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Nuestra entrega apasionada y amorosa a Extremadura nos lleva, constantemente, a recorrer sus pueblos, depositarios del más rico patrimonio espiritual. Entre los testimonios que registran figura lo cultural y popular, que impele a indagar las raíces y recoger todas las muestras que interesan, para después dejarlas a los lectores como albaceas de aquella riquísima y maravillosa herencia de nuestros antepasados.
La localidad de Hinojal se levanta en un llano de los riberos del Tajo. Está a 34 kilómetros de la capital de la Alta Extremadura. Este lugar correspondía al señorío de Alba de Liste, que pertenecía al ducado de Frías. Los vecinos del pueblo son conocidos por hinojaliegos.
Con gran fervor celebran la fiesta de su Patrón, Santo Toribio. Hay procesión desde la iglesia parroquial a la ermita, a dos kilómetros, donde se venera a la imagen del Santo. Figuran en ella autoridades, mayordomos y vecindario. También acuden muchos forasteros.
Un dicho curioso de Hinojal es este: «En Hinojal, mucha paja y poco pan.»
En Hinojal, con iglesia parroquial dedicada a Nuestra Señora de la Asunción -con reminiscencias góticas y platerescas-, hay que destacar la festividad de San Sebastián. Sus vecinos cantan al Santo como en ninguna otra parte. Seis mozos, dirigidos por Román Arias Pizarro en estos momentos entonan las canciones a cuatro estrofas: las dos primeras a cargo de un solista y las dos siguientes por todos, a coro. En total son treinta y dos estrofas, en cuya interpretación colabora todo el vecindario, que asiste al desfile procesional con la imagen del Santo. El recorrido corresponde a las dos calles principales. Hay que advertir que los mozos que llevan las andas paran ocho veces, momentos en que se canta y suenan las salvas de fogueo de las escopetas de los cazadores. Esta última costumbre de foguear a la imagen sagrada existe también en Cilleros, en la comarca de la Sierra de Gata. Por último, se cuenta la historia del mártir con el permiso del señor cura y de las autoridades, conforme reza la primera estrofa:
CANTOS A SAN SEBASTIAN
I
Con licencia al señor cura,
también de la autoridad,
las virtudes de este Santo
os venimos a explicar.
Gozosos en tu presencia,
corazón enamorado,
déjanos cantar un himno
al que fue tu fiel soldado.
Mozos que lleváis al Santo,
llevadlo con devoción,
hincar la rodilla en tierra
y alzad los ojos a Dios.
De Milán fueron tus padres,
en Narbona establecidos,
allí nació Sebastián,
siendo modelo divino.
II
Narbona te dio su cuna,
de nobles padres nacido,
tu fortuna y porvenir
inmenso te ofreció el siglo.
En santo temor de Dios,
desde la infancia instruido,
tu virtud consagraste
al militar ejercicio.
Allí, de ardiente valor,
diste ejemplo cumplido.
Diocleciano te distingue
Y a la guardia liarte quiso.
De esta manera, volando,
de la Gloria, por la rambla,
capitán fuiste nombrado
de la guardia pretoriana.
III
Pero ni aquellos honores,
ni virtud, ni gloria tanta,
nunca marchitar pudieron
con tu humildad la fragancia.
A las cárceles corriste
desafiando el peligro,
consolando a los cristianos
y animarlos al martirio.
Cuando Diocleciano vio
la fe de San Sebastián,
la corona del martirio
ha empezado a dibujar.
En un albañal de Roma
vuestro cuerpo fue arrojado,
glorioso San Sebastián,
después de saeteado.
IV
Cuando una santa mujer
tu cuerpo a sepultar vino,
en tu corazón sintió
un palpitante latido.
Y sus heridas, curando,
en su escondido retiro,
las fuerzas y la salud
al fin recobrarlas hizo.
No contento con el triunfo,
te decides a morir,
y a palacio te presentas
para el martirio sufrir.
Vas a ver a Diocleciano,
confiesas de nuevo a Cristo,
y al verte vivo, aterrado
te hace matar en el circo.
V
Un inhumano verdugo
descargóle en la cabeza
un fuerte golpe de maza,
derribándote en la tierra.
Al saberlo Diocleciano,
con furor te reconvino
de traidor y desleal,
condenándote al martirio.
Una mañana, en la aurora,
en el jardín de palacio,
vieron entrar a varios hombres
de arcos y flechas armados.
Amarrado a un duro tronco
os tiraron las saetas,
las sufristeis, Santo mío,
con humildad y paciencia.
VI
Los flecheros de tu guardia,
de tu venganza ministros,
tu hermoso cuerpo destrozan
con sus acertados tiros.
Fija la mirada al cielo
tiene el mártir entre tanto,
y una amorosa plegaria
modulan tus puros labios.
El día veinte de enero,
según el siglo cristiano,
expiró abrazado a Cristo
este valiente soldado.
Y que arrojen el cadáver
a la cloaca de Tarquino,
creyendo infamar así
tu nombre mártir invicto.
VII
Quince siglos desde entonces
el mundo se ha envejecido,
y del César Diocleciano
el sepulcro se ha perdido.
En tanto que ante el sepulcro
del Santo Mártir de Cristo,
del mundo todo cristiano
su nombre invoca rendido.
El día veinte de enero
has empuñado la palma,
y corona de laureles,
que tanto la deseabas.
Imitemos sus virtudes
y sus religiosos celos,
y mañana encontraremos
a Sebastián en el Cielo.
VIII
A vos, Santo, que gozáis
de la Gloria Celestial,
dadle a vuestro pueblo
salud y prosperidad.
Este favor le pedimos
al glorioso Sebastián,
que nos dé mucha salud,
para volverle a cantar.
De que nosotros lleguemos
a la mansión eternal,
juntos un himno cantemos
en el coro angelical.
Y nosotros os pedimos,
a vuestras plantas postrados,
que, en saliendo de esta vida,
nos llevéis a vuestro lado.
LA TIPICA ROMERIA Y LAS CARRERAS DE CABALLOS. EL OBISPO FELICIANO ROCHA
PIZARRO
Reviste singular interés la estampa de la romería de Santo Toribio, con todo su tipismo, y de la que nos facilita detalles Maximiliano García Flores, hinojaliego, aunque criado en Casas de Millán, que en la actualidad reside en la capital alto extremeña. Antes, la fiesta se celebraba el día 16 de abril. Ahora tiene lugar el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección, cuando vienen los emigrantes. La ermita está enclavada en el llamado paraje del Santo; concretamente, en «Las Cumbres».
A la ermita va cada feligrés, desde su casa, en caballo enjaezado con la mejor montura, la manta de fiesta o albardón. Hay misa solemne y procesión. La entrada de las andas y subida al trono de la imagen tiene lugar previa la puja correspondiente.
El regreso de los romeros al pueblo se hace en carrera, más abierta, de caballos. Los mozos, con sus parejas, corren por el pueblo y degustan los ricos caldos en las tabernas de la localidad.
Durante las fiestas se comen las llamadas «roscas de Santo Toribio», muy bien elaboradas y con su sabor simplón.
En el verano, la fiesta por excelencia es el espectáculo taurino, cuando los labradores finalizan el ejercicio agrícola y el hombre necesita unos días de expansión para consagrarse a lo lúdico. En los festejos se descansa un día, dedicándolo todo él al Señor, se concurre a los actos religiosos y se pasea por la tarde. En todos estos días se disfruta del baile típico.
Hinojal es un pueblo muy antiguo, por tanto, tradicional, que conserva costumbres ancestrales. La gente de este vecindario, de siempre, ha manifestado su preferencia por la utilización de la pana negra, lisa. Es el clásico traje festero y dominguero. Las mujeres usan la cobija y el mantón como traje típico.
El obispo, Feliciano Rocha Pizarro, que estuvo al frente de la diócesis de Plasencia, era natural de Hinojal. Nació en 1870, el mismo año en que viera la luz el poeta campesino José María Gabriel y Galán, y falleció el año 1945. El doctor Rocha Pizarro -profundo conocedor de la vida parroquial, que tanto le auxilió en su pontificado- era un santo varón, que se distinguía por la humildad y sencillez, muy características de este pueblo, lo que no obsta para que después la inteligencia sitúe al hombre en cargos de importancia y en los estamentos que corresponde.
La nobleza de Hinojal puede destacarse también en otros ejemplos, cual sería de destacar el tributo al desaparecido maestro Antonio Núñez, cuyo cadáver transportaron a hombros los fornidos hinojaliegos desde Casas de Millán, para enterrarlo en la villa de Hinojal, con lo que suponía en la década de los años treinta pasar por los riberos del Tajo, tan encajonados, y cruzar el mismo en barca.
El Pleno del Ayuntamiento de Hinojal salió a recibir el féretro en los riberos. Se puso de relieve el profundo sentir de un pueblo por su maestro, de excelentes condiciones pedagógicas y dotes humanas. El Ayuntamiento lo presidía a la sazón el alcalde Damián Magdaleno, y era secretario Félix Pizarro.
Marcaron honda huella en Hinojal otras figuras, que no podemos consignar en este trabajo de etnología extremeña.
CANTO DE LAS PURIFICAS
(Que se canta en Hinojal el día de las Candelas)
Danos licencia, Señor,
para entrar en vuestra casa.
Confesaremos tu nombre,
muy humildes, a tus plantas.
Niño, que estás en los brazos,
más hermoso que un clavel,
di a tu madre que nos abra,
que venimos a ofrecer.
Pues si Vos lo concedéis,
Redentor de nuestras almas,
de rodillas por el suelo,
pedimos supláis las faltas.
Al señor cura, rector,
pues que manda en esta casa,
también pedimos licencia,
con petición muy cristiana.
A publicar el misterio
de esta solemnidad santa
venimos, con vuestra ayuda,
madre de Dios, Soberana.
Y para que resplandezca
en nosotras dicha tanta,
tomemos agua bendita,
para entrar limpias de mancha.
Y para que comencemos
a elogiaros, Virgen Santa,
rendidos a vuestros pies
pedimos clemencia magna.
Vais a ofrecer vuestro hijo,
Madre de Dios, Soberana,
para que vean los hombres
la humildad que en vos se halla.
No porque a vos se os obliga,
Madre de Dios, Soberana,
sino por dar buen ejemplo
a toda alma cristiana.
Con vos, Reina de los Cielos,
no se entiende dicha tanta.
Estáis más pura que el sol,
pues en vos no se halla mancha.
Mas vos, Reina, como madre,
con humildad muy cristiana,
vais a cumplir con la ley
que Moisés tenía dada.
En la Ley de Moisés
ninguna mujer entraba
al Santo Templo de Dios
hasta estar purificada.
Y para entrar en el templo
la ofrenda preceptuada
era un cordero o paloma
con cinco siclos de plata.
A los pobres les permiten,
porque en todo tiempo se hallan,
dos tórtolas o palomas
con que la Ley observaban.
Presentad esas palomas.
que es la ofrenda acostumbrada,
que en la Ley de Moisés
todas las pobres llevaban
La muerte de vuestro Hijo
os la anunció Simeón;
ése fue el primer cuchillo
que pasó tu corazón.
Presentad ese Agnus Dei
y atended a las palabras
que dice San Simeón
en las Escrituras Santas.
Aquí está el profetizado
en las Escrituras Santas.
Recíbelo, Simeón,
dándole infinitas gracias.
Recíbelo, sacerdote,
y ministro del altar,
que recibís una ofrenda
de loa Reina Celestial.
ALÉGRENSE
Alégrense los mortales.
Muera de rabia el infierno,
que se ha ofrecido la Virgen
al Dios Hombre verdadero.
Bendita seais, Señora,
alabada seais Reina,
reverenciada de todos
los nacidos en la tierra.
De corazón le pedimos
a esta Soberana reina,
que a nuestro párroco dé
salud y gracias completas.
A la señora Justicia
que asista a su gobierno,
mereciendo de Dios Niño
gozar en su mismo reino.
También a los Mayordomos.
Madre, Soberana, Reina,
da salud en esta vida
y, después, la vida eterna.
A todo este auditorio.
Madre, Reina esclarecida,
pedimos que con tu Hijo
alcancéis glorias cumplidas.
Y a nosotras, Virgen pura, con humildad muy rendida, os pedimos vuestra gloria en saliendo de esta vida.
VILLANCICO DEL OFERTORIO
Se canta en Hinojal durante la Misa del Gallo.
Es una joya que todo hinojaliego lleva en su mente, puesto que de entre sus primeros recuerdos de niñez, uno de los que, sin duda, acaricia es ése de cuando -muerto tal vez de sueño y en la semipenumbra de la iglesia- escuchaba entre las zambombas y el berrear del chivino, estas cadenciosas estrofas, que no se oyen en ninguna otra parte de España.
Se cantan a continuación del Auto de Navidad.
Las voces de los cantores aquí incluidas corresponden a los que intervinieron en la Misa del Gallo del año 1986. La precisión es obligada.
Ofertorio de la Camisa
(canta: Sonia Fernández)
Madre, la camisa
te ofrezco gustosa,
para que a tu hijo
le pongas gozosa.
Te ruego, señora,
con santa humildad,
te dignes cubrirlo
con tu manto real.
Ofertorio de: Los Pañales
(canta: Mª. Carmen Leno).
Yo también te ofrezco,
oh Virgen María,
para el Rey del Cielo,
con mucha alegría,
estos pañalitos
de mi pobre ajuar;
con ellos le puedes
muy bien abrigar.
Ofertorio de: La Mantilla
(canta: Sonia Pizarro)
Yo también te ofrezco,
oh Virgen María,
para el Rey del Cielo,
con dulce alegría,
bordada con fe;
esta mantillita
abriga con ella
al Niño Manuel.
Ofertorio del Gorro
(canta: Mª. José Merino)
El gorro te ofrezco
con mucha alegría,
para que a tu hijo
le pongas, María.
Te ruego, señora,
con el corazón,
si soy digna de ello,
vuestra bendición.
Ofertorio de la Faja
(canta: Rocío Hurtado)
Oh Virgen María,
para mi Señor
esta faja traigo
de poco valor.
Quisiera, señora,
fuera de tisú.
Fajad en mi nombre
al Niño Jesús.
Ofertorio de: Castañas
(canta: Mónica ...)
Yo también te ofrezco
castañas y peros,
bollos y zapatos,
sopas y corderos.
Te ruego, Señora,
con santa humildad,
en torno nos vuelvas
el pan celestial.
Ofertorio de Todo
(canta: Yolanda Hurtado)
En suma, Señora,
sólo falto yo
que ofrecer al Niño,
nuestro Redentor.
¿Qué le ofreceré?
No encuentro qué dar,
pues todo completo
me lo encuentro ya:
Pañales, mantillas,
fajas y baberos.
Camisas y gorros,
castañas y peros.
Sopas y corderos
bollos y zapatos...
Todo está ofrecido
por mis compañeros.
Sólo falta un saco,
y aquí te lo entrego.
Recíbelo, Virgen,
y vístele al Niño,
con este cordón cíñele el vestido,
y en premio, Señora, vestidnos también
de hermosas virtudes para ir a Belén.