Intérpretes: Guitarra y voz: Joaquín Díaz
Laud: Felix Perez
Guitarra: Jose Antonio Ortega
Productor: Joaquín Díaz
Técnico de sonido: Raul Marcos / Sonoland
Un comerciante ya viudo
vivía en dicha ciudad (1)
éste tenía una hija
de veintiún años de edad.
Julia tenía por nombre
esta joven desgraciada
con un rostro tan alegre
que a todos enamoraba.
La ha pretendido un barbero,
gran mozo, guapo y prudente,
Julia de él se enamora
y el padre no lo consiente,
porque quería casarla
con un capitán muy viejo
que era bastante rico;
mas Julia hacía desprecio.
Y su padre la decía:
- Piensa lo que vas a hacer,
si al capitán le desprecias,
perdida te vas a ver.
Ya sabes que él te quiere
y tiene mucho dinero,
por eso te digo ahora
que desprecies al barbero.
Su hija contestaba
con el rostro muy sereno:
- Todo lo que hable pierde,
pues yo no olvido al barbero.
He puesto el amor en él
y no le puedo olvidar,
por eso le desengaño:
que no quiero al capitán.
Y su padre al oír ésto,
por ver si la convencía
enseñándola un revólver
estas palabras decía:
- Si no olvidas al barbero,
con éste te he de matar;
y tú verás lo que eliges:
la muerte o el capitán.
- Haga de mí lo que quiera,
yo no quiero al capitán,
he dado ya mi palabra
y no me volveré atrás.
Y a los tres días siguientes
aquel padre la encuentra
hablando con el barbero,
mas ya su vida la cuesta.
La coge de los cabellos
aquel padre malhechor
y arrastrada por el suelo
en un cuarto la encerró.
Allí estuvo veinte días
hasta que fue descubierta,
mas ya cuando la encontraron
la infeliz estaba muerta.
El mismo novio fue
el que lo declaró;
se presentó donde el juez
y de este modo le habló:
- Le respondo señor juez,
que ha desaparecido
la hija de don Fernando
llamada Julia Rodrigo.
Y creo que el mismo padre
la haya quitado la vida;
porque trataba conmigo
ya quiso matarla un día.
El juez le dijo al barbero
que cuánto tiempo hacía
que faltaba aquella joven,
y dijo que veinte días.
Entonces, el señor juez
y una pareja de guardias
fueron donde el comerciante
a registrarle la casa.
En esta segunda parte,
leerán con atención
el martirio de esta joven
que aquel malvado la dio.
El señor juez le pregunta
a aquel padre criminal
que dónde estaba su hija,
y él no pudo contestar.
Llamaron a la criada
y muy pronto declaró
que hacía ya veinte días
que en un cuarto la encerró.
- Y dijo mi señorito
que yo no lo descubriera,
porque si lo descubría
me cortaba la cabeza.
Así que lo descubrió,
ella misma les enseña
el cuarto donde encerró
a aquella humilde doncella.
En un cuarto muy oscuro,
donde guardan el carbón
allí estaba aquella joven
que causaba gran dolor.
Al lado tiene un papel
escrito con lapicero
que decía: “muero mártir
por no darme alimentos;
porque no quise casarme
con quien mi padre quería
me ha encerrado en este cuarto
y por él pierdo la vida.
Sin embargo le perdono,
que yo me voy a gozar
con los ángeles y santos
por toda la eternidad”.
Leyó el padre este papel
y se cayó desmayado,
mas apenas volvió en sí
a la cárcel le llevaron
Lloraban con amargura
todas las mozas del barrio
cuando la sacan de casa
para llevarla al juzgado.
La familia de esta joven
llorando iba detrás
diciendo: “Que ahorquen pronto
a este padre criminal”.
- A mis queridos hermanos,
persón a todos os pido
para que me perdonéis
la falta que he cometido.
Por amor al interés
yo mismo he martirizado
a una hija tan hermosa
más quiero morir ahorcado.
Y Dios quiera que mi hija
gozando en la gloria esté,
que murió martirizada
por ser yo un padre cruel.
Esta horrible crueldad
es muy justo que la pague:
ya que he matado a mi hija
deseo que a mí me maten.
Antes prefiero morir
que salir ya de la cárcel
porque comprendo que he sido
un padre malo e infame.
Los padres que tengáis hijas
bien os podéis enterar
para que no cometáis
esta gran barbaridad.