Ya bajaba el conde Olivo
mañanita de San Juan
a dar agua a su caballo
a las orillas del mar.
Mientras el caballo bebe
él se ha puesto a cantar.
- Mira, niña, cómo canta
la sirenita del mar.
- La sirena del mar, madre,
no lo ha sido ni será,
que él el conde Olivo, madre,
que penando por mí está.
Para que no pene, hija,
yo le mandaré matar
pondré guardia a su caballo
a las orillas del mar.
- Si le manda matar, madre,
a mí me manda matar.
Muere el uno, muere el otro,
ya les llevan a enterrar.
De ella sale una paloma,
de él un guapo gavilán
juntos vuelan or el cielo
juntos se van a posar.