Estaban un día charlando el águila y la raposa.
-Pues tengo que ir a una boda al cielo... Y la raposa, que nunca se harta, en cuanto oyó eso saltó:
-Voy contigo.
-Pero pesas mucho...
-Qué dices..., me hago un rebujito así y como si fuera una pluma más. Bueno, pues tanto y tanto porfió la raposa que tuvo que cargar con ella el águila. Pero al poco rato de ir por el aire, como son tan curiosas las raposas, asomaba el hocico para mirar...
-¡Huy, qué bonito!
Conque en esto se asomó más de la cuenta y se cayó; y según llegaba al suelo, ve una peña y dice:
-¡Apártate, peña, que te parto!