Triste de la que va sola
de la que sola camina
lleva la saya de a rastra
la hierba se la enrocía.
En esto la vio un galán
que era el que la pretendía,
le hizo señas con la mano:
- Aguárdame, blanca niña.
La niña que no era boba
dejó de andar y corría;
él como iba de a caballo
la alcanzara en la montiña.
- Aquí pagarás, niñeta,
deseos que te tenía.
Anduvieron siete vueltas
cuál de abajo cuál de arriba.
Y al entrar para las ocho
ya la niña va rendida,
quiso Dios y su fortuna
que un puñal se le caía.
La niña que no era boba
para sí lo recogía,
se lo metió por un lado
le salió por la costilla.
- Te lo pido la niñeta,
por Dios y Santa María
no lo digas en tu tierra
ni te alabes en la mía,
que has matado a un caballero
con las armas que él traía.
- Yo no lo diré en tu tiera
ni me alabaré en la mía,
que si una vez te he matado
doscientas me pesaría.
Lo amortajó como pudo
con la ropa que él traía,
lo pusiera en el caballo
y lo subió en un cerro arriba
donde estaba un ermitaño
haciendo su santa vida.
- Te lo pido, el ermitaño,
por Dios y Santa María
que me entierres este hombre
que amortajado venía.