En Santo Doomingo entré,
no me dejaron pasar
y cogí la carabina
y al monte me fui a cazar.
Caza no encontré ninguna,
ninguna pude encontrar,
sólo una blanca paloma
en su lindo palomar.
Para casarme con ella
si era de su voluntad;
sus padres que lo supieron
la trataron de ocultar.
La metieron a un convento
donde yo no pude entrar:
Ella mira y yo la miro
y no cesa de llorar.
No llores, blanca paloma,
no tienes por qué llorar
que en teniendo la licencia
contigo me he de casar.
El teniente coronel
no me la quiere mandar
pero tengo la “asoluta”
del capitán general.