Así que la majestad
de Cristo al huerto llegó
luego a los suyos llamó
y con profunda humildad
de esta suerte les habló:
Velad y orad con cuidado
y a la oración se partio
y de fatigas cercado
afligido y angustiado
gotas de sangre sudó.
Oh Padre mío, decía,
si cosa posible fuera
que aquel cáliz de agonía
no gustara ni bebiera
porque mucho me afligía.
Por vuestra santa oración
digna de eterna memoria
que nos queráis perdonar
y llevarnos a gozar
con los santos a la gloria.