-¿Dónde vas niña bonita
tan tempranito al convento?
-Voy a confesarme padre
por los santos mandamientos.
Ay sí, sí, ay no no,
tenga usted la bondad padre
de llamar a un confesor.
-Confesor soy hija mía
por los hábitos que llevo
y en los años que soy padre
la primera que confieso.
Ay sí, sí, ay no no,
empieza niña bonita,
empieza la confesión.
-El primero amar a Dios
y me han dicho que le ame,
más que a mi vida le amo
aunque mi vida es amable.
Ay sí, sí, ay no no.
-Sigue tú niña bonita,
sigue tú la confesión.
El segundo no jurar
y yo he echado un juramento
de no hablar con aquel hombre
aqunque se hunda el firmamento.
Ay sí, sí, ay no no.
-Fíjate niña bonita,
fíjate en el confesor.
La niña que se dio cuenta
cayó al suelo desmayada
viendo que el confesor era
el hombre que la adoraba.
Ay sí, sí, ay no no,
-Levanta paloma blanca,
levántate que soy yo.
Ya no quiero más sotanas
ni columnas de convento
quiero casarme con ella
aunque se hunda el firmamento.
Ay sí, sí, ay no no,
y a los quince días justos
ya se casaron los dos.