Las monjas de este pueblo tenían un San
Nicodemus muy viejo. Y un ebanista que había allí
les dijo:
Qué santo; un día les voy a hacer uno nuevo.
Y de vez en cuando le daban guerra:
Que cuándo está el santo...
Y él decía:
Ya se lo estoy haciendo.
Y llegó la fiesta de San Nicodemus y no se le había
hecho, conque dice al aprendiz:
Mira, te voy a pintar un poco, te meto en una
urna y te llevo, y cuando pase la fiesta te sales.
Conque llegan las monjas y le ponen allí delante; y
las monjas se ponen de rodillas a rezar y se fijan en
que estaba desnudo, claro. Y se reúnen todas con la
madre abadesa y dice una:
Yo creo que es mejor traer una tijera y cortárselo,
porque eso está muy feo.
Conque va la monja con la tijera, y el chico que la
ve venir, rompe la vitrina, se echa a correr por la
escalera y todas las monjas detrás:
San Nicodemus, San Nicodemus, que con
pingajillo y todo te queremus...