Quedó con grande tristeza la Reina y desconsolada
De la victoria que tuvo ensangrentando su lanza
El robusto moro Muza, y en cuanto vengó su saña
En los cristianos guerreros de la nobleza de España,
Un paje camina a prisa a contar lo que pasaba
Al infante Don Manuel, caballero de gran fama.
Don Manuel cuando lo oyó gran pena y dolor mostraba,
En saber del gran pesar con que la Reina quedaba,
Y levantóse animoso de la cama donde estaba
Sanando de las heridas que sacó de una batalla.
No quiere hablar a la Reina ni a nadie dice palabra:
Envía una carta al moro, que de esta suerte empezaba:
“A ti, el fuerte moro Muza, y tenido en nuestra España
“Por el más diestro y valiente que en la morisma se halla;
“Pues llevaste las cabezas haciendo venganza brava,
“Y saliste con victoria en la sangrienta batalla,
“Ven, y llevarás la mia, o dejarás aquí el alma.”
Luego le responde el moro mostrando crecida saña,
Y dice que él se apareja para lo que demandaba.
Don Manuel pide un caballo, y que le traigan sus armas:
Sale muy ligero al campo blandiendo su gruesa lanza.
Unas armas lleva negras grabadas de oro y de grana;
El caballo va espumoso todo de color de plata;
La cubierta toda negra, que tristeza demostraba.
Lleva el escudo acerado con una sierpe pintada,
Echando llamas de fuego por la boca y por las barbas;
Con unas letras que dicen: del moro tendré venganza.”
Lleva una bandera negra, en ella una cruz pintada;
Una espada ancha y fuerte, cortadora y estimada.
Sale Don Manuel al campo adonde el moro aguardaba.
El moro, no descuidado de salir a la demanda,
Asoma por un camino con soberbia y gran pujanza,
En un caballo bermejo, con una bandera blanca,
La lanza parece negra, que los extremos juntaba:
Unas armas relumbrantes y en el siniestro una adarga,
Escrito en ella un letrero que dice en letras doradas:
“Tengo por mi fe porfía.” Y al fin la muerte pintada.
Trae arremangado el brazo, la carne toda alheñada,
Y por el codo apretado un cendal de seda parda.
Trae un tocado revuelto, con el nombre de su amada;
Los jaeces del caballo de perlas se demostraban.
Un alfanje guarnecido con borlas de seda largas;
Una banda toda verde por el hombro derrocada.
A gritos viene diciendo: - Sea Mahoma mi guarda.-
Santiago para la suya el cristiano a voces llama.
Parte el moro tan furioso que parecía que temblaba
La tierra donde corría con el brío que llevaba.
Don Manuel es belicoso, a Muza enristró su lanza:
Fueron tales los encuentros, que cada cual ya temblaba.
Hacen las lanzas pedazos, ponen mano a las espadas;
Dale el moro a Don Manuel, con el ansia que llevaba,
Un tal golpe con su alfanje, que de la silla le saca.
Don Manuel, más animoso, en la cabeza le alcanza
al moro un pesado golpe que le ha dejado sin alma.
Camina para el real do el rey y la reina estaban
Con otras muchas doncellas y caballeros de fama.