Paseábase la Servana que era la flor de Castilla
y su padre la miraba desde la torre de arriba.
- Mucho te quiero, Servana, contigo yo
dormiría
y las penas del infierno por ti yo las pasaría.
Servana cuando esto oyó se puso descolorida
fue a contárselo a su madre, a su aposento
se iba.
La reina cuando lo supo de esta manera decía:
- No llores tú, la mi hija, que esto yo lo
arreglaría:
Yo me voy a la tu cama tú en la mía dormirías
y el rey dormirá conmigo no con la hija querida.
A eso de la medianoche de amores la requería:
- No estás doncella, Servana, no estás
doncella, hija mía.
- Cómo tengo estar doncella si tres
infantes paría;
primero parí a don Juan, después a doña María
y luego parí a Servana que era la flor
de Castilla.
El rey al ver el engaño de esta manera decía:
- Viva la reina mil años, mil años la reina viva
que me libró de un pecado que pasaba
de herejía.