- Caballero, caballero, ¿de dónde ha venido usted?
- De la guerra, señorita. ¿Qué se le puede ofrecer?
- ¿Ha visto usté a mi marido en la guerra alguna vez?
- No señora, no le he visto; deme las señas de ál.
- Mi marido es alto rubio; alto rubio aragonés
y en la punta de la lanza, lleva un pañuelo francés.
Se lo bordé cuando niña, cuando niña lo bordé,
uno que le estoy bordando, y otro que le bordaré.
Si a los siete años no vuelve, solita me quedaré
y a las dos hijas que tengo, monjitas las meteré.