceso es hoy por rotación, este no se respeta, ya que se presta cualquier hermano a llevarlas e incluso la gente que acude al rito sin ser de la cofradía; turnándose sin orden alguno, durante todo el recorrido de la procesión. Esto ocurre porque la gente, sean cofrades o no, se honra en portar la imagen del Niño. Es posible que esto ocurriera en periodos anteriores aunque es más probable pensar que fuera una prerrogativa de los hermanos cofrades, pues toda cofradía caracteriza su existencia por la distinción frente a los no pertenecientes.

El Alguacil: Era el encargado de avisar a los hermanos de los actos a realizar. En la actualidad no existe y carecemos de referencias a este cargo en siglos pasados.

Danzantes: Han sido siempre ocho los danzantes que acompañaban al Niño Jesús en la procesión, pero es necesario decir, que de estos, sólo dos eran hermanos, que en caso de no querer o no saber bailar debían encargarse de buscar a alguna persona, con frecuencia fuera de la cofradía, que les hiciera las veces; el resto de los danzantes (seis) o bien eran buscados por la cofradía o en ocasiones se ofrecían y se pedían a ésta el poder servir al Niño bailando. En un principio, a cambio se les daba un puro, así como una garrafa de vino que llevaban al baile del Estudio, y se les permitía acudir al refresco ofrecido por el mayordomo. Con el paso del tiempo la cofradía se vio obligada a pagarles en metálico con lo que su presencia fue decayendo progresivamente.

Este puesto debía ser ocupado por varones adultos, pero a partir de 1950 y por las razones apuntadas en el párrafo anterior, pasó a ser ocupado por niños, hasta la actualidad, en la que es ocupado tan sólo por niñas, asegurándose su presencia con una propina frente a los últimos años en que danzaban adultos que prácticamente exigían una «paga» que resultaba insostenible para la economía de la cofradía.

Según Laureliano Cabrero, antiguo danzante (1918-1920) se sorteaba entre ellos el puesto que iba a ocupar cada pareja más cerca o más lejos del Niño; esto en la actualidad ha dejado de tener importancia, lo que refleja la pérdida de vitalidad pura del rito, ahogándose progresivamente su sentido primitivo.

El Armonio: Actualmente esta figura ha desaparecido. Su función consistía en trasladar el armonio de la iglesia de San Miguel a la de San Esteban, para con ello acompañar musicalmente los actos de Misa y cánticos celebrados en el interior del templo.

Otros Cargos:

Los portadores de varas: Los regidores, al igual que el mayordomo estaban obligados, con anterioridad al siglo XX, a portar la vara, signo de su distinción, durante las procesiones y Junta. En el siglo XX hasta 1983 los “varas perpetuas" (cargo que correspondería a los antiguos regidores) no poseían ya la prerrogativa y obligación de llevar la vara, sino que este cometido era sometido a sorteo entre todos los hermanos. Hoy en día y por lo que hemos apuntado anteriormente las varas son llevadas por cualquiera de los miembros de la cofradía, sin ninguna designación previa, a excepción del mayordomo de turno.

Los portadores de estandartes y guión: Eran los portadores de los tres estandartes y el guión durante la procesión. Actualmente sólo se conservan dos estandartes, y el guión, que por su mal estado, ha dejado de utilizarse. Durante mucho tiempo han estado sujetos a los sistemas de sorteo y rotación, pero en la actualidad se puede encargar de ellos cualquier persona, perteneciente o no a la cofradía.

El cohetero: Se encarga de tirar cohetes durante la procesión. Actualmente lo realiza el mismo hermano año tras año. Esta tradición pirotécnica se ha mantenido al menos durante todo el siglo XX; estando sometida al sistema de sorteo o rotación.

Las camareras: Desde 1736 tenemos atestiguada la presencia de camareras en la cofradía. Este cargo pertenecía exclusivamente a las mujeres, que se encargaban de guardar y mantener todos los atuendos y alhajas del Niño Jesús. Un día antes de la procesión, las camareras acuden a la iglesia para vestir y preparar al Niño.

SUS SIMBOLOS

Toda organización o asociación religiosa posee una serie de símbolos que la identifican además de utilizar otros que toman sentido en las actuaciones rituales que se llevan acabo.

En el caso de las cofradías católicas, cuyo objeto de existencia es el culto a Dios o a los Santos, la imagen de éstos es su símbolo y distintivo principal. En esta cofradía, obviamente, es la imagen del Niño, el símbolo de adoración. El Niño, está representado como el Dios del Universo, sosteniendo en su mano izquierda la bola del mundo, donde se apoya la cruz cristiana. Podemos también ver este significado, en la cubierta cupular de las andas, bajo la cual se ubica esta efigie durante las fechas de culto. Como hemos señalado al principio de nuestro trabajo pertenece a la etapa barroca de la escultura española, evidenciada por las siguientes características: talla en madera policromada, que se ciñe exclusivamente al brazo y cabeza, buscando la mayor naturalidad y realismo que se ve acentuado por la utilización de pelo natural en sus cabellos rizados y largos. La posición de las manos se ajusta a los convencionalismos típicos de otras representaciones de Jesucristo. Su rostro se presenta risueño, lleno de bonanza e inocencia (2). Los faldones que visten la imagen la otorgan un carácter de majestuosidad buscada, pues para su confección han sido utilizados tejidos lujosos bordados con hilos de plata y oro.

Esta majestuosidad es aumentada por la diadema plateada que porta a modo divino, así como anillos en las manos (3). Todos estos objetos que complementan a la talla forman parte de donaciones votivas por parte de los creyentes.

Otros signos importantes en la cofradía son los estandartes que en su origen eran tres, conservándose actualmente dos. Ambos, uno en color verde y otro en blanco, representan la imagen del Niño pintada con la bola en la mano y con los brazos en la posición convencional ya mencionada.

El guión, hoy fuera de uso, es un pendón de color granate con el escudo real representado. Sabemos que se creó en 1849 de la mano del Regidor Francisco Quintana que lo donó a la cofradía.

Las varas son el símbolo de la autoridad dentro de la cofradía que portaban todos los regidores y un mayordomo. Constituidas por un asta de metal en rojo rematado por una placa circular con una cruz encima, aludiendo a la bola que sujeta el Niño. Esta placa presenta en el anverso la figura pintada del Niño y en el reverso las iniciales IHS en dorado sobre fondo azul. Las varas son de distinta longitud. La más corta es la que corresponde al mayordomo. No sabemos el significado que pueda tener esa variación de altura o si tiene que ver con el grado de autoridad de cada uno de los regidores y mayordomo. En la actualidad sólo se conservan cuatro varas.

Los danzantes son los únicos que llevan un traje distintivo dentro de la cofradía y durante la procesión. En la época en la que danzaban varones adultos, los trajes utilizados, según nos han contado, pertenecían a pajes reales, no sabemos la veracidad de esto, lo cierto es que cofradía («de las Candelas» de otra parroquia) y que esta transferencia se realizó ya en este siglo, concretamente, en su primera mitad. El traje se componía de una amplia blusa y unas polainas, ambas de color butano y con motivos estampados, medias del mismo color y un gran sombrero verde de ala ancha que se sujetaba a la frente mediante un pañuelo que hacía de junta. También se acompañaba de castañuelas o tejoletas no sólo características de los danzantes pues también los solía llevar la gente que acudía a esta procesión.

Estos trajes desaparecieron a mitad de siglo en una época en que había decaído esta tradición, siendo vendidos por el párroco, sin consentimiento de los hermanos, y hoy en paradero desconocido.

En un intento de recobrar la costumbre por parte de algunos cofrades, descollando D. Jacinto de las Heras, éste se preocupó entre otras cosas de obtener unos trajes nuevos que fueron confeccionados por su esposa tomando como referencia unas fotografías de los antiguos, pero orientadas a los nuevos danzantes que serían desde entonces niñas. Los trajes están compuestos como los antiguos de camisa larga y polainas de color ocre con estampados rojos, medias rojas, y pañuelo verde; algunas escarapelas verdes decoran la camisa.

Otro capítulo importante con expresión en este culto, es la música que en todo momento se halla presente a lo largo del tiempo, en todos los actos de la celebración al menos evidente durante todo este siglo. Esto lo encontramos en las actividades realizadas en el Templo, su importancia la registraba la existencia del cargo específico del Armonio. Ahora, la música del acto litúrgico, se limita a los villancicos navideños cantados por todos los congregantes. Pero donde adquiere mayor significado es durante la Procesión. Muchas de las danzas procesionales antiguas que se tocaban exclusivamente con una dulzaina y un tamboril se han perdido; únicamente se conservan «La Entradilla» (Agapito Marazuela), «La Pinariega» (4) y «El Villancico del Niño Jesús» (versión de Gregorio García Vicente), que se acompañan con algunas jotas o bailes de rueda. Todas las danzas se bailan en parada y en parejas, exceptuando el Villancico que se baila andando hacia atrás dirigiéndose a la imagen del Niño, comenzando en parejas (durante la entradilla), siguiendo en fila de a uno, y retornando a las parejas (en la segunda entradilla). El villancico del Niño Jesús se toca intercalado entre dos entradillas, como si de una sola danza se tratara. Durante el recorrido de la procesión los más ancianos, piden con insistencia que toquen danzas «de las de antes» aún sabiendo que los dulzaineros las desconocen. Al son de la música, los danzantes bailan en parejas, de cara al Niño, uniéndose a ellos el resto de la gente, que alegre y complacida desea ofrecer un baile al Niño Dios.

SUS RITOS

En este apartado describiremos los actos que se realizaban y que se realizan en torno a la celebración de las procesiones del Niño de la Bola. Nos referiremos por separado a los actos de la actualidad y a los del pasado, para así dejar patentes los cambios que se han ido introduciendo en el rito hasta hoy en día.

1. Actos del presente

Es preciso señalar que los actos hoy en día se celebran en la Iglesia de San Miguel por hallarse la de San Esteban en proceso de restauración.

El inicio de estos actos se puede fijar pocos días después de la rotación de cargos, cuando cada uno de los hermanos es informado de las funciones que debe desempeñar.

El día 31 de Diciembre por la mañana, las camareras acuden a la Iglesia de San Esteban, donde se guarda la imagen del Niño, para vestirle y ornarle con todos los ricos enseres que han sido donados a lo largo del tiempo. Ese mismo día por la tarde, tras la misa de vísperas, un grupo de hermanos se encarga de preparar las andas, y de colocar al Niño en ellas, lugar que ocupará ya, durante toda la festividad.

El día 1 de Enero, o día del Niño, se llevan a cabo los actos más importantes. Estos comienzan por la mañana con la «misa de 11» o «misa del Niño» que se celebra en la Iglesia de San Miguel. Ya por la tarde, comienza el acto alrededor del cual gira toda la celebración: la Procesión.

Poco antes de las 4,30 de la tarde, hora en la que dará inicio la Procesión, ya se encuentran los hermanos y la gente entusiasta y curiosa en espera de la llegada del Mayordomo al que acompañan los dulzaineros, el tamborilero, danzantes y el encargado de tirar los cohetes. Hasta que todos no están presentes, los andas no proceden a sacar al Niño de la Iglesia. Entonces se aproxima al Niño a la puerta de la Iglesia, bajo cuyo dintel es mantenido de cara a los presentes. Llegado este momento, se forma la procesión en torno a las andas. A la cabeza de la comitiva se sitúan los dulzaineros y el tamborilero; entre estos y las andas, los danzantes, y ya tras la imagen del Niño, el cura y a su lado los varas.

Los dulzaineros comienzan a tocar la Entradilla, que es seguida por los danzantes y la gente que desea bailar. Mientras tanto se tañen las campanas de la iglesia de San Esteban que espera la llegada de la Procesión. Cuando finaliza la Entradilla, todo el mundo grita ¡Viva el Niño de la Bola!, expresión que se repite siempre al final de cada una de las danzas o jotas que se ejecutan a lo largo del recorrido, que tendrá aproximadamente dos horas de duración. La comitiva se enfila hacia la calle del Colegio; los estandartes van abriendo el camino, seguidos de los danzantes, dulzaineros, las andas con el Niño y el cura rodeado por los varas, y la gente que sigue la procesión mezclada entre todos ellos. Es en la Calle del Colegio y poco antes de llegar al Palacio de Don Pedro el Cruel, donde se toca el Villancico del Niño de la Bola, que es cantado por algunos presentes pero sólo algunas estrofas pues otras se han perdido, para proseguir después hacia el Mercado del Pan y hacia la calle del Palacio. Durante todo este trayecto y hasta la llegada a la iglesia de San Esteban se efectúan diez paradas acompañadas cada una de una danza.

El recinto de la iglesia de San Esteban, situada en el arranque de la calle del Palacio, acoge a la comitiva procesional. Los estandartes se adelantan, para colocarse flanqueando la puerta del templo en su exterior, el verde a la izquierda y el blanco a la derecha. Una vez llegadas las andas a la entrada de la iglesia, giran de forma que el Niño permanece de cara a los asistentes, colocándose bajo el umbral de la puerta, como lo habían hecho a la salida de la iglesia de San Miguel. Es entonces cuando se toca la Entradilla o la Pinariega para recibir a la imagen en su sede. Una vez finalizada, todos los congregantes entran a la iglesia, salvo los dulzaineros que permanecen a la espera. Se coloca al Niño en el altar, delante del cura y rodeado de los hermanos y de los danzantes. El cura pide a Dios por el Mundo y los asistentes rezan, finalizándose el acto con el canto de diversos villancicos navideños. A la salida de la iglesia, mientras tañen de nuevo las campanas, las andas vuelven a colocar al Niño bajo la puerta interpretándose de nuevo la Entradilla y Pinariega.

El hecho de que en un momento del recorrido se pase siempre al interior de la iglesia de San Esteban, supone la expresión de recordar que ésta es la iglesia de la cofradía.

Procede la procesión descendiendo por la calle Duque de Alburquerque y la calle de la Morería, donde se vuelve a tocar el Villancico del Niño de la Bola, y donde desde las ventanas de las casas, las mujeres arrojan caramelos. Se entra ya a la Plaza Mayor dirigiéndose hacia la iglesia de San Miguel, lugar donde finaliza la procesión, con la décimosexta parada (desde San Esteban), en la que se dispone al Niño debajo del dintel como en ocasiones anteriores y se procede por última vez a la ejecución de un baile al son de la Entradilla o Pinariega. En el interior de la iglesia se colocan en un podium próximo al altar las andas con la imagen del Niño, que permanece allí, hasta el día 6 de Enero, cuando a la misma hora se celebra de nuevo la procesión con el mismo recorrido. Una vez en el interior, se entonan villancicos navideños, tras los que el cura dirige unas palabras a los asistentes. Todo acaba con el grito ¡Viva el Niño de la Bola!.

Cuando la procesión se ha terminado se prosigue la fiesta en la casa del mayordomo, a la que acuden los hermanos, el cura, los dulzaineros y algunos invitados, para tomar el refresco (pastas, bollos, buen vino, chocolate, etc.) ya en un tono más distendido para los cofrades.

Todo lo tocante a la procesión se repite de forma idéntica el día 6 de Enero. Al día siguiente 7 de Enero, por la mañana se celebra la misa por los hermanos difuntos, constituyendo éste el último acto concerniente a esta costumbre.

2. Actos del pasado.

A diferencia de los actos que se ejecutan hoy en día, antiguamente todo comenzaba nueve días antes del día 1 con la celebración del novenario en la iglesia de San Esteban. Todos los gastos corrían a cargo de la cofradía. Durante este período, los hermanos y devotos del Niño acudían todas las mañanas a los oficios de misa que allí se celebraban. Al día siguiente, a las diez de la mañana, se daba la misa con sermón en San Esteban. El sermón duraba media hora, y la temática aludía directamente al Niño Jesús. Después de la misa, los hermanos y el sacerdote se dirigían a la casa del mayordomo, donde se preparaba un chocolate, exclusivamente para el cura, mientras los hermanos degustaban bizcochos y vino.

Por la tarde, a las tres, daba comienzo la procesión, que partía de la iglesia de San Esteban, a diferencia de la actualidad, tomando la bajada de la calle Duque de Alburquerque y la calle de la Morería, cruzando la Plaza Mayor y subiendo por la calle del Colegio, Plaza del Mercado del Pan y llegando al final a la calle del Palacio donde se encuentra la iglesia de San Esteban.

La procesión estaba encabezada por el guión (pendón con el escudo real) seguido de tres estandartes con la efigie del Niño Dios. Ante las andas se situaban el dulzainero y el tamborilero precedidos por los ocho danzantes adultos y varones. Tras las andas, se encontraba una de los varas que abría el paso, seguida de las autoridades municipales que eran invitadas a presidir la procesión junto a los varas perpetuas y el sacerdote. Destacaban los varas perpetuas del resto de los cofrades por su engalanamiento en el atuendo.

Otro aspecto que distingue el rito procesional antiguo del moderno es que la música se limitaba exclusivamente a danzas procesionales, de las que como hemos dicho anteriormente, se conservan actualmente tres.

Después de la procesión se acudía a la casa del mayordomo, donde los hermanos, el cura y parte de las autoridades tomaban el «refresco». Tras el refresco, los danzantes junto al dulzainero y tamborilero, tocando las castañuelas siguiendo el ritmo que marcaban la dulzaina y el tamboril, marchaban a San Esteban a adorar al Niño, mientras los hermanos esperaban en la casa del mayordomo. El grupo de músicos y danzantes penetraba a la iglesia, y éstos últimos a son de la «marcha real» realizaban la genuflexión de cara al Niño. Posteriormente se dirigían de nuevo a la casa del mayordomo para depositar los trajes. Después se dirigían todos a la Plaza del Estudio (aledaña a San Esteban), donde se celebraba un baile en el que los asistentes daban buena cuenta de la garrafa de vino que la cofradía ofrecía a los danzantes. La cofradía también donaba un número determinado de cántaras de vino a los «presos» de la cárcel que se ubicaba, junto a la citada plaza, en el antiguo Estudio de Gramática.

El día 2 de Enero, después de una misa ofrecida a los hermanos difuntos (a las ocho de la mañana), se procedía a la celebración de la Junta para la elección de los cargos que debían ejercerse hasta el día 2 de Enero del año siguiente. La Junta estaba integrada por los regidores y mayordomo, el notario y el abad. Se reunían en la sacristía de la Parroquia de San Esteban hasta finales del siglo XIX, cuando la sustituyeron por la casa del coadjutor de la villa y la parroquia de San Miguel (Es este el momento en el que todas las parroquias pasan a depender de la parroquia de San Miguel). Durante la primera mitad del siglo XX, se mantienen las reuniones de Junta del día 2, con el mismo fin, teniendo éstas lugar en uno de los altares laterales de la parroquia de San Esteban y a la que estaban obligados a acudir todos los hermanos.

El día 6 de Enero se vuelven a celebrar todos los actos de igual manera a la del día 1, salvo la composición de los cargos, que varía de acuerdo con lo resuelto en la Junta del día 2.

NOTAS

(1) Mircea Eliade señala que los cultos solares llevan implícito el carácter de iniciación dentro de las sociedades secretas o aisladas. Por otro lado, Alfredo Cattablani nos indica que todas las celebraciones navideñas están relacionadas con el solsticio de Invierno (momento solar), que procedentes de cultos paganos han sobrevivido por una sustitución de los mismos por cultos cristianos. Así la circuncisión hebrea además de ser un signo de la fidelidad del pueblo a su Dios, es también “un nuevo nacimiento”, el acceso a una etapa de la vida (rito iniciático); y esto va bien simbólicamente con el año nuevo adoptándose para la celebración del Año Nuevo en el 1 de Enero bajo la festividad de la Circuncisión del Señor.

(2) Esta expresión facial vendría a significar la predisposición a conceder favor de un buen año, algo que se requiere asegurar a través de su culto.

(3) Esta pomposidad lo que busca representar es el carácter que posee el Niño de depositario de la riqueza que de esta manera se presenta al alcance de los practicantes y creyentes.

(4) Según Agapito Marazuela, la Entradilla era para los castellanos la mejor forma de recibir o despedir a un personaje importante. Por eso la Entradilla siempre se interpreta a la salida del Niño del templo y a su entrada, el mismo significado tomaría al servir de comienzo y final al Villancico del Niño de la Bola.

*Queremos hacer constar nuestro agradecimiento por su ayuda desinteresada en la realización de este trabajo a la Cofradía del Niño de la Bola de Cuéllar (Segovia) y en especial a D. Emilio Barbolla, D. Lucas Llorente y D. Jacinto de las Heras; a los sacerdotes de la parroquia de Cuéllar, D. Lucas, D. Alejandro y D. Ignacio; a D. Juan de Benito; a D. Laureliano Cabrero; a D. Miguel Angel Marcos; a D. César Blanco, a D. Rafael Cabrero y a D. Alfredo Ramos.

BIBLIOGRAFIA

Haª de Cuéllar. Padre Balbino.

Folleto de la cofradía Palentina del Niño Jesús.

Tratado de Hª de las religiones. Mircea Eliade

Calendario. Alfredo Cattabiani.

FUENTES ESCRITAS

Actas de la Cofradía del Niño Jesús (1679-1891)

Actas de la Cofradía del Niño Jesús (1950-Actualidad)



La cofradia y procesión del Niño de la Bola de Cuellar (Segovia)

FRAILE, Ana y HERNANZ, Enrique

Publicado en el año 1991 en la Revista de Folklore número 130.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz