En Santa Agueda de Burgos,
do juran los hijosdalgo,
le tomaban jura a Alfonso,
por la muerte de su hermano.
Tomábasela el buen Cid,
ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo,
y con unos Evangelios
y un crucifijo en la mano.
Las palabras son tan fuertes
que al buen rey ponen espanto:
-Villanos te maten, Rey
villanos que no hidalgos,
si no dices la verdad,
de lo que eres preguntado,
sobre si fuistes o no
en la muerte de tu hermano.-
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí hablara un caballero,
que del rey es más privado;
-Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni papa descomulgado.-
Jurado había el buen rey
que en tal nunca fue hallado;
pero también dijo presto,
malamente y enojado:
-¡Muy mal me conjuras, Cid!
¡Cid, muy mal me has conjurado!
Porque hoy le tomas la jura
a quien besarás la mano.
Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no vengas más a ellas
desde este día en un año.
-Pláceme, dijo el buen Cid,
pláceme, dijo, de grado,
por un año me destierras,
yo me destierro por cuatro.