Estando la condesina en su palacio real
con peine de oro en la mano para su hijo peinar.
- Dios te acreciente mi hijo, Dios te deje acrecentar
que la muerte de tu padre tú la vayas a vengar
porque a traición lo mataron para conmigo casar
viniendo de romería de San Juan el de Letrán.
Estando en estas palabras llegó el moro de cazar:
- ¿Tú que dices, condesina, tú que te pones a hablar?
que por eso que tú dices al niño le ha de ir muy mal.
Mandó llamar los criados que en su mesa comen pan:
- Ir a matar a este niño a los montes de Aguilar,
por señas hais de traerme el su corazón leal
y de la mano derecha también el dedo pulgar.
Marchó una perra con ellos como que iban a cazar.
- Mataremos esta perra ya que Dios la trajo acá,
corazón de perra blanca del niño parecerá,
le cortaremos el dedo, por eso no morirá.
Se volvieron los criadospara el palacio real,
le entregaron el corazón, también el dedo pulgar.
La madre creyendo que era el de su hijo leal
en un cofrecillo de oro con amor le hizo guardar.
El nió que quedó sólo no dejaba de llorar.
pasó por allí su tío que venía de cazar
- ¿Quién te trajo aquí, sobrino, a los montes de Aguilar?
- Criados del perro moro que me querían matar.
Le ha cogido entre sus brazos y le subió a su ruán,
Al cabo de siete años el niño empezó a llorar.
- Tú que tienes, mi sobrino, tú que tienes, ¿estás mal?
¿Te han hecho mal mis criados? Los mandaré despachar.
¿Te ha hecho mal el nuestro vino o te ha hecho mal nuestro pan?
- Ni me ha hecho mal vuestro vino ni me ha hecho mal vuestro pan,
tampoco vuestros criados, no los mandéis despachar;
es la muerte de mi padre la que quiero yo vengar.
- Eres niño muy pequeño para las armas tomar.
- Aunque soy niño pequeño me sobra la habilidad,
déme armas y caballo para marchárme pa allá.
De día camino monte, de noche camino real
a puertas de la condesa llegó a pedir caridad.
- No lo quiera Dios del cielo ni la Santa Trinidad
que a romeros de otras tierras yo les diera caridad:
les daré pan por dinero y vino de calidad.
Estando en estas palabras llegó el moro de cazar.
- ¿Qué te ha dicho, condesina, esta vez y muchas más,
que a romeros de otras tierras no les diera caridad?
Porque a romero maté, romeros me han de matar.
Estando en estas razones el niño sentóse allá
con un puñal en la mano la muerte le diera ya.
- ¿Tú qué has hecho romerito?, viuda me has hecho quedar.
- Si vos no fuérais mi madre con vos hiciera otro tal.
- Yo no tengo hijo ni hija, sola en el mundo estoy ya,
porque uno que tenía murió en montes de Aguilar
y en mi cofrecito tengo el su corazón leal
y de su mano derecha también el dedo pulgar.
- Ese dedo que tenéis aquí lo veréis faltar
y el corazón que guardáis es de perro de Galván.
Estando en estas razones cae desmayada hacia atrás
y su hijo la abrazaba lleno de alegría tal.